05 julio, 2025

Sheffield '25 - Parte 7: Genocidios e Invasiones

Uno de los paneles celebrados en Sheffield Doc Fest tenía como título "'Hay demasiadas películas sobre Ucrania' - NO LAS HAY", que planteaba uno de esos cuestionamientos que se suelen hacer en los festivales de cine sobre la presencia permanente de documentales o películas de ficción que abordan el genocidio de Gaza o la invasión ilegal de Ucrania. La necesidad de documentar los conflictos desde perspectivas internas refleja un tipo de miradas que habitualmente no se recogen en los medios de comunicación, pero al mismo tiempo funcionan como documentos gráficos de las posteriores acusaciones de crímenes de guerra que tendrán que enfrentar los responsables de las masacres perpetradas por Rusia y por Israel. No hay, por tanto, demasiadas películas sobre Gaza y Ucrania, aunque posiblemente sí son demasiado escasas las que muestran otras guerras como la de Sudán. Nuestra crónica de Sheffield Doc Fest está dedicada precisamente a los dos conflictos que más repercusión tienen a nivel internacional, aunque hemos hablado de otras guerras en otros reportajes. Y trasladamos aquí también nuestra reseña de un documental imprescindible que esta misma semana ha suscitado una importante controversia tras su estreno en Channel 4. Aunque Gaza: Doctors under attack (Karim Shah, 2025) no estaba programado en el festival, uno de los paneles estaba protagonizado por su productor y su presentadora, y sus intervenciones provocaron la decisión definitiva de la BBC de no emitirlo. Channel 4 lo ha estrenado esta semana con una audiencia media de más de 300.000 espectadores mientras siguen surgiendo polémicas sobre el intento de la BBC de incluir una enmienda en el contrato del productor Ben De Pear, que según ha publicado se negó a firmar, por la que éste no podría hacer referencia a la decisión del canal.

Gaza: Doctors under attack

Karim Shah

Reino Unido, Palestina 2025 | Channel 4 | 


Puede que uno de los problemas de este documental sea todo el ruido que se ha generado antes de su estreno el 2 de julio. Encargado originalmente por BBC a la productora Basement Pictures, la producción se detuvo hace unos meses después de que otro de los documentales emitidos por el canal público, Gaza: How to Survive a Warzone (BBC, 2025) fuera retirado de la programación después de que se descubriera que el principal narrador, un niño de 13 años, era hijo del ex-ministro de Agricultura del gobierno de Hamas, que fue elegido democráticamente en 2006. Hace unas semanas, BBC decidió que definitivamente no emitiría Gaza: Doctors under attack (Channel 4, 2025) por el riesgo de poner en peligro su imparcialidad, aunque precisamente ha sido acusada de parcialidad por sus propios periodistas en la información que ofrece sobre el genocidio de Gaza. Al parecer, la decisión final se produjo después de una intervención del productor Ben De Pear y de la periodista y presentadora Ramita Navair en un panel del Sheffield Doc Fest en el que describían a Israel como un país que estaba cometiendo crímenes de guerra. Los derechos del documental fueron devueltos a Basement Pictures, que pocas semanas después ha conseguido estrenarlo en Gran Bretaña a través del canal Channel 4. Pero toda esta controversia puede perjudicar el verdadero interés de un reportaje que se centra principalmente en los ataques efectuados por Israel a los principales hospitales de Gaza. A través de la periodista Ramita Navair, se describe una continuada estrategia que parece estar dirigida a erradicar el sistema sanitario de Gaza. El doctor Layth Hanbali, del Instituto de Estudios Palestinos, lo describe de esta manera: "El ejército israelí afirma que realizan ataques dirigidos a terroristas identificados o estructuras terroristas, y que su objetivo es minimizar las bajas. Pero ya sea porque el ejército israelí ha seleccionado deliberadamente a estos objetivos o porque no les importan los daños colaterales, lo cierto es que hay una decisión consciente de matarlos". Durante el período inmediatamente posterior al ataque terrorista de Hamas contra Israel el 7 de octubre, que también se muestra de forma cruda en el reportaje, se ha documentado la muerte de 118 médicos, 65 de los cuales fueron asesinados en sus casas. "Las estructuras y los edificios se pueden reconstruir, pero la pérdida de profesionales con años de formación tendrá una repercusión permanente durante varios años para los palestinos", dice Layth Hanbali. Gaza: Doctors under attack tiene mucho cuidado de ofrecer siempre la respuesta del ejército israelí frente a las acusaciones, aunque estas sean tan vagas como afirmar que los hospitales esconden búnkeres donde permanecen terroristas de Hamas, pero sin demostrarlo (hay grabaciones en video de túneles subterráneos sin que se identifique si pertenecen a algún hospital).  

También Budour Hassan, investigadora de Amnistía Internacional, abunda en esta idea: "Es evidente que la intención es acabar con el sistema sanitario de Palestina, no solo atacando objetivos como hospitales, sino deteniendo a profesionales de la sanidad". Un informe de las Naciones Unidas ha establecido que existe un patrón de acción en todos los ataques contra los principales hospitales de Gaza: primero rodeando el edificio, bloqueando la zona con maquinaria pesada, deteniendo a personal sanitario e impidiendo que los palestinos puedan acceder al hospital. Pero el verdadero impacto de Gaza: Doctors under attack, al margen de imágenes muy duras sobre heridos en los hospitales, son los testimonios personales de los médicos que han sufrido detenciones y torturas en ocasiones. El Dr. Khaled Hamouda menciona el ataque directo a su casa que acabó con la vida de una decena de familiares suyos, entre ellos su esposa y su hija. El documental describe a Khaled Hamouda como un simpatizante de Hamas que se ha manifestado a su favor en redes sociales, aunque no está claro si esa es una justificación para matar a su familia. Una parte importante del reportaje se centra en las acusaciones del maltrato a los prisioneros, muchos de ellos médicos. Amnistía Internacional ha detectado "puntos negros" en los que se permite a los soldados israelíes maltratar a los prisioneros sin consecuencias legales. Budour Hassan afirma que "lo que hemos encontrado es una gota en un océano de horror". El campo de detención de Sde Teiman es una base militar que se utiliza como prisión, y ha sido objeto de acusaciones por maltrato y torturas a los prisioneros, una especie de Abu Ghraib israelí. En realidad, la negación de las autoridades no parece tener mucho sentido cuando un político israelí afirmó en el Parlamento que "es justificable abusar sexualmente de los prisioneros palestinos porque son terroristas", y el Ministro de Finanzas de extrema derecha Bezalel Smotrich suele afirmar que el objetivo es "la destrucción total de Gaza". La mejor explicación, sin embargo, la ofrece un soldado israelí asignado a Sde Teiman y que habla bajo anonimato: "Ni siquiera creo que en la sociedad israelí exista una necesidad de encubrimiento. Puedes hacer lo que quieras con los habitantes de Gaza. Honestamente, creo que es como se ha comportado la sociedad israelí después de tantos años de deshumanizar a los palestinos. Esto no comenzó el 7 de octubre. Viene de muy atrás". Gaza: Doctors under attack es una muestra absolutamente rotunda y bastante implacable de los crímenes de guerra cometidos por Israel, tan consciente de ello que una de las instrucciones principales a los soldados es no dar nombres para evitar que se produzcan acusaciones directas. 

