30 mayo, 2022

Docsbarcelona 2022 - Parte 4: Ausencias

Concluye el 25 Festival Internacional de Documentales de Barcelona. Docsbarcelona, con la entrega de premios a las películas seleccionadas por los diferentes jurados. Pero nuestra última crónica vamos a dedicarla a las ausencias, que de una u otra manera siguen marcando las vidas de quienes permanecen. Un famoso hotel habitado por fantasmas, los desaparecidos tras un golpe de estado o la muerte de una hija, pero también el propio estado ausente que provoca el autismo, sobrevuelan las películas de la programación que comentamos. 

Este es el palmarés de Docsbarcelona 2022: 

Premio Docs Mejor Película: Fire of love (Sara Dosa, 2022).
Premio del Jurado Joven: Erasmus in Gaza (Chiara Avesani, Matteo Delbò, 2021).
Premio del Público: Robin Bank (Anna Giralt, 2022).
Premio DOC-U: Paola (Claudia Solano, Marta Martín, Daniel Rey, Pere Neila, 2021).
Premio Nuevo Talento: Rebellion (Maia Kenworthy, Elena Sánchez Bellot, 2021).
Premio Amnistía Internacional Cataluña: The territory (Alex Pritz, 2022).
Premio Docs Latitud: El vent que ens mou (Pere Puigbert, 2021).
Mención Especial: Myanmar Diaries (Myanmar Film Collective, 2021). 


PANORAMA

La historia del Hotel Chelsea como icono de la contracultura entre los años cincuenta y los ochenta está rodeada de una profunda expresión de la imagen de Nueva York. Fue refugio de escritores como Mark Twain, Allen Ginsberg o Charles R. Jackson, quien se suicidó en su habitación; de directores de cine como Stanley Kubrick o Miloš Forman, que vivió una etapa de crisis artística sin salir del hotel; y de músicos como Janis Joplin, Patti Smith y Sid Vicious, quien asesinó a su novia Nancy Spungen en la habitación nº 100. Leonard Cohen le dedicó la canción "Chelsea Hotel Nº 2", incluida en su album New skin for an old ceremony (1974, Sony Music), que hacía referencia al momento en el que había conocido a Janis Joplin cuando ambos se alojaban en el hotel. El documental Dreaming walls (Maya Duverdier, Amélie van Elmbt, 2021) no hace una descripción directa de las anécdotas y las leyendas que han rodeado al Hotel Chelsea, pero crea una sensación casi poética cuando se proyectan en las paredes de sus pasillos imágenes de aquellos artistas y personajes populares que ocuparon sus habitaciones. Estrenada en el Festival de Berlín 2022, la película se desarrolla en mitad de las reformas que ha venido sufriendo el edificio. Cuando se rodó el documental en 2019, los trabajos duraban ya nueve años, y los nuevos propietarios pretenden que los residentes permanentes se trasladen a la primera planta, para que no se tengan que cruzar con los clientes nuevos. 


La película se centra en algunos de estos residentes, condenados durante años a caminar entre andamios y ver pasar por delante de sus ventanas a ascensores de obras, pero sobre todo en la atmósfera que se respira en los pasillos del hotel, a veces ensombrecida por los trabajos de los obreros. Una de las protagonistas es la coreógrafa Merle Lister Levine, que ya había aparecido en el documental Chelsea on the rocks (Abel Ferrara, 2008), quien recorre esos pasillos conversando con los obreros. Uno de ellos le menciona que ha experimentado algunos sucesos extraños y que cree firmemente que hay fantasmas de antiguos residentes en el edificio. Merle Lister es uno de los cincuenta antiguos inquilinos que quedan en el hotel, y se convierte en una especie de personaje central que nos guía a través de la difícil situación que están viviendo, Pero durante una cena con Zoe y Nicholas Pappas, otros residentes, se manifiesta que hay diversidad de opiniones. Ellos desean que las obras se acaben lo antes posible, mientras que otros inquilinos han promovido acciones legales para intentar retrasar lo más posible el final de la renovación, sabiendo que los propietarios subirán el precio del alquiler casi el doble. La filosofía del nuevo Hotel Chelsea es la de eliminar las habitaciones grandes y reducirlas a un solo espacio, algo que ya ha sufrido otro de los residentes. 

Aunque las directoras no están interesadas en abordar el pasado histórico del edificio, hay una figura que destaca, la del antiguo propietario, Stanley Bard, fallecido en 2017, que fue el principal responsable de acoger a buena parte de los artistas que residieron en el hotel, pero también a personas con menos recursos. Conocido en Nueva York como el Robin Hood de los propietarios, fue administrador entre 1964 y 2007, y se incluyen videos que proceden del archivo BBC Motion Gallery rodadas en 1981, y que reflejan el carácter optimista por el que era conocido. La residente más veterana del Hotel Chelsea era Bettina Grossman quien, como Merle Lister, aportó a la película imágenes de su archivo personal, pero falleció a los 94 años en 2021, antes de que el documental, cuyo rodaje fue previo a la pandemia, se terminara. Artista conceptual, fue protagonista de la película Girl with black balloons (Corinne van der Borch, 2012), y tiene una singular visión de los nuevos propietarios: "A todos los residentes les han dado dinero para que se vayan. Pero a mí no me han ofrecido nada. Creo que quieren matarme, hacen cosas para asustarme". Dreaming walls consigue transmitir la atmósfera de decrepitud bohemia del interior de los pasillos a través de una combinación de estilos y formatos visuales, de material de archivo que se combina con las imágenes actuales. Tras nuevos retrasos provocados por la pandemia y once años de reformas, parte del nuevo Hotel Chelsea se inauguró la pasada primavera, aunque la reapertura completa se producirá a finales de verano, si sus fantasmas lo permiten.

Myanmar diaries (Myanmar Film Collective, 2022) es una película sin títulos de crédito. Algunos de los autores de los videos que componen el documental quisieron permanecer en el anonimato y el resto decidió no aparecer en los créditos por solidaridad. Este colectivo audiovisual está formado por jóvenes artistas birmanos y diversos cineastas europeos cuyo objetivo principal es realizar películas que muestren la realidad que viven los ciudadanos de Birmania tras el golpe de estado militar de febrero de 2021. Ganador del Premio al Mejor Documental y el Premio Amnistía Internacional en el Festival de Berlín 2022, Myanmar diaries está formado una serie de videos grabados con móviles y cortometrajes de formato más artístico que tratan de reflejar la situación de opresión a la que se ha visto abocado un país que trataba de consolidar una joven democracia con las terceras elecciones, que ganó por segunda vez la Liga Nacional por la Democracia (NLD), con Aung San Suu Kyi como auténtica líder de Birmania, frente al partido rival Unión, Solidaridad y Desarrollo (USDP), más cercano a la antigua Junta Militar que en realidad había seguido ejerciendo poder durante los últimos años. Las denuncias de fraude electoral incrementaron la tensión hasta que los líderes militares, encabezados por el general Min Aung Hlaing, tomaron el gobierno y declararon el estado de emergencia durante un año.


La película se abre con un video que se hizo viral en el que vemos la grabación de una clase de aerobic mientras de fondo llegan los vehículos de los militares que se acercan a la sede del gobierno para tomar el poder. El contraste entre la despreocupación de la joven instructora de aerobic, la música machacona y la primera imagen de los golpistas muestra lo absurdo de toda la situación. Los videos grabados con los móviles exponen la realidad más cruel, sin embargo: palizas contra manifestantes por policías que se han infiltrado entre ellos con ropa de calle, incursiones violentas en las casas, detenciones sin las mínimas garantías... que reflejan el resultado de este casi año y medio de estado de excepción, con más de 1500 asesinados y casi mil personas detenidas. Uno de los videos muestra a una mujer mayor recriminando a los soldados que permanecen en sus vehículos la forma en que están contribuyendo a una nueva inestabilidad de su propio país. La falta de información sobre el destino de quienes protestan de esta forma o de los heridos que vemos en pantalla contribuye a una cierta sensación de desasosiego que transmite con eficacia la película, especialmente cuando el hecho de llevar una cámara en la calle puede suponer ser arrestado. Una serie de piezas artísticas representan distintos mensajes sobre la opresión, pero también sobre la resistencia. Los labios de uno de los protagonistas, del que por razones obvias no se muestra el rostro, susurran repetidamente: "Min Aung Hlaing, hijo de puta". En otra de estas piezas, un actor muestra la asfixia del régimen militar colocándose una bolsa de plástico en la cabeza, mientras en la pared se leen reivindicaciones escritas en post-it: "Liberad a nuestros estudiantes. Revolución de primavera. Queremos justicia. Respetad nuestro voto. Rechaza el bloqueo de internet. Queremos democracia. Dejad de matar a nuestra gente...". 

En una de estas piezas se representa también la ausencia de los que han desaparecido, muertos o sin dejar rastro, en una especie de cortometraje de terror en el que las sombras de los ausentes se dibujan en las paredes o en el televisor. El dogma del Myanmar Film Collective consiste en contar historias audiovisuales en primera persona, que reflejen siempre experiencias personales, por tanto las piezas artísticas son recreaciones de hechos que han ocurrido en la realidad. Myanmar diaries es una rotunda expresión de libertad que en algunos momentos recuerda a los documentales estrenados en los últimos años sobre las protestas de Hong-Kong, utilizando material grabado por los propios manifestantes. Y en este sentido también transmite cierto optimismo en la forma en que los ciudadanos se convierten en los cronistas de su propia experiencia, no solo grabando sino también relatando, casi como periodistas experimentados, los hechos que se muestran en sus videos. Esta reivindicación del poder que tiene el ciudadano, aunque sea en circunstancias tan arriesgadas como la que vive Birmania, es el mensaje más positivo de una película que provoca impotencia, y que recuerda que hay muchos conflictos en el mundo a los que la comunidad internacional no responde con la misma contundencia con la que lo ha hecho en Ucrania, por ejemplo. 

