Todavía en la primera semana de mayo se mantiene el relato de la noticia que convulsionó el mundo de las plataformas durante el mes de abril: la primera caída de suscriptores en Netflix desde 2011, lo que ha hecho desplomarse sus acciones en Bolsa, aunque la pérdida de 200.000 suscriptores en los primeros tres meses del año no es una cifra especialmente notable frente a los 220 millones que tiene en todo el mundo. La crisis provocada por Rusia también ha supuesto la renuncia a un crecimiento que estaba previsto fuera de unos 500.000 nuevos suscriptores en un país en el que las empresas occidentales han cerrado sus negocios, pero lo peor son las previsiones de la propia Netflix respecto a la pérdida de 2 millones de suscriptores este año. Las razones tienen que ver con el fin de la pandemia, el ahorro de las familias y el aumento de los precios de la plataforma, que tiene los planes más caros de todo el mercado. Y, por supuesto, la entrada con fuerza de HBO Max, Disney+, Paramount+ y Apple tv+, que ha provocado una reubicación de los usuarios y una saturación de producciones audiovisuales que no permiten ser consumidas por los espectadores.
Netflix también ha ido cavando su propia tumba en los últimos años, con estrategias equivocadas y objetivos no alcanzados. El hecho de que la primera plataforma de streaming que ha logrado ganar el Oscar a Mejor Película haya sido Apple tv+ con CODA (Sian Heder, 2020), después de los numerosos intentos que ha hecho Netflix durante muchos años, desde Roma (Alfonso Cuarón, 2018) hasta El poder del perro (Jane Campion, 2021), pasando por El irlandés (Martin Scorsese, 2019), parece que pocos se han tomado en serio a Netflix como una productora de Hollywood, mientras que Apple tv+ ha recibido, a golpe de talonario (pagó 25 millones de dólares por los derechos de la película tras su paso por Sundance 2020, cuando hasta el momento no se había superado la cifra de los 10 millones), se ha ganado el honor de ser considerada como una plataforma de calidad. En un reportaje reciente de Hollywood Reporter (27/4/2022), se apunta a la salida de Cindy Holland en 2020, vicepresidenta de contenido y responsable de apoyar éxitos como House of cards (Netflix, 2013-2018) y Gambito de dama (Netflix, 2020), como una influencia importante en un cambio de estrategia que primaba la cantidad sobre la calidad, encabezado por su sustituta Bela Bajaria, con la que parece que se vivieron enfrentamientos sonoros en los pasillos de la compañía. Ted Sarandos apoyó a esta última y comenzaron a tomarse decisiones que parecen haber influido en la pérdida de suscriptores y en la mala imagen de la empresa, como seguir apoyando al cómico David Chapelle tras sus controvertidas referencias homófobas y sexistas.
Pero quizás lo más relevante está en lo que suponen estas cifras como colapso de un modelo de negocio basado casi exclusivamente en el aumento del número de suscriptores, que ha planteado serias dudas sobre si éste es el camino más adecuado de cara al futuro. Incluso algunas de las nuevas plataformas no parecen tan interesadas en la captación de suscriptores como principal objetivo, sino en mantener la fidelidad de los que tienen, aunque también está por ver si este modelo resulta sostenible. No se sabe aún cuál será la estrategia de Netflix para superar esta crisis que parece que se va profundizando cada vez más (esta misma semana varios de sus accionistas demandaron a la compañía por violación de las leyes de valores al sentirse engañados después de que se les informara a comienzos de año de que habría un crecimiento más lento, no de que se estaban perdiendo suscriptores). Pero la persecución de las cuentas compartidas no parece que sea la estrategia más adecuada para mantener la fidelidad de sus usuarios.
Como de costumbre, ha habido algunas decepciones este mes, en el que ha coincidido el regreso de dos series que exploran las problemáticas mentales a través de elementos de ciencia-ficción y viajes en el tiempo, como son Russian doll (Netflix, 2019-) y Undone (Prime Video, 2019-) cuyas segundas temporadas se han revelado como mucho menos ricas en ideas y mucho más innecesarias de lo que hubiéramos querido. Tampoco nos ha convencido el final de Peaky blinders (BBC, 2013-), que en su exploración del proceso de duelo y la tragedia de un destino inexorable, se ha perdido en soliloquios y secuencias musicales que han domesticado a los personajes. Pero entre marzo y abril se han estrenado algunas de las mejores series del año, consolidadas en nuevas temporadas que ya se han confirmado.
Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.
Apple tv+, 18 de febrero-8 de abril
Creada por Dan Erickson
Dirigida por Ben Stiller, Aoife McArdie
En esta profunda crisis que viven las plataformas, la apuesta por la calidad puede consolidarse frente a la cantidad, y en ese sentido Apple tv+, que algunos medios norteamericanos califican como "la plataforma que nadie ve", viene ofreciendo en estos últimos meses algunas de las mejores producciones del momento, encabezadas con la que es considerada como una de las revelaciones del año (otra cosa es cuántos espectadores han tenido acceso a ella, al menos de forma legal). De hecho, la serie ha generado una dinámica en redes sociales, especialmente en foros de reddit, que no es nada habitual para una producción de estas características. Pero Separación (Apple tv+, 2022-) tiene en su condición de thriller distópico perfectamente estructurado un potencial que no se puede negar. Durante la proyección especial del último episodio de la temporada en Los Angeles, Judd Apatow ejerció como moderador de una charla con los creadores de la serie y comentaba: "Vale la pena ver 10.000 horas de mierda para encontrarse con una obra maestra como ésta" (suponemos que incluía también la propia mierda que él ha dirigido para Netflix titulada La burbuja (Judd Apatow, 2022)). En todo caso, efectivamente Separación parece haber conseguido esa conjunción de elementos brillantes que conforman una gran obra artística. Desde un guión espléndido firmado por Dan Erickson, en su sorprendente primer trabajo, hasta la concepción visual de Ben Stiller, que se ha confirmado como un excelente director en esta faceta de su carrera, que ha dado interesantes propuestas como la película La vida secreta de Walter Mitty (2013) o la infravalorada serie Fuga en Dannemora (Showtime, 2018). Sin olvidar una sobresaliente banda sonora compuesta por Theodore Shapiro que hemos comentado en nuestro blog.