A State of passion

Carol Mansour, Muna Khalidi

Líbano, Jordania, Reino Unido, Palestina, Kuwait 2024 | Rebellions | 

Docs Ireland '25: Competición Oficial


Hay un momento en este documental visceral en el que el doctor Ghassan Abu Sittah comenta que Israel está atacando deliberadamente a investigadores e intelectuales palestinos, algunos amigos suyos que han muerto en los últimos meses. Aunque no es una afirmación demostrable hasta el momento, los bombardeos efectuados contra Irán y determinados objetivos de científicos relacionados con el desarrollo nuclear han demostrado, al menos, que Israel puede ser muy precisa en sus ataques cuando se lo propone. Por tanto, el bombardeo de hospitales parece formar parte de una estrategia deliberada. "No se trata solo de un genocidio, sino de la destrucción de la memoria", afirma Dima, la esposa del reconocido médico. El doctor británico-palestino Ghassan Abu Sittah (1956, Kuwait) se dio a conocer como uno de los mejores cirujanos plásticos de Gran Bretaña, especializado en cirugía craneofacial, cirugía de labio leporino y lesiones relacionadas con traumatismos, con una especial habilidad para no dejar cicatrices después de la reconstrucción, y fue elegido por los estudiantes como Rector de la Universidad de Glasgow en 2024. Pero también ha trabajado como voluntario en numerosos conflictos armados a lo largo de su carrera. Hospitales palestinos como Kamal Adwan, Nasser o Al-Shifa han sido objeto de asedio y bombardeos por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), contraviniendo la Convención de Ginebra, y precisamente el ataque contra el hospital Al-Shifa lo vivió Ghassan Abu Sittah cuando se encontraba realizando labores de voluntariado en 2023. A State of passion (Carol Mansour, Muna Khalidi, 2024) no aborda algunas controversias alrededor del médico, contra el que Alemania decretó en 2024 una prohibición de entrada en el espacio Schengen poco antes de que se dirigiera a una conferencia internacional para mostrar pruebas sobre crímenes de guerra cometidos por Israel. Esta decisión del gobierno alemán fue considerada ilegal posteriormente por un tribunal. "He estado en muchas guerras y sé cómo son los efectos que producen los diferentes tipos de proyectiles", afirma en la película, refiriéndose a su convencimiento de que Israel está utilizando fósforo blanco en sus ataques. Pero A State of passion pretende ser un retrato más personal y transcurre principalmente tras el regreso a Londres del doctor después de haber estado en Gaza, donde afirma que ya no hay material médico para realizar operaciones. Alrededor de su esposa y sus tres hijos, Ghassan muestra todavía emoción cuando habla de su experiencia, a pesar de haber vivido otros conflictos entre Israel y Palestina: "No puedo dejar de ver lo que vi. No puedo dejar de oír los llantos y gritos que oí, ni dejar de oler el olor de las heridas supurantes".

Aunque el documental no transcurre en Gaza, muestra imágenes de los hospitales que pueden resultar impactantes, no solo por la visión de niños heridos, sino también de pasillos manchados de sangre o de bolsas que no muestran lo que contienen pero están marcadas con etiquetas como "restos de cuerpos" o "niño desconocido". Aunque lo que más impacto producen son las fotografías de soldados israelíes sonriendo en medio de edificios destruidos o videos haciendo bromas poco antes de detonar un artefacto explosivo. Ese grado de crueldad que no se muestra en los medios de comunicación puede llegar a ser más insoportable que las imágenes de heridos que hemos visto en muchos telediarios. El documental tiene una estructura algo caótica que a veces se siente improvisada, con algunas conversaciones con Ghassan Abu Sittah recién levantado, para mostrar su incapacidad para desconectar de la guerra cuando lo primero que hace es encender las noticias. Algunos de sus relatos personales sobre su experiencia en Gaza son sorprendentes: "Ya no puedo comer pan. Estuvimos comiendo solamente pan durante varios días, y tuve una obstrucción del intestino. La bola que formaron las semillas en el estómago me provocó una obstrucción que necesitó ser operada". Pero también está el recuerdo de otras de sus intervenciones en la Franja de Gaza, desde la Primera Intifada en 1987, y posteriormente en otros ataques sucesivos de Israel en 2009, 2012, 2014, 2019 y 2021. Considerado como un héroe por la comunidad palestina, hay algunos momentos de respiro en A State of passion, como cuando la directora le dice que tenían previsto titular el documental "The reluctant hero" (El héroe reticente), pero Ghassan comenta: "Es un título demasiado occidental". Y en algunas escenas familiares con Dima, sus tres hijos Hamza, Soleiman y Zaid. Su esposa surge como una co-protagonista que, teniendo a varios de sus familiares atrapados en Gaza, está siempre pendiente del teléfono. Un breve recorrido por lugares de la infancia de Ghassan Abu Sittah en Kuwait ofrece una retrospectiva de su familia, desplazada de Gaza durante el traumático Nakba en 1948, el primer gran ataque de Israel contra territorio árabe bajo la mirada complaciente internacional, con casi 6 millones de palestinos desplazados. La tradición cuenta que se llevaron las llaves de sus casas, que han pasado de generación en generación, para regresar cuando Israel sea expulsada del territorio que ocupó. Esa resistencia es sorprendente y encomiable, y está reafirmada por Dima: "Volveremos. Mi madre ahorró para poder construir una casa en 1967, y fue bombardeada cuatro veces, hasta que esta última vez ha sido destruida. Pero volveremos y reconstruiremos nuestras casas". 

Gaza sound man

Hossam Hamdi Abu Dan, Awad Joumaa

Qatar, Palestina 2024 | Competición Tim Hetherington | 

Karama Human Rights Film Festival '24: Mención Especial


El retrato personal al pie de las calles destrozadas de Gaza se muestra en esta ocasión a través del joven ingeniero de sonido Mohammed Yaghi, que ha trabajado en varios documentales para el canal Al Jazeera, productor de esta película. Desde el comienzo de los ataques israelíes tras el atentado del grupo terrorista Hamas el 7 de octubre de 2023, Mohammed ha continuado realizando grabaciones para mantener viva la memoria de la guerra a través de sus sonidos. La cámara le acompaña en medio de los hospitales llenos de heridos o en los funerales de las víctimas de los ataques israelíes. Él habla del paisaje sonoro que rodea al territorio en el que nació: "Los sonidos de Gaza evocan la memoria de lugares, sueños y esperanzas. El sonido es más que una grabación. Cuenta las historias de las personas cuyas vidas han sido transformadas por la guerra". Producido por el canal Al Jazeera, Gaza sound man (Hossam Hamdi Abu Dan, Awad Joumaa, 2024), tiene una estructura de documental televisivo, con una duración de 45 minutos, y está disponible en alquiler en plataformas como Apple, iTunes y Prime Video. En este sentido, puede estar demasiado restringido por su propio formato y su grabación de guerrilla en medio del caos de los ataques contra Gaza, pero su perspectiva es interesante y diferente a la de otras películas. Habla de la pérdida de los sueños, pero también de la esperanza de un futuro mejor. El llanto de un bebé recién nacido se convirtió en el principal impulso de Mohammed para comenzar a grabar los sonidos que encontraba en Gaza, una ciudad que se muestra intensa y vital antes de los ataques de Israel, y que ahora está marcada por el sonido de los bombardeos lejanos y los edificios destruidos. Pero hay una cierta cotidianidad en medio de la guerra que el micrófono de Mohammed capta con claridad, como la actividad en una cafetería, pero también el sonido de las ambulancias y los gritos de los heridos. Sin embargo el documental retrata sobre todo a jóvenes que han perdido la esperanza, como cuenta Zeina sobre su hermano Khalil, que quería ser ingeniero hasta que sufrió graves heridas.  En un campo de refugiados donde miles de palestinos desplazados esperan un alto el fuego, Tarek El-Shawwa cuenta que "es difícil adaptarse a vivir aquí. Es absolutamente desgarrador. Esta no nuestra vida, no son nuestras tradiciones, ni nuestras costumbres".

Gaza sound man refleja cómo la vida se ha convertido en una constante espera, y cualquier momento puede cambiar radicalmente con la explosión de un proyectil, provocando el caos, las ambulancias, los heridos y los muertos. Los sonidos grabados por Mohammed se convierten en reflejos del pasado, de una ciudad vibrante que ya parece olvidada, mientras ahora las calles por las que paseaban los transeúntes se han convertido en caminos de polvo solitarios rodeados de edificios esqueléticos. Uno de los testimonios más impactantes es el de Ghazal Banat, una adolescente que vivió junto a su familia las consecuencias de la explosión de seis misiles, y a la que Mohammed encuentra poco después en el campo de refugiados. Pero no es tan sobrecogedor por la descripción del impacto continuado de misiles en su casa, sino por el reflejo de la pérdida de esperanza y de la madurez forzosa de una niña que ya ha dejado de serlo: "Solía levantarme, lavarme la cara, vestirme y desayunar, e ir al colegio. Ahora me despierto y lo primero que hago es buscar agua. Tenía sueños antes de la guerra, pero ahora han desaparecido. Mi único deseo es que se acabe la guerra". Los sonidos de Gaza son también los de los desplazamientos, las familias que convierten sus coches en espacios de carga para todos los recuerdos. Gaza sound man utiliza el diseño de sonido como una herramienta narrativa, componiendo una envoltura que siempre es descriptiva, elevando el impacto de las bombas y sosteniendo el silencio de las zonas destruidas. La abuela de Mohamed, Um Ala Yaghi, es el testimonio de las guerras que ha vivido toda una generación de palestinos, pero también el reflejo de las voces que no se apagan a pesar de los continuos ataques. 

