16 diciembre, 2020

DocumentaMadrid 2020: Palmarés

Uno de los últimos festivales que llegan en formato híbrido en este 2020 es DocumentaMadrid, que se pospuso el pasado mes de mayo, su fecha habitual de celebración, y que finalmente se celebra en un formato híbrido, presencial entre el 9 y el 13 de diciembre y online hasta el 20 de diciembre a través de la plataforma Filmin. Nacido en el año 2004, DocumentaMadrid se ha acabado consolidando como una de las citas nacionales importantes en la programación de documentales. La XVII edición del festival ha sido comisariada por Cecilia Barrionuevo, directora artística del Festival Internacional de Cine de Mar de Plata y James Lattimer, programador de la Sección Forum del Festival de Berlín, y tiene la particularidad de que sus tres secciones principales (Internacional, Internacional Fugas y Nacional) no hacen la habitual distinción por duración (cortometrajes y largometrajes) o formatos, sino que ofrece una edición interdisciplinaria, que propone una visión humanista al margen de los géneros cinematográficos. Es una selección heterodoxa que incluye películas que no son estrictamente documentales y muchos ejemplos de cine-ensayo. Y esta reelaboración del perfil del festival parece haber pesado también en las decisiones de los jurados para otorgar sus premios, mucho más cercanos a los trabajos experimentales. 

COMPETICIÓN INTERNACIONAL

Mejor Película

Tendre **
Isabel Pagliai  
Francia, 2020

Premiada en IndieLisboa como Mejor Cortometraje, y presentada en el Festival de Rotterdam, esta producción de 45 minutos tiene como protagonistas a tres jóvenes que hablan del amor. Es una película que se mueve constantemente a través de diversos límites: entre la niñez y la adolescencia, entre la luz y la oscuridad, entre el día y la noche... En mitad de un lago y el crepúsculo que deja pasar otra jornada de juegos veraniegos, Hugo habla con Mia de una relación que mantuvo con Chaïnes. Hay algo de seducción en ese encuentro, mientras el tiempo y el espacio parecen inexistentes. Ellos son los tres principales protagonistas de esta historia, aunque la cámara de Laura Pagliai se detiene también en otros niños que se encuentran junto al lago. Rodada con luz natural, mostrando oscuridad o solo siluetas en algunos momentos, la directora francesa consigue elaborar una especie de irrealidad en su propuesta que resulta tentadora, evanescente. Poco a poco, sin embargo, el interés se va perdiendo, esta construcción sobre el amor adolescente, sobre una cierta mirada etérea de los sentimientos y los juegos de seducción se pierde en frases sin intención, y la propuesta acaba siendo una sucesión de fragmentos que huyen de la narrativa tradicional pero que no encuentra la suya propia. 

Premio Especial del Jurado

The last city  ****
Heinz Emigholz
Alemania, 2020

Se podría decir que esta es la segunda parte de la trilogía que forman Streetscapes (2017) y The lobby (2020), películas en las que el director alemán elabora un discurso que a veces es diálogo, como en la primera, otras es un monólogo, como en la siguiente y, en el caso de esta última se trata de una serie de conversaciones en las que se amplían los personajes y las ciudades. Tras su etapa como realizador de documentales en torno a la arquitectura, que vino después de que casi se arruinara con su película The holy bunch (1991), Heinz Emigholz elabora una serie de sketches en los que habla del pasado, el presente y el futuro. Reflexiones rodadas a la manera de Hal Hartley, esquemáticas, con un uso de la cámara que actúa casi como si fuera otro personaje, que cambia planos y se mueve por escenarios diferentes, que se van alternando como fondo de las conversaciones. Entre Beerseba (Israel), Berlín, Atenas, Hong Kong y Sao Paulo, la película trata temas complejos que giran en torno a la vida y la muerte, a la asunción de la culpa, a la juventud y la vejez… pero en un tono que resulta a veces pedante pero siempre con tendencia al humor. El personaje al que interpreta John Erdman, una especie de alter ego del director, conversa en un fragmento con su “yo” joven, y parece más sorprendido desde su madurez que desde su juventud. Se trata de un juego interesante en el que el cine flirtea con los mecanismos de la narración.

Menciones Especiales

How to disappear  ****
Robin Klengel, Michael Stumpf, Leonhard Müllner
Austria, 2020

Este cortometraje pudimos verlo en Vienna Shorts, donde logró una Mención Especial, y también estuvo presente en la programación de Curtocircuito. Los directores austríacos utilizan imágenes del videojuego "Battlefield", para reflexionar sobre la figura del desertor. ¿Se puede ser pacifista en un videojuego bélico? La respuesta es obvia, porque los programadores no han tenido en cuenta esta circunstancia. Al margen de la curiosidad de una interacción con el juego tratando de evitar el combate sin conseguirlo, o tomando la decisión de cometer suicidio, estamos ante un inteligente reflejo de una sociedad que busca la paz preparándose para la guerra, y una lectura muy perspicaz de cómo creamos nuestros esquemas de ocio.

This is not a burial, it's a resurrection *****
Lemohang Jeremiah Mosese
Italia, Lesoto, Sudáfrica, 2019

Presentada en la programación del D'A Film Festival, esta película consiguió el Premio Especial del Jurado en Sundance y es una de las propuestas cinematográficas más bellas que hemos visto este año. Cada plano está dotado de una construcción visual intensa y poética. Casi como un Terrence Malick africano, el cineasta ya demostró sus cualidades como creador de hermosas atmósferas visuales en el documental Mother, I am suffocating. This is my last film about you (Lemohang Jeremiah Mosese, 2019) y, por cierto, los títulos de sus películas ya en sí mismos son pura poesía. La película está rodada en 4:3, que se nos antoja como una representación visual de su país, Lesoto, un pequeño reino rodeado por Sudáfrica, una especie de Vaticano en mitad del corazón africano. Como una fábula, un anciano comienza a contar la historia de una mujer que se enfrenta a la muerte de su hijo, mientras a su pequeña aldea llega también la amenaza del "progreso", que pretende desplazar a sus habitantes y sus muertos enterrados, para construir un embalse. "Los muertos entierran a sus muertos", dice la protagonista, espléndido trabajo de la actriz Mary Twala, emocionante y desnudo. Lejos del habitual "amateurismo" del cine que se hace en África, esta historia es pura delicia visual. La película representa a Lesoto en la lista de candidatas al Oscar. 

Premio Cineteca Madrid del Público

143 Rue de Désert ****
Hassen Ferhani
Argelia, 2019

Ganadora del Premio al Mejor Director en Locarno 2019, esta historia tiene como protagonista a otra mujer con personalidad, que a sus sesenta años está al frente de una pequeña cafetería en medio del desierto del Sahara, junto a una carretera por la que circulan vehículos y camiones de una ciudad a otra. Sus visitantes son casi todos hombres, excepto una mujer motorista que está viajando por el Sur de Europa y que, a los ojos de la anciana, "parece un hombre". Las conversaciones, los pequeños fragmentos de vida que cuentan los que llegan, se van y a veces vuelven, va conformando un perfil de los habitantes del desierto. Y a través de estas conversaciones también vamos conociendo algunos detalles de la vida de la protagonista, pero siempre rodeada de cierto misterio, a veces afirmando que algunas cosas que dice a los viajeros son mentira, es solamente conversación. Es un documental sencillo, de fuego lento pero de mirada honesta, que también ofrece una reflexión sobre el papel de la mujer en la sociedad árabe (cuando unos imanes le hacen preguntas insistentes a la mujer sobre su vida, casi de forma inquisitorial; o cuando ella comenta que no quiere que le den derechos a las mujeres, porque ella se ha ganado sus propios derechos...). La construcción de una gasolinera cerca del pequeño establecimiento amenaza con afectar al sustento de la protagonista. Porque el progreso también llega al desierto. Al final, la protagonista sigue siendo un misterio, como misterioso es el horizonte que se abre en el Sahara. 

