25 septiembre, 2020

Play-Doc 2020: La maestría en los documentales

Nuestra segunda crónica por la programación de Play-Doc. Festival de Cine Documental de Tui nos lleva en esta ocasión a parte de sus ciclos paralelos, que este año se pueden disfrutar a través de la plataforma Filmin. El festival ha acogido a lo largo de sus dieciséis años retorspectivas interesantes sobre nombres fundamentales del género, y en esta edición especial, híbrida entre presencial y online, se nos presenta un resumen de algunas joyas de cine documental que es interesante revisar, porque muchas de ellas no forman parte habitualmente del contenido más comercial de las plataformas. Por las diferentes ediciones de Play-Doc han pasado retrospectivas de cineastas como Humberto Mauro, Aloysio Raulino, Ozualdo Candeias, Dominic Gagnon, Lech Kowalski, Les Blank o Ross McElwee, todos ellos nombres propios del cine que capta la realidad. Y de ellos se incluyen en la edición online algunas píldoras de su trabajo, algunas muestras que sirven para despertar nuestro paladar cinéfilo e invitarnos a tratar de redescubrir su cine. 

Humberto Mauro

Padre del cine brasileño, pionero y prolífico realizador de películas en los años 20 y 30, que desarrolló su carrera hasta los años 50. Y aunque su último largometraje fue Canto da saudade (1952), siguió realizando cortometrajes hasta el final de su vida. A Humberto Mauro se le debe un lenguaje cinematográfico muy característico del cine brasileño, pegado a la tierra, que está en sus películas de ficción, buena parte de su primera etapa como director, hasta que a partir de los años treinta se rinde al cine documental y realiza, aparte de largometrajes, unos 300 cortometrajes de muy diferentes temáticas, pero siempre con la mirada puesta en su país. Y aunque muchas de estas producciones correspondían al Instituto de Cine Educativo, cuyo objetivo era transmitir formación a los espectadores, se trata de una representación imprescindible del Brasil de la época. En la serie As Brasilianas (1945-1956), por ejemplo, se incluyen numerosas grabaciones de música folclórica realizadas a lo largo de diez años. 

El actor André Di Mauro, uno de los intérpretes más populares del cine y la televisión de Brasil, al que hemos visto en películas como Tropa de élite (José Padilha, 2007), es sobrino-nieto del director, y ha dirigido recientemente el documental Humberto Mauro (André Di Mauro, 2018), un homenaje al cineasta que se construye en base a las imágenes de sus películas. No se trata de un acercamiento tradicional, con entrevistas e imágenes de archivo, sino que realiza una mezcla singular entre poéticos fragmentos de su cine y momentos en los que le vemos, ya anciano, con su pequeña cámara realizando grabaciones. Aunque disperso en su ejecución, el documental que fue presentado en la Mostra de Venecia 2018, se sirve de la música y también de fragmentos de entrevistas con Humberto Mauro para realizar un retrato que tiene más que ver con los sentidos que con la simple descripción de su vida. Es una apuesta arriesgada, que no resulta del todo equilibrada, pero que propone una mirada cinéfila singular y absorbente. 

Ozualdo Candeias

Otro de los nombres fundamentales del cine brasileño, cuya filmografía se desarrolla entre los años 60 y 80, y que cuenta con un lenguaje narrativo muy personal, en el que no están claras las fronteras entre la ficción y el documental. Podríamos catalogarla como una especie de documental ficcionado, una escenificación de la realidad. Ozualdo Candeias, que era director, guionista, montador y cámara en muchas de sus películas, y a veces aparecía también en escena, provenía de una familia de agricultores y desempeñó diversos trabajos antes de dedicarse al cine. Fue taxista, camionero, oficinista, agricultor, obrero... Estas vivencias personales le llevan a convertirse en uno de los más claros transmisores de la sociedad brasileña. Por ejemplo, uno de sus títulos más conocidos, A opção ou As Rosas da estrada (Ozualdo Candeias, 1981) se centra en la prostitución que ejercen mujeres en la carretera, cuyos clientes son principalmente camioneros. La "opción" a la que hace referencia el título es, en realidad, una "no-opción", porque las protagonistas, que trabajan en la recogida de caña de azúcar, y experimentan la explotación de su mano de obra, viviendo en barracas junto a la carretera, bañándose en un riachuelo cercano, no encuentran otra forma de salir de su situación que dedicarse a la prostitución. 

"En nuestro país nos gusta follar en los camiones", se lee en una pintada que se encuentra en un baño público. La frase está, claramente, escrita por un hombre, porque posiblemente a estas mujeres no les gusta follar en los camiones. Pero es una visión clara de esa actitud de prepotencia que vemos también en algunas de las escenas recreadas de encuentros sexuales entre los hombres y las prostitutas, una imposición de la sumisión y del abuso sexual. La mezcla entre ficción y documental elabora un lenguaje particular en el que no pierde eficacia la visión de la realidad, que aparentemente finaliza con un tono de esperanza, cuando algunas de estas mujeres consigue llegar a la ciudad, pero donde se encuentran de nuevo con la explotación en un entorno, si cabe, más peligroso. 

Paulo Sacramento

Desarrollando su carrera cinematográfica como montador, principalmente, Paulo Sacramento ha realizado algunas incursiones como director en el género documental y la ficción. Su última película de ficción es O olho e a faca (Paulo Sacramento, 2019), una reflexión sobre los fascismos cotidianos en su país. Pero el título más destacado de su filmografía es O prisioneiro da grade de ferro (Auto-retratos) (Paulo Sacramento, 2003), que Play-Doc incluyó en la edición de 2018 en una retrospectiva dedicada a Aloysio Raulino, otro reconocido director de documentales (también se pueden ver algunos de sus cortometrajes en la presente edición), que trabajó como director de fotografía en la película. En 2003 dos proyectos cinematográficos abordaron la situación de las prisiones en Brasil, especialmente de la mayor cárcel del mundo, la Casa de Detención de São Paulo, más conocida como Carandiru, con una población de más de 8.000 reclusos. Diez años antes, tuvo lugar la conocida como "masacre de Carandiru", que acabó con 111 presos muertos. En diciembre de 2002, la cárcel fue finalmente demolida y se convirtió en protagonista de la película Carandiru (Héctor Babenco, 2003).

Ese mismo año se estrenó O prisioneiro de grade da ferro (Auto-retratos), que recoge grabaciones realizadas en la prisión siete meses antes de que fuera demolida, y que acaba siendo un retrato más desolador que la película de Héctor Babenco. Resulta llamativo cómo el documental se va deslizando lentamente desde una visión más o menos plácida de la vida en la cárcel, incluso promovida por los mismos presos, que quieren dar una imagen de cierta estabilidad y paz, hacia terrenos cada vez más oscuros y violentos. El subtítulo de "Auto-retrato" proviene del hecho de que se facilita una cámara a algunos presos para que graben su día a día, y es en esos momentos donde la realidad de la cárcel se revela, pero también son los momentos de mayor intimidad. En el documental van apareciendo algunas de las temáticas habituales, pero es la realidad que muestra la que lo hace más contundente: las drogas, la violencia, la prostitución, el sida... A lo largo de sus dos horas de metraje, Paulo Sacramento consigue dejar al descubierto las grandes miserias del sistema penitenciario brasileño, apuntaladas por las intervenciones finales de algunos ex-funcionarios de la prisión: "La cárcel no es un lugar para rehabilitar, sino para mantener a los criminales alejados de la sociedad".    

Les Blank

Play-Doc dedicó una retrospectiva a este director norteamericano en el año 2016, que incluía la proyección por primera vez en España del documental inédito A poem is a naked person (Les Blank, 1974), que tardó cuarenta años en estrenarse, debido a problemas de derechos de autor. El realizador está considerado como uno de los cronistas imprescindibles de la música americana, con grandes retratos cinematográficos de Ray Cooder o Dizzy Gillespie, y de la tradición musical de Nueva Orleans o la obsesión por la música polka. Su filmografía está llena de música, como en Always for pleasure (Les Blank, 1978), una de las películas que se programan de nuevo. 

Pero Les Blank tiene un trabajo especialmente conocido, Burden of dreams (Les Blank, 1982), crónica de las desventuras del director Werner Herzog en su controvertido rodaje de la película Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982). Ambos habían colaborado en el cortometraje humorístico Werner Herzog eats his shoes (Les Blank, 1980), en el que el director alemán cumplía una promesa que le había hecho al también realizador de documentales Errol Morris. Éste se había embarcado en el rodaje de su documental Gates of heaven (Errol Morris, 1978), sobre los cementerios de animales, pero sus exigencias creativas hizo que despidiera hasta a tres directores de fotografía. Werner Herzog le había prometido que se comería sus zapatos si alguna vez terminaba el documental. Y finalmente tuvo que cumplir su promesa. 

Curiosamente, esta broma de Werner Herzog se volvería en su contra, porque poco tiempo después él mismo se embarcó en un proyecto lleno de dificultades que le llevó cuatro años de rodaje. Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982) fue una pesadilla motivada en parte por los continuos problemas que suponía rodar en la selva amazónica, en medio de una disputa fronteriza entre Ecuador y Perú y de las rivalidades entre las tribus indígenas de la zona, y en parte debido a la megalomanía de su director, empeñado en llevar a cabo escenas que requerían hasta diseños de ingeniería, como trasladar un barco de gran tonelaje en medio de las montañas. Werner Herzog no sabía hasta qué punto se iba a complicar el rodaje cuando pidió a Les Blank que realizara el "making of", uno de los pocos casos en los que el documental sobre un rodaje acaba superando a la propia película. 