Shards of light

Marcus Lenz, Mila Teshaieva

Alemania, Ucrania 2025 | Competición Internacional | 


La sorpresa por la duración de una guerra que muchos consideraban que sería más corta de lo que está resultando, se refleja en los últimos proyectos de los directores Marcus Lenz (1969, Alemania) y Mila Teshaieva (1974, Ucrania), quienes presentaron hace unos años el documental When spring came to Bucha (2022), que describía la vida de algunos de los vecinos de esta localidad ucraniana poco después de que fuera liberada de la ocupación rusa. Ésta solo duró un mes, entre el 27 de febrero y el 31 de marzo de 2022, pero tuvo como consecuencia uno de los primeros crímenes de guerra por parte de Rusia: la conocida como masacre de Bucha, el asesinato de al menos 400 civiles, algunos de los cuales fueron encontrados con las manos atadas y con disparos a quemarropa, lo que indica que se habían llevado a cabo ejecuciones sumarias. A finales de ese mismo año, los directores decidieron regresar a la ciudad para grabar de nuevo cómo estaban sobreviviendo algunos de los protagonistas de su anterior película, de manera que Shards of light (Marcus Lenz, Mila Teshaieva, 2025), cuyo título refleja algo de luz en la oscuridad, es una continuación directa que recupera la mirada hacia la vida cotidiana después de la ocupación. Para algunas ucranianas como Olga Malakh, una persona conocida y amable con sus vecinos, se ha convertido en otro infierno, cuando es investigada después de que algunos de esos vecinos la hayan denunciado como colaboradora de los rusos. Aunque no se da demasiada credibilidad a estas acusaciones, algunos momentos de negociación con los oficiales rusos pudo ser percibido como una colaboración, lo que la enfrenta a una posible condena por traición que supone varios años de cárcel. Esta nueva incursión en una ciudad que trata de sobrevivir después de una ocupación traumática mientras mira cómo en otras partes de Ucrania sigue avanzando el ejército ruso, muestra los desafíos de una población enfrentada a la falta de vivienda porque las suyas han sido destruidas, pero también a la permanencia del trauma cuando se han perdido familiares. Alla Nechyporenko y Yuri Bilous son una madre y su hijo que fueron testigos del asesinato de su marido/padre, y tratan de conseguir junto a un abogado que el soldado ruso Kashin, autor del disparo, sea detenido y acusado de crímenes de guerra. Yuri consigue localizar al soldado por las redes sociales y se comunica con él, pero la indiferencia que recibe es sobrecogedora, reflejando la impotencia frente a una justicia que se ve bloqueada constantemente por los trámites burocráticos y la necesidad de pruebas concluyentes. 

Shards of light refleja el vacío psicológico de una ciudad destruida en su superficie, pero también en su interior, con silencios elocuentes y apegos casi obsesivos. La casa de Liudmyla Kizilova fue destruida y ahora está siendo reconstruida, pero ella se dedica a cuidar cada día el jardín, como un símbolo de la necesidad de regresar a la vida en este espacio adyacente en medio de los escombros. La película también recupera a Olenka, una adolescente que apareció en When spring came to Bucha, que forma parte de esos segmentos dedicados a la generación más joven que se ha enfrentado a la guerra. Los niños juegan a ser soldados mientras la educación postbélica les enseña a detectar minas antipersona que han dejado los rusos tras su paso por la ciudad, mientras en la clase de teatro la profesora trata de explicar a sus alumnas por qué van a ensayar de nuevo una obra sobre la guerra: "Será un tema relevante durante mucho tiempo. Incluso después de que acabe". La pedagogía de guerra impregna las escuelas, donde se elaboran discursos improbables en otras circunstancias: "Estoy muy contenta de que todos los que estamos en esta clase estemos vivos, sanos y sin heridas. Hay algunos estudiantes cuyas casas sufrieron daños, pero las reconstruiremos", dice una profesora que acaba emocionándose. Las imágenes que captan los directores a lo largo de la ciudad consiguen un grado de intimidad profundo con sus protagonistas, después de muchas conversaciones previas antes del rodaje, observando sin intervenir pero situándose siempre a una distancia cercana. Bucha sigue siendo una ciudad marcada por el conflicto a pesar de haber sobrevivido a él, con una cotidianidad que nunca llegará a ser igual a la que se vivía antes de la invasión rusa. 

A simple soldier

Artem Ryzhykov, Juan Camilo Cruz

Ucrania, Estados Unidos, Reino Unido 2025 | Competición Tim Hetherington | 


La invasión de Rusia en Ucrania es otro de los frentes que ha desestabilizado el panorama geopolítico mundial y que se ha convertido en un tema recurrente en producciones documentales y algunas de ficción. Hemos hablado desde Sheffield Doc Fest de películas como Cuba & Alaska (Yegor Troyanovski, 2025), y ahora abordamos otros títulos que han formado parte de su programación. La diferencia que propone A simple soldier (Artem Ryzhykov, Juan Camilo Cruz, 2025) es mirar la guerra en primer persona, a través de un cineasta que decidió alistarse voluntariamente en el ejército ucraniano, no solo para luchar por su país sino también para filmar desde el frente cómo se desarrollaba una guerra que nadie pensaba que iba a durar tanto tiempo. Y consigue ofrecer una mezcla fascinante entre la descripción de la cotidianidad de un soldado en medio de una guerra moderna y el retrato de una persona normal que se encuentra en situaciones de peligro como una emboscada de un batallón del ejército ruso. Artem Ryzhykov es un cineasta ucraniano que se dio a conocer por su trabajo como director de fotografía del documental The Russian woodpecker (Chad Gracia, 2015), que consiguió el Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance, y recientemente ha trabajado en el nuevo documental del director norteamericano Chad Gracia, Sex in the Soviet Union (2025), que analiza la represión sexual durante siete décadas en la antigua Unión Soviética. Las protestas del Maidan en 2014 contra el presidente pro-ruso Viktor Yanukovych llegaron cuando se encontraba trabajando en aquella película, y al comienzo de A simple soldier podemos ver algunas de las grabaciones que hizo con su cámara, tan duramente reprimidas que él mismo fue herido por un disparo mientras estaba filmando y su cámara quedó destrozada. Al comienzo de la invasión ilegal por parte de Rusia en 2022, decidió incorporarse al ejército sin decirle a su novia y a su familia dónde se encontraba. Pero aunque su intención era grabar su experiencia como soldado, la realidad comienza a demostrar que no es tan fácil compaginar al militar con el cineasta. La película abarca los primeros años del conflicto, incluso la preparación de ciudadanos ucranianos para una eventual guerra desde 2021. En esas modestas sesiones de entrenamiento Artem Ryzhykov conoce a la médica Marta y a su esposo Sergiy, que deciden enviar a sus hijos a Estados Unidos y con los que compartirá parte de su experiencia como soldado. Pero la cámara no es tan bienvenida como esperaba y durante la defensa de Irpin, recibe un dura reprimenda de su superior Medich (quien meses después moriría durante un enfrentamiento con los rusos) por haberse dirigido al frente, donde quería grabar a soldados rusos muertos. 

A simple soldier muestra el desarrollo de Artem Ryzhykov a lo largo de su experiencia en una guerra que cada vez más se apoya en la utilización de drones que permiten que las líneas de avance se alejen de los invasores rusos. Él se considera al principio un cineasta que ocasionalmente participa en la guerra, pero acabará asumiendo su papel como un soldado que necesita estar más enfocado en el frente que en su cámara: "Ya no eres un director, ahora eres un soldado", se dice a sí mismo. Decepcionado porque le relegan a puestos de retaguardia como jefe de prensa o ayudando a las familias que se han quedado atrás a abandonar sus casas ante la cercanía del avance ruso, participa en la defensa de Járkov donde le es asignado un nuevo superior, Fantom, que también será gravemente herido meses después. Y encuentra su mejor cometido después de comprar un dron chino que participa en labores de información, grabando el avance del ejército enemigo. El montaje de las miles de horas que grabó Artem Ryzhykov durante los primeros años de guerra fue estructurado en una línea narrativa por el cineasta colombiano-alemán Juan Camilo Cruz, que ganó dos premios BAFTA TV por su documental Hijos de los talibanes (2023). Pero también ha conseguido la participación de destacados productores como el norteamericano Ben Silverman, productor de series como The office (Prime Video, 2005-2013) o Stick: El swing perfecto (Apple tv+, 2025), y el británico John Battsek, nominado al Oscar por Bobi Wine: El presidente del pueblo (Moses Bwayo, Christopher Sharp, 2022). La película refleja hábilmente la evolución del protagonista conforme toma conciencia de que debe elegir entre participar directamente como soldado o ser solo espectador tras su cámara, especialmente cuando pasa varios días en la unidad médica en la que trabaja Marta. Ella también sufre una pérdida importante en una guerra de la que dice: "Esta es una guerra absurda. Completamente absurda". La película captura de manera precisa la transformación de Artem desde un novato que se tiende al suelo cada vez que suena un bombardeo lejano, hasta un soldado que tiene cada vez menos miedo y que habla constantemente de la muerte como una posibilidad cercana: "Puedo matar a este mundo. Puedo matar a mis enemigos. Incluso puedo matarme a mi mismo". Hay demasiados entierros y demasiadas pérdidas. Bajmut y Kúpiansk son otras ciudades en cuya defensa participa pero que acaban perdiéndose. A simple soldier es un viaje por el horror de la guerra pero sin mostrarla directamente, reflejando sobre todo el poder deshumanizante que puede tener. 