Estrenada en la sección Next:Wave del Festival CPH:DOX 2021, y ganadora del premio al Mejor Documental de los Balcanes en Dokufest 2021 y el Premio de la Crítica y Mejor Montaje en el Festival de Cine Esloveno 2021, Reconciliation (Marija Zidar, 2021) es un poderoso debut que confronta las leyes oficiales, la religión cristiana y la tradición en Albania. Durante cinco años, la directora acompañó a una familia que debe decidir entre vengarse por la muerte de su hija o perdonar a su asesino. El enfrentamiento entre Gëzim y su primo Fran durante años se cobró finalmente la vida de la hija del primero a manos del segundo. En 2013, la joven de 18 años Gjyste Paplekaj murió de un disparo durante una acalorada discusión entre las dos familias. La versión de Fran es que disparó al aire y después una bala perdida acabó matando a la joven, y a pesar de que se encuentra cumpliendo una condena de 14 años de cárcel, la ley Kanun permite la venganza sobre otros miembros de su familia. 


La ley del Kanun fue desarrollada por Alexander Lekë Dukagjini, un héroe de la resistencia albanesa frente a los turcos, en el siglo XV, y ha sido transmitida de generación en generación. La ley establece que si ocurre un asesinato entre familias albanesas, la que ha sufrido el crimen puede ejercer la venganza sobre cualquier hombre de la otra familia, incluido un bebé, lo que se denomina en albanés Gjakmarrja. La permanencia de esta ley arcaica ha obligado a más de 300 familias albanesas a esconderse en sus casas por miedo a esta venganza. Pero en el caso de Gëzim, dos miembros de su comunidad quieren convencerle de que ejerza el otro derecho, el del perdón. Gjin Marku, director del Comité de Reconciliación Nacional y el obispo local le persuaden para que perdone a la familia de Fran, especialmente a su hermano Pjeter, que sería quien recibiría la venganza ante la ausencia del asesino condenado. Cada uno con su propias razones: Gjin ve la oportunidad de convertir el perdón en un apoyo a su propuesta de reconciliación en la comunidad, mientras que el obispo apela a las creencias cristianas. 

Esta convivencia entre la religión cristiana y el código Kanun es uno de los aspectos más interesantes de la película. Mientras trabajan en las tierras Pjeter, el hermano del asesino, y Gëzim discuten sobre la predominancia de uno sobre otro. Este último está convencido de que prevalece la ley cristiana, de que solo Dios tiene la capacidad para perdonar. La mirada de Marija Zidar (1976, Eslovenia) captura estos momentos con discreción, pero en las reuniones familiares presta especial atención al rostro de Vera, la esposa de Gëzim, que parece tener poco que decir sobre un código que solo se enfoca en los hombres. Sus expresiones son tan significativas, sus murmullos son tan elocuentes que cuando decide hablar expresa no solo un sentimiento interior sino un grito de reivindicación. Reconciliation captura la esencia de las contradicciones y la compleja convivencia entre la religión y las tradiciones locales en una región como Albania que mira a las leyes oficiales como una imposición.   

Desde hace varios años, la directora Claire Doyon (1971, Francia) ha dedicado su filmografía a retratar la relación con su hija autista. El largometraje Pénélope (Claire Doyon, 2012) y el cortometraje Les allées sombres (Claire Doyon, 2015) se enfocan en su propia experiencia como madre. Pero es en su último documental, Pénélope mon amour (Claire Doyon, 2021), que logró el Premio a la Mejor Película Francesa en FIDMarseille 2021 y compitió en la sección Harbour del IFFR 2021, en el que desarrolla todo el proceso que ha estado viviendo durante estos años. De hecho, el punto de vista entre la primera y la última película son radicalmente diferentes. La directora utiliza parte del material rodado en super 8 y video digital en torno a su hija durante dos décadas, desde el momento en que la atención que necesitaba Pénélope requirió que ella renunciara a su carrera como cineasta para permanecer cuidándola, aunque finalmente ha podido reconvertirse como directora de relatos sobre su propia familia. La película es una carta de amor a su hija en la que no faltan gritos de desesperación, pero también es un clamor contra una sociedad que establece reglas en las que la única oportunidad es encajar para no ser apartados.


También hay una clara crítica a un entorno sanitario que parece no saber enfrentarse a determinados retos. Es sorprendente escuchar a la directora mientras cuenta que la psicóloga de su hija confesaba no haberles dicho durante un año que su hija era autista porque "como padres aún no estaban preparados", o que le comunicaron a través de una fría carta que Pénélope sufría síndrome de Rett, que afecta al desarrollo del cerebro y causa un progresivo deterioro de las capacidades motoras y del habla. De hecho, el documental nació como una propuesta más política que implicaba a otras familias, pero acabó encontrando la denuncia a partir de una mirada mucho más íntima. La diferencia con respecto a la primera película es que ésta se realizó cuando Claire Doyon se encontraba en una obsesiva búsqueda por intentar "salvar a su hija", que pasó por psicólogos, tratamientos singulares, el siempre recurrente viaje a Estados Unidos, estancias en Turquía, y hasta la visita a un chamán en Siberia. Lo terrible es imaginar lo difícil que debe resultar enfrentarse a la misma situación pero sin los recursos económicos para viajar por todo el mundo tratando de encontrar una utópica solución. 

Sin embargo, en esta última película, Claire Doyon adopta una conciencia diferente cuando se encuentra conviviendo con los miembros de la comunidad del chamán: "En ese lugar, junto a niños que comían con las manos, lejos de París y de la exigencia de caminar derecho, de respetar ciertas reglas y criterios codificados, Pénélope no parecía esta enferma", comenta en la narración. Esta consciencia de cómo la sociedad, y también ella misma como madre, establece unos límites sobre la "normalidad" es el elemento más sobrecogedor de la película. Al final, Pénélope mon amour se enfoca en el proceso de acomodación de una madre a una situación extraordinaria, pero falta un enfoque más centrado en su hija, que parece más un catalizador que una protagonista. Y comienza y termina con una separación, cuando ya es prácticamente imposible hacer frente a la hiperactividad de la niña en la casa, con períodos de insomnio de hasta quince días. 

La protagonista del documental No place like home (Emilie Beck, 2021), presente en la sección Nordic:Dox del CPH:DOX 2022, también siente una ausencia, la de la madre biológica que la dio en adopción en su país. Originaria de Sri Lanka, Priyangika Samanthie Kraggerud fue adoptada por una familia Noruega, pero comenzó a sentir la necesidad de buscar sus orígenes. Ella misma recuerda que a los tres años gritaba en el colegio que la habían robado, y que buscaba desesperadamente a su madre. Desde el año 2017, la directora Emilie Beck acompañó a Priyangika en sus viajes a Sri Lanka, donde consiguió establecer contacto con su madre, que sin embargo vivía en una situación difícil, incluso durmiendo en la calle, a pesar de que su hija le había conseguido algún apartamento donde vivir. Las Leyes de Adopción de la Unión Europea establecen una sorprendente regla según la cual las familias adoptivas no pueden ayudar a sus hijos a encontrar a sus familias biológicas, por lo que quienes tienen esa necesidad de bucear en sus orígenes deben hacerlo en solitario. Las investigaciones de Priyangika sobre la documentación que se aportó durante su adopción comienzan a despertar sospechas de que el proceso no hubiera sido correcto, lo que despierta el fantasma de las adopciones ilegales y el tráfico de niños. 


El problema del documental es que no aborda la cuestión más importante hasta quince minutos antes de que concluya, estableciendo estas adopciones ilegales no solo como un acto delictivo que lleva a cabo una parte de la administración gubernamental de Sri Lanka, sino que necesariamente tiene la complicidad, por acción u omisión, de los organismos responsables en los países de acogida. Y a pesar de que el padre adoptivo de Priyangika comenta que "nosotros sabíamos que Sri Lanka era un país corrupto", resulta significativo que la protagonista obtenga más colaboración de las administraciones de Sri Lanka que de los organismos noruegos. El Ministerio Noruego de Infancia y Familia se negó a participar en el documental y responder preguntas incómodas, enviando una declaración en la que negaba cualquier responsabilidad sobre las adopciones ilegales. Lo cual es sorprendente, teniendo en cuenta que Priyangika descubre que ni siquiera se entregó a sus padres adoptivos (ni ellos lo exigieron) el certificado médico obligado. El documental No place like home concluye precisamente cuando entra en los aspectos más interesantes de la historia, quizás por la falta de cooperación de Noruega, lo cual le resta eficacia. Pero es una denuncia importante que se une al debate sobre cuáles son las garantías que ofrecen los países occidentales que permiten las adopciones en países del tercer mundo, cuáles son los límites que unos padres adoptivos pueden cruzar para conseguir tener un hijo "exótico", y cuál es la responsabilidad de los organismos oficiales de países como Noruega en el tráfico internacional de niños. Desde hace algunos años, Priyangika se dedica a ayudar a hijos e hijas adoptados en Sri Lanka a encontrar a sus padres y madres biológicos.

LATITUD

La elección del estudiante de medicina Riccardo Corradini como viaje de intercambio de Erasmus es, al contrario que la de la mayoría de los estudiantes, arriesgada. Se convierte en el primer estudiante del mundo que decide formarse en la ciudad de Gaza, atendiendo en los hospitales a los miles de heridos que se producen cada año en las llamadas Marchas del Retorno que se organizaron en la frontera con Israel entre 2018 y 2019. Este viaje ha sido retratado en el documental Erasmus in Gaza (Matteo Delbò, Chiara Avesani, 2021), cuyo título puede parecer el de una comedia de estudiantes alocados pero que en realidad es un documental que sabe transformarse desde un relato de cierta condescendencia occidental hasta una especie de thriller que refleja la difícil situación que viven los habitantes de Gaza, sometidos a bombardeos de las fuerzas israelíes como respuesta en muchos casos a ataques de la resistencia palestina. La decisión de realizar prácticas en los hospitales de Gaza no es, sin embargo, improvisada, sino que Riccardo Corradini ya venía colaborando durante varios años con la Associazione di Cooperazione e Solidarietà, una ONG que trabaja con universidades de Cisjordania y Gaza.  