Esta propuesta distópica parte de una original idea sobre una gran corporación llamada Lumon que ofrece la posibilidad de disociar el trabajo de la vida privada, de forma que los individuos innies no se acuerdan de nada de su vida real, mientras que los individuos outis no tienen la más mínima idea de en qué consiste su trabajo (la traducción española como dentris y fueris parece sacada de un chiste). El planteamiento es de entrada interesante, pero está rodeado de una puesta en escena minimalista y de una construcción de thriller que resulta adictivo desde el episodio Good news about hell (T1E1). Esta fórmula supuestamente ideal de conciliación laboral sin embargo esconde secretos que se van revelando en el desarrollo de una trama que siempre encuentra puntos de interés y que hace un uso magistral del cliffhanger. Al margen de la propia historia la serie está llena de detalles que la alimentan, y que también han ido generando discusiones y debates en las redes sociales: la visión cenital del complejo de Lumon tiene la forma de un cerebro, el propio aspecto retrofuturista de las oficinas, el uso de una secuencia de videojuego que también hace referencia a los juegos clásicos como King's Quest V (1990, Sierra Online)... llenan la pantalla de relaciones con el mundo cibernético que la hacen más atractiva en su desarrollo.
Mención aparte merecen algunos episodios sobresalientes como Defiant jazz (T1E7) o The we we are (T1E9), el trepidante final de temporada que está dotado de un ritmo y de un suspense espléndidos y que, curiosamente, revela menos información de la que en principio se podría esperar (a otras series se las suele criticar cuando no hay grandes revelaciones al final de temporada), pero que queda solventada con el excelente ejercicio de thriller que construye Ben Stiller como director. No hay que olvidar que tres de los episodios de la serie también están dirigidos por Aoife McArdie, directora de videoclips y del interesante thriller Kissing Candice (2017). Pero la historia se queda perfectamente situada de cara a una segunda temporada ya confirmada por Apple tv+, aunque es fácil imaginar que los responsables ya tenían la confirmación previamente. Otro de los elementos destacados que inciden en la notoriedad de la serie es un reparto perfectamente equilibrado entre grandes actores como John Turturro y Christopher Walken junto a intérpretes que se mueven fuera de sus zonas de confort como Adam Scott y Patricia Arquette, que ha sabido adoptar en su madurez la creación de personajes dotados de cierta oscuridad. Separación es sin duda una de las revelaciones de este año, y consolida la línea de producciones de calidad frente a la cantidad que parece seguir la plataforma Apple tv+, pero su opacidad informativa impide saber cuál ha sido el alcance real de la serie en número de espectadores.
HBO Max, 2 de marzo-29 de abril
Creada por Pamela Adlon, Louis C.K.
Dirigida por Pamela Adlon
A lo largo de sus cinco temporadas, la comedia Better things (FX, 2016-2022) ha demostrado que la unidad familiar es un complejo universo lleno de inseguridades, de deseos frustrados, de remordimientos, pero también de felicidad, de unión y de solidaridad. Y el hecho de que esta quinta temporada se haya planteado sabiendo que iba a ser el cierre definitivo le permite elaborar una despedida que casi alcanza la perfección, y que adopta un concepto "galáctico" sobre el lugar que ocupa la familia no ya en nuestra sociedad, sino en el universo. Por eso la temporada comienza y acaba con un homenaje a The Monty Python y su película El sentido de la vida (Terry Jones, Terry Gilliam, 1983), abriendo el episodio Fuck Anatoly's mom (T5E1) con "Galaxy song", que es toda una declaración de principios sobre la improbabilidad de la existencia: "Cuando te sientas pequeño e inseguro recuerda, qué asombrosamente improbable es tu nacimiento". La idea del renacimiento es una constante a lo largo de esta temporada, quizás la mejor de todas, desde el momento en que una estatua que ha estado presente de diferentes formas a lo largo de la serie se rompe en el primer episodio. Y esta referencia a que todo cambia, a la inevitabilidad de la desaparición, conecta con el mundo de los recuerdos y los orígenes, como cuando Sam (Pamela Adlon) y su hermano Marion (Kevin Pollak) intentan conseguir información sobre sus antepasados, encontrando alguna sorpresa.
Este renacimiento fue vivido por la propia serie después de que su co-creador, Louis C.K. fuera despedido por FX tras admitir las acusaciones que había recibido por conducta sexual inapropiada. No solo porque dejó a la serie en plena preproducción de la tercera temporada en un momento de incertidumbre, sino porque la propia Pamela Adlon acabó despidiendo también a su manager y co-productor Dave Becky, al revelarse que había ayudado a ocultar las acusaciones contra Louis C.K.. Así que la actriz, que ya había dirigido todos los episodios durante la segunda temporada, siguió asumiendo este trabajo al mismo tiempo que sustituyó a Louis C.K. al frente del equipo de guionistas. Este renacimiento de la serie dejó a un lado el personaje como una madre soltera madura que busca rehacer su vida amorosa, centrándose más en la relación con sus hijas y con su propia madre. Y Better things pudo perder la brillantez de los diálogos característica de Louis C.K., pero ganó en humanidad y se deshizo de ese mantra de la búsqueda constante de un compañero sentimental que se le adjudica a las mujeres, convirtiéndose en una especie de comunidad eminentemente femenina que saludaba y despedía a un ramillete de personajes que entraban y salían de sus vidas.
Quizás por tratarse de una temporada post-covid, rodada durante el confinamiento, la presencia de la muerte está muy presente a lo largo de estos episodios, y de hecho prácticamente se le dedica el espléndido Ephemera (T1E4), que comienza con Phyllis (Celia Imrie) hablando con sus amigas por videoconferencia sobre cómo han ido muriendo sus viejos conocidos: "Parece como si hubiera un asesino en serie suelto", y que tiene una escena central con Sam y su hija Frankie (Hannah Riley) en el cementerio Hollywood Forever, un lugar de culto a las grandes estrellas de cine enterradas allí como Hattie McDaniel, Joan Hackett, Mickey Rooney, Judy Garland y hasta el perro Toto de El mago de Oz (Victor Fleming, George Cukor, Melvin Leroy, 1939). Es un hermoso episodio que habla de las relaciones entre generaciones, que a veces no se entienden entre sí, como cuando Frankie intenta que Sam comprenda el uso de los pronombres para definir la identidad de sus amigos, lo que ella se toma a broma: "Mi pronombre es gorda y trans-gorda". Pero sobre todo regresa a la presencia de los fantasmas del pasado en nuestras vidas, tan constante en la serie.
