29 junio, 2025

Sheffield '25 - Parte 5: Reconstruir la memoria

A través de diferentes producciones que proviene del continente americano nos acercamos en esta crónica de Sheffield Doc Fest a películas que tratan de reconstruir la memoria, bien a través de documentos y archivos audiovisuales, o bien desde las narrativas que se cuentan en los paseos turísticos por los restos de una época aparentemente mejor. La memoria también está presente en los recuerdos de las canciones de Pablo Milanés y su necesidad de pasar los últimos años de su vida alejado de su tierra. 

Para vivir, el implacable tiempo de Pablo Milanés

Fabien Pasini

México, España, Estados Unidos 2025 | Rhythms | ★


Tres años después de su rodaje, este documental dedicado al cantante Pablo Milanés (1943, Cuba-2022, España) finalmente se ha estrenado en el Festival de Sheffield. Aunque en España tuvo a algunos de sus principales amigos, los últimos años de su vida se vio obligado a vivir en Madrid sintiendo nostalgia por Cuba, donde no existía tratamiento para su enfermedad, un tipo de cáncer que disminuye la respuesta inmunitaria: "Estoy condenado a vivir en España hasta que me muera", dice en la película. Estaba atrapado en un país en el que sin embargo ha sido acogido siempre con cariño, y en el que encontró a algunos de sus amigos en el mundo de la música, que participaron en el importante álbum Querido Pablo (1985, Sony Music), y que tienen apariciones en este documental: Joan Manuel Serrat, Ana Belén o Joaquín Sabina, quizás aportando solo recuerdos vagos, pero apoyando de nuevo su figura. Pablo Milanés ha cantado al paso del tiempo y las huellas que deja en el entorno y en nosotros mismos, como en la canción "El tiempo, el implacable, el que pasó" que incluyó en su álbum La vida no vale nada (1976, Universal Music Spain), donde también sonaba "Para vivir", otro de los himnos de su carrera musical que conforman parte del título de esta hermosa película. Dice Pablo Milanés en este retrato íntimo que recorre su trayectoria mezclada con su vida cotidiana junto a su familia en un piso de Madrid, que echa de menos "el mango y el mamey, que es lo mejor del mundo". Pero también habla de su relación cambiante con la esperanza de la revolución y la decepción de la represión: "Entre el sueño y el desengaño ha habido poco margen. Junto con todas las ilusiones puestas en el tapete había que poner también todas las pérdidas", dice Joan Manuel Serrat. Se mencionan sus comienzos en la música participando en el Cuarteto del Rey y la primera oportunidad que le dio Silvio Rodríguez en un programa de televisión que presentaba, como recuerda Omara Portuondo, que fue quien les presentó. Poco después del comienzo de la revolución cubana que culminó en 1959, pero en la que todavía no se sentía implicado, como cuenta Pablo Milanés: "La gente estaba corriendo por las calles, rompiendo cristales. Y nosotros nos pusimos a escuchar un disco que había hecho Vicentico Valdés con la Sonora Matancera". La filóloga Rosa Marquetti, una de sus colaboradoras en la Fundación que creó, quien escribió un artículo dedicado al cantante en The Washington Post cuando murió, comenta que "todos queríamos ser cultos, queríamos saber, queríamos todo aquello que nos sacara de la simpleza". Pablo Milanés cantó las canciones de la película La primera carga al machete (Manuel Octavio Gómez, 1967), con guión de Julio García Espinosa, sobre la independencia cubana en 1895. En ese rodaje conoció a Yolanda Benet, que se convertiría en su segunda esposa e inspiradora de una canción de amor eterna: "Yolanda" (1970), publicada en el álbum Yo me quedo (1982, Universal Music Spain). 

