En nuestra última crónica del festival Visions du Réel 2022 repasamos algunos documentales que no habíamos comentado todavía. A lo largo de estas catorce entregas en torno a la programación del festival suizo, hemos hablado de unas setenta películas que podéis encontrar clasificadas en nuestra lista Best to worst Visions du Réel 2022. Durante las próximas semanas seguiremos hablando de festivales como D'A Film Festival y Hot Docs, que se celebran estos días, y dedicaremos especial atención a DOK.fest, el Festival de Documentales de Munich que ha adoptado de forma inteligente el formato híbrido, con una edición presencial que se celebra del 4 al 15 de mayo y una edición online entre el 9 y el 22 de mayo. Y analizaremos la relevancia que tiene esta adaptación de algunos festivales frente al regreso de muchos otros al formato tradicional.
Este es el palmarés de Visions du Réel 2022:
Competición Internacional
Gran Premio del Jurado: L’Îlot, de Tizian Büchi.
Premio Especial del Jurado: Bitterbrush, de Emelie Mahdavian.
Mención Especial: How to Save a Dead Friend, Marusya Syroechkovskaya.
Burning Lights
Premio del Jurado: A Long Journey Home, de Wenqian Zhang.
Premio Especial del Jurado: Herbaria, de Leandro Listorti.
Mención Especial: Europe, de Philip Scheffner.
Competición Nacional
Premio del Jurado: Fuku Nashi, de Julie Sando.
Premio Especial del Jurado: Le Film de mon père, de Jules Guarneri.
Competición Mediometrajes y Cortometrajes
Mejor Mediometraje: Without, de Luka Papić.
Mejor Cortometraje: Aralkum, de Daniel Asadi Faezi & Mila Zhluktenko.
Mención Especial: Jaime, de Francisco Javier Rodriguez.
Premios de la Juventud
Mejor Mediometraje: Churchill, Polar Bear Town, de Annabelle Amoros.
Mejor Cortometraje: Marianne, de Rebecca Ressler & Lara Porzak.
Premio del Público: Fire of Love, de Sara Dosa.
Premio FIPRESCI: Vida férrea, de Manuel Bauer.
Premio Interreligioso: Ma vie en papier, de Vida Dena.
Premio Zonta: Fuku Nashi, de Julie Sando.
Premio Perception Change: Children of the mist, de Hà Lệ Diễm.
GRAND ANGLE
Presentado a competición en el Festival de Berlín, A german party (Simon Brückner, 2022) es un documental que podría parecer que tiene un perfil local destinado al entramado político de Alemania, pero del que se pueden extraer lecturas que sirven para analizar la política en otros países. Entre 2019 y 2021, el director consiguió un acceso privilegiado a las reuniones privadas de los diferentes comités de organización del partido AfD (Alternative für Deutschland), una formación de ideología ultraderechista que tiene representación en el Bundestag desde 2017 y que en el Este del país consiguió hasta un 25% de votos. En España, algunos medios de comunicación han establecido paralelismos ideológicos entre Vox y AfD más cercanos que entre Vox y AN, la formación de Marine Le Pen en Francia. Por tanto, resulta interesante esta incursión en los entresijos de una formación que entre el Congreso Federal de 2019 y las elecciones en Alemania de 2021 vivió tiempos convulsos en busca de una definición más precisa de su postura ideológica. Lo que consigue el director es mostrar las flaquezas, y en algunos casos las mezquindades, de un partido que se balancea continuamente entre abrazar las posturas más radicales, que representa el ala juvenil, Junge Alternative, o mantener un equilibrio que le permita llegar a un mayor sector de la población, aunque sea adoptando cierto perfil populista.
