26 junio, 2018

Max Richter: Las músicas flexibles

En el año 2004, un compositor conocido aún escasamente, Max Richter, publicó el álbum The Blue Notebooks (2004, FatCat Records). Aunque ciertamente este músico británico nacido en Alemania ya había conseguido un buen recibimiento con su primer disco en solitario, Memoryhouse (2002, FatCat Records), contando nada menos que con la BBC Symphony Orchestra, el impacto que produjo The Blue Notebooks fue destacado en un momento en el que la fusión entre música electrónica y los sonidos orquestales aún no había sufrido el despegue que ahora conocemos. Ahora, 15 años después, Max Richter ha vuelto a grabar el disco completo y ha introducido algunos temas y remezclas nuevas que componen una interesante revisión de un disco elaborado en un contexto social y político que marcaría la futura cohesión mundial con la huella de la mentira y la hipocresía.

The Blue Notebooks nació como respuesta a los acontecimientos que en 2003 desembocarían en la invasión norteamericana de Irak, apoyada (y aplaudida) por el resto del mundo occidental. Conceptualmente, toma su título de los Cuadernos en octava de Franz Kafka (1883-1924), una serie de reflexiones escritas por el filósofo alemán entre 1917 y 1919 que no se publicaron como obra completa hasta muchos años después. Algunos fragmentos, leídos por la actriz Tilda Swinton, aparecen a lo largo del album marcando una línea temática en la que también están presentes algunos poemas del poeta ruso Czeslaw Milosz (1911-2004).

Ciertamente, en este album no parece haber una intención de romper formalmente con la creación musical, más bien está marcado por una concepción tradicional de la composición, marcada más por los autores clásicos que por los aparentemente influyentes músicos contemporáneos, como Philip Glass, con los que se le ha comparado en ocasiones. En The Blue Notebooks predominan los pasajes melódicos más que la transgresión, estructurados en dos partes bien definidas: suites, habitualmente orquestales, mezcladas con algunos interludios, principalmente interpretados por el piano.

Entre las primeras, ha tenido especial trascendencia "On the nature of daylight", melancólica composición que contiene sin embargo una cierta luminosidad, y que ha trascendido su propio contexto para convertirse en pieza clave de algunas películas. Sin embargo, no es la composición más compleja de las que encontramos en el disco. Resulta más elaborada "Shadow journal", perfecta suite que introduce una base electrónica permanente para ir incorporando la melodía a través de una solitaria viola, mientras mantiene una cierta cadencia misteriosa que resulta hipnótica. Es el tema más claramente político del disco, nacido de la sensación de impotencia que Max Richter tenía frente a la violencia de la guerra. El fragmento de un poema de Czeslaw Milosz que suena en la voz de Tilda Swinton habla de la destrucción de las ciudades.

Más esperanzadora es la pieza "The trees", sostenida sobre piano y cuarteto de cuerda, que posiblemente es uno de los momentos más luminosos de un disco que transmite en general una sensación triste, y supone, como penúltimo tema, una conclusión con cierto aire épico.

La capacidad melódica de Max Richter se vislumbra especialmente en sus composiciones más breves, en general para piano, en las que consigue crear auténticas gemas musicales en menos de dos minutos. Así ocurre con el bien conocido "Vladimir's blues", que luego sería parte fundamental de la ambientación musical de la serie The leftovers (HBO, 2014-2017). El Vladimir del título se refiere al escritor Vladimir Nabokov (1899-1977), y hace referencia a una de sus principales aficiones, las mariposas. Hay en la pieza algunas referencias tonales a las composiciones para piano de Frédéric Chopin (1810-1849).

Siguiendo la estructura de "On the nature daylight", la pieza final "Written in the sky" propone una vuelta al principio, marcando un cierre completo del album. Esta referencia estructural, marcada por una melodía de nuevo arrebatadora, refleja el intenso trabajo realizado por Max Richter antes de la publicación del disco. Y nos devuelve precisamente a esa composición que, como decíamos antes, ha acabado trascendiendo su propio contexto.