Better things es una autoficción de Pamela Adlon. Ella misma es madre soltera, tiene tres hijas y una madre con la que tiene una relación especial, y en esta temporada también se afronta la decisión de Sam de dar el paso a la dirección en detrimento de su faceta como actriz. La propia Pamela Adlon ha ido evolucionando como directora, desde un estilo muy influido por John Cassavetes hasta la introducción de pequeños momentos de fantasía y magia, que consiguen transmitir los pequeños detalles de un entorno familiar que a veces resulta tan insoportable y cruel en las relaciones entre sus miembros, pero que al fin y al cabo es el círculo vital en el que apoyarse y refugiarse. Pero no solo de las familias identitarias, sino también de las que escogemos, como la forma en que Rich (Diedrich Bader) adopta una cierta figura paternal, especialmente con Max (Mikey Madison), al que ella confiesa secretos que ni siquiera comparte con su madre. Debido al confinamiento y el hecho de que la actriz británica Celia Imrie no pudo desplazarse a Estados Unidos para rodar (ella no viaja en avión y no había trayectos en barco durante la pandemia), todo el equipo se trasladó a Londres, donde se reconstruyó la casa de Sam y sus hijas. Eso también sirvió para elaborar uno de los mejores episodios de la serie, el nostálgico England (T5E9) en el que la familia al completo regresa a los lugares donde Phyllis vivió su infancia, y que contiene algunos momentos maravillosamente evocadores como esa escena en la que Duke (Olivia Edward) ve alejarse a su abuela mientras suena el melancólico tema central del album Head of roses (2021, Sub Pop Records) segunda publicación de la artista Jess Wassner bajo el nombre Flock of Dimes, en la que afronta el sentimiento de soledad. Y resulta más emocionalmente cercano el final de este episodio, con Phyllis cantando en un pub inglés una canción sobre decir adiós, que el más optimista pero también más tópico número musical del cierre definitivo de la serie en We are not alone (T5E10), el único episodio que la directora firma como Pamela Segall Adlon, recuperando el apellido de su padre. El viaje que nos ha propuesto Better things a lo largo de estas cinco temporadas ha sido hermoso y emocionante, y culmina con un canto al sentido de la vida.
Movistar+, 3 de marzo-14 de abril
Creada por Brian Koppelman, David Levien
Dirigida por Allen Coulter, Daniel Gray Longino, John Dahl, Zetna Fuentes
A lo largo de este año se ha producido una coincidencia de series enfocadas en algunas figuras del mundo de las finanzas que formaron parte, para bien o para mal, del crecimiento de las nuevas tecnologías a principios de 2000, algunos de ellos gurús de corporaciones que consiguieron valoraciones multimillonarias con estrategias más que discutibles, y en otros casos directamente timadores que elaboraron auténticos planes de enriquecimiento aprovechando las vulnerabilidades del sistema financiero. En la irregular ¿Quién es Anna? (Netflix, 2022) se trataba de dilucidar qué llevó a la estafadora Anna Delvey a conseguir engañar a los principales estamentos financieros de Nueva York, y en otras propuestas más logradas que comentamos este mes se desgranan las bases del nacimiento de compañías deficitarias como WeWork o Uber, o simplemente fraudulentas como Theranos. Casi todas tienen planteamientos diferentes y atractivos, ofreciendo, por un lado, una representación de la burbuja tecnológica de Silicon Valley menos brillante de lo que parecía, y por otro una reflexión sobre un sistema en el que las principales agencias de inversión tomaban decisiones más que dudosas, especialmente Benchmark, que estuvo presente de forma activa tanto en WeWork como en Uber. La última propuesta de Brian Koppelman y David Levien, que llevan años desgranando el mundo de las altas finanzas en Billions (Showtime, 2016-) es la serie antológica Super pumped (Showtime, 2022-), que cada temporada estará dedicada a una gran corporación económica.
El primer protagonista es Travis Kalanick (Joseph Gordon-Levitt), uno de los fundadores y CEO en la primera etapa de Uber, una empresa planteada como una revolución en el sector del transporte público que, de hecho, lo fue en cierta medida pero sin conseguir nunca ser una empresa rentable. Un artículo de BBC se preguntaba, antes de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus, "Cómo es posible que Uber sobreviva con pérdidas de 1.500 millones de dólares y sin nunca haber obtenido beneficios" (BBC, 6/11/2019). Parte de la respuesta se puede encontrar en esta serie presentada en tono de comedia que tiene como protagonista a un megalómano que en las entrevistas de trabajo preguntaba a los aspirantes si eran lo suficientemente capullos como para merecer trabajar con él. Mucho más interesante que la última temporada de Billions, la serie es una propuesta lograda sobre el funcionamiento del mundo de las finanzas que no deja títere con cabeza, utilizando un tono de comedia extravagante aportada principalmente por la voz como narrador de Quentin Tarantino.
El retrato de Travis Kalanick no es desde luego halagador, pero tampoco lo es el de Bill Gurley (Kyle Chandler), principal inversor de la firma de capital de riesgo Benchmark que apostó por Uber al comienzo, y la única que de hecho ha conseguido auténticos beneficios de la empresa. Recientemente se anunció que Bill Gurley está preparando su salida de Benchmark (The Wall Street Journal, 22/4/2022). Tampoco queda muy bien parada la millonaria Arianna Huffington (Uma Thurman), que aparece por primera vez en el divertido episodio Tetuber (T1E4) creadora de The Huffington Post, "una web de noticias e información cultural donde los creadores de contenidos no cobraban una puta mierda", nos aclara Quentin Tarantino. Ella se convirtió en una de las principales aliadas de Travis Kalanick frente a sus continuas disputas con la junta de inversores, hasta que finalmente también le traicionó. La serie tiene ritmo y destila por todos lados muy mala uva, lo cual se agradece, aunque provoque que los personajes sean retratados más cerca de la caricatura. Especialmente notable es el episodio La ofensiva del engaño (T1E5), en el que Travis es sometido a un interrogatorio por parte de Eddy Cue (Rob Morrow) y Tim Cook (Hank Azaria), vicepresidente y presidente de Apple, cuando se plantean la posibilidad de borrar la aplicación de Uber de la App Store, que es un compendio en forma de episodio botella de algunas de las acusaciones que se han hecho a lo largo de los años a la gestión de Uber, entre ellas abuso sexual, sexismo y fraude. Algo más discutible es el monólogo final de Travis Kalanick que en cierta manera parece pretender que el espectador se sienta cómplice de que existan personajes como él en el mundo de la industria tecnológica. La serie antológica ya ha sido renovada para una nueva temporada que estará dedicada al desarrollo de Facebook, basada en el libro aún no publicado del periodista Mike Isaac, de The New York Times, autor del libro Super pumped: La batalla por Uber (2019, Ed. La Catarata), en el que se basa la primera temporada. Resulta curioso, teniendo en cuenta que esta serie parece tener como referencia constante a la película La red social (David Fincher, 2010), centrada precisamente en la figura de Mark Zuckerberg.