Los directores también conocen el terreno, especialmente Matteo Delbò, que fue director de fotografía del documental One more jump (Emanuele Gerosa, 2019), mientras que Chiara Avesani es una periodista que ha trabajado en Oriente Medio para RAI y Al Jazeera. La descripción de esta estancia de Riccardo Corradini en Gaza es un retrato personal que consigue captar la transformación que vive el protagonista, desde su deseo de regresar a Italia cuando, debido a un anuncio de bombardeos, es enviado fuera del territorio palestino, hasta la implicación en la vida de los jóvenes estudiantes de medicina locales que deben enfrentarse a situaciones prácticas que un estudiante occidental solo conoce desde la teoría. A pesar de las advertencias de sus colegas, decide que trabajará en el turno de guardia de los viernes, el día de la semana en el que se produce la Marcha del Retorno, y el que provoca un mayor número de heridos que deben ser atendidos, adolescentes con cicatrices de bala y manifestantes ensangrentados por la respuesta de los soldados israelíes. Poco a poco el documental adquiere un tono más bélico, un retrato más contundente de la realidad que se vive en la Franja, pero que se alterna con el optimismo y los sueños de los jóvenes palestinos: "Conseguir una visa es como ganar la lotería", dice uno de ellos que ha logrado el ansiado documento. El mayor drama que expresa el protagonista es la sensación de impotencia que experimenta cuando sabe que él puede irse en cualquier momento mientras sus nuevos compañeros seguirán viviendo la tensión y la preocupación de una cotidianidad en constante estado de alerta. 

DOC-U

En el cortometraje Rambal (Mar González Villanueva, 2022) la directora que estudia Comunicación Audiovisual en la Universidad de Barcelona rememora una figura conocida en su Gijón natal durante la época franquista. Alberto Alonso Blanco ayudaba a las mujeres a lavar la ropa durante el día, pero por las noches se transformaba en Rambal, y cantaba pasodobles y cuplés de Marifé de Triana en un bar nocturno del barrio pesquero de Cimadevilla. Él representa la represión de la dictadura contra los homosexuales, y de hecho fue un  activista por los derechos del colectivo. El cortometraje es un ensayo reflexivo narrado por la directora sobre la trascendencia de Rambal años después de que muriera asesinado en 1976, en un crimen que continúa sin resolverse, y tiene un cierto tono melancólico que utiliza la imagen en blanco y negro como recurso estilístico que no solo hace referencia al pasado sino que conforma una imagen bidimensional de los paisajes de Gijón, con el monumento Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida en un lugar predominante. 

Otro ensayo que construye una visión casi fantasmal a partir, en este caso, de la explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020, es Sur tes cendres (Joachim Michaux, 2021), un excelente trabajo de reconstrucción de un entorno urbano a partir de la relación entre un padre y una hija. Producido por Le Fresnoy. Studio National des Arts Contemporains, los protagonistas de este mediometraje son Yasmeen Baz, una joven productora de música electrónica libanesa y su padre Patrick, que establecen un relato paralelo de sus propias experiencias. La del padre con la guerra del Líbano, un conflicto armado que marcó su vida como fotoperiodista y que estableció una conexión profunda y singular con la violencia. "La guerra es adictiva", dice en uno de sus soliloquios. Mientras tanto, su hija Yasmeen tiene otra percepción de su país, pero también sufre por transmisión la ansiedad de la violencia: "Mis padres me transmitieron esa violencia, porque siempre sentí la ansiedad de mi madre. Y saber que mi padre estaba en constante peligro era complicado", comenta. Ella decide volver a Beirut, y justamente unos días después explotan los contenedores que destruyeron el puerto, convertido en ruinas. La construcción de los relatos íntimos de padre e hija conforma una mirada diferente, pero al mismo tiempo complementaria. Y desvela una tercera protagonista, la ciudad de Beirut.


El hecho concreto de la explosión en tiempos de paz, pero no menos turbulentos por las protestas contra el gobierno, supone casi un destino inexorable de una ciudad que siempre sufre de una u otra manera la destrucción. Y así se va conformando un diálogo entre la verdad personal y la realidad objetiva, una reflexión sobre la representación gráfica de la violencia que predomina en el trabajo fotográfico de Patrick Baz. Hay una huida pero al mismo tiempo una atracción hacia los acontecimientos violentos que el director Joachim Michaux (1988, Francia) construye con una extraordinaria sensibilidad. Sur tes cendres (Sobre tus cenizas), que consiguió el Premio Tënk en la pasada edición del festival FIPADOC, es un espléndido trabajo que conecta hábilmente lo íntimo con lo general, el pasado con el presente, la subjetividad con la objetividad, a través de imágenes absorbentes y casi hipnóticas que nos hacen reflexionar sobre el poder de seducción de la violencia. 




28 mayo, 2022

Docsbarcelona 2022 - Parte 3: Ellas

Nuestra tercera crónica del Festival Docsbarcelona 2022 tiene como protagonistas a las mujeres, no solo como personajes principales de experiencias diversas y en general difíciles, sino también como directoras, porque ellas son las responsables de la mayor parte de las películas de las que hablamos en esta ocasión. El trabajo de las mujeres realizadoras es especialmente difícil en algunos países. Hace unos días la Coalición Internacional de Cineastas en Riesgo (ICFR) denunciaba el arresto en Irán que sufrieron las directoras de documentales Mina Keshavarz, responsable de The art of living in danger (2020), que denunciaba la violencia doméstica aceptada en la sociedad iraní, y Firouzeh Khosravani, ganadora del Premio al Mejor Documental en IDFA 2021 por Radiograph of a family (2021). Ambas fueron detenidas el pasado 10 de mayo después de un registro de sus domicilios, y liberadas una semana después bajo fianza con la prohibición de salir del país e incluso trabajar durante los próximos seis meses, a pesar de que no se han levantado cargos contra ellas. Esta opresión ejercida sobre la libertad creativa de los cineastas es especialmente notable en el caso de las mujeres directoras, cuyas películas no solo son un reflejo de realidades complejas que viven sus protagonistas, sino una celebración de la capacidad para levantar la voz en circunstancias difíciles. 

OFICIAL PANORAMA

La película que clausuró la sección ACID del Festival de Cannes 2021 es un retrato femenino de una adolescente y su madre que se ven amenazadas por la progresiva subida del nivel del mar en una isla de Costa de Marfil. Aya (Simon Coulibaly Gillard, 2021) también es uno de los títulos destacados de la sección Afroscope del 19 Festival de Cine Africano de Tarifa. FCAT, que se celebra entre el 27 de mayo y el 5 junio en la ciudad de Tarifa de forma presencial, y presenta una breve selección de películas en formato online a través de la plataforma Filmin. El director aborda una historia de ficción que describe la situación a la que se enfrentan poblaciones africanas afectadas por las consecuencias del cambio climático, literalmente inundadas por la subida del nivel del mar que no solo provoca la desaparición literal de la tierra sino también la escasez de agua potable. Las protagonistas son Aya (Marie-Josée Kokora) y su madre (Patricia Egnabayou) que habitan la isla de Lahou teniendo que enfrentarse a un destino inevitable. El mar es protagonista y antagonista al mismo tiempo, causa y efecto de un exilio obligado que sin embargo Aya no quiere afrontar. Es una adolescente alegre y despreocupada que pasa el tiempo junto a Junior (Junior Asse), mientras su madre la abronca porque no ha llevado nada de comer a su casa y no hace frente a una realidad que poco a poco se hará más presente. 


El origen como documentalista de Simon Coulibaly Gillard, nacido en Bulgaria pero criado en Bretaña, que ha retratado el entorno africano en varios cortometrajes y mediometrajes, aporta un acercamiento que camina de forma equilibrada entre la ficción y el estilo documental. Es un cuento de crecimiento que se ha ido construyendo conforme se iba rodando, y que nos transporta a un lugar paradisíaco que se encuentra en riesgo de desaparición. Pero la decisión de Aya por permanecer en la isla no solo es una obstinación adolescente por no perder una vida despreocupada, sino que también responde a una profunda identidad personal que se resiste a abandonar el hogar. El conflicto entre la pretensión de la madre por huir como han hecho otras familias y la perseverancia de la hija por quedarse conforma la columna vertebral de una narración que está dirigida con delicadeza, con una hermosa fotografía y un diseño de sonido del propio Simon Coulibaly Gillard que captan la belleza de la costa africana. Pero Aya es, como decía, una historia de crecimiento, un coming-of-age que cambia la sonrisa radiante de la protagonista, un excelente debut de Marie-Josée Kokora, por una expresión seria que debe afrontar su destino. Los últimos minutos de la película, en los que Aya se "disfraza" perdiendo su naturalidad son un desgarrador reflejo de la pérdida de esa identidad a la que se aferraba. 

La diseñadora finlandesa Maija Isola está considerada como uno de los referentes del diseño para estampados de las últimas décadas. Trabajó durante 38 años para la empresa de diseño finlandesa Marimekko y sus creaciones se hicieron muy populares en las décadas de los sesenta y setenta, especialmente cuando la primera dama Jackie Kennedy vistió algunos vestidos con sus diseños, que también tuvieron influencia en las portadas de discos de grupos como Led Zeppelin. Incluso el director alemán Fassbinder utilizó algunas de sus creaciones en la película Lola (Rainer Werner Fassbinder, 1981). Fallecida en 2001, la diseñadora finlandesa es el centro del documental Maija Isola (Leena Kilpeläinen, 2021), que tuvo su estreno en el Festival de Helsinki 2021. Se trata de un recorrido por la intensa trayectoria vital y profesional de una artista que quería dedicarse a la pintura pero a la que no se la tomaban en serio en los circuitos artísticos, a pesar de la influencia que hemos señalado de sus estampados y diseños para objetos del hogar y piezas de museo. Su intensa pasión por los viajes se describe a través de las cartas y los diarios que escribió, y de un archivo de radio en el que la propia artista hablaba sobre su infancia en el año 1992. Son casi todos fragmentos de audio que son leídos a lo largo del documental, ofreciendo una visión más personal, pero que le dan a la película una cierta factura estática, que la directora trata de solventar con imágenes de archivo que en muchos casos hacen referencia a la época más que a la propia representación de la artista en los lugares en los que vivió. 


