Regresamos al Festival Internacional de Documentales DOK.fest para hablar de películas que se enfocan en las revoluciones, principalmente políticas, pero también artísticas. Desde la eclosión del arte experimental en China hasta las consecuencias de las primaveras árabes, estos títulos ofrecen visiones muy clarificadoras de la fragilidad de los cambios promovidos por los ciudadanos y finalmente transformados en caldo de cultivo para la corrupción por los gobernantes.
DOK.panorama
Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, China vivió una eclosión artística y social que solo duró una década, aplastada por la violenta represión contra los estudiantes que se manifestaron en la plaza de Tian'anmen de Pekín en 1989. Fue un sueño fugaz de una revolución cultural que en este caso era real, y que se apoyaba en una serie de reformas económicas y una cierta libertad que parecía establecer el camino para un desarrollo más abierto de la política en China, mientras el Partido Comunista se balanceaba entre las pretensiones más reformistas de Zhao Ziyang y la visión más conservadora de Li Ping, responsable de la represión que finalmente se impondría. En esos años de breve libertad expresiva surgió el movimiento de arte contemporáneo más relevante del momento, el Stars Art Group, un grupo de artistas que organizaron exposiciones públicas en Pekín en 1979 y 1980, que duraban solo unos días porque la policía confiscaba las obras expuestas. Esta época de cierto esplendor y libertad es la que retrata el documental You are the days to come (Ronja Yung, 2021), que participó en la sección Artscapes del festival Hot Docs 2021. Desde una perspectiva personal, la directora propone un reconocimiento a algunos de los componentes de Stars Art Group, la mayor parte de ellos exiliados en otros países tras la represión de Tian'anmen, y a esa década de fugaz libertad creativa.
DOK.fest Munich - You are the days to come |
La película alterna entrevistas a algunos de los artistas con imágenes de archivo que provienen de colecciones particulares de periodistas y de museos de arte. Es un trabajo intenso de documentación que ha durado cuatro años, y que permite ofrecer una imagen de Pekín que las autoridades chinas no parecen interesadas en que se transmita. Parte de las grabaciones de estas exposiciones artísticas públicas fueron confiscadas por la policía, pero se ha podido utilizar material que permanece en los archivos de museos de arte. Ronja Yung (1973, China) vive en Suecia desde 1989, y por tanto de alguna manera tiene una identificación personal con estos artistas, componentes del que fue el primer grupo de arte contemporáneo chino: el escultor de madera Wang Keping (1949, Pekín) fue uno de los fundadores, y desde 1984 está afincado en Francia, donde continúa su actividad artística; la pintora Li Shuang (1957, Pekín), que sufrió la represión de la Revolución Cultural, también se exilió a Francia en 1984; el músico Cui Jian (1960, Pekín) está considerado como el padre del rock chino, y alcanzó gran popularidad cuando apareció en escena durante un concierto con una venda roja denunciando la opresión política; el promotor artístico Wen Pulin (1957, Shenyang) envolvió un tramo de la muralla china con una gran tela, y se ha dedicado durante años a documentar el mundo del arte. Su película Action in China (Wen Pulin, 1999) muestra precisamente material de archivo de acciones artísticas entre 1980 y 1990.
