31 diciembre, 2011

Lo mejor y lo peor de 2011 en televisión (y 2)

Nuestra primera entrega estaba dedicada a las series que más nos han impactado en 2011. Pero también ha habido notables decepciones. Hacemos un repaso de algunas de ellas. 

Lo peor

Camelot (Starz). Michael Hirst (Los Tudor) nos ha dado este año una de cal y otra de arena. Por un lado, como productor, la magnífica Los Borgia, que ya comentamos en nuestro post anterior. Por otro, como creador, esta penosa revisión de las aventuras artúricas. Decepcionante es poco para esta producción en la que el rey Arturo es un niñato imberbe al que nunca nos creemos, y el mago Merlín es un Joseph Fiennes al que no se le ha quitado la cara de disgusto cuando Flashforward se fue al garete. Tan solo Eva Green parecía disfrutar incorporando a la malvada Morgana.


Person of interest (CBS). Lo tenía todo para convertirse en una buena historia. Jonathan Nolan, hermano de Cristopher y co-guionista de las dos entregas de Batman; JJ Abrams como productor; el inmenso Michael Emerson (Perdidos) como co-protagonista... Pero al final la trama ha acabado siendo una insulsa revisitación de lugares comunes que a nosotros no nos ha cautivado. Eso sí, CBS ha obtenido buenos resultados y, al igual que el otro thriller que ha estrenado este año, Unforgettable, la ha renovado por una segunda temporada.

  
Fringe (Fox). Aunque JJ Abrams ya se desligó en cierto modo de la serie, continúa como productor. Fringe es uno de esos casos en los que, o te acabas enganchado y tragándote todo lo que te echen, o terminas cansado de tanta tontería. Como thriller de ciencia-ficción funcionaba bien las primeras temporadas. A partir de la tercera, con el cambio de enfoque, a nosotros nos ha resultado un coñazo, incluidos capítulos de vergüenza ajena. La cuarta temporada sigue por el mismo camino, pero ya nos hemos bajado del tren. 


Terra Nova (Fox). La serie producida por Steven Spielberg prometía devolvernos la magia de los dinosaurios de Parque Jurásico. Craso error. El episodio piloto ya marcaba lo que iba a ser: una historia familiar de aventuras, ñoña, con efectos visuales de barraca de feria, que ha ido bajando de audiencia a pesar de algunos aficionados incombustibles. Ha sido el gran fiasco de la temporada y Fox ha pospuesto hasta enero la decisión de renovarla por una nueva temporada.


Hell on wheels (AMC). La nueva apuesta de la cadena especialista en series de calidad como Breaking bad o Mad men ha sido esta producción ambientada en el Oeste. Ciertamente es un poco arriesgado incluirla en esta lista, porque tiene auténticos incondicionales. Personalmente, sin embargo, preferimos Justified como representación de un auténtico western, porque Hell on wheels quiere ser tan alternativa que acaba resultando aburrida. 


Dexter (Showtime). Nunca hubiéramos podido imaginar que la serie más impactante de los últimos años pudiera acabar ofreciendo una temporada tan insulsa como la que hemos visto este año. Personajes nuevos que no llegaban a ninguna parte, antagonistas de risa, subtramas imposibles (Debra Morgan yendo al psicoanalista) y desperdicio absoluto de personajes antológicos (Masuka, Batista, LaGuerta). Miedo nos dan las dos próximas temporadas ya anunciadas, aunque el hecho de que, en teoría, sean las últimas, puede dar a los guionistas una oportunidad de recuperar una serie que parece haber tocado fondo.


Misfits (E4/Channel Four). Quizás sea una de las series más gamberras que hemos visto en mucho tiempo. La capacidad del humor británico por retorcer los argumentos más previsibles  ha dado lugar a películas y series antológicas (ahí está la divertida Attack the block). Y dar superpoderes a una pandilla de inadaptados adolescentes tenía su gracia. Pero ya en la segunda entrega, cuando comenzaron a incorporar regresos al futuro y otras chorradas daba la impresión de perder fuelle. La tercera temporada ha intentado recuperar el espíritu de la primera, pero la desaparición de Nathan (auténtico destroyer verbal), por mucho que lo hayan querido sustituir por un personaje semejante (pero con menos encanto), ha terminado de rematar la faena. 


The Playboy Club (NBC). Mad men ha sentado precedentes y este año hemos visto dos series que parecían seguir su estela. Por un lado, Pan Am que, a pesar de conseguir transmitir cierto "enjoy of life" a través de sus azafatas de vuelo, tenía un aire de Vacaciones en el mar que al final ha acabado sepultándola a una única temporada. Lo mismo ha pasado con The Playboy Club, pero en el peor sentido. Cuando no se puede, no se puede. Y si se es incapaz de generar una historia medianamente solvente, es mejor abandonar cuanto antes. Cutre hasta decir basta, la serie ha obtenido las peores críticas de la temporada.


Free agents (NBC). Este no ha sido el año de la cadena, desde luego. Anunciada como una comedia elegante, esta serie protagonizada por Hank Azaria y basada en una producción británica se ha convertido en otro de los fracasos del año, sin renovación posible. La sosería de sus episodios no ha podido contrarrestar el empeño de sus protagonistas. Tan es así que tan solo se han llegado a emitir cuatro de los seis producidos. 


Cheers (Telecinco). No es por hacer leña del árbol caído, pero a Antonio Resines le pudo su ego y proclamó a los cuatro vientos que la adaptación española de la mítica Cheers iba a ser todo un éxito. Resultado: cancelación ipso facto después de los bajos índices de audiencia de los siete primeros capítulos (los otros seis rodados están guardados en un cajón). Aparte de la productora y Antonio Resines pocos creíamos que tuviera algún sentido adaptar una serie clásica de la televisión norteamericana a la España cañí de Los Serrano. La crítica la destrozó y la respuesta del actor y productor fue estúpida. No sabemos qué hay sobre el papel de determinadas producciones para que nadie se dé cuenta de que se trata de un despropósito.