Werner Herzog, tratando de alcanzar un sueño casi imposible, se convierte en el documental en una especie de Fitzcarraldo, el personaje que retrataba en su film, un terrateniente peruano del caucho que quiso transportar un barco de 30 toneladas a través de las montañas. La cámara de Les Blank documenta con absoluta precisión las dificultades del rodaje, pero sobre todo se centra en la figura del director que, a pesar de su personalidad tranquila, acaba llegando a un momento de desesperación: "Klaus Kinski siempre dice que hay mucho erotismo en la selva, pero yo no veo erotismo, solo veo obscenidad, fornicación y asfixia, lucha por la supervivencia y podredumbre. Los pájaros no cantan, sino que gritan de dolor", comenta Werner Herzog. Precisamente, las discusiones entre el director y el actor principal no están muy presentes en este documental, pero el propio Herzog describiría su compleja relación con Klaus Kinski en otra crónica imprescindible, Mi enemigo íntimo (Werner Herzog, 1999). Burden of dreams (Les Blank, 1982) es, más que una película sobre un rodaje, la crónica de la persecución de un sueño, el retrato de la maldición de un artista. 

Ross McElwee 

Uno de los nombres fundamentales del género documental producido en Estados Unidos. Su carrera se desarrolla desde los años setenta introduciendo algunos aspectos formales que más tarde han influido en muchas producciones posteriores. Su cine está contado desde una visión personal, son autobiografías filmadas en las que él mismo se muestra en momentos de intimidad, en conversaciones con su familia y sus amigos, pero al mismo tiempo amplía su mirada hacia otros aspectos más generales, siempre a la altura de sus ojos. Ganador del Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance 1987, Sherman's March (Ross McElwee, 1985) es el mejor ejemplo de este trabajo, construido a través de la más sencilla técnica, lo que algunos denominan el "cuerpo-cámara". Partiendo de una investigación en torno a la figura del General Sherman, militar unionista que destruyó literalmente la ciudad de Atlanta, Ross McElwee comienza un viaje por el Sur de los Estados Unidos en el que también se detiene en las consecuencias de la guerra fría, el estado de miedo generalizado por la amenaza nuclear. Pero el relato es continuamente salpicado con las vivencias personales del director, especialmente su relación con diferentes mujeres. 

El carácter insólito de esta propuesta es que se trata de una historia personal, que establece una relación de intimidad con el espectador, al que muestra sus propias experiencias, su búsqueda de una relación sentimental que no termina de concretarse. El subtítulo del documental es bastante expresivo en este sentido: Una meditación sobre la posibilidad del amor romántico en el Sur durante una era de proliferación de armas nucleares. Y refleja también la mirada irónica que forma parte de su personalidad, el sentido del humor que se aprecia en muchos momentos de este documental de dos horas y media de duración, pero que parece una historia de ficción. De hecho, contaba Ross McElwee en el homenaje que le dedicó DocumentaMadrid en 2018 que hace años le habían comprado los derechos de Sherman's March para realizar una película de ficción, y que solo puso como condición que le permitieran rodar todo el proceso para hacer él mismo un documental sobre el rodaje de una película basada en su propio documental. A ello ha dedicado los últimos años, ya que la producción de la película ha sufrido numerosos cambios y retrasos. Play-Doc realizó una completa retrospectiva de la filmografía de Ross McElwee en 2012, y ahora podemos ver cinco de sus producciones más destacadas.


Play-Doc. Festival de Cine Documental se puede ver en Filmin hasta el 27 de septiembre. 


Fitzcarraldo se puede ver en Amazon.


23 septiembre, 2020

Play-Doc 2020: Representando la realidad

Uno más de los festivales de cine afectados por la crisis del coronavirus es Play-Doc. XVI Festival Internacional de Cine Documental, que habitualmente se celebra en primavera en la ciudad de Tui (Pontevedra), pero que se vio obligado a posponerse el pasado mes de abril hasta septiembre. El festival de documentales gallego nació en 2005 con el objetivo de ofrecer un encuentro con este género, y se ha ido consolidando con una programación de películas muy cuidada y enfocada a producciones que ofrecen una visión más experimental de la narración cinematográfica, con interesantes retrospectivas de cineastas de todo el mundo. La edición híbrida de este año, que se celebra entre el 23 y el 27 de septiembre, tiene como sede presencial la ciudad de Tui, pero en su versión online en Filmin tiene la posibilidad de dar a conocer en el resto de España buena parte de su programación, compuesta por unos cuarenta títulos. 

Casi diríamos que Play-Doc se ha dividido este año en dos festivales, con actividades diferentes y complementarias. Mientras que la edición presencial está compuesta principalmente por las proyecciones de su Sección Oficial, y por conciertos, talleres y encuentros, la edición online incluye también las películas a competición, pero está ampliada con retrospectivas de autores como los cineastas brasileños Aloysio Raulino y Ozualdo Candeias; el director experimental canadiense Dominic Gagnon; el británico Lech Kowalski; o los estadounidenses Les Blank y Ross McElwee. Hay una cierta conexión entre estas retrospectivas con el año 2013, porque ese año fallecieron Aloysio Raulino y Les Blank, y también en la edición de 2013 de Play-Doc estuvo presente la obra del realizador Lech Kowalski. La edición online incluye asimismo una selección de documentales que destacaron en años anteriores, y donde encontramos obras de gran altura. 

Cuatro títulos forman parte de la Sección Oficial de Play-Doc 2020: Nunca subí El Provincia (Ignacio Agüero, 2019), Las poetas visitan a Juana Bignozzi (Laura Citarella, Mercedes Halfon, 2019), Suzanne Daveau (Luisa Homem, 2019) y Victoria (Sofie Benoot, Liesbeth de Ceulaer, Isabelle Tollenaere, 2020). 

El director chileno Agustín Agüero es uno de los nombres más destacados del género documental en Latinoamérica. La memoria es uno de los temas presentes en buena parte de sus películas, pero también el retrato de la cercanía y la destrucción de los barrios tradicionales, lo que llamamos la gentrificación. Su último documental, Nunca subí El Provincia (Ignacio Agüero, 2019), que fue seleccionado en el Festival de Marsella 2019, regresa en cierta manera a otros documentales anteriores: en Aquí se construye (o ya no existe el lugar donde nací) (2000) realizaba una crítica a la modernidad, a la reconstrucción de los barrios a través de edificaciones modernas que les hacían perder su idiosincrasia. Mientras que El otro día (2012) estaba rodado en su propia casa y sus pensamientos eran interrumpidos por personas que llamaban al timbre y que se convertían en parte del documental. En Nunca subí El Provincia confluyen estos mismos temas, es un documental "de proximidad", que muestra la esquina de su barrio, se acerca a sus vecinos, rebusca en sus recuerdos, mientras frente a su casa construyen un nuevo edificio que tapa la visión del cerro Provincia. 

Al mismo tiempo, Ignacio Agüero escribe cartas a una joven cineasta que posiblemente nunca las recibirá, como una especie de trasposición manuscrita de sus pensamientos, que habitualmente están reflejados en sus documentales a través de su propia voz en off. En realidad, la escritura de estas cartas es un ejercicio personal, un "escribir por escribir", pero se convierte en una especie de interlocución con los espectadores, que finalmente somos los destinatarios de sus reflexiones. Siguiendo el estilo que caracteriza a su cine, el director no pretende contar una historia con principio y final, sino que construye una visión íntima sobre su relación con el entorno, y la transmite en forma de pensamientos que se sostienen en sus recuerdos. 

En la película argentina Las poetas visitan a Juana Bignozzi (Laura Citarella, Mercedes Halfon, 2019) la memoria también es un recurso destacado. Pero en este caso la búsqueda de la memoria está desarrollada por protagonistas jóvenes que bucean en la antigua casa de la poetisa Juana Bignozzi tras su fallecimiento. Ella deja en su testamento la gestión de su obra literaria a Mercedes Halfon, que comienza una reordenación de la ingente cantidad de libros y objetos que ha dejado la autora. Este ejercicio de recomposición del pasado se convierte en un documental que pretende alcanzar una respuesta en torno a la representación de la poesía en el cine. Pero la respuesta no la encontramos en la película, porque las directoras toman la decisión de convertirse ellas mismas en protagonistas, y su equipo de rodaje en actores secundarios. 

El sujeto principal del documental cambia en cierta manera. El equipo de rodaje termina siendo un intruso que juega en contra del desarrollo de la película, y obstaculiza esta reflexión sobre la representación. Mientras que las intervenciones de Ignacio Agüero resultan naturales, aunque puedan estar más o menos elaboradas, la introducción de las cineastas en este documental son artificiales, redundantes y molestas. Hay un empeño excesivo en mostrar el artificio de la construcción cinematográfica, por ejemplo interrumpiendo entrevistas, que en realidad no aportan una lectura diferente en torno a la representación. Cuando el documental adopta una forma más estructurada, cuando Juana Bignozzi adquiere el protagonismo que se merece, es cuando mejor funciona, pero resulta finalmente una ocasión perdida para conectar la literatura con el cine, la palabra con la imagen.

Suzanne Daveau (Luisa Homem, 2019), que se estrenó en DocLisboa 2019, es también el retrato de una mujer. Aquí las imágenes de archivo y fotografías de la protagonista, una geógrafa y climatóloga francesa que fue prácticamente adoptada por Portugal, se superponen a sus palabras, que escuchamos a lo largo del documental en off. Su vida de contemplación y de catalogación de los paisajes que amaba, los de Portugal pero también los de Senegal, está descrita con pasión. Desde su relación con su esposo, el geógrafo e historiador portugués Orlando Ribeiro, hasta sus viajes a África o sus inquietudes feministas. Al final del documental se nos recuerda que cualquier aspecto de la vida, incluso aquellos que pueden resultar tediosos, se hacen atractivos si se describen con pasión. Y ciertamente este monólogo de la protagonista está contado con la vitalidad de una persona que ha disfrutado de su vida. La película pide al espectador que se deje llevar por los recuerdos de Suzanne Daveau. Y, aunque puede resultar un poco denso en su contenido, en sus casi dos horas de metraje, tiene un gran poder de fascinación. 

Entre las propuestas retrospectivas de Play-Doc encontramos algunas producciones que pasaron por el festival en ediciones anteriores. Entre ellas destacamos títulos como On the bowery (Lionel Rogosin, 1956), posiblemente uno de los retratos más acertados del alcoholismo y de las adicciones que se han realizado nunca. Aunque se produjo como un documental, con rodaje de escenas en el barrio neoyorquino de Bowery, algunas de ellas grabadas con cámara oculta, la película se construye como una historia de ficción, acompañando a un personaje protagonista en su búsqueda de trabajo y en su alcoholismo. Ray Salyer, el personaje principal, se interpreta a sí mismo y cuenta parte de su propia historia, mientras que Gorman Hendricks también representa parte de su vida cuando vivía en el Bowery, aunque en el momento de rodarse la película ya había abandonado el barrio. 

On the Bowery, que ganó el Premio al Mejor Documental en la Mostra de Venecia y fue nominado al Oscar, es un clásico que aborda la relación entre ficción y documental, una especie de pionero de una forma de presentación del género que en la actualidad ya no resulta tan atípica. La película influyó en directores como John Cassavetes, y al mismo tiempo se vio influida por trabajos anteriores de Robert Flaherty o Vittorio DeSica. Esta reconstrucción de la realidad como un ejercicio cinematográfico refleja, en los rostros de sus protagonistas, las huellas de la soledad y de la pobreza, y tiene más sentido incluirlo en la categoría de 'cinema verité' que en la de documental. Pero ciertamente es una película atípica, que se encuentra a medio camino, que desborda toda clasificación, y por ello quizás ha conseguido mantener su fuerza a lo largo de los años. Los protagonistas de On the Bowery no consiguieron salir del círculo vicioso del alcoholismo: Gorman Hendricks se mantuvo sobrio durante el rodaje, pero su regreso a la bebida le provocó la muerte unos meses después. Lionel Rogosin consiguió que su cadáver no fuera enterrado en una fosa común. Mientras que Ray Salyer tuvo incluso una oportunidad de convertirse en actor profesional (tiene una presencia robusta y masculina en la película), pero decidió dejar el cine, y en 1961 fue encontrado en un callejón, ahogado en su propio vómito.  

En cierto modo, se puede decir que el alcoholismo es también co-protagonista de la película Pharos of chaos (Manfred Blank, Wolf-Eckart Bühler, 1983), una entrevista sugerente e intensa al actor Sterling Hayden en el último tramo de su vida, porque fallecería tres años después víctima de un cáncer. En el documental vemos al actor, al hombre, al borracho, al traidor, entre elucubraciones provocadas por su adicción al alcohol y el hachís. Sterling Hayden, marinero y capitán de barco desde los 20 años, confiesa haber trabajado en Hollywood solo para ganar dinero fácil y poder invertirlo en su pasión: el mar. Casi convertido en un personaje de las novelas marítimas de Robert Louis Stevenson, este bucanero moderno, que habita una barcaza situada cerca de la catedral de Notre Dame, es contemplado por la cámara con cierta distancia, a pesar de las interlocuciones del actor en algunas ocasiones. Y poco a poco se van desgranando aspectos de su vida como estrella de Hollywood, y su desdén por las películas que hizo en los años cincuenta después de haber delatado a compañeros de trabajo en el Comité de Actividades Antiamericanas, la traición que le acompañó el resto de su vida. 

Sterling Hayden se refugió en los últimos años en la bebida, pero también en la soledad. En el documental le vemos incómodo en los escasos momentos en los que abandona su barcaza y camina por las calles de París. Pero al mismo tiempo transmite una sensación de hartazgo hacia la sociedad, de melancolía ahogada en una botella de whisky. Los directores adoptan una postura de no intervención, y quizás sobran algunas de las elucubraciones del actor, palabras de borrachera que citan a escritores pero no elaboran un discurso coherente. Wolf-Eckart Bühler consiguió los derechos de la autobiografía del actor, Wanderer (1963), y la llevó al cine en un ejercicio de experimentación cinematográfica en la película Der havarist (Wolf-Eckart Bühler, 1984), ambas proyectadas en la edición del año pasado en Play-Doc. 

Otro de los documentales imprescindibles como obras destacadas en el festival de años anteriores es And when I die, I won't stay dead (Billy Woodberry, 2015), que se plantea como un trabajo de recomposición de la errante vida del poeta afroamericano Bob Kaufman, uno de los representantes más destacados de la Generación Beat, y en cierto modo trata de darle un espacio destacado en la literatura de este movimiento, que de alguna manera lo repudió. Esta es también una historia de adicciones, de una vida marcada por el alcohol y las drogas que se desarrolló como un constante esfuerzo por la supervivencia, pero también por lo contrario. En su etapa neoyorquina, Bob Kaufman bien podría haber sido uno de los habitantes del Bowery que describíamos antes. Su poesía estaba marcada por los ritmos del jazz, y en Francia le definieron como el Rimbaud norteamericano. En el documental se apunta también la influencia de Federico García Lorca en su poesía, especialmente de su poemario Poeta en Nueva York (1940). 

El director va componiendo a lo largo de la película las piezas del puzzle que forman la trayectoria personal y como escritor de Bob Kaufman, que tenía etapas en las que desaparecía o vivía en la calle. La estructura del documental, que avanza y retrocede en el tiempo, no ayuda especialmente a organizar la narrativa, pero va componiendo una serie de bocetos del personaje que conforman un retrato que tiene sonoridades jazzísticas. Es una película con cierta tendencia a la dispersión, pero de alguna manera esto también refleja la personalidad de su protagonista.


Play-Doc se puede ver en Filmin hasta el 27 de septiembre. 


21 septiembre, 2020

Choreoscope 2020: Películas en movimiento

Son tiempos difíciles para los espectáculos en directo. Ayer el Teatro Real se vio obligado a suspender la función de la ópera Un ballo in maschera por las protestas de los espectadores de la zona de Paraíso porque no se establecieron medidas de distancia de seguridad, a pesar de que los responsables del teatro afirman en un comunicado que solo vendieron el 51,5 % del aforo total. Pero las imágenes que se han compartido no dejan lugar a dudas. La vuelta a la normalidad es complicada, sobre todo cuando esa normalidad no parece tan real. Los festivales se enfrentan también a esta circunstancia. Hemos visto una Mostra de Venecia con más pena que gloria y se está celebrando un Festival de San Sebastián desangelado cuya película de inauguración no la presenta Woody Allen, su director, sino el máximo responsable de Mediapro, Jaume Roures. Las propuestas más interesantes, sin embargo, provienen de aquellos festivales que deciden migrarse a la versión online. O los que optan por una edición híbrida, como es el caso de Choreoscope. Festival Internacional de Cine y Danza de Barcelona, que se traslada a la plataforma Filmin, entre el 14 y el 28 de septiembre, pero también tendrá el 26 de septiembre proyecciones especiales de forma presencial. 

Este año hemos visto algunas propuestas interesantes de danza y cine. En Sheffield Doc Fest vimos el cortometraje Welcome to the bright limbo (Cara Holmes, 2019), sobre el proceso creativo de la coreógrafa irlandesa Oona Doherty, y la semana pasada se estrenaba en la plataforma MUBI el espléndido cortometraje Strasbourg 1518 (Jonathan Glazer, 2020), una obra rodada en el confinamiento en la que el director de Under the skin (Jonathan Glazer, 2013) toma como referencia la "epidemia de baile" que se produjo en Estrasburgo en 1518, una extraña histeria colectiva que llevó a casi 400 personas a bailar frenéticamente sin parar. Este baile incesante se produjo durante un mes, y muchas de estas personas murieron de ataques al corazón, derrames cerebrales o agotamiento. 

