Uno de las estrenos más interesantes de finales de este año ha sido Cardo (ATRESplayer, 2021-), creada por la actriz Ana Rujas, que también protagoniza la historia interpretando a María, una joven millenial que parece no poder evitar meterse en problemas y decepcionar a los demás y a sí misma constantemente, y que refleja en cierta manera una generación que se encuentra algo perdida, aunque consigue ir más allá de un simple retrato generacional. Con algunos elementos extraídos de la obra de teatro La mujer más fea del mundo (2018), que ella misma escribió junto a Bárbara Mestanza, e interpretó en los escenarios de Madrid, como por ejemplo la utilización de la imaginería religiosa, que en la serie se muestra a través de algunas marchas procesionales que acompañan el "calvario" de la protagonista, Cardo consigue construir una ambientación realista, mucho más que otras series que parecen querer "embellecer" el entorno en el que se mueven sus protagonistas. Aquí los baños públicos de los bares no son de diseño, sino tan repugnantes como los que podemos encontrar en cualquier salida nocturna, los pisos en los que viven los personajes no son palacios enormes que no se entiende cómo se pueden permitir personajes que tienen trabajos basura, sino cuchitriles con persianas de la guerra civil y mesas de camilla. Este neorrealismo que se refleja en las imágenes es casi una marca de la casa de Javier Ambrossi y Javier Calvo, productores de la serie, igual que supieron sacar partido de la España de los ochenta en Veneno (ATRESplayer, 2020-).
Pero lo más interesante de Cardo es su capacidad para construir un personaje complejo, una joven a la que todos consideran guapa, pero que precisamente por esa apariencia física atractiva es incapaz de sentirse bien consigo misma. María está perdida, tiene una necesidad constante de exprimir la vida, pero solo sabe hacerlo a través del alcohol, las drogas y el sexo, en salidas nocturnas que se convierten en aventuras que ponen en peligro a sí misma y a los demás. "Reina, no puedes vivir eternamente en un after", le dice su camella Fausta (Yolanda Ramos), una frase simple pero que contiene grandes dosis de esa sabiduría que da la vida perra. Porque María es transparente para quienes le rodean, empezando por su amiga de la infancia Eva (Ana Telenti), aunque no parezca darse cuenta. Quizás el problema de la protagonista no es que quiera exprimir la vida, sino que a veces parece tenerle miedo, envuelta en una jungla en la que tiene asumido su fracaso profesional, y sus propias contradicciones. Ella no está dispuesta a perder su dignidad en anuncios publicitarios de compresas, pero no tiene el menor problema en perderla en el baño de un bar con un hombre al que acaba de conocer. Pero sobre todo refleja con crudeza su propia insatisfacción: "Tienes una amiga que si tiene una situación complicada acaba follando, seguramente mal y sin preservativo, si no tengo dinero, pues lo robo y si me rechazan acabo pillando un gramo de coca", es la descripción que hace de sí misma a su amigo Edu (Eduardo Mayo). Y en esta representación de una protagonista que parece incluso rechazar la empatía que pudiera tener con el espectador, es donde encuentra Cardo una de sus principales virtudes.
Si en La mujer más fea del mundo Ana Rujas contaba con la colaboración de Bárbara Mestanza, la serie está coescrita y dirigida junto a Claudia Costafreda, guionista de Veneno y responsable del excelente cortometraje Benidorm 2017 (Claudia Costafreda, 2018), que también le dio la oportunidad a Yolanda Ramos de componer un personaje entrañable, y que consigue un trabajo notable en la representación del Madrid nocturno sin caer en los tópicos.