Como músico de cine, Max Richter se dio a conocer especialmente tras su trabajo en el documental de animación Vals con Bashir (Ari Folman, 2008), para el que precisamente utilizó algunos temas del album The Blue Notebooks. Pero, al margen de sus excelentes trabajos para series y películas, comenzó a darse a conocer gracias a la utilización de "On the nature daylight" en filmes de diversa procedencia. Esa finalidad melancólica le han hecho formar parte intrínseca de las imágenes creadas por directores como Marc Forster, Anne Fontaine o Martin Scorsese.

Una de las primeras películas que usó esta composición fue Más extraño que la ficción (Marc Forster, 2006), una excelente historia sobre el mundo de la creación protagonizada por Will Ferrell, Emma Thompson y Dustin Hoffman.



Otros títulos como los franceses Conexión Marsella (Cédric Jiménez, 2014) o Las inocentes (Anne Fontaine, 2016) han utilizado esta pieza, pero es en dos películas especialmente donde su imbricación ha sido total.

Para Shutter island (Martin Scorsese, 2010), el supervisor musical Robbie Robertson decidió utilizar "On the nature daylight" como parte fundamental de la historia. Músico también, Robbie Robertson ha sido colaborador de Martin Scorsese desde que trabajaron juntos en El último vals (Martin Scorsese, 1978), y es el responsable de la magnífica selección musical de casi todas sus películas posteriores. El excelente gusto musical de Robbie Robertson le llevó a realizar un experimento que acabó siendo certero y exquisito: realizar un smash-up de la canción "This bitter Earth" extrayendo la voz de Dinah Washington e incorporándola a la pieza compuesta por Max Richter, dando lugar a uno de los más hermosos (y fantasmagóricos) fragmentos musicales que hemos escuchando en mucho tiempo. Tal fue su acierto que el propio Max Richter ha querido introducir esta versión en la última edición del álbum The Blue Notebooks.




Por su parte, La llegada (Denis Villeneuve, 2016) incorpora "On the nature daylight" al comienzo y al final de la película, y se convierte también en una pieza clave de la película, no solo desde el punto de vista temático, sino también como elemento indispensable para darle esa estructura cerrada que tiene. Tan es así, que fue la razón esgrimida por la Academia de Hollywood para eliminar la candidatura al Oscar del trabajo realizado por el compositor Jóhan Jóhannsson, en una decisión polémica y ciertamente injusta.




La nueva edición de The Blue Notebooks incorpora, en el segundo CD de la edición física, algunas novedades. Entre ellas, una nueva pieza de piano que completa en cierta manera esos interludios marcados en el disco original. "A catalogue of afternoons", en todo caso, parece más un requerimiento de la compañía discográfica que una composición realmente personal, y sirve solo, en su, como siempre, elegante ejecución, como una especie de introducción de las novedades que completan esta publicación. Entre ellas, dos versiones de "On the nature daylight": una interpretada por una orquesta completa, y la versión "On the nature daylight (Entropy)", que devuelve el concepto original de la pieza para cuarteto de cuerda.

Entre las últimas puestas en escena que esta composición ha inspirado se encuentra un videoclip que sirve como promoción de esta edición de The Blue Notebooks por sus 15 años de existencia. Dirigido por George Belfield, tiene como protagonista a la actriz Elisabeth Moss, que confesaba recientemente inspirarse habitualmente en esta pieza de Max Richter para incorporar a sus personajes, entre ellas ese intenso trabajo emocional que lleva a cabo en la espléndida serie The handmaid's tale (Hulu, 2017-), cuya segunda temporada está a punto de concluir. Se trata de un videoclip sencillo que quizás consigue capturar más la superficie que la profundidad emocional de la pieza, en el que la cámara sigue a Elisabeth Moss a lo largo de una larga caminata tras recibir una noticia por teléfono, y que acaba en una catarsis afectiva. En cierto modo, parece inspirarse en el videoclip de Radiohead para la canción "Daydreaming", en el que seguíamos a Thom Yorke mientras caminaba por distintos espacios. Pero si en aquel caso existía una profunda carga simbólica y de introspección vital (esas 23 puertas que cruza el músico que simbolizan sus 23 años de matrimonio), aquí encontramos menos intensidad pero no por ello resulta menos emocionante, especialmente gracias a esa sensación de sufrimiento que sabe transmitir la actriz norteamericana.