La única entrevista del documental la protagoniza Kristina Isola, hija de la artista, que co-escribió el libro Maija Isola: Life, Art, Marimekko (2005), que también ha servido de inspiración a la película. Kristina Isola también es diseñadora y estuvo trabajando durante muchos años en Marimekko, pero en 2013 tuvo que pedir una disculpa pública tras ser denunciada por plagio por la artista ucraniana Maria Prymachenko, abandonando la empresa. Maija Isola se beneficia de la posibilidad de disponer no solo de los diseños de la artista sino también de sus obras pictóricas, muchas de ellas relacionadas con sus estampados, y ofrece la posibilidad de conocer algunas de las influencias más personales en su obra, como el colorido de África o el impacto que produjeron en ella las formas de los robles cuando vivió en Estados Unidos. No estamos seguros de que la película realmente responde muchas de las preguntas que plantea sobre la personalidad de Maija Isola, pero es una aproximación interesante al trabajo de una artista cuyo reconocimiento ha sido internacional, y a sus propias preocupaciones interiores, como cuando describe en una de sus cartas a Barcelona como "una ciudad salvaje. No me atrevo a salir sola a la calle". Perjudicada por su concepción en formato televisivo, Maija Isola tiene una narrativa irregular a la que a veces no le favorece la presencia constante de la voz en off. 

Pocas o casi ninguna noticia se ha tenido sobre la evolución de Afganistán después de la rendición de los países occidentales frente a la ofensiva talibán. El documental Oh dear Sara (Patricia Franquesa, 2021) se rodó poco tiempo antes de la retirada, y tiene como protagonista a Sara Bahai, quien se hizo popular en los medios de comunicación internacionales por ser la primera mujer taxista en Kabul. Pero la película la retrata, no solo como una anécdota en medio de una situación política inestable, sino sobre todo como una personalidad fuerte con una curiosidad que parece infinita, ávida por aprender oficios como pintura o albañilería mientras cuida a su madre y se dedica a las labores de la casa. Sara también debe afrontar la difícil situación personal de continuar siendo soltera a sus cuarenta años en una sociedad en la que es habitual contraer matrimonio muy joven. Hay una evidente fascinación de la directora catalana Patricia Franquesa por el personaje, y se nota en las largas tomas que le dedica, en la atención y la complicidad que tienen ambas a lo largo del documental. 


Se trata de la primera película dirigida por Patricia Franquesa, que desde su productora Gadea Films, con sede en Barcelona, ha producido interesantes documentales como La Mami (Laura Herrero Garvín, 2019), y que actualmente desarrolla su nuevo proyecto, Ole mi coño (Patricia Franquesa, 2022). La directora adopta un estilo que pretende un acercamiento al personaje con la ruptura del montaje que muestra los momentos previos de una entrevista, que quiebra la invisibilidad de la cámara y que a veces pierde foco para recuperarlo y encuadrar el plano. Es una forma de eliminar la rigidez del estilo documental, de hacer presente a la cineasta como una compañera de viaje de la protagonista, como una mano tendida que parece querer demostrar una cercanía. Pero esta subjetividad perjudica a la narración y distrae del sujeto protagonista, ofreciendo una visión algo superficial. Tenemos la impresión de que las entrevistas no profundizan demasiado, quizás porque Sara Bahai no es especialmente elocuente, al menos delante de la cámara. Pero hay muchos aspectos de su vida que nos resultan desconocidos, y que ayudarían a conformar un retrato más complejo. Se apunta su relación complicada con los hermanos, que la han dejado sola cuidando a su madre, lo que contribuye aún más a su imposibilidad de desarrollar una vida afectiva. Pero solo es un retazo incompleto en el que también falta cierto contexto. Oh dear Sara ha contribuido al menos a posibilitar, con la ayuda del festival DocLisboa, que Sara Bahai pudiera salir de Afganistán antes de que el aeropuerto de Kabul se cerrara, y actualmente se encuentra refugiada en Portugal. 

La película ganadora del Premio Teddy, dedicado a las películas LGBTQ+ de la sección Panorama del Festival de Berlín 2022, es una de las historias románticas más hermosas que hemos visto este año. Nelly & Nadine (Magnus Gertten, 2022) es un trabajo exquisito, rodado con elegancia, que tiene muchas cosas que decir sobre la convivencia en los campos de concentración, donde incluso puede florecer el amor, pero también sobre los secretos familiares y la forma en que éstos permanecen ocultos, física y emocionalmente, hasta que finalmente salen a la luz. Como afirma la escritora Joan Schenkar: "Socialmente, nada es real hasta que se expresa". La historia de Nelly Mousset-Vos, una cantante belga que fue detenida y llevada al campo de concentración de Ravensbrück, y de Nadine Hwang, hija del embajador chino en España que también fue detenida en París, nace del trabajo de investigación que ha desarrollado el director Magnus Gertten (1953, Suecia) a partir de unas imágenes de archivo que mostraban a cientos de prisioneras liberadas llegando al puerto de Malmö el 28 de abril de 1945. A partir de este material lleno de rostros sin nombre, el director ha tratado de dar una identidad a estas personas, trabajo que mostró en su anterior documental Every face has a name (Magnus Gertten, 2015), que se puede considerar un precedente de su última película.  


Pero lo que consigue cuando desentraña los nombres y la relación entre Nelly y Nadine es una historia sobrecogedora sobre una relación amorosa nacida en un entorno tan terrible como un campo de concentración y que se desarrolló en secreto años después, cuando volvieron a reunirse y decidieron vivir juntas en Venezuela, alejadas quizás de un entorno familiar en el que no podrían actuar con libertad. La nieta de Nelly, Sylvie Bianchi, rescata la numerosa documentación que dejó su abuela, en la que está presente la relación amorosa que mantuvo con Nadine a través de manuscritos, cartas, una biografía que pensaba publicar y numerosas fotografías. Pero por alguna razón nunca ha conseguido profundizar en los textos: "Recuerdo bien haberlas abierto y empezar a leer, pero era demasiado difícil y tenía que parar", comenta Sylvie. Ella visitó en ocasiones a Nelly y Nadine en su apartamento en Venezuela, sabiendo que vivían juntas, pero siempre se les había dicho que eran primas. Y se convierte, en una inteligente decisión del director, en la protagonista que recorrerá diferentes lugares para ir descubriendo aspectos cada vez más sorprendentes de la vida de su abuela. Este proceso de descubrimiento que nos identifica con la nieta contribuye a hacer de esta historia una especie de thriller de investigación en el que los secretos van desvelándose lentamente, entre ellos cuál fue la verdadera razón por la que Nelly, una cantante de ópera reconocida, fue detenida. 

Pero el director regresa en ocasiones a esa imágenes de archivo de 1945 y desvela algunos de los nombres y breves apuntes de las identidades de aquellas mujeres filmadas para la posteridad, como queriendo subrayar que la historia de Nelly y Nadine es la de muchas otras personas que sufrieron el horror de los campos de concentración. Porque, en cierto modo, ellas tuvieron el privilegio de pertenecer a familias de buena posición económica y conseguir una estabilidad profesional y personal que las mantuvo unidas hasta el final. Pero eso no impidió que se convirtieran en unas de tantas relaciones de amor que por su condición no podían ser expuestas públicamente. Las películas en Super-8 revelan sin embargo una relación afectiva estrecha, reuniones con amigos y una forma especial en la que Nelly era retratada por Nadine cuando ésta tomaba la cámara. Es sobresaliente en este sentido el trabajo de edición de Jesper Osmund, que combina pasado y presente, archivo y entrevistas con una delicadeza y una originalidad sorprendentes, aportando un ritmo reflexivo y melancólico, que subraya la espléndida banda sonora de la compositora noruega Marthe Belsvik Stavrum, hermosa y delicada. Nadine & Nelly es una película que plantea profundas reflexiones sobre la familia y la fragilidad de las relaciones, sobre el pasado y el presente, envuelta en una historia que provoca una gran emoción.   

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También hay un encuentro de nieta y abuela en La cocina de los hombres (Sílvia Subirós, 2022), que nace del visionado de imágenes de archivo en las que la directora vio por primera vez a su abuela, Anna Baret. Su vida ha permanecido en penumbra durante mucho tiempo, y todavía en la actualidad, Sílvia Subirós (1983, Figueras) no tiene demasiada información sobre ella, en contraste con la de su abuelo, Josep Mercader, un reconocido chef que desde la cocina del Hotel Empordà de Figueres (est. 1961) se convirtió en un referente de la gastronomía española. Pero esta "invisibilidad" de la abuela se convierte en una reflexión más general sobre el papel que a las mujeres se les ha negado en la alta cocina. Mientras que en el hogar la cocina era territorio eminentemente femenino, en los ambientes profesionales los fogones se convirtieron en dominio masculino. La tradición culinaria incluso distingue entre la cocina sabia (la de los profesionales reputados) y la cocina popular (la de las madres y las amas de casa, la del trabajo doméstico), estableciendo una frontera que hasta hoy día marca una preeminencia de los hombres sobre las mujeres. 


La directora utiliza diferentes fuentes audiovisuales para establecer un diálogo entre el pasado y el presente, experimentando con formatos como el found footage y el montaje de archivos, las películas educativas en las que se establecía el lugar que ocupaba la mujer dentro del hogar, siempre con tiempo para atender a las labores domésticas y a la alimentación de la familia, y jugando con elementos como el collage. De forma que la película está continuamente en conversación directa con las imágenes que muestra, pero en un sentido inquisitivo al estilo del cine de Alain Berliner a través de una voz en off que plantea reflexiones constantemente, que no solo expresa afirmaciones sino que propone preguntas. Este puente narrativo desde los archivos familiares en S8 y 8mm hasta el cuestionamiento de una sociedad patriarcal consigue establecer un interesante equilibrio entre lo emocional y lo reflexivo. La directora reconoce referencias claras en cortometrajes documentales como Semiotics of the kitchen (Martha Rosler, 1976) y Saute ma ville (Chantal Akerman, 1971), lo que expresa bien el tono que aporta a su película. Es un trabajo notable que ofrece un relato fragmentario, en el que las líneas de tiempo se difuminan y la anacronía prevalece sobre la cronología, pero que consigue establecer una narrativa clara y reflexiva que parte de lo familiar para desembocar en lo universal.  

