29 febrero, 2016

Oscar en blanco y negro

Los Oscar son un escaparate que cada año encuentra en su ceremonia el principal reclamo para lograr la atención sobre diversos aspectos de la industria cinematográfica. Unos años los Oscar sirven para reivindicar la presencia latina en Hollywood, otros para poner hincapié en la escasa repercusión que tienen los trabajos de mujeres (directoras o actrices) en el stablishment cinematográfico, y en ocasiones incluso para destacar posiciones más o menos políticas de la industria. Este año le ha tocado a la posición aparentemente racista de los miembros de la Academia respecto a los profesionales de raza negra (una Academia presidida por una mujer afroamericana). Y aunque la iniciativa comenzada por la familia de Will Smith a raíz de la ausencia del actor en la lista de nominados (otra cosa es que se piense que realmente debería estarlo por una película tan dispersa como La verdad duele) no ha tenido al final el respaldo que se pretendía (pocos son los actores y actrices que han apoyado el boicot, si exceptuamos a Spike Lee, que apoya lo que sea), lo cierto es que al final el escaparate de los Oscar la ha convertido en una propuesta de éxito. 

Da igual que al final el boicot no surtiera un efecto físico en la ceremonia (no se notaba la ausencia de actores o actrices destacados), porque la expectación sobre el monólogo que iba a interpretar Chris Rock (un cómico negro) en la apertura de la ceremonia ya consiguió que el escaparate funcionara como un espejo en el que la industria de Hollywood y la propia Academia tienen que mirarse. A Chris Rock se lo pusieron fácil. Y a decir verdad, aunque no terminara siendo excesivamente valiente, manifestó con cierta claridad la postura que muchos artistas negros han tenido en los últimos meses: plantear un debate puede ser interesante, pero hacerlo como reivindicación de una carrera personal es mas que dudoso. Como bien decía, Chris Rock en su monólogo: "Jada (Pinket Smith) boicoteando los Oscar es como si yo boicoteara las bragas de Rihanna. Ni siquiera me han invitado."

En cierto modo, el monólogo-discurso de Chris Rock parecía escrito por la propia Academia de Hollywood, aunque introdujo algunos toques de humor irreverente: "Si quieren cada año nominados de raza negra, simplemente hay que crear categorías solo para gente negra como Mejor Amigo Negro". Y en este sentido se convirtió en el portavoz oficial de una institución que en otras ocasiones ha sido acusada de racismo con los latinos, homofobia, etc. Y comentarios con toque de humor negro (no es un chiste fácil) que en algunos momentos no fueron bien entendidos por parte de la audiencia y que traspasaban la línea de lo "políticamente correcto", pero ahí estaba precisamente su principal valor: "En los años sesenta no había actores negros nominados al Oscar. Y nadie protestaba. ¿Por qué? Había cosas realmente importantes contra las que protestar. Estábamos demasiado ocupados siendo apaleados y violados como para importarnos quién ganaba el Oscar a mejor Fotografía". 

Pero, ¿tienen sentido este tipo de protestas? Acusar a la Academia de racista porque no ha nominado a Will Smith (en todo caso, acusémosla de racista por no nominar a Idris Elba por su excelente trabajo en Beasts of no nation, por el que se llevó hace unos días el Independent Spirit Award a Mejor actor de reparto), es como si la acusamos de homofobia por no estar Carol (mejor que muchas de las finalistas) entre las candidatas a Mejor Película. 

Al final, el debate sobre el escenario de la ceremonia de los Oscar era diferente entre la lista de películas premiadas. El mexicano Alejandro González-Iñárritu se llevó su segundo Oscar consecutivo aunque no logró que El renacido consiguiera más premios que los de Fotografía (muy merecido por el trabajo técnico de Emmanuel Lubezki) y el tan reivindicado Oscar a mejor Actor Principal para Leonardo DiCaprio. En todo caso, los dos mexicanos han hecho historia en los premios de la Academia. Lubezki como el único director de fotografía ganador de tres Oscar consecutivos, por Gravity (2013), Birdman (2014) y El renacido (2015). E iñárritu, haciendo lo propio con dos premios consecutivos igualando a los otros únicos directores que lo consiguieron: John Ford y Joseph Mankiewicz. Lo cual nos plantea serias dudas sobre si Alejandro González Iñárritu no será un director sobrevalorado.


Pero hubo otras dos vencedoras más inesperadas en la lista de premiados. Spotlight, el drama periodístico sobre los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia Católica, se alzó finalmente con el premio a Mejor Película y Mejor Guión Original. Aunque no fue una sorpresa, porque era uno de los títulos que podía hacerle sombra a El renacido, sí es cierto que, dado como se fue desarrollando la noche (el premio a Guión Original fue el primero que se entregó y debería haber ido para la película Del revés) no parecía que tuviera demasiadas opciones. 

Que Mad Max. Furia en la carretera, de George Miller se haya alzado con el mayor número de premios, 6 en total, también resulta significativo. Aunque todos ellos son los que se consideran "premios menores", lo cierto es que esta revisión del universo de Mad Max ha devuelto a Miller el status de gran director, logrando que una película de acción se alce con algunos de los principales premios de la crítica y la pasada noche consiguiera arrebatar los galardones a la que parecía favorita en las categorías técnicas, Star wars. El despertar de la fuerza, que se fue de vacío. 

