24 octubre, 2012

Miradas asiáticas

Recientes y próximas ediciones en DVD y la presencia en festivales de cine nos permiten elaborar una lista de algunos títulos que nos han impactado entre las últimas producciones provenientes de la cinematografía asiática. Este es un repaso a títulos imprescindibles para los amantes del buen cine oriental.

El hombre sin pasado, de Lee Jeong-beom. Mediatres ha lanzado en DVD uno de los títulos más relevantes de la pasada temporada en Corea del Sur. Éxito de taquilla en su país, El hombre sin pasado es una historia de venganza dirigida con garra por el casi debutante Lee Jeong-beom, y protagonizada por la joven estrella del cine coreano Won Bin, al que recordamos en la reciente Madre (2009), de Bong Joon-Ho. La película ofrece lo que promete, acción pura rodada con esa eficacia con la que saben rodar los cineastas asiáticos, con un mayor esfuerzo en hacer comprensibles las escenas que en jugar con la confusión, como le viene ocurriendo últimamente al cine de acción de Hollywood. Lo cual se agradece. Pero la historia incorpora también un elemento de acercamiento al protagonista a través de su relación con una niña que, lejos de caer en la ñoñería, dan a la película un aire diferente. Aunque, hay que reconocerlo, con lo que disfrutamos es con los momentos más trepidantes.

The Raid Redemption, de Gareth Evans. Llegada de Indonesia, ésta es sin duda la película de acción de la temporada. Dirigida por un indonesio que no tiene cara de indonesio, The raid se edita a finales de octubre en DVD, bajo el título español de Redada asesina. Aquí no hay elementos psicológicos ni nada de eso. Los personajes son planos y la historia no tiene historia. Es puro cine para disfrutar de espectaculares coreografías de peleas, escenas de tiroteo interminables y sangre por doquier. Gareth Evans ha tenido la inteligencia de construir un puro divertimento a la manera de uno de esos viodejuegos que tanto nos gustan. Una mínima trama sobre la corrupción policial le sirve para hilvanar esta redada de dos horas que no se detiene en ningún momento y que ofrece algunos de los momentos más espectaculares que hemos visto en el cine de acción reciente. Hollywood ya prepara un remake y Gareth Evans ya está produciendo la secuela. Esto no ha hecho más que empezar. 

Doomsday book, de Kim Jee-woon y Yim Pil-sung. Presente en la última edición del Festival de Sitges, esta película se construye en torno a tres historias, dos dirigidas por cada uno de los realizadores y la tercera en colaboración entre ambos. Kim Jee-woon (El bueno, el malo y el raro) ya ha dado su salto a Hollywood dirigiendo la muy esperada The last stand, el regreso de Arnold Schwarzenegger al cine. Mientras, nos ofrece su aportación en esta reflexiva incursión en torno a la raza humana y el fin del mundo. Irregular, como todas las películas construidas a base de historias diversas, tiene el lado cómico negro en Heaven's creation (Yim Pil-sung), en torno a un virus que acaba convirtiendo a los seres humanos en zombies violentos; aporta la reflexión filosófica en The new Generation (Kim Jee-woon), en torno a un robot que consigue ir más allá de su propio software dedicándose a la oración en un templo budista, quizás la historia más madura de las tres; y se adentra en el absurdo fantacientífico con Happy birthday (Yim Pil-sung y Kim Jee-woon), que reinterpreta un relato corto del escritor estadounidense O. Henry, y que aporta un toque de humor que resulta a veces algo forzado. En todo caso, Doomsday book funciona como curiosa aportación a la ciencia-ficción de esttos dos interesantes cineastas coreanos.