Los ensayos con sus hijos menores en Madrid, las referencias a una enfermedad que ya sabía que acabaría en un final inevitable o la permanencia lejos de la querida Cuba reflejan la intimidad de un hombre que asume su destino. Pablo Milanés fue desde joven una persona vulnerable y enferma que llevaba una prótesis de cadera desde que tenía 35 años. Pero el aspecto más relevante de este retrato es su relación con la revolución cubana, desde que fue recluido en un campo de concentración, la llamada Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP) cuando tenía 23 años, hasta convertirse en uno de los referentes a través del nacimiento en 1972 de la Nueva Trova Cubana, junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola. Pero se recuerda que fue una estrategia para usar a los jóvenes cantantes para difundir la revolución. Lo que hace Pablo Milanés, según Caco Senante, es "introducir la vivencia de una relación amorosa dentro del contexto de una revolución". Pero la censura que se quiso imponer en la celebración del Festival de Varadero en 1987, que organizaba Pablo Milanés, en relación a la participación del artista Fito Páez, fue el primer gran desencuentro del cantante cubano con Fidel Castro. Juan Pin Vilar, director del documental La Habana de Fito (2024), comenta que "Fidel Castro nunca le perdonó, y cuando publicó su libro de 100 fotos de la revolución, incluyó una fotografía en la que está sentado junto a Fito Páez y Pablo, pero dejándolo fuera de la imagen". Incluso en el último concierto que Pablo Milanés dio en La Habana en 2022, pocos meses antes de morir, tuvo que enfrentarse a la corrupción institucional cubana cuando solo se pusieron a la venta para el público 300 entradas, reservando 1500 para invitaciones y compromisos políticos, lo que finalmente obligó a cambiar el emplazamiento del concierto. En un hermoso montaje entre la última vez que Pablo Milanés cantó frente al público cubano que le adoraba y otros conciertos ofrecidos a lo largo de su carrera musical, se refleja la eternidad de su música: "Amo esta isla, soy del Caribe. Jamás podría pisar tierra firme, porque me inhibe", cantaba en "Amo esta isla" (1982) de su álbum Yo me quedo (1982, Universal Music Spain). Aunque finalmente tuvo que resignarse a vivir sus últimos años en tierra firme.

© Noah Collier

Natchez

Suzanna Herbert

Estados Unidos 2025 | Debates | ★

Tribeca '25: Mejor Documental, Mención Especial Fotografía, Mención Especial Montaje


Reproduciendo la imagen de Scarlett O'Hara en Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1939), una de las protagonistas de esta entretenida y esclarecedora película de Suzanna Herbert, que nació en Memphis y conoce bien las dinámicas de los antiguos Estados confederados, se adentra en la alternancia de las narrativas históricas y la dependencia de una imagen dulcificada que se ha creado para atraer a los turistas, pero que en los últimos años ha ido perdiendo interés. Es interesante ver esta película en el contexto de las políticas de reinterpretación de la Historia que está llevando a cabo la nueva administración norteamericana, con el borrado de las referencias raciales de los museos y bibliotecas, para en realidad esconder la verdad del racismo. Y sería interesante saber cómo estas iniciativas que pretenden imponer de nuevo una mirada supremacista ha afectado a ciudades com Natchez, en Mississippi. La constancia de que en muchas de las mansiones confederadas que se muestran en los tour turísticos permanecen en los patios traseros los barracones donde vivían los esclavos, pero que han sido eliminados adecuadamente de muchas visitas, refleja la manera en que se cuenta la Historia según quién sea el narrador. Una de ellas es Tracy McCartney, que no es descendiente de los esclavistas que construyeron las grandes casas que se muestran a los turistas, pero se enamoró de ese ambiente sureño y se casó con uno de ellos, aunque su matrimonio comienza a deteriorarse y a poner en peligro su privilegiada posición. A Tracy le gusta vestirse con los trajes de la época, los que llevaba Scarlett O'Hara en la película de Victor Fleming, con miriñaques que a veces resultan complicados cuando tiene que subirse a un coche, en una escena cómica que es al mismo tiempo significativa de su vida anacrónica. Pero Natchez (Suzana Herbert, 2025) quiere reflexionar sobre las narrativas históricas a través de varios de los que han convertido éstas en una forma de mantener el impacto económico que supone el turismo. David Garner es el orgulloso heredero de una de esas mansiones, Choctaw Hall, construida alrededor de 1836 con un diseño que mezcla el estilo neogriego y federal, y ahora sirve como un Bed & Breakfast de lujo que refleja el esplendor de la alta sociedad que se mantuvo gracias a las plantaciones de algodón trabajadas por los esclavos. David es también un representante orgulloso de la comunidad LGBTIQ+, está casado y no le preocupan las protestas de manifestantes en contra de algunas fiestas de drag queens que celebra en su mansión, pero al mismo tiempo es profundamente racista y, quizás alimentando la fama que se ha creado, suele hacer comentarios despectivos hacia los esclavos mientras enseña su lujosa casa, generalmente recibidos con humor por los visitantes. 