Para evitar altercados en las calles debido a la participación de activistas en estas exposiciones públicas, el gobierno chino decidió abrir el Museo Nacional para que estos artistas pudieran exponer sus obras. Inaugurada en febrero de 1989, unos meses antes de que se produjera la represión en Tian'anmen, se considera la exposición de arte contemporáneo más importante que se ha producido en China, incluyendo a 186 artistas y 300 obras. La artista performance Xiao Lu (1962, Hangzhou) protagonizó uno de los momentos más impactantes cuando disparó con una pistola contra una de sus propias obras expuestas, lo que provocó su detención y la clausura temporal de la exposición. Ese mismo año se exilió en Australia, donde ha vivido durante varios años, hasta que decidió volver a Pekín en 1997, para encontrar un ambiente de autocensura en los medios de comunicación y los promotores artísticos. El cambio que ha sufrido China en los últimos años también está expuesto en cierta manera en la película, que Ronja Yung considera como excesivamente enfocado al auge económico y el capitalismo. Ella no considera su documental como político, igual que los artistas que expusieron sus obras en la década de los ochenta ofrecían muestras de expresividad artística más que declaraciones políticas. En este recorrido sin embargo faltan algunos nombres relevantes como Ai Weiwei, que también formó parte del Stars Art Group, y hay un relato histórico que parece incompleto, lo que impide contextualizar bien una época de creatividad sin amordazar en la que China no parecía China.
Best of fests
El documental Éclaireuses (Lydie Wisshaupt-Claudel, 2022), que tuvo su estreno en Visions du Réel, se centra en La Petite École, una escuela cerca de Bruselas que intenta servir de puente entre las experiencias traumáticas que los niños han sufrido durante su estancia en los campos de refugiados y el sistema educativo belga, considerando que es necesario tratar el trauma antes de su incorporación a una sociedad que los acoge sin entender sus problemáticas. Un acercamiento más crudo a esta realidad es la que hace Imad's childhood (Zahavi Sanjavi, 2021), que directamente enfoca su mirada en un niño de cuatro años cuyo ceño fruncido es tan expresivo que casi no hace falta hacer referencia a la profunda huella psicológica que sufrió durante su permanencia en un grupo del ISIS. En 2014, la población yazidí de la región de Sinjar fue atacada por el ISIS, provocando la muerte de 1.800 yazidíes y el secuestro de 6.400 personas, entre ellas la familia de Ghazala, una joven cuyo marido desapareció mientras que ella acabó siendo secuestrada y vendida como esclava sexual hasta en diez ocasiones. Por su parte, sus hijos pequeños, Idan e Imad fueron incorporados a la milicia y "educados" como soldados. Dos años después, fueron liberados después de expulsar al ISIS del Kurdistán y volvieron a reunirse en el campo de refugiados Khanke, en Kurdistán.
DOK.fest Munich - Imad's childhood |
Pero el trauma está totalmente presente en la familia. Mientras Ghazala tiene la utópica esperanza de que su marido aparezca en algún momento, sufre depresión y continuos ataques de nervios, es incapaz de ocuparse de sus dos hijos, que atesoran sus propias cicatrices psicológicas. Ambos fueron educados durante esos dos años en la violencia, el desprecio a las mujeres y la fidelidad al líder. Imad especialmente, que tenía cuatro años y medio cuando se rodó la película en 2016, muestra una constante actitud agresiva, lo que le impide asistir a la escuela. Su atención no está puesta en los juguetes sino en las armas de fuego, y su relación con los animales desemboca siempre en algún tipo de acto violento. Cuando una maestra le ofrece una muñeca, lo primero que hace es decapitarla y desmembrarla. Imad's childhood se puede considerar una continuación de The return (Zahavi Sanjavi, 2014), rodada también en los campos de refugiados del Kurdistán, en la que un voluntario hablaba con las familias refugiadas sobre sus experiencias. Pero el director Zahavi Sanjavi (1968, Kurdistán iraquí), afincado desde hace unos años en Suecia, ofrece ahora un retrato mucho más cercano, colocando su cámara siempre a una prudente distancia para captar las actitudes de Imad, especialmente cuando se encuentra solo. Su actitud hacia su madre y su abuela, que sirve como narradora porque es la única que realmente puede describir su situación a la cámara, está marcada también por la violencia y el menosprecio.
La actitud tranquila de la abuela paterna y, en general, de quienes rodean a Imad respecto a su comportamiento parece la más adecuada para no ahondar en la herida traumática del niño, pero también se manifiesta una cierta incapacidad para afrontar el problema, especialmente cuando la televisión está constantemente ofreciendo noticias sobre la guerra y el ISIS delante de los niños. Solo la dedicación de Rawa Zaniar, una activista que se dedica a tratar a niños con profundas problemáticas psicológicas, comienza a extraer la verdadera naturaleza infantil de Imad. Zahavi Sanjavi consigue un documental conmovedor, aunque excesivamente rutinario en su ejecución y en su reflexión sobre el trauma que la violencia puede suponer para la fragilidad de un niño, preciso en el trabajo de fotografía de Heshmatolla Narenji y en la espléndida edición de Eva Hilström (1964, Suecia) que compone una estructura clara al relato de la historia. Y resulta esperanzador escuchar que la familia de Ghazala, Imad e Idan se encuentra en la actualidad viviendo en Canadá, donde tuvo lugar el estreno de este documental en el Festival Hot Docs 2021.
DOK.horizonte
Batata (Noura Kevorkian, 2022), que logró una Mención Honorífica del Jurado en la competición de Documentales Canadienses en Hot Docs 2022, está concebida como una historia de esperanza en mitad de la guerra. Una crónica de diez años en la vida de Maria que transcurre entre 2009 y 2019, y que encuentra a mitad de camino la primavera árabe de 2011 y la guerra en Siria. La atención del documental se centra en Maria, hija de Abu Jamil, quien comenzó a trabajar en las tierras del armenio-libanés Mousa, en el Valle de Beqa, y que cada año llevaba a su familia desde Siria hasta Líbano para ayudar en la cosecha de patatas. De hecho, fue el propio Mousa, amigo de la madre de la directora, quien sirvió como enlace para conocer a la familia que trabajaba para él. La directora muestra los primeros años como una época de felicidad, aunque surgen, entre bromas, algunos reproches sobre cómo Líbano ha estado siempre sometido a los caprichos de Siria: "Ni siquiera podemos tener unas elecciones democráticas porque los sirios no quieren". Cuando surge el conflicto armado en Siria, la mayor parte de la familia de Maria se traslada al campo de trabajo y allí sobreviven mientras siguen cultivando unas tierras cuyas cosechas no se pueden vender porque las fronteras están cerradas. A lo largo de los próximos años, hay numerosas vivencias, algunas de ellas trágicas, como el arresto de uno de los hermanos de Maria, pero también se ponen de manifiesto algunos cambios ideológicos. "Ahora yo estoy a favor de Bashar al-Ásad, porque el ISIS es mucho peor", dice Mousa, que es el personaje más entrañable de la película.
Hay algunos problemas en la narración de un documental que utiliza en exceso la música pregrabada, en general muy mal introducida en las secuencias, con la intención de subrayar los momentos dramáticos, y que también abusa de la narración en primera persona de Maria, con transiciones extrañas, como verla siendo entrevistada cuando es la narradora de su propia historia. Y algunos contrastes que quieren ser impactantes, como el cambio desde la alegría de una boda hacia la tristeza de un entierro, que resultan forzados y no consiguen el efecto deseado. Poco a poco, el campo de trabajo que ya no produce cosecha se convierte en un campo de refugiados, el Campo Mousa, y la vida de agricultores de la familia protagonista pasa a ser la de quienes siguen siendo desplazados de forma permanente. Pero ni siquiera así consiguen escapar de la guerra. Cuando el ISIS elabora una lista de los hombres que vivían en Raqqa, la ciudad siria originaria de la familia de Maria, envían a reclutadores a los campos de refugiados, ofreciendo dinero para que se unan a la resistencia, entre ellos Hussein, un sobrino de Maria. La directora sirio-libanesa Noura Kevorkian, afincada en Canadá, afirma que no podía dejar de grabar las vicisitudes por las que pasó la protagonista, pero da la sensación de que la narración se estanca en la segunda mitad, cuando se centra en su vida como refugiados. Y, a pesar de las más de dos horas de duración, algunos acontecimientos parecen precipitados o solo apuntados, como cuando los hermanos de Maria llaman desesperadamente porque necesitan 700$ (el sueldo de cuatro años) para pagar a los contrabandistas que les saquen de la ciudad de Raqqa, donde están rodeados entre las tropas del ISIS y los soldados kurdos. La película abarca un largo período desde que comenzó a rodarse en 2009 hasta su final en 2020, y su lanzamiento coincide con los diez años desde el comienzo de la crisis de refugiados en Siria. Hay una intención de extraer el factor humano de esta crónica de la tragedia, y el personaje de Maria, que se hace cargo de buena parte de su familia, aunque sea a costa de su propio desarrollo personal, es atractivo. Pero Batata se construye con deficiencias narrativas que estorban la eficacia de su propuesta.
En Beirut precisamente se desarrolla el documental ganador del Premio Next:Wave en CHP:DOX 2022, Kash Kash (Lea Najjar, 2022) que ofrece otra perspectiva de la revolución, especialmente enfocada en las protestas que surgieron en octubre de 2019 debido a un impuesto acordado por el gobierno a las llamadas por WhatsApp, que hizo despertar el hartazgo por la corrupción de la clase política. Pero la interesante propuesta de la directora Lea Najjar, que se crió entre Viena y Beirut, es más metafórica y utiliza de forma inteligente una tradición libanesa en torno al adiestramiento de palomas que, por un lado, ofrece una fisonomía singular a la ciudad, y por otro lado representa en cierta medida el mismo tipo de control que los políticos ejercen sobre los ciudadanos, lo que conforma la esencia de un país que no parece encontrar una salida a la pobreza y la desigualdad, a pesar de que Beirut tiene, desde hace décadas, el apodo de el "París de Oriente Medio". En una escena de la película, el cliente de Rawan, un peluquero que se dedica a criar palomas, cuenta una anécdota sobre un doctor que le dijo: "No importa cuánto maquillaje se ponga una anciana, nunca volverá a ser joven. Líbano es un país viejo. Está en su lecho de muerte".
DOK.fest Munich - Kash Kash |
El documental acompaña a cuatro personajes: Hassan Harb, que practica la antigua competición llamada "Kash Hamam", que consiste en que cada competidor suelta a sus palomas y debe intentar atraer a las palomas del contrincante, de forma que gana quien al final de la competición tenga el mayor número de palomas. Hay un alto grado de crueldad en esta práctica que en otros países como Siria está prohibida porque se considera un juego de apuestas, ya que las palomas conseguidas son sacrificadas. Y algo de cinismo en Hassan cuando afirma que no podría vivir sin palomas, y al mismo tiempo comenta que las que arrebata a sus rivales se las echa a los gatos. Cuando la directora le pregunta al pescador Abu-Mustapha cómo describiría a su país, éste le dice que es un lugar maravilloso, para después admitir que estaba bromeando. Aparte de la pesca, se dedica a trabajar como guía para los turistas que quieren visitar las Rocas de las Palomas, unas espectaculares formaciones rocosas que sin embargo también son utilizadas por los suicidas para acabar con sus vidas. La sobrina de Rawan, Aisha, le pide que le enseñe a criar palomas, pero éste se niega y le dice que debería dedicarse a leer, lo que refleja asimismo la imposibilidad de que las mujeres manejen sus propios destinos. Estos personajes permiten a Lea Najjar ofrecer una visión en parte poética pero también muy crítica de Beirut, una representación de la "domesticación" que las autoridades ejercen sobre los habitantes de la ciudad.