La edición 2018 de The Blue Notebooks se nos propone como un acercamiento algo más reflexivo y sosegado a las composiciones que creó Max Richter hace 15 años. Si entonces solo tuvo tres horas para grabar todo el álbum, como él mismo ha contado en algunas ocasiones, ahora encontramos una interpretación más compleja, en algunos casos. Cierto es que las mezclas añadidas para justificar una edición más extensa, no aportan grandes novedades ni hallazgos especialmente interesantes. Y quizás hubiera sido más acertado reeditar el álbum tal como se publicó en su momento. Pero al menos tenemos la oportunidad de regresar a uno de los discos más apasionantes de los últimos años. 


The Blue Notebooks (15 years)
Max Richter
Deutsche Grammophon
Ed. Digital: 11 / 5 / 2018
Ed. 2 CD/2LP: 2 / 7 / 2018

12 junio, 2018

Oslo Pix Film Festival 2018 - Camino de la madurez


En este extraño verano en el que las temperaturas son más altas en los países escandinavos que en el Sur de Europa, es interesante encontrar una cita cinematográfica queá nos permita disfrutar de ese otro Oslo que, para muchos resulta inédito. Acostumbrados a las estampas invernales, es más que recomendable acercarse a la capital de Noruega cuando los rayos del sol la iluminan, aunque habitualmente sea durante poco tiempo (no es el caso de este año, cuya primavera "veraniega" se está extendiendo más de lo que los propios noruegos están acostumbrados). Porque, entre todas las capitales nórdicas, Oslo es especialmente una ciudad que vive la calle, los parques y sus hermosos fiordos a pleno rendimiento. Y no son pocas las actividades callejeras que se desarrollan a lo largo de estas semanas, ofreciendo un aspecto diferente para una ciudad como ésta, muy parecida a la de los veranos españoles. Porque, al fin y al cabo, aunque las temperaturas sean altas, hay casi siempre una leve brisa que permite disfrutar al aire libre sin caer desfallecido por la deshidratación.

Oslo Pix Film Festival es una muestra cinematográfica que aprovecha este mes de junio (antes de ese julio que muchos noruegos se toman como vacaciones) para desarrollar sus actividades. Se trata de un festival muy joven, que este año llega a su segunda edición, y en ese sentido quizás le falta algo de definición. Pero, al hilo de lo que mencionábamos antes, la idea de convertir toda una calle principal de Oslo en la "festivalgata" (la calle del festival), con numerosas actividades, proyecciones al aire libre y zonas para descansar, es todo un acierto. Y resulta una forma muy acertada de acercar el festival a su público potencial, aquel que pasea entre la calle principal de Oslo, Karl Johans gate, y el paseo de Aker Brygge, siempre repleto de turistas y de zonas de ocio y restauración.

Oslo Pix Festival, al contrario que sus hermanos, Film Fra Sør (del que ya hablamos en un anterior post) y la Semana de Cine Árabe, de los mismos organizadores, se presenta como una muestra más abierta temáticamente y con cierta ambición de encontrar su sitio como el principal festival de cine de la ciudad. De esta forma, su programación ofrece una amplia variedad de películas internacionales de ficción y documental, así como alguna retrospectiva interesante. Y también contempla ciertas concesiones al cine más popular con estrenos nacionales de películas de próximo estreno, como Ocean's 8 (Gary Ross, 2018), Love, Simon (Greg Berlanti, 2018) o Hereditary (Ari Aster, 2018), que quizás serían más justificables si al menos las distribuidoras hicieran el esfuerzo por invitar a algunos de sus protagonistas. Entre ellas, Con amor, Simon es una de las propuestas más interesantes, comedia estudiantil que homenajea con acierto a las películas de instituto de los años ochenta, y que afronta con buen sentido del humor un planteamiento singular sobre lo difícil que puede seguir resultando en la actualidad salir del armario para un joven. Especialmente por el trabajo de su actor protagonista, Nick Robinson, y un guión con grandes hallazgos, 