COMPETICIÓN INTERNACIONAL FUGAS

Mejor Película

Vulture **

Michael Hoffman  
Canadá, 2019

El cine de Michael Hoffman se produce en Film Farm, en Ontario (Canadá), una granja que el director ha convertido en su centro de trabajo audiovisual y que el año pasado cumplió su 25 aniversario. En Vulture, Hoffman desarrolla una contemplativa mirada a los animales de la granja y su interrelación que tiene más sentido desde el punto de vista experimental. Son imágenes escasamente conectadas excepto por el espacio, miradas que muestran una visión aparentemente plácida de la vida en el campo, pero que también se ve amenazada por la industrialización, y por los ojos vigilantes de de los depredadores. Esta pretensión de inquietud está conseguida solo parcialmente, y se relaciona más con el proceso de postproducción (explicado en los créditos finales) que con el desarrollo del cortometraje. Rodado en 16 mm. entre 2016 y 2018, la película fue procesada con pigmentos naturales de plantas y flores, dando una textura que de alguna manera también se conecta con la naturaleza. El resultado es un cortometraje experimental que tiene algo de turbación en su mirada, pero que resulta más interesante en su estética que en su exposición. 

Premio Especial del Jurado

Responsabilidad empresarial ***
Jonathan Perel
Argentina, 2020

Presentado en la Berlinale, vimos este documental en Sheffield Doc Fest. El director argentino presenta imágenes fijas tomadas con su cámara desde un coche que muestran planos estáticos de fábricas, en funcionamiento o abandonadas, mientras escuchamos fragmentos del libro "Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad. Represión a trabajadores durante el terrorismo de Estado" (2015), publicado en dos tomos por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Argentina. En este libro, se recoge una investigación sobre la responsabilidad que tuvo un sector empresarial tanto nacional como extranjero en las violaciones de Derechos Humanos durante la dictadura argentina. Y la voz del director traslada, con fría objetividad monótona, las palabras escritas en parte de esta publicación. El documental denuncia la complicidad de muchas empresas con la represión durante el régimen dictatorial, pero no solo eso, sino la participación activa de sus responsables en la ejecución de esta represión. Empresas argentinas como Astilleros Río Santiago, Alpargatas, Loma Negra, el periódico La Nueva Provincia, y multinacionales como Mercedes-Benz, Fiat y Ford son algunas de las que se denuncian en este documental. La presentación en imagen fija de muchas de sus fábricas en funcionamiento hoy en día, va más allá de la simple mirada al pasado, y propone una reflexión sobre la impunidad que han tenido sus responsables después de la dictadura. Es un documental áspero en su forma pero contundente en su mensaje.

Menciones Especiales

Lluvia de jaulas ****
César González
Argentina, 2019

El Festival de Cine de Gijón incluyó en su programación esta película que plantea una forma de libertad creativa que nos introduce en las zonas más desfavorecidas de Buenos Aires, las que no están a la vista de los turistas. Villa 31 es un asentamiento que se creó en 1931, tras la crisis económica de 1929. Desde entonces, junto a otras zonas como Villa 21, ha ido creciendo conforme ha crecido también la brecha de la desigualdad, convertidas en jaulas sin techo. Pero Villa 31 tiene como particularidad que se encuentra muy cerca de las vías de conexión con el centro de Buenos Aires, otro mundo que los habitantes del asentamiento visitan en contadas ocasiones. El director utiliza a un niño, Alan, para mostrarnos un recorrido por el asentamiento y su vida cotidiana, y le pone voz en frases que describen sus pensamientos. En 2001, año de nacimiento de Alan, el presidente argentino Fernando de la Rúa huyó en helicóptero después de dejar a su país a expensas de los fondos de inversiones y abocado a una profunda crisis económica. César González conoce bien esta realidad porque, a pesar de su juventud, ha tenido una vida compleja, pasando primero por correccionales y después reciclandose en escritor y cineasta. Como en su película Atenas (2017), construye una interesante mirada hacia las desigualdades en la ciudad de Buenos Aires, y las contradicciones de una gran urbe. "Pienso, luego soy turista en mi ciudad".  

Signal 8 **
Simon Liu
Hong-Kong, Reino Unido, Estados Unidos, 2019

Cortometraje experimental que ha pasado por festivales como Rotterdam, Visions du Réel o Nueva York. La propuesta pasa por un montaje frenético de imágenes de la ciudad de Hong-Kong, que produce cierto desasosiego, no solo porque a veces son fulgurantes, sino porque muestran una ciudad que parece hostil. Hay torrentes de agua y torrentes de gente. Se vislumbra el caos de urbe repleta de espacios urbanos, de paredes pintadas, de personas aceleradas.... La ciudad es mostrada como un ser vivo imaginario que mira hacia un futuro inimaginable. Siendo imágenes de Hong-Kong, también nos hace pensar en las manifestaciones de los últimos años por una libertad sobre la identidad, que no quiere la opresión de China. Parece que hay un final feliz, pero en realidad es más un espejismo. Hay una urgencia en la imagen, una desconexión con los fragmentos que sin embargo provoca también una desconexión con el espectador. 

Premio Cineteca Madrid del Público

Il n'y aura plus de nuit ****
Eléonore Weber
Francia, 2020

En el documental Guerra e pace (Massimo D'Anolfi, Martine Parenti, 2020), que vimos en la programación del IDFA, los directores reflexionaban sobre la representación de la guerra en imágenes. Y mostraban, por ejemplo, una Escuela Militar de Cine en la que los soldados franceses aprendían a fotografiar y grabar la guerra. Con las primeras imágenes de Il n'y aura plus de nuit (No habrá más noche) también comienza una reflexión sobre cómo se representa la guerra, pero en mitad del combate. La directora, a través de la voz en off de la actriz  Nathalie Richard, construye una mirada a esa guerra que no se libra en el terreno, sino desde el aire. Resulta sorprendente que la mayor parte de los archivos que se muestran de operaciones militares francesas y norteamericanas, realizadas desde helicópteros, provengan de Youtube o de páginas web como military.com; es decir, están a disposición de todo el mundo. No se trata, por tanto, de operaciones de alto secreto, sino de una cierta propaganda militar. 

Lo que hace la directora, a través de declaraciones que surgen de una entrevista con un soldado francés, es interpretar esos videos desde una reflexión sobre la vigilancia y la violencia real, a la que estamos acostumbrados. Presentada en Cinéma du Réel y en el Festival de Documentales de Bilbao. Zinebi, estamos ante un ensayo que resulta terrorífico, más que por lo que se ve, por comprobar hasta qué punto estamos inmunizados frente a la presentación, casi irreal, de una violencia real. En la última parte del documental, la directora habla sobre la capacidad de las cámaras actuales de convertir la noche en día y viceversa, como una manipulación del espacio y del tiempo, como una revelación de que lo que vemos puede o no puede ser real.   



DocumentaMadrid se puede ver en Filmin hasta el 20 de diciembre. 



12 diciembre, 2020

Próximos estrenos: El coronavirus como actor principal

Ahora que se abre una cierta luz al final de este largo túnel que se ha llevado por delante un año entero (y posiblemente parte del que viene), el reflejo de estos meses de confinamientos, distancia social, pandemias y mascarillas comienza a llegar a las producciones cinematográficas, especialmente aquellas del género documental, que reflejan en primer plano la realidad. Pero también la ficción se ha hecho eco de este mazazo a esa normalidad que vivíamos hasta hace poco. Series como The good doctor (ABC, 2017-) o Anatomía de Grey (ABC, 2005-) han dedicado parte de sus recién estrenadas nuevas temporadas al coronavirus. E incluso otras con temáticas no específicamente médicas, como This is us (Fox, 2016-) han incluido un entorno vital en medio de la pandemia. Lo cual nos lleva también a la mercadotecnia en torno a esta enfermedad. Porque el uso de mascarillas en la serie This is us esconde más bien la introducción de product placement de determinados fabricantes de mascarillas de diseño. Recientemente también veíamos en el programa Cuarto Milenio (Cuatro, 2005-) cómo se utilizaba un espacio pretendidamente informativo para hacer publicidad de un protector labial, una especie de producto de merchandising del programa. 

Pero nuestra mirada está principalmente puesta en aquellos documentales que se han ido estrenando en las últimas semanas, o que tienen previsto hacerlo en los próximos meses, y que ofrecen una visión ya reflexiva, pero quizás aún demasiado cercana, a este escenario de película de ciencia-ficción que estamos viviendo. Una de las primeras producciones que se han visto en festivales, por el momento, es 76 days (Hao Wu, Weixi Chen, Anónimo, 2020), que se ha estrenado recientemente online en los Estados Unidos y su distribuidora, MTV Documentary Films, ha iniciado una campaña de cara a los Oscar. El director Hao Wu, residente en Nueva York, contactó con dos realizadores chinos (uno de ellos decidió mantener su anonimato) para grabar dentro de cuatro hospitales de Wuhan entre enero y marzo de 2020. El gobierno prohibió expresamente la grabación de imágenes en los hospitales, pero la colaboración de algunos médicos les permitió acceder al interior. Las mascarillas, en este caso, no solo sirvieron para proteger de la enfermedad, sino también de las posibles represalias.

76 days es un documental visceral, realizado de forma apresurada, captando el caos que una pandemia cuyas proporciones desconocidas (ha matado a más de un millón de personas en todo el mundo) provocó en los primeros meses de su propagación. Es, por tanto, una película que no pretende hacer una reflexión más o menos sanitaria, o más o menos política, sino que se acerca, de forma inteligente, a la vertiente humana, la de los médicos exhaustos por las horas de trabajo y la de los enfermos confundidos por la situación. La película comienza con un médico que trata de dar el último adiós a su padre fallecido, pero al que no le permiten acercarse. Es un comienzo impactante, que muestra la impotencia de perder a un familiar sin poder despedirse. Y es uno de los principales aciertos de un documental que, en medio de todo el caos, consigue un buen equilibrio planteando una estructura que se centra en dos o tres historias principales. El silencio y el vacío de las calles de Wuhan durante el confinamiento contrastan con el desconcierto y la inmediatez de los pasillos del hospital. Es una película espléndida, necesaria, que nos sitúa en el centro de la tragedia que comenzamos a vivir hace unos meses.

De alguna manera, en España la película 2020 (Hernán Zin, 2020) pretende ser algo así como 76 days, pero lo consigue solo en parte. Es una crónica de la primera ola de la pandemia en nuestro país, cuando la sorpresa estalló en mitad de los hospitales. Y, de hecho, el director afirma que prácticamente tenía terminada la película en el mes de junio, pero ninguna cadena de televisión quiso programarla, así que decidió seguir grabando. Con una estructura bastante rígida, está compuesta por una serie de historias que tratan de englobar los diferentes puntos de vista de la crisis sanitaria: los médicos, los enfermos, las funerarias, aquellos que no podían responder a la llamada del "Quédate en casa" porque, literalmente, no tienen casa... Pero esta urgencia en querer abarcarlo todo hace que sus historias tengan poca trayectoria, y tampoco aportan nada especialmente distinto de las mil historias que nos han contado los programas de televisión durante todos estos meses. 

A esta circunstancia hay que añadir la escasa sutileza que caracteriza a los documentales de Hernán Zin, como Nacido en Gaza (2014) o Nacido en Siria (2016), que trataban de transmitir las emociones aunque fuera forzandolas. Esto se vislumbra también en 2020 sobre todo en la última parte del documental, en la que el director pretende ser más emocional (aplausos en los balcones incluidos) y acaba siendo sensiblero. 

En este ámbito de las emociones, el documental que más escalofríos nos ha producido ha sido The Ark (Dan Wei, 2020), estrenado en el pasado Festival Internacional de Documentales de Amsterdam. IDFA. Porque es una mirada hacia un tema poco tratado cuando se habla de la pandemia: los daños colaterales. The Ark no es un documental sobre una enferma de Covid-19, sino que acompaña a una anciana (la abuela del director) que lucha por su vida debido a otra enfermedad que no se especifica, y cuya estancia en el hospital coincide con los primeros días de la crisis sanitaria en China. "Algunas escenas pueden causar incomodidad al espectador", se nos avisa al comienzo, antes de que veamos un primer plano de la anciana en la cama de su habitación. Efectivamente, es un documental que provoca dolor, cuyas imágenes son a veces difíciles de soportar. Porque, básicamente, asistimos a las últimas semanas de vida de la protagonista. Y ese final que ya intuimos inevitable, duele desde el primer momento. 


Dan Wei decidió pedir permiso a su familia para grabar todo este proceso de acompañamiento y duelo. Con una soberbia fotografía en blanco y negro (parte del documental, sin embargo, está grabado con el teléfono móvil) y un formato 1:1 que acaba siendo claustrofóbico, el director pone en escena momentos que producen incomodidad, pero que transmiten la realidad de un camino tortuoso a través de una enfermedad grave. De fondo, las noticias sobre el coronavirus que se muestran en la televisión, las caras de sorpresa de los familiares de la paciente cuando ven las escenas de lo que está ocurriendo en el exterior. A lo largo de esta pandemia, se ha hablado poco de los enfermos que han visto cómo sus tratamientos se han interrumpido o ralentizado, de cómo hemos prestado tanta atención al coronavirus que se han olvidado los muchos pacientes crónicos que necesitaban ayuda. No vemos una desatención en el caso de la paciente en The Ark, pero se deja notar la presencia de la pandemia como una suerte de atmósfera que se va haciendo cada vez más sofocante. También asistimos a la división de la familia, unos cristianos y otros no, cuando discuten sobre cómo debe ser el funeral de la abuela. Al final, The Ark es una aguda reflexión sobre la vida y nuestro camino hacia la muerte, la que llega con dolor, la que devora el cuerpo. Es una de las películas más desgarradoras que hemos visto recientemente.    

Si hay algo que parece claro tras varios meses de pandemia es que el resultado desastroso que ha tenido en la gestión tiene un origen más político que científico. Los gobiernos de la mayor parte de los países afectados demostraron no estar preparados para un masivo contagio como éste y sus intereses se han puesto muchas veces por encima de los consejos de los expertos. En Noruega, por ejemplo, que está viviendo estas semanas una segunda ola más trágica que en los primeros meses, la fuente principal de contagios ha sido la llegada de trabajadores de países "en rojo" y la laxitud en los aeropuertos de medidas de contención. Estos días publicaba el periódico Aftenposten un artículo en el que se reflejan una serie de mensajes entre miembros del gobierno y los máximos responsables del sector empresarial que mostraban cómo esta laxitud provenía de las presiones que los empresarios (los mismos que contratan a los trabajadores en el extranjero) ejercieron sobre el gobierno. 

En Estados Unidos el presidente Donald Trump estuvo hasta ya entrado el mes de junio diciendo en las ruedas de prensa: "Lo tenemos todo bajo control". De esta desafortunada frase surge el título de Totally under control (Alex Gibney, Ophelia Harutyunyan, Suzanne Hillinger, 2020), que repasa también los primeros meses de la expansión del coronavirus, pero desde un punto de vista político, analizando las decisiones que fue tomando el gobierno a lo largo de esos meses, y que al final también contribuyeron a que en estos momentos Estados Unidos tenga más de 15 millones de afectados y casi 300.000 fallecidos, superando ya la barrera psicológica de 3.000 muertos en un solo día. Alex Gibney es un director de documentales muy reconocido, nominado al Oscar por Enron: Los tipos que estafaron a América (2006) y ganador por Taxi al lado oscuro (2007), dos películas imprescindibles para entender la política y la economía en Estados Unidos. 