My dear Théo

Alisa Kovalenko

Ucrania, Polonia, República Checa 2025 | Rebellions | 

CPH:DOX '25: Sección Dox:Award

Docu Days '25: Mención Especial


Un ejercicio parecido es el que realiza la directora Alisa Kovalenko (1987, Ucrania) cuando decidió grabar su participación en la guerra como soldado, en una especie de correspondencia audiovisual con su hijo pequeño Théo, que fue enviado junto a su padre a la Bretaña francesa. Ella sin embargo tomó la decisión de alistarse como voluntaria en el ejército y desarrolla a lo largo de esta película una mirada reflexiva sobre la guerra, pero también sobre su condición de madre y las motivaciones de su decisión: "Pienso en los remordimientos por haber tomado esta decisión. Para que tú y otros niños no tengáis que ir al frente en el futuro como han hecho vuestros padres". La participación de Alisa Kovalenko en el frente es más directa que la de Artem Ryzhykov, permanentemente en las trincheras durante los intentos de reocupación de Járkov en abril de 2022, una de las ciudades clave en el desarrollo de este conflicto que ha sido ocupada por Rusia y recuperada por Ucrania en varias ocasiones. Pero como dice la propia directora, las trincheras suponen largos momentos de espera y de monotonía, a veces encerrados en los búnkeres esperando que pasen los bombardeos que se escuchan cada vez más cerca. Sin embargo, My dear Théo (Alisa Kovalenko, 2025) no es tanto una descripción de la lucha desigual entre Rusia y Ucrania, sino más bien una reflexión casi existencial sobre el sentido del deber y la convicción de que estar en la guerra supone una necesidad de defender la libertad frente a la invasión. Como muchos cineastas ucranianos que han decidido dejar la cámara para ponerse un uniforme militar, Alisa Kovalenko ha tenido una destacada carrera cinematográfica, compitiendo en la sección Generation K-plus del Festival de Berlín y en Docsbarcelona con su documental Nosotras, mañana (2023), centrado en la vida de cinco adolescentes en la región del Donbás. Ella misma menciona en esta película su decisión de incorporarse a un destacamento militar en esa región, "cuando todo empezó", para rodar una película anterior, Alisa en el país de las guerras (Alisa Kovalenko, Liubov Durakova, 2015). La narrativa ucraniana sobre la invasión defiende que 2022 no fue el año en el que empezó la guerra, sino que el conflicto provocado por los separatistas prorrusos en 2014 en contra del Euromaidán, fue el primer paso de la ocupación ilegal del territorio ucraniano. 

A lo largo del documental, Alisa Kovalenko ofrece reflexiones sobre su condición de madre y el cumplimiento de su deber para construir un futuro mejor para su hijo, hablándole directamente mientras asistimos a la cotidianidad de un grupo de soldados que provienen de diferentes ámbitos: ingenieros, abogados o entrenadores físicos, incluso algunos extranjeros voluntarios que han decidido alistarse desde Francia y Estados Unidos. Es difícil imaginar el impacto de las pérdidas de estos camaradas cercanos con los que se comparten momentos de tensión durante los ataques y largos períodos de espera antes de volver a desplegar una estrategia de reocupación del territorio, que a veces no sale como se esperaba. Como en otros documentales que se desarrollan en Ucrania, en los créditos finales se recuerda a los soldados que han perdido la vida, con algunos de los cuales el espectador ha compartido algunos minutos en pantalla, como el comandante Bars, con el que la directora compartió trinchera en 2014 en el Donbás. My dear Théo también describe los fracasos de algunas operaciones que "no han salido como se esperaba", y el horror de la contemplación de los escombros de una escuela que han utilizado como base para descansar y que ha sido completamente destrozada por los bombardeos rusos, mientras algunos compañeros estaban precisamente descansando. Encontramos algunas similitudes con A simple soldier (Artem Ryzhykov, Juan Camilo Cruz, 2025), incluso en reflexiones similares: "Siento que ya no soy directora. Ahora tengo una misión diferente: ser soldado". Lo que refleja una consciencia natural de los directores que deciden tomar una cámara para reflejar la vida en el frente, pero progresivamente se dan cuenta de que su principal concentración debe estar en mantenerse vivo en una guerra que ha dejado atrás tantos cadáveres. Pero también plantea el cambio de perspectiva sobre la creación de una obra que ahora tiene una función más allá de la meramente artística. La cámara de Alisa Kovalenko a veces se detiene en los restos que han quedado tras el paso de los soldados o el abandono de las trincheras, en el paisaje iluminado por los bombardeos al fondo o en un trozo de tierra por el que deambulan las hormigas. Esa tierra que se defiende como una condición existencial. Y su voz transmite melancolía, mencionando un miedo mayor al de morir, el de ser capturada por los soldados rusos (ella misma participó en la ONU representando a las mujeres supervivientes de violencia sexual en la guerra). "Hay tantos padres que ya no abrazarán a sus hijos, les leerán libros antes de dormir o prepararán pancakes para desayunar... Pero para los que estamos aquí, nuestro hilo de esperanza, a lo que más nos aferramos, es nuestro amor por vosotros, nuestros hijos". Dentro del trasfondo de un conflicto interminable, My dear Théo encuentra espacio para la reflexión y cierta poética, transmitiendo una intimidad conmovedora entre una madre y su hijo que es generosamente compartida con el espectador. 


Gaza sound man está disponible en alquiler y venta en Amazon, Apple tv, Google Play y Vimeo on Demand.
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Películas mencionadas:

Bobi Wine: El presidente del pueblo se puede ver en Disney+.
Nosotras, mañana se puede ver en Filmin. 

04 julio, 2025

Italian Doc Season '25: La no ficción italiana

Desde hace unos años, la programación del Bertha DocHouse en Londres, una sala dedicada exclusivamente a la proyección de documentales y actividades relacionadas con este género, presenta uno de los ciclos más interesantes que se celebran en la capital británica. Bertha DocHouse comenzó en octubre de 2002 como un programa semanal que proyectaba destacados documentales internacionales en cines de Londres. En 2010, se unió a la Fundación Bertha, y en marzo de 2015 se inauguró la sala Bertha DocHouse, un cine de 55 butacas ubicado en el Curzon Bloomsbury. La 4ª temporada de Documentales Italianos de Cinecittà presenta este fin de semana la proyección de tres películas italianas que han pasado por los festivales internacionales de documentales más importantes, y que se proyectan por primera vez en Londres. Las proyecciones se dividen entre el sábado 5 de julio, con Il castello indistruttibile (The castle) (Danny Biancardi, Virginia Nardelli, Stefano La Rosa, 2025) y GEN_ (Gianluca Matarese, 2025), y el domingo 6 de julio con Bestiari, Erbari, Lapidari (Massimo D’Anolfi, Martina Parenti, 2024) que debido a su larga duración de más de tres horas se proyecta con un descanso al final de la segunda parte. Estas proyecciones, que están acompañadas por una sesión de preguntas con los directores, nos sirven para repasar el buen estado del cine de no ficción italiano y es una buena actividad para quienes visiten la capital británica este fin de semana. 