La programación de Choreoscope propone unas setenta películas, de las que la mayor parte son cortometrajes. Entre ellos podemos ver el espléndido Bonobo (Zoel Aschbacher, 2017), ganador del Premio del Público en el Festival de Clermont-Ferrand 2018, que plantea tres historias cruzadas protagonizadas por un jubilado, una madre chilena y un joven que sueña con ser bailarín, cuyas vidas se ven afectadas drásticamente por el mal funcionamiento de un ascensor. Rodado en formato 4:3 que subraya la naturaleza claustrofóbica de la historia, el cortometraje propone una historia que va in crescendo y que, bajo los sones de las "Cuatro Estaciones" de Vivaldi, alcanza un final en el que cada uno de los personajes intenta encontrar una solución a sus problemas, pero con resultados inesperados. 

La Sección de Largometrajes ofrece cuatro películas, dos historias de ficción y dos puestas en escena grabadas. Aviva (Boaz Yakin, 2020) es quizás la más llamativa, ya que supone el estreno en Europa de esta producción dirigida por un cineasta que forma parte de la industria de Hollywood, director de películas como Titanes: Hicieron historia (Boaz Yakin, 2000) y guionista de Prince of Persia: Las arenas del tiempo (Mike Newell, 2010). En este caso, el realizador propone una historia en la que la danza es una representación del sexo y de los sexos. Los dos personajes principales están doblemente interpretados, presentando su lado masculino y femenino, y su historia de amor está mostrada a través de coreografías de la artista israelí Bobbi Jene Smith, que también interpreta a uno de los personajes. Es en este apartado en el que la película destaca especialmente, con piezas de danza que resultan arrebatadoras, a las que acompaña una selección de canciones del cantante israelí Asaf Avidan. Aviva es un experimento curioso que resulta descarnado en la sexualidad y en el baile, y establece así una relación que se convierte en una propuesta sensual asombrosa. Hay desequilibrios sobre todo en la escritura de los diálogos, que tratan de ser poéticos y acaban siendo pomposos. Pero cuando los actores utilizan sus cuerpos en vez de las palabras, entonces la película alcanza momentos brillantes. La película ha recibido el Premio Aportación Excepcional al Cine de Danza que otorga el Festival Choreoscope

BalletBoyz es una compañía de danza británica que se fundó en el año 2000 por Michael Nunn y William Trevitt y que se ha destacado como una de las más innovadoras del panorama internacional, apoyada también por una cuidada producción audiovisual. Su proyecto más ambicioso, que se puede ver en el festival, es Young men (Michael Nunn, 2016), un largometraje que se desarrolla durante la I Guerra Mundial y que utiliza el escenario bélico para elaborar una serie de piezas de danza coreografiadas por el español Iván Pérez y con música del cantante británico Keaton Henson. Sin diálogos, la historia se centra en un grupo de soldados en el que las fricciones, los miedos y la desesperación habitan en ellos. La guerra no es tanto externa como interna, no hay espacio para la solidaridad o el amor, sino solo para la violencia y la locura. Es un trabajo espléndido técnicamente, ganador de la Rose d'Or en 2017, que tiene piezas de danza singularmente bellas, a pesar de que el barro y la niebla son sus principales trasfondos. En cierto modo, busca algunas similitudes con la escenografía de trinchera de clásicos antibelicistas como Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957). 

También se incluye en la Sección de Largometrajes Deluxe (Michael Nunn, William Trevitt, 2020), la última producción audiovisual de BalletBoyz que lleva a la pantalla la representación de la obra del mismo título estrenada por la compañía como conmemoración de su veinte aniversario. Aunque las representaciones sobre los escenarios se han visto afectadas por el coronavirus, la película nos ofrece la posibilidad de ser testigos de esta obra que está formada por piezas con coreografías nuevas de Maxine Doyle y Xie Xin. Es especialmente hermosa la de esta última, "Ripple", porque elimina buena parte de la representación enérgica que caracteriza a la compañía formada solo por bailarines masculinos, dotándoles de una armonía que es casi etérea. 

La bailarina española Tamara Rojo lleva dirigiendo el English National Ballet desde 2012, y también es la principal protagonista de sus producciones. Uno de sus proyectos más arriesgados fue la adaptación de la clásica obra de ballet "Giselle" (1841), una arrebatadora historia de amor que está en el repertorio de las grandes compañías de danza clásica. El encargado de esta adaptación fue el coreógrafo Akram Khan, nacido en Bangladesh, que le aporta una lectura diferente, convirtiendo a la protagonista en una inmigrante que trabaja en una fábrica y a su enamorado en un terrateniente. La propuesta del coreógrafo pasa también por modificar la partitura original de Adolphe Adam, ahora reconvertida en una obra compuesta por Vincenzo Lamagna, que utiliza algunos fragmentos de la obra original, pero sobre todo incorpora sonoridades hindúes. Presentada el año pasado en el Teatro Real de Madrid, las funciones que se iban a celebrar en el Liceu de Barcelona el pasado mes de marzo fueron canceladas debido a las medidas de confinamiento. La película Akram Khan's Giselle (Ross MacGibbon, 2018) es la grabación de la representación de esta obra, que utiliza como principal escenario un gran muro, que representa la frontera, pero no solo entre territorios, sino también entre la vida y la muerte. La puesta en escena corre a cargo de Tim Yip, diseñador de vestuario de películas como Tigre y dragón (Ang Lee, 2000) o de la serie Marco Polo (Netflix, 2014-2016). La coreografía de Akram Khan es enérgica, reinterpreta al personaje principal para hacerlo más activo, menos sometido a las figuras masculinas, y se vuelve más clásica, etérea y fantasmal en la segunda parte, en ese escenario de ultratumba.   

Choreoscope dedica este año un Homenaje al director turco Mehmet Şafa Türkel, realizador de numerosas producciones en torno a la danza y fundador del Festival de CineDanza de Ankara, que falleció a los 38 años en circunstancias extrañas el pasado mes de noviembre, después de estar desaparecido durante tres días. De su filmografía se incluye el cortometraje Farewell (Mehmet Şafa Türkel, 2013), que tiene como escenario las calles de Amsterdam, y plantea una visión coreográfica de la despedida de una pareja, de la dicotomía entre la separación y la aproximación, de la tensión sostenida. 

La edición presencial del Festival se celebra en la Filmoteca de Catalunya y tendrá como propuesta principal la proyección de dos películas que no se pueden ver en la versión online, el día 26 de septiembre: el documental The heart dances (Rebecca Tansley, 2018), sobre el proceso de creación de la obra The Piano: Ballet, adaptación de la película El piano (Jane Campion, 1993) que llevaron a cabo los coreógrafos checos Jiří y Otto Bubeniček para el Royal New Zealand Ballet. Y la película de clausura, el documental The euphoria of being (Szabó Réká, 2019), que tiene como protagonista a la nonagenaria bailarina húngara Éva Fahidi, superviviente del campo de concentración de Auschwitz. 



El Festival de Danza Choreoscope se puede ver en Filmin hasta el 28 de septiembre. 

Strasbourg 1518 se puede ver en MUBI. 
Senderos de gloria, Tigre y dragón y El piano se puede ver en Filmin.
Marco Polo se puede ver en Netflix. 

19 septiembre, 2020

Mostra FIRE!!: El final

La edición número 24 de la Mostra FIRE!! se ha reconvertido este año en una propuesta online que permite la ampliación de su público a todo el país lo que, a falta de conocer las cifras de visionados, parece que supondrá un salto cuantitativo en el número de espectadores. La plataforma que ofrece Filmin, últimamente muy abierta a acoger festivales de cine de tamaño medio como alternativa a la cancelación de su formato presencial, supone un apoyo importante a este tipo de iniciativas y también una diversificación de su oferta de títulos. Filmin es en estos momentos la única plataforma que acoge este tipo de muestras cinematográficas, lo que sin duda le especializa en un formato que permite el estreno de numerosos títulos. 

Mostra FIRE!! ha sido de nuevo un festival que ha encontrado en internet su vía de difusión. Y veremos cómo afecta este formato a su futuro, quizás en una versión híbrida, por la que apuestan otros festivales como Docsbarcelona. La programación de esta edición ha estado caracterizada por el cine reivindicativo y quizás con demasiada tendencia al drama. Hemos visto pocas comedias, pocas miradas positivistas, lo que refleja una sensación de que se pretende recordar que aún quedan muchas batallas por ganar. De la edición de este año podríamos destacar películas como la chilena Los fuertes (Imar Zúñiga, 2019), la irlandesa Rialto (Peter Mackie Burns, 2019) y la brasileña Vento seco (Daniel Nolasco) en ficción, y la brasileña Indianara (Marcelo Barbosa, Aude Chevalier-Beaumel, 2019), la suiza Madame (Stephane Riethauser, 2019) y la norteamericana The gospel of Eureka (Donal Mosher, Michael Palmieri, 2018) en el género documental, así como la interesante, aunque escasa, retrospectiva del director Marco Berger. 

Nuestra última crónica de la Mostra FIRE!! se centra en la Sección Oficial, los cortometrajes más destacados y la película de clausura, todas ellas disponibles hasta el domingo 20 de septiembre. 

