Continuamos nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España aunque ya han pasado por los festivales internacionales más destacados o han sido reconocidos en sus respectivos países.
Sønner av Norge (Sons of Norway), de Jens Lien. Curiosa incursión en la mirada irónica hacia los tópicos de un país aparentemente tan "civilizado" como Noruega. Lo hace aproximándose a la introducción de la escena punk en la vida de una familia más o menos normal (menos que más), y con la eclosión de todo ese conglomerado de símbolos rebeldes en la vida de un chaval que acaba de entrar en la adolescencia. Entre el drama y la comedia, Sons of Norway lanza algunos aguijones hacia una sociedad que tolera aparentemente los nuevos iconos de cierta parte de la juventud, y hacia esa otra generación de hippies empeñados en mantener su status de rebeldía cuando en realidad forman parte de la mansedumbre general. La relación entre un padre y su hijo en una pequeña localidad noruega en los setenta, cuando los Sex Pistols cantaban su particular visión de la realeza británica en "God save the Queen". El estallido rebelde lo retrata a la perfección Jens Lien, aunque se le va de las manos en la segunda mitad.
Once upon a time there lived a simple woman, de Andrey Smirnov. Conocido por interpretar personajes destacados en películas como Elena, de Andrey Zvyagintsev, el veterano actor ruso Andrey Smirnov ha querido dar su visión de lo que "realmente pasó durante la dictadura de Lenin", y en especial la brutal represión que tuvo que vivir el campesinado, continuamente asediado por los soldados. La historia de una campesina desde 1909 hasta 1921 sirve para mostrar, especialmente, las continuas vejaciones que sufrieron las mujeres, primero por los hombres de su propio entorno y después por las tropas que les asediaban. En este sentido, resulta demoledora la visión que nos ofrece Andrey Smirnov, empeñado en este proyecto desde hace años. Otra cosa es que lo haga con total eficacia. Sus dos horas y media resultan agotadoras para el espectador, por su cansino planteamiento visual y por la cadencia monótona de su desarrollo. Así, aunque hay secuencias que contienen una dureza y una fuerza visual destacable, resulta poco menos que imposible identificarse con estos personajes tan sufridos, pero también tan cansinos.
À perdre la raison, de Joachim Lafosse. El director belga es uno de esos autores bendecidos por los festivales de cine y, en consecuencia, por una parte de la cinefilia. Aunque la mayor parte de su corta producción cinematográfica no ha llegado a nuestras pantallas (ni su debut Folie privée (2004), ni la semiautobiográfica Ça rend heureux (2006), ni el retrato de la dolescencia que hizo en Élève libre (2008)), su personalidad como cineasta la dejó patente en la notable Propiedad privada (2006). Ahora, su última película consiguió el Premio a la Mejor Actriz en la Sección Un certain regard del pasado Festival de Cannes. Historia difìcil de narrar, sostenida en unas excelentes interpretaciones del veterano Niels Arestrup, el popular Tahar rahim y la joven Émilie Dequenne, tiene una zona introductoria que llega a hacerse repetitiva, pero lo hace para acabar desembocando en una auténtica catarsis. A partir de que la historia se centra en el personaje interpretado con sabiduría por Émilie Dequenne, la película alza el vuelo y se convierte en un soberbio ejercicio narrativo en torno a la familia y a la soledad. Aunque solo sea por la secuencia en la que Émilie Dequenne conduce un coche mientras asistimos a su devastación personal, la actriz se merece cualquier premio.
Amour, de Michael Haneke. Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes, Amour parece destinada a ser una de las películas del año. No le faltan méritos. A Haneke últimamente le sale todo bien, incluso hasta soportablemente bien. Pero esta película, que tiene como protagonistas a una pareja de ancianos cuya apacible existencia da un brusco giro cuando llega lo que tiene que llegar, contiene todos esos elementos que han hecho del cine de Michael Haneke en general, un mazazo a la mirada del espectador. Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva (a ella la hemos visto en grandes películas como Hiroshima, mon amour (1959), de Alain Resnais o Relato íntimo (1962), de Georges Franju), componen dos de esos personajes que son un tesoro para cualquier actor. Amour es dura, lánguida a veces, reflexiva casi siempre y dolorosa en muchos momentos. Duele verla, pero sin necesidad de que caiga en amaneramientos sentimentales de los que Michael Haneke desde luego no es muy habitual. Y esa frialdad del director austríaco la hace más dolorosa incluso. Equilibrada en su desarrollo, resulta tan impactante como la vida misma.
L'enfant d'en haut, de Ursula Meier. La directora francesa consiguió un reconocimiento en festivales con su primera película, Home (2008). Aquí, en su segunda producción cinematográfica, ganadora del Premio Especial en el pasado Festival de Berlín, vuelve a hablar de la familia, pero con una perspectiva más reducida (la relación entre dos "hermanos"), uno de ellos un pre-adolescente que se dedica a robar equipamiento de esquí a los clientes de un lujoso resort en Suiza. Y de camino traza una sutil pero clarificadora mirada hacia la bonanza de una sociedad encerrada en sí mism, y la mierda que rodea a esta supuesta plenitud vital. Lo mejor de L'enfant d'en haut (también titulada en el mercado internacional Sister) es el retrato de estos dos personajes solitarios y realmente perdidos, espléndidamente interpretados por Kacey Mottet Klein y Léa Seydoux. En su contra, un cierto amaneramiento visual que termina resultando cansino y no ayuda a desarrollar con suficiente atención el transcurrir de este díscolo chaval y su hermana indolente.
Io sono Li, de Andrea Segre. Historia de inmigración y relaciones personales que tiene como protagonista a una mujer china que debe regentar un bar en un pequeño pueblo italiano, y su posición frente a los habitantes de la localidad, que primero la ven como una extraña y finalmente acaban adoptándola como parte de la comunidad. Presente en la programación de la Mostra de Venecia de 2011, donde obtuvo varios premios secundarios, Io sono Li también consiguió para su protagonista, Tao Zhao, el David di Donatello a la Mejor Actriz. Destaca en este filme que en España lleva el título de La pequeña Venecia (Li y el poeta), la presencia del actor croata Rade Serbedzija en un personaje al mismo tiempo fortificado por su carácter pero humanizado por la ternura. El problema de la película es que su director, conocido filósofo italiano, se empeña tanto en dar a cada imagen una cadencia poética que termina por resultar anodina y soporífera. Hay en la película aciertos puntuales de sentimientos dosificados y de encuentros personales, pero también provocan una pereza absoluta muchas secuencias conscientemente fatigosas que terminan por dilapidar sus resultados.
L'enfant d'en haut, de Ursula Meier. La directora francesa consiguió un reconocimiento en festivales con su primera película, Home (2008). Aquí, en su segunda producción cinematográfica, ganadora del Premio Especial en el pasado Festival de Berlín, vuelve a hablar de la familia, pero con una perspectiva más reducida (la relación entre dos "hermanos"), uno de ellos un pre-adolescente que se dedica a robar equipamiento de esquí a los clientes de un lujoso resort en Suiza. Y de camino traza una sutil pero clarificadora mirada hacia la bonanza de una sociedad encerrada en sí mism, y la mierda que rodea a esta supuesta plenitud vital. Lo mejor de L'enfant d'en haut (también titulada en el mercado internacional Sister) es el retrato de estos dos personajes solitarios y realmente perdidos, espléndidamente interpretados por Kacey Mottet Klein y Léa Seydoux. En su contra, un cierto amaneramiento visual que termina resultando cansino y no ayuda a desarrollar con suficiente atención el transcurrir de este díscolo chaval y su hermana indolente.
Io sono Li, de Andrea Segre. Historia de inmigración y relaciones personales que tiene como protagonista a una mujer china que debe regentar un bar en un pequeño pueblo italiano, y su posición frente a los habitantes de la localidad, que primero la ven como una extraña y finalmente acaban adoptándola como parte de la comunidad. Presente en la programación de la Mostra de Venecia de 2011, donde obtuvo varios premios secundarios, Io sono Li también consiguió para su protagonista, Tao Zhao, el David di Donatello a la Mejor Actriz. Destaca en este filme que en España lleva el título de La pequeña Venecia (Li y el poeta), la presencia del actor croata Rade Serbedzija en un personaje al mismo tiempo fortificado por su carácter pero humanizado por la ternura. El problema de la película es que su director, conocido filósofo italiano, se empeña tanto en dar a cada imagen una cadencia poética que termina por resultar anodina y soporífera. Hay en la película aciertos puntuales de sentimientos dosificados y de encuentros personales, pero también provocan una pereza absoluta muchas secuencias conscientemente fatigosas que terminan por dilapidar sus resultados.
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