DOC-U

Producida por La Fémis, la Escuela Nacional de Cine de Francia que preside el director Michel Hazanavicius, el cortometraje Amour en Galilée (Nader Chalhoub, Layla Menhem, 2021) ha sido premiado en Caracasdoc 2021 y participó en Clermont-Ferrand 2022. Utilizando la voz en off de la protagonista, Faten Chalhoub, cuenta su experiencia personal cuando a la edad de 28 años se sintió presionada para contraer matrimonio con un hombre al que apenas conocía. No se trata de una obligación impuesta por la familia, sino de un sentimiento de responsabilidad. Su hermana le dice: "No te enamores. La que se enamora se humilla y se conforma con poco. Es oprimida y reprimida. Tiene que ser un matrimonio de convivencia", estableciendo ya esa particular visión de un futuro sentimental inexistente. Pero Faten siente que no puede permanecer en esa mentira constante y decide divorciarse. Los directores Nader Chalhoub (1994, Túnez) y Layla Menhem (1994, Canadá) utilizan una planificación cerrada, que muestra solo fragmentos de fotografías y de la propia protagonista, imágenes incompletas que reflejan el sentimiento de una vida fragmentada . Y se abre en planos abiertos y expresivos que muestran la libertad de una decisión reflexionada, el regreso al Líbano como un encuentro con la identidad propia. Es un cortometraje construido de forma inteligente, que proporciona una imagen atípica de una mujer que toma las riendas de su propio futuro.  

Un retrato diametralmente opuesto es el que propone Paola (Claudia Solano, Marta Martín, Daniel Rey, Pere Neila, 2021), desarrollado sobre una idea de Claudia Solano durante el primer curso del Grado en Cinematografía de la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña (ESCAC). La protagonista es Paola Muñoz, una joven que huyó de su novio y padre de su hija después de recibir maltrato cuando tenía 20 años, y que a los 23 ejerce como trabajadora sexual en Barcelona. El cortometraje acompaña a esta joven observando la relación con su hija y con un novio con el que acaba de comenzar una relación. Javi incluso ejercerá la prostitución para conocer de primera mano cómo es el trabajo de Paola, pero ni para uno ni para la otra es una decisión fácil de asumir. La película también trata de romper algunos tabúes sobre la prostitución, especialmente en el momento en el que Paola se une a un "encuentro de putas" en el que otras trabajadoras sexuales establecen un vínculo de apoyo y reivindicación de sus derechos. A lo largo de sus 30 minutos de duración, Paola ofrece una visión diversa pero cercana, cámara en mano, en torno al mundo de la prostitución, y un retrato íntimo de una joven que se enfrenta a una realidad marcada siempre por los prejuicios.  


Aya se proyecta el 28 de mayo y el 3 de junio en Tarifa, y hasta el 5 de junio en Filmin dentro del FCAT. 
Lola se puede ver en Filmin. 


27 mayo, 2022

DOK.fest 2022 - Parte 7: Revoluciones

Regresamos al Festival Internacional de Documentales DOK.fest para hablar de películas que se enfocan en las revoluciones, principalmente políticas, pero también artísticas. Desde la eclosión del arte experimental en China hasta las consecuencias de las primaveras árabes, estos títulos ofrecen visiones muy clarificadoras de la fragilidad de los cambios promovidos por los ciudadanos y finalmente transformados en caldo de cultivo para la corrupción por los gobernantes.

DOK.panorama

Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, China vivió una eclosión artística y social que solo duró una década, aplastada por la violenta represión contra los estudiantes que se manifestaron en la plaza de Tian'anmen de Pekín en 1989. Fue un sueño fugaz de una revolución cultural que en este caso era real, y que se apoyaba en una serie de reformas económicas y una cierta libertad que parecía establecer el camino para un desarrollo más abierto de la política en China, mientras el Partido Comunista se balanceaba entre las pretensiones más reformistas de Zhao Ziyang y la visión más conservadora de Li Ping, responsable de la represión que finalmente se impondría. En esos años de breve libertad expresiva surgió el movimiento de arte contemporáneo más relevante del momento, el Stars Art Group, un grupo de artistas que organizaron exposiciones públicas en Pekín en 1979 y 1980, que duraban solo unos días porque la policía confiscaba las obras expuestas. Esta época de cierto esplendor y libertad es la que retrata el documental You are the days to come (Ronja Yung, 2021), que participó en la sección Artscapes del festival Hot Docs 2021. Desde una perspectiva personal, la directora propone un reconocimiento a algunos de los componentes de Stars Art Group, la mayor parte de ellos exiliados en otros países tras la represión de Tian'anmen, y a esa década de fugaz libertad creativa.

DOK.fest Munich - You are the days to come

La película alterna entrevistas a algunos de los artistas con imágenes de archivo que provienen de colecciones particulares de periodistas y de museos de arte. Es un trabajo intenso de documentación que ha durado cuatro años, y que permite ofrecer una imagen de Pekín que las autoridades chinas no parecen interesadas en que se transmita. Parte de las grabaciones de estas exposiciones artísticas públicas fueron confiscadas por la policía, pero se ha podido utilizar material que permanece en los archivos de museos de arte. Ronja Yung (1973, China) vive en Suecia desde 1989, y por tanto de alguna manera tiene una identificación personal con estos artistas, componentes del que fue el primer grupo de arte contemporáneo chino: el escultor de madera Wang Keping (1949, Pekín) fue uno de los fundadores, y desde 1984 está afincado en Francia, donde continúa su actividad artística; la pintora Li Shuang (1957, Pekín), que sufrió la represión de la Revolución Cultural, también se exilió a Francia en 1984; el músico Cui Jian (1960, Pekín) está considerado como el padre del rock chino, y alcanzó gran popularidad cuando apareció en escena durante un concierto con una venda roja denunciando la opresión política; el promotor artístico Wen Pulin (1957, Shenyang) envolvió un tramo de la muralla china con una gran tela, y se ha dedicado durante años a documentar el mundo del arte. Su película Action in China (Wen Pulin, 1999) muestra precisamente material de archivo de acciones artísticas entre 1980 y 1990. 

Para evitar altercados en las calles debido a la participación de activistas en estas exposiciones públicas, el gobierno chino decidió abrir el Museo Nacional para que estos artistas pudieran exponer sus obras. Inaugurada en febrero de 1989, unos meses antes de que se produjera la represión en Tian'anmen, se considera la exposición de arte contemporáneo más importante que se ha producido en China, incluyendo a 186 artistas y 300 obras. La artista performance Xiao Lu (1962, Hangzhou) protagonizó uno de los momentos más impactantes cuando disparó con una pistola contra una de sus propias obras expuestas, lo que provocó su detención y la clausura temporal de la exposición. Ese mismo año se exilió en Australia, donde ha vivido durante varios años, hasta que decidió volver a Pekín en 1997, para encontrar un ambiente de autocensura en los medios de comunicación y los promotores artísticos. El cambio que ha sufrido China en los últimos años también está expuesto en cierta manera en la película, que Ronja Yung considera como excesivamente enfocado al auge económico y el capitalismo. Ella no considera su documental como político, igual que los artistas que expusieron sus obras en la década de los ochenta ofrecían muestras de expresividad artística más que declaraciones políticas. En este recorrido sin embargo faltan algunos nombres relevantes como Ai Weiwei, que también formó parte del Stars Art Group, y hay un relato histórico que parece incompleto, lo que impide contextualizar bien una época de creatividad sin amordazar en la que China no parecía China.  

Best of fests

El documental Éclaireuses (Lydie Wisshaupt-Claudel, 2022), que tuvo su estreno en Visions du Réel, se centra en La Petite École, una escuela cerca de Bruselas que intenta servir de puente entre las experiencias traumáticas que los niños han sufrido durante su estancia en los campos de refugiados y el sistema educativo belga, considerando que es necesario tratar el trauma antes de su incorporación a una sociedad que los acoge sin entender sus problemáticas. Un acercamiento más crudo a esta realidad es la que hace Imad's childhood (Zahavi Sanjavi, 2021), que directamente enfoca su mirada en un niño de cuatro años cuyo ceño fruncido es tan expresivo que casi no hace falta hacer referencia a la profunda huella psicológica que sufrió durante su permanencia en un grupo del ISIS. En 2014, la población yazidí de la región de Sinjar fue atacada por el ISIS, provocando la muerte de 1.800 yazidíes y el secuestro de 6.400 personas, entre ellas la familia de Ghazala, una joven cuyo marido desapareció mientras que ella acabó siendo secuestrada y vendida como esclava sexual hasta en diez ocasiones. Por su parte, sus hijos pequeños, Idan e Imad fueron incorporados a la milicia y "educados" como soldados. Dos años después, fueron liberados después de expulsar al ISIS del Kurdistán y volvieron a reunirse en el campo de refugiados Khanke, en Kurdistán. 

DOK.fest Munich - Imad's childhood

Pero el trauma está totalmente presente en la familia. Mientras Ghazala tiene la utópica esperanza de que su marido aparezca en algún momento, sufre depresión y continuos ataques de nervios, es incapaz de ocuparse de sus dos hijos, que atesoran sus propias cicatrices psicológicas. Ambos fueron educados durante esos dos años en la violencia, el desprecio a las mujeres y la fidelidad al líder. Imad especialmente, que tenía cuatro años y medio cuando se rodó la película en 2016, muestra una constante actitud agresiva, lo que le impide asistir a la escuela. Su atención no está puesta en los juguetes sino en las armas de fuego, y su relación con los animales desemboca siempre en algún tipo de acto violento. Cuando una maestra le ofrece una muñeca, lo primero que hace es decapitarla y desmembrarla. Imad's childhood se puede considerar una continuación de The return (Zahavi Sanjavi, 2014), rodada también en los campos de refugiados del Kurdistán, en la que un voluntario hablaba con las familias refugiadas sobre sus experiencias. Pero el director Zahavi Sanjavi (1968, Kurdistán iraquí), afincado desde hace unos años en Suecia, ofrece ahora un retrato mucho más cercano, colocando su cámara siempre a una prudente distancia para captar las actitudes de Imad, especialmente cuando se encuentra solo. Su actitud hacia su madre y su abuela, que sirve como narradora porque es la única que realmente puede describir su situación a la cámara, está marcada también por la violencia y el menosprecio. 

La actitud tranquila de la abuela paterna y, en general, de quienes rodean a Imad respecto a su comportamiento parece la más adecuada para no ahondar en la herida traumática del niño, pero también se manifiesta una cierta incapacidad para afrontar el problema, especialmente cuando la televisión está constantemente ofreciendo noticias sobre la guerra y el ISIS delante de los niños. Solo la dedicación de Rawa Zaniar, una activista que se dedica a tratar a niños con profundas problemáticas psicológicas, comienza a extraer la verdadera naturaleza infantil de Imad. Zahavi Sanjavi consigue un documental conmovedor, aunque excesivamente rutinario en su ejecución y en su reflexión sobre el trauma que la violencia puede suponer para la fragilidad de un niño, preciso en el trabajo de fotografía de Heshmatolla Narenji y en la espléndida edición de Eva Hilström (1964, Suecia) que compone una estructura clara al relato de la historia. Y resulta esperanzador escuchar que la familia de Ghazala, Imad e Idan se encuentra en la actualidad viviendo en Canadá, donde tuvo lugar el estreno de este documental en el Festival Hot Docs 2021. 