En el lado opuesto de la narrativa histórica se encuentra Tracy "Rev" Collins, un reverendo que dedica su tiempo libre a servir como guía turístico, pero en este caso prefiere alejarse de los brillos lujosos de las mansiones para mostrar Forks of the Road, que fue en su día el segundo mercado de esclavos de los Estados Confederados. Mientras que la carismática Deborah Cosey, la primera miembro afroamericana del Natchez Garden Club y Kathleen Bond, empleada del Servicio de Parques Nacionales, ofrecen una mirada histórica que refleja el punto de vista de la esclavitud que se borra de las visitas a las mansiones. Poco después de la pandemia del coronavirus, la ciudad de Natchez vive en una encrucijada en la que las protestas raciales han afectado el interés por esa visión blanca y dulcificada de la Historia, con las generaciones jóvenes cada vez menos interesadas en el cosplay de Tracy McCartney y los exabruptos racistas de David Garner.  Pero en Natchez, la directora Suzanna Herbert refleja esta representación blanqueada a través de las omisiones que se hacen, de manera que se revela su condición de narrativa reconstruida. Y este debate es el que se presenta en una película en la que también se manifiestan los conflictos entre vecinos que tienen diferentes perspectivas, como el dueño de un taller mecánico que abraza la mirada supremacista y hace comentarios sobre la realidad de lo que cuenta Rev, en un enfrentamiento verbal que es amable y hasta simpático, pero que muestra una división absolutamente palpable. La ciudad de Natchez también se describe desde sus contradicciones, a través del orgullo de haber tenido un alcalde de raza negra y también de haber sido la primera ciudad de Mississippi en elegir un alcalde gay. Estas aperturas progresistas son un reflejo de los conflictos permanentes de su propio entorno, y la directora y su co-guionista Pablo Proenza hacen un buen trabajo a la hora de presentar primero el magnetismo de la nostalgia para reflejar después la realidad esclavista que se esconde detrás. 

Bajo las banderas, el sol

Juanjo Pereira

Paraguay, Argentina, Estados Unidos, Alemania, Francia 2025 | Memories | ★

Festival de Berlín '25: Premio FIPRESCI

BAFICI '25: Mejor Película Internacional


Uno de los dictadores latinoamericanos que menos presente ha estado en el cine es Alfredo Stroessner, que estuvo en el poder en Paraguay durante treinta y cinco años, de 1954 a 1989, entre dos golpes de Estado que le permitieron acceder al gobierno y le llevaron al derrocamiento. Una imagen significativa de este documental, que se aproxima desde la mirada de los archivos históricos a todo su mandato dictatorial, es la que muestra la estatua de Stroessner siendo derribada en 1991 de su soporte en el Monumento a la Paz Victoriosa del Cerro Lambaré, en Asunción. Llegaron a producirse ofertas para comprar la estatua de cinco metros de altura, pero finalmente algunos de sus restos fueron utilizados por el artista Carlos Colombino en el monumento de la Plaza de los Desaparecidos. Pero, tras ser cortada por empleados municipales, los pies permanecen en el mismo soporte, una representación subrayada por la atención que le dedica el montaje, a la permanencia de una memoria que sigue formando parte de la sociedad paraguaya, recordándonos al final de la película que el Partido Colorado que apoyó a Alfredo Stroessner ha seguido gobernando el país hasta la actualidad, con el presidente Horacio Cortés que ganó las elecciones de 2023. Algunas películas de ficción como Matar a un muerto (Hugo Giménez, 2019) se han desarrollado durante la dictadura de Paraguay, pero a pesar de ser la más duradera de Latinoamérica, no se ha producido hasta ahora una retrospectiva histórica como la que lleva a cabo el documental Bajo las banderas, el sol (Juanjo Pereira, 2025), premio FIPRESCI en la sección Panorama del Festival de Berlín y premio a la Mejor Película Internacional en Bafici. Y resulta meritorio porque la memoria cinematográfica que se muestra surge de una labor de documentación realizada por el director y Sofía Lena Monardo desde un país como Paraguay donde no existe un Archivo Nacional audiovisual. Alejado de los documentales de metraje encontrado (found footage), ésta es una película de archivos que utiliza metraje buscado, procedente de diez países que han conservado imágenes de la dictadura. Esto ofrece una perspectiva interesante que elabora una reflexión sobre la forma en que un país es captado desde la mirada externa. Más que una película sobre Paraguay se trata de una película sobre cómo un gobierno autoritario es reflejado en los medios de comunicación. Y ésta es una de las características de un documental que se aleja de las posibles referencias al cine de Sergei Loznitsa (1964, Bielorrusia) o Tomasz Wolski (1977, Polonia), para acercarse más a la influencia de Chris Marker (1921-2021, Francia). 