Oficial: Largometrajes

Uno de los escasos títulos con reparto de estrellas de Hollywood en la edición de este año es My days of mercy (Tali Shalom-Ezer, 2017), debut en el cine anglosajón de la directora israelí que tiene como protagonistas a Ellen Page y Kate Mara. Pero a pesar de estos nombres destacados y de su paso por el TIFF 2017, la película sufrió un retraso de dos años en su estreno, llegando a las salas norteamericanas en el verano de 2019. Quizás en buena medida por cierta indefinición de su temática, que aborda el complejo asunto de la pena de muerte y al mismo tiempo establece una relación sentimental entre las dos protagonistas. La directora, de hecho, parece no estar muy segura de si dedicar más tiempo al drama judicial o a la trama romántica, y esto provoca que la película se mueva en un desequilibrio narrativo que no termina de concretarse. Tampoco ayuda una posición que parece valiente (mientras que el personaje de Ellen Page lucha por sacar a su padre del corredor de la muerte, el de Kate Mara es una abogada que defiende la pena de muerte), pero que en realidad es conservadora, porque no adopta una mirada clara respecto al tema de la pena de muerte. 


El trabajo de Ellen Page es sobresaliente, aunque es una actriz que sabe manejar con talento los personajes atormentados, desbordados emocionalmente, incluso en series más comerciales como The Umbrella Academy (Netflix, 2019-), pero su historia de amor con Kate Mara resulta inverosímil y las escenas de sexo más o menos naíf están rodadas con un enfoque que parece más destinado al espectador masculino, con mayor tendencia al erotismo mojigato que a la expresividad de los sentimientos. La película abre un debate interesante sobre una realidad penitenciaria que aún nos sorprende, pero lo envuelve en una cursilería que ahoga su pretendido efecto. 

También está dirigida por una mujer la comedia argentina Margen de error (Liliana Paolinelli, 2019), una historia protagonizada por un grupo de mujeres lesbianas de edad avanzada en las que se introduce una joven que creará una cierta confusión sentimental en una de ellas. La película aborda el tema del deseo (una vez más en la programación del festival), pero desde el punto de vista de la madurez. En algunos momentos, no parece muy claro si la protagonista es la joven o la mujer madura, y eso quizás distorsiona el enfoque de la historia. En el aspecto formal, es una comedia que tiene poco de comedia, más bien es una historia sencilla y algo insípida que no termina de profundizar realmente en ninguna de sus propuestas. Habla del amor, de las relaciones de pareja duraderas (con sus complejidades), de la infidelidad (aunque sea platónica), de recuperar la ilusión romántica, de la felicidad infeliz... Trata muchos temas pero no profundiza demasiado en ninguno de ellos. 

El peso interpretativo en este caso lo tiene la actriz María Inés Aldaburu, porque en realidad el personaje de la joven (Camilla Plaate) no está demasiado definido. Y en este sentido compone un personaje que se mueve en esa complejidad emocional que la hace estallar en un determinado momento. Pero ni siquiera en este caso la evolución del mismo está construida con la suficiente solidez como para que entendamos lo que le está ocurriendo. O, mejor dicho, lo entendemos más por el contexto que por el propio personaje. Es una película fallida y decepcionante frente a un punto de partida que podría ser interesante. 

Película de Clausura

La Mostra FIRE!! se clausura con una película de animación. Top 3 (Sofie Edvardsson, 2019) es una amable y humorística visión de la relación de pareja y hasta qué punto resulta difícil congeniar diferentes personalidades. Ganadora del Premio del Público en Outfest L.A. 2020 y del Premio al Mejor Largometraje en el Festival de Tromsø 2020, es una producción sueca que muestra las inseguridades de su protagonista, un joven hogareño, nada amigo de los viajes, podríamos decir que algo soso en su concepción de la vida en pareja, pero que encuentra en esa comodidad del hogar un espacio de afecto, de seguridad, que no es capaz de asumir cuando le alejan de su zona de confort. En contraposición, su pareja es un joven aventurero, incapaz de permanecer en casa durante mucho tiempo, ávido de conocer nuevos lugares y nuevas culturas. Y lo que les une, en su diversidad, es el sentimiento amoroso. Pero la vida en pareja también obliga a asumir sacrificios que a veces no son fáciles de asumir.

La película está narrada con ritmo, hasta el punto que solo necesita 45 minutos para desarrollarse, utilizando una amplia gama de colores que casi le da un toque "almodovariano". Maneja un buen sentido del humor, que ahonda en las contradicciones del protagonista, sobre todo con esa costumbre de clasificarlo todo en tres definiciones. Aunque puede resultar previsible, tampoco pretende ofrecer una reflexión demasiado profunda, pero en su falta de pretensiones encuentra al mismo tiempo su mayor virtud. 

Oficial: Cortometrajes

Esta incursión en el mundo de los cortometrajes nos ha traído algunas propuestas interesantes y destacadas de esta temporada. La distance entre le ciel et nous (Vasilis Kekatos, 2019) obtuvo la Palma de Oro en Cannes 2019 y estuvo seleccionado en el prestigioso Festival de Cortometrajes de Clermont-Ferrand 2019. La historia comienza con una escena íntima que se produce en la distancia, a través de las redes sociales, deshinibida pero artificial. A continuación asistimos a un encuentro sexual sin sexo, representado con palabras, roces, acercamientos, un cigarrillo como metáfora fálica y un forcejeo dialéctico que vemos a través de primeros planos esmeradamente eróticos. Por su parte, Dirty (Matthew Puccini, 2020), que estuvo seleccionado en Sundance 2020 y recibió el Premio de Interpretación en SXSW 2020, también es un encuentro sexual, éste más epidérmico. Esta historia de amor interracial está marcada por el deseo y el sexo primerizo. Nada es perfecto. La inseguridad se apodera del protagonista y el amor se pone a prueba. Es una anécdota contada con gran sensibilidad que habla de forma concisa y certera sobre el amor adolescente. 

Dirty (Matthew Puccini, 2020)

Recién inaugurado el Festival de San Sebastián, en Mostra FIRE!! podemos ver el cortometraje Em caso de fogo (Tomás Paula Marques, 2019), que obtuvo el año pasado en el festival donostiarra el Premio Orona al Mejor Cortometraje de Estudiantes. La historia habla de integración en una pequeña comunidad, de rechazo por ser diferente y del intento de ser aceptado por parte de un adolescente. El fuego no está en el campo, sino en el pueblo, en las miradas suspicaces, en la incapacidad de ser parte de una sociedad que rechaza desde el primer momento. Un tema parecido es el que trata, pero con menos acierto, A donde quieras (Mariano Álvarez, 2019), que también habla de un joven que finalmente necesita un resorte externo para reivindicar su identidad, pero cuyo desarrollo es más predecible y no especialmente bien actuado. 

La homosexualidad en un entorno opresivo, dentro de la comunidad musulmana, está representada en Isha (Christopher Manning, 2018), que aborda la mirada dentro del círculo familiar opresivo del protagonista, un joven rumano inmigrante que vive una doble vida tratando de ocultar su relación con otro hombre. Y en Ayaneh (Nicolas Greinacher, 2019), protagonizado en este caso por una joven musulmana en Francia que es partícipe de una historia de liberación. Aunque la representación de la vestimenta como elemento de opresión resulta una mirada demasiado occidental, simplista e incluso discriminatoria. 

Darling (Saim Sadiq, 2019) habla de la identidad transexual en Paquistán. Seleccionada en Venecia 2019 y ganadora del Premio Especial del Jurado en SXSW 2020, está protagonizada por una bailarina que es rechazada en un espectáculo por su condición de transexual. Pero al mismo tiempo, también sufre la incomprensión de su novio cuando pretende ser considerada como bailarín masculino en el mismo espectáculo. Es una historia triste pero también tierna que representa esa difícil posición intermedia que viven las personas trans en determinados países. Esta sensación de ser incomprendidos también está presente en XY (Anna Karin Lárusdóttir, 2019), seleccionada en Berlín 2020, que aborda el todavía desconocido tema de la intersexualidad. Está contada con gran sensibilidad, y muestra esa tendencia a la "estandarización" del género, a través de una adolescente que descubre lentamente su auténtica realidad. La directora utiliza el cambio de formato cinematográfico (de la pantalla cuadrada de 16:9 a la expansión de la imagen en 2:35), para mostrar la evolución de la protagonista. En Génesis (María Sánchez Martínez, Juan Agustín Greco, 2019), el único cortometraje documental, se nos cuenta la historia de Karen y Alexis, una pareja trans que tiene una hija. La fuerza vital de la historia trasciende un formato de documental algo convencional, quizás porque lo que se nos cuenta no necesita mayores aportaciones formales. Es una lección vital extraordinaria. 

Zapatos de tacón cubano (Julio Mas Alcaraz, 2019)

La representación española está formada por Zapatos de tacón cubano (Julio Mas Alcaraz, 2019), uno de los cortometrajes más premiados del año pasado, que muestra la vida cotidiana de dos chicos homsoexuales en un barrio a las afueras de Madrid. Aunque los jóvenes actores son poco expresivos, es una historia bien contada que sabe desarrollar un argumento complejo en poco tiempo. Leah se pronuncia Lía (Federico Calabuig, 2019) es un monólogo bien interpretado por la actriz Lavinia Vila que habla de la ruptura y la reconciliación entre hermanos. El guión sin embargo dibuja un personaje que parece estar justificándose todo el tiempo, más que encontrar un punto de aceptación de la realidad. Y Oranges (Lud Mônaco, 2019) narra la tristeza del desmoronamiento de una pareja a través de palabras que se confrontan con imágenes de los tiempos felices. Un cortometraje que aborda la ruptura con una espléndida visión poética. 

