18 diciembre, 2021

Russian Film Festival 2021 - Parte 2: Escribir la historia

Nuestra segunda y última crónica del Russian Film Festival que organiza Roskino completa el panorama de títulos cinematográficos recientes producidos en el país, con propuestas que van desde lo excéntrico y visualmente destacable hasta el acercamiento más tradicional. Hemos querido incluir también dos películas que no están en la programación del festival en España, pero sí forman parte de la selección que se ha presentado en otros países, y que ayudan a completar nuestra mirada hacia el cine ruso contemporáneo. 

Ganadora del premio al Mejor Director en el Festival de Moscú 2021, Last "Dear Bulgaria" (Aleksey Fedorchenko, 2020) consolida a su autor como uno de los nombres más reconocidos en el actual panorama cinematográfico ruso. En su anterior película de ficción, Anna's war (Aleksey Fedorchenko, 2018) realizaba una propuesta de cine sin diálogos, y en cierta manera se coloca ahora en el otro extremo, con el despliegue de un grand guignol que se mueve entre dos narrativas diferentes. La película está basada en la novela "Antes de que salga el sol" (1943), del escritor Mijaíl Zóschenko, que comenzó a publicarse poco antes de que cayera en desgracia y fuera expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos. La novela permaneció en el olvido hasta que se recuperó en 1968 en Estados Unidos, mientras que en Rusia no se descubriría hasta 1987. "Antes de que salga el sol" (2017, Ed. Universidad de Granada) se desarrolla en los años en los que Zóschenko vivió en la ciudad Almá-Atá, ahora conocida como Almatý en Kazajistán, y se plantea como una obra autobiográfica y reflexiva en torno a la melancolía y la vida turbulenta escrita en forma de diario. Para abordar esta incursión en la obra del escritor, Aleksey Fedorchenko y la co-guionista Lidia Kanashova crean una historia paralela sobre Leonid (Ilya Belov), el hijo de un horticultor cuyo padre creó una variedad de manzana a la que llamó "Dear Bulgaria", resistente a las bajas temperaturas, pero de la que solo queda una, después de que la plantación fuera arrasada por el fuego. Leonid pretende recobrar esta variedad en Almá-Atá, cuyo nombre precisamente proviene del kazajo алма ата (padre de las manzanas), ya que esta fruta es uno de sus principales productos. 


Mientras intenta devolver el esplendor a la variedad de manzana que creó su padre, Leonid trabaja tejiendo esteras de juncos para una gran producción cinematográfica que se rueda en un estudio de cine cercano y que, aunque no se nombra, es claramente Iván el terrible (Sergei M. Eisenstein, 1944), que es representado como el Director (Aleksandr Blinov), un tipo excéntrico amante del kabuki y del arte mexicano, que es posiblemente uno de los homenajes cinematográficos más absurdos que se han visto recientemente. Leonid encuentra el diario de un famoso escritor que ha desaparecido, Semyon Kurochkin (Konstantin Itunin), que fue un seudónimo real utilizado por Mijaíl Zóschenko, y la lectura de esta serie de relatos inconexos, aporta un nuevo estilo narrativo a la película. De una forma parecida a la división de pantalla que proponía Peter Greenaway en Los libros de Próspero (1991), y no parece casualidad que el director galés hiciera su propio homenaje a Sergei M. Eisenstein en Eisenstein en Guanajuato (2015), las experiencias de Kurochkin se muestran a través de un formato visual que tiene una cierta teatralidad en su representación de las escenas, pero que se dividen en diferentes puntos de vista dentro de la pantalla fraccionada. Es una solución inventiva a la representación de una vida que está contada también de forma fragmentada, sin una estructura definida, pero consigue más un cierto impacto visual que una verdadera profundidad en sus enunciados. 

La película se desarrolla de forma dispersa, mezclando la historia de Leonid, la representación de la locura algo apayasada de Eisenstein y el relato de la vida del escritor Zóschenko, que adapta fragmentos de su libro. Pero realmente no encuentra una coherencia en estas tres diferentes historias, que al final no acaban de desarrollarse completamente, que parecen independientes, cada una en un plano narrativo y formal que necesita un nexo mucho más fuerte que el que encontramos aquí. Last "Dear Bulgaria" es una propuesta excéntrica de planteamiento visual interesante pero que, más allá de su multifuncionalidad, parece estar a una distancia notable del espectador. 

Los guionistas Aleksey Kazakov y Zora Kryzhovnikov consiguieron un notable éxito en Rusia con la comedia Gorko! (Zora Kryzhovnikov, 2013) y su secuela Gorko! 2 (Zora Kryzhovnikov, 2014), que tuvo un remake mexicano con el título Hasta que la boda nos separe (Santiago Limón, 2018), aunque no hay que confundirla con la película española Hasta que la boda nos separe (Dani de la Orden, 2020). Gorko! se convirtió en un gran éxito de taquilla en Rusia, y algunos analistas la consideran como el comienzo de una nueva etapa en el cine ruso, abriéndose a un tipo de humor extravagante que al mismo tiempo tiene connotaciones de crítica social. Ahora regresan a terreno conocido en Rodnye (Parientes) (Ilya Aksyonov, 2020), y de hecho muchos de los comentarios que ha tenido en su país abundan en el parecido retrato de personajes que esta película hace respecto a sus anteriores éxitos, como si se tratara de una secuela no reconocida. La familia protagonista está encabezada por Pavel (Sergey Burunov), al que han diagnosticado un cáncer, y que quiere cumplir el sueño de su vida antes de morir: participar en el Festival de Música de Grushinsky interpretando una canción que compuso hace años. De forma que la familia al completo inicia un viaje en el que se reordenarán también las relaciones entre sus miembros.  


Uno de sus hijos, Sanya (Semyon Treskunov) ha pospuesto su viaje hasta Canadá, donde tiene previsto vivir con su esposa, Sonya (Katerina Bekker), planteando uno de los temas adyacentes de la película. Mientras la generación de Pavel sigue teniendo un profundo sentimiento patriótico, defendiendo una Rusia que mantiene su independencia frente a la amenaza de las influencias internacionales, las nuevas generaciones a las que representa Sanya tienen una visión más global, consideran a Rusia como parte de un mundo cohesionado y, sobre todo, aspiran a desarrollar su vida más allá de las fronteras de su país. Este enfrentamiento ideológico abre también una brecha emocional, y establece algunos de los momentos más interesantes de la película. Porque si bien el humor de Rodnye a veces queda algo distante de los espectadores internacionales, la reflexión sobre qué es Rusia y cómo asumen el país dos generaciones completamente distintas, la del padre patriota y la de su hijo emigrante, alimenta una trama que por otro lado funciona con el piloto automático de los éxitos anteriores de los guionistas. Sobre todo porque el tema latente, que es universalmente conocido, está en la incomunicación entre padres e hijos. Cuando Pavel descubre que Sanya conoce la letra de la canción patriótica que escribió hace años, también supone el reconocimiento de que no es menos ruso quien sueña con vivir en el extranjero, que la emigración no es una ruptura con el propio país, sino una forma de crecimiento más allá de las simples ideas nacionalistas. Y ahí es donde la película consigue algunos de sus mayores aciertos. 

Konstantín Stanislavski (1863-1938) está considerado como uno de los pioneros en el desarrollo del teatro moderno, desde su trabajo como director del famoso Teatro de las Artes de Moscú, introduciendo cambios que influyeron notablemente en el trabajo de los actores, especialmente con el desarrollo del que se denominaría "método de las acciones físicas", que ideó cuando sintió que su forma de interpretar se volvía mecánica debido a las repeticiones en cada función. De forma que creó un manual en el que se trataba de incluir emociones reales del actor parecidas a los sentimientos que en la escena experimentaba su personaje. Tras una gira por Estados Unidos en los años veinte se hizo muy popular, especialmente a partir de los años cuarenta cuando el Actors Studio dirigido por Lee Strasberg basó su formación en esta introducción de las emociones, dando lugar durante varias generaciones al denominado "Método Stanislavski", que siguieron grandes intérpretes como Marlon Brando, Paul Newman, Marilyn Monroe, Jane Fonda, James Dean, Dustin Hoffman, Robert DeNiro o Al Pacino. Pero el documental Stanislavski. Lust for life (Julia Bobkova, 2020) pone de manifiesto, por un lado, que esta forma de actuar se considera algo anticuada en la actualidad, y por otro, que de alguna manera el trabajo del actor y director ruso se ha distorsionado a lo largo de los años. 