Esta reconstrucción de la memoria también se realizar a partir de imágenes rodadas en un contexto propagandístico de la dictadura, presentando la perdurabilidad de un gobierno autoritario que se autorretrata para una posteridad que interpreta esas imágenes de una forma distinta, no como el reflejo de un gran gobernante sino como la memoria de un dictador sanguinario. Algunos familiares de las víctimas de esa etapa terrorífica en Paraguay se exiliaron a países como Francia, y parte de los archivos que se muestran provienen precisamente de este país junto a otros como Brasil, Argentina, Estados Unidos, Alemania o España. Numerosas horas de materiales en diversos formatos que proceden de noticieros, transmisiones de la televisión pública, películas de propaganda y documentos desclasificados. En orden cronológico, Bajo las banderas, el sol describe el asalto al poder de Alfredo Stroessner y muestra la progresiva radicalización de su permanencia en el poder que se calcula que dejó 20.000 muertos y desaparecidos. Se subraya especialmente su buena relación con mandatarios extranjeros como George Pompidou en Francia o Francisco Franco en España, y su interés personal en otorgar la nacionalidad paraguaya al nazi Josef Mengele, negándose a extraditarlo a Alemania, aunque acabó huyendo del país por temor a ser capturado por los servicios secretos israelíes. Y la implicación de Estados Unidos en el mantenimiento de las principales dictaduras latinoamericanas a través de la Operación Cóndor. Es un trabajo de edición minucioso que introduce a veces elementos de interpretación en las imágenes, mostrándolas a diferentes velocidades o envolviéndolas en algunos efectos luminosos, creando un juego de experimentación que acerca a esta película a los documentales latinoamericanos de los años setenta. Lo que no consigue del todo es trasladar esa intencionalidad que se refleja en los pies que han quedado en el Cerro Lambaré, como un reflejo de los asuntos pendientes y el peso de la permanencia de un partido que apoyó al dictador (Mario Abdo, presidente elegido democráticamente en 2018, era hijo del secretario personal de Stroessner). La tibieza con la que Paraguay ha asumido la complicidad del Partido Colorado con la dictadura ha conducido a la falta de investigación, lentitud en el rescate de los cadáveres de fosas comunes y escasa justicia contra los culpables de crímenes durante la dictadura, que ni siquiera se estudia en las escuelas. Pero esta reflexión en la película queda diluida por la sucesión de momentos históricos durante la permanencia de Alfredo Stroessner en el poder.