En Totally under control hace uno de esos ejercicios de investigación exhaustivos a los que nos tiene acostumbrados, con entrevistas muy interesantes a personas implicadas directamente en la gestión de los primeros meses de la pandemia (se echa en falta, sin embargo, la participación de Anthony Fauci, al que se hace referencia en varias ocasiones). Producido para estar listo antes de las elecciones presidenciales, se puede decir que tiene un sesgo eminentemente demócrata, y posiblemente algunas comparaciones con la gestión de otras epidemias por parte de la administración Obama sea lo más flojo y menos interesante de la película. Pero lo que produce auténtico pavor es la desidia del gobierno frente a esta grave crisis sanitaria y la actitud del presidente (se menciona la entrevista que hizo Bob Woodward a Donald Trump en febrero, y en la que éste parecía conocer la gravedad del virus). Aunque dura casi dos horas, el ritmo de documental es dinámico, imparable, con una estructura perfecta dividida en diferentes tramas. Se comenta, por ejemplo, que la comunidad científica tiene protocolos de actuación para pandemias mundiales que el gobierno no tuvo en cuenta; se habla del fatídico "lost month", el mes de marzo que se perdió sin realizar tests porque las pruebas distribuidas entre los laboratorios eran defectuosas; hay incongruencias notables como el hecho de que Estados Unidos fuera el primer fabricante de mascarillas en el mundo y sin embargo se quedara sin mascarillas y tuviera que adquirirlas en China; y hasta momentos que podrían ser hilarantes y ridículos como las diferentes ofertas que hacían los gobernadores de California, Illinois, Florida, Nueva York y la propia FEMA (la Agencia Federal de Emergencias) para comprar respiradores ¡en eBay! (lo que provocó el encarecimiento de su precio). 

Totally under control demuestra algo que ya se sabía desde la desastrosa gestión en los años ochenta de la propagación del virus del SIDA bajo la administración Reagan. La agenda política está en franca contradicción con la defensa de los intereses de los ciudadanos. 

El Festival de Derechos Humanos de Barcelona, cuya edición digital se puede ver estos días en Filmin, ha estrenado en España el documental CoroNation (Ai Weiwei, 2020), una producción que el artista chino, prolífico en la realización de películas en los últimos años, ha coordinado desde su productora en Alemania. Se trata de una recopilación de historias grabadas secretamente en China por distintos ciudadanos que conforma una mirada global a la situación de la pandemia en los primeros meses. Parte de estas historias se desarrollan en la ciudad de Wuhan o en sus alrededores, y sirve para que Ai Weiwei ofrezca de nuevo una reflexión sobre el caos y la desinformación de las autoridades chinas. Aunque de cara al exterior el país consiguió controlar el contagio en poco tiempo (después de haberlo dispersado por el mundo, todo sea dicho), estas experiencias grabadas en primer plano muestran sin embargo otra visión.

Una de las primeras historias sigue a una pareja que intenta regresar a Wuhan después de haber estado en otra ciudad. El control que una funcionaria les realiza en una gasolinera termina con la llegada de la policía. Es un perfecto ejemplo de las intenciones de Ai Weiwei, mostrar que en China casi todo acaba en manos de las autoridades, que las sospechas son la norma, no la excepción, que el control ejercido por el gobierno chino para mantener a raya el coronavirus en realidad se convirtió en una recopilación de datos e información personal. Otra de las historias tiene como protagonista a un trabajador de la construcción que ha salido de Wuhan pero no puede regresar a su ciudad porque nunca le llega la autorización adecuada. El caos administrativo comienza a hacer su aparición, y el hombre debe dormir en su coche varias noches. En la película no se narra la conclusión de esta historia, pero en diversas entrevistas se ha comentado que finalmente el hombre, aunque pudo llegar a su ciudad, acabó quitándose la vida. En otra secuencia, un hijo habla con su madre durante el bloqueo de Wuhan, confinados en su apartamento. Ella es una anciana convencida de las virtudes del gobierno chino, que no cree en las noticias que aparecen en internet sobre la represión, que justifica cualquier tipo de control gubernamental como un beneficio para los ciudadanos.  

En realidad, Coronation se centra sobre todo en la gestión de una crisis a través de la vigilancia, el control de la población o el lavado de cerebro. La reflexión que propone esta representación de la sociedad china en tiempos de pandemia nos lleva a pensar hasta qué punto la falta de transparencia y la vigilancia constante pueden ser justificadas como recurso necesario para controlar un problema sanitario. Los cambios sufridos en la libertad de movimientos de los ciudadanos ha supuesto una restricción de nuestros derechos y un laberinto burocrático sin precedentes. Ni siquiera la despedida a los seres queridos se libra de esta caótica situación, representada en un hombre que trata de encontrar las cenizas de su padre a través de un confuso laberinto administrativo. Es el legado del coronavirus, la renuncia a nuestra libertad a cambio de nuestra vida. 


El Festival de Derechos Humanos de Barcelona se puede ver en Filmin hasta el 13 de diciembre. 

Nacido en Gaza y Nacido en Siria se pueden ver en Filmin. 

   

09 diciembre, 2020

IDFA - Parte 8: Voces Hispanas 2

Hace dos semanas comenzábamos nuestras crónica del Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam, una de las citas más importantes en torno al género documental. A lo largo de estas crónicas hemos ido comentando algunas de las películas de las que seguramente se hablará en los próximos meses, entre una selección inabarcable de más de 200 títulos. Precisamente una de nuestras primeras crónicas estaba dedicada a las producciones de habla hispana que han formado parte de la programación del IDFA, aunque también hemos incluido algunas de estas producciones en otros capítulos de nuestro repaso. Pero, para cerrar esta amplia cobertura del Festival de Amsterdam queremos volver a mirar a algunas de las propuestas más interesantes que se han presentado desde países de habla hispana. 

Oficial Mediometrajes

Producida entre Colombia y Costa Rica, la película Objetos rebeldes (Carolina Arias Ortiz, 2020) traza un camino entre lo personal y lo antropológico. De hecho, la directora del documental es antropóloga, pero inicia su recorrido a través de su regreso personal a Costa Rica, debido a la gravedad de un cáncer que sufría su padre. Esta necesidad de enfrentarse a la muerte conecta con una reflexión en torno a la memoria que está representada a través del trabajo de la arqueóloga costarricense Ifigenia Quintanilla, centrado en el estudio de las denominadas esferas, un conjunto de petroesferas precolombinas que están consideradas como una de las principales manifestaciones de la cultura antigua de Costa Rica. La referencia a estas piedras habla de la prevalencia del pasado, de la resistencia al olvido. 

Rodado en un espléndido blanco y negro, aunque utilizando el color para mostrar las imágenes de archivo (en un interesante intercambio de la representación habitual del pasado y el presente), la película sin embargo, no consigue conectar adecuadamente esta vertiente personal y la referencia a la memoria. Porque la propuesta personal se representa principalmente a través de la voz en off de la directora, y transmite una sensación de conexión forzada con el resto de los elementos de la película. Resultan más interesantes las incursiones en la faceta arqueológica, más logradas las reflexiones sobre el pasado y cómo las esferas de piedra forman un conjunto de huellas arqueológicas que definen la personalidad de un país y su complicada relación con la memoria. 

Luminous

También hace referencia al pasado, para intentar entender el presente, el documental 499 (Rodrigo Reyes, 2020), que fue seleccionado previamente en Hot Docs y el Festival de Tribeca. Se trata de una crónica del viaje de Hernán Cortés a México en el año 1521, siguiendo la ruta entre Veracruz y Ciudad de México. La celebración en 2021 del 500 aniversario de la conquista de la ciudad azteca de Tenochtitlan es lo que inspira, precisamente, el título de la película. Pero para este recorrido el director introduce un elemento llamativo: la presencia de un soldado que acompañó a Hernán Cortés, que es una especie de guía para el espectador por este recorrido, una introducción arriesgada de esta anacronía en forma de conquistador, que sin embargo, funciona muy bien gracias a un inteligente trabajo de planificación. Porque lo que vemos en el documental no es el relato del pasado, sino la presentación de historias reales relacionadas con la violencia que se han producido en el presente. 