¿Decepciones futuras?

Luck (HBO). Ni más ni menos que una serie dirigida por Michael Mann (episodio piloto) y protagonizada por Dustin Hoffman y Nick Nolte. Ambientada en el mundo de las carreras de caballos, la cadena filtró el piloto para empezar a ambientar a la audiencia. Sin duda, es difícil calificar una serie por el primer episodio, y más cuando estamos ante un cadnal que tiene como estandartes a producciones como The wire o Boardwalk Empire que, si fuera por sus primeros capítulos, no habríamos imaginado que acabarían sido obras maestras. Pero lo que hemos visto de Luck nos ha parecido más insípido de lo que esperábamos.


Alcatraz (Fox). Si osado resulta dar una opinión tomando como referencia un episodio, aún lo es más hacerlo basándose en el trailer. Pero, ¿no parece el avance de la nueva serie de JJ Abrams una nueva Fringe? Quizás pensábamos que iba por otro lado, pero lo cierto es que esto de investigar desapariciones misteriosas del pasado está más que visto. Como volvamos otra vez a los mundos paralelos, vamos a renunciar definitivamente a todo lo que lleve la firma de JJ Abrams. La respuesta: el 16 de enero.

29 diciembre, 2011

Lo mejor y lo peor de 2011 en televisión (1)

Ya hemos hecho nuestra lista de las bandas sonoras que más nos han gustado. Ahora presentamos lo mejor y lo peor que hemos visto en televisión durante este año 2011 (entiéndase, series principalmente americanas, qué le vamos a hacer). Se aceptan sugerencias. 

Lo Mejor:

Juego de tronos (HBO). La temporada comenzó con algunos estrenos muy esperados, aunque pocos han terminado convenciéndonos. Entre ellos, esta ambiciosa producción de HBO que nos devolvió al reino de la fantasía con cierto aire a El señor de los anillos. Buena factura, efectos visuales bastante aceptables y sobre todo un buen guión y unos personajes que nos iban atrapando conforme se desarrollaban los capítulos.

  

Los Borgia (Showtime). Dirigida por Neil Jordan, esta serie no parecía tener posibilidades de alcanzar la calidad de otras producciones históricas como Los Tudor, pero tras el episodio piloto nos dimos cuenta que íbamos a acabar fascinados por Jeremy Irons y su composición del Papa Rodrigo Borgia (Alejandro VI). La excelente música de Trevor Morris, ya habituado a este tipo de encargos, y una ambientación de diez han acabado por convencernos de que estamos ante uno de los hallazgos del año. 


Boss (Starz). ¿La cadena de televisión responsable de productos infumables como Spartacus produciendo una buena serie? Aunque parezca increíble, así es. Boss es, con diferencia, uno de los mejores estrenos de la temporada, con un Kelsey Gramer recuperado como excelente actor dramático, y un argumento que podría estar sacado de Ricardo III o cualquiera de esos poderosos dramas sobre el poder. 


Crematorio (Canal +). También en torno al poder y al dinero giraba la serie que Canal + estrenaba hace unos meses y que ha logrado el Premio Ondas este año. Como en Boss o Los Borgia, la calidad de esta producción se sostiene en un protagonista de peso incorporado por un actor inspirado. Rubén Bertomeu es y no puede ser otro que José Sancho, pero tampoco hay que dejar atrás el trabajo de Vicente Romero y de Alicia Borrachero.


Homeland (Showtime). Otra de las sorpresas de la temporada ha sido esta serie basada en una producción israelí, confirmando el buen caldo de cultivo que hay en Israel para series de calidad (In treatment también era una adaptación que provenía de ese país). Su aire de intriga y espionaje, la ambigüedad de sus personajes principales (magníficos Claire Danes y Damien Lewis), y una inteligente dosificación del suspense la han convertido en uno de los platos fuertes de la temporada. El problema es si la serie da para una segunda temporada.


Wilfred (FX). Basada en una producción australiana, y con el mismo protagonista haciendo de perro (Jason Gann), esta locura desternillante es la comedia del año. No podíamos imaginarnos que Elijah Wood consiguiera encajar y tener química con el magnífico trabajo de Jason Gann. Pero vaya si lo consigue. Se nos hacían cortos cada uno de los episodios de esta serie. 


American Horror Story (FX). Curiosa y arriesgada incursión de Ryan Murphy (Glee) en el bizarre terrorífico cercano a la paranoia de David Lynch. Esta historia de fantasmas que conviven con personas vivas (pero mucho más enloquecidas que los muertos) ha conseguido mantenerse, dentro de su irregularidad, con interés. Ya decíamos que a veces tienes la sensación de no enterarte de nada, pero lo cierto es que al final de cada episodio tenías ganas de seguir viendo cuál sería el tortuoso camino por el que iba a discurrir la historia. 


The killing (AMC). Sin duda, lo mejor del año, por encima de su predecesora (la versión nórdica). Tras una primera temporada tensa y sorprendente, la cuestión ahora es saber si la segunda entrega acabará siendo tan embarullada y repetitiva como fue la última parte de la serie original. Y si se empeñarán en alargar la trama hasta hacerla imposible. Lo mejor, la atmósfera oscura que nos ha hecho recordar el shock que nos provocaron los primeros episodios de Twin Peaks


El hombre de tu vida (Telefé). La comedia romántica de Juan José Campanella rompió las audiencias en Argentina y confirmó al director y guionista como uno de los cineastas más inteligentes de su generación. Con las dosis adecuadas de sensiblería, romanticismo y humor, El hombre de tu vida consigue hacer entrañables a sus personajes, gracias por supuesto al buen trabajo de Guillermo Francella (dentro de su histrionismo), Mercedes Morán y Luis Brandoni. Estamos deseando ver la segunda temporada. 


Justified (FX). Justified ha sido, en su segunda entrega, un auténtico western moderno con una maravillosa Margo Martindale (merecido Premio Emmy) fuera de su habitual perfil cómico, y un irreconocible Jeremy Davies (Perdidos). Como siga así, Justified va camino de convertirse en una de las producciones para televisión más prestigiosas, dando pasos lentos (no es que tenga una audiencia especialmente amplia) pero cada vez más firmes.


Boardwalk Empire (HBO). Boardwalk Empire se ha convertido, en esta segunda temporada, en un auténtico drama shakesperiano, mucho más violenta y potente que la primera. Y con un final a la altura de las circunstancias. Si la primera temporada languidecía a veces, esta segunda no tiene desperdicio en prácticamente ninguno de los episodios. La bajada a los infiernos de Nucky Thompson ha sido uno de los momentos más fascinantes del año. 


Breaking bad (AMC). Entre tiras y aflojas del creador de la serie con la cadena AMC por cuestiones presupuestarias, la cuarta temporada de esta magnífica serie acabó dando lo que se esperaba de ella, a pesar de un comienzo irregular. Pero la última parte de la temporada se ha puesto a la altura de la maestría de las anteriores, y ya esperamos ansiosos la quinta y última entrega para 2012.


Downton Abbey (ITV). Una de las series de mayor éxito de la televisión británica es también una de las más atractivas. La primera temporada pasará ya a la historia como un auténtico clásico, y aunque a la segunda (recién estrenada en Antena 3) le sobra algo de melodrama de folletín, lo cierto es que tiene algunos de los momentos más emotivos que hemos visto este año. El episodio especial de Navidad ha sido para muchos el perfecto colofón a esta etapa bélica. Confirmada ya una tercera temporada que transcurrirá a principios de los años veinte, Downton Abbey parece tener cuerda para rato.


Life's too short (BBC2). Sólo a Ricky Gervais y Stephen Merchant se les podía ocurrir hacer una sitcom en torno a las vicisitudes de un "enano en el mundo del show business", como la define el primero. Pero el auténtico alma mater y hallazgo de la serie es el actor Warwick Davis (Willow), creador de la idea y capaz de reirse de todos los tópicos sobre el enanismo y de sí mismo y su "popularidad". Vale que la serie parece un refrito de The office y Extras, pero funciona y tiene momentos muy divertidos.


Tremé (HBO). Sabemos que la serie tiene seguidores y detractores, o al menos, espectadores que no la soportan. Nosotros estamos entre los primeros. Nos gusta su música, sus historias, sus personajes y esa visión realista y durísima de la vida en Nueva Orleans después del paso de dos grandes catástrofes: el Katrina y George Bush. La segunda temporada nos ha dado una nueva forma maestra de desarrollar tramas que enganchan por su honestidad.


Mildred Pierce (HBO). Basada en la novela de James M. Cain que también dio lugar a la película Perdición (1945), de Michael Curtis, esta versión en forma de miniserie dirigida por Todd Haynes es sin duda la mejor del año. Y no solo porque Kate Winslet esté magnífica (como suele estar casi siempre) en este papel de ama de casa que logra valerse por sí misma, sino porque tiene momentos de auténtica emoción. Post Mildred Pierce: La multinominada.


22 diciembre, 2011

Nuestras bandas sonoras de 2011

En primera Fila hemos elaborado una Playlist para compartir las bandas sonoras que más nos han gustado en 2011. No nos atrevemos a llamarlas las "mejores bandas sonoras". Son, simplemente, las que más hemos disfrutado este año. 

A lo largo de 2011 hemos escuchado mucha música en nuestro programa. Entre todas ellas, hemos seleccionado algunas de las más que nos han gustado para elaborar una Playlist que queremos compartir con vosotros. Lamentablemente, hay algunas ausencias notables. Pero no es culpa nuestra, es culpa de Spotify. Faltan entre otros los magníficos trabajos de Alberto Iglesias para La piel que habito, Larry Groupé para Straw dogs o Cliff Martínez para Drive.

Tampoco hemos querido hacer una lista de las 10 o las 20 bandas sonoras del año. Hemos seleccionado estos trabajos sin tener en cuenta la cantidad, sino la calidad. Y, por supuesto, la variedad. Hay música electrónica y sinfónica, excelentes composiciones vocales, y bandas sonoras de cine, televisión y videojuegos. Y también hay novedades que nos han impactado en las últimas semanas y que iremos descubriendo y escuchando con detenimiento en nuestro programa.


Rango - Hans Zimmer
Brighton Rock - Martin Phipps
La invención de Hugo - Howard Shore
La fuente de las mujeres - Armand Amar
Tu seras mon fils - Armand Amar
Jane Eyre - Dario Marianelli
Super 8 - Michael Giacchino
Los idus de marzo - Alexandre Desplat
La fille du puisatier - Alexandre Desplat
El topo - Alberto Iglesias
The artist - Ludovic Bource
Silencio de amor - L'Arpegiatta, Christina Pluhar
Bellflower - Jonathan Keevil
The woman - Sean Spillane
Submarine - Alex Turner
Sucker Punch - Emiliana Torrini
Assassin's creed. Brotherhood - Woodkid
Nino Rota The Godfather - Richard Galliano
Immortals - Trevor Morris
La legión del águila - Atli Örvarsson
Batman: Arkham City - Nick Arundel
El planeta de los simios - Patrick Doyle
La conspiración - Mark Isham
The help - Thomas Newman
Shame - Harry Escott
Hanna - The Chemical Brothers
Rubber - Mr. Oizo, Gaspard Augé
Los hombres que no amaban a las mujeres - Trent Reznor, Atticus Ross
Piratas del Caribe: En mareas misteriosas - Hans Zimmer
Sherlock Holmes: Juego de sombras - Hans Zimmer
Los Borgia - Trevor Morris
Juego de tronos - Ramin Djawadi
Balada triste de trompeta - Roque Baños
X-Men: Primera clase - Henry Jackman
Contagio - Cliff Martínez
Las aventuras de Tintín - John Williams

18 diciembre, 2011

"The artist": Una mirada frívola al pasado

The artist está llamada a convertirse en uno de los éxitos comerciales más inesperados de los últimos años. Pero, desde el comienzo se hace patente la naturaleza real del simulacro, que resulta artificial y artificioso. 