Y los protagonistas tienen también una mirada pesimista sobre su propia realidad, que se muestra en las palabras de Hassan: "Cada vez que la gente sale a protestar, los políticos suben el precio del dólar. Solo lo hacen para controlar a la gente". Una situación que adquiere una dimensión más rotunda cuando se produjeron las espectaculares explosiones en el puerto de Beirut en agosto de 2020, que no solo revelaron más claramente la corrupción en la administración pública sino que acabó sumiendo al país en una grave crisis económica. Kash Kash es inteligente en su representación metafórica de la realidad de una ciudad en la que pocos tienen la posibilidad de alzar el vuelo en libertad, y consigue un relato absorbente y profundo de la sociedad libanesa a través de una mirada que tiene una apariencia localista.
Solo dentro del entorno de los protagonistas de una revolución se puede tener cierta comprensión sobre las sutiles líneas de separación entre diferentes sectores de una sociedad que ha decidido revelarse. En 2011 Libia vivió una de estas revoluciones, la conocida como Revuelta del 17 de febrero, que mostraba la decepción con las políticas de Muamar el Gadafi, que comenzó con una declaración de consenso entre las diferentes creencias y acabó, después de cuatro décadas en el poder, envuelto en corrupción y despotismo. La película After a revolution (Giovanni Buccomino, 2021), que compitió en IDFA 2021 y en CPH:DOX 2022, sin embargo no se adentra en el análisis de esta revuelta que desembocó en guerra civil sino que, como su propio título indica, está más interesado en sus consecuencias. Los protagonistas del documental son los hermanos Myriam y Haroun quienes se nos indica al comienzo de la película que lucharon en bandos diferentes: mientras Myriam formó parte de la primera línea del bando rebelde, Haroun mantuvo su fidelidad a Gadafi en la localidad libia de Bani Walid, donde además muchos se conocen desde la infancia.
DOK.fest Munich - After a revolution |
Pero después de la guerra Myriam, una profesional de la medicina, tiene un sentimiento de decepción sobre los objetivos logrados por las revueltas y, sobre todo, por los asesinatos indiscriminados cometidos por los revolucionarios, lo que la lleva a enfrentarse directamente con aquellos a los que mantuvo su apoyo. Por ello, decide presentarse como candidata a las elecciones de su localidad, lo cual acaba demostrando la hipocresía de su entorno, en el que las sonrisas y las promesas dan paso a una realidad muy diferente. El ambicioso documental del director italiano Giovanni Buccomino tiene dificultades a veces para transmitir una comprensión real de sus personajes, especialmente en el caso de Myriam, de la que no tenemos claro si el rechazo que sufre es provocado por su "traición" a la revolución o por su condición de mujer. En la reunión en la que se presenta a los nuevos líderes de la comunidad, se intenta evitar que Myriam tome la palabra, pero no está claro si es por su posición política, por su condición de mujer en un encuentro formado principalmente por hombres o por su insistencia y tozudez.
Con Haroun, al que sin embargo dedica menos tiempo, la película consigue un retrato más perfilado, porque encuentra algunas representaciones metafóricas muy contundentes, como su intención de reconstruir un santuario sufí que fue destruido por los revolucionarios, y que a lo largo del documental representará la evolución de la sociedad y de la propia trayectoria vital de Haroun. Precisamente, la eficacia con la que After the revolution se muestra en la primera parte parece desestabilizarse a partir del momento en el que Myriam debe huir a Túnez debido a las amenazas que sufre, mientras su hermano permanece en Bani Walid poniendo en riesgo su vida. Pero el documental, que a veces utiliza recursos de ficción como flashbacks que parecen surgir de los pensamientos de los protagonistas, muestra claramente lo frágil que puede ser una reconciliación más superficial que profunda, la permanencia de las ideologías y de los odios que impregna el fuero interno de la convivencia después de una guerra civil. Y aunque tiene limitaciones en su extensa duración y en su amplia ambición, La película logra transmitir el riesgo que supone mantenerse fiel a unos ideales, apoyado por una hermosa partitura del compositor electroacústico polaco Jacaszek, que ha puesto música a documentales como The whale from Lorino (Maciej Cuske, 2019) y a series como Open your eyes (Netflix, 2021).
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