11 abril, 2022

Visions du Réel 2022 - Parte 3: Pertenencia

En la crónica de hoy del Festival Visions du Réel, que se celebra en la localidad suiza de Nyon hasta el 17 de abril, hablamos del sentido de pertenencia a través de largometrajes y cortometrajes documentales que retratan comunidades autóctonas, pero también el desarraigo que provoca la emigración y la vida lejos de la familia y el hogar, a veces marcada por el trauma de la guerra o simplemente tomada como una decisión vital.

COMPETICIÓN INTERNACIONAL DE LARGOMETRAJES

Hay una necesidad de abordar la base del sistema educativo occidental desde un punto de vista mucho más profundo de lo que se está haciendo. El documental Éclaireuses (Lydie Wisshaupt-Claudel, 2022) plantea esta necesidad a través de la observación del trabajo que realiza La Petite École, un centro de educación para niños y niñas entre 6 y 15 años, principalmente de origen inmigrante, que nunca han ido al colegio. La mayor parte de ellos y ellas provienen de Siria y de otros países en conflicto, viven en el municipio de Anderlecht, cerca de Bruselas, y sufren una cierta falta de socialización que proviene de un estrés postraumático provocado por la guerra, por el desarraigo y la obligación de abandonar sus hogares, y por la propia emigración a un país diferente. El proyecto surgió de dos maestras, Juliette Pirlet, profesora asociada en Ciencias Políticas y Marie Pierrard, profesora asociada en Historia del Arte, que decidieron poner en marcha en 2015 un laboratorio educativo cuando, hablando con las madres inmigrantes en el parque de Anderlecht, éstas les pidieron que enseñaran francés a sus hijos. Y nace de la necesidad de establecer un puente entre la experiencia de estos niños y la integración en un sistema educativo que no está diseñado para las necesidades especiales, que no integra sino que aísla a aquellos alumnos que no están en el nivel establecido. Huelga decir que es un sistema que no sabe cómo incorporar a jóvenes inmigrantes con sus profundas cargas emocionales y psicológicas. 


La directora Lydie Wisshaupt-Claudel introduce la cámara en La Petite École para observar el trabajo de estas dos profesoras, que gestionan un espacio educativo que trata de encontrar un difícil equilibrio por un camino experimental que pretende partir de la libertad de los niños para ir estableciendo poco a poco límites de socialización. Sus métodos pueden ser debatibles, y desgraciadamente en la película no se explica del todo si provienen de un sistema establecido, de la experiencia o de la improvisación. Pero ofrece una reflexión interesante el hecho de que en vez de frenar las necesidades de los niños, éstas se liberen estableciendo unas reglas: Cuando Ginardo comienza a destrozar objetos, Marie Pierrard le lleva a un rincón y le propone utilizar un martillo para introducir clavos en una madera, una forma de canalizar esa violencia que posiblemente tiene profundas raíces traumáticas. Cuando Mohamed y Ahmad se pelean en clase, también son llevados a una sala contigua para que luchen entre sí, en una especie de kickboxing que establece, sin embargo, unas normas básicas de comportamiento. Éclaireuses (que es algo así como "chicas scout", refiriéndose a esta soledad institucional en la que se encuentran las dos profesoras) se estructura en dos miradas diferentes: la de la interacción de ellas con los niños, que resulta tan fascinante como las que hemos visto en documentales anteriores sobre el sistema educativo como Ser y tener (Nicolas Philibert, 2002) o El profesor Bachmann y su clase (Maria Speth, 2021), y la del mundo adulto, la explicación de sus métodos en reuniones con los padres que acaban de inscribir a sus hijos, o con directores de escuela que establezcan un proceso de colaboración con La Petite École, cuya particularidad le coloca siempre en difíciles procesos para conseguir financiación o, simplemente, ser reconocida dentro del sistema educativo. Esta mirada a la estructura institucional de la escuela no resulta tan esclarecedora como sería necesario, pero sí establece un debate interesante sobre lo difícil que resulta encajar iniciativas experimentales educativas dentro de un sistema demasiado hermético. 

