29 septiembre, 2018

Tan Dun / Stockhausen: Las músicas inteligentes

El Festival de Música Contemporánea- Ultimafestivalen convierte cada año a la ciudad de Oslo en un conglomerado de sonoridades y visiones musicales que miran hacia el futuro, aunque muchas de ellas se apoyen en reminiscencias del pasado. Este año hemos podido disfrutar de la presencia de algunos de los músicos más destacados del panorama internacional, con especial mención al compositor chino Tan Dun, conocido también por sus destacados trabajos para el cine, que le hicieron merecedor del Oscar.


Adentrarse en las creaciones de Tan Dun resulta siempre apasionante. Su capacidad para aunar la cultura occidental en la que ha desarrollado parte de su carrera y las ancestrales tradicionales orientales de su China natal le convierten en uno de los músicos más interesantes del momento. Este vínculo intercultural está presente en sus espléndidas bandas sonoras para películas como Tigre y dragón (Ang Lee, 2000), que le valió el Oscar, Hero (Zhang Yimou, 2002) y El banquete (Feng Xiaogang, 2006). Pero, al margen de sus esporádicas colaboraciones con el cine, resulta recomendable internarse en su amplia trayectoria como compositor de música autónoma, especialmente en trabajos apasionantes y evocadores como Water Concerto for Water Percussion and Orchestra (2004), que dedicó al insigne creador japonés Toru Takemitsu.

Para el Festival Ultima, que supone su regreso a los escenarios noruegos después de 15 años de ausencia, Tan Dun presentó un concierto que incluía tres de sus obras más recientes, interpretadas por la Oslo Filharmonien bajo la dirección del propio compositor. La primera parte del concierto estaba formada por las obras Passacaglia: Secret of Wind and Birds (2011) y Violin Concerto 1 & 2 (Rhapsody and Fantasia) (2018), que conforman en buena medida un ejemplo de esa cohesión occidental-oriental que mencionábamos antes.

Passacaglia: Secret of Wind and Birds (2011) fue un encargo realizado por el Carnegie Hall para la Joven Orquesta de los Estados Unidos, y está especialmente ligado a los sonidos de la naturaleza. Tan Dun explora en esta composición de 11 minutos las tradicionales creaciones orientales de su país, muchas de ellas conectadas con los sonidos de la naturaleza, especialmente el canto de los pájaros. Utilizando seis clásicos instrumentos chinos (guzheng, suona, erhu, pipa , dizi y sheng), grabó diferentes sonidos que evocan el canto de los pájaros y los convirtió en un formato que pudiera ser reproducido por los móviles. De esta forma, Tan Dun utiliza los celulares de los músicos y de los espectadores para reproducir una amalgama de sonidos multiplicados que convierten el auditorio en una especie de bosque poético repleto de cantos digitales de pájaros. 

Tan Dun en Oslo Konserthus
Resulta fascinante en este sentido cómo Tan Dun consigue incorporar la tradición instrumental china con los dispositivos del futuro, aquí representados a través de los móviles, mientras los espectadores se convierten también en partícipes de la propia interpretación. Este Pasacalle, formato musical que tuvo su origen en España en el siglo XVII, formado por sonidos rítmicos y repetitivos (y que más tarde daría lugar a la traducción italiana Passacaglia), permite a Tan Dun construir una pieza en la que explora la armonía y la melodía para crear una textura musical que tiene, en su contenido, cierta sonoridad herrmaniana.

Tan Dun comenta que "mi vida de hoy tiene sus raíces en mi vida de ayer, y mi futuro siempre se sostiene en mi pasado. Para mí, la creación musical siempre está asociada a la memoria". En este sentido, las dos composiciones que continuaron el concierto están imbricadas en los recuerdos de Tan Dun de su niñez y juventud. Esta Violin Rhapsody and Fantasia (1994), que ha reestructurado en 2018, tiene dos soportes principales en su memoria: la Ópera de Pekín, que representa sus años de niñez, y su residencia posterior en Nueva York, donde llegó en 1986, imbricándose de la música contemporánea del momento  representada especialmente por John Cage. Por eso, la segunda parte resulta más atonal y multicultural. La violinista noruega Eldbjørg Hemsing fue la encargada de interpretar los pasajes solistas, demostrando su condición de promesa ya consolidada en el panorama internacional. Actualmente la intérprete reside en Berlín, donde publicó su primer album como solista, interpretando obras de Borgström y Shostakovich junto a la Wiener Symphoniker.