En cierta manera, la película 499 plantea que esta violencia que vive México en la actualidad proviene de la violencia que practicaron los conquistadores españoles. Así, el soldado cuenta anécdotas históricas que enlazan el pasado con el presente: se dice que a Hernán Cortés le regalaron un grupo de mujeres indígenas como esclavas sexuales, y asistimos a un estremecedor relato de feminicidio contado por la madre de la víctima. Lo que consigue Rodrigo Reyes es integrar perfectamente este personaje anacrónico, esta especie de fantasma que deambula por la que fue civilización azteca, para introducir elementos de reflexión sobre la violencia que se genera en México en la actualidad. Hay un solo momento en el que esta imbricación no termina de funcionar y parece más una broma, en la escena en la que un sicario enseña su arsenal de pistolas al conquistador. Pero en general esta apuesta arriesgada del director Rodrigo Reyes no solamente funciona extremadamente bien, sino que construye una narración original que plantea muchas preguntas. 

También el pasado, pero más reciente, se revela en Mujer de soldado (Patricia Wiesse, 2020), un documental peruano en torno a las agresiones sexuales que sufrieron mujeres indígenas en la región de Huancavelica en el año 1984, a manos de soldados que luchaban contra Sendero Luminoso. Estas violaciones no provocaron posteriormente la solidaridad de los habitantes de la zona, sino todo lo contrario, un rechazo por el que, además, tenían que soportar calificaciones como "mujer de soldado", "pellejo de militar" o "puta de moroco". De 5.000 casos de violencia sexual que se encuentran en el registro de víctimas, solo nueve decidieron recientemente denunciar estas agresiones ante la justicia peruana. Pero el documental no se detiene en este proceso, aunque escuchamos algunos fragmentos del juicio en off, sino que convierte en absolutas protagonistas a cuatro de estas mujeres y sus conversaciones en las que hablan sobre lo que les sucedió. Son estas reuniones entre amigas las que proponen una mirada íntima, una forma de escuchar sus historias como nadie las había querido escuchar. Y funciona a veces, pero hay una cierta sensación de artificialidad, de representación en el sentido de composición de un encuentro solo para ser mirado por la cámara. Y en este sentido falta naturalidad en el enfoque. Se entiende la necesidad de la directora de ofrecer esta historia alejándose las tradicionales entrevistas, pero su propuesta no termina de encontrar el enfoque adecuado. 

La relevancia de las comunidades indígenas ha estado muy presente en la programación del IDFA, desde la inauguración con Apenas el sol (Arami Ullon, 2020), que comentamos en nuestra primera parte dedicada a las Voces hispanas. El protagonista de Entre fuego y agua (Viviana Gómez Echeverry, 2020) es un joven que, llegada la mayoría de edad, quiere conocer a su madre biológica. Porque, poco después de nacer, fue adoptado por una pareja Quillasinga de la comunidad indígena del Lago Cocha, al sureste de Colombia. Y aunque esta comunidad le ha acogido como uno más, a pesar de ser el único miembro negro, la necesidad de encontrar a su madre es intensa, y para ello recibe tanto el apoyo de su familia como del líder de los indígenas. El planteamiento es singular en tanto que el personaje busca sus orígenes nativos desde una comunidad que es aborigen, construyendo una especie de camino inverso al que vemos habitualmente en los documentales de este tipo. 

En una ceremonia Ayahuasca, el joven recibe una especie de bendición que le permite partir en busca de su madre biológica. Esta comprensión que recibe de su padre y de su comunidad, contrasta sin embargo con un sentimiento de desarraigo que lleva al joven a un cierto aislamiento, y a disputas con sus hermanastros y sus padres. Con un trabajo de fotografía sobresaliente, la directora acompaña este proceso casi desde el principio, y consigue establecer una conexión con los protagonistas que acaba siendo íntimo, con momentos de gran naturalidad.  Es un trabajo minucioso que abunda en la necesidad de encontrar una identidad propia, aunque el arraigo sea sólido. Y al mismo tiempo permite introducirnos en las costumbres de la comunidad indígena de los Quillasinga, amenazados por la especulación y la reconversión de la zona en un lugar turístico. 

Frontlight

Landfall (Cecilia Aldarondo, 2020) fue seleccionado en el cancelado Festival de Tribeca y también estuvo en la programación del festival canadiense Hot Docs. La directora puertorriqueña criada en Estados Unidos, que también estrenó en Nueva Yor su primer largometraje documental, Memories of a penitent heart (2016), se centra en las consecuencias del Huracán María que devastó Puerto Rico en 2017. Tras una pésima gestión del gobierno, los habitantes de un país que ya arrastraba una deuda con Estados Unidos de 72 mil millones de dólares vieron cómo su situación vital se hizo cada vez más difícil. El documental está contado a pie de calle. A la directora no le interesa la versión de los economistas o los políticos, sino el día a día de una serie de familias que se enfrentaban a la escasez de agua y alimentos, a la traición de un gobierno al que finalmente terminaron derrocando una serie de protestas en 2019. La película deja a un lado algunos temas que fueron importantes, como el denominado "telegram gate", que surgió cuando se hicieron públicas una serie de conversaciones en un grupo de Telegram en el que varios miembros del gobierno, entre ellos el gobernador Ricardo Rosselló, lanzaban comentarios de burla hacia los afectados por el huracán de 2017. 

La mirada de la directora, sin embargo, se detiene principalmente en ese día a día que tienen que enfrentar las familias y, especialmente tras la pasividad de las administraciones frente a las consecuencias del huracán, que muestra una profunda brecha entre la política y los ciudadanos, una dejadez y un desinterés de los gobernantes de Puerto Rico que produce sorpresa. Pero Cecilia Aldarondo también ofrece una mirada al pasado e introduce el tema del colonialismo y la utilización de Puerto Rico por parte de los Estados Unidos como fuente de mano de obra barata. De hecho, la escasa y lenta intervención del gobierno norteamericano frente a un país al que está asociado también es una de las razones del desastre económico posterior al huracán. A través de un grupo empresarial liderado por la ex-estrella infantil Brock Pierce, el documental también pone de manifiesto que existe todavía una aproximación colonialista por parte de las empresas norteamericanas hacia la isla. Landfall deja muchas cosas en el tintero y no termina de explicar otras, pero funciona como reflejo de la supervivencia en circunstancias adversas y la traición de las instituciones políticas frente a sus ciudadanos. 

Para terminar con este repaso a algunas de las producciones de habla hispana que han pasado por la programación del IDFA, comentamos el cortometraje La rebelión de la memoria (Daniel Yépez Brito, 2020), que se acerca a otras protestas que tuvieron lugar en Ecuador en octubre de 2019 cuando el gobierno inició una serie de reformas económicas que llevaron a un aumento del precio del petróleo de un 123%. Las protestas de grupos indígenas y ciudadanos de comunidades urbanas duraron 13 días y finalmente llevaron al presidente de Ecuador a dar marcha atrás. El trabajo de 20 minutos realizado por Daniel Yépez Brito es una crónica de estas manifestaciones, utilizando imágenes de diferente procedencia, pero que en general provienen de las propias comunidades que las protagonizaron, dejando constancia del grado de violencia policial que tuvo lugar. Es un buen documental de observación que, al final, deja un mensaje claro y ciertamente preocupante. Frente a la manipulación de las informaciones que salieron en los medios de comunicación ecuatorianos, es importante que exista una constancia audiovisual que provenga de los propios ciudadanos. Y es fundamental que la memoria no sea exclusiva de los grupos de comunicación, sino que su reflejo esté construido desde una mirada directa. Es una interesante reflexión sobre cómo se construye la memoria de los hechos históricos y de la necesidad de rebelarse y cuestionar con una visión crítica las fuentes oficiales, que en los últimos tiempos distribuyen los propios medios de comunicación.