Por su parte, Hereditary viene precedida por las buenas críticas obtenidas en su pase en el pasado Festival de Sundance. Y ciertamente es una nueva muestra de terror que va más allá de la simple sucesión de sustos, para elaborar una atmósfera que nos va introduciendo en una historia en la que los personajes tienen más fondo psicológico de lo habitual. El debut del cortometrajista Ari Aster supone sin duda uno de los alicientes de la película, con un trabajo de dirección que resulta absorbente e inteligente, y un trabajo de Toni Collette que merecería atención en las listas de premios cinematográficos del año.

La retrospectiva del festival ha estado dedicada al director norteamericano Alex Ross Perry, guionista y realizador de títulos que están entre la pretenciosidad y la excelencia. De su aún breve carrera se han proyectado sus tres títulos más representativos, el controvertido Listen up Philip (Alex Ross Perry, 2014), comedia algo relamida que se ahoga en un guión pomposo, la excelente Queen of Earth (Alex Ross Perry, 2015), estudio de personajes envuelto en formato de thriller que hasta el momento es la mejor película de su director y guionista; y finalmente el estreno de Golden exits (Alex Ross Perry, 2018), que, a través de dos mujeres que sospechan de la infidelidad de sus maridos, pretende elaborar una composición de personajes complejos, pero se queda en una propuesta discursiva en la que los caracteres principales no parar de hablar sin decir cosas que realmente nos interesen.

La presencia española en el festival ha sido corta e irregular. Destaca especialmente el estreno de El silencio de los otros (Robert Bahar, Almudena Carracedo, 2018), documental realizado entre Estados Unidos (donde residen sus directores) y España, con la producción de Pedro Almodóvar, que aborda la temática de la recuperación de los familiares desaparecidos en fosas comunes durante la posguerra española. Ganadora del Premio del Público en la Sección Panorama de la pasada Berlinale, aunque ciertamente el tratamiento de dirección no aporta grandes hallazgos y resulta algo convencional, la película sin embargo contiene momentos de gran emoción gracias a esas personas que llevan años luchando por recuperar los cadáveres de sus familiares. El director, Robert Bahar, estuvo presente en el festival y participó en un interesante debate en el que pudimos comprobar el interés fuera de nuestro país por una tema que no es demasiado conocido, y la incomprensión que, desde fuera, se tiene hacia la actitud de los diferentes gobiernos de la democracia, que aún no han realizado el esfuerzo necesario por que se recupere la memoria de los desaparecidos.

También han estado presentes dos películas ya estrenadas en España, Estiu 1993 (Carla Simón, 2017), excelente elección por parte de los programadores de la que es sin duda una de las mejores películas españolas del año pasado; y Júlia ist (Elena Martín, 2017), irregular propuesta que no termina de transmitir ese ambiente que protagonizan los jóvenes españoles que viajan a otros países con el programa ERASMUS, y que resulta algo artificial en su retrato de la vida estudiantil en una ciudad extranjera, en este caso Berlín.