También hay una clara reflexión sobre la pertenencia en L'îlot (Tizian Büchi, 2022), una especie de cuento con tintes de realismo mágico que tiene como protagonistas a Daniel y Ammar, dos vigilantes que patrullan entre Faverges y Chandieu, cerca de Lausanne que está habitada principalmente por inmigrantes. Una de sus principales misiones es la de evitar que los jóvenes jueguen junto al río que se encuentra cerca, rodeado de relatos sobre la posibilidad de encontrar oro, pero también de sucesos extraños como la desaparición de una pareja de enamorados hace unos años. Ammar, de origen iraquí, acaba de empezar a trabajar como vigilante y Daniel, angoleño trasladado a Zaire cuando era adolescente, le explica los pormenores de un trabajo que parece relativamente tranquilo, en un barrio en el que no hay demasiados conflictos. Excepto cuando cae la noche y la oscuridad provoca sombras inquietantes cerca del río sobre el que han surgido estos relatos contados por los vecinos más antiguos. Moviéndose cómodamente en el terreno del documental ficcionado, la película se beneficia de la complicidad entre Daniel y Ammar, sus conversaciones triviales sobre el trabajo, la emigración o las mujeres, su carácter simpático y la constante verborrea del primero. Pero la cámara de Tizian Büchi (1981, Suiza) también se detiene a veces en otros habitantes de la zona, estableciendo una radiografía certera de una comunidad de vecinos que tiene en común su procedencia de diferentes países. 


Una de las secuencias principales de la película es una conversación entre mujeres emigrantes de origen hispano, que hablan desde la perspectiva de sus diferentes orígenes en España, Colombia y Cuba del desarraigo, de la separación de las familias, de la incomprensión, de la dificultad de ser tenidas en cuenta respecto a decisiones importantes que se toman en sus países... Es la escena en la que la película aborda abiertamente uno de sus temas centrales, pero también en la que se siembra la semilla de su posterior inclinación hacia el realismo mágico (no es casual que éste provenga del encuentro entre mujeres procedentes principalmente de Latinoamérica, donde esta irrealidad de lo cotidiano se ha establecido como una preocupación estilística). En L'îlot hay asimismo una mirada en cierto modo irónica en torno a una sociedad obsesionada con la vigilancia, aquí representada por los dos protagonistas, pero que también está conectada con las sociedades latinas: "En Cuba se les llamaba a las viejas vecinas "cámaras portables", porque siempre estaban en las ventanas escudriñando el barrio", dice una de las participantes en esta tertulia vecinal. Una supervisión del chismorreo que ahora es sustituida por cámaras o por vigilantes como Daniel y Ammar. Tizian Büchi consigue crear una simpática película que sabe retratar a una comunidad a través de una mirada fabuladora en la que sin embargo establece reflexiones interesantes sobre qué tipo de sociedad hemos construido. 

COMPETICIÓN INTERNACIONAL DE CORTOMETRAJES Y MEDIOMETRAJES

La directora Diana Toucedo (1982, Redondela) ha participado con sus cortometrajes en festivales como PlayDoc o D'A Film Festival, siendo nominada a los Premios Feroz por el documental Trinta lumes (Diana Toucedo, 2019), y trabaja habitualmente como montadora en cortometrajes como Los desheredados (Laura Farrés, 2017) o series como Hierro (Movistar+, 2019-2021). Ahora presenta en estreno mundial Tatuado nos ollos levamos o pouso (Diana Toucedo, 2021), una especie de regreso a sus orígenes tanto físicos como estilísticos, que surgió como un encargo del Festival de Música Sinsal, que se celebra en la Isla de San Simón. La mirada de la directora gallega se centra en el trabajo que realizan las mariscadoras en San Simón, rodando con una cámara de 8 mm. para establecer una conexión entre pasado y presente, una especie de visión personal, con un estilo dinámico que introduce elementos de animación, y que establece el retrato de una comunidad marinera que afronta las dificultades de la escasez de productos en el mar, producida por la proliferación de bacterias o directamente por la contaminación. 


Aunque también ofrece una mirada hacia el trabajo de los pescadores, que sirve como complemento, el foco principal está en estas mujeres que comienzan su búsqueda desde las seis de la mañana, mientras conversan sobre sus problemáticas diarias, algunas relacionadas con temas de salud provocados por el propio trabajo, ciáticas que las dejan postradas en la cama motivadas por horas y horas agachadas en la orilla del mar tratando de encontrar almejas que no estén ya muertas por los restos de contaminación. Tatuado nos ollos levamos o pouso es al mismo tiempo una visión amable de estas mariscadoras y una reflexión desesperanzada de una comunidad cuya forma de subsistencia principal está en una profunda crisis. Diana Toucedo utiliza diferentes formatos, cambia la perspectiva de la cámara, introduce dibujos... creando un lenguaje personal que nos acerca a un auténtico sentido de pertenencia a través de las propias voces de sus habitantes. 