Por último, mencionamos el cortometraje In orbit (Soham Chakraborty, Hanxu Chen, Meton Joffly, Justin Polley, Julia Trouvé, 2019), un estupendo trabajo de animación que se estrenó en YouTube, y que refleja el sentimiento de culpa desde una perspectiva psicológica. El uso de los colores como representación del amor, de la pérdida y de la aceptación es realmente inspirado. Family first (Marco Mucig, 2019) habla de una especie de doble vida que es en realidad un juego de percepción por parte del espectador, que muestra hasta qué punto la forma de ver las cosas nos viene impuesta por la sociedad. Y Short calf muscle (Victoria Warmerdam, 2019) nos habla precisamente de esta percepción de quienes rodean al protagonista, que construyen una realidad cercana al absurdo. Lo interesante de esta propuesta humorística es que se centra en esa Europa aparentemente progresista que sin embargo esconde una actitud discriminatoria, pero maquillada de condescendencia. 


17 septiembre, 2020

Mostra FIRE!!: Marco Berger y la homosexualidad desdramatizada

La Mostra FIRE!! dedica este año un Homenaje al director argentino Marco Berger que, a pesar de su juventud, tiene ya tras de sí una importante lista de películas que han sido premiadas en numerosos festivales internacionales. De hecho, el Festival LesGaiCineMad 2019 le dedicó también una Retrospectiva, pero en este caso se completa con el estreno en España de su última película, El cazador (2020), ausente en aquel ciclo. El Homenaje a Marco Berger está compuesto solamente por los tres últimos títulos de su filmografía: Taekwondo (2019), Un rubio (2019) y El cazador (2020), pero se puede completar la obra del director argentino con otras películas que forman parte del catálogo fijo de Filmin, y que nos acercan a sus primeras cintas: Plan B (2009), Ausente (2011) y Mariposa (2015), así que la visión de la obra de Marco Berger puede estar casi completa, aunque exceptuando, lamentablemente, la que quizás sea su mejor película, Hawaii (2015). 

El cine de Marco Berger supone un salto cualitativo importante en la visión de la homosexualidad, que es al mismo tiempo sensual (sus característicos primeros planos que convierten al espectador en una especie de voyeur), y positivista, eliminando los dramas que suelen rodear a las representaciones cinematográficas de la homosexualidad. Desde sus primeras películas, Marco Berger trata el sentimiento gay como algo normal, aunque también como un sentimiento oculto que a veces no resulta fácil de mostrar. En Plan B (2009), por ejemplo, los dos protagonistas viven una relación que está llena de miradas, de roces, de besos robados. Es una historia de amor que avanza lentamente pero que no sabemos nunca si llegará a resolverse. Es Bruno (Manuel Vignau), que no oculta su bisexualidad, el que toma las riendas de esta amistad teñida de sensualidad. Pero cuando surgen las dudas en Pablo (Lucas Ferraro) la relación se tambalea. 


Plan B fue el primer largometraje de Marco Berger, y ya mostraba algunas de las que serían constantes en su estilo visual: los silencios, las miradas furtivas, los diálogos de la cotidianeidad. Si bien al principio parece una película amateur, quizás con cierto desequilibrio formal, el debutante director demuestra a lo largo de toda la película que sabe manejar los encuadres (esos característicos "planos genitales" que se han convertido casi en un sello de autor) y esos sonidos secundarios, que se escuchan lejanos, pero que confluyen en la escena principal. Quizás el tercer vértice de la historia, el personaje femenino, es el que resulta menos consistente, como un nexo de unión entre los protagonistas que no termina de encontrar un espacio adecuado. 

En su segundo largometraje, Marco Berger adopta una posición como director que es radicalmente distinta. Ausente (2011) se centra de nuevo en el dibujo de una relación entre dos hombres, en este caso un adolescente y su profesor, pero lo hace de una forma más intrigante, casi de cine de suspense, subrayado por una banda sonora compuesta por su habitual colaborador Pedro Irusta que resulta excesivamente presente. La historia comienza cuando un joven (Javier de Pietro) que no puede volver a su casa acaba quedándose en el apartamento de su profesor (Carlos Echevarría), produciéndose un juego de seducción, de miradas, de confusiones sentimentales, que está entre lo mejor de la filmografía de Marco Berger. Esa noche en la que no sabemos si finalmente ocurrirá algo, es un ejercicio de suspense sexual espléndido, un primer acto contado con maestría. 


A partir de ahí se irán desvelando las verdaderas intenciones del adolescente, y las implicaciones que éstas pueden tener en la vida personal y profesional del profesor. Pero también cómo las dudas comienzan a perseguir a este último, en un espléndido trabajo interpretativo de Carlos Echevarría en el que los silencios definen más que las palabras. Quizás el desarrollo es algo desequilibrado y determinadas circunstancias resultan algo forzadas, pero el director, guionista y montador consigue un ejercicio cinematográfico sutil y lleno de sensualidad prohibida que está entre lo mejor de su filmografía. 

Es, sin embargo, con Hawaii (2013) cuando llega la etapa de madurez de Marco Berger como narrador. En cierta manera, Hawaii es una relectura de Plan B, pero en un sentido más adulto. Aquí, en un comienzo que parece tomado de un western, con la llegada de un desconocido a una zona de chalets que fue el lugar de su infancia, los dos protagonistas se encuentran de forma fortuita y establecen una relación, anclada en su amistad infantil, que irá desarrollándose lentamente por el camino de la seducción y del deseo. El seductor es Eugenio (de nuevo Manuel Vignau, como en Plan B (2009)), mientras que el objeto de deseo es Martín (Mateo Chiarino), el joven recién llegado. Pero en el cine de Marco Berger nunca está del todo claro quién seduce y quién es seducido, por lo que esta línea permanece difusa a lo largo de toda la historia. 


En este película el director establece ya su lenguaje narrativo: los silencios, la música que ahoga los diálogos, los enfoques en la piel de los cuerpos masculinos... Marco Berger comenta: "Me interesa potenciar la exposición del cuerpo masculino, la seducción, el deseo... Esa negación social que hacía parecer que el torso masculino no era sexual. Pero el hombre sin remera, con ese permiso social de mostrarse tanto, las calzonas en la cintura con el vello, la transpiración, son objetos de deseo muy fuertes que en una película se revelan mejor. Algún día me gustaría hacer una película como Pink Narcissus (James Bidgood, 1971), que sea solamente lúdica, que tenga que ver con el deseo puro". 

En su descripción de este deseo, Hawaii va más allá, porque cuando éste se materializa en una realidad es cuando el protagonista siente un profundo rechazo. Se ha establecido en una especie de construcción de una zona cómoda en la distancia que se vuelve incómoda en la cercanía. Y de alguna manera encontramos la mejor descripción de la pasión y la atracción sexual que se ha hecho en una película. En algunos momentos sobran escenas demasiado explicativas, como la visita del amigo-confidente del protagonista, que es innecesaria y abrupta. Pero Hawaii es la obra más madura de Marco Berger hasta la fecha.  

En su siguiente película, el director da un salto adelante en la construcción narrativa, y ofrece una historia que discurre en dos realidades alternativas. Mariposa (2015) juega con el concepto de la vida "en condicional", planteando qué pasaría si hubieran ocurrido dos cosas diferentes: que un bebé fuera abandonado en mitad de un bosque y recogido por una familia; o que este bebé se quedara con su madre. De esta forma, la protagonista, Romina (Ailín Salas) vive dos vidas, pero en ambas se establece una relación con Germán (Javier de Pietro). Lo interesante de la historia es la diferencia que se establece en la aceptación social del amor. En una realidad, es una relación prohibida, mal vista socialmente; en la otra realidad, esta relación es socialmente aceptada pero no por ello menos complicada. Se trata de una propuesta arriesgada que precisamente en ese salto cualitativo encuentra su indefinición, su incapacidad para terminar concretándose en una historia compacta. El mismo Marco Berger siente cierta decepción: "En Mariposa creo que nunca se llegó a lo que pedía el guión, la película se quedó a medio camino. A veces fantaseo con que dentro de muchos años, si puedo crecer con mi carrera, sería la única película de la que yo mismo haría un remake".   


Las tres últimas películas de Marco Berger son las que conforman el homenaje que le dedica la Mostra FIRE!!. Y Taekwondo (Marco Berger, Martín Farina, 2016) se construye en torno a estas obsesiones que ya hemos comentado. En este caso, Germán (Gabriel Epstein) acompaña a un compañero de las clases de taekwondo, Fernando (Lucas Papa) a una casa de campo donde un grupo de chavales pasan unos días. Esta reunión de chicos heterosexuales, masculinos, semidesnudos todo el tiempo por el calor de verano (es quizás la película que más conecta con el universo de otros directores como Lucrecia Martel), se convertirá en un espacio lúdico en el que Gabriel tratará de dilucidar si el deseo sexual que siente por Fernando es correspondido. Podemos decir que aquí la mirada voyeur se desarrolla en su máxima expresión. Hay muchos primeros planos de torsos, de paquetes... Es el estilo Marco Berger desbordado: "Me gusta situar la cámara en un ángulo cero, una especie de plano genital. En Argentina se suele hacer la broma mencionando el "plano Berger", al que también le llaman "plano verga"". 