Y resulta sorprendente que los políticos más relevantes de la formación permitan a un director grabar en el interior de sus sedes y oficinas parlamentarias, aunque el prólogo de la película define bien su postura. En una reunión interna que se celebra en 2019, algunos miembros del partido piden que se detenga la grabación: "Han estado grabando durante dos horas. ¿Estamos seguros de que queremos que esto aparezca en un documental?", a lo que otro responde: "Si esto saliera mañana en Der Spiegel, tendríamos problemas. Pero se va a estrenar en 2022 o 2023. Para entonces dará igual lo que hablemos aquí". Una respuesta tan cínica como muchas de las escenas que veremos a lo largo de estas casi dos horas. Aunque también es cierto que pocos partidos de izquierdas o derechas moderadas permitirían este tipo de grabación. Lo que nos lleva a dos cuestiones que surgen de inmediato: ¿hasta qué punto los que son grabados llegan a perder la perspectiva de que lo están siendo y por tanto sus discursos no son los que tendrían sin cámaras? Y, por otro lado, frente a la observación sin entrevistas, resulta evidente que la elección de las imágenes ya supone la adopción de una postura por parte de Simon Brückner (1978, Alemania). De hecho, predomina de forma consciente el seguimiento a los miembros del ala más moderada, como Georg Pazderski, líder la formación hasta 2019, que achaca el estancamiento de los votos a tan solo un 16% a la radicalidad de Junge Alternative, que provoca que el partido tenga el perfil de extrema derecha radical. Hay una cierta postura maquiavélica en pretender moderar el discurso en vez de desligarse directamente de esta radicalidad, es decir, conseguir llegar a más población maquillando su propia ideología.
El documental está dividido en seis partes que siguen cada una de ellas a un miembro del partido y muestran las diferentes posturas en cuanto a racismo, libertad de expresión, energía nuclear, igualdad de género, etc. Es significativo comprobar las disensiones que hay dentro de la propia formación, con opiniones completamente opuestas y propuestas tan absurdas como devolver a los inmigrantes musulmanes a sus países o impedir la entrada a Europa de cualquier inmigrante africano (no se dice nada de si también sería al contrario, que las empresas alemanas dejaran de explotar los recursos naturales en África). Hay dos momentos particularmente reveladores respecto a los entresijos de este tipo de partidos que han ido floreciendo en Europa en los últimos años, y que son perfectamente trasladables a la realidad política de otros países como España. Por un lado, la postura sobre las medidas contra la pandemia del coronavirus, respecto a la que muchos miembros adoptan una posición populista rechazando el uso de mascarillas o vacunas. En una de las reuniones internas, George Pazderski afirma que "hay una división en el partido. El 70% de los miembros y seguidores de AfD apoyan las medidas de protección", a lo que otro asistente responde: "Me da igual que el 70 u 80% de la gente sea tan estúpida como para seguir esas medidas. No quiero ser parte de una oposición que no se sostiene sobre el 20 o 30% que está de nuestro lado".
Mientras, Aaron Kimmig, uno de los líderes de Junge Alternative, viaja a Lipa, junto a un campo de refugiados en Bosnia y Herzegovina que fue destruido por un incendio en diciembre de 2020. Mientras graba videos para el perfil de TikTok de la formación, el grupo se asusta cuando ve a varios inmigrantes acercarse a ellos: "Tenemos que vigilarles, no sea que nos rodeen", dice uno de los políticos. En otro momento, el joven líder visita una zona inundada por una riada en Ahrweiler, donde nadie quiere aceptar un cheque de 10.000 € que Junge Alternative desea donar a los damnificados, quizás porque antes les han visto hacerse fotos con el cheque para subirlas a las redes sociales. Aquí el director vuelve a tomar una postura silenciosamente ideológica: mientras los miembros de Junge Alternative se hacen fotos, la cámara muestra a personas que están trabajando en el desescombro de sus viviendas, ofreciendo un contraste casi ridículo entre los jóvenes políticos que parecen estar de visita turística y las personas que realmente están ayudando: "Es realmente triste. Nosotros solo estamos aquí para ayudar. La ideología política no importa", comenta uno de los miembros de los jóvenes radicales. A german party encuentra su mayor interés en la forma de mostrar cómo los partidos populistas tienen dificultades para equilibrar el extremismo con una faceta más moderada que, en realidad, es una forma de maquillar su propia ideología. Y en este sentido es un documental interesante, aunque no demasiado revelador. Unas semanas antes de su estreno en el Festival de Berlín, el líder del partido AfD, Jörg Meuthen, dimitió y abandonó la formación argumentando que las fuerzas de extrema derecha habían ganado posiciones dentro de la formación.