Hijo de tigre y mula

Annie Canavaggio

Panamá, Colombia 2025 | Memories | ★


Otra figura poco conocida en el ámbito internacional fue el general Omar Torrijos, que llegó al poder en Panamá a través de un golpe de Estado en 1968 y cambió la Constitución en 1972 para otorgarse poderes casi absolutos, nombrándose como Líder Máximo de la Revolución Panameña. Pero su gobierno hasta 1981, cuando murió en un accidente aéreo sobre el que algunos todavía guardan ciertas sospechas, llevó a cabo políticas de redistribución de las tierras y él mismo, que se definía como "un dictador convicto, confeso y converso", fue amigo de Salvador Allende, acogiendo a muchos refugiados de la dictadura chilena. También tuvo una larga amistad con el escritor Gabriel García Márquez, que le definió como "un híbrido de mula y tigre, con la terquedad de la primera y la astucia certera del segundo", de donde procede el título de este documental, que se centra sobre todo en su capacidad para mirar a los Estados Unidos de frente y renegociar el tratado existente desde 1903 sobre la propiedad del Canal de Panamá. A través de imágenes de archivo rescatadas que ofrecen una visión interna de un proceso largo que duró 14 años y tuvo como protagonistas a tres presidentes norteamericanos, Hijo de tigre y mula (Annie Canavaggio, 2025) describe una compleja red de diplomacia e intrigas internacionales, que tuvieron como protagonista a Omar Torrijos, y que culminó con la firma de los Tratados Torrijos-Carter de 1977, según los cuales se legalizaban las bases militares norteamericanas y se establecía la neutralidad del Canal de Panamá a perpetuidad, así como una fecha para el fin de la presencia militar norteamericana y su devolución el 31 de diciembre de 1999. Hasta entonces se llevaron a cabo negociaciones con Henry Kissinger durante el gobierno de Richard Nixon, su sucesor Gerald Ford y el demócrata Jimmy Carter. Cuando hace unos meses se produjeron declaraciones del lado norteamericano sobre la posibilidad de recuperar el Canal de Panamá, una opción rechazada por el gobierno panameño, posiblemente se trataba de una de esa cortinas de humo para distraer la atención que suele utilizar el actual gobierno de Estados Unidos, así como un acto de presión para negociaciones que pudieran favorecerle. Pero también propiciaron el éxito de esta película cuando se estrenó en las salas de cine de Panamá el pasado mes de marzo, consiguiendo superar en taquilla a blockbusters como Capitán América: Brave New World (Julius Onah, 2025) y Blancanieves (Marc Webb, 2025). 

Igual que comentábamos antes con respecto a Paraguay, también en las escuelas de Panamá hay una absoluta ausencia de estudios sobre este período de negociaciones, y muchos panameños de nuevas generaciones asumen que el Canal ha sido siempre propiedad de Panamá, lo que está corregido en esta película a través de imágenes en las que se ve el territorio habitado por muchos ciudadanos norteamericanos, a los que se llamaba "zoneítas", que habían participado en la construcción del Canal, viviendo según sus costumbres estadounidenses con buenos recursos económicos, y un país recién independizado de Colombia que se encontró literalmente dividido en dos partes. Hijo de tigre y mula destaca sobre todo la capacidad de Omar Torrijos para unificar a su propio país mientras por otro lado mantenía un pulso firme con Estados Unidos, y aunque se menciona el golpe de Estado que le llevó al poder en 1968, no se profundiza demasiado en sus políticas autoritarias al reclamar para sí amplias franjas de poder absoluto. Hay una cierta mirada reivindicativa hacia la figura de Torrijos, destacando sobre todo su estrategia casi ajedrecista para mantener las negociaciones abiertas durante los períodos más reacios de los gobiernos norteamericanos a entregar una zona tan estratégica del Pacífico. En la actualidad, la excusa de que hay una influencia importante de China sobre el comercio en el Canal de Panamá ha impulsado los discursos estadounidenses sobre la narrativa de la recuperación, sobre todo como una amenaza. Uno de los aspectos más desconocidos de estas negociaciones, incluso para muchos panameños, es la gira que llevó a cabo Omar Torrijos por varios países europeos para conseguir el apoyo de sus gobiernos en su reclamación de la devolución, reuniéndose con líderes como el presidente Adolfo Suárez en España. El documental sigue una estructura tradicional, incluyendo numerosas imágenes de archivo e intervenciones de algunos de los que participaron en estas negociaciones, como Arístides Royo, Adolfo Ahumada, Nicolás Arditto Barletta, Omar Jaén y Ricardo de la Espriella, subrayando que algunos de ellos tenían incluso ideologías opuestas, pero decidieron unirse para alcanzar un objetivo común, algo que posiblemente es difícil de conseguir hoy en día en cualquier gobierno. Hijo de tigre y mula es también el relato de un país que luchó durante décadas por su autonomía y su independencia.  