07 diciembre, 2020

IDFA - Parte 7: Paisajes

Nuestra penúltima crónica del Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam se dedica a algunas películas de su programación que nos ofrecen una visión compleja de nuestra sociedad a través de la contemplación de paisajes que pueden ser físicos, pero también pueden concretarse en un panorama temporal, una introspección sobre el pasado en el presente.  

Oficial Mediometrajes

El director invitado a esta edición del IDFA es el italiano Gianfranco Rosi, del que se ha podido ver una retrospectiva de sus películas, la mayor parte de ellas disponibles en plataformas. Su segundo documental fue Below sea level (Gianfranco Rosi, 2008), que dedicaba a una zona del desierto de California donde encontraba personajes diversos que tenían una vida al margen de las reglas de la sociedad. Durante cinco años estuvo grabando a estos personajes, de los que se ganó la suficiente confianza como para dibujar un perfil íntimo y al mismo tiempo lúcido sobre estas vidas al margen. El documental Green Bank Pastoral (Federico Urdaneta, 2020) nos recuerda a aquél trabajo de Gianfranco Rosi que se ha podido ver en la retrospectiva. Porque es también el perfil de una comunidad a través de historias individuales. En este caso, el director colombiano afincado en Londres se  acerca al pueblo de Green Bank, en Estados Unidos, que, debido a que alberga un observatorio con cinco radiotelescopios, tiene prohibido el uso de teléfonos móviles y señales wifi, lo que le ha convertido en una zona libre de emisiones electromagnéticas. 

Es, así, un sitio de peregrinaje para personas que sufren una extraña dolencia denominada hipersensibilidad eléctrica (algo así como lo que sufría el hermano de Jimmy McGill en Better call Saul (AMC, 2015-)). Este lugar que está fuera de línea acoge a un grupo de personas que intentan encontrar la tranquilidad suficiente como para evitar los dolores que le provocan las emisiones electromagnéticas. Pero la convivencia con los vecinos del pueblo no siempre es fácil. El retrato que hace el director muestra las fricciones que se producen entre ambas comunidades, y traza un paisaje que no es tan idílico como pudiera parecer. Surge también la duda de si no hay algo de hipocondría en estas personas, que de pronto en un mismo lugar pueden empezar a sufrir jaquecas y deben estar en continuo movimiento. Es un retrato inteligente de personas que no consiguen formar parte de un entorno que les resulta hostil, una visión de la dificultad de vivir en un mundo que se muestra adverso. 

El documental Before the dying of the light (Ali Essafi, 2020) traza otro tipo de paisaje, en este caso un panorama histórico a lo que podía haber sido la eclosión de la cultura en Marruecos. El punto de partida es una copia de la película About some meaningless events (Mostafa Derkaoui, 1974), que se encontró en los archivos de la Filmoteca de Cataluña y que ésta restauró en una versión 4K, siendo proyectada en el Festival de Berlín de 2019. La película documental comienza con un grupo de cineastas preguntando a diversos ciudadanos sobre el cine marroquí, qué les gusta y qué quieren que sea. Derkaoui se convierte así en el punto de enlace con una panorámica muy interesante por la cultura marroquí de los años setenta, que Ali Essafi ha recopilado durante diez años. Diseño gráfico, cartelería, cine y música, muy influida por el jazz, se convirtieron en la eclosión de un movimiento cultural que prácticamente desapareció debido a la represión del rey Hasan II. 

Y muchos de sus representantes terminaron en la cárcel o en circunstancias extrañas. Boujemaa Ahgour, líder de la banda Nass El Ghiwan, murió repentinamente una noche de octubre de 1974, a los treinta años; Abdelaziz Mourid, pionero de las novelas gráficas, fue sentenciado a diez años de cárcel; la actriz Laila Chenna, que participó en películas internacionales como Moonraker (Lewis Gilbert, 1979), desapareció sin dejar rastro y nunca se ha sabido nada de ella. El recorrido que hace el documental por todas estas manifestaciones culturales que afloraron en Marruecos es muy dinámico, y mezcla todo tipo de material de archivo y de imágenes de la época, creando un collage muy absorbente de lo que podía haber sido el gran momento cultural de todo un país.

Oficial Cortometrajes

En Grigio. Terra bruciata (Ben Donateo, 2020) el paisaje lo protagoniza uno de esos pequeños pueblos del Sur de Italia (podría ser perfectamente de cualquier otro país) que han ido siendo abandonados lentamente, y en el que solo quedan personas mayores y casas vacías. Un paisaje que se muestra solo alterado por los sonidos de las chicharras, de la campana del pueblo o de las ovejas que pastan en el campo. Es un espacio en el que parece que el tiempo se ha detenido... literalmente. Solo se mueven lentamente las aspas de las turbinas eólicas que parecen avanzar un futuro que en realidad ni alcanzará el presente. El director utiliza el formato 1:1 para encuadrar en un marco casi claustrofóbico la no-vida del pueblo, como si miráramos por una rendija hacia un recuerdo del pasado, como si contempláramos el paisaje a través de un antiguo visor de diapositivas. Las imágenes sosegadas de un pueblo y un paisaje detenidos se muestran más impactantes en la resolución 4K. 

Paradocs

Las llamadas Antillas Neerlandesas se disolvieron oficialmente en 2010, aunque la isla de Curazao sigue siendo un estado de los Países Bajos. El documental Geographies of Freedom (Miguel Peres dos Santos, Egbert Alejandro Martina, 2020) hace un recorrido visual a través de la reciente historia de Curazao, utilizando imágenes de archivo. Con un montaje dinámico y muy acertado para mostrar con claridad la información, asistimos a la transformación de un territorio que se caracterizaba por su belleza pero que escondía petróleo. El desembarco de la compañía petrolera holandesa Shell convirtió a la zona en una de las principales fuentes de riqueza, prometiendo trabajo y estabilidad. Pero, a lo largo de los años, lo que se ha provocado es un paisaje desolador, la transformación física de un espacio a cambio de una forma de neocolonialismo.

El documental, que se encuentra en la sección más experimental del festival, pero que en realidad es una propuesta nada experimental, reflexiona sobre cuál es el precio que hay que pagar por alcanzar una supuesta libertad. Los trabajadores de las fábricas de Shell protagonizaron un levantamiento en 1969, que acabó en disturbios por toda la ciudad provocados por la acción violenta de la policía, que disparó balas reales contra los manifestantes. Dos personas murieron y la compañía Shell culpó a los manifestantes, pero lo cierto es que estos disturbios, que una investigación posterior concluyó que se debieron a las malas condiciones económicas y a las tensiones raciales, provocó la progresiva descolonización de otros territorios holandeses. 

Frontlight

Otro documental que aborda una transformación del entorno es Arica (Lars Edman, William Johansson Kalén, 2020). A la multinacional minera sueca Boliden la conocemos bien en España. Era la empresa que gestionaba la Balsa Minera de Aznalcóllar cuando tuvo lugar su rotura y el vertido de lodos tóxicos en el Parque Nacional de Doñana, en el año 1998. Desde entonces la Junta de Andalucía ha venido litigando con la empresa sueca para intentar que se hicieran cargo de los gastos de la limpieza del 90% de la zona afectada por el vertido. Pero la empresa Boliden nunca ha aceptado ese cargo y se ha llevado a cabo un largo y absurdo proceso judicial que, desde 2013 parece estancado.