Se podría pensar que una película en torno al mundo del karaoke podría ser una comedia llena de personajes extravagantes que dedican su vida a cantar en bares y tabernas, pero Karaoke Paradise (Einari Paakkanen, 2022) es todo lo contrario. Junto a los japoneses, sus inventores, Finlandia ha convertido el karaoke en una muestra de identidad nacional, y no hay bar que se precie, incluso allá en los lugares más recónditos, donde no exista la posibilidad de cantar. Y si no la hay, personas como Evi, una de las protagonistas de la película, viajan de pueblo en pueblo llevando un karaoke portátil. Ella es una especie de trovadora itinerante que incluso conduce por las noches para estar a tiempo en la próxima parada, un bar en el que montar su pequeño sistema de sonido y, sobre todo, establecer contacto con las personas que encuentra en estos sitios apartados. Porque, para la tercera película de Einari Paakkanen (1980, Finlandia), estrenada en la sección Nordix:Doc del festival CPH:DOX, el director ha escogido esta afición para adentrarse de forma más profunda en uno de los problemas emocionales más importantes de su país: la soledad. "Hay mucha gente sola en Finlandia", dice una de las protagonistas, y en cierta manera el karaoke se convierte en una forma de comunicación, a través del cual se enfrenta esa soledad.
El director ha escogido a un grupo de personas que en principio podrían tener un perfil algo melodramático: Toni es un joven tímido aficionado al karaoke, pero que tiene pavor a cantar en público; Elina tiene la enfermedad de Parkinson y a pesar de ello no puede vivir sin cantar; Laura usa el karaoke para afrontar el dolor por la muerte de su hijo; mientras que Karl ha instalado un karaoke en su garaje donde canta junto a sus amigos y algunos clientes, mientras intenta buscar una pareja a través de aplicaciones de móvil que no entiende. De alguna manera, Karl es el personaje más "Kaurismaki" de toda la película. Pero Einari Paakkanen consigue evitar profundizar en el drama para construir una película que, ante todo, transmite una profunda melancolía, subrayada por el entorno invernal y oscuro de pueblos pequeños finlandeses. El documental tiene la capacidad de hacer entrañables a estos personajes a través de las interpretaciones musicales de sus protagonistas, como la desidia del trabajo de la que se liberaban los trabajadores del cortometraje Lonely rivers (Mauro Herce, 2018) cuando cogían el micrófono. Se podría decir que los personajes de Karaoke Paradise están especialmente escogidos para reflejar ese tono melancólico que tiene la película, pero su elección sirve también para mostrar las cicatrices del trauma y la incomunicación. Eso sí, no podemos perdonar que en una película sobre el mundo del karaoke no aparezca ninguna canción de ABBA.
BURNING LIGHTS
En el cine de Maxime Martinot (1989, Francia) hay siempre diferentes capas de lectura, como ya mostraba en su cortometraje Antelopes (2020), seleccionado en los festivales españoles Mecal y L'Alternativa, que utilizaba un texto de Marguerite Duras y unas imágenes de antílopes siendo cazados para reflexionar sobre la sobrevigilancia a la que estamos sometidos. El mundo animal es de nuevo el eje central de Olho animal (Maxime Martinot, 2022), una película heterogénea que va circulando por diferentes caminos para establecer una reflexión sobre la relación entre los humanos y los perros. Por un lado, hay un planteamiento metacinematográfico sobre un director, interpretado por el actor Hugues Perrot, que comienza a rodar, aprovechando sus viajes de Britania a Lisboa y viceversa, una especie de diario en forma de película a través de la mirada de los perros. Él se llega a denominar como un "cineasta perro" cuando entabla contacto con una productora portuguesa, a la que interpreta Raquel Schefer, que le propone filmar sus propias conversaciones en cuanto a la construcción de esta película. El objetivo es analizar la dependencia de los humanos con los perros, y de los perros con los humanos, a través del punto de vista de la etología, el estudio del comportamiento animal, para extraer el verdadero sentido a esa mirada que desprende honestidad en los caninos.
Esta representación del proceso de filmación, que divide a Olho animal en episodios dedicados al guión, la filmación o la edición, establece una conexión con las otras representaciones de los perros en el cine, y de ahí surge la segunda capa narrativa de la película, que utiliza fragmentos de cientos de películas que a lo largo de la historia han mostrado la interrelación perro-humano, desde El caballo de hierro (John Ford, 1924) hasta Space dogs (Elsa Kremser, Levin peter, 2019), pasando por Los olvidados (Luis Buñuel, 1950) o El disputado voto del Sr. Cayo (Antonio Giménez-Rico, 1986), que nos lleva precisamente a una reflexión sobre la relación entre realidad y la ficción. Los perros que aparecen en todas esas escenas no estaban actuando, sino viviendo una experiencia real, lo que de nuevo nos conduce al concepto de honestidad. Igual que se refleja en la actitud de nuestras mascotas cuando los humanos nos empeñamos en capturar interminables momentos de su comportamiento, en una especie de necesidad enfermiza por analizar cómo duermen, cómo juegan, cómo comen, cómo sueñan... De alguna forma, es una manera de capturarlos para siempre, ante la inevitabilidad de la muerte. Surge así el recuerdo de algunos perros del director, su forma de acercarse a la cámara en algunos casos y de huir de ella en otros, dependiendo de la personalidad de cada uno de ellos. Pero también surgen las emociones. Hay una secuencia particularmente conmovedora para los que tenemos mascotas que se refiere a la ausencia, remarcada por esa experiencia casi religiosa que es el Adagio para cuerdas (1936) de Samuel Barber, una pieza que el crítico del New York Times Olin Downes calificó como una "música honesta, de un músico honesto". Y es esa misma honestidad la que desprende la mirada animal.