Andalusia: Revenge of the goddess, de Hiroshi Nishitani. Esta película no haría mucha gracia a determinados sectores de la sociedad española. Aunque la mayor parte se desarolla en Andorra y Barcelona, el título hace referencia exclusivamente a Andalucía, escenario que aparece solo al final y muy escasamente (sobre todo la zona de Ronda). En todo caso, se trata de una producción exótica que construye una trama de thriller internacional protagonizada por policías y criminales japoneses con el telón de fondo del Norte y el Sur de España. Rodada también en algunos escenarios interiores de Sevilla como el Hotel Alfonso XIII, esta película se desarrolla con efectividad, aunque su trama algo confusa termina por dañar sus meritorios resultados. No estamos ante uno de esos thrillers contundentes a los que nos tiene acostumbrados el cine aisático (sobre todo el que proviene de Corea del Sur) y a veces puede resultar algo pedestre en su realización, pero se trata de un policíaco en general solvente que no puede evitar caer en los tópicos (¡esa conversación en una plaza de toros!). Lo malo que tenemos los espectadores españoles es que entendemos los diálogos o frases de los secundarios (actores españoles de escaso talento), porque algunas de estas frases resultan realmente ridículas.
Banda sonora: Destaca especialmente el trabajo musical de Yûgo Kanno que, aunque utiliza algunos elementos tópicos, no lo hace tratando de imitar la música flamenca, sino incorporando sonidos de castañuelas y guitarra a una efectiva banda sonora de acción. 

Headshot, de Pen-Ek Ratanaruang. Ganadora del Premio a la Mejor Fotografía en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges, esta crónica sobre un policía que acaba convirtiéndose en sicario lleva la firma del director que nos sorprendió con una cierta mirada cercana a Michelangelo Antonioni en el irregular drama Vidas truncadas (2003), uno de los pocos títulos de su filmografía que ha llegado a España, aunque sea directamente en DVD. El tailandés Pen-Ek Ratanaruang construye una trama que ofrece buenas dosis de acción y violencia, pero también mantiene ese estilo severo, incluso anodino, que caracteriza su cine. De esta forma, a Headshot le sobra cierta tendencia a deambular por lo reflexivo a través de secuencias ralentizadas, algo así como un filmo noir budista. Pero la película cuenta con algunos momentos agresivos especialmente interesantes y hallazgos inteligentes a los que quizás no se les saca demasiado partido, como la visión alterada que se le queda al protagonista tras un suceso violento. A pesar de todo, estamos más ante una película de suspense que ante una clásica cinta de acción asiática. 

The viral factor, de Dante Lam. A Dante Lam se le conoce como el director asiático más occidental gracias a sus espectaculares películas de acción que abandonan los elementos más cercanos a la sociedad asiática para directamente embarcarse en tramas internacionales en las que sus protagonistas hablan más tiempo en inglés que en chino. The viral factor, ganadora en Sitges del Premio a los Mejores Efectos Especiales, tiene las ventajas y los defectos del cine realizado por Dante Lam: impresionantes escenas de acción que, eso sí, se sostienen sobre historias bastante flojas. El comienzo de esta película (una emboscada terrorista en Jordania) es una de las escenas de acción más espectaculares que hemos visto en mucho tiempo, y a partir de ahí comienza una rocambolesca historia que resulta escandalosamente ñoña a partir de un reencuentro familiar poco creíble y de escenas sentimentaloides (cada vez que sale la madre del protagonista da vergüenza ajena). Pero da lo mismo, lo que importa es que el hong-konés Dante Lam sabe crear intensas secuencias que nos hacen olvidar la floja trama principal. Aunque haya que convertir el centro de Kuala Lumpur en un auténtico campo de batalla. 

17 octubre, 2012

Premios del Cine Europeo: 5ª Parte

Continuamos nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por los festivales internacionales más destacados o han sido reconocidos en sus respectivos países. 

Ha-shoter (Policeman), de Nadav Lapid. Una de las películas que logró mayor número de nominaciones en los Premios de la Academia de Cine de Israel. Pero la gran vencedora, la espléndida Footnote, de Joseph Cedar, terminó por arrebatarle los galardones importantes. El mérito que tiene Ha-shoter, Premio Especial del Festival de Locarno en 2011, es que consigue describir una sociedad enferma que solo encuentra su sentido en la violencia. Y lo hace a través de dos historias que, por supuesto, acaban cruzándose: la de un policía de la brigada antiterrorista isreaelí, investigado por una poco clara intervención policial, y la de un grupo de jóvenes metidos a rebeldes armados. Aunque mantiene un difícil equilibrio entre el drama pasado de rosca y el policíaco más o menos sutil sin llegar a encontrar un término medio, el dibujo de personajes es interesante: el policía es un imbécil obsesionado con su cuerpo y los terroristas son un grupo de pijos que pretenden "salvar" a los demás de aquello que ellos mismos representan. Resulta loable que el director haya querido mostrar la devastación moral en el interior de la propia sociedad israelí, sin caer en la tentación de echarle la culpa a los árabes, que bastante tienen con lo suyo. 