La sorpresa del pasado Festival de Cannes también va camino de ser la sorpresa del año, incluidas sus más que probables nominaciones al Oscar (insólito para una producción que, aunque homenajea a los inicios del cine en Hollywood, es de origen francés). The artist está llamada a convertirse en uno de los éxitos comerciales más inesperados de los últimos años. Porque, el hecho de que, en medio de toda la parafernalia artificial del 3D, consiga llegar al público una propuesta de cine “mudo” en blanco y negro, tiene verdadero mérito.

Se establece así un curioso paralelismo entre la realidad y la ficción que nos cuenta el director y guionista Michel Hazanavicius: el de un momento de crisis fundamental en la forma de ver el cine. Aquí es el desembarco de los formatos (y las formas) digitales, allí es el paso del cine sin palabras al “estruendo” del sonoro. Y quizás en ese paralelismo podamos encontrar uno de los valores esenciales de esta producción, y también su verdadera razón de ser.

Cuenta Michel Hazanavicius que llevaba tiempo queriendo realizar una película muda. Se nota, desde luego, que el director, tiene una tendencia a la reconversión de fórmulas clásicas (sus anteriores títulos, las dos entregas de OSS 117, éxitos en Francia e intrascendentes a nivel internacional, eran parodias del género de espías). The artist es, pues, una mirada que se nos antoja algo superficial hacia el cine clásico que sentó las bases de lo que ahora vemos en la pantalla.

Lo que no terminamos de creernos es que el director, como afirma, tratara de acercarse estilísticamente a la forma de hacer cine a la que homenajea. Porque, aunque tiene el indudable mérito de conseguir que resulte entretenida una historia sin palabras, la planificación y la construcción visual tienen más que ver con cualquier película actual que con las que se hacían en los años veinte. Y ahí encontramos el principal problema de The artist: se nos vende como un tributo a las silent movies pero en realidad acaba homenajeando a producciones posteriores. Y esas referencias anacrónicas a títulos como Ciudadano Kane (1941), de Orson Welles o Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock, son la representación más clara de esta imitación caprichosa.

También hay que reconocer que el director nos avisa desde la secuencia inicial de cuáles son sus intenciones, cuando vemos la película (muda) representada en la pantalla de un cine cuyos aplausos y risas (mudos) se mezclan con la música (diegética) que interpreta la orquesta. Desde el comienzo se hace patente la naturaleza real del simulacro, que resulta artificial y artificioso (tanto como el envoltorio digital contra el que, aparentemente, compite en inferioridad de condiciones). En este sentido, resulta mucho más emocionante el otro homenaje a los orígenes del cine que veremos este año, el que hace Martin Scorsese en su película Hugo, con la presencia de un Georges Méliès mágico.

No obstante, al margen de esta condición de ejercicio de estilo algo frívolo, y de la poca consistencia del folletín melodramático que se nos cuenta, hay que reconocer que las referencias cinéfilas están bien integradas en la historia, y el resultado final acaba siendo tan aparente como atractivo. Y a ello contribuyen sin duda el trabajo de Jean Dujardin (con su aire a lo Douglas Fairbanks), ganador de una merecida Palma de Oro en Cannes, y Bérénice Bejo, arropados por un plantel de secundarios de lujo. Y también la acertada música compuesta por el desconocido Ludovic Bource (colaborador habitual del director), aunque de nuevo nos encontramos ante un planteamiento anacrónico, que bebe más de las fuentes de la música de cine de los años cuarenta y cincuenta que de la época que se referencia. 

Desde que fuera adquirida por Harvey Weinstein, uno de los productores con más olfato y menos escrúpulos del cine actual, ya intuíamos que The artist iba a ser una de las sorpresas del año. Si Weinstein logró lanzar hasta los Oscar El discurso del rey en la pasada edición, ¿cómo no iba a lograr hacerlo con un homenaje al propio Hollywood? Las nominaciones a los Globos de Oro y los premios de la crítica estadounidense lo han dejado claro. La fórmula, dentro de su artificiosidad, funciona.
 

10 diciembre, 2011

Lecciones de "democracia"

El cine y la televisión han sabido retratar con acierto en numerosas ocasiones los claroscuros resortes de la política. Algunos ejemplos recientes ponen de manifiesto una vez más que quienes eligen a los líderes políticos no son precisamente los votantes. 

Que Goldman Sachs haya sido en buena medida una de las causantes de la actual crisis económica mundial, y que quienes lideran la posible solución a la crisis sean secuaces de Goldman Sachs no es nada tranquilizador. Mario Draghi, director del Banco Central Europeo, fue vicepresidente de Goldman Sachs en Europa entre 2002 y 2005; Mario Monti, sucesor de Silvio Berlusconi en Italia (sin referéndum de por medio) es uno de los asesores internacionales de Goldman Sachs desde 2005 y miembro del Grupo Bidelberg que, según muchos, controla la economía mundial; Lukás Papadimos, sustituto de Papandreu en Grecia (sin referéndum de por medio) fue uno de los "maquilladores" del déficit griego desde su posición de gobernador del Banco Central de Grecia con el apoyo de Goldman Sachs. 