La actriz Abril Zamora ha desarrollado en paralelo su carrera como intérprete en series como Vis a vis (A3/Fox, 2015-2019) y El desorden que dejas (Netflix, 2020-) y en películas como La vida por delante (Edoardo Ponti, 2020), con su trabajo como guionista, siendo la co-creadora de la serie Señoras del (h)AMPA (Telecinco, 2019-2021). Pero su proyecto más personal, que escribe, protagoniza y dirige, es Todo lo otro (HBO Max, 2021-), que se ha anunciado como la primera producción española con la marca HBO Max. En cierto modo, esta serie se puede considerar como el final de una maduración que comenzó con Temporada baja (Flooxer, 2016), la primera producción que escribió y dirigió cuando todavía firmaba como Abel Zamora. Y este proceso de transición que la ha llevado hasta su identidad como mujer también se ve reflejada de alguna forma con la honestidad en la que cuenta esta historia. Si en Temporada baja hablaba de las relaciones amorosas en tercera persona, en Todo lo otro Abril Zamora presenta un retrato que ella misma confiesa que tiene más de sí misma de lo que le gustaría, y que transmite una cierta desafección de unos personajes que han llegado a la esa cierta madurez sin haber conseguido lo que se supone que deberían haber logrado en la vida.
Este planteamiento es el más interesante de una serie que es irregular (y de hecho ha sido recibida en general con tibieza), en la que hay mucha verborrea, que también es una característica de la propia Abril Zamora, pero que no consigue sintetizar sus diálogos, a veces demasiado largos, en escenas que resultan interminables, como las discusiones entre Yerai (David Matarín) y Dafne (Abril Zamora). La serie se centra en la relación frustrada entre la protagonista y su compañero de piso César (Juan Blanco), de la que ella está secretamente enamorada. Y construye una fantasía realista sobre la vida que a veces consigue momentos muy íntimos, como en el Episodio 7, que se enfoca precisamente en los dos personajes principales. Pero el camino se desequilibra a veces por una cierta afectación de los diálogos que pretenden tener una naturalidad que no se consigue del todo, y por una tendencia al exceso en la descripción de algunos personajes. Funciona muy bien la voz en off del narrador (Alberto Casado), que es algo así como esa voz interior de Dafne, un juego inteligente y divertido que parece reírse de ese habitual estilo narrativo de muchas series generacionales, pero que aquí tiene una postura crítica con los personajes, les insulta y se mofa de sus problemas personales, y que Abril Zamora resuelve ingeniosamente en el Episodio 8.
Todo lo otro es posiblemente una de las decepciones de la temporada porque se esperaba mucho de esta serie, pero mucho menos pretenciosa y más honesta que Maricón perdido (Movistar+, 2021), por ejemplo. Y, por fin, es una serie en la que se habla sin complejos de la transexualidad, que Veneno (Atresmedia, 2020-) reflejó de una forma espléndida, pero retratando a un personaje que en sí mismo cultivaba ciertos estereotipos de las mujeres transexuales. Aunque Abril Zamora afirma que la segunda temporada ya está escrita, aún no hay confirmación por parte de HBO Max, pero sería interesante ver evolucionar a los personajes después del momento decisivo con el que se cierra la serie.
Una de las últimas producciones españolas estrenadas este año ha sido Sin novedad (HBO Max, 2021-), remake de la serie australiana No activity (Stan, 2015-2018) que ha tenido varias versiones en diferentes países. La más curiosa es la norteamericana No activity (CBS, 2017-), que desarrolló y protagonizó el mismo creador e intérprete de la versión original, Patrick Brammall, y que estaba producida por Will Ferrell y Adam McKay, los productores de Succession (HBO Max, 2018-). Aunque no cosechó buenas críticas, el formato norteamericano ha llegado ya a su cuarta temporada, que se estrenó en abril de 2021 reconvertida en una serie de animación debido a la dificultad de poder rodar durante el confinamiento del año pasado, y ha contado a lo largo de estos años con actores invitados como Jesse Plemons, J.K. Simmons, Bob Odenkirk, Kevin Bacon, Jessica Alba, Elle Fanning o el mismo Will Ferrell, lo que quizás ha sido el secreto de su éxito. En la versión española, los protagonistas son Arturo Valls y Carlos Areces, junto a Pilar Castro, Adriana Torrebejano, Tony Costa y Omar Banana.