Más mérito tiene aún que lo hiciera la película independiente Ex Machina, de Alex Garland, espléndida reflexión sobre el ser humano y los robots, que consiguió el Oscar a Efectos visuales. Un premio merecido que sin duda tendrá repercusión en esta película recién estrenada en España. Y protagonizada también por una de las actrices del momento, la sueca Alicia Vikander, ganadora del Oscar como Mejor Actriz de reparto por La chica danesa, de Tom Hooper. 

De hecho, este año ha sido el de la reivindicación de los actores y actrices. Si Dicaprio ha conseguido tener finalmente su Oscar, y Vikander se ha colocado ya en una posición privilegiada como una de las actrices del momento, Brie Larson y Mark Rylance han logrado salir de la zona de intérpretes más o menos desconocidos para colocarse entre las estrellas de Hollywood. La primera gracias a su trabajo en La habitación, de Lenny Abrahamson, adaptación certera de una novela de éxito, y el segundo como secundario magnífico en El puente de los espías, de Steven Spielberg, una película que merecía tener mayor presencia en los Oscar. Mark Rylance es de esos actores que hipnotizan con su presencia, y cada vez que aparece en la película devora a Tom Hanks. Pero más recomendable y disfrutable es su trabajo en la miniserie Wolf Hall (2015) en la que interpreta a Thomas Cromwell. 

Los premios musicales no fueron grandes sorpresas. Los odiosos ocho no será una de las bandas sonoras más recordadas de Ennio Morricone (que utilizó pasajes de La cosa para completarla), pero da igual. Después de darle el Oscar Honorífico en 2007 y ser nominado solo en 6 ocasiones, el maestro italiano merecía por fin el reconocimiento real de la Academia de Hollywood. Quentin Tarantino, que se quedó desprovisto de nominaciones para su más que interesante western, estará especialmente contento de haber conseguido, por fin, trabajar con Ennio Morricone, y que este trabajo haya supuesto el primer Oscar para el compositor. Y el abrazo entre dos grandes como Morricone y Williams fue uno de los grandes momentos emocionantes de la ceremonia. 

Ennio Morricone, a sus 87 años, celebra estos meses nada menos que sesenta años de profesión como compositor de bandas sonoras. Casi como celebración de esta carrera profesional su amigo Giuseppe Tornatore le ha dedicado un documental, The glance of music, de próximo estreno, en el que Morricone desgrana su pasión por la música y el cine.     



El premio a la mejor canción también era previsible, aunque entre Sam Smith y Lady Gaga había una división de opiniones. Writing's on the wall es una de las canciones menos logradas de las películas de James Bond, y Sam Smith no estuvo especialmente inspirado con su trabajo para Spectre, pero al final logró la estatuilla. En un alarde de atrevimiento e ignorancia, hizo alusión en su discurso a un comentario de Ian McKellen sobre que ningún hombre abiertamente gay había ganado el Oscar (y en consecuencia, auto-proclamándose el primero). Por un lado, hay que aclarar que las declaraciones de Ian McKellen al periódico The Guardian se referían a "actores abiertamente gays", lo cual tampoco es cierto, porque Sir John Gielgud ganó el Oscar como Mejor Actor de Reparto por la película Arthur, el soltero de oro en 1981. Y en todo caso, antes que Sam Smith, en su misma categoría han ganado Stephen Sondheim, Elton John o Howard Ashman, y por supuesto también directores como Bill Condon y Pedro Almodóvar, los guionistas Alan Ball y Dustin Lance Black o el productor Scott Rudin. Su reivindicación LGTB fue agradecida, pero su falta de información le ha acarreado no pocos problemas en las redes sociales. 

En todo caso, mucho más merecido hubiera sido el premio para la canción escrita por Lady Gaga y Diane Warren para el documental The hunting ground, una tremenda descripción de los abusos sexuales a jóvenes en varias universidades de Estados Unidos, que ni siquiera fue finalista en la categoría de documental, en la que las previsiones se cumplieron, consiguiendo el Oscar Amy, de Asif Kapadian, sin duda uno de los mejores musicales de los últimos años. 

"¿Es Hollywood racista?" Preguntaba Chris Rock en su monólogo al comienzo de la ceremonia. "Depende del año", podríamos responder. Cuando ganan películas como 12 años de esclavitud, el juicio de los miembros de la Academia de Hollywood no parece ponerse en entredicho. Cuando ganan directores de origen hispano como Alejandro González Iñárritu tampoco parece que haya mucho que hablar sobre la integración de los hispano en el cine. En todo caso, son temas recurrentes que en ocasiones adquieren mayor resonancia. Lo interesante sería que los Oscar pudieran llegar a reivindicar el arte cinematográfico como tal, sin artificios ni extravagancias. 


26 febrero, 2016

Las mejores películas de los Oscar no hablan inglés

La carrera por el Oscar parece este año no parece que vaya a deparar grandes sorpresas, con El renacido, de Alejandro González-Iñárritu como la apuesta más clara para ganar en las principales categorías, y un reparto más o menos equitativo con otros títulos destacados como Spotlight, de Tom McCarthy  o La gran apuesta, de Adam McKay. Aunque en la categoría de Mejor Director podríamos encontrar a un vencedor inesperado como George Miller, que ha conseguido que su revisión del universo de Mad Max: Furia en la carretera se haya colado entre las películas con mayor número de candidaturas y numerosos premios de la crítica. En todo caso, en la lista de filmes que este año optan al Oscar encontramos aceptables propuestas cinematográficas entre la narrativa clásica y el tour de forcé técnico, pero pocos de auténtica brillantez formal.   