Movistar+, 14 de marzo-25 de abril
Creada por Adam Kay
Dirigida por Lucy Forbes, Tom Kingsley
Entre tantas producciones centradas en el entorno de los hospitales, ésta es una de las propuestas más inteligentes, cínicas y divertidas sobre cómo funcionan los sistemas públicos sanitarios, especialmente en el servicio de urgencias de una maternidad londinense. Con la presencia del siempre acertado Ben Whishaw como anfitrión de esta tragicomedia médica, la serie aborda muchas problemáticas relacionadas con el estado psicológico al que conducen la presión y la tensión de las numerosas horas enfrentándose a las problemáticas de los pacientes, desde un simple parto hasta la extirpación de un objeto introducido dentro de una vagina con propósitos maritales. La historia está basada en las exitosas memorias que el escritor Adam Kay publicó en el libro Esto te va a doler: El diario secreto de un médico residente (2017, Ed. Planeta), que él mismo ha adaptado a la televisión con acierto. La experiencia del médico residente Adam (Ben Whishaw), en la sala de obstetricia y ginecología es mucha veces satisfactoria, pero también extenuante en el continuo enfrentamiento a los problemas administrativos, la falta de recursos y la escasez de personal cualificado. Hay una actitud de prepotencia en la forma en que el director del centro Sr. Lockhart (Alex Jennings) trata a Adam, pero esta misma prepotencia se extiende a la forma en que Adam trata a sus subalternos, especialmente a la recién llegada Shruti (el primer trabajo en televisión de la comediante Ambika Mod), pasando a formar parte de una dinámica que se extiende desde arriba hasta abajo.
Al margen de los comentarios irónicos del protagonista, que no tienen nada que envidiarle al Dr. House, hay algunos aspectos que destacan especialmente en esta serie frente a otras propuestas, como la representación visualmente desagradable de los partos en situaciones que a veces rozan el absurdo, como cuando una de las madres quiere comerse la placenta. Pero también hay una capacidad admirable para mezclar los momentos más divertidos con los más dramáticos, que de algún modo proviene del trabajo de dirección de Lucy Forbes, responsable de los cuatro primeros episodios, que ya destacó en este aspecto en la primera temporada de In my skin (Filmin, 2018-2022), y de Tom Kingsley, que lleva la batuta en los tres complicados últimos episodios después de haber dirigido las dos primeras temporadas de Fantasmas (Movistar+, 2019-). La capacidad de ambos para la comedia se hace evidente en la fluidez en que el ingenioso guión es trasladado a la pantalla, pero Kingsley aborda los momentos más críticos, en los que tiene que establecer un equilibrio mayor entre el drama y la comedia, cuando el mundo personal y profesional de Adam parecen derrapar por una pendiente sinuosa. El espléndido Episodio 6, en el que el protagonista prueba las mieles (y los sinsabores) de la medicina privada, mientras Shruti se enfrenta sola a su madurez como médica, tiene mucho que decir sobre el balance que nuestras sociedades hacen sobre cuales son las virtudes de uno u otro sistema.
La historia está ambientada en el año 2006, antes del Brexit y antes de una pandemia que no hizo más que impulsar la progresiva privatización de los servicios públicos sanitarios británicos que han llevado a cabo los gobiernos conservadores de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson en los últimos años. De forma que, si la descripción de las carencias del Sistema Nacional de Sanidad inglés ya resulta llamativa, es difícil pensar a lo que se tienen que enfrentar los facultativos desde entonces. La llegada a mitad de temporada de la comadrona Miss Houghton (Ashley McGuire) es otro de los aciertos de la serie, porque tiene el tono de ironía que aporta la experiencia en su trabajo, y sirve como guía para Shruti, mucho más que el propio protagonista de la historia, incapaz de equilibrar su vida profesional con su vida personal, cuya relación romántica con su novio Harry (Rory Fleck Byrne) solo es compartida con sus compañeros de trabajo en una desastrosa fiesta de compromiso. Si hay alguna producción dedicada al mundo de la medicina que merece la pena ser vista actualmente es esta pequeña joya que nos ofrece una visión de la sanidad sin anestesia.
HBO Max, 17 de marzo-14 de abril
Creada por Ellen Rapoport
Dirigida por Rachel Lee Goldenberg, Jake Schreier, Max Winkler, Carrie Brownstein, Craig Johnson, Natalia Leite, Stella Meghie
Posiblemente una de las series más agradables de ver entre los estrenos de estos dos últimos meses y, todo hay que decirlo, una de las menos publicitadas por HBO Max, aunque tiene confirmada una segunda temporada, es esta historia ambientada a principios de los setenta y creada por Ellen Rapoport, que hasta el momento había escrito los guiones de películas como Clifford, el gran perro rojo (Walt Becker, 2021), sobre Joyce (Ophelia Lovibond), una joven feminista de segunda ola, admiradora de Gloria Steinem, que tiene la idea de crear una revista para mujeres, pero solo encuentra como aliado al editor de revistas pornográficas Doug Lanetti (Jake Johnson). Dentro de esta moda de las series que recuperan el espíritu de décadas pasadas, Minx (HBO Max, 2022) consigue sacar partido de las posibilidades que ofrece el comienzo de la industria pornográfica mezclada con el nacimiento de las asociaciones feministas, conceptos que en un principio parecen contradictorios, pero que se fusionan en una compleja aunque equilibrada narrativa que tiene mucho que decir sobre la desinformación y el radicalismo ideológico. Y rompe con ironía algunos moldes como el de la representación de los genitales masculinos, todavía maquillados en muchas producciones, cuando en el casting de modelos para el primer número de la revista, en Not like a schvantz right in the face (T1E1), ya podemos ver más pollas que en el resto de la producción televisiva de este año: "No todas las salchichas son iguales. Las hay cortas, largas, gordas, chatas. Juguetonas, tímidas, cansadas, aburridas...".
Hay dos elementos que juegan a favor de una serie divertida y profunda: por un lado, la perfecta y ambiciosa recreación de unos años setenta plagados de revoluciones: la femenina, la racial, la hippie, la sexual... Y por otro lado la perfecta química que hay entre los personajes de Joyce y Doug, que no cae en el camino fácil de la atracción romántica, sino que establece una lucha de poder en la que ambos muestran sus imperfecciones, y sus equivocaciones están a punto de dar al traste con la relación laboral. Los chispeantes diálogos y el magnífico trabajo de Ophelia Lovibond y Jake Johnson contribuyen a establecer esta relación que juega muy bien con la personalidad confrontada de dos formas diferentes de enfocar la revista: una más interesada en formular sus propuestas periodísticas sobre la liberación de la mujer y otro más dedicado a promocionar la revista por el contenido pornográfico. El contexto también es importante, establecido por hechos reales como cuando el actor Burt Reynolds protagonizó el primer desnudo masculino publicado en una revista, al aparecer en Cosmopolitan en 1972, lo que provocó una auténtica conmoción en los medios de comunicación de la época y contribuyó a que un año después se publicara la primera revista con desnudos masculinos, Playgirl, una réplica de Playboy, en la que en parte está basada la serie. Aunque en todos estos casos los genitales masculinos aparecían siempre ocultos o cubiertos por un brazo o una mano.
Minx se propone como un viaje de descubrimiento en el que Joyce de alguna forma también descubre que sus ideales feministas a veces chocan con la realidad, sobre todo cuando, tras el éxito del primer número de la revista, no encuentra el apoyo que pensaba que tendría entre las representantes de los ideales femeninos como la escritora Victoria Hartnett (Hope Davis), autora del libro "Suffering suffragettes", un personaje ficticio pero que está basado en escritoras reales como Antonia Raeburn, que escribió "The militant suffragettes" (1973) o Christabel Pankhurst y su libro "Unshackled: The Story of How We Won the Vote" (1987). Aunque Joyce admira a Victoria, descubre con decepción que ella menosprecia el éxito de la revista Minx, en el episodio Oh, so you are the sun now? You're the giver of life? (T1E8), que establece la existencia de un cierto elitismo en el movimiento feminista. Hay un trabajo notable en el guión y la creación de personajes en esta serie que a veces tiene un tono que recuerda al de GLOW (Netflix, 2017-2019), y que se beneficia de secundarios tan atractivos como los protagonistas: la ayudante Bambi (Jessica Lowe), el fotógrafo gay Richie (Oscar Montoya), Shelly (Lennon Parham), la hermana de Joyce, o Tina (Idara Victor), la secretaria, socia y ocasional amante de Doug. Se establece una atmósfera de fantasía en unos años setenta en los que la subversión crea una especie de realidad alternativa que resulta radicalmente atractiva.
Apple tv+, 18 de marzo-22 de abril
Creada por Drew Crevello, Lee Eisenberg
Dirigida por Glenn Ficarra & John Requa, Cory Finley, Tinge Krishnan, Shari Springer Berman & Robert Pulcini
Quizás el mejor ejemplo de las absurdas intrigas del mundo financiero sea el caso de la empresa WeWork, nacida en 2008 de la mano de Adam Neumann y Miguel McKelvey, como un servicio de alquiler de oficinas de coworking, pero que sufrió un colapso en 2019 cuando hizo el primer intento de cotizar en Bolsa sin conseguirlo. Básicamente, porque cuando las finanzas se hicieron públicas se descubrió que había sido sobrevalorada. El inversor Softbank le dio un valor de 47.000 millones de dólares, mientras que, tras la revisión de sus cuentas, la valoración real de la empresa disminuyó hasta los 10.000 millones dólares, casi un quíntuplo menos. Junto a otras corporaciones deficitarias como Uber o Lyft, WeWork había sido durante mucho tiempo una empresa que gastaba más que ganaba, lo que provocó la dimisión forzada de su co-fundador. En la actualidad, WeWork sigue funcionando controlada por Softbank, justamente el grupo inversor japonés que la sobrevaloró, y en 2021 finalmente salió a Bolsa con un valor estimado de 9.000 millones de dólares, después de algunas fusiones con otras empresas. Tras la crisis de la pandemia, que obligó a cerrar muchas oficinas, pero también sirvió para seguir reduciendo gastos, WeWork anunció que a finales de 2021 conseguiría rentabilidad, pero finalmente no fue así, debido a que la reapertura está siendo más lenta de lo previsto.
Pero la virtud de esta serie, que está basada en el podcast WeCrashed (Wondery, 2020-2022) es que sus creadores Drew Crevello y Lee Eisenberg, este último ha sido guionista de The office (NBC, 2005-2010) y co-creador de la serie antológica Little America (Apple tv+, 2020-), es haber tomado la decisión de contar el desarrollo de WeWork centrándose principalmente en la relación entre Adam Neumann (Jared Leto) y Rebekah Paltrow Neumann (Anne Hathaway), dos personajes que en sí mismos ya resultan lo suficientemente interesantes como para sostener la historia. El gurú de origen israelí y la prima de la actriz Gwyneth Paltrow (cuya familia aportó la estabilidad económica que le permitió desarrollar la empresa), son dos personalidades complejas, que comparten cierto sentido espiritual de la vida, especialmente en la idea de convertir el ambiente empresarial en una especie de lugar de culto en el que el compromiso iba más allá de la simple relación laboral, más cercana a una gran familia, aunque cuando Adam Neumann fue obligado a dimitir no se preocupó mucho de este compromiso con los trabajadores que sufrieron las consecuencias de esa crisis. En este sentido, la serie profundiza más en los personajes como motor emocional de las decisiones equivocadas que toman, y que finalmente acaban afectando a su entorno laboral, como cuando Rebekah fundó WeGrow, una especie de escuela para pijos basada en ejercicios espirituales, que la serie retrata en Fortitude (T1E6).
Buena parte de la contundencia narrativa se sostiene en el trabajo de Jared Leto, últimamente muy certero en interpretar a personajes histriónicos que adoptan en cierta manera el sentido tragicómico del clown, y en algún momento su Adam Neumann recuerda al Paolo Gucci de La casa Gucci (Ridley Scott, 2021). Pero sobre todo de Anne Hathaway, que da vida a una Rebekah igualmente prepotente y frágil, que se resiste a permanecer en la posición secundaria que parece imponerle su marido, a pesar de que ella realmente no tiene madera de líder. El espléndido episodio Summer camp (T1E3), más centrado en ella, despliega todas las capacidades de Anne Hathaway para construir un personaje que al mismo tiempo resulta conmovedor y ridículo. Siguiendo el tono de humor que también se desprende del documental WeWork: Or the making and breaking of a $47 billion unicorn (Jed Rothstein, 2021), una película que contextualiza solo vagamente el crecimiento de este fiasco de magnitudes extravagantes, WeCrashed es básicamente una comedia jugosa sobre el mundo financiero seducido por un ególatra, y en algunos episodios tiene cierto parecido con Super pumped (Showtime, 2022) en cuanto a construcción y ritmo, como en The power of We (T1E7), en el que no parece casualidad que el actor Kelly AuCoin, uno de los intérpretes de Billions (Showtime, 2016-) interprete al profesor Scott Gallaway, que destapó el escándalo financiero de WeWork. De hecho, en el último episodio del podcast WeCrashed, que analiza el final de la serie, el principal invitado es Andrew Ross Sorkin, periodista económico de The New York Times y co-creador de Billions, que consiguió una entrevista exclusiva con el verdadero Adam Neumann. La serie tiene esa rara capacidad para construir unos protagonistas que elevan la propuesta por encima de otras parecidas.