La inmigración ha estado muy presente en Oslo Pix 2018. Entre otros retratos de la misma, destacamos Styx (Wolfgang Fischer, 2018), una película de tono minimalista en la que el director nos introduce, prácticamente sin palabras, en el drama de la inmigración, cuando la protagonista, que viaja sola en un yate cuando se encuentra una patera llena de refugiados y consigue rescatar a uno de ellos. Ganadora del Premio Ecuménico de la Sección Panorama de la pasada Berlinale, Styx consigue convertir en claustrofóbico un espacio tan amplio y abierto como el océano, y el director utiliza una planificación cuidada y un diseño de sonido absorbente para introducirnos en un drama presente en las costas europeas. Por su parte, Une saison en France (Mahamat-Saleh Haroun, 2017) se acerca a la inmigración ya asentada en Europa, a través de la dramática historia de un hombre que trata de conseguir el status de refugiado en Francia. El director no hace concesiones, y aquí no encontramos finales felices ni miradas de esperanza, sino una visión dura y deprimente de un París poco acogedor, sucio, triste y xenófobo. 

París también está presente en otros títulos que han pasado por el festival, con una notable presencia de títulos franceses. Pero el retrato es más optimista en Jeune femme (Leonor Serraille, 2017), ganadora de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes del pasado año, y nominada a dos Premios César. También conocida como Montparnasse Bienvenue, la historia se sostiene en torno a una protagonista que es un auténtico torrente de personalidad, aunque con tendencia a contar mentiras sobre su vida (excelente interpretación de Laetitia Dosch, que de hecho consiguió el Premio a Mejor Actriz en la pasada SEMINCI de Valladolid), y que regresa a París, una ciudad en la que su desbordante mirada optimista parece encontrar su mejor acomodo. La directora coloca la cámara siempre cerca de la protagonista, consciente de que es su magnetismo el que consigue atrapar al espectador. También encontramos una interesante mirada femenina en Ava (Lea Mysius, 2017), que también compitió en el Festival de Cannes y ha estado en los premios César. En este caso, la protagonista es una adolescente de 13 años cuya visión se está degradando y que tiene precisamente una particular concepción de las personas y el mundo que la rodea. Rebelde e inconsciente, pero también enamoradiza y pragmática, Ava nos ofrece un retrato peculiar de la juventud gracias a una película fresca, divertida, algo alocada y muy seductora. 

La programación de Oslo Pix 2018 quizás adolece de cierta falta de definición, como decíamos antes, probablemente porque intenta encontrar acomodo en todo tipo de público. Y ciertamente Oslo, a pesar de ser una capital relativamente pequeña, acoge con singular interés todo tipo de propuestas culturales. Algunos títulos presentes en el festival son particularmente arriesgados por su concepción formal o narrativa, y por tanto, controvertidos de cara a unos espectadores que quizás deben encontrar una mirada diferente. Es el caso de Laissez bronzer les cadavres (Helène Cattet, Bruno Forzani, 2017), una producción belga que homenajea al spaghetti western con un planteamiento formal impactante e hipnótico. Ciertamente casi no hay ninguna historia que contar, puesto que buena parte de la película se centra en un tiroteo que a los directores les sirve para construir su propio lenguaje cinematográfico, que bebe de diversos géneros y encuentra, si el espectador está dispuesto a entrar en el juego, sus mejores recursos en la visión poliédrica de una matanza sangrienta. Por su parte, November (Rainer Sarnet, 2017), es una de las producciones de género fantástico más singulares de este año. Rodada con una espléndida fotografía en blanco y negro que le valió el Premio del Jurado en el Festival de Tribeca, a veces no sabes bien si están viendo un cuento o una propuesta experimental, pero ciertamente resulta difícil abstraerse del poder hipnótico que tiene esta historia que se desarrolla en un pequeño poblado donde la magia negra está presente en cada rincón. Tiene en ese sentido algunas similitudes formales con The witch (Robert Eggers, 2015), pero no es tanto un relato de terror como una narración que ahonda en las tradiciones más oscuras del Este de Europa. 

