16 agosto, 2008

Lo mejor... y lo peor

Tres trabajos musicales se acercan a nuestro blog. Tres propuestas diferentes cuyos planteamientos y objetivos son también distintos, y cuyos resultados están entre lo mejor del año... y también entre lo peor.

La grabación más emocionante de todas es el último disco del trompetista Terence Blanchard para el sello Blue Note, ganador del Grammy al Mejor Album de Jazz. Aunque está publicado desde el pasado mes de noviembre, sin duda ésta es una buena ocasión para comentar
A tale of God's will (A Requiem for Katrina), un trabajo que está conectado con el espléndido, incisivo documental que dirigió Spike Lee para la HBO, titulado When the levees broke: A Requiem in four Acts (2006). Una obra que hay que ver como ejemplo de la perfecta ejecución de una miniserie de cuatro horas que, a pesar de su duración, mantiene un ritmo siempre constante y pone los vellos de punta por su descarnada descripción de la ineptitud (o simplemente la indiferencia) de la administración Bush para hacer frente a la catástrofe del Katrina y de la tragedia vivida por los habitantes de una ciudad sepultada en un 80% por el agua que rompió unos diques mal construidos.

Terence Blanchard, habitual colaborador de Spike Lee en magníficas bandas sonoras como
La última noche o Plan oculto, compuso una emotiva música para este documental, e incluso, como oriundo de Nueva Orleans, es uno de los entrevistados y protagoniza uno de los momentos más conmovedores del documental, cuando acompaña a su madre a las ruinas de su casa devastada por el huracán.

A tale of God's will se sostiene sobre cuatro de las composiciones creadas para el documental, incorporadas aquí con nuevos arreglos pero con esa condición de jazz arropado por una orquesta sinfónica que tan buenos resultados suele darle al trompetista y que. en este caso, le acercan a los sonidos de George Gershwin en ocasiones. Se trata desde luego de uno de sus mejores trabajos, que cosechó un gran éxito de ventas en Estados Unidos y que va desde los sonidos africanos del comienzo hasta la contundencia emocional de Levees (ese desgarrador blues que refleja la desesperación, primero, y la ira e impotencia, después, de los habitantes negros de Nueva Orleans), Wading through (magnífica revisión de uno de los temas principales de la película), The water (con esos aires sureños tan certeros), Mantra (el momento cumbre del disco, que uno de los músicos describe como "un mantra, una oración, que sirva para la curación y la renovación" de las víctimas del desastre) o Funeral dirge (impresionante escuchar este tema mientras vemos imágenes de los cadáveres flotando en las aguas de una ciudad devastada).

John Debney se adentra en el mundo de los videojuegos con la banda sonora de
Lair, una espectacular aventura medieval desarrollada directamente para Playstation 3. Debney se une así a otros nombres como los de Howard Shore o Harry Gregson-Williams, que han creado trabajos destacados para las consolas, demostrando el carácter casi cinematográfico que están adquiriendo estos productos.

En
Lair nos encontramos a un John Debney que sabe aglutinar lo mejor de algunos músicos de renombre, en una banda sonora espectacular de sinfonismo contundente y voces corales que se encuentra entre lo mejor de su irregular filmografía. Es cierto que hay numerosas referencias a composiciones cinematográficas conocidas (nos suena en ocasiones a Conan, el bárbaro, de Basil Poledouris; muchas veces al John Williams de El ataque de los clones; y hasta en algún momento al Bernard Herrmann de Con la muerte en los talones), pero lo cierto es que este conglomerado referencial acaba construyendo una creación musical compacta que nos parece de lo más recomendable de este año. Sobre todo por esa capacidad que demuestra John Debney para elaborar un frenético trabajo que tiene sus mejores momentos en temas como Diviner battle o ese hermoso Rohn's Theme.

No todo es interesante entre lo que hemos oido últimamente. Y decepciona sin duda la banda sonora de esa versión animada de
La Guerra de las Galaxias que se ha sacado de la manga George Lucas para seguir explotando lo que ya está exprimido hasta su último jugo. Star Wars: La guerra de los clones es una pedestre película realizada en animación 3D que tiene como músico a Kevin Kiner, compositor de episodios de series de televisión como Stargate SG-1 o CSI: Miami que se ha encontrado con la difícil papeleta de seguir los pasos de John Williams en la saga galáctica.

Que haya decidido desentenderse del trabajo anterior de John Williams es un poco incomprensible, dado el carácter de continuidad de la película, pero es una decisión que hay que respetar. Por eso, excepto al principio y al final (con una versión bastante churri del tema principal de
Star Wars) no hay ninguna otra referencia al espíritu sonoro de la serie. Eso sería comprensible siempre que hubiera sabido crear otro sonido que tuviera cierta coherencia temática y formal. Pero lo que encontramos en esta banda sonora es un batiburrillo de estilos (¡¡incluidas guitarras eléctricas!!) que acaba resultando cargante y deslavazado. Aunque la película tampoco es que se merezca un esfuerzo especial, al menos Kevin Kiner podría haber respetado cierto espíritu musical y prescindido de esas torpes y molestas incorporaciones electrónicas.