El planteamiento de la serie es sencillo pero al mismo tiempo arriesgado, ya que se sostiene sobre dos policías que mantienen un servicio de vigilancia, construyendo principalmente las escenas de diálogos entre dos únicos personajes: los policías, los delincuentes o las agentes de guardia en la comisaría. La propuesta pasa por crear un formato de seis episodios de 25 minutos de duración que trata de encontrar el humor en las relaciones entre estos personajes. El planteamiento no es especialmente novedoso en nuestro país, y se sitúa en la línea de Camera café (Telecinco, 2005), que también establecía dinámicas de humor en un solo escenario y con un pequeño grupo de personajes, y que fue el lanzamiento de Arturo Valls como actor. Pero si en aquella se aprovechaba su pequeño formato para construir historias que tenían algo de comedia absurda a través de diálogos llenos de ingenio, no se puede decir lo mismo de Sin novedad, que trata de encontrar el humor en sus diálogos pero cae en la simpleza, más cercana al chiste que a la construcción de personajes.
Y eso que Álex Mendíbil, guionista junto al director Rodrigo Sopeña, participó también en los guiones de Camera café (Telecinco, 2005), lo que en principio sería una garantía de calidad. Pero precisamente los diálogos, que son los que deberían tener mayor fortaleza, son lo más débil en una serie que se asegura, al menos, un buen nivel de interpretación gracias a expertos en comedia como Arturo Valls, Carlos Areces y Toni Acosta, destacando Omar Banana, que este año ha despuntado en series como Reyes de la noche (Movistar+, 2021) y ha solventado personajes estereotipados como el de La reina del pueblo (ATRESplayer, 2021-). Pero en demasiadas ocasiones tienen que decir frases tan vacías que provoca algo de vergüenza ajena contemplar, por ejemplo, a una actriz tan solvente como Toni Acosta enfrentarse a un personaje tan ridículo como el que debe interpretar.
Una de las sorpresas agradables de la pasada temporada fue HIT (TVE, 2020-) que se convirtió en una de las escasas referencias en formato serie de la televisión pública. Sin llegar a la eficiencia en la construcción de personajes que tenía Merlí (TV3, 2015-2018), la serie creada por Joaquín Oristrell se inspiraba en cierta manera en House (Fox, 2004-2012), especialmente en la creación de un protagonista que parece no tener filtros en la explicación de la realidad, aunque soporta el peso de las adicciones, a los opioides en el caso de House (Hugh Laurie), al alcohol en el caso de Hugo (Daniel Grao). Lo interesante de la propuesta es que Oristrell traslada la dinámica habitual de las series de institutos a la escuela pública, centrándose en un grupo de jóvenes rebeldes que no quieren, aunque en realidad no pueden, adaptarse a las normas establecidas. De forma que el encuentro con este profesor que no tiene miedo incluso a enfrentarse a ellos, se convierte en una catarsis, el descubrimiento de alguien que les habla claramente para reconducirles hacia esa cierta normalidad de convivencia que exige la sociedad.
La segunda temporada de HIT traslada la acción fuera de Madrid a un nuevo instituto con diferentes alumnos, lo que permite refrescar la acción y enfrentar al profesor a un nuevo reto que además tiene lugar en Puertollano, en la provincia de Ciudad Real, un pueblo cuyos habitantes se enfrentan a un ERE que acabará con el trabajo principal de la comunidad. Lo más interesante de esta nueva temporada es la introducción de algunos temas que se abordan escasamente en la producción audiovisual española, especialmente en la que está enfocada hacia un público más joven: la España vaciada (que también es el trasfondo de El pueblo (Amazon, 2019-), la Formación Profesional, la escuela pública... tratando de abarcar diversas temáticas que tienen plena vigencia. Quizás porque ya se conoce la estructura de la serie, en esta segunda temporada se notan más las costuras. Desde el momento en que los personajes de los alumnos se presentan al principio (un joven de mentalidad fascista, un homosexual, una embarazada...), ya podemos predecir cuáles serán los temas principales que abordará la temporada: el racismo, la xenofobia, la homofobia, la maternidad adolescente... lo que elimina buena parte de la capacidad de sorpresa para el resto de los episodios.