Djeca (Children of Sarajevo), de Aida Begic. Premio Especial del Jurado de Un Certain regard en el pasado Festival de Cannes, esta película también retrata, como la anterior, una sociedad en la que la violencia se ha convertido en forma de convivencia. Nacida de las consecuencias de la guerra, sostenida sobre la todavía latente intolerancia entre religiones, esta historia nos acerca a una joven que trata de mantener la custodia de su hermano adolescente, mientras trabaja en un restaurante y recibe las muestras de desprecio en su propio barrio por llevar un velo. La actriz Marija Pikic logró un merecido premio en el Festival de Sarajevo, porque realiza una intensa interpretación de un personaje infravalorado incluso por su propio hermano. Pero al mismo tiempo describe con precisión los efectos de una contienda fratricida, no solo en quienes la vivieron, sino también en aquellos jóvenes hijos de la guerra. Aquí, la relación entre la protagonista, que ha decidido buscar cierto sosiego en la religión islámica, y el adolescente rebelde, cuyo futuro es más bien oscuro, dedicado a trapicheos con mafias de la zona, se convierte en el elemento más interesante de una película a ratos irregular pero decididamente atractiva. 


Kauwboy, de Boudewijn Koole. Al realizador holandés debutante en el largometraje le ha salido una de las películas más poéticas en torno a la infancia que hemos visto últimamente. Sencilla en su desarrollo, se centra en la vida de un niño y su padre, y en la relación que se establece entre el chaval y una cría de pájaro a la que decide convertir en su forma de salir de una realidad a la que no quiere enfrentarse. De desarrollo narrativo sobrio, sin grandes alardes, pero con una inteligente descripción de personajes, Kauwboy es una película que se disfruta a través de los sentidos y de los colores (esa negra figura de la cría de pájaro, ese chicle de color azul), que al mismo tiempo permiten definir a los personajes. De la relación de un padre herido y un hijo indomable surge el principal conflicto de esta hermosa historia sobre la infancia y sobre la supervivencia. Kauwboy fue premiada en la Sección Generation de la pasada Berlinale, y el jurado la definió acertadamente como "una historia sobre el amor, y los claroscuros de la relación entre un padre y un hijo". Esperemos que su selección como representante holandesa a los Oscar de Hollywood le de algo más de visibilidad. 

Vuosaari (Naked Harbour), de Aku Louhimies. Otra película de historias que se cruzan y personajes más o menos abocados al drama. En esta ocasión, el director finlandés consigue enebrar una interesante mezcla de vidas paralelas que, aunque están aparentemente protagonizadas por adultos, tienen en la infancia su principal foco. Así, son los jóvenes los que acaban elaborando un discurso más coherente, y también más tenebroso, sobre cómo afecta la vida adulta a los niños, o cómo los adultos terminan siendo los peores enemigos de los chavales. Por eso también son las tramas protagonizadas solamente por adultos las que se deshilachan en este compendio de dramas superpuestos. Tal es la condición de amalgama de esta película que incluso una de las historias previstas acabó saliéndose de la mesa de montaje para ser objeto de una película independiente. Y aunque el director pretende al final darnos cierto toque de esperanza, la verdad es que su película es de todo menos optimista.  


Paradise: Love, de Ulrich Seidl. El director de títulos tan polémicos como Dog days (2001) o Import/export (2007) sigue en su empeño de retratar el lado más sórdido de la sociedad austríaca a través de una trilogía que comienza con ésta. Mientras Paradise: love se presentó en Cannes, Paradise: Faith se llevó un Premio Especial en Venecia y suponemos que Paradise: Hope estará lista para la Berlinale. Centrada en los viajes de tres mujeres desde diferentes aspectos vitales, Paradise: love habla del sexo, o mejor dicho, de la humillación sexual. Con cierto aire exhibicionista que no gusta a todo el mundo, Ulrich Seidl se adentra en ese turismo sexual de mujeres maduras buscando jóvenes cuerpos negros que ya retratara Laurent Cantet en Hacia el Sur con más sofisticación. Pero al director austríaco lo de ser sofisticado no le pega, y prefiere trasladarnos a Kenia, donde todo es más sucio, más sórdido, más real. No hay en esta película ninguna concesión a la galería, y su tendencia a la provocación es manifiesta; pero resulta efectivo ese retrato patético de estas solitarias maduras necesitadas de reconocimiento sexual, aunque sea pagando. La realidad pura y dura trasladada al cine con toda su putrefacción moral.