Bestiari, Erbari, Lapidari

Massimo D'Anolfi, Martina Parenti | Italia, Suiza 2024 | 

Mostra de Venecia '24: Fuera de competición

IDFA '24: Premio Envision Mejor Dirección


Presentada como una especie de docu-enciclopedia, este ambicioso proyecto de la pareja de directores formada por Massimo D'Anolfi (1974, Italia) y Martina Parenti (1972, Italia) explora la relación del ser humano con la naturaleza a través de los medios audiovisuales. Durante tres horas y media, divididas en tres segmentos de distintas temáticas y diferentes estilos, la película Bestiari, Erbari, Lapidari (Massimo D’Anolfi, Martina Parenti, 2024) ofrece una mirada a través de imágenes de archivo que provienen del Istituto Luce y de otras filmotecas y cinematecas europeas para plantear cómo ha evolucionado la relación del ser humano con el mundo que le rodea. Una propuesta inicial era dividirla en tres documentales que se proyectaran de forma independiente, pero se tomó la acertada decisión de mantenerlas unidas, a pesar de su metraje amplio, efectuando pausas entre cada una de las partes. El primer acto, Bestiari: El cine inventa nuevas jaulas, propone la idea principal del proyecto, que surgió en una visita a una clínica veterinaria en la que se lleva a cabo un tratamiento a unos cachorros de tigre, con una compleja operación que se muestra en pantalla. Es la parte que más se asemeja al estilo característico de los directores en películas como Guerra e Pace (2020), que analizaba la representación de la guerra en el cine. En este caso se plantea que una especie de protocine nació con la imagen de un animal, y que esta relación que ha mantenido el hombre con los animales ha sufrido también una evolución, pero se ha ido desarrollando al mismo tiempo que se producía la extinción de algunas especies debido a la acción humana. Desde las grabaciones del explorador Roald Amundsen, captando los primeros contactos del hombre con especies como el pingüino y las focas, los archivos tomados a finales del siglo XIX transmiten ya una acción depredadora por parte del ser humano. Buceando en filmotecas de Italia, Suiza, Francia o Noruega, este formato de metraje encontrado permite elaborar un relato que se centra en cómo la mirada del hombre ha cambiado respecto al mundo animal, haciéndose aparentemente más compasiva. Conectando con su película anterior, hay una reflexión sobre el uso de animales en los conflictos bélicos, y en las grabaciones antiguas tomadas en partidas de caza en África se establece un paralelismo con la misma palabra inglesa, "shooting", que significa grabar con la cámara pero también disparar con un arma, y que es una representación clara de la relación del ser humano con el mundo animal a través de la imagen cinematográfica. Hay momentos en este segmento que pueden ser difíciles de ver, como la experimentación con animales de laboratorio, pero en su forma de ensayo que a veces divaga en un sentido amplio de la palabra, ofrece una interesante reflexión sobre cómo ha evolucionado nuestra relación con la fauna.  

El segundo segmento, Erbari: La cura, se desarrolla en el Jardín Botánico de Padua, que está considerado el más antiguo del mundo, creado en el año 1545, en un período inmediatamente posterior a la Edad Media, de donde surge precisamente el interés por la catalogación de las especies que habitan nuestro planeta. Adoptando en este caso un estilo cercano al cine documental de observación de Frederick Wiseman, no hay en esta parte intervención de los directores, sino que se establece una mirada a los diferentes departamentos del jardín botánico, y a los herbarios de especies de plantas que se han estado recopilando desde el siglo XVI hasta nuestros días. La única intervención reflexiva se produce a través de una entrevista en la radio en la que se establecen algunas ideas relativas a la minúscula relevancia del ser humano en un planeta cuya biomasa está ocupada en un 99,7% por plantas, mientras que solo el 0,3% restante es de origen animal. Esto recuerda que la mirada que adoptamos ante el mundo que nos rodea es principalmente antropocéntrica, no objetiva, y que esto distorsiona precisamente cómo percibimos nuestro entorno. Uno de los departamentos se denomina "War Herbarium" y está dedicado a los especímenes recolectados por el joven oficial Bruno Ugolini durante las campañas militares de la Primera Guerra Mundial. El joven falleció en la guerra en 1917 pero su padre, el botánico Ugolino Ugolini, vendió este herbario a la Universidad de Padua en 1930, y actualmente se conserva en el Jardín Botánico. Y se menciona la dificultad de que el ser humano pueda extinguir la vida en el planeta, debido al poder de resistencia de las especies, recordando el Gingko biloba, una especie de árbol que sobrevivió a la bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre Hiroshima en 1945. Tres años después, volvió a brotar y permanece todavía como un símbolo de resiliencia. 

Si en el documental se destaca el antropocentrismo de la representación de la fauna y la flora, el desarrollo de la película tiende a todo lo contrario, eliminando progresivamente la presencia humana en las imágenes. Esto resulta más claro en el tercer acto, Lapidari: Los fósiles del futuro, que se desarrolla en una cantera donde se extraen piedras y se manipulan para convertirlas en cemento, y en un taller en el que iremos descubriendo que tiene relación con los Stolpersteine, los bloques de cemento conmemorativos que recuerdan a las víctimas del holocausto junto a los edificios en los que vivieron. Si a lo largo de Bestiari, Erbari, Lapidari se ha establecido una relación con la memoria a través de los archivos físicos y cinematográficos, la conexión es más evidente en esta última parte, en la que se muestran los edificios destruidos durante la 2ª Guerra Mundial, estableciendo de nuevo una referencia a los conflictos bélicos como un reflejo de la especie humana y su amenaza no solo para otras especies sino para la propia. El estilo de este segmento se asemeja a las películas industriales que se enfocan en los procedimientos de ejecución laboral, mientras la película propone una reinvención de la representación de la realidad a lo largo de los años, desde una perspectiva reflexiva para establecer las relaciones entre los elementos que componen los planos de la imagen cinematográfica. 

Il castello indistruttibile (The castle)

Danny Biancardi, Stefano La Rosa, Virginia Nardelli | Italia, Francia 2025 | 

CPH:DOX '25: Competición Dox:Award


A través de una mirada poética, pero conectada con la realidad de Palermo, los directores proponen un juego a un grupo de niños que utilizan una guardería en ruinas en su barrio Danisinni, para desarrollar su imaginación e inventar historias fantásticas, pero también envueltas en cierta cotidianidad de lo que viven a su alrededor. Cuando María escribe en una de las paredes del edificio ruinoso "casa nostra" se establece un juego de representación que al mismo tiempo que se presenta como una exploración lúdica, también está conectada con la violencia que se experimenta en algunas zonas de Sicilia controladas por las mafias. Cuentan los directores, nacidos también en Palermo, que su intención no era solo jugar con los niños, sino que éstos construyeran también la película a través de sus decisiones. Pero Il castello indistruttibile (Danny Biancardi, Stefano La Rosa, Virginia Nardelli, 2025), que compitió en el pasado festival CPH:DOX, tiene también una narrativa clara que estructura de una manera equilibrada las diferentes sensaciones que experimentan los protagonistas, tres niños de once años, Angelo, María y Rosy. Rodada durante un período de cuatro años, hay momentos de exploración hasta que asumen el espacio como propio, a pesar de que otros niños del barrio también participan en los juegos. Pero Angelo se siente más cercano a sus amigas que a los otros jóvenes que suelen jugar a organizar peleas y retarse mutuamente, como un reflejo de esa masculinidad que se impone en el barrio desde que son pequeños. Hay una escena de descubrimiento que surgió de forma improvisada cuando María y Rosy encuentran un espejo entre las ruinas de la guardería, y se establece un juego en el que miran sus reflejos y expresan sus inquietudes, mostrando en Angelo una especie de alienación respecto al resto de los jóvenes del barrio que solo se calma cuando puede jugar dentro de ese espacio que ellos asumen como propio. Surge entonces la intención de la comunidad de vecinos de restaurar la guardería que se convertirá de nuevo en un lugar de estudio y de juegos para compartir de forma colectiva, pero que arrebata a los niños protagonistas su propio espacio. 

El castillo indestructible al que hace referencia el título original, mucho más elocuente que el título internacional, habla de los sueños y las fantasías de los mundos propios que construyen los niños, alejados de las noticias sobre asesinatos que se producen casi todos los días. Aunque el espíritu de crear un centro comunitario en el lugar donde se encuentra la guardería tiene también una intención colectiva de enfrentar el deterioro social del barrio, éste se confronta con ese lugar seguro que habían creado los niños. Pero el espíritu de la película propone que siempre hay castillos personales que consiguen mantener esa sensación de seguridad a través de la imaginación. Una de las decisiones interesantes de los tres directores es no convertir la historia solamente en un relato social que hable sobre las condiciones de abandono de algunos barrios de Palermo, sino crear más bien un espíritu lúdico que refleja la forma en que los niños inventan historias, aunque al mismo tiempo no dejen de ser un reflejo de las realidades que ellos mismos están viviendo, y en algunos casos una forma de confrontarlas cuando son demasiado perturbadoras. Il castello indistruttibile es finalmente una película sobre la imaginación y el miedo a crecer y convertirse en uno de esos adultos que tienen responsabilidades y problemas. Con la cámara manteniéndose cerca de los niños pero solo observando y esperando que las interacciones entre ellos las creen los propios protagonistas, a veces se detiene en momentos silenciosos que muestran el carácter más reflexivo de Angelo frente a la despreocupación de María y Rosy. La música del compositor Christian Gabel (1975, Suecia), conocido a través de su proyecto musical 1900, aporta también un componente onírico a esta hermosa película sobre la infancia.  