DOK.horizonte

Batata (Noura Kevorkian, 2022), que logró una Mención Honorífica del Jurado en la competición de Documentales Canadienses en Hot Docs 2022, está concebida como una historia de esperanza en mitad de la guerra. Una crónica de diez años en la vida de Maria que transcurre entre 2009 y 2019, y que encuentra a mitad de camino la primavera árabe de 2011 y la guerra en Siria. La atención del documental se centra en Maria, hija de Abu Jamil, quien comenzó a trabajar en las tierras del armenio-libanés Mousa, en el Valle de Beqa, y que cada año llevaba a su familia desde Siria hasta Líbano para ayudar en la cosecha de patatas. De hecho, fue el propio Mousa, amigo de la madre de la directora, quien sirvió como enlace para conocer a la familia que trabajaba para él. La directora muestra los primeros años como una época de felicidad, aunque surgen, entre bromas, algunos reproches sobre cómo Líbano ha estado siempre sometido a los caprichos de Siria: "Ni siquiera podemos tener unas elecciones democráticas porque los sirios no quieren".  Cuando surge el conflicto armado en Siria, la mayor parte de la familia de Maria se traslada al campo de trabajo y allí sobreviven mientras siguen cultivando unas tierras cuyas cosechas no se pueden vender porque las fronteras están cerradas. A lo largo de los próximos años, hay numerosas vivencias, algunas de ellas trágicas, como el arresto de uno de los hermanos de Maria, pero también se ponen de manifiesto algunos cambios ideológicos. "Ahora yo estoy a favor de Bashar al-Ásad, porque el ISIS es mucho peor", dice Mousa, que es el personaje más entrañable de la película. 

DOK.fest Munich - Batata

Hay algunos problemas en la narración de un documental que utiliza en exceso la música pregrabada, en general muy mal introducida en las secuencias, con la intención de subrayar los momentos dramáticos, y que también abusa de la narración en primera persona de Maria, con transiciones extrañas, como verla siendo entrevistada cuando es la narradora de su propia historia. Y algunos contrastes que quieren ser impactantes, como el cambio desde la alegría de una boda hacia la tristeza de un entierro, que resultan forzados y no consiguen el efecto deseado. Poco a poco, el campo de trabajo que ya no produce cosecha se convierte en un campo de refugiados, el Campo Mousa, y la vida de agricultores de la familia protagonista pasa a ser la de quienes siguen siendo desplazados de forma permanente. Pero ni siquiera así consiguen escapar de la guerra. Cuando el ISIS elabora una lista de los hombres que vivían en Raqqa, la ciudad siria originaria de la familia de Maria, envían a reclutadores a los campos de refugiados, ofreciendo dinero para que se unan a la resistencia, entre ellos Hussein, un sobrino de Maria. La directora sirio-libanesa Noura Kevorkian, afincada en Canadá, afirma que no podía dejar de grabar las vicisitudes por las que pasó la protagonista, pero da la sensación de que la narración se estanca en la segunda mitad, cuando se centra en su vida como refugiados. Y, a pesar de las más de dos horas de duración, algunos acontecimientos parecen precipitados o solo apuntados, como cuando los hermanos de Maria llaman desesperadamente porque necesitan 700$ (el sueldo de cuatro años) para pagar a los contrabandistas que les saquen de la ciudad de Raqqa, donde están rodeados entre las tropas del ISIS y los soldados kurdos. La película abarca un largo período desde que comenzó a rodarse en 2009 hasta su final en 2020, y su lanzamiento coincide con los diez años desde el comienzo de la crisis de refugiados en Siria. Hay una intención de extraer el factor humano de esta crónica de la tragedia, y el personaje de Maria, que se hace cargo de buena parte de su familia, aunque sea a costa de su propio desarrollo personal, es atractivo. Pero Batata se construye con deficiencias narrativas que estorban la eficacia de su propuesta. 

En Beirut precisamente se desarrolla el documental ganador del Premio Next:Wave en CHP:DOX 2022, Kash Kash (Lea Najjar, 2022) que ofrece otra perspectiva de la revolución, especialmente enfocada en las protestas que surgieron en octubre de 2019 debido a un impuesto acordado por el gobierno a las llamadas por WhatsApp, que hizo despertar el hartazgo por la corrupción de la clase política. Pero la interesante propuesta de la directora Lea Najjar, que se crió entre Viena y Beirut, es más metafórica y utiliza de forma inteligente una tradición libanesa en torno al adiestramiento de palomas que, por un lado, ofrece una fisonomía singular a la ciudad, y por otro lado representa en cierta medida el mismo tipo de control que los políticos ejercen sobre los ciudadanos, lo que conforma la esencia de un país que no parece encontrar una salida a la pobreza y la desigualdad, a pesar de que Beirut tiene, desde hace décadas, el apodo de el "París de Oriente Medio". En una escena de la película, el cliente de Rawan, un peluquero que se dedica a criar palomas, cuenta una anécdota sobre un doctor que le dijo: "No importa cuánto maquillaje se ponga una anciana, nunca volverá a ser joven. Líbano es un país viejo. Está en su lecho de muerte". 

DOK.fest Munich - Kash Kash

El documental acompaña a cuatro personajes: Hassan Harb, que practica la antigua competición llamada "Kash Hamam", que consiste en que cada competidor suelta a sus palomas y debe intentar atraer a las palomas del contrincante, de forma que gana quien al final de la competición tenga el mayor número de palomas. Hay un alto grado de crueldad en esta práctica que en otros países como Siria está prohibida porque se considera un juego de apuestas, ya que las palomas conseguidas son sacrificadas. Y algo de cinismo en Hassan cuando afirma que no podría vivir sin palomas, y al mismo tiempo comenta que las que arrebata a sus rivales se las echa a los gatos. Cuando la directora le pregunta al pescador Abu-Mustapha cómo describiría a su país, éste le dice que es un lugar maravilloso, para después admitir que estaba bromeando. Aparte de la pesca, se dedica a trabajar como guía para los turistas que quieren visitar las Rocas de las Palomas, unas espectaculares formaciones rocosas que sin embargo también son utilizadas por los suicidas para acabar con sus vidas. La sobrina de Rawan, Aisha, le pide que le enseñe a criar palomas, pero éste se niega y le dice que debería dedicarse a leer, lo que refleja asimismo la imposibilidad de que las mujeres manejen sus propios destinos. Estos personajes permiten a Lea Najjar ofrecer una visión en parte poética pero también muy crítica de Beirut, una representación de la "domesticación" que las autoridades ejercen sobre los habitantes de la ciudad. 

Y los protagonistas tienen también una mirada pesimista sobre su propia realidad, que se muestra en las palabras de Hassan: "Cada vez que la gente sale a protestar, los políticos suben el precio del dólar. Solo lo hacen para controlar a la gente". Una situación que adquiere una dimensión más rotunda cuando se produjeron las espectaculares explosiones en el puerto de Beirut en agosto de 2020, que no solo revelaron más claramente la corrupción en la administración pública sino que acabó sumiendo al país en una grave crisis económica. Kash Kash es inteligente en su representación metafórica de la realidad de una ciudad en la que pocos tienen la posibilidad de alzar el vuelo en libertad, y consigue un relato absorbente y profundo de la sociedad libanesa a través de una mirada que tiene una apariencia localista. 

Solo dentro del entorno de los protagonistas de una revolución se puede tener cierta comprensión sobre las sutiles líneas de separación entre diferentes sectores de una sociedad que ha decidido revelarse. En 2011 Libia vivió una de estas revoluciones, la conocida como Revuelta del 17 de febrero, que mostraba la decepción con las políticas de Muamar el Gadafi, que comenzó con una declaración de consenso entre las diferentes creencias y acabó, después de cuatro décadas en el poder, envuelto en corrupción y despotismo. La película After a revolution (Giovanni Buccomino, 2021), que compitió en IDFA 2021 y en CPH:DOX 2022, sin embargo no se adentra en el análisis de esta revuelta que desembocó en guerra civil sino que, como su propio título indica, está más interesado en sus consecuencias. Los protagonistas del documental son los hermanos Myriam y Haroun quienes se nos indica al comienzo de la película que lucharon en bandos diferentes: mientras Myriam formó parte de la primera línea del bando rebelde, Haroun mantuvo su fidelidad a Gadafi en la localidad libia de Bani Walid, donde además muchos se conocen desde la infancia.  

DOK.fest Munich - After a revolution

Pero después de la guerra Myriam, una profesional de la medicina, tiene un sentimiento de decepción sobre los objetivos logrados por las revueltas y, sobre todo, por los asesinatos indiscriminados cometidos por los revolucionarios, lo que la lleva a enfrentarse directamente con aquellos a los que mantuvo su apoyo. Por ello, decide presentarse como candidata a las elecciones de su localidad, lo cual acaba demostrando la hipocresía de su entorno, en el que las sonrisas y las promesas dan paso a una realidad muy diferente. El ambicioso documental del director italiano Giovanni Buccomino tiene dificultades a veces para transmitir una comprensión real de sus personajes, especialmente en el caso de Myriam, de la que no tenemos claro si el rechazo que sufre es provocado por su "traición" a la revolución o por su condición de mujer. En la reunión en la que se presenta a los nuevos líderes de la comunidad, se intenta evitar que Myriam tome la palabra, pero no está claro si es por su posición política, por su condición de mujer en un encuentro formado principalmente por hombres o por su insistencia y tozudez. 