La segunda parte del concierto tuvo como protagonista el estreno mundial de una de sus últimas composiciones, el Concierto para violín Fire Ritual (2018), una obra que Tan Dun dedica a la Memoria de las víctimas de la guerra, en un sentido general. De nuevo con la influencia de la música tradicional china, y especialmente inspirada en los rituales que se interpretaban en la Corte del Emperador, la sinfonía compuesta por Tan Dun mantiene la estructura original de los rituales, con parte de los músicos sobre el escenario y otra parte entre el público. De modo que el director de orquesta se convierte aquí en una especie de Shaman que dirige simultáneamente a los músicos de uno y otro lado, estableciendo un diálogo entre la Naturaleza y el Ser Humano. El nexo de unión entre los dos mundos es el Profeta, que aquí está representado por el violín solista, interpretado de nuevo por Eldbjørg Hemsing. Contundente y en ocasiones melancólica, esta obra de Tan Dun se divide en cuatro temas: Cruel Wars, Innocent People, Mantras of the Heavenly Birds y Eternity, conformando una especie de oración musical por las víctimas que han sufrido el horror de la guerra a lo largo de la Historia. Y supuso un excelente colofón para un concierto memorable. 

Karlheinz Stockhausen, el clásico recuperado

Uno de los compositores más influyentes de las últimas décadas es el alemán Karlheinz Stockhausen, del que este año se cumple el 90 aniversario de su nacimiento. El Festival Ultima 2018 le dedicó dos conciertos, uno de los cuales tuvimos ocasión de ver. Mantra (1970) fue una composición creada especialmente para el famoso dúo de pianistas Aloys y Alfons Kontarsky, dos hermanos alemanes que lograron una gran reputación en los años sesenta y setenta con sus interpretaciones. Mantra es una de las composiciones más reconocidas de Stockhausen, creada con una técnica que el músico denominó "fórmula" y que utilizó posteriormente en muchas de sus creaciones. Los pianistas establecen una interpretación en dos líneas que a veces se superponen, y disponen también de unos timbales con los que van marcando la incorporación de nuevos sonidos que dan lugar a una nueva sección de la obra. El concierto presentado en Oslo fue interpretado por Pierre-Laurent Aimard, veterano pianista francés que conoció en persona a Stockhausen, y Tamara Stefanovich, que ha colaborado con Aimard en varias grabaciones, algunas de ellas nominadas a los Premios Grammy. 

El Festival de Música Contemporánea de Oslo - Ultima 2018 es sin duda una de las citas obligadas en el calendario de festivales de música en el mundo, al que merece la pena asistir para tener una visión completa de los creadores más destacados del momento. 






18 septiembre, 2018

Noruega recuerda el horror: Tres proyectos sobre el 22 de julio

Septiembre, 2018. Exterior. Día. Distrito Gubernamental de Oslo. 

Un grupo de personas sale corriendo de uno de los edificios que forman el que fuera centro neurálgico del gobierno noruego, el denominado Regjeringskvartalet. Se trata de uno de los más afectados por la bomba que colocó Anders Behring Breivik en 2011, y que fue el comienzo de una pesadilla trágica que conmocionó a toda Noruega. Algunas de las escenas de desolación y pánico, captadas en su momento por testigos presenciales, son ahora reproducidas en el rodaje de 22 Juli (NRK, 2018), la primera serie de televisión que se centra en los atentados perpetrados aquel día.

Rodaje de la serie 22 Juli (NRK, 2019)
NRK, la cadena de televisión pública noruega, venía anunciando durante varios días que se iban a recrear escenas del atentado en el lugar donde estalló la bomba, para evitar que los vecinos creyeran estar viviendo de nuevo un ataque terrorista real. La participación de más de un centenar de extras en el rodaje de esta serie que es una de las apuestas más ambiciosas de NRK para el otoño de 2019, también ha hecho rememorar en buena parte de ellos los recuerdos de aquel 22 de julio de 2011. 