Apple tv+, 25 de marzo-29 de abril
Creada por Soo Hugh
Dirigida por Kogonada, Justin Chon
Posiblemente la mejor serie del año hasta el momento, Pachinko tiene la virtud de construir una saga familiar eminentemente oriental con los elementos de la narrativa occidental, lo que Mike Hale llama en su crítica de la serie una "hollywoodización", en el New York Times, el mismo periódico que alabó sin reservas la "hollywoodense" saga escrita por Min Jin Lee Pachinko (2017, Ed. Quaterni). Tanto la escritora como la encargada de adaptar la novela, Soo Hugh, comparten su condición de estadounidenses con raíces coreanas, y también la compleja relación experimentada por sus propias familias entre Corea del Sur y Japón. De hecho, la aportación más destacada de la showrunner Soo Hugh, que desarrolló series como Invisibles (ABC, 2015) y escribió algunos guiones para la primera temporada de The terror (Prime Video, 2018-2019), ha consistido en no realizar una versión fiel, sino combinar la historia creada por Min Jin Lee con la de su propia familia, de forma que la serie contiene subtramas que no están en la novela, y deja a un lado muchos pasajes que formaban parte de la historia original. El cambio principal consiste en que, si la novela se desarrolla a lo largo de ocho décadas, desde 1910 hasta 1990, la adaptación se centra más en tres momentos principales: los años diez, los años treinta y finales de los ochenta, con la pandemia del SIDA, combinando las líneas temporales frente al relato cronológico que hace el libro.
Esta estructura poliédrica aporta interés a la forma de contar la historia que tiene como eje principal a Sunja (Minha Kim (1930) y Youn Yuh-Jung (1989)) y cómo su experiencia dramática a lo largo de los años, primero en Corea y después en Japón, ha ido conformando un entorno familiar que siempre ha tenido que afrontar dificultades, una especie de constante fatalidad que sin embargo es superada con resiliencia y pundonor. El personaje de Solomon (Jin Ha) en 1989, representa a esas nuevas generaciones que han conseguido sobrepasar, aparentemente, ese destino socavado por la tragedia, pero cuando regresa a Japón y encuentra a su antiguo amor Hana (Mari Yamamoto), parece imposible desprenderse de esa pesada losa existencial que acompaña a su familia, después de vivir su particular momento de epifanía en el Capítulo 4, que coincide con el regreso de Sunja a Corea (ambas liberaciones tienen al agua como poderosa fuerza de purificación). Es cierto que a lo largo de la serie hay personajes cuyo arco narrativo parece desdibujado, como el padre de Solomon, Mosazu (Soji Arai) pero es notable la fluidez con la que se establece este diálogo entre generaciones que acaba siendo hermoso y emocionante.
Pachinko es una de las producciones más caras de Apple tv+, no solo por su rodaje en diversos países y la reconstrucción de varias décadas, sino por la intervención de algunas de las estrellas más notables del cine coreano, entre ellas la ganadora del Oscar Youn Yuh-Jung, cuya familia perdió en los años treinta todas sus tierras debido a la ocupación japonesa. Uno de los aspectos más interesantes es el trabajo de dirección que se reparten dos cineastas coreano-estadounidenses: Kogonada, responsable de la notable película Columbus (2017) y más recientemente de la muy interesante After Yang (2021), aporta su visión de la amplitud de espacios, que recrea a la perfección los ambientes históricos, encargándose de los primeros episodios, más centrados en la adolescencia de Sunja, y sobre todo del espléndido Capítulo 7, que incorpora un trasfondo no incluido en el libro en torno al personaje de Hansu (Lee Min-Ho), que resulta revelador también en cuanto a la forma en que Japón trataba a los coreanos, con especial relevancia para el devastador terremoto de Kantō ocurrido en 1923 que arrasó la ciudad de Yokohama y otros distritos. Un episodio que rompe con la intro habitual de la serie y utiliza el formato 4:3 para enmarcar el momento histórico sin embellecerlo y al mismo tiempo acentuar la sensación claustrofóbica. Por otro lado, el también actor Justin Chon, que ha destacado como director en las películas Ms. Purple (2019) y la reciente Blue bayou (2021), que aporta una mayor cercanía emocional en la segunda mitad de la temporada, especialmente el emocionante final que incorpora una parte documental. No hay que olvidar el aspecto musical de la serie, desde ese comienzo vitalista con la canción "Let's live today" que popularizaron The Grass Roots y que se escucha en el Capítulo 8 versionada por el grupo de K-pop Leenalchi (en principio estaba previsto que la canción de la intro fuera un tema de The Rolling Stones, pero se descartó porque los derechos eran demasiado caros). Pero sobre todo por esa espléndida banda sonora de Nico Muhly que aporta calidez a la historia.
Para los amantes de las series que se desarrollan en el mundo juvenil, este mes hay tres propuestas que sobrepasan el nivel habitual de los estereotipos. Y hay que agradecer que RTVE se enfoque en propuestas educativas como HIT (RTVE Play, 2020-) y Ser o no ser (Playz, 2022-) que ofrecen una visión de la juventud mucho más abierta y desdramatizada, aunque la serie protagonizada por Daniel Grao es un compendio de las problemáticas juveniles. Creada por Coral Cruz, que ha trabajado como guionista en la primera temporada de Hierro (Movistar+, 2019-2021), esta historia aborda la identidad de género a partir del personaje de Joel (Ander Puig), un joven transexual que ha iniciado su proceso de tránsito de género y que en su nuevo instituto prefiere mantener en secreto para no tener que dar las explicaciones de siempre. De forma acertada, Coral Cruz circunscribe la acción en el instituto al interior de una clase de teatro, sin el habitual entorno de profesores y alumnos que suelen darse en otras series. Esta limitación, posiblemente provocada por el formato adaptado al concepto de producción de Playz, de seis episodios de 25 minutos (la propuesta original estaba formada por episodios de 45 minutos), contribuye sin embargo a enfocar la historia en los aspectos centrales, y utilizar el personaje de la profesora de teatro, Carmen (Emma Vilarasau) como la representante de la mirada adulta educativa dentro del mundo de estos adolescentes.
En este sentido, la serie simplifica la representación de los adultos a través de dos o tres personajes que reflejan también el punto de vista de las diferentes generaciones. Y sobre todo resulta interesante la relación del protagonista con su madre (Anna Alarcón), porque establece un paralelismo entre la disforia que siente ella con su cuerpo motivada por las consecuencias del cáncer, y la que sufre Joel, motivada por su identidad. Son ambos personajes que se encuentran en proceso de tránsito, ella esperando una operación de reconstrucción del seno después de la mastectomía a la que se tuvo que someter, y por tanto en un proceso que busca volver a sentirse una mujer con la recuperación de sus atributos femeninos, en contraste con el proceso contrario de Joel, que se encuentra en un tratamiento con hormonas que tiene como objetivo perder esos atributos femeninos con los que no se siente identificado. Más estereotipado es el personaje de la abuela (Llüisa Mallol), aunque se entiende que se introduzca un elemento generacional que se sitúe en una posición de incomprensión.