Otra de las películas que establece una línea delgada entre la ficción y el documental es Far away eyes (Wang Chun-Hong, 2021), una historia que también habla de la ausencia a través de un protagonista, interpretado por el mismo director, que se cruza con una antigua novia (Chen Yi Ting), lo que le provoca una profunda reflexión sobre su pasado y lo que viene en un futuro incierto después de cumplir los treinta años y sin tener estabilidad laboral. El director construye así una autoficción sobre el paso del tiempo, que está muy presente en escenas aparentemente cotidianas, en las que se relaciona lo viejo con lo nuevo, lo desechable con lo novedoso. Como cuando ella acude a una tienda de antigüedades donde compra una vieja cámara de fotos para captar algunas imágenes de su último día en Taiwán, porque está a punto de iniciar un viaje solo de ida, o cuando él acude a un garaje para reparar su motocicleta, pero el mecánico le dice que será más caro arreglar esa vieja moto que comprarse una de segunda mano. El protagonista se empeña en afrontar el gasto del arreglo, incapaz de deshacerse de ese vehículo que le ha acompañado durante los últimos cinco años. Es también una manera de asirse al pasado que ahora le obsesiona.
La película captura en una magnífica y casi onírica fotografía en blanco y negro la atmósfera de Taiwán, reflejando el talento como fotógrafo del director Wang Chun-Hong, que elabora una especie de continuación de su mediometraje Double reflection (2018), otra propuesta en blanco y negro en la que él mismo se enfrentaba a su juventud. De alguna forma, son dos películas complementarias que afrontan parecidas obsesiones en torno al paso del tiempo, pero en este último caso hay también un trasfondo más político. La acción transcurre durante las elecciones presidenciales de 2020, en las que se dilucidaba la relación futura de Taiwán con China, y que finalmente ganó la presidenta Tsai Ing-wen con una amplia ventaja frente al candidato pro-chino Han Kuo-yu. Este horizonte de independencia frente a las amenazas sirve como un trasfondo adecuado a la incertidumbre que vive el protagonista sobre su futuro. Mientras, la película va adoptando una mirada sobre sí misma, cuando les vemos a él y a ella que parecen estar mirando en una sala de cine la misma película que nosotros estamos viendo, el reflejo de la luna en el agua (la vida que pasa) de una manera casi insistente, buscando alguna forma que refleje algo más allá del propio reflejo, como en otra escena en la que el director se detiene en una gota de agua que cae por un cristal. Hay una búsqueda constante de la imagen perfecta y una mirada curiosa por lo que deparará el futuro.
COMPETICIÓN CORTOMETRAJES Y MEDIOMETRAJES
La relación entre los humanos y los animales están reflejada con todas sus contradicciones en Churchill, polar bear town (Annabelle Amorós, 2021), que participó en la competición nacional del Festival de Clermont-Ferrand y que ha obtenido el Premio de la Juventud en Visions du Réel. El reflejo de esta compleja relación se encuentra en el pequeño pueblo de Churchill, en la costa de la Bahía Hudson de Canadá, donde cada año los osos polares hacen su aparición en su camino migratorio, entre los meses de octubre y noviembre. Esto ha convertido a la ciudad en un reclamo turístico del que sus habitantes sacan provecho, pero al mismo tiempo resulta un peligro notable porque los osos se acercan a Churchill hambrientos por la migración, y atraídos por los olores de los restaurantes y la basura. De forma que existen patrullas durante todo el día y la noche que avisan con sirenas de la presencia de osos en la zona, para que todos los vecinos se encierren en sus casas. La directora transmite bien esta contradicción entre el beneficio económico que suponen los osos y el peligro de su presencia, a través de una fotografía en tonos azulados que a veces parece reflejar la atmósfera de una película de terror, y que oculta la presencia de estos animales hasta bien avanzado el metraje, como una amenaza invisible que puede aparecer en cualquier momento.