La categoría que propone películas mucho más redondas tanto desde el punto narrativo como formal es la de Mejor Película de Habla no Inglesa, este año formada por un quinteto de historias que constituyen auténticos hitos cinematográficos, cada una en su propia personalidad. Películas que se centran en narraciones de interés a pesar de provenir de diferentes puntos del planeta, de América a Europa, pasando por Asia. Al igual que hicimos un repaso a los interesantes documentales nominados al Oscar, ahora hacemos un recorrido por estas películas que, sin hablar inglés, superan en calidad a muchas de las que forman parte de las categorías principales de los Oscar.

La gran favorita para llevarse el premio de la Academia es Saul fia (El hijo de Saúl) (Hungría), de László Nemes, debutante en la dirección de largometrajes, que nos presenta una visión nada complaciente del holocausto cuando parecía que todo estaba contado en torno a este tema. Pero el joven realizador húngaro consigue hacer todavía más insoportable la visión de los horrores vividos en el campo de concentración de Auschwitz, con esos planos cerrados que ocupan casi toda la película, logrando transmitir una sensación de asfixia al espectador que ríete tú del ataque del oso en El renacido.  A veces no hacen falta grandes alardes técnicos para encontrar la forma de transmitir desasosiego y tensión. 



Parecida sensación de asfixia viven las cinco protagonistas de Mustang (Francia), de Deniz Gamze Ergüven, la película que podría hacerle sombra a El hijo de Saúl en la carrera hacia el Oscar.  Aunque representa a Francia, es una historia que se desarrolla en Turquía y tiene principal responsable a una guionista y directora francesa de origen turco. Presentada en el Festival de Cannes y ovacionada en la SEMINCI de Valladolid, se centra en el ambiente social cerrado de un pequeño pueblo turco, en el que las costumbres religiosas y conservadoras siguen formando parte de las familias. Cinco hermanas adolescentes se enfrentan a estas costumbres de diferente manera, algunas con sumisión y otras con rebeldía, en una historia que pasa de la recreación esperanzadora de la adolescencia, un poco en la línea de Las vírgenes suicidas (1999), de Sofia Coppola, a la auténtica tragedia de unas jóvenes forzadas a mantener la tradición aunque ésta mutile sus vidas.  



La película que tiene más puntos en común con El renacido es la representante colombiana, El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, rodada en difíciles condiciones en el Amazonas, que representa una reflexión sobre el colonialismo pasado y presente, y sus consecuencias en el desarrollo de las poblaciones indígenas. Producida con ciertos problemas de financiación, la película logró el premio en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes y el reconocimiento a nivel mundial, aunque curiosamente en su país de origen, Colombia, no ha conseguido una buena recaudación en taquilla, a pesar de toda su repercusión internacional. Rodada en blanco y negro, El abrazo de la serpiente es un ejercicio cinematográfico que muestra de forma poética algunos de los rincones más hermosos del Amazonas, a través de los ojos de un etnólogo alemán que refleja la fascinación del occidental por las costumbres indígenas, pero también su contagiosa capacidad destructiva.



También sobre enfrentamientos culturales habla Theeb (Jordania), de Naji Abu Nowar nos acerca a la provincia de Hejaz en 1916 para contarnos de humanos luchando contra humanos. Un viaje protagonizado por un niño y su hermano a través del desierto en el que el enfrentamiento no es entre buenos y malos, sino entre colonizadores y colonizados. Si en El hijo de Saúl se nos muestra el holocausto como si se tratara de un thriller psicológico, Theeb tiene aires de western, sobre todo en su primera parte, sustituyendo los caballos por camellos, pero manteniendo esa estética de la violencia seca que se desarrolla en pleno desierto. Ganadora del Premio al Mejor Director en el Festival de Venecia de 2014, la película está interpretada por actores beduinos no profesionales, lo que supuso una dificultad añadida al rodaje en pleno desierto de Jordania. Pero el resultado es espléndido, natural y al mismo tiempo intenso, especialmente el del niño Jacir Eid Al-Hwietat.



La inclusión de la producción Krigen (A War) (Dinamarca), de Tobias Lindholm, ha sido una de las sorpresas de esta lista de películas nominadas al Oscar. Drama bélico que se sitúa en a intervención del ejército danés en la guerra de Afganistán, tiene un cierto aire a En tierra hostil (2008), sobre todo en sus escenas de acción, cercanas al tratamiento documental, que nos introduce de pleno en la tensión de la guerra. pero lo importante en esta películas son unos personajes cuyas decisiones, en medio de la batalla, pueden suponer cruciales descensos al infierno. A war no es una de esas películas que reflexionan sobre la justificación o no de la guerra, de cualquier guerra, como su título indica, sino sobre la experiencia personal de soldados metidos de lleno en la violencia que, en una milésima de segundo, puede acabar con sus vidas o las de sus compañeros. Bien narrada, con personajes complejos que desgranan sus contradicciones vitales a lo largo de la historia, tiene un cierto pudor en llegar hasta las últimas consecuencias, pero resulta coherente y precisa en sus planteamientos. 






22 febrero, 2016

Novedades series internacionales

Tras nuestro repaso a las series más destacadas del panorama televisivo norteamericano, dedicamos ahora nuestra atención a algunas de las novedades más destacadas en otros países del mundo. El buen momento que vive la televisión se extiende a Europa y Australia, y especialmente a la televisión inglesa, que ha comenzado este año a ofrecernos algunos títulos destacables.

Bedrag (Dinamarca)
Jeppe Gjervig Gram para DR1

Tras su presentación en el Festival de Berlín de 2015, esta serie consiguió todo un récord en ventas internacionales, tiene asegurada una segunda temporada y ya se han comprado sus derechos para una versión en Estados Unidos. Y todo ello recién estrenada en la cadena de televisión danesa DR1. La trama mezcla una historia de investigación policíaca y una gran empresa de energías renovables cuyos  negocios parecen poco claros. La delincuencia económica, la ambición y la codicia del mercado empresarial son los principales temas de la serie, algo que tiene en común con la otra serie económica del momento, Billions (2016-). Bedrag viene precedida por el éxito internacional de la producción de corte político Borgen (2010-), uno de cuyos guionistas es el principal responsable de esta serie, protagonizada por uno de los actores imprescindibles del cine danés, Nikolaj Lie Kaas, al que hemos visto en películas como Reconstruction (2003) o Ángeles y demonios (2008). 

Jericho (Inglaterra)
Steve Thompson para ITV

Steve Thompson es uno de los nombres fundamentales de la última década de la televisión inglesa. Su firma está en series como Dr. Who (2005-), Sherlock (2010-) o la secuela de Arriba y abajo (2010), así que nos despierta especial curiosidad esta nueva aventura desarrollada por él mismo. Estamos ante un drama histórico desarrollado en Yorkshire en 1870, en medio de la construcción de un puente para el ferrocarril. El primer episodio asienta las bases de una producción perfecta, con una calidad formal sobresaliente y unos personajes que mantienen el interés gracias a la inteligente dosificación de sus personalidades y objetivos. Actores destacados como Clarke Peters (al que siempre recordaremos en The wire (2002-2008)) o Hans Matheson (al que vimos en la segunda temporada de Los Tudor (2007-2010)), ponen el contrapunto perfecto a una serie que mejora en cada episodio. Destaca también el trabajo de Tim Phillips, joven compositor que ofrece una de las bandas sonoras más sobresalientes del año.  

Stan Lee's Lucky man (Inglaterra)
Stan Lee y Neil Biswas para Sky 1

Acostumbrados a ver el nombre de Marvel delante de los títulos de las principales series de televisión que adaptan el universo de la marca, comprada por Walt Disney, esta producción sin embargo cuenta con la colaboración de Stan Lee, el responsable de Marvel que, a sus 93 años, sigue activo imaginando personajes que se salen de lo habitual. La productora de Downton Abbey, Carnival Films, decidió fichar a Stan Lee para que pusiera en marcha una serie de televisión. El resultado es, sobre todo, la creación de una especie de superhéroe que tiene que tiene mucho de antihéroe, un policía sacudido por el mundo de las apuestas al que un día le llega la suerte en forma de amuleto. Londres se convierte en otra de las protagonistas de esta historia policial protagonizada por el siempre solvente James Nesbitt, siendo el escenario principal de las investigaciones de este detective. Un cambio de fisonomía que también aporta otro aire a la serie.


Black widows (Noruega)
Anne-Marie Olesen para TV3

Protagonizada por tres mujeres (una danesa, una sueca y una noruega), cuyas vidas conyugales están marcadas por el maltrato, estas "viudas negras" marcan la primera colaboración entre los tres países en una producción televisiva. Se trata de una especie de remake de una serie finlandesa de gran éxito, Mustat lesket (2014), que se centraba en las esposas de unos altos ejecutivos que descubrían que sus maridos eran delincuentes. Aquí la historia comienza al final, cuando ellas deciden asesinarles y continuar sus vidas sin soportar la violencia verbal y física. Pero las sospechas de un policía noruego hace tambalearse el plan de las tres viudas. La serie juega bien con el humor negro, y aunque recuerda a Mujeres desesperadas (2004-2012), tiene su particular sentido de la narrativa. Para espectadores que no sean nórdicos se pierden los matices humorísticos sobre los malentendidos linguïsticos, y esto le quieta fuerza a la comedia, pero la presencia de Peter Stormare, que regresa a su país de origen, siempre es estimulante.    


Dios Inc. (México)
Sergio Sánchez para HBO Latin America

La prestigiosa productora HBO continúa diversificando su sistema de producción a nivel internacional, dando paso a series desarrolladas en otros países desde 2004. Desde México nos llega ahora una historia que ha despertado cierta polémica ya que plantea dudas sobre las religiones y el poder económico que hay detrás de ellas. El protagonista es un doctor en filosofía que regresa a su ciudad después de estar 10 años ausente solo para ver que su libro sobre el creador del concepto de Dios ha sido plagiado y está siendo utilizado por sectas para "educar" a sus seguidores. Con una buena factura técnica, aunque flojea en efectos visuales quizás demasiado ambiciosos, la serie tiene buenas interpretaciones y sigue algunos parámetros que la sitúan en la estela de Breaking bad (2008-2013), aunque sin llegar a su excelencia. Aunque tiene altibajos en su planteamiento narrativo y un desequilibrio en el elenco actoral, es una serie interesante más por el fondo que por la forma. 

The night manager (El infiltrado) (Inglaterra-EE.UU.)
David Farr para BBC y AMC

Las alianzas entre televisiones para producir series de producción costosa dan resultados a veces irregulares. Ahora, la cadena norteamericana AMC y la televisión británica BBC se unen para adaptar una novela de John Le Carré que se desarrolla en diferentes países. Como de costumbre, se trata de una historia de espías que contiene buenos momentos de incertidumbre y una compleja construcción de personajes. Dirigido por la danesa Susanne Bier, el episodio piloto es una clásica narración de suspense que a veces decae en ritmo, pero que encuentra su mejor baza en el trabajo de los británicos Tom Hiddleston y Hugh Laurie, que regresa a la televisión tras el éxito de House (2004-2012) y su breve participación en Veep (2012-), que mantienen una tensión cuando coinciden en escena que vale por mil escenas de acción. La participación en la producción del español José Luis Escolar hace que encontremos en la efectiva banda sonora a Víctor Reyes y en el reparto a Antonio de la Torre en una anecdótica intervención.   



07 febrero, 2016

Goya 2016: Aniversario de saldo

Lo de la vergüenza ajena es algo que ya tenemos asumido. Especialmente en momentos como los que se vivieron anoche, en una ceremonia de premios que, sin desmerecer en cuanto a ritmo lento y chistes malos con otras galas como los Premios Europeos o los Oscar, tiene algo de compadreo que a veces resulta gracioso y en ocasiones totalmente ridículo. 

Entre las cuestiones que se escapan a nuestra comprensión están algunas decisiones que se toman sobre el desarrollo de la ceremonia. Como bien apunta hoy Jaume Roures, fundador de Filmin, si los premios Goya celebran la calidad de nuestro cine, y además en los últimos años han conseguido ser un escaparate magnífico con audiencias excelentes (anoche casi 4 millones de espectadores y un 28,5% de share), no se entiende que parezcan más empecinados en lanzar burdos mensajes demagógicos y puyas de tono político que a utilizar esta plataforma para promocionar el cine español que veremos en los próximos meses. Este año, por cierto, repleto de nombres destacados que presentan nuevos títulos como Pedro Almodóvar, Icíar Bollaín, Alberto Rodríguez, Juan Antonio Bayona, Daniel Calparsoro o Eduard Cortés. pero, a excepción de Bayona, al resto no les vimos sobre el escenario. 


Dani Rovira parecía abducido por el espíritu de El Hormiguero y acabó incorporando a la gala números de magia protagonizados por el ya un poco cansino Jorge Blass, más propios de un espectáculo de crucero "todo incluido" que de una ceremonia de cine. Pero además nos ofreció uno de los monólogos más largos y aburridos que hemos visto en mucho tiempo, lleno de lugares comunes y con solo alguna nota brillante. Al menos podría haber tenido la valentía de, en vez de arremeter contra los de siempre, hacer alguna referencia a la corrupción en el sistema de subvenciones al cine, como hizo Silvia Abril en los Premios Feroz. Organizar una gala en la que todas las críticas son hacia el exterior, como si el resto del mundo tuviera la culpa de lo bien o mal que le va a nuestro cine (los políticos, la piratería, el IVA, Montoro....) no tiene mucho sentido. Aquí hace falta un Ricky Gervais que le saque los colores a más de uno. 

Antonio Resines, nuevo presidente de la Academia, sacó una vez más el fantasma de la piratería como gran lastre del cine español, algo que resulta bastante reiterativo y, como mucho, dudoso. El problema no parece que los espectadores se descarguen ilegalmente películas españolas, sino en que directamente no tienen interés en verlas. Una película española de éxito suele atraer a una media de 2 millones de espectadores, y títulos de repercusión mediana como la ganadora, Truman, superan escasamente el medio millón. Eso quiere decir que, de los 4 millones de espectadores que tuvo la gala, más de la mitad no había visto la mayor parte de las películas finalistas. Por otro lado, levantar la bandera antipiratería cuando tu propia ceremonia está envuelta en la polémica teniendo desde hace dos años como principal patrocinador a una empresa con varias condenas por infracción de marca y competencia desleal debido a su práctica de copiar perfumes de lujo de otras compañías, no deja de ser incoherente. 

Los premios no depararon demasiadas sorpresas, máxime en una edición que incluía entre sus nominaciones títulos de mediano o bajo recorrido por la taquilla, dejando fuera precisamente a aquellas películas que han dado a nuestro cine el mejor resultado desde hace años (Anacleto, Agente secretoRegresión u Ocho apellidos catalanes), con la escasa presencia de otros títulos taquilleros como Palmeras en la Nieve (lógico premio a la Mejor Canción y a Dirección Artística), El desconocido (merecido galardón al Montaje) o Atrapa la bandera (cantadísimo Goya a Película de Animación). 

Así las cosas, la humanidad que desprende Truman, quizás la mejor película de Cesc Gay hasta la fecha, apoyada siempre en la perfecta química entre Ricardo Darín y Javier Cámara, acabó decantando los principales premios: Película, Director, Guión, Actor protagonista y Actor de reparto. Aunque en algunos momentos parecía que Isabel Coixet iba a acabar dando la campanada con Nadie quiere la noche que, sorprendentemente, consiguió cuatro galardones: Música, Maquillaje y peluquería, Diseño de vestuario y Dirección de producción. Dicen las malas lenguas que tenía la convicción de que este año ella iba a ganar el premio de Dirección. 

Especialmente meritoria es la presencia en los Goya de Lucas Vidal, joven compositor afincado en Los Angeles que ha logrado hacerse un hueco en la industria de Hollywood, con algunas incursiones en el cine español como Invasor (2012) o El estigma del mal (2014). Doblemente nominado por la excelente banda sonora de Nadie quiere la noche y la canción principal de Palmeras en la nieve, logró dos de dos, lo que refuerza su integración total en nuestra industria y le confirma como uno de los más interesantes compositores jóvenes del momento.  