Así las cosas, la reflexión nos lleva hacia historias que transmiten precisamente la fortaleza de la corrupción política y económica. Una de las más clarificadoras es, también, una de las series más brillantes de la temporada. Boss, producida por Gus Van Sant, encargado también de dirigir el episodio piloto, ha logrado dos cosas casi impensables: demostrar un estilo propio que se mantiene al margen de la estética habitual televisiva y ofrecer a Kelsey Gramer la posibilidad de deshacerse de una vez por todas de esa etiqueta cómica que tanto éxito le dio con Frasier y tanto daño le ha hecho en su carrera posterior. En buena medida, su renacimiento como actor se produjo en la nueva versión con Broadway del musical La jaula de las locas que protagonizó el año pasado. Pero Kelsey Gramer ya no es Frasier Crane, se ha convertido en el perspicaz, sereno, mordaz, patético y cabronazo alcalde de Chicago. Tom Kane no solo actúa como representante político de los ciudadanos, sino como dueño y señor de una ciudad que mantiene a raja tabla con todo lo que sea necesario, ademanes de mafioso incluidos. La realidad que presenta la serie muestra a un líder encumbrado gracias a su bragueta y al apoyo de los seniles marionetistas económicos. 

En cierto modo, Tom Kane es un reflejo actual de Nucky Thomson, el gestor del alcohol ilegal que circula por Atlantic City interpretado por Steve Buscemi en Boardwalk Empire. Igual que aquél, éste acaba siendo traicionado por quienes le llevaron a lo más alto. La segunda temporada de esta serie producida por Martin Scorsese y Mark Whalberg consigue mejorar a la primera (igual que ha ocurrido este año con otra serie de culto, Justified). Con más ritmo, una trama de traiciones mucho más atractiva, casi shakesperiana, mayor sordidez y mayores dosis de violencia (algunos episodios son brutales en este sentido), Boardwalk Empire lanza a su protagonista hasta lo más profundo del infierno. Pero ¿es Nucky Thompson capaz de sobrevivir? Los que seguimos la serie no tenemos la más mínima duda.

Aunque hemos hablado de ficciones que más o menos puedan tener cierto reflejo en la realidad pasada o presente, el escalofrío nos entra con documentales como Casino Jack and the United States of Money (2010), de Alex Gibney. La película describe el auge y caída de Jack Abramoff, recaudador de dinero para la causa republicana que acabó creando una trama de corrupción y estafa en torno a altos cargos del partido, e incluso llegó a producir películas como Red scorpion (1988), protagonizada por Dolph Lundgren, para promover sus ideas anti-comunistas. Su historia de posicionamiento a base de regalos, puterío y viajes a políticos republicanos se convirtió también en película de ficción: Casino Jack (2010), de George Hickenlooper, que contaba también su historia en tono de comedia, con Kevin Spacey dando vida al estafador. 


Curiosamente, a pesar de que destacadas personalidades del partido republicano (y alguno del demócrata) estuvieron claramente implicados en la trama corrupta, el senador John McCain, encargado de la comisión de investigación (y por cierto, apoyado en su defenestrada carrera hacia la candidatura republicana a la Casa Blanca por Kelsey Gramer), se las ingenió para dejar la investigación justo en el punto en el que corrían peligro sus amigos puteros. Como en Boss o Boardwalk Empire, simplemente se trata de una cuestión de fidelidades, traiciones e impudicia.

18 noviembre, 2011

Documentales (I): La realidad supera a la ficción

Los documentales de los que hablamos a continuación nos descubren aspectos insólitos de una realidad que nos rodea. Historias que podrían convertirse en ficción si no fuera porque resultan más interesantes contadas tal como son. 

Tabloid (2010)
Errol Morris
El gurú del cine documental estadounidense, el mismo que desvelaba las más dramáticas fisuras en el sistema judicial norteamericano en The thin blue line (1988), el que revelaba los entresijos de la guerra fría en The fog of war (2003) o el que se adentraba en las torturas de Abu Ghraib en Standard Operating Procedure (2006), nos acerca ahora a una historia que es fascinante y divertida gracias a su protagonista. Tabloid se centra en una joven modelo enamorada de un mormón que, cuando éste la abandonó (al parecer motivado por sus creencias religiosas), decidió secuestrarle y vivir un fin de semana de lujuria con él. Y de camino reflexiona sobre cómo la prensa (los tabloides) construyen mitos de papel rosa a base de cheques en blanco. Aunque la incursión en los medios de sociedad se queda un poco en la superficie, la entrevista a la protagonista, eje central del documental, no tiene desperdicio. La película, al final, es un perfecto complemento a la serie de HBO Enlightened, o cómo algunas personalidades, digamos, histriónicas, no terminan de encontrar su espacio en nuestra sociedad. 

The people vs. George Lucas (2010)
Alexandre O. Philippe
A través de entrevistas con algunos de los fans más acérrimos de la obra de George Lucas, este divertido documental muestra la relación de amor-odio entre los aficionados a La Guerra de las galaxias (1977) y su creador. Especialmente tras la versión restaurada que publicó en 1997, sustituyendo escenas e incorporando nuevos efectos digitales, pero sobre todo impidiendo que nunca se vuelva a ver la versión original. Y por supuesto, tras el estreno de La amenaza fantasma (1999), auténtica pesadilla para muchos seguidores de la saga. Lo más interesante, al margen de las entretenidas entrevistas, es la pregunta que plantea esta película sobre la verdadera autoría de una obra una vez que ha sido absorbida por sus fans, y hasta qué punto el autor se puede permitir el lujo de modificarla cuando, aun siendo suya, forma parte ya de la iconografía visual. Pero, aunque en su mayor parte nos propone acercarnos a los aficionados, también hay una visión irónica sobre el fenómeno geek y ese obsesivo seguimiento a un personaje, una obra, un género... como si se tratara de una auténtica religión. 