Una de las extras participantes, Samira, que en aquellos momentos no se encontraba en Oslo, nos comenta que sus hijas estuvieron a punto de ir a Utøya, al campamento de las juventudes laboristas en el que Breivik desembarcó asesinando a sesenta y nueve personas durante una hora de terror. Para otros extras que forman parte del centenar que ruedan las escenas de desolación, ésta es una oportunidad de recordar la tragedia, aunque a veces eso supone tener que aflorar emociones que, siete años después, aún no están cerradas. Durante el rodaje se ven algunas lágrimas entre los extras, mientras recrean esos momentos de confusión tras el estallido de la bomba; escenas que, entre la humareda y los destrozos provocados por la deflagración, parecen propias de una película de horror. El director, Pål Sletaune, responsable también de algunos capítulos de la exitosa serie Okkupert (TV2 Norge, 2015-), es minucioso a la hora de componer el encuadre, inspirado por aquellos primeros videos que mostraban las consecuencias de la tragedia.

Noruega parece haber vivido algunos años de letargo después de la tragedia. Quizás porque enfrentarse a un acto terrorista como éste, resulta especialmente duro para un país que, en general, se vanagloria de vivir con tranquilidad. El distrito gubernamental, de hecho, aún permanece tal como quedó tras las bomba, casi como una especie de monumento inerte a la tragedia. En una de las paradas de autobús cercana al edificio bajo el que Breivik aparcó la furgoneta-bomba, se pueden ver fragmentos de periódicos con las noticias del 22 de julio de 2011 y solo una pared de cristal recuerda los nombres de las 77 víctimas mortales de los dos atentados. Se ha debatido mucho sobre el futuro de este distrito gubernamental, y de hecho se ha realizado un concurso de propuestas arquitectónicas para sustituir a los edificios actuales. Para muchos noruegos sería, además, una oportunidad de eliminar esas moles de hormigón que conforman la zona, arquitectura de influencia soviética que forma un conjunto no especialmente atractivo. Una de las principales dificultades está en extraer los cinco grandes murales que se encuentran en los bloques H e Y, los primeros que el artista malagueño Pablo Picasso realizó en hormigón.


Los aledaños del distrito gubernamental también son parte del rodaje. Como la céntrica calle Møllergata, la misma en la que se encuentra el bar Justisen, en el que Harry Hole, protagonista de los best-sellers escritos por Jo Nesbø, a veces ahoga en alcohol su depresiva existencia. La calle, cortada al tráfico para el rodaje, se convierte de nuevo en un escenario de guerra, con cristales y escombros provocados por la onda expansiva. Emily, una de las extras de este día de rodaje, estudia cine en Londres, y ha aprovechado sus vacaciones para participar en la serie. Ella no vivió directamente las consecuencias del atentado, pero sí recuerda el impacto que provocó en un país, sede del Premio Nobel de la Paz, que parecía vacunado contra la violencia terrorista. Y que el autor de la doble masacre fuera noruego es lo que provocó la mayor sensación de impotencia y perplejidad.

Rodaje de la serie 22 Juli (NRK, 2019)
En este sentido, Noruega ha tenido que vivir en los últimos años con la sombra del autor de los atentados, Anders Behring Breivik, un extremista de derecha que pretendía cambiar el curso de la política de su país y de Europa. Primero, con el juicio en el que se le acabó condenando a 21 años de cárcel revisables, y después con la demanda que interpuso contra el gobierno noruego por trato inhumano, y que finalmente ganó en los tribunales europeos en 2017, pero que ha sido apelada por las autoridades. Quizás por eso su figura no está presente de forma específica en esta serie, donde los protagonistas son diferentes víctimas colaterales a las que los atentados afecta de diversa forma. Pero no hay un retrato personal del asesino, cuyo nombre ni siquiera quieren pronunciar muchos noruegos.