Aunque A cambio de nada no es una película especialmente destacable, los premios que consiguió son justos y dieron algunos de los momentos más emotivos de la gala. El malagueño Miguel Herrán es uno de los vértices principales de la película, y su naturalidad frente a la pantalla le hacen merecedor del premio como Actor revelación. Más discutible es el de Mejor Director Novel para Daniel Guzmán porque, aunque maneja con soltura la historia, los trabajos de Dani de la Torre en El desconocido o Juan Miguel del Castillo en Techo y comida son más meritorios. Y también nos decepcionó que Antonia Guzmán no consiguiera el Goya a Mejor Actriz revelación, por la valentía de una abuela a la hora de ponerse delante de una cámara, aunque el reconocimiento a Irene Escolar, última generación de una larga familia de tradición teatral como los Gutiérrez Caba, por su trabajo en Un otoño sin Berlín, película que solo ella eleva a categoría de gran cine.  

Como también resultó decepcionante que Inma Cuesta no consiguiera el Goya a Mejor Actriz por La novia, a pesar de ser uno de sus mejores trabajos. Pero esta adaptación  emocionante de Bodas de sangre de Federico García Lorca se tuvo que conformar con los premios a Actriz de reparto (Luisa Gavasa) y Fotografía (Miguel Ángel Amoedo), aunque aspiraba a ser una de las triunfadoras de la noche. En el lado opuesto, la modesta Techo y comida logró sorprender con el premio para Natalia de Molina, actriz jienense que ya consiguió el Goya revelación en 2014 por Vivir es fácil con los ojos cerrados, de David Trueba. 

No se sabe si lo peor de la gala fueron los chistes malos de Dani Rovira o los disfraces de Oscar Jaenada y Victoria Abril (aunque a ella se lo perdonamos todo), pero se esperaba más compromiso real de una ceremonia y de una Academia que, tras la interesante etapa marcada por la presidencia de Alex de la Iglesia, parece iniciar una época de retroceso con Antonio Resines a la cabeza. Como muestra, el más que dudoso homenaje otorgado a Mariano Ozores.  



04 febrero, 2016

Estrenos de "midseason" en Estados Unidos: ¿las series del futuro?

Tras la pausa navideña, comienza la midseason en la televisión norteamericana, momento que aprovechan las cadenas de televisión para lanzar algunas de sus últimas novedades. No se trata de la época más fructífera en cuanto a series de calidad, y en ocasiones se acaban estrenando producciones que han salido de la parrillada de otoño por no resultar demasiado convincentes. En todo caso, es una buena forma de calibrar por dónde se mueven las diversas plataformas televisivas. Como de costumbre, la ciencia-ficción es el género preferido para captar la atención de los espectadores. Y entre historias más o menos recurrentes, nombres como los de Juan José Campanella, Chris Carter o Stan Lee dan algo de categoría al comienzo del año. Estas son algunas de las nuevas producciones televisivas que ya hemos podido ver. 

The X-Files
Chris Carter para Fox

La buena acogida de las producciones televisivas está provocando también la recuperación de antiguos éxitos de la pantalla pequeña. Si eso es bueno o es una muestra de cierto agotamiento de las fórmulas establecidas, es algo que iremos comprobando en los próximos años. Chris Carter creó en 1993 una de las series que más ha influido precisamente en la ficción televisiva actual, estableciendo pautas por entonces impensables, como la violencia que se mostraba en algunos capítulos (Home, el capítulo segundo de la cuarta temporada, fue el primero que tuvo que incluir un aviso de calificación para mayores por su alto contenido violento). Pero, ¿merece la pena recuperar a los personajes del pasado, especialmente cuando tanto David Duchovny (Californication) y Gillian Anderson (Hannibal) han encontrado otros caminos en televisión? El piloto de esta nueva entrega no parece despejar la incógnita, porque resulta vago, impreciso y hasta algo aburrido. La cosa mejora a partir del segundo y tercero de los seis capítulos previstos (este último es una curiosa boutade que juega con el humor absurdo), mejorando en la contraposición del presente con elementos que acompañan a los personajes desde temporadas pasadas, aunque en algunos momentos sus tramas parecen recordarnos precisamente a las de otras series posteriores que debían mucho a la estética de Expediente X, como es el caso de Fringe (2008-2013). 


DC's Legends of tomorrow
Greg Berlanti, Marc Guggenheim, Phil Klemmer, Andrew Kreisberg para The CW

El universo DC continúa desarrollándose en televisión, ahora con otra bifurcación de sus series de éxito Arrow (2012-) y The Flash (2014-), cuyos protagonistas también aparecen en esta nueva franquicia. The CW es, posiblemente, la cadena de televisión más pequeña de las que compiten en el mercado televisivo norteamericano, pero su coalición con DC le ha permitido colocarse en buenas posiciones de rating televisivo. Aunque hay que decir que este conglomerado narrativo que se inició con Arrow y se ha ido extendiendo en otras líneas argumentases paralelas puede acabar en un batiburrillo sin sentido. Por el momento se consigue mantener cierta coherencia, lo cual es positivo. En Legends of tomorrow se introduce a varios superhéroes metidos en una máquina del tiempo (Doctor Who (2005-) parece que ha influido en muchos otros universos de fantasía), y la serie tiene las virtudes y los defectos de otros producto televisivos basados en cómics. Entre efectos visuales con cierta decencia y escenarios un poco de cartón piedra (el interior de la máquina del tiempo es una mezcla cutre entre Star Trek (1966-1969) y Marvel's Agents of S.H.I.E.L.D. (2013-)), las dos primeras partes funcionan sin destacar demasiado. Como en Arrow y The Flash, se trata de un entretenimiento de sobremesa que no aporta demasiada profundidad a sus personajes.  Como curiosidad, en el reparto vemos juntos de nuevo Dominic Purcell y Wentworth Miller antes de que protagonicen la resurrección de Prison break (2005-2009).