La clase de teatro representa el mundo real en el que todos llevamos diferentes máscaras para adaptarnos a las situaciones, pero también consolida la mirada positiva en torno a la juventud que coincide en las propuestas de series juveniles que comentamos este mes, frente a las representaciones más melodramáticas de otras producciones. Aunque esta adopción de un escenario como reflejo de la realidad coincide con la última temporada de Euphoria (HBO Max, 2019-), en la que también hay una visibilización de las relaciones personales a través de la representación de una ficción que contiene buenas dosis de realidad. Es más interesante el trabajo de construcción de personajes que la propia visualización, a cargo de la directora Marta Pahissa, que ha dirigido series catalanas como Les de l'hoquei (TV3, 2019-2020), sobre un equipo de hockey femenino, o la veterana docuserie protagonizada por Quim Masferrer El foraster (TV3, 2017-). En Ser o no ser, consigue extraer naturalidad de sus jóvenes actores y actrices, especialmente Berta Galo, que interpreta a Laia, un acierto en cuanto a la mirada de una joven adolescente que se sale del arquetipo, y el ecuatoriano Lion Armas, exconcursante de La Voz (Antena 3, 2012-), que interpretan a los amigos del protagonista, al que da vida con valentía el debutante Ander Puig. Lo más interesante de Ser o no ser es que convierte en una subtrama secundaria la historia de amor secreta entre Ricky (Lion Armas) y Alex (Enzo Oliver), que habitualmente suele ser el centro de las historias juveniles LGTBI+, como veremos en Heartstopper (Netflix, 2022-), para plantear una realidad mucho más diversa en cuanto a la representación de las identidades. Es una serie fresca y emocionante que habla sobre reconocerse a sí mismo para ser reconocido por los demás.
Desde el prólogo trepidante de esta serie de espías se intuye que va a ser una de esas intrigas disfrutables que se sostienen en diálogos divertidos y un guión bien medido. Will Smith, colaborador de Armando Iannucci en las parodias políticas The thick of it (BBC, 2005-2012) y Veep (HBO Max, 2012-2019), es el principal responsable de esta actualización de las historias de espías menos glamurosas de lo habitual. Para ello, se basa en la primera de la serie de novelas que el escritor Mick Herron ha dedicado a la Casa de la Ciénaga, Caballos lentos (2010, Ed. Salamandra), de la que en España se han editado solo tres de las once novelas que forman parte de esta serie, y próximamente se publicará La calle de los espías (2017, Ed. Salamandra), mientras que en Inglaterra este mismo año se ha editado una nueva entrega titulada Bad actors (2022). Lo más llamativo de estas historias es como su autor consigue deconstruir este subgénero sin importarle demasiado las posibles inexactitudes, lo que se manifiesta en la divertida respuesta que dio Mick Herron en una entrevista: "John Le Carré sabía escribir novelas de espías porque él había sido un espía, pero yo sé escribir novelas de espías porque he leído a John Le Carré, y hasta ahí llega mi experiencia". La Casa de la Ciénaga es una oficina del MI5 adonde van a parar los agentes menos aptos para el servicio, los parias que han sido degradados de misiones importantes a trabajos irrelevantes, y que está liderada por el singular Jackson Lamb (Gary Oldman), un agente que trabajaba en cargos de responsabilidad junto al espía retirado David Cartwright (Jonathan Pryce) y la actual directora del MI5 Diana Taverner (Kristin Scott-Thomas), pero que fue apartado por razones desconocidas. Junto a él, un grupo de espías heterogéneo algo torpes a los que se acaba de incorporar el impulsivo River Cartwright (Jack Lowden), que atesora la presión de ser nieto de David Cartwright después de fracasar estrepitosamente en una misión.
La historia se desarrolla en esta primera temporada entre los secretos del pasado y la amenaza de un grupo ultraderechista de decapitar al joven Hassan Ahmed (Antonio Aakeel), tan británico como sus secuestradores, pero al que toman como símbolo de la lucha anti islámica. La serie encuentra el equilibrio adecuado entre la trama de espías y el tono de comedia, especialmente en todo lo que se relaciona con la Casa de la Ciénaga y sobre todo con Jackson Lamb, un personaje desagradable, maleducado y harapiento, que lo mismo se tira un pedo en medio de una reunión importante que se introduce en la sede del MI5 cantando "I'm gonna be (500 miles)" de The Proclaimers, en una divertida escena que no aparece en el libro, y al que Gary Oldman aporta una genial interpretación (el actor ha anunciado que posiblemente se despedirá de su carrera con este personaje). Tienen mucho que ver en esta equilibrada mezcla los espléndidos diálogos escritos por Will Smith, llenos de ironía, pero sobre todo el trabajo de dirección del veterano James Hawes, responsable de toda la temporada, que tiene en su curriculum series como Doctor Who (BBC, 2005-), El alienista (TNT, 2018-2020) o Black mirror (Netflix, 2011-2019). Aunque la acción tiene lugar en la actualidad, hay una tonalidad que recuerda a las décadas de los años setenta y ochenta, que se acerca más a películas como Los tres días del cóndor (Sydney Pollack, 1975) que a James Bond, y a los thrillers políticos de la televisión británica que adoptaban las referencias norteamericanas como La sombra de poder (BBC, 2003). De forma que hay una consistencia muy lograda entre las influencias norteamericanas, que también aporta el productor Graham Yost, creador de Justified (FX, 2010-) y el espíritu eminentemente británico que exuda desde los títulos de crédito con la canción "Strange game" escrita por Daniel Pemberton para Mick Jagger, que habla de las segundas oportunidades: "No quiero ser un perdedor toda mi vida".
La producción de la serie se planteó desde un principio como un paquete de doce episodios, divididos en dos temporadas de seis, por lo que la segunda entrega ya está rodada e incluso se pueden ver algunas escenas al final de esta temporada. El estreno de esta segunda parte está previsto para finales de año, y el director James Hawes, que no se ha encargado de dirigir esta nueva tanda de episodios, sin embargo mostraba su confianza en que la plataforma Apple tv+ pudiera apostar, al menos, por otras dos nuevas temporadas que se producirían de la misma forma, rodando los doce episodios seguidos, pero dividiéndolos en dos entregas.
En su primera temporada, estrenada en 2018, el drama juvenil británico In my skin (BBC3, 2018-2022) no consiguió altos índices de audiencia y pasó algo desapercibido, aunque recibió críticas muy entusiastas. De alguna forma, se convirtió en una de esas series de culto que tenía seguidores muy fieles pero no demasiado numerosos (en España ha tardado tres años en estrenarse). Aunque recibió cuatro nominaciones y recibió los premios a Mejor Dirección y Guión en los BAFTA de Gales, ha sido el estreno de su segunda y última temporada a finales del año pasado, lo que la ha elevado a otros niveles de interés, hasta ganar los premios BAFTA a la Mejor Serie Dramática y al Mejor Guión, reconocimiento más que merecido. De esta forma, la serie ha ido creciendo progresivamente hasta llegar a convertirse en uno de esos descubrimientos, que llega a España completa, con sus dos únicas temporadas. Dividida en tan solo cinco episodios de media hora de duración por temporada, In my skin es, sin embargo, una historia de crecimiento adolescente mucho más profunda que otras tantas series juveniles. Pero combina con gran inteligencia el drama y la comedia, y no es casualidad que Lucy Forbes, directora de la primera temporada, haya dirigido este año otra serie que combina drama y humor, la dramedia médica Esto te va a doler (BBC One, 2022-).