GEN_

Massimo D'Anolfi, Martina Parenti | Italia, Francia, Suiza 2024 | 

Sundance '25: Sección World Cinema

Visions du Réel '25: Sección Grand Angle

Tesalónica '25: Mermaid Award (Película LGBTIQ+)


En el Hospital Niguarda de Milán, el Dr. Maurizio Bini dirige el departamento de Diagnóstico y Terapia de Esterilidad y Criopreservación desde el año 1995, pero buena parte de su labor se dedica también a las terapias hormonales y las cirugías de reasignación de género. Centrándose principalmente en la consulta del especialista cuando acuden sus pacientes, el documental GEN_ (Maurizio Matarrese, 2025), estrenado en el Festival de Sundance y premiado en Tesalónica, presenta un espacio de seguridad en el que no hay discursos sin fundamento, desinformación o frases hechas, sino empatía, comprensión y una clara vocación de mostrar los caminos que tiene la ciencia para conseguir la felicidad de diversas formas: asegurar la fertilidad o reafirmar los géneros. La película comienza, sin embargo, en un bucólico paisaje boscoso a las afueras de Milán en el que Maurizio Bini se dedica a buscar hongos, la práctica a la que le gustaría dedicar su tiempo cuando se jubile, como él mismo dice a una de las doctoras. Esa serenidad del bosque se traslada al espacio de su consulta, que sin embargo a veces se ve interrumpida por los sonidos de las taladradoras en una obra de construcción cercana, que afecta incluso a la práctica de las cirugías más delicadas. Ese ruido de fondo representa de alguna manera el ruido constante al que se enfrenta la ciencia dedicada a esta especialidad: mientras Maurizio Bini se dirige al hospital, la radio transmite un fragmento de un discurso de Giorgia Meloni sobre la maternidad en su concepto más heteronormativo, negando la posibilidad de otras formas de fertilidad. A lo largo de las consultas, el doctor se enfrenta a las contradicciones de los continuos cambios legislativos que establecen nuevas limitaciones: "Es absurdo que hayas esperado tanto tiempo y ahora la ley haya cambiado. Los médicos no somos legisladores. Muchas veces se toman decisiones entre lo que es justo y lo que es legal. Y en tu caso es injusto que la ley haya cambiado", le dice a una paciente que está en el límite de los 46 años que ahora establece la ley italiana para poder someterse a una PMA (Procreación Médica Asistida), después de haber sufrido tres abortos naturales. En un formato observacional que recuerda al documental Notre corps (Claire Simon, 2023), la cámara se sitúa a cierta distancia, enfocándose en los rostros pero dejando espacio para cierta intimidad entre médico y pacientes. Se muestran historias breves y numerosas a lo largo de la película que no pretenden profundizar en ninguna de ellas sino ofrecer la diversidad de facetas que pueden tener las prácticas médicas que se dedican a las identidades presentes y futuras. 

GEN_ no plantea discursos éticos sino que presenta historias personales, y establece la necesidad de que la ciencia les proporcione respuestas. Un bloque del documental está enfocado en jóvenes menores de edad que acuden con sus padres a la consulta para una reasignación de sexo, una tendencia sobre la que Maurizio Bini tiene una teoría: "La consulta de menores es reciente, porque las familias se han vuelto más afectivas. Los padres quieren que sus hijos se sientan bien emocionalmente. Las generaciones normativas anteriores no tenían ningún interés en la felicidad de sus hijos". Hay una evidente intención, no obstante, de presentar las consultas de personas transgénero dentro del contexto del resto de consultas sobre fertilidad, donación de esperma o procreación asistida, presentando la normalidad de estas necesidades que sin embargo son fundamentales para el desarrollo de las personas. La consulta del Dr. Bini se presenta como un lugar que se aísla del ruido que lo rodea, que establece dentro de la legalidad los caminos adecuados para llegar a la felicidad, el objetivo que parece querer alcanzar el especialista. Y presenta solo historias positivas, evitando los conflictos, o presentándolos en su vertiente más amable, como cuando Maurizio Bini llama por teléfono a una madre reacia a que su hijo se someta a una reasignación de género. Pero tampoco ofrece una visión parcial y demasiado complaciente, reflejando las dificultades a las que se enfrentan los médicos a través del testimonio de una doctora y su experiencia con "una madre muy agresiva, con su hijo y conmigo, diciendo que promovíamos este tipo de tratamientos porque estábamos financiados por farmacéuticas. Que vendíamos enfermedades psiquiátricas. Diciendo delante de su hijo que lo que necesitaba era un psiquiatra, no un doctor". La realidad de una sociedad cambiante que se enfrenta a la obligación de responder a las necesidades relacionadas con la identidad de género se muestra en este relevante documental que presenta la diversidad como una normalidad, frente a las políticas de negación y de invisibilidad que no la elimina, sino que solo la oculta. La resistencia de los especialistas médicos a las tendencias que tratan de regresar a una perspectiva binaria se representa en el trabajo diario y en la profesionalidad, una reivindicación cada vez más necesaria de la autonomía y la pertenencia única de los cuerpos. 


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Películas mencionadas:

Guerra e pace se puede ver en TrueStory.
Notre corps se puede ver en Mubi. 

02 julio, 2025

Sheffield '25 - Parte 6: Revolucionar realidades

Nos acercamos al Sheffield Doc Fest para hablar de revoluciones, pequeñas o grandes, protagonizadas por colectivos que se reúnen para reclamar derechos y reivindicar soluciones. Desde las tribus indígenas en Canadá hasta las brigadas ciudadanas en los bosques de Galicia, pasando por la crisis migratoria en Venezuela o el debate sobre la propiedad privada en Inglaterra. 

The stand

Christopher Auchter

Canadá 2024 | Rebellions | 

Sheffield '25: Mención Especial Jurado Joven


Hemos visto en documentales recientes las continuas problemáticas que ha tenido el gobierno canadiense con la preservación de las tierras que las naciones indígenas vienen reclamando como territorios propios. En Twice colonized (Lin Alluna, 2023), la abogada y activista Aaju Peter expone la doble colonización que ha vivido, primero en Groenlandia y después en Canadá, donde se enfrenta a las prohibiciones de caza de focas que ha impuesto la administración, sepultando el principal medio de subsistencia inuit. Por su parte, en Yintah (Brenda Michell, Michael Toledano, Jennifer Wickham, 2024), ganadora de varios premios en la última edición de los Canadian Screen Awards, se refleja la connivencia del gobierno de Justin Trudeau con las grandes petroleras que tratan de invadir el territorio que la tribu wet'suwet'en reclama como suyo. En esta lista de documentales, lo que aporta ahora The stand (Christopher Auchter, 2024) es demostrar que esta confrontación ha sido permanente a lo largo de las últimas décadas, recuperando los archivos de otra disputa territorial, la que se produjo en 1985 cuando la Nación Haida Gwaii decidió impedir el paso de la maquinaria de una empresa maderera, que pretendía talar buena parte de las densas capas boscosas de la isla Lyell, con el apoyo del gobierno de Columbia Británica presidido por el primer ministro Bill Bennett. Solo a través de imágenes de archivo grabadas por los medios de comunicación se articula esta historia en torno a la falta de comprensión entre las autoridades blancas y las reivindicaciones indígenas. La película de Christopher Auchter (1980, Canadá), que pertenece a los Haida Gwaii, realizada para el National Film Board of Canada, refleja esta confrontación pacífica a través de tres personajes principales: Frank Beban, dueño de la empresa maderera subcontratada, Miles Richardson, presidente del Consejo de la Nación Haida y Jack Webster, presentador del programa de entrevistas ¡Webster! del canal público BCTV, que aborda en varias ocasiones el problema con la presencia de representantes indígenas. Hay dos características destacadas en la construcción de esta historia: por un lado, el enfrentamiento pacífico que se produce por parte de todos los implicados, algo que en la actualidad parece sorprendente. Incluso aunque se producen arrestos por parte de la policía, se transmite un cierto respeto hacia los Haida Gwaii, quizás también por la constante presencia de cámaras de televisión. En un momento especialmente curioso, la tribu Haida invita a los trabajadores de la empresa maderera a compartir con ellos una cena, demostrando que existe una comprensión mutua pero un claro conflicto de intereses. Al fin y al cabo, muchos de los indígenas también trabajaban en empresas madereras. 