Su figura también resulta casi fantasmal, solo vislumbrada en forma de sombra amenazadora, en la película Utøya. 22 J (Erik Poppe, 2018), que se estrenó en marzo en Noruega. El director de Hawaii, Oslo (Erik Poppe, 2004) y La decisión del rey (Erik Poppe, 2016) se centra sobre todo en los asesinatos cometidos en la isla de Utøya, a través de un ejercicio técnico admirable que presenta en un solo plano secuencia esos 72 minutos de terror que vivieron los más de 500 jóvenes que asistieron al campamento del partido Laborista. En este sentido, la película apela directamente a la víscera emocional, y la intención del director se centra en vincular al espectador con la experiencia que vivieron los jóvenes. Se puede discutir si la película resulta éticamente cuestionable por su insistencia en la victimización, y sobre todo por su casi inexistente reflexión en torno a los acontecimientos, solo vislumbrada en esa velada crítica a la inoperancia de la policía noruega durante la hora que el asesino estuvo disparando en la isla de Utøya. Quizás se podría haber esperado de una producción noruega sobre la tragedia algo más de introspección en torno a la tragedia, aunque sin duda la película de Erik Poppe resulta tan visceral que a veces parece que estamos contemplando una película de terror. 
Utøya. 22 Juli (Erik Poppe, 2018)
A estos proyectos de producción noruega se une también este año la película 22 July (Paul Greengrass, 2018), presentada en la Mostra de Venecia con buena recepción crítica y considerada como una de las firmes candidatas a la próxima edición de los Oscar. Basada en el libro Uno de los nuestros (Åsne Seierstad, 2013), que disecciona la personalidad del terrorista Anders Breivik, la visión cinematográfica de Hollywood en torno a los atentados resulta más completa, ya que no solo abarca los hechos en sí, sino también el posterior juicio a Breivik y sus ramificaciones políticas. En Noruega no se ha visto con buenos ojos que Hollywood se haya convertido en co-protagonista de esta recuperación del recuerdo. Pero lo cierto es que, por el momento, se trata de la producción que consigue ofrecer una visión más general de los acontecimientos. A los primeros 40 minutos trepidantes en los que se describen los ataques, le sigue una visión más pausada de los acontecimientos posteriores, que implican también las consecuencias políticas y los fallos de seguridad que un país como Noruega no parecía asumir. 

Protagonizada por actores noruegos pero rodada en inglés, la película ha sido calificada como un "inteligente acercamiento" a las consecuencias de una tragedia evitable, y tiene en el trabajo de Anders Danielsen Lie, en la piel del autor de los atentados, uno de sus principales hallazgos. El actor se dio a conocer precisamente en 2011, con la película Oslo, 31 de agosto (Joachim Trier, 2011), una de las miradas más radicales en torno a la sociedad noruega, y posteriormente le hemos visto en series como Nobel (NRK, 2016-). Su interpretación de Anders Breivik es espléndida, aunque el retrato del personaje resulte algo convencional, especialmente en su contraposición a las víctimas, e incorpora un mensaje simplista en el que realmente se pierde la oportunidad de hacer una reflexión seria sobre el apogeo del pensamiento racista de extrema derecha en toda Europa. 

A la espera de ver la serie producida por NRK para el próximo año, nos parece que la visión del británico Paul Greengrass en torno a la tragedia resulta más compleja que la incursión del noruego Erik Poppe. Y en este sentido, da la impresión de que el sentimiento personal de los noruegos hacia este brutal ataque les impide acercarse al mismo con la suficiente distancia como para abordarlo sin distorsiones emocionales. La propuesta de Poppe se ha visto también con cierta controversia ética por su empeño en acercarse a la tragedia desde un punto de vista visceral, pero de la misma manera el acercamiento de Paul Greengrass acaba siendo menos radical que otras películas suyas que han abordado hechos violentos, especialmente en el caso de Bloody Sunday (Paul Greengrass, 2002). Sin duda, 2018 parece el año en el que un país que no estaba acostumbrado a sufrir las consecuencias de los extremismos violentos, comienza a exorcizar los fantasmas del recuerdo para enfrentarse a él con cierta objetividad. Y aunque los resultados puedan ser dispares, al menos Noruega empieza a mirar a aquella tragedia algo más alejada del dolor y la frustración que provocó en su momento. Mientras, el terrorista Anders Breivik sigue cumpliendo en una cárcel de máxima seguridad. 



Occupied se puede ver en Movistar +
22 de julio se estrena el 10 de octubre en Netflix
Utøya. 22 de julio se estrena en España el 16 de noviembre