De alguna forma, HIT pierde parte de su eficacia como serie en favor de una afirmación cada vez más clara de su condición de "servicio público", pero a pesar de la duración de sus episodios, no consigue profundizar demasiado en las problemáticas que trata, ofreciendo una lectura algo simplista que a veces cae en el adoctrinamiento, como en el diálogo algo forzado entre los padres de los alumnos que no están de acuerdo en la propuesta del profesor de que sus hijos hagan una visita a un barrio habitado por inmigrantes rumanos en Pertenencia (T2E7). Pero en otros momentos consigue ser menos didáctica y más directa, como en el conflicto laboral que está de fondo y se desarrolla más en Resistencia (T2E8), y que casi tiene una deriva hacia la propia realidad actual con el conflicto del Metal en la provincia de Cádiz. Una de las decepciones de esta segunda temporada es que HIT se ha olvidado a veces del sistema educativo que es la base de su propuesta y que estaba más presente en la primera temporada, ahora mucho más interesada en hablar de temáticas más amplias Al final, el profesor Hugo Ibarra es profesor como podía ser médico o policía, porque la mayor parte de sus acciones se han desarrollado fuera del ambiente escolar. Pero el crecimiento de sus alumnos se refleja en ese sentimiento de "querer y quererse" que es la conclusión del final de una temporada menos efectiva que la primera, pero que se abre a una tercera entrega (aún no confirmada oficialmente) con una interesante idea que sitúa al profesor en un ambiente completamente distinto.
Siguiendo la línea de la producción Conquistadores Adventum (Movistar+, 2017), que Israel del Santo dirigió para la productora Global Set, El corazón del Imperio (Movistar+, 2021) es una de las primeras colaboraciones del escritor Santiago Posteguillo con el audiovisual, y de hecho Global Set anunció hace tiempo que tenía la intención de producir una serie compuesta por tres temporadas y basada en la trilogía Africanus: El hijo del consul (2006, Ediciones B, 2006), Las legiones malditas (2008, Ediciones B) y La traición de Roma (2009, Ediciones B). Pero la trayectoria del director pasó a formar parte de 100 Balas, la productora fundada por Flippy y ahora encabezada por Alejandro Flórez, que pertenece a The Mediapro Studio, con la que ha realizado sus dos proyectos más exitosos: las series documentales El Palmar de Troya (Movistar+, 2020) y Lola (Movistar+, 2021). Con aquel proyecto de la trilogía Africanus aparcado, El corazón del Imperio propone una mirada a la Roma histórica desde el punto de vista de una serie de mujeres relevantes, a través de una propuesta documental que pasa por mezclar las intervenciones de las expertas con recreaciones de ficción, como ya ocurriera en otras producciones dirigidas por Israel del Santo.
La idea es interesante, pero tiene algunos problemas que no se resuelven del todo. De entrada, parece un poco contradictorio que se denuncie constantemente la visión masculina de la historia, cuando en la propuesta es precisamente un hombre el que recupera esta visión femenina de la antigua Roma. Aunque las entrevistadas son historiadoras y arqueólogas, la presencia de Santiago Posteguillo como presentador vuelve a colocar al hombre como el punto de vista que lidera el relato. En el intento de acercarse al espectador actual, se cae habitualmente en el presentismo, la interpretación del pasado con los ojos del presente, y así surgen frases tan absurdas como "Cicerón sería un personaje ridículo en la actualidad" o "Fulvia era una niña pija", dichas por la doctora en Historia Patricia González, autora del libro Soror. Mujeres en Roma (2021, Ed. Desperta Ferro Ediciones). Solo la historiadora y arqueóloga María Engracia Muñoz parece situarse en el contexto haciéndose/nos preguntas como "¿De verdad es interesante saber si Cleopatra era una mujer guapa o no?".