A través de las intervenciones y entrevistas de Jack Webster se refleja asimismo la falta de sintonía por parte de los medios de comunicación, que analizan el conflicto como un asunto que afecta a los empleos y la economía de Columbia Británica, aunque para los indígenas es una cuestión más espiritual y territorial, reclamando su derecho a mantener la isla como parte de su hogar. Las referencias del periodista Jack Webster a que en realidad la Nación Haida es una tapadera para las reclamaciones de los ambientalistas refleja la presión de los medios para cambiar la narrativa real de las reivindicaciones. Años más tarde se descubrió que Jack Webster tenía intereses económicos en la industria maderera, con acciones en la empresa Western Forest Products, aunque él manifestó que no había influido en su forma de abordar el conflicto. A pesar de que Frank Beban Logging y Western Forest Products se enfrentaron en 1986 a cargos judiciales por haber afectado gravemente a la población de salmón en la zona, la denuncia fue abandonada seis meses después, lo que indica evidentes presiones políticas. La resistencia de los grupos que se situaban en la carretera de acceso a los bosques fue permanentemente pacífica, pero hasta 2024 no se firmó un acuerdo en el que el gobierno de Columbia Británica reconocía el título aborigen haida en toda Haida Gwaii, estableciendo que el territorio les pertenece, aunque este acuerdo aún no ha sido ratificado por Canadá. Utilizando los archivos para darle una estructura narrativa a los acontecimientos, el director introduce un personaje de animación que despliega información para contextualizar, lo que demuestra su intención educativa. Pero The stand despliega gracias a su excelente montaje y la destacada banda sonora de Genevieve Vincent, que le da un aire de thriller de los años ochenta, una interesante reflexión sobre las disputas territoriales que permanecen como un problema estructural de las consecuencias del colonialismo.

Our land

Orban Wallace

Reino Unido 2025 | Debates | 


Uno de los debates más interesantes que se vienen produciendo en Inglaterra en los últimos años se centra en la relación del hombre con la tierra, en un país en el que se calcula que solo el 1% de su población mantiene como propiedad privada la mitad del territorio. Narrada como si se tratara de un cuento al comienzo del documental, con animaciones sencillas, se explica que esta tradición proviene de la conquista de Inglaterra por parte de los normandos en 1066 y el reinado de Guillermo I, también conocido como Guillermo El Conquistador, quien estableció un reparto de tierras entre los barones como agradecimiento por su lealtad. De esa división del territorio proviene la herencia de muchas de estas posesiones, o el traspaso mediante escrituras de venta entre los sectores más privilegiados económicamente de la sociedad inglesa. La diferencia que se destaca entre Inglaterra y Escocia, es que en este país se estableció mediante la Ley de Reforma Agraria de 2003, el derecho de todos los ciudadanos escoceses a disfrutar de las tierras aunque estén en manos privadas: "La tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la tierra", dice un terrateniente escocés, quien mantiene abiertas las amplias posesiones naturales que le pertenecen, para el uso de los ciudadanos, solo controlando que haya una utilización responsable del entorno natural, algo parecido a lo que ocurre en los países escandinavos. En Inglaterra, por el contrario, los terratenientes de familias con títulos nobiliarios se resisten a permitir que sus posesiones sean disfrutadas por los ciudadanos, utilizándose para la agricultura y la ganadería, pero manteniendo la mayor parte de sus tierras como un solitario espacio natural para su disfrute privado. Francis Fulford, que posee 1.200 hectáreas en Dunsford (Devon), considera que no tiene sentido permitir la entrada pública: "Este es nuestro lugar de trabajo, no es una zona de ocio". Pero el documental Our land (Orban Wallace, 2025) se centra sobre todo en el movimiento Right to Roam (Derecho a deambular) que está formado por ciudadanos que traspasan los muros de las tierras privadas para reivindicar el derecho de todos los ingleses a disfrutar de los espacios naturales acaparados por unas pocas familias. Y establece un interesante diálogo sobre la propiedad privada y los derechos públicos. La conservacionista Nadia Sheikh destaca que "Inglaterra tiene una mayor cantidad de concentración de propiedad privada que cualquier otro país del mundo. Una tercera parte de Inglaterra pertenece todavía a la aristocracia". Surge la pregunta sobre si este sistema tradicional que surgió en el siglo XI tiene sentido que se mantenga hoy en día, privilegiando a terratenientes que han mantenido sus posesiones durante cientos de años. 

Hay algunos propietarios como Hugh Inge-Innes Lillingston, que posee más de 1.000 hectáreas en Staffordshire, que se plantean ciertas preguntas sobre la posesión de la tierra: "Para mi es algo complicado el concepto de ser un terrateniente, porque parece que eres propietario, pero es como ese tipo de síndrome del impostor, porque en realidad nadie posee la tierra". Pero hay otros herederos de propiedades como John Mildmay-White, cuya familia posee más de 2.000 hectáreas en Mothecombre (Devon), que son de generaciones posteriores y están abiertos a participar en un debate sobre la propiedad privada y la posibilidad de permitir el acceso público, aunque de momento solo lo hace en zonas determinadas. El concepto más cercano que existe en España es el de "tierra comunitaria", que establece que la propiedad es un bien comunal que pertenece a una comunidad de propietarios formada por los habitantes de la zona. Pero la idea de Right to Roam es más ambiciosa, porque pretende que los espacios privados naturales sean de uso público, aunque sigan perteneciendo a sus propietarios. Nick Haves, autor del libro The book of trespass (2020), establece la relación de estas grandes propiedades con la esclavitud y el colonialismo, lo que profundiza en un problema que tiene raíces mucho más profundas que la simple posesión de un territorio. Our land no solo establece una reflexión sobre estas opiniones encontradas en torno a la tierra, sino que lo enlaza con la tradición folk inglesa que conecta con la naturaleza. Una de las escenas con ese elemento místico transcurre durante uno de los traspasos en tierras privadas que efectúa Right to Roam, con disfraces de personajes folclóricos recreando una especie de Danza de Morris, relacionada con la llegada de la primavera y el renacer de la naturaleza, mientras suena la juguetona canción "Linger Longer" (2018) que incluyó el cantante Cosmo Sheldrake en su álbum de debut The much much How how and I (2018, Transgressive Records), que estaba dedicado precisamente a la naturaleza y los cuentos de hadas. "Estamos traspasando la propiedad de Richard Benyon, que ha heredado 5.000 hectáreas en West Berkshire, pero también ha heredado el derecho a excluirnos", dice Nick Haves. Una de las justificaciones para mantener la propiedad privada que utilizan los terratenientes es que gracias a ellos estos espacios mantienen su hábitat natural, pero la respuesta de los activistas es que ellos mismos han destrozado parte de ese hábitat con la tradición de la caza de faisanes, una especie no autóctona. En Inglaterra se sueltan unos 50 millones de faisanes al año, y los supervivientes a las partidas de caza se establecen en estos espacios, desplazando a las aves autóctonas. Our land plantea que es necesario abordar este debate de forma seria y consigue una reflexión sobre la relación del ser humano con la tierra que va más allá del territorio inglés. 

Runa Simi

Augusto Zegarra

Perú 2025 | Rebellions | 

Tribeca '25: Mejor Nuevo Director

Sheffield '25: Mejor Documental Jurado Joven


La lengua quechua está considerada como una de las más habladas en Sudamérica, con unos 13 millones de quechuahablantes en siete países: Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Argentina, Chile y Brasil. En Perú se calcula que el 13% de la población utiliza esta lengua como medio de expresión habitual, y es uno de los tres países en los que tiene la consideración de idioma oficial. Pero en Runa Simi (Augusto Zegarra 2025) se refleja cómo sigue siendo una lengua infravalorada dentro de las políticas sociales, lo que se representa en el empeño de Fernando Valencia Saire, un actor de doblaje de Cusco, por conseguir que las películas de animación con las que él creció puedan ser accesibles para muchos niños que hablan quechua como lengua principal en poblaciones alejadas de las ciudades, y también para ancianos que apenas saben hablar español y en algunos casos nunca han visto una película. De forma que desarrolla un proyecto llamado Quechua Clips en el que, junto a su hijo Dylan, dobla a su lengua materna fragmentos de películas de Walt Disney, principalmente El rey león (Roger Allers, Rob Minkoff, 1984). La repercusión del proyecto en los medios de comunicación y el apoyo que obtiene por parte de administraciones públicas para su difusión en escuelas, empuja a Fernando a soñar de una manera más ambiciosa, y su pequeño proyecto se convierte en una empresa más amplia con la que pretende doblar toda la película El rey león al quechua. Mientras trata de encontrar las vías adecuadas para que Walt Disney Company le ceda los derechos de reproducción y el permiso para realizar el doblaje, Fernando comienza a preparar una búsqueda de dobladores en Cusco para iniciar las grabaciones en su pequeño estudio. Con una predisposición casi ingenua, trata de conseguir hablar con algún responsable de la productora norteamericana llamando a la centralita general de la compañía, pero pronto comienza a toparse con la realidad de una multinacional que no tiene tiempo para dedicarle a un proyecto tan modesto, aunque al menos consigue comunicarse a través de videoconferencia con Rob Minkoff, uno de los directores de la película, en una llamada que parece más de cortesía que de auténtico interés en colaborar. Se podría decir que es una especie de cuento sobre David intentando que Goliath le preste atención, pero en realidad este trayecto no es el más importante de Runa Simi

A través de esta pequeña odisea de un soñador que ama el cine, la relación de Fernando con su hijo Dylan refleja la idea de la transmisión de los conocimientos ancestrales como la lengua, tan importante en las comunidades indígenas en las que precisamente es el idioma el instrumento vehicular por el que se traspasan las tradiciones y los conocimientos. No solo de Fernando hacia su hijo Dylan sino también a través del profundo agradecimiento que describe el protagonista por la forma en que su madre le proporcionó una educación. A pesar de que Walt Disney ha utilizado eslóganes comerciales como What dreams come true (Donde los sueños se hacen realidad), el sueño de Fernando parece lejos de lograrse, al menos en las condiciones en que quería hacerlo. El director Augusto Zegarra construye la historia con la estructura de la narrativa de ficción, estableciendo el pathos del protagonista desde la esperanza del primer acto, hasta la decepción y casi rendición en el segundo acto y el impulso final en el tercer acto, lo que resulta especialmente efectivo en una historia que se narra como si fuera un cuento. Iniciando el desarrollo en 2017, con el título provisional de Hakuchu Munayta: Searching for Disney, un proyecto seleccionado en el Pitching de Docsbarcelona 2020, da la impresión de que el propio cambio de título a Runa Simi (lengua del pueblo) indica un cambio de perspectiva que primero parecía más centrada en el proceso de búsqueda de contacto con Disney, pero que finalmente está más enfocada en la importancia de transmitir la lengua indígena y la relevancia del doblaje como un instrumento de traspaso de estos elementos tradicionales. Pero también es una carta de amor emotiva hacia el cine y la época dorada de Walt Disney, reflejada en la pervivencia de películas como El rey león como parte de la educación cultural de varias generaciones. 

Si vas para Chile (Unwelcomed)

Sebastián González, Amílcar Infante

Chile 2025 | Journeys | 

Hot Docs '25: Competición Internacional Spectrum


Hemos abordado la crisis migratoria procedente de Venezuela cuando hablamos del documental premiado con una Mención Especial del Jurado Carmela y los caminantes (Luis Herrera, Esteban Coloma, 2025), y de nuevo en esta película se presta atención a uno de los más importantes flujos migratorios que se han producido en el mundo, con 7,9 millones de desplazados según uno de los últimos informes de ACNUR, solo comparable a las crisiss de refugiados provocadas por las guerras de Siria y Ucrania. Al terminar la epidemia del coronavirus, el colapso económico de la última década ha llevado a muchos venezolanos a tratar de encontrar una vida mejor en otros países latinoamericanos como Chile. Los directores se enfocan principalmente en una pequeña población chilena llamada Colchane, que ha acabado convirtiéndose en una zona estratégica de paso de inmigrantes en la frontera entre Bolivia y Chile, en una región del Norte que se considera abandonada por el gobierno y enfrentada a su suerte ante la llegada de numerosos grupos de inmigrantes. Surgen entonces los discursos habituales en contra de la inmigración considerada como foco de criminalidad, envolviendo en estas denuncias actitudes claramente racistas. Si vas para Chile (Sebastián González, Amílcar Infante, 2025) mezcla el acompañamiento a las familias de inmigrantes que recorren a pie casi 1.000 kilómetros de distancia y organizan refugios improvisados con la participación de habitantes de la zona que se sienten violentados por la mayor presencia de una emigración impulsada por la falta de recursos. La escasez de ayuda humanitaria, de hecho, provoca que muchos de estos grupos, que tenían como objetivo Santiago de Chile, acaben permaneciendo en la zona, lo que empeora la sensación de invasión que sienten los habitantes de Colchane. Uno de los escenarios principales del documental se desarrolla durante una manifestación de 5.000 vecinos de la ciudad de Iquique en 2021, sobre todo tras el asesinato de un camionero, que exigían el cierre de la frontera ante el flujo migratorio y denunciaban al colapso de algunos servicios públicos. Aunque la responsabilidad principal era la de una falta de administración por parte del gobierno chileno, lo más fácil era dirigir el rechazo hacia los inmigrantes venezolanos, a los que se acusaba de criminalizar la zona, y se quemaron pertenencias y se produjeron ataques violentos contra familias con niños, lo que fue denunciado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). 

La utilización de imágenes cenitales que muestran la vasta extensión de territorio que deben cruzar los emigrantes de alguna forma establece ese carácter reducido e íntimo de las pequeñas historias que se cuentan. La región está marcada por intensas condiciones meteorológicas que son difíciles de soportar, especialmente por las familias, y se cuentan algunas experiencias terribles en torno a la pérdida de hijos pequeños que no han podido soportar el frío y la humedad. Aunque los directores tratan de ofrecer también la perspectiva de los habitantes de la zona fronteriza, solo hay algunos apuntes en torno a las verdaderas responsabilidades. Se menciona que el entonces presidente de Chile, Sebastián Piñera, invitó a los venezolanos a refugiarse en su país, y se destaca la inacción del gobierno chileno frente al control del flujo migratorio, como si abrir las fronteras fuera su única responsabilidad. Pero Si vas para Chile permanece a pie de camino, centrándose más en las experiencias personales, el peligro de cruzar algunas zonas de un territorio desértico, no solo por el clima sino también por el asalto de grupos criminales organizados, y la desesperación de familias que solo parecen encontrar en el riesgo de la migración la forma de sobrevivir. Tras la permanencia en el poder de Nicolás Maduro en las elecciones venezolanas de 2024, el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, advirtió hace unos meses de una nueva crisis migratoria con el desplazamiento de unos 5 millones de venezolanos. "El Estado chileno abandonó, o nunca le interesó esto realmente. Esa es la cuestión. A nosotros nos tienen abandonados hace mucho rato. Y eso produce una guerra. En eso estamos hoy día", dice uno de los habitantes de Colchane que no entiende la generalización de culpabilidad contra los emigrantes venezolanos por algunos casos de criminalidad. Si vas para Chile reflexiona sobre temas como la desigualdad del reparto de la riqueza y la falta de responsabilidad de los gobiernos, pero tampoco desarrolla un análisis reflexivo sobre la diáspora venezolana. Prefiere quedarse con los relatos de los desplazados, en una especie de documental verité que observa los acontecimientos para reflejar de una manera periodística el desarrollo de una crisis humanitaria. 

Alboroque

Sabrina Fernández Casas

Suiza, España 2025 | Competición Internacional de Cortometrajes | 

Curtocircuíto '25: Competición Planeta GZ


La directora española Sabrina Fernández Casas (1988, Suiza) establece una conexión entre el relato personal y el relato colectivo en este cortometraje que también conecta la emigración española en Suiza con la lucha por mantener las zonas rurales de Galicia protegidas de los incendios que se producen habitualmente, debido sobre todo a la implantación de especies no autóctonas: "Antes no había incendios porque el bosque estaba limpio, había especies autóctonas. El roble y el castaño protegían de los incendios. Limpiando las acacias del pueblo, las retiramos poco a poco y nos vamos protegiendo", dice María Consuelo, que todavía recuerda la temporada de incendios de 2004. Ante la pasividad de las autoridades, brigadas de ciudadanos de la zona se han organizado para realizar labores de limpieza del monte y eliminar la maleza y las acacias que propagan el fuego con gran rapidez. "Antes el bosque era bosque", dice una de las vecinas mientras la cámara se enfoca en las labores de limpieza que tratan de prevenir la llegada de los incendios. Las limas que se utilizan para afilar las motosierras que cortan estas malezas se fabrican en Suiza, de manera que Alboroque (Sabrina Fernández Casas) también mira hacia las familias españolas que emigraron a ese país, como Susana, que se marchó con 26 años con la intención de regresar, pero ha acabado estableciéndose: "Yo viví durante veinte años en España y llevo cuarenta años en Suiza, así que ya es difícil volver". Los dos territorios que también forman parte de la experiencia vital de la directora, nacida en Suiza de origen gallego, establecen un diálogo interesante entre lo personal y lo político, que proporciona al cortometraje una lectura mucho más compleja. Habla de los que se fueron y los que permanecen, de las especies y los humanos que se han establecido en otros territorios, de la solidaridad y el espíritu colectivo. Alboroque participa estos días dentro de la sección Planeta GZ del Festival Cortocircuíto, junto a otro cortometraje gallego experimental que ha tenido proyección internacional, Un dragón de cien cabezas (Helena Girón, Samuel M. Delgado, 2025). 


Alboroque se puede ver en el Festival Curtocircuíto el 5 de julio.
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Películas mencionadas:

El rey león se puede ver en Disney+.