Taekwondo es junto a Hawaii la película que mejor desarrolla el tema del deseo en la filmografía del director, y ese universo de masculinidad que describe con eficacia y transparencia. Las conversaciones entre estos jóvenes heterosexuales hacen referencias algo despectivas hacia la homosexualidad, pero al mismo tiempo ellos mismos, consciente o inconscientemente, se comportan de una manera muy epidérmica, muy "metrosexual", casi homoerótica. Los diálogos son ágiles y muy naturales, y el director consigue esa construcción de camaradería que remarca el deseo del protagonista. Marco Berger incluye, al mismo tiempo, algunos toques de ironía, como un plano final que parece más una concesión al deseo del propio espectador. 


Taekwondo es también una película atípica en la filmografía de Marco Berger porque es la única que está co-dirigida con Martín Farina, para el que Berger trabajó como montador en Fullboy (Martín Farina, 2015): "Al principio estábamos preparando una película como Fullboy, improvisada, con una estructura pero sin nada escrito. Pero llegó un momento que me dio miedo, así que escribí un guión con los diálogos el fin de semana anterior al inicio del rodaje. La película la rodé yo, excepto las escenas más lúdicas, como el partido de fútbol, la cancha de tenis o la piscina, que las rodó Martín. Creo que en realidad me sería muy difícil codirigir una película, porque tengo las ideas muy claras, soy muy  inflexible, muy rígido. Me costaría mucho una codirección real.

Un rubio (2019) aborda de nuevo el deseo en un entorno reducido, y podemos decir que enfatiza el instrumento narrativo del silencio frente a su siguiente película, que será la que incluya más diálogos de toda su filmografía. El personaje de Gabriel (Gastón Re, que también estaba en Taekwondo) es tímido y apenas habla en toda la película, mientras que su objeto de deseo, Juan (Alfonso Barón) se expresa también con gestos y miradas más que con palabras. Aquí, los personajes tienen ya una vida familiar, el primero con una niña y el segundo con una novia embarazada, pero no pueden resistir la tentación de la atracción mutua. La película transcurre en un pequeño apartamento, un espacio más cerrado, más oscuro y claustrofóbico que la casa de campo veraniega que veíamos en su anterior cinta. Y también es una realidad más claustrofóbica para los protagonistas, que solo se puede desarrollar en esa penumbra que da la ocultación. "Yo quiero una vida normal", dice Juan. "No quiero ser señalado con el dedo". Es una película que quizás repite algunos de los temas que Marco Berger trataba en sus historias anteriores, pero que confluyen de una forma más soterrada. Sin embargo, decíamos que la mirada del director trata de desdramatizar la homosexualidad, por lo que finalmente nos da una conclusión que resulta positiva, optimista, de aceptación plena. 


Marco Berger regresa al universo intrigante del thriller que ya vimos en Ausente (2011) con su última película, El cazador (2020), que la Mostra FIRE!! estrena en España. La historia vuelve a estar protagonizada por adolescentes y aborda un tema complejo, que tiene que ver con la pedofilia. La historia comienza de nuevo con un juego de seducción, el que se establece entre Ezequiel (Juan Pablo Cestaro) y el Mono (Lautaro Rodríguez), que se desarrolla en una relación sexual que poco a poco irá desvelando maquinaciones ocultas. Como en Ausente, la secuencia principal se desarrolla en una casa durante la noche, y éste será el detonante de una situación que acaba siendo incluso peligrosa para el protagonista. En cierto modo, es una de las películas menos eróticas de Marco Berger porque su interés está en otra parte, lo cual hace que su trabajo como director sea más certero, menos tendente a redundar en su narrativa habitual, y más al servicio de una historia que trata una realidad terrible. 


Pero al mismo tiempo esta envoltura de thriller permite a Marco Berger explorar el deseo sexual en la adolescencia, lo que hace que su película sea posiblemente la más compleja y mejor lograda de toda su filmografía (el intento de una narrativa enmarañada no terminó de cuajar en Mariposa). Estamos por tanto ante un director que ya logra apartarse de algunos de sus tics habituales para ir construyendo historias que van más allá, pero sin abandonar el universo de masculinidad homosexual que le caracteriza. Es un director que con El cazador lanza una mirada mucho más amplia, más elaborada, que abarca un mayor espacio narrativo. Y que incluso es capaz de incluir autoreferencias que son guiños a sus espectadores habituales (vemos a Javier de Pietro, el adolescente que seducía al profesor en Ausente, haciendo aquí de profesor de escuela). Pero eso no quiere decir que Marco Berger inicie una etapa en su carrera que lo aleje de su característica mirada homosexual: "A veces muchos directores de cine queer realizan una o dos películas y después son absorbidos por el sistema. Porque ser honesto y coherente con la propia mirada es muy difícil, el mundo te exige otras cosas. A mi me preguntan muchas veces cuándo voy a hacer una película que no sea de temática gay. Y cuanto más me lo preguntan, más respondo: '¡Olvídate!'. Todo lo que voy a hacer en mi vida va a ser gay". 



Taekwondo, Un rubio y El cazador se pueden ver en la sección Mostra FIRE!! de Filmin.
Plan B, Ausente y Mariposa se pueden ver en Filmin.
La entrevista con Marco Berger se puede ver en YouTube


16 septiembre, 2020

Mostra FIRE!!: La salida

Nuestra tercera crónica de la Mostra FIRE!! se acerca al festival en su ecuador, cuando ya hemos visionado buena parte de su programación, que está disponible en Filmin hasta el 20 de septiembre. Entre las actividades paralelas ayer se celebró la mesa redonda online "Producción, Distribución y Exhibición de cine LGBT", que tuvo como protagonistas al director Marco Berger, homenajeado en esta edición del festival; Silvia Lobo, presidenta de la Asociación de Distribuidores Independientes Próxima; y Toni Espinosa, responsable de las salas Cinemes Girona, dedicadas a programar películas independientes. El debate fue moderado por el programador de Mostra FIRE!! Antoine Leonetti, y planteó algunas cuestiones interesantes sobre cómo llegan las películas de temática LGTBI+ a los circuitos de distribución y exhibición cinematográficos.   

Toni Espinosa ponía sobre la mesa un tema que es claro: "Los que deciden qué películas se hacen son los responsables de las ventanas de exhibición, como las televisiones o las plataformas", respecto a la escasa producción de cine de temática gay y lésbica en España en los últimos años. Pero también hay una escasez de producciones distribuidas en nuestro país, como apuntaba Marco Berger: "Siempre me ha resultado curioso que mis películas no se han distribuido en España, mientras que sí han encontrado distribución en Francia o Gran Bretaña". Eso en parte también tiene que ver con la etiqueta de cine LGBT: "Yo como director de cine no existo para algunos festivales españoles como San Sebastián. Nunca han programado mis películas en la Sección Horizontes Latinos, por ejemplo. Los festivales a veces se mueven por modas o prefieren programar películas que son polémicas. Por ejemplo, mi película Hawaii (Marco Berger, 2013), que es una de las que el público más valora de mi filmografía, apenas pasó por festivales, quizás porque en la historia no ocurre nada especial, no hay un drama por ser gay". 

Sin duda, parece claro que el mercado de cine independiente encuentra cada vez menos vías de distribución y de exhibición. A la desaparición progresiva de salas de cine se une el acaparamiento de las pantallas por parte de las grandes productoras y distribuidoras, que sólo programan títulos de temática LGTBI+ cuando está protagonizado por estrellas de cine. Y resulta sorprendente y preocupante que países como España hayan caído en una especie de letargo en la producción de películas que abordan el tema, lo que podría parecer una cuestión relacionada con la normalización, pero que en realidad esconde un trasfondo que tiene más que ver con el desinterés y la falta de riesgo. Como comentaba Marco Berger, "Creo que los exhibidores tienen poca confianza en que haya espectadores que estén interesados en ver cine LGTBI". 

En nuestro recorrido por la programación de la Mostra FIRE!! nos detenemos en algunos títulos que abordan de forma directa o secundaria la salida del armario, el "coming-out" que, a pesar de la aparente visibilidad en las sociedades occidentales, aún sigue resultando difícil en algunos entornos. 

Oficial: Largometrajes

Algunos títulos asiáticos forman parte de la sección competitiva de la Mostra FIRE!!, como es el caso de las dos películas de las que hablamos a continuación. Method (Eun-jin Pang, 2017) es una producción coreana que establece una relación complicada entre un actor de teatro y su compañero de reparto, un joven cantante de gran popularidad, cuando ambos ensayan para una obra teatral que protagonizarán juntos. El primer encuentro, entre la rigidez del actor y la banalidad de todo lo que rodea al ídolo de adolescentes, resulta tenso, pero poco a poco sus personalidades irán moldeándose hasta rozar el romance. La película está contada con un cierto aire de suspense, sobre todo en la última parte, y lo más interesante es la transformación del actor maduro, la contrariedad de unos sentimientos frente a los que no parece estar preparado. 