13 octubre, 2012

Diaz: Leña y punto

En 2001 un destacamento de la policía italiana siguió al pie de la letra la famosa frase que escupió recientemente un representante sindical español. El resultado fue una de las carnicerías más repugnantes que se hayan producido en Europa en las últimas décadas. La película Diaz: Non pulire questo sangue describe los entresijos de esta sórdida historia. 

El director Daniele Vicari ha dado un puñetazo a esta Europa recién coronada con el Premio Nobel de la Paz. Aquí, en esta limpia comunidad de fraternidad europea, se cometen auténticas barbaries de violencia y tortura protagonizadas por las "fuerzas del orden" y amparadas por los gobiernos "democráticos". Como espectador, uno ve Diaz: Non pulire questo sangue y parece que está viendo una de esas películas que con tanta eficacia nos han descrito las peores torturas de los regímenes dictatoriales. Pero los hechos que describe con una dureza y una clarividencia certeras la película de Daniele Vicari ocurrieron hace poco más de 10 años. Eso sí, aquí, en esta Unión Europea de la "paz" puedes cometer la mayor atrocidad y al día siguiente dar una rueda de prensa condenándola.

Diaz: Don't clean up this blood se presenta dentro de una semana en la Sección Oficial de la Seminci, recibió el Premio del Público en la Sección Panorama de la Berlinale, y está en la lista de posibles nominadas a los Premios del Cine Europeo. Los hechos tuvieron lugar durante aquella contracumbre a la del G8 celebrada en Génova por el movimiento antiglobalización que acabará siendo recordada por la brutalidad de los antisistema (con sus tácticas de "bloque negro" que permitían el asalto y destrozo de todo tipo de mobiliario urbano y sedes de multinacionales) y de los antidisturbios italianos. Enfrentamiento entre descerebrados cuya único lenguaje es la violencia, que provocó la muerte del joven Carlo Giuliani, mártir dramático de las manifestaciones, y el asalto, masacre y tortura de los jóvenes que ocupaban la escuela Diaz, a manos de unos energúmenos vestidos de uniforme. 

Daniele Vicari reconstruye con la fidelidad que le dan los numerosos testimonios y las posteriores investigaciones, los hechos que precedieron a la carnicería y la brutalidad que ejerció la policía en el asalto a la escuela. Y lo hace con una crudeza y una precisión en el detalle que se agradece, aunque duela. No es fácil ver una película como ésta. Cuando termina, sientes la necesidad de investigar si la descripción que se nos ha presentado ha dejado algún resquicio a la imaginación o a la exageración. Pero descubrimos que no es así. Afortunadamente, el paso del tiempo ha puesto en su sitio muchas cosas, aunque desgraciadamente no a sus responsables.

Como por ejemplo, que el ataque de los antisistema a una patrulla de la policía que se mostraba como detonante del asalto (de este hecho, de una simple botella rota, parten los distintos actos de la película), fue provocado por la policía para poder contar con el apoyo de la judicatura a su ya premeditado golpe violento. O que las otras justificaciones dadas por los mandos policiales (en rueda de prensa sin preguntas, como les gusta también a algunos políticos en España) fueron mentiras o pruebas manipuladas: las barras de acero mostradas a la prensa como armamento del grupo anarquista formaban parte en realidad de las obras de reestructuración del edificio; los dos cócteles molotov que se enseñaron como pruebas irrefutables de la violencia del "Bloque negro" fueron, según confesó un agente posteriormente, introducidas por la policía en la escuela. La última parte de la película, que nos muestra las torturas y vejaciones que sufrieron los detenidos, parecen sacadas de los peores momentos de la dictadura en Chile.

Diaz: Don't clean up this blood (el subtítulo lo toma de un improvisado cartel en inglés que pegaron en una ventana para que quedara constancia de la masacre: "No limpiar esta sangre") es un cine necesario, minucioso, bien realizado, efectivo y preciso en la descripción de unos hechos reales sin perder por ello la esencia de esa buena narración que un determinado grupo de jóvenes cineastas italianos nos viene ofreciendo desde hace algunos años, aunque las distribuidoras nos nieguen la oportunidad de ver muchas de ellas. Y hace falta que nos remuevan la conciencia para darnos cuenta de que a veces nuestros supuestos defensores en realidad nos ven como enemigos. También hay que destacar en este contundente retrato del crimen político y policial la excelente aportación del músico italiano Teho Teardo, acompañado por The Balanescu Quartet en una banda sonora de enérgica emoción que acopla, con su estilo de minimalismo electrónico, a las imágenes de la tortura.



Pero lo peor queda después de ver esta película imprescindible con los habituales títulos posteriores que nos sitúan en la realidad (como por otro lado lo hace con inteligencia el propio director mostrando a lo largo del metraje algunas imágenes reales de los acontecimientos):

De los 300 policías que participaron en el asalto solo fueron identificados y acusados 29.

45 oficiales de policía, médicos y enfermeras fueron condenados por abuso de autoridad y brutalidad contra los detenidos. El gobierno italiano indultó a la mayoría de ellos.  

Tanto el por entonces capo del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, como el primer ministro británico Tony Blair calificaron en su momento la actuación de la policía como "correcta". 

Este mismo año, el gobierno anunció que 86 de los detenidos en el asalto policial a la Escuela Diaz recibirían una compensación económica por los daños y perjuicios recibidos; entre ellos, el periodista inglés Mark Covell, objeto de una paliza (presentada en el juicio como "intento de asesinato") que le provocó la rotura de ocho costillas y 16 dientes, una perforación en el pulmón y una permanente lesión en la columna vertebral. 

Diaz: Non pulire questo sangre nos muestra el otro lado de esta Unión Europea ganadora del Premio Nobel de la Paz. Lo terrible es que muchas de las justificaciones que se dieron por parte de las autoridades en aquella carnicería se parecen mucho a las que también se han dado en nuestro país recientemente. Ya se sabe: "Leña y punto contra los violentos". Lo demás son daños colaterales.

07 octubre, 2012

Premios del Cine Europeo: 4ª Parte

Continuamos nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por los festivales internacionales más destacados o han sido reconocidos en sus respectivos países.

Sønner av Norge (Sons of Norway), de Jens Lien. Curiosa incursión en la mirada irónica hacia los tópicos de un país aparentemente tan "civilizado" como Noruega. Lo hace aproximándose a la introducción de la escena punk en la vida de una familia más o menos normal (menos que más), y con la eclosión de todo ese conglomerado de símbolos rebeldes en la vida de un chaval que acaba de entrar en la adolescencia. Entre el drama y la comedia, Sons of Norway lanza algunos aguijones hacia una sociedad que tolera aparentemente los nuevos iconos de cierta parte de la juventud, y hacia esa otra generación de hippies empeñados en mantener su status de rebeldía cuando en realidad forman parte de la mansedumbre general. La relación entre un padre y su hijo en una pequeña localidad noruega en los setenta, cuando los Sex Pistols cantaban su particular visión de la realeza británica en "God save the Queen". El estallido rebelde lo retrata a la perfección Jens Lien, aunque se le va de las manos en la segunda mitad.

Once upon a time there lived a simple woman, de Andrey Smirnov. Conocido por interpretar personajes destacados en películas como Elena, de Andrey Zvyagintsev, el veterano actor ruso Andrey Smirnov ha querido dar su visión de lo que "realmente pasó durante la dictadura de Lenin", y en especial la brutal represión que tuvo que vivir el campesinado, continuamente asediado por los soldados. La historia de una campesina desde 1909 hasta 1921 sirve para mostrar, especialmente, las continuas vejaciones que sufrieron las mujeres, primero por los hombres de su propio entorno y después por las tropas que les asediaban. En este sentido, resulta demoledora la visión que nos ofrece Andrey Smirnov, empeñado en este proyecto desde hace años. Otra cosa es que lo haga con total eficacia. Sus dos horas y media resultan agotadoras para el espectador, por su cansino planteamiento visual y por la cadencia monótona de su desarrollo. Así, aunque hay secuencias que contienen una dureza y una fuerza visual destacable, resulta poco menos que imposible identificarse con estos personajes tan sufridos, pero también tan cansinos. 

