31 mayo, 2008

Nuevas(s) frontera(s) del terror

Desde Francia nos llegan algunas de las propuestas más interesantes (y sádicas, todo sea dicho) del cine de terror europeo, aunque muchas de ellas permanecen inéditas en la cartelera española.

Últimamente han venido surgiendo nombres de cineastas franceses que aportan una mirada, si no completamente novedosa, sí al menos interesada en construir historias de terror o de suspense, que consiguen desligarse de los tradicionales argumentos de las cada vez menas atractivas incursiones en el género por parte de Hollywood. Calcos incompletos de producciones orientales (sin la capacidad de fascinación que éstas provocan), el cine norteamericano parece estancado en una constante fotocopia de ideas ajenas, mientras que en Europa surgen iniciativas que dan una vuelta de tuerca al género.

Personalmente, me parecen muchos más atractivas las películas francesas que las españolas. No me convence la esforzada pero vacía producción
de Filmax, ni siquiera aquellas que logran el reconocimiento internacional (ahí está REC, ese ejercicio técnico de resultados inocuos). Prefiero el cine de Fabrice Du Welz, Alexandre Aja o Xavier Gens. Éste último, antes de incurrir en el error de perpetrar la vigésimanosecuantos adaptación de un videojuego (Hitman) dirigió Frontière(s), que se pudo ver en el pasado Festival de Sitges y llega estos días a la cartelera norteamericana. Con una mirada puesta en La matanza de Texas (familia sádico-caníbal), continúa los cauces del cine de terror sangriento llevado hasta sus últimas consecuencias, como Calvaire, de Fabrice Du Welz y, con peores resultados Sheitan, de Kim Chaparon (editada recientemente en DVD en España).

Pero en Frontiére(s), al margen de su tendencia al sadismo, su excesiva, desagradable, a veces insoportable violencia, contiene buenas dosis de gran cine de terror. Consigue crear escenas y ambient
es de malsana inquietud, y logra construir una sucesión de secuencias de tensión que nos dejan sin aliento, además de elaborar interesantes ideas visuales (esos protagonistas convertidos en una suerte de zombis, de muertos vivientes casi tan salvajes como sus depredadores). Xavier Gens introduce al comienzo y al final una referencia al conflicto de la inmigración (esos jóvenes franceses descendientes de inmigrantes que son despreciados como ciudadanos), mientras que el auge del ultraderechismo en algunos países le permite rodear a su sádica familia fascistoide de una cierta metáfora política que alimenta con astucia un reflejo de la sociedad europea actual que, aunque resulte algo pretenciosa, funciona con la misma eficacia que el que destilaba La noche de los muertos vivientes sobre la sociedad norteamericana de su época.

Por su parte, Á l’intérieur, dirigida por Alexandre Bustillo y Julien Maury, convierte un embarazo en el catalizador de una pesadilla sangrienta con resultados impredecibles. Quizás en esta película, que tiene como obra referencial a La semilla del diablo, por el tono y la cadencia de sus imágenes, pero que acaba desembocando en una orgía sanguinolenta encontramos menos honestidad que en la anterior. Porque, al fin y al cabo, Frontiére(s) es lo que es y así se nos propone desde el principio, pero Á l’intérieur tiene un planteamiento espléndido (la primera aparición de la asesina en la casa solitaria) con cierto aire de suspense bien dosificado, pero termina convertida en otra historia más de vísceras y escenas truculentas. Y esa cierta sutileza que destaca en los primeros minutos desaparece completamente, con giros de guión inverosímiles y gratuitos.

No obstante, vuelve a ser una película de terror con una puesta en escena y un desarrollo que mantiene ese interés que los artificios previsibles de otras cinematografías no consiguen. Le une a Frontiére(s), en su condición de reflejo de una nueva generación de directores, su referencia leve a los conflictos raciales de los suburbios de París. Como si estos jóvenes realizadores, muchos de ellos hijos de inmigrantes pero plenamente franceses (a los que el gobierno francés se niega a reconocer) tuvieran siempre presente una realidad muchísimo más terrorífica que la que cuentan en sus películas.

25 mayo, 2008

Cannes, el prestigio vacuo

Termina el Festival de Cannes tras una semana incesante de proyecciones, reuniones y estrellas de Hollywood que encuentra en esta cita su particular plataforma de prestigio.

Cannes es un lugar especial en el que, a poco que te comportes como una persona normal, terminas desplazado por la personalidad “chic” de sus visitantes. En este espacio pequeño pero fastuoso, todos se transforman, entre esmoquin y yates. Es, quizás, el único festival del mundo en el que uno se puede sentir como un gentleman de la alta sociedad, si eso realmente te importa un comino.

Lo mismo les pasa a los directores y las estrellas de Hollywood. Siempre han tenido una especial obsesión por la muestra francesa. Michael Moore, por ejemplo, que tan “cercano” pretende resultar, no se pierde ni un año esta cita con el lujo y el desperdicio. Ya sea presentando sus demagógicas propuestas documentales, ya sea paseándose como un director de prestige. Y es que en Cannes los directores norteamericanos parecen sentirse, digamos, más artistas, más creadores. Steven Spielberg puede llegar a superar récord de taquilla este fin de semana con su Indiana Jones (a tenor por las primeras cifras, estaría cerca de alcanzar cifras millonarias). Pero presentar su película en Cannes le da cierta honorabilidad. Es como si tuvieran que traspasar la puerta de Europa para sentirse AUTORES.

Como Steven Soderbergh, ese creador de propuestas aparentemente independientes que, acompañado por su coleguita George Clooney, contiene mayor carga comercial que la cuarta entrega de Indiana. Pero como son modernillos con carnet , todo el mundo les ríe las gracias. Sin embargo, su Che-Argentino tiene visos de convertirse en uno de los grandes fiascos de la temporada. En Estados Unidos, muchos analistas se preguntan si la película tendrá distribución en cines, ya que sus cuatro horas y media de duración le convierten en veneno para la taquilla, especialmente tras el batacazo que se dieron Quentin Tarantino y Robert Rodríguez con Grindhouse. Y no parece que la propuesta de Soderbergh de que se estrenen las dos películas juntas la primera semana y después por separado vaya a hacer mucha gracia a los exhibidores. Ni Soderbergh es Bertolucci ni su película es Novecento. Ya quisiera.

Cannes es también la plataforma de nuestros directores más “arriesgados”, aunque en ese riesgo se implique, de hecho, una campaña de marketing cinéfilo igualmente rentable. Si no, que se lo digan a Jaime Rosales, que ha sabido rentabilizar su paso por la Quincena de Realizadores con sus dos primeras naderías. Este año asomó por las pantallas del mayor mercado cinematográfico del mundo la segunda incursión en el cine de Albert Serra, tras el reconocimiento crítico de su anterior peñazo, Honor de cavallería. Como en aquella, Serra utiliza una base argumental externa (aquí los Reyes Magos) para construir, en El canto de los pájaros, otro de esos ejercicios que tanto gustan a la crítica francesa y que, como bien afirmaba Rodríguez Marchante, precisamente por ser valorada por la crítica gala demuestra su absoluta vacuidad, adornada con ínfulas de cine “diferente”.

En fin, Cannes ha sido, un año más, la alfombra roja de los cineastas que quieren ser recordados y reconocidos, de estrellas de Hollywood que quieren ser mitificadas y de gente normal que quiere tener, aunque solo sea durante una semana, su dosis particular de glamour caduco.

Premios 2008

Palma de Oro
Entre les murs, de Laurent Content

Gran Premio
Gomorra, de Matteo Garrone

Premio del 61 Festival de Cannes (ex-aequo)
Catherine Deneauve por Un conte de Noël, de Arnaud Desplechin
Clint Eastwood por Changeling / The exchange

Premio Dirección
Nuri Bilge Ceylan por Üç Maymun (Three monkeys)

Premio del Jurado
Il divo, de Paolo Sorrentino

Interpretación Masculina
Benicio del Toro por Che/Argentino, de Steven Soderbergh

Interpretación Femenina
Sandra Corveloni por Linha de passe, de Walter Salles, Daniela Thomas

Guión
Le silence de Lorna, de Jean-Pierre y Luc Dardenne

CORTOMETRAJES

Palma de Oro
Megatron, de Marian Crisan

Premio del Jurado
Jerrycan, de Julius Avery

CAMERA D'OR

Premio Camera D'Or
Hunger, de Steve McQueen (Un Certain regard)

Mención Especial
Ils mourront tous sauf moi, de Valeria Gaï Guermanika (Semana de la Crítica)

UN CERTAIN REGARD

Premio Un Certain Regard
Tulpan, de Sergey Dvortsevoy

Premio del Jurado
Tokyo Sonata, de Kurosawa Kiyoshi

Premio del Jurado Heart Throb
Wolke 9, de Andreas Drese

The Knockout of Un Certain Regard
Tyson, de James Toback

Premio a la Promesa
Johnny Mad Dog, de Jean-Stéphane Sauvaire

CINÉFONDATION

Primer Premio
Himnon (Hymn), de Elad Keidan (The Sam Spiegel Film and Tv School, Israel)

Segundo Premio
Forbach, de Claire Burger (La Fémis, Francia)

Tercer Premio
Stop, de Park Jae-ok (The Korean Academy of Film Arts, Corea del Sur)
Kestomerkitsijät, de Juho Kuosmanen (University of Art and Design Helsinki, Alemania)


18 mayo, 2008

Vergüenza y bocazas

Lo que está aconteciendo desde el Festival de Sevilla en los últimos días es bastante vergonzoso. Dimes y diretes, que me voy-que no me voy, filtraciones... y todo para que aparezcan los gurús de siempre hablando de lo que no tienen ni idea.

La elegancia es una virtud que en ocasiones viene bien. Decíamos en nuestro anterior artículo que tras las buenas palabras se escondían cuchillos listos para ser lanzados. Efectivamente, los protagonistas del episodio surrealista de las dimisiones del Festival (Manuel Grosso, Carlos Rosado, Maribel Montaño) se han enzarzado en una trifulca estúpida, indigna de personas metidas en la gestión pública, que ha destapado la verdadera razón por la que se produjo la dimisión del director artístico esta semana. Grosso y Rosado no se soportan.

Que si uno ha filtrado no sé qué a no sé qué periódico, que si empresas privadas en las que participaban cargos del festival se llevaron contratos millonarios... Es curioso que desde el Ayuntamiento no se explique por qué un acontecimiento cultural sufragado por el Consistorio debe echar mano de empresas privadas que tienen que adelantar (y arriesgar) su capital para poner en marcha esa actividad. Estamos hablando de miles de euros. Simplemente, el Ayuntamiento es incapaz de mantener una gestión económica lo suficientemente ágil como para organizar estos encuentros. Da igual que se llame ICAS u Oficina de Promoción Exterior de Sevilla. El Ayuntamiento de Sevilla es un moroso compulsivo en el que, sin embargo, necesitan confiar las empresas privadas culturales. ¿Por qué no se dedica Maribel Montaño a tratar de mejorar la gestión económica cultural del Ayuntamiento en vez de entrar al trapo de acusaciones que, por otro lado, caen sobre su propio mandato?

Lo malo de estas trifulcas de gamberrillos es que siempre acaban apareciendo esos gurús de la cultura sevillana que hablan de todo sin tener ni idea de nada. En el Diario de Sevilla, lanzan estos días una serie de gilipolleces sobre propuestas estúpidas para el Festival de Sevilla. Resulta que gastarse más de 1 millón de euros en un festival de cine no tiene sentido. Curiosamente, desde la anterior dirección artística se defendía que hacía falta más presupuesto. El Festival de Sevilla es, con diferencia, uno de los festivales de cierta envergadura con menor presupuesto de los que se celebran en España. Málaga, San Sebastián, Gijón... cuentan con más dinero para ofrecer una programación y una lista de invitados de altura. Desde el Diario de Sevilla se ha acusado siempre al festival de no traer a representantes de las películas que se proyectan, pero ahora resulta que el presupuesto es demasiado abultado. ¿Es gratis traer a directores y actores para que presenten sus películas?

Se apuesta por un festival que mire al futuro gracias a las nuevas tecnologías. Lo que muchos no saben es que, hoy por hoy, las nuevas tecnologías son más caras que las tradicionales. Proyectar digitalmente en una sala de cine, que habitualmente no está adaptada para ello, resulta caro. Incluso proyectar un DVD en vez de una película de 35 mm. resulta más caro, ya que las salas de proyección no cuentan con soportes para ello. Y si hablamos de proyección digital, solo hay que preguntarle a los responsables de Cinesur cuánto tiempo y cuánto dinero deben recaudar para amortizar la millonaria inversión en sus dos salas digitales.

Lo que sí ha quedado claro con todo este barullo estúpido alrededor de un Festival que, a falta de menos de seis meses aún no se ha empezado a trabajar en serio para su próxima edición (¿Alianza de Civilizaciones? ¿Ya estamos haciendo concesiones políticas?), es que el modelo del ICAS es un desastre. No ha servido para nada. Todo sigue igual que cuando no existía. Lástima haber perdido una oportunidad para mejorar las cosas. Pero Juan Carlos Marset, el delegado de cultura de los grandes bluffs, anda ahora metido en otras historias. Uno caga y los que quedan atrás recogen la mierda.


15 mayo, 2008

El festival huérfano

El Festival de Sevilla se queda sin director artístico. Y ya andan buscando por Madrid, que no por Sevilla ni Andalucía, un sustituto. Será que somos tan “europeos” que necesitamos que nos vengan a hacer los deberes desde fuera.


Los protagonistas de esta opereta se lanzan estos días buenas palabras y terminan matizando sus declaraciones. Que si “nunca se ha dicho que no”, que si yo no he dicho eso”. Tendrán que hablar claramente la próxima vez que se les pregunte, porque si cada vez que haces una declaración tienes que hacer 3 más para aclarar la primera, vamos listos. En realidad, lo del Festival de Sevilla siempre ha sido un poco surrealista y algo cutre. Que un festival tenga sus oficinas en los “bajos” del Consulado de Portugal no deja de ser esperpéntico. Y eso que al alcalde de Sevilla, cuando se paseaba por Venecia o Cannes y organizaba fiestas de presentación en las que se trataba por todos los medios de que fuera alguna “estrella” internacional, se le caía la baba con el festival.

Lo de la Andalucía Film Commission también es un poco curioso. En este acaparamiento de gestión de festivales (primero Sevilla, después Islantilla) los directores de las muestras siempre han acabado fuera del proyecto (Juan Labrador, Manuel Grosso) lo cual, hombre, o es mala suerte o es mal rollo. Y, no nos engañemos, desde que Carlos Rosado entró a gestionar el Festival de Sevilla se sabía que Manuel Grosso no iba a durar mucho (se cuenta “off the record” que silbaban los cuchillos en la pasada edición, y que los enfrentamientos en las tomas de decisiones eran diarios). Claro que ahora hay que poner buena cara, irse cada uno para su casa y desentenderse de polémicas que no interesan.

Al Festival de Cine Europeo le quedan unos seis meses para que se celebre su nueva edición (quitemos uno o dos meses de verano en los que poco se puede gestionar). Hasta ahora, se ha hecho poco en cuestión de programación, entre otras cosas porque la oficina funcionaba mal que bien. Al Festival de Cannes, una de las muestras de las que salían mayor número de películas para la programación del festival, parece que no acudirá ningún representante de Sevilla para buscar y, sobre todo, negociar títulos (no se trata solo de seleccionarlas, sino de conseguirlas antes que otros festivales más potentes como San Sebastián, Valladolid o Gijón). Así las cosas, la próxima edición del Festival de Sevilla va a tener que programar series de televisión, como el Festival de Islantilla.

Lo que más sorprende es la tranquilidad aparente de todos. El alcalde anda en las catacumbas del futuro metro de Sevilla a ver si es posible que le salga más barato que el tranvía. La Delegada de Cultura no se entera muy bien de nada de lo que pasa. Y Carlos Rosado anda ahora mismo pensando en si Miguel Ángel Silvestre “El Duque” provocará en Islantilla el mismo fervor adolescente que provocó en el Festival de Málaga. Mientras, el cine europeo se queda huérfano.



03 mayo, 2008

¿Para qué sirve un festival

El Festival de Cine Español de Málaga se ha convertido en un referente para las producciones recientes de nuestro cine. Pero, a la vista de la programación, ¿realmente cumple una función coherente de difusión del cine?


En el ámbito cinematográfico, el Festival de Málaga se perfila, más que como una selección de lo más interesante del panorama español, como una especie de sesión de preestrenos de películas que desembarcan en la cartelera días después. Así que su función de festival queda un poco desdibujada, sobre todo si echamos un vistazo a las películas premiadas.

La gran triunfadora fue una producción andaluza “apadrinada” por el malagueño más internacional. 3 días (premios a la Película, Actriz de reparto, Maquillaje y Guión novel) es una propuesta atractiva de entrada pero que se ve anquilosada por un trabajo de dirección efectista e histriónico, que sepulta los valores de un guión incapaz de sustraerse al típico cine de psicópatas. Cobardes (Premio de la Crítica, Mención Especial del Jurado), confirma a José Corbacho y Juan Cruz como dos directores incapaces, con una historia llena de clichés, de personajes sobados en miles de telefilmes y de recursos de guión inaceptables. Todos estamos invitados (Premio Especial del Jurado, Actor de reparto) es quizás la peor película de Manuel Gutiérrez Aragón en mucho tiempo. Afronta el terrorismo con una desgana y una ineficacia sorprendentes en un director veterano.

Al menos Fuera de carta (Mejor Actor, Premio del Público), si bien tiene todos los tics de productos televisivos como Aída o La que se avecina, consigue entretener, aunque sea a base de las mayores ordinarieces que se han escuchado en mucho tiempo. Ya que no hay otra cosa, es de agradecer cierto cine sin pretensiones de modernez, ni ínfulas de denuncia social.

Sin premio se quedaron la inverosímil Proyecto dos, un thriller que no produce tensión alguna, la supuesta comedia coral 8 citas, enésima incursión en el universo de las parejas con los mismos actores de siempre, o Un poco de chocolate que, a pesar del buen trabajo del maestro Héctor Alterio, no termina de encontrar el equilibrio entre el realismo mágico y la crónica geriátrica.