Lucifer
Tom Kapinos para Fox

También basada en una novela gráfica del mismo título de DC Cómics, que surgió como spin-off del personaje que aparecía en The sandman, Lucifer es una producción de Jerry Bruckheimer para televisión que incorpora como protagonista al hijo del mismísimo diablo, aquí disfrutando de su estancia en la Tierra y poco dispuesto a volver al infierno. Retratar a Lucifer como un inglés en Los Angeles no deja de tener su gracia, y el tono irónico que le da el actor Tom Ellis funciona bien dentro de la trama. Por lo demás, Lucifer parece una serie algo anquilosada en otras historias de investigación policial con cierto sentido del humor negro, como Castle (2009-) o Bones (2005-), y no aporta grandes novedades, por mucho que el protagonista sea inmortal y tenga su lado maquiavélico. Ni siquiera la trama del episodio piloto es lo suficientemente potente como para engancharnos especialmente, y parece un producto realizado con cierta desgana, destinado al público de sobremesa sin demasiadas pretensiones, que funciona a ratos pero no consigue establecer una auténtica identificación entre el espectador y los protagonistas a los que, por cierto, se les intuye un desarrollo más que previsible en sus interrelaciones personales.       



Second chance
Rand Ravich para Fox

Fox apuesta fuerte este año por las novedades de ciencia-ficción. Otro de sus estrenos es esta revisión moderna de Frankenstein, de Mary Shelley, aquí centrada en una compañía de alta tecnología que resucita a un veterano sheriff para intentar salvar a una de sus ejecutivas de un cáncer terminal. La resurrección vendrá acompañada por un rejuvenecimiento y una fuerza descomunal (algo así como un Hulk sin tinte verde), y permitirá al protagonista intentar lavar su propia imagen como policía corrupto. Los primeros episodios están dirigidos por Michael Cuesta, realizador responsable de algunos capítulos de Dexter (2006-2013) y Homeland (2011-)  y de interesantes películas independientes como L.I.E. (2001), lo cual es una garantía de buena ejecución. Y ciertamente, el episodio piloto tiene un dinamismo que nos atrapa y plantea ciertos interrogantes que pueden ser interesantes en su desarrollo. En todo caso, volvemos a una serie de episodios con investigaciones autoconclusivas y un arco argumental que mantiene algo de misterio. La idea de que el protagonista tenga que "recargar la batería" cada cierto tiempo es poco afortunada, porque ralentiza el desarrollo de las historia. Y tampoco parece indicar que la historia se mueva en terrenos poco trillados y desaprovecha la ocasión para reflexionar en serio sobre la naturaleza del alma humana.
 



Colony
Ryan Condal y Carlton Cuse para USA

El planteamiento de esta serie de ciencia-ficción no es demasiado original (un planeta Tierra rodeado de grandes muros que separan a los trabajadores de los colaboracionistas con una invasión alienígena), y recuerda a otras series recientes como Wayward Pines (2015-). Aquí nos tenemos que dejar llevar por unos protagonistas solventes como Josh Holloway (Perdidos) y Sarah Wayne Callies (Prison break, The walking dead), por el creador Carlton Cuse, responsable de series como Perdidos (2004-2010), Bates Motel (2013-2016) o The strain (2014-) y por la participación del argentino Juan José Campanella en la dirección de los tres primeros episodios. Aunque el episodio piloto es un tanto lánguido en el planteamiento de personajes y trama principal, la serie remonta algo una vez están planteadas las principales líneas narrativas, algunas de las cuales pueden dar resultados interesantes. Falta algo de profundidad en los personajes principales, y el desarrollo puede dar lugar a nefastas consecuencias o a una brillante resolución. Al menos el armazón parece consistente, aunque este tipo de historias de enfrentamientos resistencia-contra-invasores suele acabar dando vueltas y vueltas sobre lo mismo, a no ser que tengas un guión sobresaliente y lleno de sorpresas como el de The man in the high castle (2015-).



The magicians
Sera Gamble y John McNamara para Syfy

El planteamiento de esta "universidad para jóvenes con potencial mágico" sin duda nos recuerda a Harry Potter o X-men. Todavía más cuando la primera versión del episodio piloto fue escrita por los guionistas de la película X-men. primera generación (2011), aunque finalmente el proyecto pasó a manos de Sera Gamble y John McNamara. Basada en una novela de Lev Grossman que luego ha publicado dos continuaciones en sendos libros, la historia tiene potencial, con los dos primeros episodios llenos de sorpresas, giros y personajes interesantes que pueden dar de sí para un buen entretenimiento, poniendo las bases de protagonistas y antagonistas con buenas dosis de humor negro. Lo que aleja a The magicians de Harry Potter es que hace pocas concesiones, y si tiene que mostrar escenas de alto contenido violento lo hace (la primera incursión de "La Bestia" es escalofriante). Y en ese sentido parece que nos encontramos ante una producción con posibilidades de elaborar distintas líneas argumentales que resulten atractivas y nos deparen más de una sorpresa. Su target destinado a un público joven no es sinónimo de una historia sin complejidades que puede tener lecturas más profundas para un espectador adulto, y en eso, por el momento, mantiene toda nuestra atención. 