Cave of forgotten dreams (2010)
Werner Herzog
El director alemán está últimamente en una etapa fructífera de producción, llegando a rodar hasta dos y tres películas en un solo año, especialmente documentales. Si bien sus incursiones recientes en el cine de ficción no han terminado de encontrar el favor de la crítica (ahí están su deficiente e innecesaria versión de Teniente corrupto (2009) y su ciertamente interesante aunque no redonda incursión en la locura criminal My son, my son, what have ye done (2009), con Michael Shannon en su salsa). Pero sus documentales son otra cosa. Dotados de una estructura clásica que incluye la voz en off del propio cineasta, que narra sus aventuras con cierta ironía, Herzog ha realizado últimamente espléndidas incursiones en el alma humana. Entre ellas, Cave of forgotten dreams, que se presentó en la pasada Berlinale, una incursión en el pasado a través de una cueva situada en el sur de Francia que esconde dibujos del paleolítico perfectamente conservados gracias a las condiciones climáticas de la zona. Werner Herzog habla con fascinación de aquel pasado remoto, y nos la transmite también, tratando de descifrar el significado de cada uno de esos dibujos. Y él mismo con sus imágenes, crea un retrato emocionante en torno a aquellos hombres que habitaron esas cuevas hace millones de años, especialmente en las secuencias finales, en las que la magnífica música de Ernst Reijseger (colaborador habitual de Herzog en sus últimas películas) se funde con los trazos de aquellas figuras del pasado.

Si en Pina, de Wim Wenders, el uso del 3D resultaba impactante y encontraba cierto equilibrio y justificación, en el caso de este documental no termina de convencer y parece más una estrategia para encontrar cierta repercusión comercial que una propia decisión artística.

10 noviembre, 2011

"Inni": El oído hipnótico de Sigur Rós

La banda islandesa, ya separada, publica un doble album en directo que viene acompañado por un documental hipnótico que desgrana con imágenes fascinantes el concierto celebrado en el Alexandra Palace de Londres. 

En 2010, Jonsí Birgisson anunció que la banda que lidera se iba a tomar un "descanso indefinido". Casi un año después publican, como una especie de testamento musical, su primer album en directo. Inni se grabó en 2008, en el impresionante escenario del Alexandra Palace, uno de los iconos del Norte de Londres, rodeado de la mejor vista de la ciudad. Como suele ser habitual en los álbumes de Sigur Rós, éste no es un disco más que recopila lo mejor de la banda islandesa, sino que viene acompañado por un documental que recoge también este concierto londinense. 

Sigur Rós es una de esas bandas que ha encontrado siempre una proyección audiovisual contundente a través de trabajos cinematográficos de gran calidad. El documental Heima (2007), una de las más impresionantes películas en torno a una banda de música, les acompañaba en el tour que realizaron por lugares recónditos de la espectacular geografía de Islandia. Ahora, Inni (2011) se acerca de nuevo a la banda, pero centrándose más en el propio concierto, sin construir una narración contextual en torno a la sociedad islandesa, como hacía aquél.

El director canadiense Vincent Morisset se ha encargado de realizar este filme, tras destacar en trabajos audiovisuales como el documental Miroir noir (2008) con la banda Arcade Fire, o el curioso proyecto interactivo Bla bla (2010), un cortometraje para ordenador que desarrolla la participación activa del espectador: http://blabla.nfb.ca

En Inni, Vincent Morisset plantea una visión casi mágica del concierto de Sigur Rós, con imágenes entrecortadas en un blanco y negro cuya intensidad y profundidad solo se puede apreciar realmente en bluray, que conforman un trabajo documental cercano a esas producciones musicales que el propio director siempre ha confesado que le han atraído: los videos musicales de hace años, dotados de ese aire hipnótico que también se desgrana en esta película. Todo ello mezclado con material de archivo (alguna breve entrevista, algún episodio musical de la banda en sus inicios...), que aporta esa condición de ilustración del adiós de una de las formaciones musicales más fascinantes de los últimos años.

Aunque los diálogos son breves, es una lástima que no se haya lanzado una edición con subtítulos en varios idiomas, y tengamos que conformarnos con la que nos da la opción única de elegir subtítulos en japonés. Pero los apuntes "biográficos" de Sigur Rós son escasos. Aquí lo que importa es la música (soberbia, claro) y las imágenes (esos primeros planos, esos juegos de luces, esa niebla constante, esa suciedad impoluta que acompaña a los componentes de la banda...). Inni es, como lo fue Heima en su momento, una de las más interesantes uniones entre la música y las imágenes que hemos visto en estos años. Y el doble album incluye auténticas joyas como la versión de 15 minutos del mítico "Popplagid", que ya fue utilizado también como impresionante final de Heima, y el tema instrumental inédito "Lúppulagid" como bonus track.

30 octubre, 2011

Halloween en la casa de los horrores

American Horror story es una de las nuevas propuestas de la temporada que arriesga en su narrativa adulta. Y quizás sea una de las series más interesantes del momento. 

De entre todas las series que se vienen emitiendo en esta temporada televisiva, la que mejor podía adaptar su trama a la noche de Halloween es, sin duda, American Horror Story. Esta incursión de Ryan Murphy y Brad Falchuck (responsables de Glee y Nip/Tuck, dos series que nunca han llamado mi atención) en el género del terror psicológico está siendo una de las apuestas más curiosas de la temporada, y el especial Halloween dividido en dos entregas nos trae más de una sorpresa. 

American Horror Story tiene a una vieja mansión como protagonista, con la particularidad (previsible) de que por ella pululan los fantasmas de aquellos que han sido asesinados en sus amplias habitaciones a lo largo de décadas. De forma que, cuando el matrimonio en crisis formado por Dylan McDermott y Connie Britton llega a la casa, digamos que no están todo lo solos que a uno le gustaría estar cuando se compra una mansión. La realidad es vista con distintos ojos por cada uno de los habitantes vivos, mientras el resto, los muertos, tratan de encontrar su sitio en el inframundo.

Hay que reconocer que en cada episodio las sorpresas son constantes, pero también que uno no acaba de enterarse bien de qué está pasando. Pero no importa. Ese cierto aire surrealista que acerca la historia al universo de David Lynch es precisamente lo más atractivo de esta producción, que tiene en su reparto nada menos que a la espléndida Jessica Lange en un papel desquiciado pero impactante. Y también son de agradecer sus habituales referencias a películas como La semilla del diablo, Carrie, El resplandor... incluso usando fragmentos musicales de Con la muerte en los talones o Drácula de Bram Stoker, que acaban convirtiendo a la serie de Ryan Murphy y Brad Falchuck en una continua fuente de guiños cinéfilos que resulta entretenida. 