Lars Edman es un joven de origen chileno que fue adoptado por una familia sueca y ha crecido como ciudadano de Suecia. Hace unos años dirigió el documental Toxic Playground (Lars Edman, William Johansson Kalén, 2009) que abordaba otro conflicto medioambiental protagonizado por Boliden. En los años ochenta la empresa sueca pagó al gobierno de Pinochet más de un millón de dólares para utilizar una zona casi despoblada de Chile como vertido de material tóxico. Pero esta zona, Arica, tenía ya casas en las que habitaban personas y en las décadas posteriores ha ido creciendo como asentamiento. El nivel de enfermedades de cáncer en la zona es muy elevado, y el nacimiento con malformaciones ha sido también generalizado. 

El estreno del documental Toxic Playground provocó que una firma de abogados sueca decidiera demandar a Boliden para que indemnizara a casi mil familias directamente afectadas por unos desechos tóxicos que no fueron bien procesados. Y este juicio es el principal elemento de este nuevo documental, que podríamos decir que es una especie de secuela del anterior. En Arica vemos todo el proceso judicial, además de algunas investigaciones que tratan de demostrar la responsabilidad de Boliden. Pero, como en el caso de Aznalcóllar, la empresa sueca utiliza diversos subterfugios para eximirse de esta responsabilidad. El documental está bien realizado, contado con una buena narrativa que implica directamente al director, Lars Edman. Y demuestra una vez más la dificultad de la lucha entre David y Goliath. 

Luminous

El cortometraje The most beautiful woman (Maya Sarfaty, 2016) se adentraba en una historia que mostraba las contradicciones de la guerra. En el campo de concentración de Auschwitz, un prisionera judía y un oficial nazi mantuvieron una relación amorosa. El tema sin duda necesitaba una ampliación, más allá de los treinta minutos que duraba el cortometraje. Ahora llega esta ampliación en Love, it was not (Maya Sarfaty, 2020), seleccionado en Visions du Réel y Locarno. A través de entrevistas a supervivientes del campo de concentración que fueron compañeros de la protagonista, esta película explora más detenidamente esta historia de amor. En 1942, las primeras 1.000 mujeres judías llegaron al campo de concentración de Auschwitz, entre las que se encontraba la joven judía Helena Citron, una mujer vitalista que siempre mantenía cierto optimismo a pesar de las circunstancias terribles. Uno de los oficiales de las SS, el oficial austríaco Franz Wunsch, se fijó desde el principio en ella y parece que enseguida sintió una atracción especial. 

El documental utiliza entrevistas actuales y recupera algunas entrevistas antiguas con los protagonistas, ambos fallecidos a principios de los años 2000. Ciertamente, la forma en que la directora decide mostrar esta historia no es la más dinámica, desarrollando un documental que va de una entrevista a otra con una estructura más o menos cronológica. Y tampoco consigue despejar algunas de las dudas que surgen en torno a la relación. ¿Cómo se permitió que un oficial se relacionara con una prisionera judía? ¿Fue realmente una relación de amor? La propia Helena Citron comenta en una entrevista que ella no cree que hubiera sentimientos reales, sino que hubo una simple atracción física. Hay una cierta actitud de comprensión por parte de las compañeras prisioneras cuando recuerdan a Helena, pero no dejan de sobrevolar también algunas sombras en torno a si ella fue colaboradora de los nazis, algo que tampoco se resuelve. Hay, por tanto, un acercamiento a la historia que resulta algo superficial, que no indaga en los aspectos más controvertidos. Y que por tanto acaba siendo decepcionante. 


05 diciembre, 2020

IDFA - Parte 6: Construyendo Retratos

La programación del Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam continúa online hasta el domingo 6 de diciembre. Si en nuestra anterior crónica mostramos la representación de la realidad a través de miradas colectivas, en esta ocasión nos detenemos en los retratos unipersonales que se dedican a personajes concretos, y que también sirven para establecer el contexto en el que se desarrollan, y de alguna forma una comprensión colectiva de nuestra sociedad. 

Oficial Mediometrajes

La directora checa Helena Třeštíkóva tiene una amplia carrera como documentalista y una forma de trabajar metódica que le permite estar produciendo varios documentales al mismo tiempo. Aunque su trabajo más conocido sea Milos vs. Forman (2019), que dedicó al realizador checo, ella es una de las más veteranas y reconocidas directoras de documentales en Europa, habiendo sido la personalidad invitada en la edición de 2018 del IDFA. Este año presenta el estreno mundial de Anny (2020), uno de esos retratos que caracterizan su obra, y que ya ha ofrecido en otros títulos como Marcela (2007), René (2008), Katka (2010) o Mallory (2015). Es lo que ella misma denomina como "time-lapse documentaries", películas que siguen a un personaje desconocido durante varios años para establecer un perfil de vidas ordinarias pero al mismo tiempo fascinantes. La protagonista de su último documental es una mujer que la directora conoció en 1996, cuando rodaba otro documental dedicado a la ONG Risk-Free Pleasure. A sus 46 años, Anny había comenzado a ejercer la prostitución un año antes, y se convirtió en protagonista de un rodaje que se llevó a cabo de forma intermitente hasta 2013, año en el que falleció. 

El documental Anny recorre las calles de Praga en la noche, acompaña a su protagonista en el interior de bares que parecen de otra época. Al cabo de los años, Anny alternaba la prostitución con un trabajo como limpiadora en unos baños públicos. Este retrato está realizado a base de fragmentos de su vida, pasando del pasado al presente y volviendo al pasado (notamos en el cambio de formato cómo algunas de las imágenes son fragmentos del documental de 1996), componiendo una visión que funciona como un puzzle, y que está principalmente marcada por el personaje, una mujer madura que habla libremente del sexo, de la vida, de sus hijos a los que no ve... Y también hay alguna mirada nostálgica del personaje hacia la etapa comunista de la República Checa, de la que habla con cierta nostalgia porque, afirma, "entonces todos teníamos trabajo". Aunque reconociendo que alguna vez la habían metido en la cárcel por no trabajar, según las leyes establecidas en la Chequia comunista. 

Un proceso parecido ocurrió con la protagonista de Ultimina (Jacopo Quadri, 2020), a quien el director conoció durante el rodaje de su anterior documental, Lorello e Brunello (2017), y que enseguida se convirtió en sujeto principal de su siguiente proyecto. Jacopo Quadri es un excelente editor que trabaja en Italia con algunos de los principales directores, como Gianfranco Rosi, del que ha montado casi todos sus largometrajes. Entre su últimos trabajos en el género de ficción están Il Sindaco del Rione Sanità (Mario Martone, 2019), que vimos en la última edición del Atlàntida Film Fest, y La vida por delante (Edoardo Ponti, 2020), que acaba de estrenar Netflix. Es fácil entender por qué este personaje resultaba tan fascinante para el director, porque es una mujer de ochenta años que vive sola en el pequeño pueblo de Sovana, en la Toscana italiana, y que tiene una energía desbordante. Pero sobre todo tiene ganas de hablar, de contar cosas sobre su vida. "Éramos siete hermanos. Me llamaron Ultimina porque mis padres ya tenían bastantes hijos. Yo iba a ser la última". Pero no fue la última, porque su madre tuvo otra hija más a los 42 años, una edad ya tardía en su época. 


Rodado durante dos meses en 2018, Jacopo Quadri regresó a la película en la primavera de este año, durante el confinamiento por el coronavirus en Italia. La distancia en el tiempo le permitió enfrentarse a las imágenes casi como si fuera material antiguo, como escenas encontradas en un archivo cinematográfico. Esto le da una solidez a la forma en que se nos presenta el personaje; ella habla de otra época y parece que habla también desde otra época. El encuadre es siempre abierto, aunque Ultimina es el principal foco de atención. Porque el contexto físico es importante. Vemos su casa, el campo, el cementerio que visita todos los días, despidiéndose luego de los muertos... Y los paisajes de la Toscana callados, que parecen moverse a un ritmo diferente, a una velocidad que contrasta con la urgencia de las grandes ciudades. También importa el contexto temporal: Ultimina habla del papel de la mujer en su época, de cómo su hermano decidía con quién tenía que bailar ella; de su marido alcohólico; de su suegro maltratador. Es un documental que emociona no porque haya escenas pretendidamente emotivas, sino porque la protagonista seduce al espectador como sedujo al director. 