À perdre la raison, de Joachim Lafosse. El director belga es uno de esos autores bendecidos por los festivales de cine y, en consecuencia, por una parte de la cinefilia. Aunque la mayor parte de su corta producción cinematográfica no ha llegado a nuestras pantallas (ni su debut Folie privée (2004), ni la semiautobiográfica Ça rend heureux (2006), ni el retrato de la dolescencia que hizo en Élève libre (2008)), su personalidad como cineasta la dejó patente en la notable Propiedad privada (2006). Ahora, su última película consiguió el Premio a la Mejor Actriz en la Sección Un certain regard del pasado Festival de Cannes. Historia difìcil de narrar, sostenida en unas excelentes interpretaciones del veterano Niels Arestrup, el popular Tahar rahim y la joven Émilie Dequenne, tiene una zona introductoria que llega a hacerse repetitiva, pero lo hace para acabar desembocando en una auténtica catarsis. A partir de que la historia se centra en el personaje interpretado con sabiduría por Émilie Dequenne, la película alza el vuelo y se convierte en un soberbio ejercicio narrativo en torno a la familia y a la soledad. Aunque solo sea por la secuencia en la que Émilie Dequenne conduce un coche mientras asistimos a su devastación personal, la actriz se merece cualquier premio.

Amour, de Michael Haneke. Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes, Amour parece destinada a ser una de las películas del año. No le faltan méritos. A Haneke últimamente le sale todo bien, incluso hasta soportablemente bien. Pero esta película, que tiene como protagonistas a una pareja de ancianos cuya apacible existencia da un brusco giro cuando llega lo que tiene que llegar, contiene todos esos elementos que han hecho del cine de Michael Haneke en general, un mazazo a la mirada del espectador. Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva (a ella la hemos visto en grandes películas como Hiroshima, mon amour (1959), de Alain Resnais o Relato íntimo (1962), de Georges Franju), componen dos de esos personajes que son un tesoro para cualquier actor. Amour es dura, lánguida a veces, reflexiva casi siempre y dolorosa en muchos momentos. Duele verla, pero sin necesidad de que caiga en amaneramientos sentimentales de los que Michael Haneke desde luego no es muy habitual. Y esa frialdad del director austríaco la hace más dolorosa incluso. Equilibrada en su desarrollo, resulta tan impactante como la vida misma. 

L'enfant d'en haut, de Ursula Meier. La directora francesa consiguió un reconocimiento en festivales con su primera película, Home (2008). Aquí, en su segunda producción cinematográfica, ganadora del Premio Especial en el pasado Festival de Berlín, vuelve a hablar de la familia, pero con una perspectiva más reducida (la relación entre dos "hermanos"), uno de ellos un pre-adolescente que se dedica a robar equipamiento de esquí a los clientes de un lujoso resort en Suiza. Y de camino traza una sutil pero clarificadora mirada hacia la bonanza de una sociedad encerrada en sí mism, y la mierda que rodea a esta supuesta plenitud vital. Lo mejor de L'enfant d'en haut (también titulada en el mercado internacional Sister) es el retrato de estos dos personajes solitarios y realmente perdidos, espléndidamente interpretados por Kacey Mottet Klein y Léa Seydoux. En su contra, un cierto amaneramiento visual que termina resultando cansino y no ayuda a desarrollar con suficiente atención el transcurrir de este díscolo chaval y su hermana indolente. 

Io sono Li, de Andrea Segre. Historia de inmigración y relaciones personales que tiene como protagonista a una mujer china que debe regentar un bar en un pequeño pueblo italiano, y su posición frente a los habitantes de la localidad, que primero la ven como una extraña y finalmente acaban adoptándola como parte de la comunidad. Presente en la programación de la Mostra de Venecia de 2011, donde obtuvo varios premios secundarios, Io sono Li también consiguió para su protagonista, Tao Zhao, el David di Donatello a la Mejor Actriz. Destaca en este filme que en España lleva el título de La pequeña Venecia (Li y el poeta), la presencia del actor croata Rade Serbedzija en un personaje al mismo tiempo fortificado por su carácter pero humanizado por la ternura. El problema de la película es que su director, conocido filósofo italiano, se empeña tanto en dar a cada imagen una cadencia poética que termina por resultar anodina y soporífera. Hay en la película aciertos puntuales de sentimientos dosificados y de encuentros personales, pero también provocan una pereza absoluta muchas secuencias conscientemente fatigosas que terminan por dilapidar sus resultados.