Con Haroun, al que sin embargo dedica menos tiempo, la película consigue un retrato más perfilado, porque encuentra algunas representaciones metafóricas muy contundentes, como su intención de reconstruir un santuario sufí que fue destruido por los revolucionarios, y que a lo largo del documental representará la evolución de la sociedad y de la propia trayectoria vital de Haroun. Precisamente, la eficacia con la que After the revolution se muestra en la primera parte parece desestabilizarse a partir del momento en el que Myriam debe huir a Túnez debido a las amenazas que sufre, mientras su hermano permanece en Bani Walid poniendo en riesgo su vida. Pero el documental, que a veces utiliza recursos de ficción como flashbacks que parecen surgir de los pensamientos de los protagonistas, muestra claramente lo frágil que puede ser una reconciliación más superficial que profunda, la permanencia de las ideologías y de los odios que impregna el fuero interno de la convivencia después de una guerra civil. Y aunque tiene limitaciones en su extensa duración y en su amplia ambición, La película logra transmitir el riesgo que supone mantenerse fiel a unos ideales, apoyado por una hermosa partitura del compositor electroacústico polaco Jacaszek, que ha puesto música a documentales como The whale from Lorino (Maciej Cuske, 2019) y a series como Open your eyes (Netflix, 2021).



26 mayo, 2022

Docsbarcelona 2022 - Parte 2: Paisajes

Nuestra segunda crónica dedicada al Festival de Documentales Docsbarcelona ofrece una mirada al entorno, a la forma en la que los paisajes que rodean a las personas tienen una influencia decisiva, modificando el comportamiento y estableciendo límites que no solamente son físicos sino también emocionales. De eso sabía mucho la directora peruano-neerlandesa Heddy Honigmann, que falleció el pasado 21 de mayo después de luchar durante años contra la esclerosis múltiple. El lunes 30 de mayo es precisamente el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple para recordar que es una enfermedad que afecta a dos millones de personas en todo el mundo. Consciente del desarrollo de su enfermedad, Heddy Honigmann dirigió No hay camino (2021), una película en la que regresaba a los paisajes de su infancia, a ese Perú que retrató en algunos de sus documentales más reconocidos internacionalmente como Metal y melancolía (1994), O amor natural (1996) y Crazy (1999). Recogiendo en el título la poesía de Antonio Machado, la primera película en la que ella se convertía en protagonista era una reivindicación de la vida, a pesar de que ya mostraba las crueles consecuencias de la enfermedad. Antes había dirigido 100up (2020), centrada en siete personas de diferentes lugares del mundo que habían superado los 100 años, quizás como una aspiración a la que sabía que no llegaría. Una película optimista que se resume en la frase que dice uno de los protagonistas: "La vida es un fenómeno maravilloso". 

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Precisamente el Ferrocarril Central Andino de Perú es objeto central del documental Vida férrea (Manuel Bauer, 2022), ganador del Premio FIPRESCI en Visions du Réel 2022. A lo largo de este entramado de vías, los trenes que transportan su carga extraída de las minas situadas en las montañas, descienden 4.800 metros de altura hasta el Océano Pacífico, un trayecto que supone un difícil equilibrio por vías al borde de los acantilados, y que sirve como metáfora para establecer una radiografía del propio país, un Perú que tiene grandes riquezas mineras pero que carece de una industria que pueda aprovecharlas para su consumo. Esta road movie documental, comienza su viaje en Cerro de Pasco, a 4.380 metros de altura, donde ofrece el testimonio de Manuel Llanos, cuyo padre se trasladó en 1963 a Huancayo, una ciudad situada algo más abajo, para acabar su retiro en esta localidad en la que no es posible envejecer (la altura se convierte en un grave peligro para las personas mayores). El recorrido acompaña a los trenes de mercancías a 10 kms. por hora, en medio de montañas tan estéticas como peligrosas, pero también es un recorrido de testimonios, como el de Betty Oscanoa en La Oroya, a 3.729 metros de altura, la única que se refiere a la contaminación ambiental de las minas y las consecuencias del plomo en sus habitantes, incluidos los niños. No hay referencias directas a los desastres medioambientales que provoca la explotación minera, pero en las noticias que transmiten las emisoras de radio aún resuenan las consecuencias de la crisis que acabó en administración concursal de la compañía Doe Run Perú (DRP) en La Oroya.


El director Manuel Bauer (1975, Perú) sitúa el desarrollo de su documental alrededor de la celebración del Día Nacional de Perú, el 28 de julio, que rinde tributo a la Independencia del país, declarada por Don José de San Martín en 1821, y las proclamas patrióticas que suenan en las emisoras de radio contrastan con el trabajo de los ferroviarios, que Fernando Tovar, gerente del ferrocarril en Chosica, a 859 metros de altura, describe como una dedicación constante ("nosotros trabajamos 365 días del año, 24 horas al día"). El documental tenía un título provisional más amargo, El tren de los desamparados, que finalmente ha sido sustituido por el título final de Vida férrea, con su doble sentido sobre la dureza del trabajo en el ferrocarril y la representación de un país en constante estado de supervivencia. Las minas explotadas por la compañía norteamericana Doe Run acabaron, en algunos casos, compradas por sus propios trabajadores, algo parecido a la experiencia que tuvo Federico Cabeza en la ciudad de Lima, a 55 metros sobre el nivel del mar. Cocinero del centenario bar Cordano, uno de los más antiguos del centro de Lima, fundado en 1905, fue uno de los trabajadores a los que los propietarios originales traspasaron el negocio, que se convirtió en un restaurante gestionado por los propios empleados, y cuya puerta de entrada está situada justo enfrente de la antigua Estación de Desamparados, ahora sede de la Casa de la Literatura de Perú, que fue la estación original en la que desembocaban los trenes que provenían de Cerro de Pasco. El último testimonio es el de Victor Rostaing, en Callao, a nivel del Océano Pacífico, puerto de descarga de los minerales provenientes de las montañas para el mercado internacional. Ex-jugador de fútbol que participó en campeonatos americanos en los que jugaban Pelé o Menotti, recuerda los momentos de gloria, pero también el despilfarro de una buena paga que le hubiera servido para tener un retiro más desahogado. Es, también, una representación de un país que no ha sabido administrar su propio futuro, una radiografía crítica de Perú, pero igualmente una celebración de la resistencia.

En la película El vent que ens mou (Pere Puigbert, 2021), ganadora del Premio al Mejor Documental en la sección DOC. España de la SEMINCI de Valladolid, el paisaje protagonista es el del Ampurdán, el lugar donde creció el director. Conectado con sus primeros trabajos, especialmente con el cortometraje Intimitat compartida (Pere Puigbert, 2006), en el que también aparece su abuela en el entorno del Empordà, el director desarrolla la atención que suele dedicar a los pequeños detalles, a las acciones cotidianas de la vida, siempre dentro de un contexto natural que modifica el paso del tiempo, que ralentiza las acciones como una forma de conexión emocional con la condición humana como parte de un contexto. La película supone también un regreso a Ventalló, la localidad gerundense en la que se crió, y reivindica, en mitad de una sociedad que se mueve deprisa y se ensimisma en la mirada al futuro, una pausa para establecer un diálogo con la naturaleza, el sonido del viento y de las hojas de los árboles, la impregnación de sensaciones que no necesitan palabras. Hay tres protagonistas en esta mirada a los paisajes del Ampurdán: la abuela del director y su bisnieto representan el calor del hogar y de las actividades cotidianas. En el interior de una casa en la que por la noche se escucha el susurro del viento y el crujido de la madera, donde parece que hay una presencia invisible, la del marido ausente, apoyada en un sentimiento religioso: "Lo que más me ha ayudado en la vida es tener fe", dice la abuela. "porque siempre me he imaginado que tengo a mi marido a mi lado, y que me ayuda y que me sostiene para que no me caiga". 


Otro de los protagonistas, un veterano pastor, recorre las tierras del Ampurdán con el rebaño, mientras escucha música clásica en la radio, mirando al horizonte y reflexionando sobre lo pequeños que somos en comparación con el universo. La intimidad del hogar se amplía en la extensión del paisaje, rodado con una mirada cercana a la de directores como Abbas Kiarostami, una intención de observación que no deja escapar los detalles. Mientras que una joven agricultora poda las ramas de los manzanos para que "no le hagan sombra. Se trata de que entre luz en el árbol", estableciendo una secuencia de vida que es tan sencilla como trascendental, una consecuencia tras otra que la naturaleza convierte en motor de su existencia: "Si la luz no entra, no habrá flor. Y sino hay flores, no habrá manzanas". Este proceso de poda parece un gesto que conecta con la infancia del propio director Pere Puigbert (1983, Gerona), porque ya estaba presente en los primeros planos de Intimitat compartida. Los juegos del niño en el campo parecen también reflejar una cierta nostalgia de la infancia, subrayada por la música de Cesc Sidera, un compositor que suele experimentar con las sonoridades naturales para crear secuencias musicales. El viento que nos mueve contempla estos paisajes que abrazan a distintas generaciones a través de una representación de la cotidianidad en la que parece que el tiempo se detiene, y que tiene confesados referentes en el cine conceptual y sensorial de Margarida Cordeiro y António Reis, como Rosa de areia (1989). No hay elementos industriales en esta conexión, es una simbiosis directa entre el ser humano y la naturaleza, ampliada por el aullido del viento en un diseño de sonido creado por Pere Puigbert y Jonathan Darch. 

La película se estructura en torno a procesos de maduración, desde la poda hasta la recogida de las manzanas, o a pequeñas actividades del hogar, como cuando la abuela enseña a su bisnieto a partir nueces. Gestos que están siempre conectados con la tierra, que surgen del fruto que ofrece la naturaleza, y que también establecen una simbiosis con la propia vida que está por venir. El viento que nos mueve consigue establecer un vínculo entre los personajes que está mostrado con delicadeza, apareciendo en breves escenas que relacionan a los protagonistas: la oveja que pare en medio del campo y el embarazo de la joven agricultora, la abuela pelando manzanas en su casa, el vaso de agua en la mesa del hogar y el sonido del mar que siempre está presente en la lejanía... Es un trabajo de dirección sutil que establece conexiones entre diferentes generaciones y que encaja en el documental como podría encajar en la ficción, porque construye vidas propias a partir de las vidas que el director conoce. Hay una mirada universal que surge de la introspección local, y que representa la necesidad de mantener la esencia de los paisajes naturales, la conexión del hombre con la naturaleza sin elementos artificiales. 