En La maison bleue (Hamedine Kane, 2020), el director de origen senegalés-mauritano, afincado en Bruselas, presenta el perfil de otro artista africano, pero que vive en el asentamiento para inmigrantes de Calais, en Francia. Allí desarrolló un espacio artístico denominado The blue house, en el que realizaba algunas de sus creaciones, hasta que fue demolido por las autoridades. Alpha es un joven que trata de encontrar su lugar en la sociedad europea, que trabajó como pescador en Estambul y como recepcionista en un hotel de Grecia, y que tiene como objetivo llegar a Inglaterra: "Allí aceptan el 30% de las peticiones de refugiados. Aquí en Francia, solo el 10%". De alguna manera, La maison bleue se puede considerar como la antítesis de White cube (Renzo Martens, 2020), que comentamos en nuestra segunda crónica del IDFA, porque aquí no hace falta el hombre blanco para descubrir artistas africanos, son ellos los que desarrollan su propia creatividad. Es un documental vitalista por la personalidad de su protagonista, pero al mismo tiempo tiene algo de pesimista, de injusticia frente a las oportunidades. Y esta mirada de un artista desde la cámara de otro artista que sí ha conseguido consolidarse, refuerza esta sensación. 


También esta fatalidad de la vida y de las oportunidades se presenta en el mediometraje A boy (Vitaly Akimov, 2020), una producción rusa en la que el director retrata a su propia familia a través de los ojos de su sobrino, un niño de diez años. El joven Stepan cuenta anécdotas sobre su corta vida como si se tratara un cuento, pero en el que las disputas familiares, el abandono de su madre o el alcoholismo de su padrastro son realidades duras. En una escena del documental, vemos a su padrastro durmiendo en el suelo tras una noche de borrachera, mientras las condiciones de la casa parecen insalubres. Viven en una zona degradada de la localidad rusa de Arséniev, una ciudad eminentemente industrial que se encuentra en decadencia. Rodado en un blanco y negro que da la sensación de mostrar otra época, en cierto modo parece una decisión del director para crear una cierta sensación de irrealidad, como las palabras del joven protagonista, que se suponen rodeadas también de ciertas invenciones. A boy es un documental contundente, que encuentra en un contexto de degradación y pobreza una mirada aún inocente, un semblante alegre que contrasta con la rendición frente a la vida de los personajes adultos. 

Oficial First Appearance

En el largometraje A way home (Karima Saïdï, 2020) la directora de origen marroquí pero criada en Bélgica se acerca a la intimidad de su relación con su madre, enferma de Alzheimer. Aunque no se explica bien en la película, esta relación parece que era distante hasta el momento en que se detectó la enfermedad de su madre, que se encontraba en un asilo de ancianos en Bélgica. Así que la directora decide desde ese momento visitarla todos los días y retratar a través de la película la vida compleja de esa mujer que tuvo un matrimonio difícil con un hombre que la maltrataba, que decidió separarse y emigrar a Bélgica para iniciar una nueva vida como madre soltera con cuatro hijos, y esforzarse en obtener la nacionalidad belga para impedir que sus hijos pudieran ser deportados. El documental está construido en torno a un diálogo con su madre que es a veces confuso, dada la enfermedad, y que al final se acaba convirtiendo en una especie de monólogo de la realizadora, que habla dirigiéndose a su madre. Karima Saïdï toma la decisión de no mostrar imágenes en movimiento de ella (solo vemos a la madre en fotografías), que la directora explica en el Q&A que se debe a una sensación de intimidad, de no querer mostrar la fragilidad del personaje. Pero esta decisión y la necesidad de construir el monólogo acaba yendo en contra del documental, unido a una explicación algo vaga de cuál ha sido exactamente la relación con su madre. El resultado es frustrante, porque no explica muchas cosas importantes y establece demasiados límites como para resultar cercano y conmovedor. 

También en esta sección se presenta Nan (Peng Zuqiang, 2020), que es otro retrato familiar, en este caso del tío del director, un hombre que desde que nació sufre malformaciones físicas que le han hecho dependiente durante toda su vida. El realizador chino rodó durante los dos últimos años que su tío vivió con sus padres en un pequeño apartamento. Se establece una relación impactante cuando vemos a estos dos ancianos que, en vez de ser cuidados por su hijo, son ellos los que, a pesar de su avanzada edad, deben seguir cuidando de él. El documental muestra estas tres vidas al mismo ritmo que se desarrollan, en un piso pequeño, en medio de la monotonía de un día a día que no depara sorpresas, mientras se preparan la comida o miran el televisor durante horas. El tiempo parece detenido en esa casa, mientras el director observa a través de una cámara que también es estática. Solo hay una ocasión en la que él mismo aparece en escena, comiendo junto a sus abuelos y su tío. En medio de esta mirada pausada a un ritmo de vida lento, la película nos hace reflexionar sobre las familias que tienen personas a su cargo, las vidas condenadas a establecer lazos de dependencia y el amor que se desprende de estos lazos. 

Oficial Cortometrajes

A través del retrato de una de las víctimas del atentado con bomba que tuvo lugar en la estación de metro de Maallbeek en Bruselas, en el año 2016, el cortometraje Maalbeek (Ismaël Joffroy Chandoutis, 2020) construye una reflexión sobre cómo un acto violento de estas características puede generar una avalancha de imágenes en las redes sociales y los medios de comunicación. Sabina se encontraba en el vagón en el que explotó el artefacto y permaneció durante tres meses en coma, pero cuando despertó el trauma había provocado que su mente borrara cualquier recuerdo de ese momento. Y entonces inicia una búsqueda entre los cientos de videos que circulan por la red para tratar de encontrarse, para corroborar físicamente que efectivamente estuvo allí. Porque esta amnesia la hace sentir como si nunca hubiera estado en esa estación de metro. El cortometraje fue seleccionado por la Quincena de Realizadores del cancelado Festival de Cannes, y evita en todo momento mostrar a la protagonista en pantalla. Utiliza efectos generados por ordenador, más o menos simples, para mostrar esa sensación de olvido, pero precisamente este recurso provoca un distanciamiento del espectador, una especie de mirada algo pretenciosa que impide la conexión con la historia. 

En One day (Jiang Jin, 2020) se nos muestra el perfil de un hombre al que solo vemos de espaldas durante todo el tiempo, caminando por una zona montañosa mientras acarrea diferentes objetos de necesidad: unos botes con agua o con hielo, unas ramas... Es la misma perspectiva en diferentes secuencias que muestran el cambio de las estaciones y la cada vez mayor dificultad para recorrer el camino conforme se acerca el invierno. Un cortometraje que tiene algo de minimalista, de continuo y repetitivo proceso que no descubrirá algo de información hasta el final. La reflexión en torno a cómo ocupamos nuestro tiempo es sutil, y deja al espectador la construcción de su propio punto de vista. Pero el resultado es poco satisfactorio.

Luminous

Finalmente, en el cortometraje ecuatoriano La sombra refugiada (Francisco Álvarez Ríos, 2020) el protagonista es Ángel, un joven que vive en la ciudad de Santiago de Píllaro, donde cada mes de enero se celebra la tradicional Diablada, un desfile que se remonta a la época colonial en el que los indígenas se disfrazaban de diablos en protesta por la imposición de la fe católica. El personaje principal tiene una personalidad marcada, con cierta timidez, pero cuando se coloca la máscara se convierte en ese diablo al que representa, pícaro, travieso y malvado, pero también amante del baile. El cortometraje presenta esa doble personalidad, esta transformación que se produce entre quienes participan en el desfile con las máscaras elaboradas con adornos de gran creatividad. Pero al mismo tiempo conecta con las costumbres ancestrales, las que enfrentaban el carácter indígena con la imposición de una forma de vida diferente.