Precisamente hace unos días, el diario El País (15/12/21) publicaba un artículo titulado "El final del actor intenso", en el que se hacía eco de la controversia suscitada por un perfil en la revista The New Yorker (05/12/21) titulado "On "Succession", Jeremy Strong doesn't get the joke" en el que el autor Michael Schulman mostraba como extravagantes algunas anécdotas sobre la forma en que el actor de la serie se introducía en sus personajes, aunque Jeremy Strong no sigue realmente el llamado "Método". Este cambio en la percepción del trabajo emocional de un actor es el que pone de manifiesto este documental, pero desde el punto de vista de quienes tienen el método de Stanislavski como base, con entrevistas a directores y, sobre todo, actores/directores como Nikita Mikhalkov o Renata Litvinova, de la que se programa en el Russian Film Festival su película The North Wind (Renata Litvinova, 2021). El propio Stanislavski decía "cread vuestro propio método, no tenéis por qué esclavizarse y depender del mío", pero en cierta manera la traducción literal de sus palabras ha llevado a traicionar su propio espíritu. 

El documental de Julia Bobkova prácticamente no sale del teatro, muestra ensayos y representaciones de algunas de las obras más conocidas de la escena rusa, y se sostiene en composiciones bien planificadas de las entrevistas con nombres destacados de los escenarios, no solo rusos sino también ingleses, a pesar de que la forma de actuación en Inglaterra es radicalmente diferente. Uno de los problemas de la película, sin embargo, es que asume un grado de conocimiento por parte de los espectadores que juega en su contra, enfocándose principalmente en el análisis del trabajo de Stanislavski, pero con una escasa contextualización. Y así surgen nombres como los de Antón Chéjov o Vsévolod Meyerhold, que trabajó como actor en el Teatro del Arte de Moscú, cuya influencia posterior en el teatro no se explica. Esto provoca que el documental sea excesivamente rígido en sus planteamientos, demasiado teórico en su exposición, pero no sin proponer ideas interesantes. El autor y director teatral inglés Declan Donnellan afirma que "la idea de impartir a Stanislavski como un método académico es monstruosa. Porque hay que entender que él solo nos ayuda a encontrar el camino para llegar a algo, él no constituye el objetivo". Y esta quizás es una de las frases que mejor definen esta reivindicación del trabajo de Konstantín Stanislavski desde un punto de vista de la comprensión, no de la devoción. 

RUSSIAN FILM FESTIVAL EN EL MUNDO

El Russian Film Festival se programa con diferentes títulos en los países en los que se celebra, y por ejemplo en España no se han incluido que sí forman parte de otras versiones del festival, como las que comentamos a continuación. 

La activista Elizaveta Glinka abrió el primer hospicio público en Ucrania, pero se hizo especialmente conocida cuando creó la Fundación de la Caridad en Moscú, un centro en el que ofrecía asistencia médica a personas sin recursos, y en cierta manera ponía de manifiesto las deficiencias del sistema sanitario estatal, pero aunque no confirmaba sus convicciones políticas, algunos la acusaron de apoyar a Vladimir Putin, después de aceptar el Premio Nacional que le entregó el presidente ruso en 2016, pero especialmente tras sus intervenciones en las guerras de Ucrania y Siria. Cuando inició una campaña para evacuar a niños heridos del Donbass y llevarlos a Moscú para que fueran atendidos en hospitales, los separatistas ucranianos la acusaron de secuestrar a los niños. El 25 de diciembre de 2016, el mismo mes que había recibido el más alto honor de manos de Putin, el avión que la llevaba a Siria sufrió un accidente en el que murieron todos sus ocupantes. Doktor Liza (Oksana Karas, 2020) es la película que parecía necesaria para mostrar a esta cooperante humanitaria, a pesar de que ya había sido protagonista varios documentales. La propuesta es interesante porque no se construye en base a un típico biopic del personaje, sino que solo se centra en un día de su vida profesional, pero a través del cual se refleja su controvertida personalidad y su pasión por el trabajo que realizaba. 


Cuando el agente de policía Kolesov (Andrey Burkovskiy) le pregunta si todos los días son iguales para ella, después de una jornada complicada en la que él mismo ha tomado conciencia de la labor que realiza la doctora, ella le responde: "¿Se refiere a si todos los días ayudo a las personas?". Esta es una de las premisas de la película, hasta qué punto para Glinka tender una mano al prójimo era algo normal, mientras que la sociedad se plantea numerosas preguntas antes de mostrar su apoyo, consideraciones que tienen que ver con la moral, la ética, la política o la economía. La trama principal se desarrolla en torno a la sustracción de unas dosis de morfina que lleva a cabo la doctora en un hospital para poder ayudar a una niña que está en fase terminal del cáncer y experimenta continuos dolores. Aunque su padre tiene una receta, la farmacia que debe dispensar la morfina se ha quedado sin suministro, y la burocracia administrativa impide que otra farmacia u hospital pueda entregar el necesario analgésico. Las autoridades policiales, que parecen tener en el punto de mira las poco ortodoxas maneras de la doctora Liza, tratan de aprovechar la ocasión para darle un escarmiento. 