Alguien ha definido American Horror Story como una mezcla entre una película de terror y un videoclip de Nine Inch Nails. Acertada descripción. Quizás le sobra algo de autocomplacencia en su intento por crear una propuesta diferente, aunque no termine siendo especialmente novedosa. Quizás le falta ajustar con claridad sus tramas secundarias, tratando de eliminar cierta confusión que actualmente juega en su contra. Pero su mezcla de terror bizarro, oscuro y grotesco la convierten en una serie que acaba dejándote con ganas de más al final de cada episodio. Aunque no te hayas enterado una mierda de lo que te han contado.

23 octubre, 2011

"Margin call": Esparcir la mierda

Se estrena una de las descripciones más inteligentes sobre el nacimiento de la crisis. Margin call se nos presenta como una película de catástrofes en toda regla. 

La actual crisis económica es, posiblemente, la que ha revelado con mayor claridad sus causas y sus causantes. No ha habido en las anteriores crisis tanta información sobre sus orígenes (aun siendo provocadas como en el caso de 1929) que la que hay en la actualidad. Tampoco ha habido nunca tantos culpables que hayan mantenido sus puestos de responsabilidad. El documental Inside job ya revelaba que algunos de los "gestores" de la crisis habían sido nombrados asesores económicos de la administración Obama. De ahí que la lectura de algunos analistas pase por renombrar la crisis como una "reorganización" del pastel financiero de las sociedades occidentales. La burbuja ha explotado y ahora hay que poner en su sitio a quienes disfrutaron del estado del bienestar. No porque no sea sostenible, sino porque ya no beneficia a unos pocos. Las grandes entidades financieras no han recortado su poder, sino que han eliminado competidores. Es evidente que el control financiero está ahora más concentrado. El resto no importa. Los políticos que falsearon las cuentas en países como Grecia y Portugal siguen manteniendo sus cuotas de poder, aunque en la oposición; los especuladores que mantuvieron en el mercado bonos basura ahora asesoran sobre cómo salir de la crisis (clarificadora paradoja sobre la situación).

Margin call tiene la capacidad de mostrarnos con perspicaz claridad cómo y de dónde surge esta crisis. Pero sobre todo consigue huir de esos maniqueismos que vienen quitando efectividad a los mensajes de los últimos movimientos sociales, para retratar con astucia las entrañas humanas de unas oficinas que se dedicaban a comprar y vender humo hasta que el humo se convirtió en fuego. La premisa es clara: la crisis surge de una serie de grandes cagadas, y cuando determinadas fuentes de especulación se vieron con la mierda hasta el cuello se dedicaron a esparcirla por todo el mercado, con la ayuda, por supuesto, de esas mismas agencias de calificación que todavía siguen marcando las tendencias del mercado, y que en última instancia deciden quién es un chico bueno y quién merece un castigo.

El director y guionista J.C. Chandor, desprovisto de los tics habituales de los cineastas debutantes, logra traducir a lenguaje de la calle lo que el documental Inside job, otro de esos referentes imprescindibles para entender la gran cagada económica, mostraba a veces con cierta confusión. Y lo hace con una decisión inteligente: sustraer del mensaje todos los números y cifras. En una escena, en la que vemos la cara horrorizada de los protagonistas ante lo que se les viene encima, el espectador no ve en ningún momento esos gráficos que vaticinan el fin de la economía. En una de las frases más certeras del guión, el tiburón Jeremy Irons dice a un subalterno: "Explícame la situación como si yo fuera un niño o un perro. No he llegado hasta aquí gracias a mi inteligencia". 

Margin call recuerda en su forma a Glengarry Glen Ross, esa brutal descripción de la venta de seguros que creó como obra teatral David Mamet. Como aquella, a pesar de la inmundicia que les rodea, logra extraer dosis de humanidad de sus personajes. Curiosamente, Kevin Spacey era uno de los protagonistas de la versión cinematográfica dirigida por James Foley, aunque en Margin call su personaje se parece más al que interpretaba Jack Lemmon en aquélla.

A lo largo de la historia, un joven broker obsesionado con el dinero pregunta continuamente cuánto ganan sus jefes, comparándolo con sus "escasos" 250.000 dólares al año. Son cifras astronómicas, increíbles, irritantes. Muchos de los estafadores que controlan las principales entidades financieras en España, por ejemplo, también tienen primas y pensiones astronómicas, increíbles, irritantes, algunas de ellas adjudicadas durante la crisis económica.

Más que un "thriller" económico, como se la ha calificado, Margin call se nos antoja una auténtica película de catástrofes, aunque en este caso los destrozos vienen desde el interior. Tiene todos los ingredientes habituales: un reparto de primera clase, un gabinete de crisis, una estructura "in crescendo"... El problema es que aquí no hay nadie que quiera salvar el mundo. Todos tratan de salvarse a sí mismos. Sin embargo, lo más aterrador está en otro de esos monólogos precisos que Jeremy Irons suelta con la naturalidad de un gran actor: "Esta crisis es cíclica, va y viene. Y vendrán otras crisis. Lo que hay que hacer es saber ganar dinero con ellas". O lo que es lo mismo: no tenemos escapatoria.

16 octubre, 2011

Sitges 2011

El Festival de Sitges cierra sus puertas tras protagonizar la actualidad cinematográfica con algunas de las producciones más destacadas dentro y fuera del género fantástico. Repasamos algunas de las películas que han brillado especialmente o han obtenido premios en esta última edición.

Concluido el Festival de Sitges, los resultados parecen contradictorios. Por un lado, se reivindica un buen momento para el género fantástico; por otro, se nos presenta una muestra, considerada como de las más interesantes del panorama, que a tenor de sus premios parece no estar a la altura. Que películas pasables como Red State y producciones de entretenimiento decentes, pero poco más, como Attack the block sean las máximas galardonadas en Sitges no dice mucho en favor del festival ni del género. Seguramente, entre las no premiadas debe haber alguna joya escondida. O eso esperamos, porque si no, Sitges habrá perdido definitivamente el buen prestigio que logró hace años.