The Shannara Chronicles
Alfred Gough y Millers Millar para MTV

La cadena de televisión musical aporta su granito de arena en la producción de series de aventuras con reminiscencias mitológicas. Los creadores de Smallville (2001-2011) toman como referencia una serie de novelas escritas por Terry Brooks, The swords of Shannara Trilogy, para crear una historia eminentemente destinada a los espectadores adolescentes (el target principal de MTV), repleta de elfos, dragones y criaturas míticas en lucha contra las fuerzas oscuras. Nada nuevo, desde luego, y las referencias a El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien, son más que evidentes, no sólo porque los principales protagonistas sean elfos, sino por la propia estética visual de la serie, la ambientación de los escenarios (también se rodó en Nueva Zelanda) o la propia descripción del líder de los demonios, llamado Dagda Mor. El problema es que todo parece de cartón piedra, por mucho que tenga unos efectos visuales más o menos decentes, aunque no se le puede negar que resulta entretenida para un público poco exigente. La curiosidad la encontramos en la presencia de la actriz española Ivana Baquero, la niña de El laberinto del fauno (2006), que ha iniciado una carrera en Estados Unidos y aquí nos ofrece una interpretación por encima de la media de los jóvenes actores que componen el reparto.      



Dark net
Mati Kochavi para Showtime

Las series documentales pueden convertirse en la última moda de televisión. Éxitos como Making a murderer (2015-) muestran que, elaboradas con inteligencia, pueden atrapar casi tanto como una historia de ficción. Entre las novedades de Showtime este mes de enero se presenta esta incursión documental de ocho episodios en el mundo de internet y cómo éste ha cambiado nuestros comportamientos y nuestra forma de relacionarnos. En este caso, se nos muestra en cada capítulo un ramillete de historias más o menos oscuras sobre cómo internet ha servido a algunos de sus usuarios para cometer delitos, o cómo el mundo virtual ha modificado nuestras relaciones personales: en el primer episodio vemos al amante de una chica creada por ordenador, una relación sadomasoquista en la distancia o una joven sometida a una venganza sexual cuando su ex-novio decidió publicar sus fotos eróticas en todo tipo de páginas web. Es una visión poco esperanzadora, desde luego, de lo que nos ha transformado el mundo virtual, pero al mismo tiempo es una buena forma de darnos cuenta hasta qué punto estamos siendo controlados voluntariamente por programas informáticos que saben casi todo de nosotros. 



Billions
Brian Koppelman, David Levien y Andrew Ross Sorkin para Showtime

Estamos ante una de las series más prometedoras de esta mid-season. El enfrentamiento entre el Fiscal de Estado y un multimillonario cuyos negocios no parecen estar muy claros nos ha presentado en sus dos primeros capítulos unos diálogos inteligentes, una realización dinámica y un tempo preciso para ir desgranando lentamente los resortes que van componiendo la historia. Pero sobre todo Billions tiene la virtud de contar con un duelo interpretativo de altura, el que protagonizan los actores Damien Lewis, que ha sabido superar su trabajo en Homeland (2011-) con trabajos como Wolf Hall (2015) y el siempre espléndido Paul Giamatti, dos actores que continuamente estamos esperando que se encuentren al mismo tiempo en pantalla, porque su trabajo provoca chispazos en la pantalla. Cierto es que el background de los protagonistas suena a forzado (las tendencias sadomasoquistas del fiscal), pero aportan esa debilidad que quizás sea necesaria para próximas entregas. Aunque con estructura de culebrón, la serie contiene suficientes elementos de interés como para captar nuestra atención, y sus posibilidades argumentales han hecho que Showtime haya confirmado una segunda temporada hace unos días.  


American crime story: The People v. O.J. Simpson     
Ryan Murphy para FX

A este paso, Ryan Murphy está consiguiendo tener una serie suya en cada una de las franjas del calendario televisivo de Estados Unidos. Ahora, la franquicia American Horror Story incorpora una extremidad que se dedica a repasar en cada temporada algunos de los casos recientes más impactantes de la historia criminal de América. Algo así como lo que ya se hizo en España con La huella del crimen (1985). Nada nuevo, por tanto, pero aquí viene rodeado de una producción de lujo que tiene a los prestigiosos guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski (responsables de películas como Ed Wood (1994) o El escándalo de Larry Flint (1996) en el desarrollo de la historia. El resultado en su primer capítulo es interesante, especialmente apoyado en la interpretación de unos actores (Cuba Gooding, jr., John Travolta, la habitual Sarah Paulson...) que consiguen hacer creíble la increíble sucesión de despropósitos de uno de los juicios más mediáticos de la historia. Aunque la serie no aporta nada nuevo a las mil versiones de lo que sucedió entre O.J. Simpson y su ex-esposa, lo cierto es que el éxito arrollador del primer episodio deja abiertas buenas posibilidades de cara a próximas temporadas (la segunda podría estar dedicada a las consecuencias del Katrina). Aquí Ryan Murphy se ciñe a los hechos y deja a un lado la paranoia mental que suele estar presente en sus series, en un trabajo mucho más contenido. Lo cual es de agradecer.