También el género fantástico bucea la producción norteamericana The endless (Justin Benson, Aaron Moorhead, 2017) una curiosa propuesta que protagonizan los propios directores, al margen de encargarse del montaje, el guión y la producción, que en este caso nos transporta a una aparentemente inofensiva comuna de culto para adentrarse poco a poco en una especie de universo paralelo en el que el tiempo y el espacio no funcionan tal como los concebimos. A pesar de su evidente factura de cine independiente, El infinito tiene, en su concepción formal y también en el uso de un certero sentido del humor, con el que los directores dejan claro que estamos ante un relato de puro entretenimiento, sus principales alicientes, a pesar de que la resolución no termine de ser suficientemente satisfactoria. 


Para terminar nuestro repaso a parte de la programación de Oslo Pix Film Festival, tenemos que recomendar dos películas. La producción búlgara Ága (Milko Lazarov, 2018), que en cierto modo homenajea a aquel clásico Nanuk, el esquimal (Robert J. Flaherty, 1922), a través del seguimiento a una pareja de esquimales en su largo trayecto por las frías estepas del Norte. Mientras su hija a desarrollado una vida más cosmopolita, esta pareja mantiene las tradiciones ancestrales de caza y migración. A pesar de apenas contar con diálogos, la película está rodada con singular pericia, logrando imbuirnos de los espectaculares paisajes blancos de la estepa mongol, pero al mismo tiempo acercando  la cámara a estos rostros marcados por la supervivencia y el paso del tiempo. Y contiene uno de los finales más emocionantes que hemos visto en muchos años. Por su parte, la producción suiza The divine order (Petra Biondina Volpe, 2017), que fue seleccionada por su país para representarle en los Oscar de este año, aunque no logró nominación, se centra en la lucha de las mujeres suizas por conseguir el voto a principios de los años setenta. Ciertamente es una película tradicional en su concepción formal y narrativa, pero está contada con buen pulso y resulta atractiva en todo momento. 


La gran vencedora de Oslo Pix Film Festival 2018 ha sido la producción norteamericana The tale (Jennifer Fox, 2018), que ha conseguido el Gran Premio del Jurado y el Premio del Público. Se trata de una dura historia producida por HBO en torno a los abusos sexuales en la infancia, y está protagonizada de hecho por Laura Dern, convertida en los últimos meses en uno de los rostros más visibles del movimiento #metoo, que denuncia los abusos sexuales sufridos por mujeres en la industria de Hollywood. Cuenta además con el impactante trasfondo de ser una historia que la propia directora vivió realmente, y la propia Jennifer Fox estuvo en el festival para tener un encuentro con los espectadores. La toma de consciencia que adquiere una mujer madura de los abusos que sufrió en su infancia es el detonante de una historia en la que, en forma de thriller, irá tratando de descubrir qué sabían quienes la rodeaban en ese momento y, sobre todo, por qué no hicieron nada para impedirlo. En este sentido, la película resulta conmovedora en su tratamiento de esta especie de negación del relato, pero al mismo tiempo ofrece una mirada que, para nosotros, resulta algo distante, especialmente por la forma escogida por la directora de contarla. En algunos momentos se convierte en una especie de documental (la propia protagonista es directora de documentales y profesora de cine), que, al margen de algunos momentos especialmente dolorosos, convierte al relato en una revisión algo desangelado de una historia que, suponemos, debería remover nuestro interior y plantearnos preguntas. En este sentido, The tale tiene mayores pretensiones que logros, lo que no le resta impacto emocional en algunos momentos. 


PREMIOS

Oslo Grand Prix Internacional
The tale, Jennifer Fox

Grand Pix Ficción Nórdica
Amatører, Gabriel Pichler

Grand Pix Documental Nórdico
The distant barking of dogs, Simon Lereng Wilmont

Premio del Público
The tale, Jennifer Fox





Ocean's 8, Love, Simon y Hereditary se estrenan el 22 de junio
El infinito (The endless) se edita en DVD el 27 de junio

Golden exits y Júlia ist se pueden ver en Movistar +
Estiu 1993 se puede ver en Filmin
The tale se puede ver en HBO España