Se trata de una historia ficticia que trata de reflejar a través de un día rutinario la forma de trabajar de la activista humanitaria, muchas veces en confrontación con unos y otros, pero siempre con el objetivo de ofrecer un servicio social. Desde el punto de vista formal, sin embargo, la directora Oksana Karas se decanta por una narración tradicional, casi de producto televisivo que no apuesta por ningún tipo de riesgo, sino que se centra en crear un personaje central que tiene una indudable fuerza, pero que está rodeado de otros personajes sin apenas entidad. Elizaveta Glinka está interpretada con humanidad y personalidad por la actriz Chulpan Khamatova, mientras que a su marido Gleb Glinka (que ha colaborado con la película) lo interpreta el actor polaco Andrzej Chyra, dos actores que tienen en común con la protagonista su compromiso con las labores humanitarias. Doktor Liza, aunque insuficiente en su retrato de un personaje complejo, es una película que consigue ser expresiva a través de cierta ironía que se refleja en el personaje, pero también en la importancia de su compromiso con los seres humanos.  

En este repaso por el reciente cine ruso no puede faltar el género bélico, habitualmente presente en grandes producciones que abordan su participación en la II Guerra Mundial. En algunos casos con un acercamiento más artístico como en la ya comentada A siege diary (Andrey Zaytsev, 2020) y en otros con un planteamiento más de artificio como AK-47 (Konstantin Buslov, 2020) o La batalla de Leningrado (Aleksey Kozlov, 2019). Incluida en la selección del Russian Film Festival en otros países, The last frontier (Vadim Shmeliov, 2020) pertenece a la segunda categoría, y su título original, Podolskiye kursanty (Los cadetes de Podolsk) hace referencia  a la batalla real en la que está basada, cuando las tropas nazis se acercaban a Moscú en octubre de 1941 y fueron enviados los cadetes de la Academia de Artillería de Podolsk, la mayoría con menos de veinte años, para tratar de frenar el avance alemán hasta la llegada de refuerzos. De los 3.500 jóvenes que participaron en este enfrentamiento murieron 2.500, y se considera una batalla que cambió el curso de la guerra. The last frontier tiene claros sus objetivos desde el principio y utiliza un presupuesto holgado para recrear escenarios de guerra que no pretenden ser tan realistas como espectaculares.


Quizás el mayor problema de la película es que, a pesar de sus bien filmadas escenas de guerra, no aporta nada especialmente novedoso, se recrea en su propio sentido bélico dibujando personajes unidimensionales (tenemos la típica subtrama romántica entre el soldado y la enfermera), y construye una de esas superproducciones que ponen tanto énfasis en la celebración del heroísmo que se olvidan de crear una historia que resulte eficiente, más allá de su puesta al servicio del objetivo final. Para los amantes del cine bélico, tiene todos sus elementos característicos, con algunas secuencias que ciertamente ofrecen un gran espectáculo de explosiones y acción, subrayadas de forma obsesiva por la música grandilocuente de Yuriy Poteenko, pero el trabajo del director Vadim Shmeliov, que proviene del mundo de la televisión, es simplemente eficiente. No hay que buscar aquí una mirada antibelicista, aunque hay un leve comentario sobre lo cruel de enviar a miles de jóvenes, prácticamente niños, a una muerte segura. Pero esta crítica la hace la doctora Rikitina (Yekaterina Rednikova), es decir, es el punto de vista femenino que parece no entender el sentido de sacrificio y honor masculino: "Mis órdenes son luchar hasta el final. ¿Qué más puedo decirte?", le contesta el Coronel Strelbitsky (Evgeniy Dyatlov). El cine ruso ha producido buenas películas bélicas, uno de los géneros más visitados, quizás por esa tendencia a la revisión del pasado como reflejo del sentimiento patriótico, y películas como The last frontier, o The final stand como se ha estrenado en algunos países, abundan en esa idea sin remordimientos. Son el reflejo de una cierta forma de hacer cine que no es exclusiva en el panorama de la producción cinematográfica en Rusia, como hemos podido ver en la variada propuesta de géneros que han formado parte del Russian Film Festival, pero sigue estando muy presente.


El Festival de Cine Ruso se puede ver en Filmin hasta el 19 de diciembre. 


Iván el terrible y Eisenstein en Guanajuato se pueden ver en Filmin. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario