30 julio, 2021

Atlàntida FF 2021 - Parte 2: Guerras que nunca acaban

¿Es la confrontación entre los seres humanos innata o está condicionada por el contexto? Según los vestigios arqueológicos, se piensa que durante el Paleolítico no hubo guerras, en el sentido estricto de la palabra. Pero durante el Neolítico, con el sedentarismo, la agricultura y la domesticación de animales, los conflictos debido al aumento demográfico y la posesión de la tierra podrían haber existido, según indican la presencia en varias Necrópolis -en Schletz, Austria y Talheim, Alemania- de heridas mortales en esqueletos de hombres, mujeres y niños. En este período también se produce el enfrentamiento entre los nuevos agro-pastores sedentarios y los últimos cazadores-recolectores nómadas. Pero hay otras teorías que defienden que el hombre fue violento con su propia especie desde mucho antes, como indica el investigador Jean Guilaine en su ensayo Caïn, Abel, Ötzi: L'héritage néolithique (Ed. Gallimard, 2011): "Los neolíticos no inventaron la guerra. Los cazadores recolectores del Paleolítico o del Mesolítico ya combatían". Esta teoría se vio reforzada por el hallazgo en 2012 de restos de una masacre ocurrida hace 10.000 años cerca del lago Turkana (Kenia), y que se considera la primera demostración de un conflicto violento. Se encontraron 27 individuos, de los cuales 21 eran adultos, y más de la mitad mostraban signos evidentes de violencia. Las conclusiones de los expertos, encabezados por la argentina Marta Mirazón Lahr, de la Universidad de Cambridge, se publicaron en 2016, y afirmaban que la llamada guerra de Nataruk "proporciona una evidencia única de que la guerra formaba parte del repertorio de las relaciones intergrupales entre los cazadores recolectores prehistóricos". Aunque para otros expertos se puede considerar que la violencia fue un elemento importante entre los habitantes del Holoceno, pero no se puede hablar estrictamente de guerra.

En todo caso, los conflictos entre los seres humanos son una parte importante de nuestra historia, y reflejan una sociedad que solo evoluciona en su concepto de guerra, pero que es simplemente una transformación, manteniendo la esencia de la violencia entre los miembros de la misma especie. Algunas de las películas que forman parte de la programación del Atlàntida Film Fest abordan precisamente las consecuencias de los conflictos armados modernos. 

MEMORIA HISTÓRICA

La última película del historiador letón Dāvis Sīmanis, The year before war (Dāvis Sīmanis, 2021), propone una especie de viaje kafkiano durante el año 1913, el año antes del estallido de la I Guerra Mundial, protagonizado por un botones al que constantemente confunden con un tal Peter (que en cierta manera se revela como una especie de doppelgänger, un doble fantasmagórico) que provocará una huida a través de una Europa caótica durante un año, empezando en Riga y pasando por París, Praga o Viena, hasta acabar un año después en el lugar en el que comenzó. Y en este recorrido, que es una especie de proceso de madurez de un adulto, encontrará personajes relevantes como Lenin o Freud, que están descritos de una manera caricaturesca.


Hay, de hecho, una representación algo carnavalesca de esta Europa en crisis que conducirá irremediablemente a la guerra, como si esta circunstancia fuera algo inevitable, motivada por los egos y los nacionalismos. El viaje se va haciendo cada vez más surrealista, mostrado a través de un espléndido trabajo de fotografía en blanco y negro, casi expresionista, por parte del director de fotografía Andrejs Rudzāts. Pero este trayecto es también psicológico, representado en imágenes metafóricas como esas dunas nevadas en Siberia. Y aunque el trayecto desde el punto de vista formal puede dejarnos exhaustos, la representación de este proceso de madurez en mitad de una sociedad que no parece serlo acaba resultando singularmente lúcida. 

La guerra de Argelia (1954-1962) es el conflicto bélico que está más marcado en la psique de la sociedad francesa, con heridas abiertas que no encuentran un camino para la cicatrización. Emmanuel Macron es el primer presidente de Francia que nació después de la independencia de Argelia, y durante la campaña electoral de 2017 llegó a calificar el colonialismo como "un crimen contra la humanidad". Pero el pasado mes de enero negaba la necesidad de que Francia protagonizara un acto de disculpas públicas por las atrocidades cometidas durante el periodo colonial, que duró 132 años. Las consecuencias de este conflicto están presentes en la sociedad francesa actual porque el auge de la extrema derecha en el país se ha construido a partir de la llegada de numerosos colonos europeos que huyeron de Argelia, y que sembraron las bases de un profundo sentimiento anti-árabe. Precisamente en Chez nous (Esta es nuestra tierra) (Lucas Belvaux, 2017), el director belga contaba la historia de una enfermera que comienza a militar en el Frente Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen, lo que desde 2018 se denomina Rassemblement National (RN), presidido por su hija Marine Le Pen. Su última película, Des hommes (La guerra sin nombre) (Lucas Belvaux, 2020) se puede considerar por tanto como una especie de continuación temática, que busca encontrar en retrospectiva los orígenes de este sentimiento racista. 


El personaje de Bernard (Gérard Depardieu) es precisamente el paradigma de este perfil que surge de las heridas psicológicas de la guerra, un hombre amargado por los recuerdos del pasado, cuya actitud violenta es justificada por su hermana Solange (Catherine Frot) y contemplada en silencio por su primo Rabut (Jean-Pierre Darroussin), que también participó en la guerra pero que mantiene las cicatrices en su interior, durante noches sin dormir. Bernard es la bestia que exterioriza una especie de estrés post traumático no resuelto, mientras que en Rabut los demonios están dentro. La película está basada en el libro de Laurent Mauvignier Hombres (Ed. Anagrama, 2009), narrado a través de los pensamientos de sus protagonistas, y adopta también una narración de alguna manera literaria, lo que a veces obstruye una cierta fluidez en la historia. En realidad, el conflicto principal se establece a través del pasado, con una presencia breve de las tres estrellas del cine francés, que dan paso a actores más jóvenes que interpretan a sus personajes en los pasajes de la guerra. 

Lucas Belvaux construye el conflicto a partir de las personalidades de sus dos protagonistas a la edad de veinte años, Bernard (Yoann Zimmer) y Rabut (Édouard Sulpice), cuyo proceso de deshumanización es gradual conforme sus ojos contemplan los horrores perpetrados: "Hombres. Los hombres lo habían hecho", recuerda el Bernard adulto. El director aborda las contradicciones a las que se enfrentan los jóvenes soldados, su condición de patriotas en una tierra que nunca ha sido su patria, especialmente cuando el protagonista entabla relación con una familia argelina pro-francesa. Pero sobre todo construye un puente que enlaza las heridas del pasado con las cicatrices del presente, que demuestra el arraigo profundo del trauma en generaciones que ni siquiera presenciaron el horror de la guerra. 

CINE REENCONTRADO

El festival ofrece una selección de películas que han sido restauradas, y entre ellas se encuentra Distant journey (Alfréd Radok, 1949), que se considera una de las primeras representaciones cinematográficas del horror de los campos de concentración durante la II Guerra Mundial. La Filmoteca Nacional en Praga realizó una restauración 4k en 2019, a partir del negativo original, que fue presentada en el Festival de Berlín 2020, recuperando una de las obras fundamentales del cine checo, que influyó en directores como Miloš Forman o Jan Nĕmec. La historia se centra en una familia judía que sufre las represalias durante la ocupación nazi. "Transporte" es la palabra que nadie quiere pronunciar, la que marca el destino fatal de quienes son elegidos para ser enviados al ghetto de Terezin, un asentamiento forzado de judíos que servía como lugar de paso para los campos de exterminio. 


Alfréd Radok provenía del mundo del teatro, y esta fue su primera experiencia cinematográfica, marcada por la profunda influencia que tuvo en él la película Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941), pero que en Checoslovaquia se estrenó después de la guerra. Se trata de una película inclasificable, visualmente espléndida y en cierto modo experimental, que utiliza el montaje con un sentido del suspense y la tensión fascinantes, como en la secuencia del suicidio o ese momento de incertidumbre cuando Antonin visita a Hana en la clínica. Alfréd Radok se sirve con inteligencia de la técnica picture-in-picture, reduciendo el cuadro que muestra la ficción para introducir como elemento principal escenas documentales, extraídas de películas propagandistas nazis como El triunfo de la voluntad (Leni Riefenstahl, 1935). De esta forma, confronta la realidad con la representación de la opresión a los judíos que tiene a veces un tono heredado del neorrealismo, pero que en la imagen del ghetto de Terezin adopta una visión expresionista, con el uso de sombras y luces, la disposición en varios pisos y un desorden que está marcado por un sentimiento de claustrofobia. Dado que el propio ghetto se asentaba en el engaño hacia los judíos, que pensaban que era un simple asentamiento cuando en realidad era la puerta de entrada al traslado a los campos de concentración, esta representación ficticia resulta coherente. De hecho, los alemanes rodaron dos películas de propaganda en este ghetto, que fue convenientemente adecentado/maquillado como reflejo de las buenas condiciones de vida de los judíos. 

Pero a pesar de esta envoltura visual, Distant journey se siente como una película honesta que muestra el horror de la ocupación con una rabia que pocas veces se ha visto en las muchas películas sobre el Holocausto que se han realizado. Como el momento en el que los prisioneros descubren que están siendo utilizados para construir una cámara de gas, cuyos primeros planos ponen los vellos de punta, o la secuencia de la liberación, que se muestra sin una catarsis emocional explícita (no hay música, cuando la música de Jirí Sternwald está presente en casi toda la película), pero al mismo tiempo es absolutamente emocionante: una joven corre entre las ruinas de la ciudad exterminada, tropezando, buscando un lugar desde donde lanzar el grito de esperanza: "¡Libertad!". Rodada en medio de manifestaciones "contrarrevolucionarias", la película se estrenó casi de incógnito en 1949, y fue retirada de los cines al poco tiempo. Aunque participó en el Festival de Cannes de 1950, ha quedado sin embargo como una de las películas más desconocidas de la cinematografía checa. El director Alfréd Radok fue prisionero del campo de concentración de Klettendorf, cerca de Breslavia, de donde huyó en enero de 1945, pero tras la ocupación soviética emigró a Suecia con su familia. 

GENERACIÓN

Tras los ataques terroristas en la ciudad de París en enero y noviembre de 2015, el presidente François Hollande declaró a Francia "en guerra", lo que se tradujo en un aumento considerable de las fuerzas del orden, entre ellas el despliegue de más de 10.000 militares en lo que se llamó la Opération Sentinelle que se ha mantenido, con alguna reducción de efectivos, hasta la actualidad. En los últimos años se han producido varios suicidios de jóvenes que pertenecían a esta operación, lo que ha suscitado numerosas críticas. Durante las manifestaciones de los chalecos amarillos en 2019, el gobierno de Emmanuel Macron movilizó a los Sentinelle para controlar a los manifestantes. En cierta manera, se ha establecido una especie de militarización del país, especialmente en París, que surgió como una necesidad defensiva pero que se ha mantenido en el tiempo. La troisième guerre (La tercera guerra) (Giovanni Aloi, 2020) tiene como protagonista a un joven que se incorpora a este grupo militar en medio de un estado de paranoia, cuya misión es la de observar y vigilar sin intervenir. 


En cierta manera, Léo (Anthony Bajon) es un elemento extraño en este grupo formado principalmente por jóvenes de minorías étnicas, como la sargento Yasmine (Leïla Bekhti) o su compañero de vigilancia, Hachim Bentoumi (Karim Leklou, uno de los protagonistas de la serie Hipócrates (Canal+, 2018-2021)). "Yo soy negro, Francia no me quiere. Pero ¿qué haces tú aquí, un blanco de La Roche-sur-Yon?", pregunta uno de sus compañeros. Giovanni Aloi construye una película bélica en un entorno de paz, con un progresivo aumento de la tensión provocada por la incertidumbre, por el enemigo invisible que puede estar detrás de cada persona, una amenaza fantasma que provoca una especie de estado continuo de vigilancia. Pero también produce un sentimiento de frustración en unos militares a los que solo se les permite observar y comunicar sus sospechas, pero nunca realizar una actuación directa. Y esta circunstancia provoca una progresiva declinación psicológica. 

El segundo largometraje de Giovanni Aloi, director italiano afincado en Francia, fue seleccionado en la Sección Orizzonti de la Mostra de Venecia 2020, y también en la Sección Esbilla del Festival de Gijón 2020, y traslada la cotidianeidad de este grupo de soldados, en un ambiente eminentemente masculino y misógino, a pesar de (o quizás por) tener como mando directo a una mujer. Hay un sentimiento de camaradería que no oculta sin embargo conflictos personales entre los propios soldados. Pero la película se engrandece en las rutinarias vigilancias de los lugares turísticos de París, en la tensión provocada por una mirada sospechosa o una luz parpadeante en el interior de una furgoneta. Giovanni Aloi dibuja un perfil psicológico complejo, que quizás es algo extremo en el tercer acto, pero que plantea una interesante reflexión sobre el estado de alarma continuo que ha provocado la amenaza terrorista, una especie de calma tensa que convierte a nuestra sociedad en un entorno paranóico. 

CONTROVERSIA

Al comienzo del documental The human factor (Dror Moreh, 2019) se deja claro que se nos va a presentar el conflicto palestino-israelí desde el punto de vista de seis negociadores norteamericanos, y su papel como mediadores en las negociaciones de paz entre 1980 y 2000. En este sentido, el planteamiento es honesto, aunque pueda ser discutible. El director israelí fue nominado al Oscar por su documental The gatekeepers (Dror Moreh, 2012), que tenía también a seis protagonistas, que en aquella ocasión eran miembros de los servicios de seguridad de Israel. Su propuesta en este caso pasa por analizar las conversaciones de paz entre Yassir Arafat y diferentes presidentes de Israel, desde Yitzhak Rabin hasta Benjamin Netanyahu, pasando por Ehud Barak, pero se centra sobre todo en la etapa protagonizada por la administración de Bill Clinton. Hay un prólogo que destaca el papel del Secretario de Estado James Baker durante la presidencia de George Bush, pero las referencias a presidentes posteriores son casi inexistentes (Barak Obama) o tienen un cierto tono irónico (Donald Trump). 


Dror Moreh parece ser consciente de la controversia de su propuesta cuando interpela a sus protagonistas preguntándoles cómo es posible que pudiera ser imparcial un grupo de negociadores que eran todos judíos. Y efectivamente hay algo de autocrítica cuando Daniel Kurtzer menciona que los Estados Unidos ha actuado, básicamente, como un "abogado de Israel", o cuando Aaron Miller concluye que "vimos el mundo como queríamos que fuera. No como era en realidad". Pero estos momentos no eximen al director de una cierta falta de profundidad en su análisis del conflicto y una clara falta de imparcialidad cuando solo introduce a un interlocutor árabe, Gamal Helal, al que tampoco dedica demasiado tiempo, aunque es el que incorpora elementos más conflictivos y pesimistas, como cuando admite que en estos momentos no existe una solución de estado para esta larga confrontación. 

De todas formas, The human factor plantea cuestiones interesantes en torno a las negociaciones de paz, en un formato clásico que mezcla las entrevistas (que son lo más importante) y las imágenes de archivo utilizadas con una cierta creatividad, e incluso diríamos que con una clara intencionalidad. Se consigue introducir un ritmo constante a través de las tensiones que marcaron las negociaciones, y destaca especialmente la atención especial que se le presta a la relación entre Yitzhak Rabin y Yasser Arafat, que protagonizaron el momento de mayor esperanza para la pacificación, truncada por el asesinato del primer ministro israelí. Y resulta impactante la emoción que provoca en Dennis Ross (enviado a Oriente Medio con George Bush y con Bill Clinton) el recuerdo de la muerte de Yitzhak Rabin, al que tanto el presidente norteamericano como él mismo consideraban el único representante israelí que realmente quiso llegar a un acuerdo de paz. Luego desembarcaron las triquiñuelas de Ehud Barak y las acciones beligerantes de Benjamin Netanyahu. The human factor es un documental que gana en interés cuanto más se identifica su parcialidad y su sectarismo, en cuanto ofrece el punto de vista norteamericano sobre el conflicto palestino-israelí, con la necesaria influencia de Siria y el tirano Háfez al-Ásad, al que por lo menos califican como una persona fría. Y sustituye su falta de profundidad con un relato claro sobre la necesidad de encontrar lazos personales para alcanzar el éxito en las relaciones diplomáticas. Como afirma Dennis Ross: "No se puede ignorar el factor humano. Alguien con tacto humano trata al otro con respeto. Alguien con tacto humano no piensa en engañar a nadie".  



Parte de la programación del Atlàntida Film Fest se puede ver en Filmin hasta el 26 de agosto. 

Hipócrates se puede ver en Filmin. 


28 julio, 2021

Atlàntida FF 2021 - Parte 1: Realidades alternativas


La capacidad de la plataforma Filmin para encontrar nuevos espacios en los que asentar su oferta ha sido posiblemente una de las claves de su mantenimiento en un panorama en el que primero fueron pioneros y ahora se enfrentan a una amplia competencia. El Atlàntida Film Fest fue una de las primeras iniciativas que nació como elemento de marketing para atraer la atención de los usuarios, pero poco a poco ha ido tomando una identidad propia, que al mismo tiempo lo conecta y lo desconecta con la plataforma Filmin. Porque el festival nació como una experiencia exclusivamente online (y en este sentido también anticipó lo que muchos festivales han experimentado en los meses de la pandemia), para después convertirse en una muestra híbrida que mantiene una programación paralela presencial y online. 

Esta edición número 11 no es muy distinta de la que se vivió el año pasado en plena segunda ola del coronavirus. Y, de hecho, se han tenido que modificar horarios para ajustarse a las nuevas restricciones impuestas por el Gobierno Balear debido al nuevo aumento de infecciones. En todo caso, Atlàntida Film Fest mantiene una programación robusta que se puede ver durante una semana en Mallorca y está disponible durante un mes en Filmin. Y este año ha sacado músculo en su formato presencial con la intención de contar en la gala de clausura con la presencia de la reina doña Letizia, que será la encargada de entregar los Premios Masters of Cinema a la actriz Judi Dench y el director Stephen Frears. 

La selección de películas de Atlàntida Film Fest se realiza a partir de la programación de los festivales de Berlín, Cannes y Sevilla, aunque curiosamente son aquellas películas que han destacado en otros festivales las más interesantes. Hay una restricción incomprensible a las cinematografías europeas, teniendo en cuenta que no es un festival que cuente con las limitaciones de otras muestra. En nuestras próximas entregas vamos a ir comentando algunos de los títulos destacados de su programación, que se divide en once secciones temáticas y dos retrospectivas dedicadas este año al cineasta italiano Pietro Marcello, del que se estrena en España su documental Per Lucio (2021) y el director estonio Veiko Õunpuu, que estrena Viimeiset (The last one) (2020), seleccionada por Estonia como representante para los Oscar. Atlàntida Film Fest se inauguró con una producción muy mallorquina, El vientre del mar (Agustí Villaronga, 2021), que ya comentamos en su estreno mundial en el Festival de Rotterdam, y que consiguió después seis premios en el Festival de Cine Español de Málaga. 

MUROS Y FRONTERAS

El festival Visions du Réel inauguró su última edición con Le chants des vivants (Cécile Allegra, 2021), un hermoso documental que se centraba en el trabajo de una asociación con un grupo de refugiados que utiliza la música como forma de integración en una pequeña localidad francesa. También A black Jesus (Luca Lucchesi, 2020), que pudimos ver en CPH:DOX, ofrecía una visión personal de un grupo de emigrantes africanos en una localidad siciliana que venera la figura de un Jesucristo negro. En la misma línea podemos situar a Bienvenidos a España (Juan Antonio Moreno Amador, 2021), que se desarrolla en un Centro de Refugiados cuya sede se encuentra en un antiguo prostíbulo situado en el barrio sevillano de Torreblanca. El documental se presentó en la sección "The changing face of Europe" del pasado festival canadiense Hot Docs, y surge de la experiencia del director con la protagonista de su anterior documental, Boxing for freedom (Juan Antonio Moreno Amador, 2015). 

El director se plantea la película como un objeto vivo, en el que no hay nada previsto sde antemano. De hecho, una pareja de refugiadas salvadoreñas decide no seguir apareciendo en la película y una familia desaparece sin dejar rastro en un momento de la narración. Estas circunstancias, que seguramente son habituales en muchos documentales en los que finalmente estas historias incompletas se quedan fuera de la mesa de edición, porque no se desarrollan, sin embargo están presentes en Bienvenidos a España, dada la intención de Juan Antonio Moreno Amador de lograr una dinámica que se parezca a la vida real, en la que no hay finales cerrados. De esta forma, conocemos a varios inmigrantes que han llegado a nuestro país con la intención de mejorar su forma de vida. El problema principal es que no escuchamos sus experiencias principalmente desde sus propias voces, sino que es el director el que sirve com un narrador constante, como un interlocutor que describe lo que ve, ofreciendo una visión personal que no es la de sus protagonistas, sino la de él mismo. 


De hecho, esta posición de narrador es la que limita las posibilidades del documental, cuando por ejemplo nos cuenta que Marouane, un chico marroquí que ha huido de su país por su identidad sexual, ha sido expulsado del Centro de Refugiados pero se nos oculta la razón, lo que hubiera ofrecido una reflexión interesante sobre las dificultades de la integración. También el segmento dedicado a Mady, procedente de Mali, acaba derivando hacia una larga mirada en torno a la Semana Santa de Sevilla que pretende ofrecer una perspectiva sobre las diferencias culturales pero que al final se queda en una visión demasiado superficial y folclórica. O cuando Amelia, una mujer venezolana que ha decidido venir a España siendo ya abuela, entabla una conversación con un delegado de Vox que se supone que ha increpado a los inmigrantes a la salida de un colegio electoral (en las Elecciones Generales que convirtieron a la extrema derecha en un protagonista necesario en nuestro parlamento), pero que  resulta poco esclarecedora. 

Es evidente la intención del director de ofrecer una visión personal de la inmigración, pero el tono se desequilibra en el desarrollo de las historias y su protagonistas, que acaban siendo más sujetos de observación que parte integrante de la narración. Lo más interesante del documental es esa cierta ironía del título que se refiere a un país cuyo mensaje de bienvenida está envenenado. 

MEMORIA HISTÓRICA

En algunas ocasiones resultan curiosas (y poco acertadas) las traducciones internacionales de los títulos. Es el caso de Sous le ciel d'Alice (Chloé Mazlo, 2020), que se ha traducido para su estreno internacional como Skies of Lebanon, el mismo título que se ha adoptado en España. Pero Bajo los cielos del Líbano ofrece un punto de vista que no se corresponde exactamente con el que adopta la película, Bajo el cielo de Alice porque, efectivamente, la historia se desarrolla en el Líbano, pero el punto de vista, formal y narrativo, es el de su protagonista, Alice. Con el sello de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2020, Sous le ciel d'Alice se centra en la historia de una joven suiza que decide trabajar como au pair en Beirut, donde inicia una historia de amor con un astrofísico que está desarrollando un cohete para conseguir llevar a la luna al primer astronauta libanés. 