BURNING LIGHTS

Presentado en el pasado Festival de Berlín, Europe (Philip Scheffner, 2022) es el primer trabajo de ficción de su director, reconocido por sus producciones documentales. Aunque en realidad toma elementos de ambos géneros para establecer una historia que está intrínsecamente conectada con la realidad, pero construida como una ficción. Los actores, de hecho, se interpretan a sí mismos, como el conductor del autobús que lleva a la protagonista desde su barrio hasta su trabajo o el hospital, que es un conductor que hace ese trayecto en la realidad. La propia protagonista está interpretada por Rhim Ibrir, una inmigrante que participó en el documental Havarie (Philip Scheffner, 2016), y que aquí da vida a Zohra Hamadi, que ha conseguido un permiso de residencia en Francia para someterse a un tratamiento de esclerosis pero, al terminar éste, recibe una carta en la que se le deniega la permanencia en el país. Envuelta en este proceso administrativo de expulsión, el director toma la decisión de eliminar a Zohra de la pantalla, dejarla durante la segunda parte de la película fuera de campo. Se convierte en alguien que ya no tiene presencia, a la que no podemos ver ni escuchar aunque los otros personajes tengan conversaciones con ella. Es una propuesta que nos desafía como espectadores, pero que establece de forma impactante la negación de la persona en la ilegalidad de su existencia. 


A Zohra la volvemos a ver cuando se encuentra sola en un apartamento, imposibilitada de volver a su Argelia natal durante las vacaciones de verano, se manifiesta como persona una vez que el sistema administrativo se detiene, y acaba construyendo una visión artificial de una posible vida ideal, asentada en el país, casada y con un trabajo estable, pero que también es una representación de cierta forma de alienación, porque en esta última parte son los interlocutores de Zohra los que se encuentran fuera de campo, motivada por la decisión del director de invertir los términos establecidos anteriormente, de reconstruir la realidad a través de la mirada de la protagonista. Es una apuesta arriesgada que juega con los resortes de la experimentación, de la ficción y del documental para proponer una construcción narrativa personal que no siempre funciona, pero que es provocadora. El título de la película, Europe, proviene del nombre de una parada de autobús que al director Philip Scheffner (Alemania, 1966), que fue invitado especial en Visions du Réel en 2018, le llamó la atención por representar claramente, en ese pequeño cubículo cuadrado, las contradicciones de una comunidad que elige a quién abrir o cerrar sus puertas.   

LATITUDES

Mientras Polonia está dedicada a ese lavado de cara de apertura de fronteras a los refugiados de la guerra de Ucrania, Silent love (Marek Kozakiewicz, 2022) nos recuerda que se trata de un país eminentemente conservador y profundamente homófobo a través de la historia de Aga, quien tras la muerte de su madre debe abandonar su vida en Alemania para hacerse cargo de su hermano adolescente en Polonia. Ella se embarca en un proceso con las autoridades polacas para conseguir la custodia legal, pero para ello debe ocultar su relación amorosa con Katarzyna, que vivían de forma abierta en Alemania. No hay demasiada explicación sobre las razones por las que Aga se queda a vivir en Polonia (se entiende que primero debe conseguir la custodia para poder tomar una decisión junto a su hermano), y por tanto se condena a sí misma a llevar una relación de pareja en secreto, aunque posiblemente tiene que ver con la educación de éste y la necesidad de no introducir el elemento de desarraigo en un joven que acaba de sufrir la repentina muerte de su madre. Pero el director Marek Kozakiewicz (1986, Polonia) establece perfectamente la tradicional cultura patriarcal de un país como Polonia, a través de las noticias en televisión que se refieren a las reivindicaciones de la comunidad LGBTIQ+ o la profunda relevancia de la religión católica que impone a la sociedad los límites del matrimonio. 


En el propio colegio en el que estudia Miłosz, el hermano pequeño, hay una clara ideología tradicional que educa a los jóvenes para una sociedad eminentemente patriarcal y heteronormativa, sin espacio para otras manifestaciones personales. La película funciona con especial acierto en la intimidad, en la relación afectiva pero marcando las distancias entre Aga y Katarzyna, o la propia conexión entre Aga y su hermano, que se representa en un sentido de protección que conduce a que incluso ella oculte su relación de pareja a Miłosz, aunque Katarzyna parece tener una actitud más educativa hacia él, explicando conceptos como homosexualidad y relaciones afectivas. Silent love es una hermosa historia de amor secreto, un tipo de relación que a veces recuerda a las historias contadas sobre las relaciones lésbicas en los años cincuenta, pero que sucede en un país europeo en 2022. Se trata por tanto de una reflexión, no solo sobre una sociedad homófoba, sino sobre la complicidad del silencio. 


Ser y tener se puede ver en prime Video. 
El profesor Bachmann y su clase y Trinta lumes se pueden ver en Filmin. 


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