El entorno que conforman los jardines del Palácio do Catete en Río de Janeiro es el trasfondo de una película sensorial, que hace de la música una conexión con el sentimiento de identidad brasileño. Paraíso (Sérgio Tréfaut, 2021) tiene como protagonistas a personas mayores que se reúnen cada noche para interpretar canciones tradicionales de la memoria musical de Brasil, y se detiene en esos momentos mágicos en los que estos cantantes no profesionales se convierten por unos minutos en referentes de la nostalgia a través de unas serenatas nocturnas con las que, de alguna forma, consiguen huir de la cotidianidad de una vida que ha sido, generalmente, difícil, casi de supervivencia. Aunque no hay un trasfondo de los protagonistas de la película, no tenemos información sobre su pasado ni siquiera en las breves entrevistas que ocupan parte del metraje, el director transmite a través de las pequeñas viviendas a las que les acompaña en algunos momentos que se trata de personas sencillas, que experimentan en sus encuentros musicales del Palácio do Catete un paréntesis que les une y les conecta con la idiosincrasia del carácter brasileño. 


Sérgio Tréfaut (1965, Brasil) se exilió de su país cuando en la década de los setenta su hermano sufrió torturas y fue asesinado, y acabó viviendo en Portugal, donde dirigió entre 2004 y 2010 el prestigioso Festival de Documentales DocLisboa. La relación con su país de origen es por tanto ambivalente, especialmente a partir de la presidencia de Jair Bolsonaro, con el que es muy crítico: "Brasil es un país en el que se practican crímenes de estado", decía en una entrevista en el periódico setenta e quatro (23/09/2021). Brasil se enfrenta a unas elecciones generales en octubre en las que el actual presidente ya ha intentado en varias ocasiones impedir que Lula da Silva pueda volver a presentarse como candidato. Y en cierta manera esta pesadumbre de un país que ha sido engañado permanece sobrevolando los momentos musicales en los que estos brasileños y estas brasileñas que han experimentado el desarrollo y el subdesarrollo a lo largo de sus vidas, regresan a la tradición de los relatos de historias de amor y desamor, de abandonos, traiciones y pasiones. Y que nos transportan a unas escenas que tienen algo de magia, de ese calor  emocional que provocan los intérpretes cuyas edades oscilan entre los 80 y los 100 años. Y que Sérgio Tréfaut interrumpe para devolvernos a la realidad por unos minutos, entre cacerolas y paredes descascarilladas. 

"Los que nacieron en los años 30 siempre tendrán presente esta música en sus recuerdos", comenta Mestre Rubinho, "porque se aferran a esos sentimientos. Las serenatas no morirán nunca".  Intérprete de la bandolina, y uno de los más jóvenes del grupo, Mestre Rubinho fue, sin embargo, el primero que murió a causa del coronavirus en abril de 2020, después de esperar varios días para ser atendido en el hospital. La pandemia no ocupa un espacio en la película, excepto para indicarnos que otros de los participantes de esas serenatas fallecieron posteriormente, y que el Palácio do Catete fue cerrado en febrero de 2020, aunque afectó directamente al rodaje de la película, que finalmente se montó con el material que estaba grabado. Pero la introducción de esta referencia final es una declaración que le otorga un carácter más político de lo que parece. Paraíso esconde una profunda ironía en su título, una reflexión sobre los espacios de evasión que son necesarios en un país que está gobernado por la confrontación. Y, por supuesto, se trata de una denuncia nada velada hacia los miles de muertos que ha provocado la actitud negacionista con la que Bolsonaro ha manejado la pandemia. La escena final con Mestre Rubinho y Nona Neném interpretando el clásico de Dolores Durán "A noite do meu bem" (1959) tiene un punto de melancolía y también de reencuentro entre generaciones, con una octogenaria cantando un tema compuesto por una cantante que tuvo una vida tan corta. Dolores Durán murió en 1959 de un infarto cuando solo tenía 29 años. Pero al menos resulta esperanzador saber que algunos de los participantes finalmente han podido ver la película, como Ilka, que tenía 100 años cuando participó en el rodaje. 

OFICIAL PANORAMA

La sombra de Bolsonaro también está presente en The territory (Alex Pritz, 2022), ganadora del Premio del Público y un Premio Especial del Jurado en Sundance, del premio al Mejor Documental en Seattle y de una Mención Especial en la sección F:ACT de CPH:DOX, se centra en la devastación del Amazonas, y viene avalada por el director Darren Aronofsky como productor. Lo cual es importante para difundir la tragedia del pueblo indígena Uru-eu-wau-wau, que ha ido siendo desplazado progresivamente hasta un pequeño territorio rodeado de plantaciones y deforestación en la región brasileña de Rondônia. El alcance del drama que han vivido desde que establecieron por primera vez contacto con la Fundación Nacional del Indio en 1981, un organismo del gobierno brasileño que debe proteger los intereses de las poblaciones indígenas, es que esta relación con el exterior provocó que su población se redujera de forma drástica debido a enfermedades y violencia, quedando tan solo, según se dice al comienzo del documental, unos 200 habitantes en un territorio supuestamente protegido. 


El documental narra la tragedia de este genocidio envuelta en la deforestación del Amazonas que tantas veces se ha mostrado en otros documentales, sin que aparentemente haya tenido demasiada repercusión. Pero consigue un relato íntimo haciendo partícipes a los propios indígenas, las generaciones más jóvenes que representa Bitaté, uno de los personajes en los que se centra la película, de forma que ellos también han realizado grabaciones y aparecen acreditados como parte del equipo técnico. El director Alex Pritz debuta en el largometraje después de haber trabajado como director de fotografía en documentales como When lambs become lions (Jon Kasbe, 2018) y The first wave (Matthew Heineman, 2021), sobre la pandemia del coronavirus, otra de las causas por las que recientemente han perdido la vida numerosos indígenas. The territory adopta las formas de un docu-thriller que tiene momentos de tensión pero en ocasiones enfoca la cámara de una manera casi poética en la vida minúscula de la selva amazónica. Pero hay secuencias que parecen fabricadas, como cuando Neidinha, una veterana activista por los derechos de los indígenas, recibe una llamada en la que le dicen que su hija ha sido secuestrada. Sin embargo, hay un planteamiento interesante en torno a cómo se ha creado un sistema tan corrupto que los propios habitantes de la selva se dedican a talar árboles de forma clandestina, mostrándonos el punto de vista de ellos o de Sérgio, un agricultor que tiene el imposible sueño de labrar algún día unas tierras propias mientras sobrevive trabajando para los latifundistas. 

Desde el punto de vista político, se transmite la idea de que el gobierno actual de Jair Bolsonaro ha impulsado la deforestación, pero es una mirada algo superficial a la problemática del Amazonas, al que Bolsonaro llamó "la misma bobada de siempre", aunque no se menciona que durante el mandato de Dilma Rousseff también una pasividad notable. La descreencia de la veterana Neidinha respecto a lo que puedan hacer los gobernantes sobre esta situación es más significativa que cualquier discurso televisivo en torno a las elecciones ganadas por Bolsonaro. La película gana en inmediatez e interés cuando se coloca en el punto de vista de los indígenas, especialmente en las imágenes grabadas por Tangae durante las patrullas organizadas por miembros de la población indígena para atrapar a los taladores clandestinos, enfrentamientos que resultan mortales como cuando uno de ellos es encontrado muerto en una cuneta. Lo mejor que transmite The territory es la lucha a vida o muerte entre la supervivencia y la extinción, pero no solo de los indígenas, aunque el futuro al que se enfrentan las nuevas generaciones no parece demasiado optimista. 

Estrenado en la pasada edición del IDFA, A marble travelogue (Sean Wang, 2021) también se ha programado en el Festival de Tesalónica, Docville y CPH:DOX, y ha sido seleccionado para la próxima edición de DocAviv 2022 que se celebra en junio, por lo que se trata de uno de los documentales que más recorrido está teniendo por festivales de cine este año. Como en su primera película, Lady of the harbour (2017), el director explora la relación entre China y Grecia, que se ha convertido en uno de los países donde las inversiones del país asiático se han diversificado más, llegando a comprar en 2016 el Puerto de Pireo, centro neurálgico de la entrada de mercancía internacional en Grecia. A través del viaje que realiza la piedra de mármol desde las canteras griegas hasta China, donde ésta se convierte en grandes esculturas para palacios o casas particulares, pero también en souvenirs que vuelven a Grecia para ser vendidos a los turistas, el documental resulta más interesante cuando reconstruye una cierta artificialidad que caracteriza esta relación comercial. Las primeras imágenes muestran las columnas griegas del Partenón, para revelarse sin embargo como una reproducción paisajística dentro de un parque acuático chino. Dos de las protagonistas son Marianna y Sofía, hermanas gemelas, hijas de un abogado chipriota, que hablan chino perfectamente y utilizan la artificialidad de las redes sociales para atraer turismo de China a Grecia. 


Hay un trabajo de composición de imagen absolutamente logrado en esta película que está dotada de una estética sobresaliente, incluso se agradecen algunos detalles cinéfilos como una referencia a una de las escenas más conocidas de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) cuando la cámara sigue a un niño en un triciclo por los pasillos del Mercado de Yiwu (Zhejiang), el principal mercado mayorista de productos pequeños del mundo, lo que otorga a esta gran mole de estanterías llenas de todo tipo de materiales una cierta atmósfera terrorífica. En Quyang, considerada como la capital china de la talla de piedra, el escultor Zhen Long (1966, China), uno de los maestros escultores más famosos del país, crea en su fábrica, una edificación hortera denominada Palacio del Arte y la Escultura, grandes figuras de mármol que en muchos casos se exportan a otros países, muchas de ellas réplicas de obras artísticas clásicas como la Venus de Milo o el David de Miguel Ángel. Curiosamente, se queja de que algunas obras suyas originales están expuestas en lugares públicos de Italia sin hacer referencia a su autoría. China tiene sus propias catedrales de Notre Dame, sus propias torres Eiffel, sus propias Acrópolis, que son réplicas artificiales enmarcadas en entornos nada favorecedores. A marble travelogue ofrece una visión incómoda en la que la presencia humana a veces parece empequeñecida, pero que en realidad muestra los peligros de la globalización y de la codicia incontrolada. Hay un tono casi fantasmal en la representación de estas imágenes, que está enfatizado por la fotografía de Xiao Xiao, Sean Wang y el español Carles Muñoz Gómez-Quintero, y el excelente diseño de sonido y música de Jeroen Goeijers. Esta característica permite que se pueda perdonar una estructura algo difusa, pero que construye una perfecta disección del poder acaparador del ser humano. 


The first wave se puede ver en Disney+.