Como decíamos, el punto de vista es el de Alice, que vive una especie de fantasía idílica representada por la puesta en escena. La directora, Chloé Mazlo, se ha inspirado en su propia abuela, quien se enamoró del Líbano cuando se mudó en 1955, y utiliza la técnica de animación que había desarrollado en su filmografía anterior para mostrar una visión soñadora. En Suiza, los personajes se muestran solo en formato animado, mientras que en Beirut se utilizan fondos fotográficos que ofrecen una visión edulcorada, de ambientación irreal, que funciona bien para establecer la psicología del personaje principal. Por eso es más adecuado hablar del cielo de Alice, es su mirada idílica la que establece el tono optimista. Y es esta mirada la que se rompe con la llegada de la guerra, de la realidad cruda y violenta, que destruye la felicidad y también desmorona la puesta en escena, que es a partir de entonces más realista. Es el momento en el que ese país de las maravillas que ha creado Alice a su alrededor se descompone. 

El tercer acto es por tanto más descarnado, aunque introduce elementos de humor en los registros que efectúan los militares en la casa de la protagonista. Esto permite que incluso el período de descomposición de su familia y de su país ofrezcan una mirada de resistencia, de dignidad en medio de los conflictos armados. La escena se desarrolla en un espacio interior que es al mismo tiempo claustrofóbico y familiar, reforzado por el uso de la cámara de 16 mm. Chloé Mazlo consigue así un debut que habla de esa guerra interminable con una propuesta diferente, con una mirada singular en la que también destaca la espléndida banda sonora del músico libanés Bachar Mar-Khalifé, que utiliza los instrumentos como actores, más armónicos en la primera parte y más disonantes en la segunda. A pesar de contar con el sello de la Semana de la Crítica, la película ha sufrido las consecuencias de la pandemia del coronavirus, retrasando su estreno en Francia hasta el 30 de junio de este año. 

GENERACIÓN

Todo comenzó en la localidad de Rovaniemi, capital de Laponia y residencia "oficial" de Papá Noel, lo cual contrasta con la realidad de una juventud aburrida en un lugar en el que no hay nada que hacer, y que busca desesperadamente en las drogas una salida a la monotonía. Este fue el punto de inicio del documental Reindeerspotting: Escape from Santaland (Joonas Neuvonen, 2010), que hacía referencia a la película Trainspotting (Danny Boyle, 1996), y que acompañaba a Jani Raappana, un joven drogadicto de Rovaniemi adicto al Subutex, unas pastillas utilizadas como tratamiento contra la heroína pero que creaban a su vez dependencia. La cámara del director muestra una juventud sin salida laboral, asfixiada en una ciudad pequeña y oscura, con la droga como vía de escape mental. Cuando Jani es condenado a prisión, decide huir de Rovaniemi e iniciar un viaje por Europa, a través de Francia, Italia y España. En Francia, se da la paradoja de que el Subutex se facilita gratuitamente a los adictos a la heroína, pero éstos lo venden para conseguir dinero y poder adquirir sustancias más fuertes. 


Hay dos elementos que convierten a Reindeerspotting: Escape from Santaland, en algo más que una representación del mundo de las drogas. Por un lado, cierta ambigüedad del director, amigo personal de Jani, pero del que quedan ciertas dudas de si actuó como simple observador o como facilitador (en 2013 Joonas Neuvonen fue condenado a dos y años medio de prisión por ser el responsable de una red de distribución de tabletas Subutex, importadas desde varios países de Europa y vendidas en Finlandia y Suecia). Por otro lado, su capacidad para extraer imágenes que son casi ensoñadoras, pero al mismo tiempo tienen un cierto aire de pesadilla (como la carrera nocturna de renos), que transmiten junto al diseño de sonido, esa irrealidad en la que habita el protagonista. El estreno de la película se produjo cuando Jani cumplía condena, y consiguió el Premio de la Crítica en el Festival de Locarno, pero fue acusada de hacer apología de las drogas. Y, a pesar de no poder distribuirse en circunstancias normales, se convirtió en el documental más visto en la historia de Finlandia. 

Lost boys (Joonas Neuvonen, Sadri Cetinkaya, 2020) es la continuación de aquel documental, y comienza  cuando Jani sale de la cárcel y decide celebrarlo viajando con sus amigos Antti y Joonas a Camboya, entregándose de nuevo a las drogas, lo que es documentado una vez más por el director. Pero la historia da un giro sorprendente cuando Jani y Antti desaparecen (el director, Joonas Neuvonen, regresó a Laponia) y finalmente Jani es encontrado muerto, aparentemente por suicidio, aunque otras versiones apuntan a un ajuste de cuentas. De esta forma, Lost boys es al mismo tiempo una crónica de estas "vacaciones" de alcohol, drogas y sexo, pero también el relato de una investigación personal sobre un posible asesinato. La película ha vuelto a convertirse en un éxito tras su estreno el pasado mes de octubre en una plataforma online finlandesa.

Joonas Neuvonen consigue reforzar una atmósfera de pesadilla que evoca la novela de James Conrad El corazón de las tinieblas (1899), cuyo nombre vemos precisamente en uno de los locales en los que se desarrolla la primera parte de la historia. Hay una ambigüedad constante en estos dos documentales, que no está claro si se retro-alimentan de su propia tragedia (por ejemplo, son difusas las intenciones de Jonas Neuvonen por continuar la historia, entre la reivindicación de su amigo Jani o, simplemente, la explotación comercial de su muerte). Pero al mismo tiempo esto es lo más fascinante de esta película, la frágil línea que separa la representación realista de la crónica de sucesos. Al final, sin embargo, la aventura de estos jóvenes que pretenden liberarse de la monotonía a través de las drogas los convierte en víctimas, seducidos por prostitutas que usan las adicciones de los turistas para exprimirlos y por relaciones de amistad que en realidad son interesadas. Y, aunque no hay límites a la hora de mostrar sexo explícito o escenas de uso de drogas, el destino de los protagonistas no resulta muy alentador, con Jani posiblemente asesinado, Antti en un estado de paranoia y el propio director, Joonas, detenido por contrabando de drogas (lo cual retrasó la finalización de este documental). Pero la construcción de este cuento de pesadilla que hace referencia en su título a esos "Niños Perdidos" que no crecían en la obra teatral Peter Pan (J.M. Barrie, 1911) acaba siendo tan aterradora como fascinante. 

DOMESTIK

Una de las películas suizas más esperadas el año pasado fue Jagdzeit (Temporada de caza) (Sabine Boss, 2020), ya que enfoca su argumento en el mundo de los ejecutivos, y especialmente en la ola de suicidios que se produjo en Suiza en los años de la crisis económica, recibida con una cierta desafección frente al nivel de vida que tenían estos empresarios. Estrenada justo antes de la pandemia del coronavirus, la película sufrió el cierre de las salas de cine. La directora propone un enfrentamiento entre dos modos diferentes de enfocar el trabajo empresarial, usando como telón de fondo el caso "Dieselgate" protagonizado por Volkswagen, para trazar el marco de una empresa en crisis que se enfrenta a un futuro incierto, entre la posibilidad de ser reflotada y la necesidad de ser desmantelada. El nuevo CEO, Hans Werner Brockmann (Ulrich Tukur, al que hemos visto en La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck,2006)) pretende una transformación drástica del modelo de negocio, enfrentándose al Director Financiero, Alexander Maier (Stefan Kurt, al que hemos visto recientemente en la serie Laberinto de paz (RTS, 2020)), un ejecutivo serio y honesto que cree que hay margen de maniobra para salvar la empresa. 

Se establece así una lucha de poderes entre estos dos ejecutivos que sirve para mostrar los entresijos de la vida empresarial, la adicción al trabajo y una espiral de responsabilidades y objetivos que acaba fagocitando la vida personal de su protagonista. La directora lo expresa en los trayectos en coche, que se desarrollan siempre en el interior de un túnel, un espacio cerrado en el que solo hay una dirección, hacia adelante, de la que no hay escapatoria ni física ni psicológica. Se establece también un entorno de lucha patriarcal, una masculinidad que al final acaba resultando asfixiante, y que es tan real que Sabine Boss reconoce en algunas entrevistas que, cuando estaban realizando la investigación en torno al mundo empresarial, los ejecutivos eran mucho más abiertos e indagaban en aspectos más personales cuando hablaban con el productor, Michael Steiger, que cuando hablaban con ella. 

Los enfrentamientos verbales entre los dos protagonistas proporcionan las mejores escenas de la película, pero la intención de no establecer una dinámica de antagonismo exagerada, huyendo de la figura del ejecutivo bueno y el ejecutivo malo, aplana en cierta manera la eficacia de la propuesta. Y es esta búsqueda del equilibrio, en la que se intenta balancear la acusación que lanza el protagonista al final de la película, lo que más perjudica a sus posibles virtudes. 


Parte de la programación del Atlàntida Film Fest se puede ver en Filmin hasta el 26 de agosto. 


Boxing for freedom y Laberinto de paz se pueden ver en Filmin. 
Trainspotting se puede ver en Movistar+.







  

23 julio, 2021

10 años desde el 22J: El peligro de dar voz a los extremistas

La celebración del décimo aniversario del atentado que convirtió el 22 de julio de 2011 en el ataque terrorista más grave de la historia de Noruega, mostró los peligros de un pensamiento extremista que es minoritario pero que puede producir asesinos. Pero Noruega no ha sabido (o no se ha atrevido) a abrir el debate real en torno a la necesidad de atajar estos pensamientos racistas, xenófobos e islamófobos, y en cierta manera se ha maquillado de libertad de expresión lo que en realidad es una cierta tolerancia con las actitudes fascistas, incluso dentro del propio gobierno. Algunas de las series y películas que han abordado este ataque terrorista, ofrecen una imagen clara de sus consecuencias. 

El pasado lunes 19 de julio un hombre disparó a otro en el centro de Oslo, cerca del Ayuntamiento de la ciudad. Los primeros comentarios en las redes sociales se quejaban de que la violencia había aumentado en Noruega con la llegada de más inmigración. Pero la policía confirmó que se trataba de una rencilla personal entre dos hombres noruegos, que acabó con la vida de uno de ellos, dos viejos conocidos de las fuerzas del orden que habían sido detenidos anteriormente por robos en tiendas del centro de Oslo. 

La primera respuesta de un cierto sector de la sociedad noruega cuando hay un acto de violencia en un país que se siente orgulloso de ser pacífico es la de culpar a los extranjeros, especialmente a los musulmanes y africanos. Es lo mismo que ocurrió hace diez años, cuando una bomba explotó en la zona donde se encontraban algunos de los ministerios del gobierno noruego, que provocó 8 muertos. Poco después Anders Breivik se dirigió a la isla de Utøya, donde se reunían en un campamento de verano las juventudes (UAF) del Partido Laborista (Ap), que presidía el gobierno. El terrorista llegó disfrazado de policía para ganarse la confianza de los jóvenes, iniciando un tiroteo que duró 79 minutos y que acabó con la vida de 69 personas. La película que mejor refleja la angustia de esa hora de terror es Utøya, 22 de julio (Erik Poppe, 2018), rodada en un ficticio plano secuencia que transmite con rotundidad la tragedia que se vivió en la isla. La figura del asesino aparece siempre difuminada, a lo lejos, pero amenazante siempre. La cámara permanece tan cerca de los jóvenes que la sensación de peligro y horror se palpa de una forma casi física, lo que le valió el Oso de Oro en el Festival de Berlín. 


Las primeras hipótesis sobre el atentado efectivamente apuntaron a un ataque islamista, aunque no había ningún indicio que señalara esa posibilidad. Poco después se supo que el terrorista era un hombre noruego de extrema derecha que había lanzado un manifiesto plagiado de numerosas fuentes y que pretendía promover sus ideas fascistas. Anders Breivik se convirtió en la cara visible de una mentalidad xenófoba e islamófoba, en contra de la multiculturalidad, que estaba arraigada en parte de la sociedad noruega, y que en estos diez años, a pesar de ser la causante del mayor atentado de su historia, ha aumentado considerablemente.

La periodista Åsne Seierstad realizaba en el libro "Uno de los nuestros" (Ed. Crítica, 2015) un perfil de Anders Breivik que reflexionaba precisamente sobre lo fácil que resultaba difundir sus ideas extremistas (aún se dilucida si hubo más de un cómplice ideológico). Pero sobre todo el título refleja el shock que produjo en la sociedad noruega que el mayor atentado de su historia lo cometiera "uno de los suyos", un noruego que asesinó a noruegos. El libro sirvió como base para la película 22 de julio (Paul Greengrass, 2018), que ganó una Mención Especial en la Mostra de Venecia y además puso de manifiesto que Noruega no había sido capaz de abordar aún, siete años después, una mirada cinematográfica hacia los atentados. No les gustó la visión hollywoodiense del ataque terrorista, porque además estaba centrada en la figura de Anders Breivik (Anders Danielsen Lie), una figura que el país se negaba a representar, como si no hablar de él borrara sus huellas. 


Efectivamente, se consiguió que no pudiera utilizar el juicio contra él para difundir sus arengas extremistas (su intervención no fue televisada), pero hacer eso y tolerar otras manifestaciones extremistas no parece ser muy coherente. En la actualidad, Anders Breivik cumple 21 años de condena, que podrían convertirse en cadena perpetua (aunque esta figura no existe en la legislación noruega), nunca se ha arrepentido y el periódico británico The Sun afirma que está escribiendo sus memorias y ha escrito un guión cinematográfico, que ha enviado a una veintena de directores de cine, al que ya ha puesto precio: 8 millones de euros. 

El 22 de julio se celebraron varios actos en conmemoración de esta tragedia, que incluso contaron con la presencia de la familia real, dada la significancia de este décimo aniversario. Pero se trataba de un acto principalmente político, en el que las víctimas y los supervivientes han quedado en segundo plano, frente a los discursos vacíos de las principales fuerzas políticas noruegas. Algunos de los supervivientes han tenido voz en documentales como Reconstruyendo Utøya (Carl Jáver, 2018), en el que describían en un escenario vacío el drama que vivieron en la isla mientras eran perseguidos por el asesino. Se trata de un acercamiento psicológico que habla del trauma y de la forma de superarlo. 


La actitud de los políticos ha sido responsable de que el extremismo en la sociedad noruega esté más presente que nunca. Kjetil Ansgar Jakobsen, profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Nord, señalaba a Euronews: "Stoltenberg optó por no decir duras verdades políticas sobre los atentados, ya que éstas habrían conllevado, sin duda, contraargumentos sobre la responsabilidad del gobierno laborista por los flagrantes fallos de seguridad que hicieron posible un desastre de esta magnitud". Jens Stoltenberg (Ap) era el primer ministro de Noruega en 2011 y actualmente es Secretario General de la OTAN. La serie 22 de julio (NRK, 2020) tiene un episodio titulado 30 minutter (S1E4), que son exactamente los minutos de más que tuvo Anders Breivik para seguir matando debido al retraso de la policía en llegar a Utøya. 

Pero, ¿no fue el atentado un ataque político? El objetivo era el Partido Laborista, cuya política de inmigración (que tampoco es especialmente progresista) molesta a los sectores más conservadores. Kjetil Ansgar Jakobsen sigue diciendo: "Paradójicamente, en los años posteriores a 2011, hubo un fuerte y exitoso movimiento para proteger y promover los derechos civiles y la libertad de expresión de los islamófobos y los extremistas de derecha. Como efecto secundario, su visibilidad en el espacio público ha aumentado". Los grupos neonazis son aparentemente pequeños en Noruega, pero tienen vía libre para expresarse, y cuando lo hacen la reacción de la policía es más que tibia. El principal grupo visible es el Movimiento de Resistencia Nórdico, que ha protagonizado algunos actos públicos, como en octubre de 2020, cuando difundieron mensajes antisemitas en la sinagoga de la localidad de Bærum, cerca de Oslo. En esta misma localidad, en agosto de 2019, Philip Manshaus, un joven noruego de 21 años, asesinó a su hermana (en lo que se considera un asesinato racista, porque ella había sido adoptada en China) y después entró en la mezquita del centro Islámico con la intención de seguir matando, aunque sus disparos no causaron víctimas antes de ser reducido. Mientras tanto, cada cierto tiempo las calles de Oslo son el escenario de manifestaciones violentas de SIAN (Stop Islamism in Norway), un grupo racista a cuyo líder incluso se invita a debates en la televisión pública.   


El actual gobierno noruego que encabeza Erna Solberg, líder del Partido Conservador Høyre (H), ha contado con el apoyo del Fremskrittspartiet (FrP), un partido de extrema derecha en el que militó Anders Breivik cuando era joven, aunque la coalición se rompió en 2020 por las desavenencias en torno al regreso de una mujer noruega y sus hijos que había huido a Siria en 2013, y que se sospecha que formó parte del Estado Islámico. Las discrepancias entre ambos partidos conservadores (FrP es al Høyre lo que Vox es al PP en España) respecto a la política de inmigración han sido notables, y la primera ministra Erna Solberg ha permitido varias salidas de tono racistas de sus socios de gobierno. Algunos de los supervivientes de Utøya, como Eivind Rindal, han manifestado que Erna Solberg no debería haber estado en los actos de homenaje. El joven comentaba hace unos días en el periódico VG: "Siento que es incómodo participar en el homenaje con un jefe de gobierno que, en lugar de prevenir el terrorismo de extrema derecha, ha contribuido a que el panorama ideológico se pueda desarrollar más". Y continúa diciendo: "En los últimos ocho años con Erna Solberg en el gobierno, ha sucedido muy poco para prevenir el extremismo de derecha y la propagación de teorías de conspiración. Hay teorías de conspiración sobre los socialdemócratas, la izquierda en general y la supuesta islamización de Noruega y Europa. Es lo mismo que en su tiempo inspiró a Anders Behring Breivik".

Hace unos meses se estrenaba en la cadena pública noruega la serie documental Frontkjempere (NRK, 2021), con una fuerte polémica, ya que ofrecía el punto de vista de los soldados noruegos que lucharon junto a los nazis durante la II Guerra Mundial. El gobierno noruego incluso estableció una formación militar que estaba compuesta por soldados que ayudaron a las Waffen-SS en sus campañas bélicas. La controversia viene dada porque los soldados supervivientes a los que se entrevista en la serie ofrecen una visión algo naïf de su colaboracionismo con los nazis, señalando que eran muy jóvenes y no tenían una conciencia realmente antisemita. Pero la actual ideología neonazi proviene de esas intervenciones. 

Diez años antes de los atentados de 2011, en enero de 2001, el joven Benjamin Hermansen, un adolescente noruego de origen guineano, fue apuñalado hasta la muerte por tres neonazis en la localidad de Holmlia, en Oslo. Se considera uno de los primeros asesinatos abiertamente racistas que se han producido en Noruega, y supuso también un shock en la sociedad que, a pesar de los antecedentes, nunca se ha considerado racista. Años después, una estatua dedicada al joven conmemora su recuerdo, y el pasado martes 20 de julio apareció con una frase pintada: "Breivik fikk rett" (Breivik tenía razón). 

Noruega celebra su décimo aniversario con numerosas polémicas en torno al trato que se le ha dado a las víctimas del atentado. Por un lado, el monumento oficial que iba a inaugurarse en Utøya ha quedado pospuesto, y los actos de homenaje se han celebrado en el Memorial Utøya levantado por el Partido Laborista (Ap). Mientras que la zona donde estalló la bomba en el centro de Oslo permanece, diez años después, en obras. 

La última controversia se produjo en torno a la demolición de un edificio considerado histórico que albergaba cinco murales del artista español Pablo Picasso realizados en hormigón por su colaborador el escultor noruego Carl Nesjar, que los esculpió en 1958, año de construcción del edificio. El gobierno de Erna Solberg decidió demoler todo el espacio, pero se defendió respecto a las obras de Picasso afirmando que le encontrarían otro emplazamiento. El problema es que los murales y edificio formaban un conjunto único. En la revista de diseño y arquitectura AD, la profesora de Historia y teoría de la Arquitectura afirmaba: "El edificio y su programa de arte fueron concebidos como un todo integrado. Mantener el arte sin el edificio no tiene sentido". Pero recordemos que Noruega parece estar más cómoda borrando las huellas antes que preservarlas para que sean un recuerdo de lo que nunca debe repetirse. Graham Bell, miembro de Europa Nostra, una organización que lucha por la preservación del patrimonio cultural europeo, decía en AD: "Si se borraran todos los lugares de Europa donde se hubiera producido una tragedia catastrófica, ocuparíamos un paisaje postapocalíptico, desinfectado y sin memoria, aunque doloroso. La eliminación nunca puede curar el trauma, pero la reconciliación con los eventos es una terapia".

El próximo 13 de septiembre se celebran elecciones parlamentarias en Noruega, y una encuesta de NRK realizada en el mes de junio proporcionaba un ligero aumento del Partido Laborista (Ap) y un ligero descenso del Høyre (H), el partido en el gobierno. Pero ambas fuerzas están tan igualadas que los conservadores podrían volver a gobernar si tuvieran el apoyo, nuevamente, de la extrema derecha, el FrP que baja en intención de voto pero se mantiene como fuerza decisiva. El problema es saber qué concesiones habría que hacer al FrP, que decidió abandonar la coalición, para que vuelvan a mostrar su apoyo. De nuevo, las fuerzas políticas xenófobas y racistas siguen teniendo un papel fundamental en la democracia noruega.

El documental Generasjon Utøya (Aslaug Holm, Sigve Endresen, 2021), que fue seleccionado en HotDocs y ganó el Premio al Mejor Documental en el Human Rights Festival de Oslo, se centra en cuatro jóvenes supervivientes de la masacre que decidieron continuar en la política, dentro del Partido Laborista. Estrenada en NRK el pasado jueves 22 de julio, se puede decir que aborda por primera vez el ataque terrorista desde un punto de vista político, y reflexiona sobre por qué las ideas extremistas y el discurso del odio aún no se han abordado de una forma clara en la sociedad noruega. Kamzy Gunaratnam, que actualmente es teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Oslo, consiguió huir nadando; Ina Rangones Libak recibió tres disparos de Anders Breivik; Line Hoem intenta superar las consecuencias psicológicas que le provocó la situación que vivió a través del trabajo con una terapeuta; mientras que Renate Tarnes ha trabajado restaurando parte de la isla de Utøya. Estas jóvenes, que tenían entre 18 y 19 años cuando sobrevivieron a la masacre, han seguido comprometidas de una forma activa desde una mirada política. 


En el documental se menciona un desafortunado post que publicó Sylvi Listhaug (FrP) en su página de Facebook cuando era Ministra de Justicia, en el año 2018: "El Partido Laborista cree que los derechos de los terroristas son más importantes que la seguridad nacional", como respuesta a la negativa de los laboristas de votar a favor de la intención de revocar la ciudadanía a los extranjeros acusados de terrorismo. La respuesta de su socia de gobierno, la primera ministra Erna Solberg, fue más bien tibia, por no decir nula. En el fondo de ese post estaba una cierta rabieta por no haber conseguido su objetivo, pero sobre todo una búsqueda del apoyo del sector más radical de la sociedad noruega con el argumento de que la "islamización de la sociedad noruega" provocaría más violencia. Aunque, como hemos visto, los protagonistas de los ataques más graves de terrorismo en la reciente historia del país han sido ciudadanos nacidos en Noruega. 

El documental plantea la necesidad de una clara reflexión sobre el discurso del odio, y en cierta manera propone un debate sobre de qué forma se justifican con la "libertad de expresión" argumentos que son claramente xenófobos y fascistas. "Los políticos deben aceptar una mayor responsabilidad", dice Ina Libak. Pero hay una sensación desde el sector de la derecha de que el Partido Laborista se ha apropiado del victimario de los atentados. El mismo jueves 22 de julio, el ex-alcalde conservador de Oslo, Fabian Stang (H) publicaba en Facebook un mensaje en el que acusaba a los laboristas de convertir el homenaje en política partidaria, porque uno de sus líderes, Jonas Gahr Støre (Ap) pidió a la derecha que se alejara de los extremistas. Pero, ¿no fue el atentado un ataque principalmente político e ideológico contra el Partido Laborista? Fabian Stang, que retiró finalmente el post, ha recibido el apoyo de la extrema derecha, a través de su líder, Sylvi Listhaug (FrP). En cierto modo, parece que, enaltecidos por las encuestas positivas y con las elecciones a la vuelta de la esquina, el Partido Laborista (Ap) está lanzando ahora los mensajes que no se atrevió a lanzar en 2011, respecto a la responsabilidad del auge de la extrema derecha en la tolerancia recibida desde la derecha democrática. Pero llegan diez años tarde. 

Noruega no solo no ha resuelto el debate en torno al racismo, la xenofobia y la islamofobia que ha provocado los atentados más graves de su reciente historia, sino que se ha vuelto más conservadora y todavía está enfrascada en discusiones sobre qué tipo de monumentos conmemorativos deben realizarse. El camino sigue sin construirse. 


Utøya, 22 de julioReconstruyendo Utøya y 22 de julio (serie) se pueden ver en Filmin. 
22 de julio se puede ver en Netflix. 


09 julio, 2021

Las mejores bandas sonoras de 2021: Abril-Junio

La reapertura progresiva de las sociedades occidentales ha supuesto el regreso del nivel y el ritmo habituales en el mundo del cine y la música. Los estrenos en salas de cine ya se producen de una forma más regular, aunque de forma paralela con las plataformas de streaming de las principales productoras de Hollywood, mientras que la edición de música para cine también es más abundante, hasta el punto que en la crónica de estos tres últimos meses hemos destacado unas 25 bandas sonoras, frente a las 13 que formaban parte de nuestra lista de las mejores ediciones de principio de año.  


100up - Michelino Bisceglia
Prova Records  24/03/2021

Al compositor belga pero de origen italiano lo conocemos por otras reseñas de bandas sonoras que hemos destacado en nuestro blog, como la de la exposición Claude Monet. The immersive world (2020, Prove Records). Para este documental de la directora chilena afincada en Bélgica Heddy Honigmann que pudimos ver en DOK.fest, y que tiene como protagonistas un grupo de personas que han cumplido más de cien años en diversos países del mundo, Michelino Bisceglia despliega de nuevo su capacidad melódica y su versatilidad. El comienzo de la partitura ("Opening still wishes") es un hermoso tema a piano, con cierto aire melancólico, que se desarrolla a lo largo de toda la banda sonora, hasta concluir en el espléndido "The future", que es al mismo tiempo esperanzador y nostálgico, subrayando las palabras de una de las ancianas protagonistas sobre la necesidad de mirar hacia adelante, sin vivir solo de los recuerdos del pasado. Es, efectivamente, un documental que habla de la esperanza, un canto a la vida plena, a pesar de las vicisitudes, más profundo si cabe al ser una de las últimas películas de Heddy Honigmann, a la que diagnosticaron cáncer. La banda sonora explora diversos estilos que reflejan las diferentes ciudades en las que está rodado, como el jazz de Nueva York ("Mathilde at the market") o los sonidos latinos de Lima ("Raúl Jeri"). La directora inicia la película en un tono de cuento de hadas, que está marcado principalmente por la música ("The prologue"), y esta sensación de fantasía sobrevuela una banda sonora hermosa y nostálgica. 

Shiva baby - 
Ariel Marx
Lakeshore Records  02/04/2021

Basada en su propio cortometraje, Shiva baby (Emma Seligman, 2018) la directora extiende la anécdota que mostraba en ocho minutos para construir una historia de crecimiento personal en medio de un encuentro incómodo en un velatorio judío. Mientras que en el corto no había música, para la película se ha contado con las composiciones de Ariel Marx, que había creado anteriormente buenos trabajos para películas como Eternidad (The dust) (Shawn Snyder, 2018) y The tale (Jennifer Fox, 2018). Dado que se trata de una representación psicológica que encuentra los momentos de incomodidad cómica en la percepción que la protagonista recibe en ese encuentro familiar, la música encuentra su espacio de intimidad, de cercanía, pero al mismo tiempo contribuyendo a esa sensación de extrañeza. Y lo hace a través de la utilización de una pequeña sección de cuerdas, formada por violín, viola y violonchelo, que interpreta la propia Ariel Marx, que será la base principal de la banda sonora, y que funciona bien como reflejo psicológico ("Anxiety attack"). La banda sonora también se apoya en sintetizadores, interpretados por la compositora, y alguna aportación de percusión, a cargo de Sam Mazur ("Dizzy"). Durante la película, estos apuntes musicales establecen la evolución/crecimiento de la protagonista frente a la imposición de un futuro marcado por los deseos de la familia, y va componiendo retazos que parecen piezas separadas de un puzzle musical que acaba construyéndose al final ("Shiva baby"), pero que de alguna forma también se siente incompleta. 

Un efecto óptico - Nick Powell
Furcat Records  7/04/2021

El músico británico Nick Powell ha trabajado con Juan Cavestany en varias de sus películas, como Dispongo de barcos (2010), Gente en sitios (2013) y Madrid, Interior (2020), pero la que nos ocupa es la que cuenta con una colaboración más estrecha entre director y compositor, hasta el punto que hay una presencia constante de la música. Pero, al contrario de lo que ocurre en otros casos, este omnipresente subrayado contribuye a crear esa sensación de extrañeza que acompaña a los dos protagonistas en su viaje a un Nueva York que se les parece demasiado a Burgos. Hay un acercamiento al melodrama clásico norteamericano en el tema principal ("Un efecto óptico 1") que tiene un tono más misterioso conforme se desarrolla la historia ("Un efecto óptico 2"), y también hay una referencia musical a los sonidos típicamente neoyorquinos de George Gershwin ("Segundo día"), mientras la pareja hace este recorrido singular por calles y parques cuya superficie parece reflejar la extrañeza interior. Las composiciones tienen, como las imágenes, una doble lectura, son la representación de una película dentro de la película, y va adquiriendo un tono cada vez más hipnótico, hasta llegar a ser minimalista en ese magnífico bucle temporal que es "The long night". 

In the Earth - Clint Mansell
Lakeshore Records  16/04/2021

La última película de Ben Wheatley es tan imperfecta como fascinante. Una experiencia audiovisual que evoluciona desde el horror folk hasta el viaje psicodélico, con una pandemia como trasfondo. En este caso, la participación del compositor Clint Mansell, que ha colaborado con el director en varias ocasiones, comenzó desde antes del rodaje, creando una atmósfera que contribuye a esa sensación de extrañeza que desprende la película. En este sentido, la música proviene exclusivamente del trabajo en estudio del compositor, sin participación de instrumentos orgánicos, sino solamente sonidos electrónicos, que en algunos temas ("Spirit of the woods") tiene ciertas referencias a las composiciones de John Carpenter. La película permite a Clint Mansell experimentar con las sonoridades, creando variaciones en torno a los mismos temas ("Mycorrhiza (60-250Hz" frente a "Mycorrhiza (250-500Hz") y construyendo un leitmotiv que se conecta directamente con esa amenaza de un bosque que parece embrujado. Algunos de los sonidos que se consiguen provienen de un sistema denominado MIDI Sprout, que consiste en la detección de ligeras variaciones eléctricas en una planta o un árbol mediante la colocación de  unos electrodos, que son transformadas en ondas sonoras musicales. El compositor crea sonidos que a veces resultan inquietantes como en "The mist", que describe esa niebla que impide a los protagonistas poder abandonar el bosque. 

Leonardo - John Paesano
Lux Vide  16/04/2021

Uno de los aspectos más interesantes de la controvertida serie Leonardo (RAI, 2021-) es la banda sonora compuesta por John Paesano, que este año también nos ha ofrecido otro destacado trabajo musical para la serie de animación Invincible (Amazon, 2021-). Pero sin duda destaca la partitura orquestal, que se expone en composiciones muy hermosas como el espectacular "Fear for failure", que en su parte central nos recuerda a las composiciones de Richard Robbins para las películas de James Ivory, para luego reconvertirse en los apresurados violines característicos de Hans Zimmer. Pero no se trata de una banda sonora sin personalidad, sino todo lo contrario, encuentra el perfecto equilibrio entre la cadencia clásica y el tono de misterio policial en el que los creadores han convertido la vida de Leonardo Da Vinci. Quizás los mejores temas, sin embargo, son los que se relacionan con el trabajo creativo del artista ("Work begins", "New project") que es elevado por unas cuerdas vigorosas. El otro aspecto destacable es la utilización de voces corales que otorgan a la personalidad de Leonardo Da Vinci un carácter casi místico, en su constante relación con las representaciones religiosas, y su búsqueda de la verdad en el interior de sus modelos ("Needing work"). Pero los mejores momentos de la partitura están en las suites que aglutinan sus principales elementos, con un carácter más solemne ("It's the hammer blows") o reflejando las contradicciones internas del personaje ("The strangest man"). Hasta la fecha se ha editado solamente el volumen 1 de la banda sonora, que sin embargo ofrece una muestra transparente del espléndido trabajo del compositor norteamericano John Paesano.  

Charlatan - 
Antoni Komasa-Łazarkiewicz, Mary Komasa 
MovieScore Media  23/04/2021

The affair (The glass room) - Antoni Komasa-Łazarkiewicz, Mary Komasa 
MovieScore Media  21/05/2021 

El sello discográfico MovieScore Media ha publicado estos meses dos trabajos del compositor Antoni Komasa-Łazarkiewicz, que trabaja habitualmente con su esposa, Mary Komasa, que muestran la versatilidad de esta pareja de músicos polacos afincados en Berlín. Charlatan (Agnieszka Holland, 2020) es su última colaboración con la directora polaca, con la que trabaja desde Julia vuelve a casa (2002), fue presentada en el Festival de Berlín 2020 y consiguió 15 
nominaciones a los Czech Lions Awards, los premios de la Academia de Cine de la República Checa, entre ellas la de Mejor Banda Sonora, obteniendo cinco de ellos. Centrada en la vida y la personalidad de un curandero checo que vivió durante la ocupación nazi y la posterior llegada de los comunistas, la película muestra a un personaje ambiguo cuya compleja personalidad está reflejada en la música, que se construye a partir de un tema para violonchelo ("The charlatan") que tiene un tono misterioso: "La partitura guarda más secretos de los que revela", afirma Antoni Komasa. Hay mayor intimidad y delicadeza en el tema que describe al compañero sentimental del protagonista ("Frantisek"), una relación homosexual oculta (ambos estaban casados) que es inventada, ya que no existen indicios de que existiera realmente. La presencia de los violines aporta un sosiego y un romanticismo que muestra la fragilidad de los personajes, especialmente de Jan Mikolásĕk. Se trata por tanto de una partitura que busca la descripción psicológica del personaje protagonista, y todas las composiciones giran alrededor de su entorno, como en los pizzicatos que marcan el tema "Mühlbacherová", la curandera que enseña al protagonista los secretos del diagnóstico natural. La violencia se muestra a través de la ejecución intensa de los violines en temas que tienen un paralelismo tonal, marcando la opresión que sufre el protagonista, tanto en el pasado ("The kittens") como en el presente ("The trial").  

En The affair [The glass room] (Julius Ševčík, 2019) la partitura es más melódica, como elemento de creación atemporal que se relaciona con la casa construida por la pareja protagonista, que será testigo de los avatares de una Checoslovaquia ocupada por los nazis y después por los comunistas. Esta "casa de cristal" se convierte en lo que permanece a lo largo de los años, como espacio de una pareja formada por un hombre y mujer que sin embargo tienen sentimientos amorosos por otras personas. La película, producida en 2019 pero estrenada en Estados Unidos hace unas semanas, se rodó precisamente en la Villa Tugendhat, obra modernista previa al Bauhaus que ha sido catalogada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y a ella están dedicadas algunas de las composiciones ("The architect's vision"), que muestran la importancia de un espacio que será el reflejo de la vida sentimental de los protagonistas ("it knows us, this place"). La banda sonora está interpretada por Score Orchestra bajo la dirección de Michaela Rózsa Rúžičková, y se sostiene en el piano a cargo de Piotr Komorowski, y especialmente el violonchelo que esta vez no interpreta Mary Komasa (aquí solo productora), sino Karol Marianowski, y que otorga un carácter apasionado a las paredes y cristales blancos y frías de la casa ("Moving in", "The glass room"). Hay algunos temas que abundan en la relación amorosa, de deseo no consumado, entre Liesel y Hana ("Hana's departure"), pero sus encuentros también tienen casi siempre la sombra de la casa ("Reunion"), alrededor de la cual gira la historia y por tanto también la música. 

Rurôni Kenshin: The Final - 
Naoki Satõ
Warner Music  23/04/2021

Rurôni Kenshin: The Beginning - Naoki Satõ
Warner Music  04/06/2021

El final (por ahora) de la serie cinematográfica sobre el samurai Kenshin, que aparentemente había terminado con el final de la trilogía en Kenshin, el guerrero samurái: El fin de la leyenda (Keishi Ohtomo, 2014), se ha dividido en dos partes, estrenadas con meses de diferencia (Kenshin, el guerrero samurái: El final (Keishi Ohtomo, 2021) ya está disponible en Netflix). El compositor Naoki Satõ también repite su cometido de envolver musicalmente a esta
historia de samurais que ha recibido críticas encontradas por continuar una saga que no requería una vuelta de tuerca a la conclusión. En todo caso, el veterano músico japonés despliega de nuevo recursos amplios con una gran orquesta acompañada por numerosos instrumentos solistas para conformar dos trabajos espléndidos. 

Las dos bandas sonoras tienen un tono melancólico anticipa el hecho de que se trata de un final definitivo de la saga. En cierto modo, es un trabajo continuista porque el compositor ya había cerrado el arco musical de la saga con el desenlace anterior. Para Kenshin, el guerrero samurái: El final Naoki Satõ despliega una notable presencia de instrumentos que tienen su origen fuera de Japón, pero que suenan parecidos a los instrumentos japoneses, dándole así a la música un carácter de fantasía, una sensación de que la historia escapa a los límites geográficos. De esta forma, se usa el laúd árabe o el santoor indio, una caja de cuerdas que suena similar al koto, instrumento cordófono japonés ("Nijimi", "Wana"). Pero sobre todo destaca la idea de fatalidad, el dolor que provoca la venganza de Enishi y el sentimiento de fatalidad que está presente en Kenshin. Aunque destacan algunos momentos de gran espectacularidad con el uso de percusiones y la introducción de guitarras eléctricas ("Saigo no tatakai") en algunas escenas de acción, las que protagonizan Kenshin y Enishi no subrayan tanto el enfrentamiento físico como el interior de los personajes ("Enishi"). De esta forma, la banda sonora acaba siendo más dramática que épica, porque el samurái Kenshin, que prometió no volver a matar, se enfrenta ahora a sus recuerdos, a la tragedia del héroe ("Otouto"). 

Kenshin, el guerrero samurái: The beginning (Keishi Ohtomo, 2021), que acaba de estrenarse en Japón, es una precuela que cuenta la historia que provocó el sentimiento de venganza de Enishi. En realidad, hubiera tenido más sentido haber estrenado las películas en el orden inverso, ya que The Final explica ya en flashbacks muchas de las cosas que se cuentan en The Beginning. Las dos películas se rodaron entre 2018 y 2019, pero el coronavirus provocó el retraso de un año en su estreno. La capacidad de Naoki Satõ para extraer hermosas melodías de tono melancólico está más patente en esta película, con temas de una belleza sobrecogedora ("Utsukushikishikaku") y en composiciones corales ("Kinmonnohen"). En esta película se habla del primer amor de Kenshin, Tomoe, por lo que hay un notable espacio para los pasajes protagonizados por las cuerdas melancólicas que reflejan el "camino de expiación" del protagonista ("Tsugunainomichi") provocado por la tragedia, expuesto también en la voz solista que muestra el dolor interno ("Kekkainomori"). Kenshin no consigue dejar atrás el pasado, y por eso se hace presente el origen del guerrero en una película profundamente dramática, que se subraya con una banda sonora emocionante. 

Shadow and bone - 
Joseph Trapanese
Maisie Music  24/04/2021

Para la serie de Netflix, John Trapanese ha compuesto más de siete horas de música que ha grabado con una orquesta de 65 músicos en Budapest, donde también se ha rodado esta producción que ha conseguido crear un universo de fantasía y oscuridad con resultados notables. Desde las novelas originales, la influencia de la Rusia zarista está presente en la estética del Reino de Ravka, y también lo está en una banda sonora que introduce un espacio orquestal de inspiración rusa ("Ravka", "True North"), utilizando balalaikas o el gamelán, un conjunto de instrumentos de percusión indonesio que otorgan sonoridades orientales. Cuando se relaciona con la ciudad de Ketterman, la música es más dickensiana ("Just ask"), usando los violines para empujar la acción, pero también introduciendo la cítara para dar un sonido más eslavo a los Cuervos. La creación de este Grishaverse en el que conviven culturas y clases diferentes, permite a John Trapaneses elaborar una compleja banda sonora que se estructura en una edición discográfica de solo una hora y media en torno a suites que recogen las diferentes tonalidades creadas para los personajes. El personaje principal, Alina Starkov, está descrito a través del violín solista ("Erase the past"), pero encuentra también su tema heróico ("My name is Alina Starkov"), enfrentado al contrabajo que describe la oscura personalidad del General Kirigan ("Five makers"). Estamos ante una banda sonora que construye un universo sonoro intrincado, estructurada en forma de suites en una edición discográfica que solo incluye una hora y media de música. 

Napoléon, la destinée et la mort - 
Baptiste Thiry
Cezame Original Scores  5/05/2021

Estrenado el 1 de mayo dentro de la serie L'aventure humaine (ARTE, 1997-), este documental explora la relación de Napoleón con la muerte partiendo de su retiro en la isla de Sainte-Hélène, y centrándose en siete episodios importantes de su vida, algunos más conocidos como sus batallas, y otros menos conocidos como su intento de suicidio, mezclando entrevistas con historiadores junto a recreaciones realizadas con técnicas de animación. La película ha recibido muy buenas críticas y ciertamente resulta muy dinámica en su descripción de la trayectoria del famoso Emperador francés, con una singular capacidad de síntesis en tan solo hora y media. La música corre a cargo del joven compositor francés Baptiste Thiry, que ha compuesto bandas sonoras principalmente para documentales como Brigitte Bardot (François Chaumont, 2019) u Orques en péril (Yanick Rose, 2020), pero aquí ha logrado desplegar una banda sonora eminentemente orquestal que sabe sacar partido de sus posibilidades, como en el tema del prólogo ("A desperate venture"), en el que se presentan las intenciones del documental. La banda sonora, que acompaña a casi todos los momentos de recreación mediante rotoscopia, funciona bien tanto en los pasajes de batalla ("Armies on the march", "PLanning the battle") como en los más íntimos ("Joséphine", "Sainte-Hélène). Es un trabajo notable en cuanto a composición musical, aunque su traslación a la pantalla puede ser discutible en ocasiones. 

Ilargi guztiak (Todas las lunas) - 
Pascal Gaigne
Quartet Records  14/05/2021

La película Todas las lunas (Igor Legarreta, 2020) asume la mitología de los vampiros para construir un relato que habla de la tragedia de la inmortalidad. Esta historia sobre un grupo de no-muertos se desarrolla constantemente entre dos polos opuestos, reflexionando sobre la dicotomía que plantea la Iglesia entre el bien y el mal, el cielo y el infierno. La protagonista se encuentra en una zona gris, ni muerta ni viva, lo que presenta el principal drama. La banda sonora de Pascal Gaigne también se mueve entre dos aguas, entre las luces y las sombras. "El clan" plantea esa oscuridad, vista desde el exterior, impone las percusiones que también están presentes en otros momentos ("Preludio guerrero") para establecer la amenaza que los vampiros son para los demás, y que los demás son para los vampiros. Hay una elegancia profunda en las composiciones de Pascal Gaigne, en el uso de las cuerdas en tonos graves ("La cueva") que establecen una atmósfera de desasosiego y terror. Pero también hay un tono de melancolía que se propone a partir de una cadencia sombría pero arrebatadoramente hermosa ("Muerte de...") que en algunos momentos recuerda a la belleza triste de Johan Söderqvist para Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008). El contrapunto de la luz se establece a través del tema principal ("Ilargi Guztiak") que expone el interior de la protagonista, la vida dentro del cuerpo muerto, la luminosidad de la inocencia a través de los coros ("La luz del sol", "Renacimiento") y de una sutil incorporación de elementos electrónicos, que es especialmente expuesto en el hermoso "El amigo flautista", que culmina con un solo de arpa. La banda sonora, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Bratislava bajo la dirección de David Hernando Rico, va estableciendo un tono cada vez más melancólico, casi diríamos de una serenidad misteriosa, que desemboca en el arrebatador "Fuego de madre", una elegante composición que es interrumpida por las percusiones, el regreso de la guerra, de la violencia que provocan no los no-muertos, sino los seres humanos. 

Sasquatch - 
H. Scott Salinas
MovieScore Media  14/05/2021

Esta docuserie inédita en España se adentra, a lo largo de sus tres episodios, en el mito del Bigfoot. Pero lo que comienza como una investigación sobre la realidad de este monstruo, se va convirtiendo en algo más serio y peligroso, reflexionando sobre si la auténtica naturaleza del monstruo está en el ser humano. La banda sonora de H. Scott Salinas, compositor muy habituado al género documental con trabajos recientes como Cartel Land (Matthew Heineman, 2015) o Tiger (HBO, 2021), es fundamental para dar a Sasquatch (Hulu, 2021) la atmósfera adecuada, creando una sensación constante de oscuridad y desasosiego. H. Scott Salinas la describe como "cuando estás en mitad de un bosque. Entraste en mitad del día, pero cuando comienza a oscurecer cada vez resulta más confuso y peligroso". La investigación que realiza el periodista gonzo David Holthouse también se va haciendo más confusa conforme se desarrolla la historia, y la música lo define a la perfección. Las primeras secuencias en las que se describe una experiencia vivida por el periodista en 1993 están marcadas por la música inquietante, sostenida en cuerdas distorsionadas que desembocan en una incursión en el estilo bluegrass a través de la guitarra, pero siempre en un tono bajo ("Mendo"). El ritmo está marcado por una percusión que proviene del sonido de unas hojas crujiendo, en referencia a las pisadas contundentes del Bigfoot. Más adelante encontramos un ejemplo de esa evolución, cuando en "Utopia Theme", que describe esa aparente comunidad hippie dedicada a cultivar marihuana, suena de nuevo el tema de bluegrass, pero esta vez con las guitarras ralentizadas, estableciendo un trasfondo oscuro en esa forma de vida utópica. El compositor usa un tono bajo constante en la interpretación de los instrumentos, lo que consigue esa atmósfera inquietante ("Squatchers", "Spy Rock investigation"), y experimenta extrayendo sonidos diferentes (pianos que suenan a través de amplificadores, órganos distorsionados, cuerdas ralentizadas...), que crean una sensación de constante peligro ("First bad vibe", "Bigfoot"). La banda sonora encuentra un espacio cada vez más definitorio en el documental, incluso equilibrando un tramo final que en algunos momentos se atasca ("No names"), con la definición de un personaje que asume el peligro como una forma de vida ("David's Theme"), y contribuyendo de forma imprescindible a convertir a Sasquatch en una pieza singular. 

Lucky - 
Jeremy Zuckerman
Burning Witches Records  21/05/2021

Esta película escrita y protagonizada por Brea Grant es una de las muestras más interesantes del género de misterio y terror de este año, una especie de pesadilla kafkiana envuelta en un slasher, con la protagonista acosada por un hombre misterioso que la ataca en su casa cada noche. La película presenta a una protagonista que se enfrenta a la soledad envuelta en una historia de misterio que resulta inteligente en su planteamiento. Para la banda sonora, Jeremy Zuckerman regresa al género de terror después de poner música a la serie Scream (MTV, 2015-2019), pero utilizando un acercamiento mucho más psicológico. La voz de Eliza Bagg, a veces solista, a veces multiplicada, ofrece una visión del interior de la mente de la protagonista ("Not lucky"), mientras que para el atacante se utiliza un cuarteto de cuerdas, un poco a la manera de su admirado Bernard Herrmann, al que parece homenajear al final del tema "The man". El mundo que rodea a May, la protagonista, durante el día, que es menos amenazante pero no menos misterioso, se envuelve en sonoridades electrónicas ("Waiting"), mientras que en el tercer acto hacen acto de presencia de nuevo las cuerdas en una textura parecida a la que se escuchaba en Scream, una especie de superposición de violines apresurados que se despliegan en los títulos finales ("Lucky").  

The Underground Railroad - Nicholas Britell
Lakeshore Records  14/05/2021 - 28/05/2021

La primera incursión de Barry Jenkins en las series ha logrado crear una de las mejores producciones de este año, una descripción de la esclavitud desde una perspectiva diferente y arriesgada, que habla de los muchos tipos de libertad y de las muchas clases de esclavitud. En un espacio tan reducido es difícil resumir un trabajo musical tan complejo como el que realiza Nicholas Britell, habitual colaborador del director desde su trabajo juntos en Moonlight (2016).
Son más de tres horas de música editadas en tres volúmenes que resumen bien la ecléctica y en ocasiones experimental banda sonora creada por Nicholas Britell. Los temas que se relacionan con el ferrocarril subterráneo ("This is science") tienen un motivo descendente, que introduce el concepto de ir bajo tierra, e incluye sonidos metálicos que simbolizan el ritmo del tren. 

El tema dedicado a Cora (Bessie), la protagonista cuyo viaje acompañamos a lo largo de la serie, se introduce en el Vol. 1 ("Bessie"), un tema para piano, arpa y cuerdas que establece una cierta sensación de volatilidad. El piano parece ir a rastras del resto de instrumentos, creando una especie de ausencia de la realidad.En el Vol. 3, esta composición dedicada a la protagonista ("Cora") es más sosegada y también más cohesiva, reflejando su crecimiento personal. Uno de los leitmotivs de la banda sonora es el tema asociado a la imagen con la que comienza la serie, cuando vemos caer a Cora hacia un pozo, y que simboliza la idea de que su viaje es físico, pero también irá circulando por diferentes estados figurativos y mentales.

La sensación que producen las cuerdas ("Genesis") en proceso descendente anticipa también el posterior encuentro con el ferrocarril subterráneo, y regresa a lo largo de los diferentes episodios ("Next", una versión con arpa) como un tema de cohesión. Estos capítulos, que se sitúan en diferentes lugares, establecen una idea de mundos diferentes que permiten a Nicholas Britell crear una música que a veces camina por el género de terror y otras por espacios más dramáticos. Quizás el tema más esperanzador es el que describe los anhelos de la protagonista ("But I am"), que a través de una flauta eleva un tono de optimismo que también está presente al final ("I am (Reprise)"). Otra de las composiciones de cohesión es la que se refiere al personaje de Caesar, ya sea en su versión para contrabajo ("Caesar's Theme") o en la versión vocal ("Caesar's Theme [Foundation Track]"), que tiene un tono de liberación.

Oslo - 
Zoë Keating, Jeff Russo
WaterTower Records  29/05/2021

La violonchelista y compositora Zoë Keating y el músico Jeff Russo han trabajado juntos en algunas bandas sonoras para series de televisión como Manhattan (WGN, 2014-2015) y The returned (A&E, 2015), y vuelven a hacerlo en esta adaptación para HBO de la obra teatral ganadora de un premio Tony Oslo (Bartlett Sher, 2021), que a su vez se basaba en las negociaciones secretas entre la autoridad palestina y el gobierno israelí que se organizaron en la capital noruega, de forma paralela a las que encabezaba Estados Unidos. Para describir este escenario de diálogo entre ambas partes también se crea un diálogo entre el piano y el violonchelo que funciona como leitmotiv de toda la banda sonora ("Oslo Theme 1"), que tiene una ligera sonoridad oriental en la cuerda, mientras las flautas hacen su aparición para elaborar la melodía principal, que será la que establezca las bases del diálogo. Es un tema espléndido, que resume perfectamente la reflexión sobre cuán necesario es trabajar desde la humildad, no desde la exigencia, para encontrar puntos en común. El segundo tema principal ("Oslo Theme 2") es un vals que presenta el escenario de las negociaciones, un palacio a las afueras de Oslo, y que otorga la elegancia del entorno. Pero el primer tema que escuchamos en la película es el que introduce a Mona Juul (Ruth Wilson), que gravita entre el pasado y el presente ("Opening"), establece los primeros apuntes de la motivación del personaje y culmina de forma abierta para acompañar a ese espléndido plano cenital de presentación. El piano es más grave en "End of the first meeting", estableciendo la incertidumbre de lo que está por venir, mientras que es más esperanzador y apresurado en "Welcome to Oslo". La banda sonora no incorpora muchas sonoridades autóctonas (suena el duduk en algunos temas, ausentes de la edición discográfica, y el violín cimbrea hacia la sonoridad judía), mientras que hay composiciones en las que se perfila absolutamente la personalidad musical de Zoë Keating ("Alone with Savir", "Singer arrives"). 

La cocinera de Castamar - 
Iván Palomares
Atresmusica  31/05/2021

En nuestro anterior repaso a las bandas sonoras más destacadas de los primeros meses de este año incluimos la música del compositor madrileño para la serie La Templanza (Atresmedia, 2021), que tenía también una fuerte carga romántica pero introduciendo elementos electrónicos. Para La cocinera de Castamar (Atresmedia, 2021), sin embargo, con su clásico romanticismo, el trabajo de Iván Palomares se desarrolla por un trayecto eminentemente orgánico, que otorga belleza y elegancia a este folletín de amores entre clases sociales que sin embargo está realizado con una prestancia que la convierten en una de las series españolas más interesantes de este año. 
Editada en dos volúmenes por el sello discográfico de Atresmedia, la banda sonora se desarrolla en varios frentes que están ejecutados con una exquisita elegancia. Por un lado, los temas eminentemente románticos ("Clara y Diego") que establecen el tono clásico de la relación entre los dos protagonistas. Por otro lado, las composiciones que describen a las dos clases sociales, la nobleza y los criados que trabajan y se reúnen alrededor de la cocina. Ivan Palomares otorga dignidad a los sirvientes con los temas que dedica a la cocina ("Los fogones de Castamar", "Emplatando") que tienen un estilo muy cercano a Alberto Iglesias en sus composiciones para algunas películas de Pedro Almodóvar. 

Para la nobleza, se utilizan más instrumentos solistas (la historia se desarrolla en 1720), como el uso del arpa en la descripción de otro vértice de la historia romántica ("Amelia y Enrique"), o el clavecín y el violín en ese espléndido tema dedicado a "Sol de Montijos". Es también el espacio en el que hay una conexión más directa con el estilo musical del barroco, como la creación de las "Folías Palaciegas", que están basadas en un esquema armónico-melódico muy utilizado en las composiciones europeas a partir de finales del siglo XV. El hecho de que prevalezca el carácter clásico romántico también provoca que la estructura de la banda sonora, que se sostiene en leitmotivs dedicados a personajes, sea clasicista (aunque hay que advertir que los títulos incluidos en las ediciones discográficas desvelan información importante del argumento). Un aspecto interesante en este desarrollo, y que está más presente en el Volumen II, es que poco a poco los temas dedicados a la cocina adoptan una elegancia y un uso de los instrumentos de época cada vez más cercanos a los de la nobleza. El personaje de Diego rompe la separación entre clases y baja a la cocina, y entonces también se incorporan los instrumentos "nobles" ("Reflexiones en la cocina"). Iván Palomares consigue de nuevo un trabajo musical notable, elegante, romántico y complejo que se apega a los sentimientos de los personajes. 

Flashback - 
Pilotpriest
Music.Film Recordings  04/06/2021

Fred - Pilotpriest
Pilotpriest  01/06/2021

Dos películas presentadas el año pasado en el Festival de Sitges tenían música de Pilotpriest, nombre artístico de Anthony Scott Burns. Por un lado, su propia película como director, la excelente Come true (Anthony Scott Burns, 2020), y por otro lado Flashback (The education of Fredrick Fitzell) (Christopher MacBride, 2020), una ambiciosa historia que rompe las
líneas de tiempo para introducirnos en un viaje alucinatorio que reflexiona sobre si nuestro futuro está marcado por nuestras decisiones o por las decisiones de otros. La música de Pilotpriest se ha publicado en dos álbumes, el que aparece como banda sonora original, y un EP titulado Fred (el nombre del protagonista), que incluye algunas composiciones que no se pueden escuchar en el anterior, entre ellas el espléndido tema de los créditos finales ("No choice (Flashback version))".

Tratándose de una película en la que el montaje combina continuamente pasado y presente, las composiciones electrónicas de Anthony Scottt Burns aka Pilotpriest no solamente establecen una atmósfera determinada, sino que funcionan como fusión entre las diferentes líneas temporales ("Remember"). La historia se desenvuelve en torno a un misterio que lleva al protagonista a tratar de resolver un enigma de su pasado, de forma que la música a veces tiene una tonalidad característica de los años noventa ("Repetition"). Hay también una cierta atemporalidad en algunas composiciones, como una proyección del pasado en el presente ("Failure"). El álbum Fred de alguna manera establece un enlace entre la música de la película y dos composiciones autónomas de Pilotpriest (quizás temas descartados o inspirados en la historia), en torno al personaje protagonista. Hay una curiosa referencia musical en el hecho de que el protagonista se llame Freddy y tome una droga llamada Mercury. De alguna forma, este EP que es al mismo tiempo independiente y equivalente a la banda sonora original, con una conclusión que es una auténtica declaración de principios ("Future is now"). 

We don't deserve dogs - 
Blake Ewing
Forthwest Music  04/06/2021

Los directores del documental Barbecue (Matthew Salleh, Rose Tucker, 2017) presentaron su última película en el festival SXSW 2020, que ofrece diferentes historias sobre la relación entre el ser humano y los perros, grabadas en once países. Es un hermoso, a veces irregular narrativamente, homenaje a la relación entre el hombre y los perros, a través de narraciones que resultan emocionantes y conmovedoras, como el uso de mascotas como terapia para el trastorno de estrés postraumático provocado por la guerra en Uganda, o para personas con discapacidad en Finlandia. El compositor norteamericano Blake Ewing crea una emocionante banda sonora que subraya este sentimiento de conexión emocional con los perros, que se mantiene desde la primera historia del perro callejero Chino en Chile ("Quiltro"), que se apoya en el violonchelo, y que se vuelve más dinámico en el tema principal ("We don't deserve dogs"), con predominio del piano. La música está presente de forma constante (quizás demasiado) pero consigue huir de la descripción folclórica de las localizaciones, para construir una especie de suite apoyada en las cuerdas y el piano que se convierte en una especie de latido vital que refleja este sentimiento de lealtad y amor incondicional de los perros, y que sirve como conexión entre las diferentes historias. Blake Ewing crea un conjunto de piezas compacto que a veces suena más electrónico ("Memories"), en el pasaje que tiene lugar en Paquistán, y que se sostiene otras veces con un magnífico solo de violonchelo a cargo de Craig Hultgren en uno de los temas más hermosos de la banda sonora ("Kukur Tihar"). Solo hay un momento en el que la tonalidad se hace algo más oscura, en las escenas que describen el uso de los perros como alimento en Vietnam. La música es la que une, la que aglutina las historias y la que convierte a sus protagonistas en un grupo homogéneo. La banda sonora de este documental es imprescindible para insuflar ese carácter reflexivo que eleva el alcance de la propuesta a un nivel más allá de los relatos particulares para hacerlos más universales. 

El olvido que seremos - 
Zbigniew Preisner
Caldera Records  07/06/2021

La double vie de Verónique - Zbigniew Preisner
Preisner Productions  14/05/2021

El compositor polaco Zbigniew Preisner ha sido uno de los afectados por el coronavirus, tanto en su vida personal como en la profesional. Hace unos días anunciaba que había sido sometido a una operación en las fosas nasales debido a complicaciones surgidas después de haber contraído la COVID-19, operación que afortunadamente ha tenido un resultado positivo, pero que expone los efectos secundarios que puede tener esta enfermedad. Por otro lado, la película El olvido que 
seremos
(Fernando Trueba, 2020) finalmente pudo estrenarse en salas después de sufrir los retrasos provocados por el confinamiento. La colaboración entre el director español y el músico polaco comenzó con su anterior película, La reina de España (Fernando Trueba, 2016), y se consolida en este trabajo que está marcado por el estilo habitual del compositor, con predominio de instrumentos solistas como el piano, el arpa o la flauta ("Return to Medellín") que establecen la personalidad solidaria y bondadosa del protagonista, el médico colombiano Héctor Abad (Javier Cámara) en el Medellín violento de los años setenta. Hay también un eco religioso en esta representación, que se establece en "Letter to the Father", con el uso de órgano y coros, y que se responde con la serenidad del solo de piano en "Letter from the Father", que también tiene una versión para arpa ("Letter from the Father - Harp version"). 

La banda sonora es generalmente sosegada, aunque en algunos momentos explota la violencia ("The crime") y el drama, a través de la orquesta completa en "The pain", uno de los temas más hermosos de la película. Como un homenaje especial, la edición incorpora la presencia del compositor Van den Budenmayer como autor de algunos de los temas. El músico de origen holandés del siglo XVIII fue una invención de Krzysztof Kieslowski y Zbigniew Preisner, ambos amantes de la música holandesa de ese período, que incorporaron supuestas piezas de Budenmayer en la narrativa de algunas películas como La doble vida de Verónica (Krzysztof Kieslowski, 1991), de la que se cumplen 30 años de su primera proyección en el Festival de Cannes y cuya banda sonora se convirtió en un éxito sin precedentes, permaneciendo durante más de medio año entre los discos más vendidos. Zbigniew Preisner ha publicado por su cuenta una edición especial remasterizada como homenaje a una de las colaboraciones director-compositor más apasionantes de la historia del cine. 

Luca - 
Dan Romer
Walt Disney Records  18/06/2021

La última producción de Pixar llegaba directamente a la plataforma Disney+, ofreciendo una historia que reflexiona sobre las apariencias y los prejuicios a través de la historia de amistad entre dos pequeños "monstruos" que se infiltran como niños en un pueblo de la Riviera italiana. El director de Luca (Enrico Casarosa, 2021) eligió al compositor Dan Romer tras escuchar sus trabajos en las películas de Benh Zeitlin, que ofrecen una visión llena de fantasía de la inocencia en la niñez, como Bestias del Sur salvaje (2012) y Wendy (2020). En recientes entrevistas, Dan Romer ha comentado que, a pesar del trasfondo italiano de la historia, el director le pedía que no hubiera demasiada referencia directa en la música (en la película está marcada por algunas clásicas canciones del repertorio italiano), sino que estuviera más en un segundo plano. De esta forma, se trata principalmente de crear una sonoridad de fondo, pero no una música que suene estrictamente italiana. La banda sonora está estructurada de una forma tradicional, sobre leitmotivs que acompañan a los principales personajes. En el tema de Luca, por ejemplo, ("Meet Luca", "Rules are for rule people") se utilizan los pizzicatos para mostrar su vitalidad y su capacidad de asombro, introduciendo ya algunos de los instrumentos principales como el acordeón, la mandolina y el clarinete, mientras que el tema relacionado con Alberto ("Take me, gravity") es más dinámico y entusiasta. El sonido más regional aparece en la descripción del pueblo ("Portorosso", una referencia evidente a Hayao Miyazaki) y en el personaje de Giulia y su padre ("This isn't any old race", "Buonanotte boys"). Dan Romer utiliza los instrumentos de viento para definir a los monstruos marinos, y mientras veíamos que Luca tenía asignado un clarinete, sus padres está definidos por un clarinete bajo y una tuba, que dialogan entre sí ("Buongiorno Massimo"), especialmente en el entorno del pueblo al que van para buscar a su hijo ("Not our kid"). La banda sonora de Luca es un excelente trabajo del compositor norteamericano que tiene puntos de conexión con sus trabajos para Benh Zeitlin pero consigue equilibrar de una forma espléndida la música tradicional con la creación de temas que definen a los personajes. 

Lisey's story - 
Clark
WaterTower Records  25/06/2021

Posiblemente hemos encontrado la mejor sintonía para una serie que se ha compuesto este año. El rotundo "Lisey's story (Main Title Theme)" es una maravillosa pieza de cuerdas frenéticas y piano solista que refleja el mundo interior de Lisey (Julianne Moore), la lucha psicológica por evitar la caída en la depresión, en ese submundo de Boo'ya Moon que es al mismo tiempo sereno y terrorífico. El tema no se compuso como la pieza de cabecera, pero su propulsión rítmica no terminaba de encajar en ninguna escena y finalmente se decidió que fuera la música del comienzo. La banda sonora de Lisey's story (Apple tv+, 2021) es un trabajo complejo, que deambula entre la fantasía y la realidad, que a veces tiene una cadencia cercana a las composiciones para piano de Erik Satie ("Scott Jinx"), hermosísimo en su apertura orquestal ("Lisey Jinx") y que en otras ocasiones resulta misteriosa ("Lisey's requiem"). De hecho, la música para Lisey fue compuesta como una pieza completa de veinte minutos de la que se fueron extrayendo los diversos fragmentos para establecer la evolución del personaje. Otra característica interesante de la banda sonora es la descripción de ese submundo psicológico que es a la vez muy bello (la serie tiene una magnífica puesta en escena a cargo del director Pablo Larraín) y amenazador. De esta forma, los temas que acompañan a estas secuencias provocan desasosiego, pero al mismo tiempo contienen cierta calidez ("Boo'ya Moon"). Pero la parte más terrorífica es la que concierne al personaje de Jim Dooley (Dane DeHaan), en la que Chris Clark crea piezas marcadas por la disonancia y las sonoridades electrónicas ("Feral Jim"). Mientras que éste supone la amenaza en el espacio físico, Long Boy es la amenaza en el espacio psicológico, pero ambos están unidos por los componentes electrónicos ("Long boy arrival"), como estableciendo una fusión entre la maldad real y la maldad irreal. Pero son especialmente destacables los momentos en los que Clark, al que Pablo Larraín contrató después de escuchar la banda sonora de Daniel isn't real (Adam Egypt Mortimer, 2019), aborda la música más orgánica que producen los instrumentos de cuerda, componiendo piezas que son al mismo tiempo terroríficas y sugestivas ("Polychord laser") pero sobre todo es magnífico solo de violín que es invadido por la disonancia en "It sees me". 

Annette - Sparks
CG Cinema International  02/07/2021

Todo en la última película del director Leos Carax resulta inusual, como el hecho de que, antes de la edición "oficial" de la banda sonora, se lance una "Cannes Edition" coincidiendo con la inauguración del Festival de Cannes. Mucho se habla estos días de Annette (Leos Carax, 2021), un musical pop que nació como una historia escrita por los hermanos Ron y Russell Mael hace casi diez años, el mismo tiempo que ha tardado el director francés en desarrollarla para convertirla en su última película. Calificada como una comedia musical, pero también como una ópera pop, las canciones forman parte de un conjunto en el que están presentes de forma constante, con las voces de Marion Cotillard (doblada por la soprano Catherine Trottman en el "Aria (The Forest)"), Adam Driver y Simon Helberg en una composición que recuerda al estilo repetitivo y coral desarrollado en el album Lil' Beethoven (2002, BMG). La banda sonora tiene un estilo muy característico del dúo norteamericano, definido en temas como "You used to laugh", que interpreta Adam Driver dando vida a un comediante hastiado del público ante el que representa sus monólogos cada noche. La película contiene escenas que de alguna forma retuercen la clásica estructura de los musicales, y Leos Carax no tiene el menor problema en situar la canción "We love each other so much" en mitad de una escena de sexo entre Adam Driver y Marion Cotillard, lo que le aporta un carácter de mundanidad a una puesta en escena que se vuelve más deslumbrante cuanto más oscura es. Es notable la valentía de Adam Driver, que también es productor de la película, a la hora de afrontar un personaje complejo, decepcionado, incluso rozando las vilezas del #metoo en temas como "All the girls": "All these fucking men / who hates themselves / but want us to love them". Sparks han creado un musical que deja a un lado el optimismo de sus composiciones habituales para trazar una mirada pesimista hacia el ser humano.  


Flashback se estrena en Filmin el 16 de julio. 
Kenshin, el guerrero samurai: El origen se estrena en Netflix el 30 de julio.
Charlatán se estrena en cines el 13 de agosto. 
Annette se estrena en cines el 20 de agosto.

Shiva baby y Un efecto óptico se pueden ver en Filmin. 
Leonardo y El ferrocarril subterráneo se pueden ver en Prime Video.
Kenshin, el guerrero samurai: El final y Sombra y hueso se pueden ver en Netflix.
Oslo se puede ver en HBO España.
La cocinera de Castamara se puede ver en Netflix y Atresplayer Premium.
Luca se puede ver en Disney+.
Lisey's story se puede ver en Apple tv+.