La directora establece un juego de seducción, pero también de apariencias, en el que el paralelismo entre la obra teatral y la realidad provoca una cierta confusión entre las personas y sus personajes. El ídolo de adolescentes está interpretado por la actriz Oh Seung-Hoon, y esta circunstancia le da al personaje un aspecto entre femenino y masculino que en cierta manera trata de justificar los sentimientos que acaba provocando en su compañero de reparto. Pero esta construcción de thriller que camina por una delicada línea de irrealidad no termina de estar bien armada, sobre todo por un trabajo de dirección que resulta desordenado e incoherente.   

La comedia vietnamita Goodbye mother (Trinh Dinh Le Minh, 2019) tiene en común con la propuesta coreana la valentía de tratar la homosexualidad en países donde aún supone un tabú para la sociedad. Esto es loable, independientemente de los resultados artísticos, que pueden ser más o menos acertados. En este caso, asistimos a una historia mil veces contada en el cine gay de los años ochenta: la salida del armario de un joven homosexual frente a su familia. El rol masculino en Vietnam se enfoca básicamente a formar una familia y tener hijos, lo que choca directamente con la vida homosexual. La película funciona como una comedia que tiene algunos momentos divertidos, pero que resulta algo simple en su descripción de las relaciones homosexuales. 


El protagonista de la película es un joven que regresa a Vietnam para visitar a su madre, tras haberse establecido en Estados Unidos, trayendo a su novio con la intención de salir del armario. Pero esta circunstancia le resulta cada vez más complicada, imbuido en las celebraciones y las disputas familiares. El personaje principalmente cómico de la historia es el de la abuela, que sufre demencia senil pero que es, consecuentemente, la que mejor acepta la relación homosexual de su nieto. Esta visión de la aceptación en medio de un estado de cierta senilidad describe con certeza la situación en una sociedad homofóbica. Es el personaje que vive en la irrealidad (es decir, fuera de las normas sociales), la que ve con normalidad el sentimiento gay.  

En el drama irlandés Rialto (Peter Mackie Burns, 2019) no está claro si el protagonista es homosexual, a pesar de contratar los servicios de un chapero que poco a poco se irá convirtiendo en una especie de confidente. El personaje de Colm, que está interpretado con gran vulnerabilidad por el actor Tom Vaughan-Lawlor, se enfrenta a una crisis de madurez que está acrecentada por una etapa dramática en su vida: la reciente muerte de su padre, al que odiaba, la difícil situación laboral, la distante relación con su esposa... Ese mundo de mentiras en el que vive solo se siente liberado cuando mantiene breves citas con el prostituto, un joven, padre de un bebé, que ejerce la prostitución para conseguir dinero fácil. Y esta relación entre estos dos hombres, que tiene menos que ver con el sexo que con un sentimiento de solidaridad emocional, se plantea en términos de sinceridad (que tampoco está muy clara en el caso del joven). 


Basada en la obra teatral Trade, del autor Mark O'Halloran, que también ha escrito el guión, la historia está magníficamente construida, los diálogos son concisos y certeros, el perfil de este hombre que llega a la madurez en un estado de desintegración moral y emocional está descrito con precisión. Es también una representación del dolor de un hombre que ve cómo se está convirtiendo en el padre al que odiaba. Su enamoramiento o capricho sentimental por el joven chapero se presenta más como una forma de liberación, de ruptura con las reglas establecidas, de huida de su propia realidad construida sobre mentiras y falsos anhelos. Esa figura empequeñecida frente al astillero que ahora lo destierra es la máxima representación de su vida. El final puede parecer frustrante, y lo es; pero también está relacionado con la imposibilidad de volver atrás. 

Oficial: Documentales

El ganador del Premio del Jurado en la Competición Internacional de DocumentaMadrid 2019 fue Madame (Stéphane Riethauser, 2019), una historia que aborda el "coming-out" personal del director, nacido en Ginebra en una familia económicamente pudiente. Se trata de una crónica que se sostiene en archivos familiares para contar un relato personal, que el director narra en primera persona como si se tratara de un diálogo (póstumo) con su abuela, una mujer de carácter fuerte pero un sentido del humor maravilloso. En cierta manera, recuerda a otros documentales que han abordado la relación del director y su madre como Muchos hijos, un mono y un castillo (Gustavo Salmerón, 2017) para hablar de otros aspectos: la crisis económica en este caso, y la salida del armario en el caso de Madame. Pero lo interesante de la conexión entre el protagonista director y su abuela es que se establece un paralelismo entre la mujer en una época determinada y el sentimiento homosexual, ambos sometidos a un sistema patriarcal del que necesitan liberarse. Se nos cuenta que la abuela fue obligada a casarse a los 15 años y que fue literalmente violada por su marido hasta que ella decidió abandonarlo. Es una realidad terrible, pero que ella cuenta con la serenidad que da el paso de los años. 


Por su parte, Stéphane Riethauser, convertido en activista LGTBI+ desde el momento en que aceptó su homosexualidad, utiliza el documental para reivindicarse como gay después de una etapa juvenil en la que sabía que se sentía atraído por los hombres, pero no quería definirse como homosexual. En este sentido, su crónica de las turbulencias emocionales de la juventud, ahogada por una educación patriarcal en la que su papel estaba marcado desde su nacimiento, es emocionante y muy certera. Un juego de apariencias en el que se establece este paralelismo entre él y su abuela, entre la estandarización del hombre y de la mujer, lo que deben ser frente a lo que realmente son. Aunque el director realizó entrevistas a sus familiares que finalmente descartó en la sala de montaje, escuchamos cómo él mismo le recuerda a su padre el momento en el que salió del armario: "Lo primero que me dijiste fue: Me has clavado un puñal en el corazón", mientras su madre se siente fracasada como madre por no haberse dado cuenta. Y en este juego de apariencias, la última que recibe la noticia es su abuela, hasta que finalmente ella le da una preciosa respuesta cargada de sentido del humor: "Has nacido así. Eres como Jean Cocteau y Jean Marais, como Yves Saint Laurent y Pierre Bergé, como mi cura y mi banquero".   

Best of FIRE!!

Esta dificultad de la mujer para encontrar un espacio está bien representado en el documental W.A.R. !Women Art Revolution (Lynn Hershman-Leeson, 2010), que el festival recupera en esta sección. Se trata de un repaso a las artistas que trataron de conseguir este espacio en los años setenta, precisamente la época en la que la propia directora realizaba sus propuestas artísticas. El documental se inicia con la grabación de una pequeña encuesta a pie de calle que pide a los transeúntes que nombren a tres artistas mujeres actuales. Esta pregunta ya define bien lo que pretende ser el documental, porque en él no están apenas representados nombres como Yoko Ono o Georgia O'Keeffe que sí se habían introducido en el universo artístico con reconocimiento. La película por tanto define su propio concepto desde el principio, que es respetable pero ciertamente restringido. A partir de que se acepta el enfoque particular del documental, podemos hablar, efectivamente de un documental que muestra algunos de los movimientos más interesantes del arte hecho por mujeres (y de su falta de reconocimiento) en los años setenta. 


Es interesante el acercamiento a una obra tan polémica como "The dinner party", de Judy Chicago, a la que por cierto la directora no retrata con amabilidad. Pero la llegada al Congreso de los Estados Unidos de un debate en torno a esta obra, cuya exhibición fue prohibida por aplastante mayoría, supuso un punto de inflexión en el movimiento artístico femenino. Y también es sorprendente la formación de las Guerrilla Girls, que lideraron una campaña de visibilización del arte femenino destacando con sus máscaras de gorilas. El documental es prolijo pero al mismo tiempo incompleto, porque trata de abarcar muchos temas sin profundizar demasiado en ninguno. Se queda, por tanto, en una muestra curiosa que habla de un tema importante pero con resultados poco trascendentes.  

Concluyendo con esta crónica de la salida del armario encontramos la producción suiza Mario (Marcel Gisler, 2018), que se centra en una historia clásica de descubrimiento homosexual en un entorno hostil, en este caso el mundo del fútbol. No es un tema especialmente tratado en el cine de temática LGTBI+ y en cierta manera parece que hay cierto tabú en hablar de homosexualidad en el deporte. En julio de este año se hizo pública una carta en la que un jugador de la Premier inglesa hablaba sobre su homosexualidad, pero de forma anónima, por lo que es evidente que aún parece haber muchas dificultades para asumir públicamente la identidad sexual. En el caso de la película que nos ocupa, el protagonista mantiene una relación con un compañero de equipo, pero cuando se desvelan los rumores, la presión de los directivos y su propio agente le llevan a vivir un auténtico infierno personal mientras por otro lado consigue éxitos profesionales. Lo más destacado de la película, que narrativamente resulta predecible y poco interesante, es cómo muestra esa sutil manera de censurar sin verbalizarlo, en un entorno que resulta opresivo, pero de una forma "educada". Es uno de los escasos logros de una película que por otro lado no arriesga ni en la forma ni en el fondo. 



Muchos hijos, un mono y un castillo se puede ver en Filmin. 

La mesa redonda "Producción, distribución y exhibición de cine LGBT" se puede ver en YouTube