Red State, de Kevin Smith
Mejor Película, Mejor Actor (Michael Parks)
La penúltima película de Kevin Smith antes de su anunciado retiro es quizás una de las más ambiciosas en cuanto a contenido, reuniendo eso sí algunos de los temas habituales de su cine: la religión tomada como algo incoherente, el sexo como catalizador de la historia, la mirada irónica hacia las supuestas fuerzas del orden... Red State parece querer tomarse en serio todo lo que Kevin Smith nos había mostrado en forma de comedia impertinente, hasta que su carrera acabó zozobrando en productos ínfimos. No es que Red State nos devuelva al mejor Kevin Smith, porque resulta ingenua en su pretendido lenguaje políticamente incorrecto y errática en su desarrollo, aunque hay que reconocer que el trabajo de dirección es consistente. Pero sí es la menos mala de sus últimas películas; y eso al menos es un consuelo. Pero si éste es el mejor título que ha programado Sitges, entonces es que el festival tiene poco fondo.

The yellow sea, de Na hong-jin
Mejor Director
Ya comentada en nuestro blog (ver aquí), esta nueva producción del director que nos sorprendió con la fuerza de las imágenes de The chase, repite también protagonistas, pero en papeles muy diferentes a los de su anterior película. Aquí nos presenta una historia que también se zambulle en el thriller, pero con un trasfondo más dramático-social, que tiene a un taxista envuelto en una trama mafiosa como elemento principal. Sin llegar a ser tan contundente como la anterior, a pesar de sus dos horas y media The yellow sea, presentada en el pasado Festival de Cannes, vuelve a demostrar la pericia de su director para construir escenas de acción que guardan bien el equilibrio entre la espectacularidad y la verosimilitud, aunque a ciertos personajes y a la trama en sí les falte algo de definición. No resulta incoherente el premio al director, porque es en su labor en la que se apoyan buena parte de los resultados positivos de la película. 

Attack the block, de Joe Cornish
Premio Especial del Jurado, Premio de la Crítica, Premio del Público, Mejor Banda Sonora
En esta sucesión de películas de género fantástico revisionistas del cine de los ochenta que nos visita de vez en cuando este año, podemos decir que esta propuesta calificada como una mezcla de Gremlins y Los Goonies, pero que se nos antoja más cercana a Critters, es la más entretenida. Vale que no tiene los medios ni la impresionante escena inicial de Súper 8, pero resulta infinitamente más divertida. Que un ataque alienígena tenga la mala suerte de acabar en un barrio marginal de Londres repleto de hoodies (jóvenes encapuchados que iniciaron los disturbios del pasado verano) ya es un punto de partida cachondo. Que la trama, en su sencillez y formato de serie B, mantenga un ritmo trepidante y ocurrente durante sus ochenta minutos, es todo un logro. Attack the block es un producto de entretenimiento; y desde luego lo consigue. Pero tampoco deja de ser una película de puro artificio, aunque éste funciona a la perfección. Por eso sorprende que haya conseguido poner de acuerdo al jurado, la crítica y el público. La premiada banda sonora, de Steven Price, logra su cometido funcional destacando cuando aborda algunas sonoridades que directamente nos recuerdan a esas producciones de los ochenta a las que homenajea el debutante Joe Cornish.

The woman, de Lucky McKee
Mejor Guión
Como retrato algo desquiciado de una familia "atípica" americana esta película funciona mejor que Red State. La podredumbre moral que se esconde detrás de las apariencias se ve aquí reflejada en la metáfora de una mujer salvaje que representa para el protagonista, un aparentemente modélico padre de familia, todos los temores y odios que siente hacia el sexo femenino. O lo que es lo mismo, The woman se perfila como una certera mirada hacia el machismo latente en una sociedad enferma. Cierto es que el guión valorado por el jurado no desemboca en una conclusión del todo lograda, y que al director se le acaba yendo la mano en el tercer acto, hacia una innecesaria y gratuita bacanal sangrienta. Pero encontramos en esta película de modesto presupuesto una de visión perturbadora del "american way of life". Y solo por eso merece la pena. Magníficas por cierto las canciones que aporta Sean Spillane en una banda sonora inteligentemente usada.

Melancholia, de Lars von Trier
Presentada fuera de concurso, la última película del director danés ha vuelto a recordarnos por qué nos gustó en su momento. Dedicado en los últimos años a una inmadura obsesión por la polémica (a través de gestos y declaraciones infantiles y con bodrios como Anticristo), von Trier presenta en Melancholia todo un ejercicio de maestría cinematográfica, tanto a nivel narrativo como de dirección. Mucho se ha hablado y se hablará de esta película, en muchos casos desvelando elementos que mejor sería mantener ocultos hasta verla. Magistral en su concepción visual, perfecta en el trabajo de los actores (maravillosas Kirnsten Dunst y Charlotte Gainsbourg), es una de las visiones más pesimistas que se han rodado sobre el ser humano, pero al mismo es uno de los más hermosos testamentos vitales sobre la raza humana.

Troll hunter, de André Øvredal
Otra de las películas que hemos comentado ya en nuestro blog (ver aquí). Este mockumentary que interpreta el mito de los trols a través de una inteligente revisión en clave de documental ficticio con bastante sorna es uno de los títulos más interesantes del año, aunque no pueda evitar resultar repetitivo en el desarrollo de la trama. Pero la propuesta de hacer una especie de Bruja de Blair con una de las tradiciones más populares de los países nórdicos resulta apasionante y divertida. Y la inteligente utilización de los recursos (escaso presupuesto) para hacernos creíbles las sorprendentes apariciones de los monstruos juega en buena medida a su favor. Pocos "documentales" resultan tan creíbles como éste, a pesar de sus elementos fantásticos.