© Fernando Bracho Bracho

Casas muertas

Rosana Matecki

Venezuela, Ecuador, Canadá 2025 | People & Community | ★

Hot Docs '25: Competición Canadian Spectrum


Algunos documentales de la programación de Sheffield Doc Fest han abordado la crisis migratoria de Venezuela, como Carmela y los caminantes (Luis Herrera, Esteban Coloma, 2025) y Si vas para Chile (Sebastián González, Amílcar Infante, 2025), que se convierte también en el trasfondo para esta historia centrada, sin embargo, en aquellos que se han quedado, no en los que han iniciado el traslado a otros países. Tomando como referente para su título el libro Casas muertas (1955, Ed. Trotalibros) del escritor Miguel Otero Silva, que se desarrolla en medio de la estructura ruinosa de un pueblo ficticio llamado Ortiz, antaño un lugar de prosperidad, el documental de la directora, afincada en Montreal, Rosana Matecki (1969, Venezuela), también habla del naufragio de un país a través de la poderosa imagen de la Iglesia de San isidro Labrador que permanece resistiendo como único reflejo de Potosí, un pueblo que fue anegado por el gobierno venezolano en 1984 para construir el Complejo Hidroeléctrico Uribante Caparo, desalojando a todos sus habitantes. La torre de la iglesia, que se cubre en diferentes alturas a lo largo del año, es el reflejo de una resiliencia que también representa Isabel, una mujer anciana que vivió en Potosí, y continúa regresando para observar la iglesia que ha quedado en pie "como un milagro". Isabel, que falleció el año pasado antes de que la película se estrenara en el festival Hot Docs, es la única habitante del pueblo que seguía visitándolo, aunque también se muestra una celebración de antiguos residentes que acampan cerca de las aguas que lo cubrieron. Esta idea del hundimiento es la más representativa de una película que se acerca a otras "casas muertas" a través de venezolanos que están conectados con la memoria. La más dolorosa es la que transmite el silencio de la que habitan Elvira y Gregorio, los padres de un joven que murió asesinado por la policía durante las protestas de 2017. La habitación de Juan Pablo ha permanecido tal como la dejó el día en que salió para participar en unas manifestaciones de las que no volvió, mientras sus padres siguen reclamando una justicia que ni el gobierno ni la policía quieren. Posiblemente una de las imágenes más significativas es la de un mural en el que se ha pintado la cara de Juan Pablo, que es cubierto con pintura durante la noche por un funcionario municipal. La idea de un país que trata de borrar las huellas del pasado se contrasta sin embargo con la resistencia interior de jóvenes que llevan tatuadas en sus cuerpos las caras de los asesinados, como Neomar Lander, un joven activista que también murió durante las protestas de 2017 en contra del régimen de Nicolás Maduro, y que ha quedado como uno de los rostros más visibles de la resistencia venezolana. 

Casas muertas (Rosana Matecki, 2025) es una película en la que sus protagonistas parecen convivir con los fantasmas del pasado, como la casa en la que habita Jesús, un hombre que trabajó como contador antes de la llegada de Hugo Chávez al poder, y que posteriormente ha tenido que ganarse la vida en la calle, hasta que consiguió hace once años uno de los nuevos oficios que se han desarrollado en el país debido a la emigración: el de cuidador de la casa que sus propietarios dejaron atrás cuando se marcharon. Es una propiedad grande que Jesús se encarga de limpiar y mantener, pero que se ha convertido con los años en su propia hogar, siempre con la perspectiva de que sus propietarios decidan venderla o regresar.  Esta otra casa muerta refleja sin embargo la soledad de un hombre que ha tenido que sobrevivir vendiendo juguetes en la calle. También se enfrenta a esta soledad el joven Darwin, porque toda su familia ha emigrado mientras él se quedó en Venezuela, dedicándose ahora a trabajar en una pequeña barbería que ha conseguido montar. Habitante del pueblo originario de la directora, este joven ha conseguido evitar involucrarse en la delincuencia para tener un trabajo propio, pero tiene todavía la esperanza de poder salir también del país en algún momento. Casas muertas es una película que adopta cierto carácter poético a través de la narración de Rosana Matecki, que esquiva el riesgo de resultar pretenciosa porque sirve como nexo de unión a un relato colectivo, y que se recrea en las imágenes de una naturaleza, la que rodea al antiguo pueblo de Potosí, que parece un espacio de sanación. Pero también muestra los espacios en ruinas, las habitaciones silenciosas y la memoria de unas protestas que se reflejan en una piscina como un testamento de los que perdieron la vida. Es una película hermosa que transmite el dolor del duelo y de la ausencia, pero que también deja espacio para la luz que representa la resistencia, como esa torre de una iglesia que nadie pudo derribar. 

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Películas mencionadas:

La Habana de Fito y Lo que el viento se llevó se pueden ver en Filmin.
Capitán América: Brave new world y Blancanieves se pueden ver en Disney+.

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