El documental comienza con una entrevista a una mujer que fue atacada por un oso, que literalmente le arrancó parte del cuero cabelludo de un zarpazo, lo que contrasta con las imágenes de los turistas que buscan desesperadamente el encuentro con los osos polares. Peligro y riqueza, miedo y curiosidad, una extraña dependencia que surge de la incomprensible decisión de establecerse en un lugar como ese. Pero la convivencia de los habitantes de Churchill con los ansiados y al mismo tiempo temidos visitantes se ha normalizado y la estrategia actualmente es más de disuasión (hace años los guardas directamente disparaban a los osos). "En Winnipeg se dice que puedes saber si alguien es de Churchill porque siempre miran con atención antes de doblar una esquina".
La escritora norteamericana Marianne Wiggins, finalista del Premio Pulitzer, sufrió en 2016 un derrame cerebral que la obligó a compartir su vida con su hija, la fotógrafa Lara Porzak. El cortometraje Marianne (Rebecca Ressler, Lara Porzak, 2022) es el resultado de aglutinar numerosas horas de grabación durante los cinco años en los que la escritora ha estado creando su última novela, Properties of thirst (2022), una saga familiar que tiene previsto publicarse en Estados Unidos el próximo mes de agosto. La mayor parte del material que aparece en este documental de 28 minutos procede de las grabaciones en las que su hija ayuda a la escritora a poner en orden las ideas de su relato, mientras recuerda con ella algunos aspectos del pasado. No parece que tenga mucho interés, sin embargo, en hablar de su matrimonio con el escritor Salman Rushdie, que se produjo un año antes de que fuera amenazado de muerte por el Ayatollah Jomeini tras la publicación de Los versos satánicos (1988, Ed. Debolsillo). Y aunque en algunas entrevistas Marianne Wiggins afirmó que ya tenían previsto separarse antes de las amenazas, decidió compartir la vida escondida junto a Rushdie hasta que finalmente se divorciaron en 1993.
En Marianne no se habla mucho de eso y de hecho Lara Porzak (1967, Estados Unidos) tampoco insiste en ello, pero sí hay referencias a una intensa vida amorosa de la escritora, mencionando nombres cuyos apellidos se ocultan. El documental ha logrado el Premio de la Juventud como Mejor Cortometraje en Visions du Réel, se presenta esta semana en el Festival canadiense Hot Docs y a poco que consiga cierta repercusión, tiene la suficiente calidad y los ingredientes necesarios para llegar a las nominaciones de los Oscar. Porque refleja la relación estrecha entre madre e hija, a veces tensa por el cansancio que provoca ser una persona dependiente y ser su cuidadora, y el proceso artístico complejo que lleva a una persona con capacidades limitadas, a construir una historia compleja en forma de ficción histórica. Se transmite asimismo una conmovedora complicidad materno-filial, al mismo tiempo que se muestran momentos de desinhibición que provoca la enfermedad y el paso del tiempo. Pero sobre todo resulta admirable la valentía con la que la profunda intelectualidad de una escritora como Marianne Wiggins, aborda con dignidad las ineludibles consecuencias de una enfermedad que provoca, precisamente, la pérdida progresiva del talento creativo.
NATIONAL COMPETITION
Finalmente, el cortometraje ganador del Premio del Jurado en la Competición Nacional ha sido Fuku nashi (Julie Sando, 2022), que surge del reencuentro de la directora con su abuela en Japón después de un hecho trágico y que en cierta manera se trata de una autoficción que funciona como un regreso a unos orígenes que no han sido del todo aceptados. Sin tener grandes rasgos orientales, Yukie ha preferido no hablar en Suiza sobre sus orígenes japoneses, como una renuncia a la identidad de la que proviene. Pero el regreso a la casa de la abuela, una anciana que prefiere los silencios a las palabras, supone también la asimilación de una personalidad que ha sido negada en vez de asumir su condición de fusión cultural. Se trata de un hermoso cortometraje, que se regocija en ese ambiente hogareño lleno de plantas que son la principal distracción de la abuela, una especie de jardín que representa el regreso al origen. Y un encuentro entre dos soledades diferentes, la que han obligado a la abuela las circunstancias que la han rodeado a lo largo del tiempo, y la que ha asumido Yukie al rechazar una parte de su identidad.
Space dogs se puede ver en Filmin.
El disputado voto del Sr. Cayo se puede ver en FlixOlé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario