Nuestra segunda crónica del DOK.fest, que se celebra hasta el 23 de mayo, y que tiene lugar en una edición únicamente online, aunque algunas de sus actividades se organizan de forma presencial pero retransmitidas digitalmente. Las nuevas tecnologías son las protagonistas de algunas de las películas de las que hablamos en esta crónica, que también se acerca a documentales sobre la aceptación de la identidad propia, el concepto de pertenencia a un lugar y el abuso de poder.
DOK.international
Hemos hablado en festivales recientes de películas documentales que utilizan exclusivamente la mirada sin palabras, el recorrido visual por espacios que en sí mismos son elocuentes, con resultados absorbentes como Silence of the tides (Pieter-Rim de Kroon, 2021), que se programa en este mismo festival o The great void (Sebastien Mez, 2021), que recibió una Mención Especial en Visions du Réel. Dentro de esta sección se estrena otra de estas incursiones en la imagen sin palabras, el estreno mundial de Land (Timo Großpietsch, 2021). En esta ocasión el director alemán ofrece una mirada casi elegíaca al mundo del campo, y a los procesos agrícolas y ganaderos en una sociedad moderna. A través de planos secuencia rodados con cámaras de alta definición y con drones, se nos ofrece una visión espectacular que captura la convivencia de la alta tecnología con el mundo del campo.
De hecho, la presencia del ser humano es secundaria. El documental propone una especie de mirada futurista en el presente que tiene ecos de las sociedades pensadas por Isaac Asimov o Philip K. Dick en la que las máquinas extraen la leche de las vacas, guían a los cerdos hacia el matadero o realizan procesos multiplicadores de sembrado. El universo animal y vegetal se transforma así en una dinámica industrial, que muestra el alto nivel de producción que necesita una sociedad que está en constante crecimiento. Las ganaderías se convierten en grandes espacios donde el nivel de producción se multiplica por mil.
Se trata de una propuesta que es al mismo tiempo ambiciosa en su representación visual, y certera en su reflexión sobre cuáles son los límites a los que podemos llegar, en ese desarrollo que no puede ser infinito. Las imágenes están acompañadas por la música de Vladyslav Sendecki, compositor nacido en Cracovia que, como pianista de jazz publicó varios álbumes junto al violinista y saxofonista Michał Urbaniak, y desde 1996 forma parte de la NDR Big Band, una formación permanente del canal público de Hamburgo NDR. Su música se decanta por una tonalidad hipnótica y subraya esa atmósfera futurista que proponen las imágenes.
En el documental de producción eslovaca Komúna (Jakub Julény, 2021) el principal elemento protagonista es la vigilancia de la policía secreta en la Checoslovaquia de los años setenta y ochenta, a través de un grupo de jóvenes que tenían como principal mentor al poeta eslovaco Marcel Strýko. Criado en la ciudad checoslovaca de Košice, allí desarrolló buena parte de su trayectoria intelectual, pero fue en Praga donde participó activamente en la escena underground, junto al también poeta Egon Bondy, que se convirtió en una especie de representante de esta cultura underground desde el momento en que uno de sus poemas fue adaptado como canción por el grupo de música The Plastic People of the Universe.
En la actualidad, el co-guionista Pavel Smejkal y el director Jakub Julény contactaron con algunos de los supervivientes de esta comunidad de jóvenes que practicaba la música, la literatura, el teatro y el arte en general, con un lenguaje contestatario hacia el régimen comunista. Pero su condición de "komúna" prácticamente ha desaparecido, enturbiada por las consecuencias que tuvo el acoso de la policía secreta, que mantuvo una vigilancia constante hacia este grupo (Marcel Strýko participó en 280 interrogatorios). Esta continua intervención convirtió a algunos de los integrantes de estos grupos clandestinos en delatores de sus compañeros, y aún perduran los sentimientos encontrados entre los que fueron traidores y los que fueron traicionados.
El viaje que propone Komúna es, por tanto, un viaje al pasado comunista de Checoslovaquia pero también un encuentro con un presente que sin embargo mantiene los reproches aún vivos. Es una historia compleja, que está formada por numerosos personajes y que a veces puede resultar difícil de seguir, pero el trabajo de montaje consigue estructurar de una forma coherente y clara los acontecimientos. Una historia de espionaje y vigilancia que en algunos momentos nos recuerda a La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006), y que sustituye la falta de suficiente material de archivo (muchos de los documentos permanecieron en manos de la policía secreta) con la utilización de animaciones que de alguna manera tratan de construir un lenguaje cercano a las creaciones artísticas de la escena underground. Komúna es por tanto un documental que subsana las dificultades (algunos de los miembros de este grupo fueron reacios a participar en la película) con creatividad y una lograda claridad expositiva.
DOK.panorama
Esta sección ofrece una panorámica de la producción de documentales que de forma innovadora proponen la diversidad y los caminos por los que se desarrolla el género en la actualidad. Aquí encontramos el documental español Passion (Maja Borg, 2021) y Lost boys (Joonas Neuvonen, 2021), que ya comentamos en nuestras crónicas del CPH:DOX, The Rossellinis (Alessandro Rossellini, Lorenzo d'Amico de Carvalho, 2020), que pasó por Visions du Réel o White cube (Renzo Martens, 2020) que se estrenó en IDFA.
Otras de las películas seleccionadas es la producción noruega Kunsten å være synding (The art of sin) (Ibrahim Mursal, 2020) que acompaña al artista sudanés Ahmed Umar en su trayectoria como emigrante en Noruega, donde se instaló en 2009. Proveniente de una familia con propiedades en su localidad de origen, el joven creador decidió salir del armario en Noruega y visibilizar su homosexualidad, lo que provocó amenazas en sus redes sociales y un cierto rechazo por parte de su familia. Por tanto, el documental traza, a través del retrato personal de Ahmed Umar, que consiguió la nacionalidad noruega recientemente, las dificultades que supone ser abiertamente gay en países como Sudán, donde la homosexualidad está penada por ley y, hasta 2020, tres condenas por sodomía suponían la pena de muerte.
Si Ahmed Umar nació en Sudán y emigró a Noruega, la trayectoria del director Ibrahim Mursal fue, sin embargo, la contraria. De padres somalíes, nació en Noruega pero se crió en Sudán, donde estudió cine en el Goethe Institute, aunque desde hace años está instalado de nuevo en Oslo. La mirada personal del director también forma parte de este documental, que crece en interés cuando Ahmed decide regresar a Sudán después de más de diez años para visitar a su familia. El artista trabaja en una serie de fotografías en las que diversos sudaneses que ocultan su rostro expresan el peligro que supone visibilizarse como gays o lesbianas, pero desgraciadamente el documental deja pasar la ocasión de ahondar más en estas entrevistas, que acaban resultando más interesantes que la historia principal. Queda la frustración de conseguir transmitir la valiente visibilidad que protagoniza Ahmed Umar, pero no haber profundizado demasiado en la condena que supone la homosexualidad en algunas sociedades africanas.
La historia de los alemanes que se asentaron en la cuenca del río Danubio con el beneplácito de la Emperatriz austríaca María Teresa, se convirtió en tragedia con la llegada de la II Guerra Mundial. Denominados donauschwaben (suevos del Danubio), su asentamiento se produjo en una zona entre los ríos Tisza y Danubio en el siglo XVIII, pero la I Guerra Mundial dividió ese territorio en tres países: Yugoslavia, Hungría y Rumanía. Y con la llegada de una nueva guerra mundial, su condición de alemanes les obligó a formar parte del ejército nazi (su participación era voluntaria, pero la negativa suponía escarnio y sospechas), pero al mismo tiempo se encontraron en mitad de unas naciones que eran comunistas.
Esta condición de apátridas está narrada en el documental serbio Belonging (Tea Lukač, 2020), que participó en el Festival Ji.hlava 2020. A través de narraciones que cuentan algunos supervivientes de estas familias, la película sustituye los rostros de los entrevistados con imágenes grabadas en los paisajes nevados y brumosos de Vojvodina, las ruinas que dejó el paso del ejército nazi por la zona, ahora como una especie de testigo mudo de un pasado que fue trágico. De forma que la narración de las personas ancianas que vivieron en estos lugares, o de los descendientes de familias que sufrieron el acoso tanto de comunistas como de alemanes, se contrapone al silencio del paisaje y la dramática partitura musical de Boris Zaborski.
La puesta en escena nos recuerda a otro documental reciente, Landscapes of resistance (Marta Popivoda, 2021), que formó parte de la programación de Rotterdam 2021, en cuanto a la sustitución de las imágenes de archivo o las entrevistas a cámara con la representación del paisaje, aunque en aquel caso la narración era menos dispersa, porque estaba apoyada en una protagonista concreta. Efectivamente, en Belonging hay una cierta dificultad en la construcción del relato, pero su reflexión en torno a la idea de pertenencia a un lugar resulta sin embargo muy interesante. Después de la II Guerra Mundial, algunos de estos lugareños ocultaron su procedencia alemana, declarándose húngaros, debido al sentimiento negativo generalizado hacia los alemanes. "A diferencia de la culpabilidad colectiva, existe también una responsabilidad colectiva. Porque todos somos responsables de lo que alguien hizo en nuestro nombre, en el nombre de nuestra nación. Y todas las naciones son responsables de lo que hacemos en su nombre, a quién apoyamos o a quién elegimos. Esa responsabilidad existe en cada uno de nosotros".
DOK.focus empowerment
Esta sección incluye seis películas en las que ese concepto tan utilizado actualmente como es el empoderamiento se pone de manifiesto. Producciones internacionales que abordan diversas problemáticas en las que los/as protagonistas toman el poder para expresarse como seres humanos.
Aunque se trata de un documental producido en la Filmuniversität Babelsberg Konrad Wolf, la Academia de Cine Alemana más antigua del país que está situada en la ciudad de Potsdam, The case you (Alison Kuhn, 2020) ha conseguido una mayor difusión que las habituales producciones estudiantiles. Presente en la Sección Luminarias del IDFA 2020, recibió el Premio Max Ophüls a la Mejor Música de Dascha Dauenhauer, compositora de la banda sonora de Berlin Alexanderplatz (Burhan Qurbani, 2019), fue seleccionada para la sección Change Makers del CPH:DOX 2021 y también opta al Student Award en el DOK.fest. La puesta en escena tiene lugar sobre el escenario del salón de actos de la Universidad, en el que se reúnen cinco jóvenes aspirantes a actrices que parecen preparadas para realizar un casting. Pero en realidad, su objetivo es hablar sobre otro casting para una película en el que se sintieron abusadas por parte de los responsables. En realidad, el relato proviene de seis jóvenes, porque la directora fue también objeto de estos abusos.
Cada una de ellas narra su propia experiencia en una prueba en la que en algunos casos debían actuar desnudas y en otros casos sufrieron el manoseo por parte de un actor, circunstancias de las que no habían sido avisadas o con las que, simplemente, no se sentían cómodas. Esa delgada línea entre las necesidades que requiere una producción y ese abuso de poder que practicó el director, del que no se da el nombre por cuestiones legales, está en el centro de unas historias que son representativas del #MeToo, de la difusión de actitudes que, utilizando como excusa la necesidad laboral de las actrices, imponen elementos que son claramente abusivos, y se esconden cobardemente en justificaciones que se relacionan con la voluntad de las víctimas.
Las entrevistas individuales dejan paso en otros momentos a la colectividad, a la unión de estas cinco jóvenes que ocupan el escenario con actitudes desafiantes (quizás esas actitudes de las que se arrepienten no haber tomado). El documental también habla de las percepciones y de los límites de la actividad artística. Tras realizar un casting a más de 200 jóvenes, el director editó una película que aparentemente reflexiona sobre el abuso, pero que en realidad mostraba auténticas situaciones de abuso, por lo que su prevista proyección en un festival de cine recibió numerosas críticas y fue finalmente cancelada. Antes de tomar una decisión definitiva, los organizadores del festival participaron en una mesa de discusión de la que solo escuchamos sus voces distorsionadas, y en la que se hacen afirmaciones tan cínicas que se entiende por qué los abusadores actúan sin consecuencias.
"Eran doscientas chicas y casi todas ellas decían que estaban dispuestas a hacer cualquier cosa para conseguir el papel", afirma una persona no identificada que estuvo presente en el casting. Los organizadores del festival también se quejan de las críticas recibidas en las redes sociales, sin analizar en ningún momento la condición real de los abusos que contenía la película (tampoco se revela su título). No ha habido repercusiones penales, y el único recurso legal que tienen las jóvenes son demandas por la utilización de su imagen sin autorización (nunca se les comunicó que iban a aparecer en la película), porque las acusaciones de abuso requieren procesos largos y recursos económicos que no pueden afrontar.
La propuesta de Alison Kuhn, en su sencillez, lanza reflexiones muy complejas sobre los límites entre lo que se considera artístico y lo que es claramente un delito, sobre la impunidad de los abusadores y la complicidad de quienes justifican estos abusos (se menciona a Roman Polanski, por ejemplo). Pero también sobre la dificultad de plantear una limitación precisa en torno a estas situaciones, que parecen tan claras cuando se exponen (si una joven manifiesta no querer desnudarse es porque no quiere desnudarse), que resulta sorprendente que sean justificadas con tanta facilidad.
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