Aunque las intervenciones intentan utilizar un lenguaje actual, no consiguen ser especialmente deslumbrantes, y la agilidad de los episodios se ve perjudicada en exceso. Tampoco ayudan unas recreaciones de ficción que están cuidadas históricamente, incluso utilizando el latín como lengua y con la participación de actrices como Sandra Escacena, Carolina Garrido y Aitana Sánchez-Gijón, pero que transmiten en algunos casos una cierta artificiosidad en las interpretaciones, quizás motivada por el obstáculo de hablar en una lengua clásica que no se domina. El contenido sin embargo es interesante: el primer episodio está dedicado a las mujeres gladiadoras, en los dos siguientes se mezclan las historias de dos mujeres relacionadas con el Emperador Marco Antonio, su esposa Fulvia y su amante Cleopatra. El cuarto episodio se centra en Livia, madre y abuela de emperadores, mientras que en el quinto y sexto episodios la protagonista es Julia Mesa. Santiago Posteguillo evita incluir en la serie el retrato de Julia Domna, la hermana de Julia Mesa, a la que dedicó los libros Yo, Julia (2018, Ed. Planeta), ganador del Premio Planeta, e Y Julia retó a los dioses (2020, Ed. Planeta), quizás para no perder posibles lectores.
También se dedica atención al Emperador Heliogábalo, nieto de Julia Mesa, que solo ejerció durante cuatro años, siendo asesinado cuando tenía diecinueve años, y está considerado como el más extravagante y cruel que ha tenido Roma. El político Dión Casio escribió en su Historia Romana (c. 230) que se había casado cinco veces con mujeres, pero que su relación más duradera fue con el esclavo Hierocles, a quien se dice que se refería como su marido. Se cuentan muchas excentricidades de Heliogábalo, como que se vestía de mujer, que quiso operarse para cambiar de sexo, que era prostituido por sus amantes o que le gustaba castrar a sus esclavos. Pero no se sabe qué es real y qué es difamación, y cada historiador elige dar credibilidad a una u otra información dependiendo si encaja mejor o peor con su propio discurso, de forma que incluso algunos autores modernos consideran a Heliogábalo como el primer transexual de la historia. El corazón del Imperio es una serie que cae en el presentismo, aunque su intención reivindicadora de las mujeres aporta un punto de vista distinto de la antigua Roma.
Quizás no es la serie de la que se podría esperar una mayor incorrección política, pero El pueblo (Telecinco/Amazon, 2019-) en sus tres temporadas es posiblemente la producción más crítica y mordaz sobre la sociedad española, abordando casi todos los temas que remueven nuestro panorama político. Menos histrión que La que se avecina (Telecinco, 2007-), más apegada a la realidad pero dibujando personajes cuyas acciones son ética y moralmente reprochables en muchos casos, El pueblo no modifica demasiado la fórmula en cuanto a un grupo de vecinos, ahora en la pequeña localidad soriana de Peñafría en vez de un edificio de apartamentos a las afueras de Madrid. Pero este contexto le permite abordar temas más amplios que tienen como base la llamada España vaciada, lo que se ha destacado de la segunda temporada de HIT (TVE, 2020), pero que está más profundamente enraizada en la narrativa de esta serie.
La tercera temporada de El pueblo sigue teniendo ese sentido del humor más o menos facilón, casi de vodevil, que caracteriza a las producciones de Alberto Caballero, pero esto también le permite una incorrección política que parece disiparse entre el dibujo caricaturesco de sus personajes. Aborda por ejemplo la corrupción, la posible anexión (y por tanto desaparición) de un pueblo con pocos habitantes en favor de otro, las relaciones entre la iglesia católica y el islamismo, o el auge del turismo rural. De alguna forma, el retrato de un grupo de imbéciles que conforma la historia permite a los guionistas adentrarse en la incorrección política, lo cual es reconfortante, dados los límites que se imponen al humor últimamente. La fluidez de géneros lleva a unos niños a sentirse niñas durante varios episodios de esta temporada, uno de los personajes decide convertirse al islamismo, el párroco de la comunidad acepta sobornos... El pueblo crea una especie de burbuja humorística en la que son posibles frases como: "¡Que los moros no explotan cuando se enfadan, que necesitan pegarse una bomba al cuerpo!", recuperando ese sentido de la comedia negra española berlanguiana que prácticamente ha desaparecido del panorama audiovisual, pero al mismo tiempo es una de las series más inclusivas que se producen en nuestro país.
La tercera temporada de la serie amplía su catálogo de personajes y recupera algunos de los que poblaron Peñafría en las dos anteriores, y también amplifica su mirada a otras localidades cercanas de esa España que se queda progresivamente sin habitantes. Comprometida aún con su estructura de serie para prime time de la televisión convencional (la segunda temporada terminó sus emisiones en Telecinco en noviembre), tiene episodios que alcanzan los 80 minutos, casi la duración de un largometraje. La serie tiene que luchar con cierta falta de promoción, tanto en sus emisiones tradicionales, motivada por un descenso al 7,8% de share con el que finalizaron las emisiones de la segunda temporada en Telecinco el pasado mes de noviembre, frente al 16,3% que obtuvo la primera, como en el estreno a principios de diciembre en Amazon, apenas publicitado. Amazon Prime Video, que ha permitido la continuidad de series de la productora Mediterráneo como Madres. Amor y vida (Telecinco/Amazon, 2020), ya en su tercera temporada, es una plataforma que a veces sufre problemas de comunicación graves, de desidia o simple ineptitud en la promoción de producciones por las que se supone que debería apostar. Como no existen datos, no sabemos cómo está funcionando esta tercera temporada, pero Alberto Caballero ya ha anunciado personalmente que está prevista una cuarta entrega de este reflejo con mucha mala uva de la sociedad española a través de sus defectos.
Ya hemos comentado la apuesta de RTVE por la plataforma digital RTVE play y por contenidos de producción propia, en la línea de las principales televisiones públicas europeas. Una de las consecuencias de esta apuesta es Yrreal (Playz, 2021-), una serie de seis episodios dirigida a un target de espectadores jóvenes que se inició en 2020, cuando ganó el Premio de Desarrollo otorgado por Playz en el marco del Conecta Fiction de Pamplona, entre los finalistas del Pitch Short-Form Series, que consistía en la posibilidad de iniciar el desarrollo de la serie bajo el paraguas de Playz. Creada por Alberto Utrera y Paula Sánchez, la serie cuenta la historia de Elena (Veki Velilla) y Lucía (Angy Fernández) que traspasan todos los límites legales para intentar averiguar el paradero de la hermana de la primera. La personalidad de Lucía se relaciona con el mundo del cómic, y a veces construye en su cabeza una realidad alternativa de superheroína que lucha contra el mal, y que en la serie se representa a través de secuencias de animación. Dirigida por Alberto Utrera, las imágenes de animación están desarrolladas por Nuño Benito, ambos socios en la productora MoA Estudio, que produjo este año el documental Impuros (Alberto Utrera, 2021) en el que los ex-políticos Eduardo Madina y Borja Sémper reflexionan sobre la etapa de terrorismo en el País Vasco.
La apuesta de esta serie pasa por enfocar una realidad actual en torno a la violencia machista dentro de un contexto de historia de acción con elementos de animación, éstos como reflejo de la psicología de Lucía, pero que realmente no aportan demasiado al desarrollo del personaje, sino más a la dinámica visual según conviene (en el episodio Cuestión de huevos (T1E5) se utiliza animación para mostrar un flashback). Los seis episodios de 25 minutos construyen una trama policíaca en torno al interrogatorio de Elena y la narración de lo que sucedió, especialmente sobre la implicación de Lucía. El director despliega un planteamiento visual que tiene numerosos referentes, a veces recuerda a Quentin Tarantino y a Guy Ritchie, pero también al montaje febril de los thrillers de Álex Pina como Vis a vis (A3/Fox, 2015-2019) o La casa de papel (A3/Netflix, 2017-2021), aunque a veces tiene problemas para equilibrar el tono de comedia negra y la pretensión de abordar una realidad dramática. En el lado de la animación y los referentes de superhéroes, la principal influencia admitida por los creadores es la del cómic Kick-ass (2008-2010, Marvel Comics) de Mark Millar y John Romita, Sr., que fue adaptado al cine en Kick-ass: Listo para machacar (Matthew Vaughn, 2010), con homenaje incluido en el diseño del traje de la heroína. Lo más interesante de Yrreal es que se ve con facilidad, que la historia se condensa bien en la corta duración de los episodios, pero su intento de tomar referencias para después tratar de elaborar un discurso más realista no termina de funcionar.
Vota Juan (TNT, 2019) fue la primera serie producida por la plataforma de pago TNT, y su éxito derivó en una continuación titulada Vamos Juan (TNT, 2020), pero la tercera entrega, producida igualmente por 100 Balas, perteneciente al grupo The Mediapro Studio, ha dado el salto este año a HBO Max como una serie original con el título de Venga Juan (HBO Max, 2021-). Deudora de la sátira política de series como Veep (HBO, 2021-2019), la propuesta creada por Diego San José y Juan Cavestany tiene como protagonista a Juan Carrasco (Javier Cámara), un político de tercera que sin embargo tiene todos los defectos y prepotencia de los círculos del poder público. La primera temporada mostraba el ascenso de una figura política sin méritos, con un cierto aire ridículo que de alguna forma lo conectaba con el protagonista de Vergüenza (Movistar+, 2017-2020), uno de esos personajes tan esperpénticos que es capaz de generar cierta empatía por parte del espectador. En la segunda temporada se mostraba un intento de recuperar su posición en el ficticio partido al que pertenece, aunque tenía una mirada más centrada en el personaje y su familia que en los resortes de la política. Pero Venga Juan (HBO Max, 2021) recupera esta mirada satírica más centrada en el mundo de la política a través de la corrupción, lo que provoca que haya unos paralelismos mucho más evidentes con la actualidad, en especial con los papeles de Bárcenas y el PP.
La temporada ha conseguido ya este año el Premio Forqué al Mejor Actor y tiene cuatro nominaciones para los Premios Feroz, y de nuevo construye una serie de situaciones absurdas que sin embargo son perfectamente reconocibles en la crónica de la corrupción política en España. Y en cierta manera plantea una especie de posible final cerrado para los personajes (no se ha confirmado oficialmente una cuarta temporada y los creadores afirman que está escrita con la idea de que no haya una continuación), reforzando aún más el carácter tragicómico del personaje, y sobre todo consiguiendo captar esa atmósfera peculiar de corruptelas y corrupciones que se ha instalado en la sociedad española (y por extensión en la sociedad occidental). Cuando Juan Carrasco se justifica ante su hija en el episodio Lunes (T3E7) afirmando que él ha hecho lo que todos hacen, transmite perfectamente ese espíritu de picaresca española que se basa en los sobornos y la información privilegiada, manejada por personajes oscuros como Luis Vallejo (Joaquín Climent), trasunto evidente del siniestro José Villarejo.
Como en las anteriores temporadas, Víctor García León y Tom Fernández se alternan en la dirección, pero destacan dos nuevas incorporaciones en episodios muy importantes. El actor Javier Cámara vuelve a dirigir un episodio tras su debut en la segunda temporada con Estambul (T2E6), ahora con otro "episodio embotellado", una trama cerrada que abunda en la psicología del personaje y que se desarrolla en un solo escenario. En este caso, Patagonia (T3E4) utiliza como refugio la Embajada de Argentina con la participación del embajador Marcelo (Eduardo Blanco) en un espléndido diálogo que refleja la justificación de la corrupción. Por otro lado, Pilar Palomero, gran triunfadora de los premios Goya 2021 con su película Las niñas (Pilar Palomero, 2020) co-escribe y dirige 2009 (T3E8), el episodio que cierra la temporada y que el propio creador Diego San José califica como la más autoconclusiva de la serie. Y efectivamente, se trata de un final tan cerrado que es difícil imaginar una cuarta temporada, aunque las posibilidades están abiertas: la realidad proporciona innumerables argumentos esperpénticos.