12 agosto, 2008

La gran tragedia china

Protagonista en estas jornadas olímpicas, China es también el eje central de dos películas que se acercan a una de las mayores masacres sufridas por sus habitantes a manos de los japoneses.

La llamada "tragedia de Nanjing" tuvo lugar en 1937, cuando los japoneses capturaron Shanghai y se dirigieron hasta la ciudad cercana de Nanjing, una de las principales arterias de población de China. Tras la huida de los oficiales, el ejército nipón entró en la ciudad protagonizando una de las más crueles violaciones de los derechos humanos que se han producido en el siglo XX. La cifra de civiles y prisioneros de guerra asesinados durante la ocupación no está clara, ya que muchos de los cuerpos fueron amontonados y quemados. Oficialmente, el Tribunal de Guerra de Tokio, que juzgó los hechos, estimó que fueron asesinadas entre 150.000 y 200.000 personas, aunque invetigaciones más recientes hablan de entre 300.000 y 500.000 muertos. Las violaciones también fueron habituales: se dice que cada noche se producían 1000 violaciones en la ciudad prota
gonizadas por soldados japoneses.

El documental norteamericano
Nanking, dirigido por Bill Guttentag (ganador de dos Oscar por sendos cortometrajes documentales) y Dan Sturman, se acerca a la actividad de los habitantes extranjeros (muchos de ellos misioneros y empresarios) que consiguieron crear una Zona de Seguridad que el ejército japonés se comprometi
ó a respetar.

La propuesta tiene un planteamiento inicial original, ya que utiliza las cartas escritas por estos extranjeros poniéndoles voz y presencia a través de un grupo de actores que, sentados frente a la cámara, interpretan a cada uno de los protagonistas,
entre ellos Stephen Dorff, Mariel Hemingway, Jurgen Prochnow o Woody Harrelson. Pero el documental nos acerca también a algunos supervivientes de la masacre, que recuerdan (muchos de ellos emocionados) las atrocidades cometidas por los japoneses, y también nos presenta las declaraciones de algunos de los soldados nipones que entraron en la ciudad de Nanjing. Aunque finalmente acaba siendo un documento emocionante que pone los pelos de punta por lo que se cuenta, no puede evitar caer en el cliché de las cabezas parlantes, que provoca cierta parsimonia en la narración.

Música:
Philip Marshall crea una espléndida banda sonora melódica interpretada por The Kronos Quartet que subraya la emotividad de algunas secuencias.

Los niños de Huang Shi es, por su parte, la última película del irregular Roger Spottiswoode, del que lo último que vimos en España fue
El sexto día (2000), aunque ha
seguido realizando películas, entre ellas una nueva adaptación del personaje de Patricia Highsmith, Ripley under ground (2005) o la adaptación al cine de la biografía del teniente canadiense Romeo Dallaire, que vivió al frente de las tropas de Naciones Unidas el genocidio ruandés, titulada Shake hands with the devil (2007), que obtuvo 12 nominaciones para los premios Genie canadienses.

Spottiswoode se acerca de nuevo a un personaje real, el periodista inglés George Hogg, que fue uno de los testigos de la masacre de Nanjing, tomando algunas fotografías que le fueron confiscadas por el ejército japonés, y protagonizando finalmente un viaje de cientos de kilómetros para tratar de salvar a sesenta niños huérfanos de las bayonetas de los japoneses, pero también del reclutamiento forzado en el ejército chino.

La película, que tiene previsto su estreno en España para octubre, está protagonizada por Jonathan Rhys Meyers, Radha Mitchell, Chow Yun Fat y la imprescindible en cualquier producción occidental sobre China, Michelle Yeoh (también la podemos ver actualmente en
La tumba del Emperador Dragón). Aunque consigue mantener el interés, Los niños de Huang Shi no puede evitar caer en ciertos tópicos (el huérfano rebelde) que lastran algunas de sus buenas intenciones. Políticamente correcta, la película (que supone la primera coproducción entre Australia y China), lleva a cabo una trama algo convencional con buenas interpretaciones de sus protagonistas, pero sin conseguir ese aire de gran producción, a pesar de los 10.000 extras participantes, que pretende.

Música:
El australiano David Hirschfelder, habitual colaborador de Roger Spottiswoode en sus últimas producciones, consigue una partitura entre espectacular y emocionante que sin duda contribuye a crear algo de ese aire de gran producción que pretende.

Dos películas que nos acercan a la realidad más traumática de China y que, al menos como referencia histórica, merecen la pena ser vistas.