La protagonista de In My skin es Beth Gwyndaff (Gabrielle Creevy, que también tiene un papel importante en la endeble intriga británica El pacto (HBO Max, 2021-)), una adolescente que debe mantener un equilibrio emocional entre sus vivencias en el instituto, enfrentada a los rumores sobre su tendencia sexual, y el hogar que es de todo menos hogareño, con un padre alcohólico que no es capaz de cuidar a Katrina (Jo Hartley), la madre de Beth quien, como su propio nombre indica, es un huracán emocional motivado por su diagnóstico bipolar que la lleva en ocasiones a permanecer durante algún tiempo en el hospital psiquiátrico. Solo la presencia ocasional de su abuela Nana (Di Botcher), una de las secundarias maravillosas de la serie, encuentra la protagonista algo de tranquilidad. Beth establece una separación radical entre su vida personal y su asistencia al instituto, inventándose una familia imaginaria incluso para sus dos amigos más cercanos, Travis (James Wilbraham) y Lydia (Poppy Lee Friar). Lleva literalmente una doble vida que le sirve como escudo para no enfrentar la realidad en los dos entornos en los que habita. La autora del guión, Kayleigh Llewellyn, sabe bien de lo que escribe porque habla de su propia experiencia cuando era adolescente en Cardiff y ocultó a sus amigos la bipolaridad de su madre, a quien dedica la serie. Hay una autenticidad en las experiencias de esta joven que, al mismo tiempo, está envuelta en un sentido del humor y una ironía que nace de la experiencia de escribir esta historia con la distancia y la madurez que da el paso del tiempo, pero al mismo tiempo aporta una forma de narración que permite una mejor asimilación de esa "vida infeliz" a la que se refiere la protagonista a veces.
Pero lo más sorprendente es la capacidad de la guionista para dotar de densidad a tan solo cinco episodios de 30 minutos, en los que se habla de muchos temas relacionados con la juventud, como el acoso, el despertar sexual o la competitividad, de una forma absolutamente dinámica, lo que nos hace reflexionar sobre tantas series que estiran sus argumentos para cubrir los ocho o diez episodios de cada temporada, un mal endémico que se topa de bruces con el talento de la condensación en espléndidas series como In my skin. La primera temporada, dirigida por Lucy Forbes, aporta profundidad a los personajes con unos encuadres que utilizan la luz y los claroscuros para mostrar la ambivalencia de las emociones, y se trata de un coming-of-age que se asienta en un drama sólido. La segunda, dirigida por Molly Manners, que anteriormente había dirigido la serie Lazy Susan (BBC, 2019-), continúa el proceso de maduración de la protagonista afrontando su primera relación amorosa con Cam (Rebekah Murrell), quien le abre un horizonte nuevo más allá de Cardiff, pero también a la dificultad de escapar de una vida que se empeña en colocar obstáculos. Esta segunda temporada abunda en el drama más que la primera, porque la protagonista debe plantar cara definitivamente a su propia vida, pero también plantea la necesidad de tomar decisiones, aunque sean dolorosas (los tres últimos episodios son particularmente emocionantes). La serie se rodó originalmente como un cortometraje para BBC Gales, pero la cadena decidió convertirla en cinco episodios. Sin embargo, no fue hasta marzo de 2021 que BBC decidió renovarla para una segunda y última temporada, consolidada ya con sus dos premios BAFTA como una de las mejores series de este año.
HBO Max, 8 de abril-20 de mayo
Creada por J.T. Rogers
Dirigida por Michael Mann, Josef Kubota Wladyka, Hikari, Alan Poul
Anunciada como una producción de Michael Mann, responsable de marcar el tono de la serie a partir del primer episodio, esta historia está basada en el libro Tokyo vice (2009, Ed. Península), que escribió el periodista Jake Adelstein sobre sus experiencias como reportero en uno de los cinco periódicos de mayor tirada en Japón, del que tiene previsto publicar una secuela, Tokyo private eyes, con la editorial francesa Marchialy en la primavera de 2023. Como en el relato de Jake Adelstein, se trata de una incursión en el mundo del crimen organizado y el control de la droga por parte de diferentes familias de la yakuza, y en especial durante el enfrentamiento de dos de ellas, en medio de la cual se encuentra este joven periodista norteamericano, un gaijin para los japoneses, que significa extranjero, pero es utilizado con un tono despectivo, que consigue superar las difíciles pruebas para poder trabajar como periodista en Tokio. Jake (Ansel Elgort) es un joven impulsivo, con un punto de prepotencia, que comienza a investigar una serie de suicidios que tienen lugar en la ciudad, cuyo nexo de unión es la impotencia de las víctimas para pagar una deuda que han contraído, y poco a poco comienza a tener contactos tanto en la policía, con el inspector Hiroto Katagiri (Ken Watanabe), como con los yakuza a través de Sato (Shô Kasamatsu). La serie tiene una tonalidad que a veces recuerda a la película Black rain (Ridley Scott, 1989), y ciertamente funciona bien como un thriller de mafias que se va desarrollando de forma lenta, pero uno de los aspectos menos creíbles es precisamente el personaje principal.
Antes de que Jake Adelstein comenzara a trabajar en la sección del periódico dedicada a los sucesos criminológicos, desarrolló una carrera de varios años en el periódico, y fue creando una red de colaboradores y fuentes que, según su propio relato, le fueron introduciendo en los entresijos de los yakuza. Uno de los principales problemas de la serie es, curiosamente, que tiene un excelente episodio piloto que es puro Michael Mann, y que logra con el personaje principal lo que ninguno de los otros directores consigue, marcando en todo momento su posición en ese entorno hostil a través de una planificación y una puesta en escena que es sobresaliente, y que utiliza el físico del actor Ansel Elgort para destacarlo más dentro de las oficinas del periódico o en su propio apartamento, como un elemento que no termina de encajar del todo. Pero el resto de los directores parecen no saber qué hacer con el personaje, de forma que la serie, al margen del episodio The test (T1E1), funciona mejor cuando el protagonista se convierte en secundario, especialmente en los tres últimos episodios, The information business (T1E6), Sometimes they disappear (T1E7) y Yoshino (T1E8), en los que la historia cambia de rumbo y se centra más en la búsqueda de uno de los personajes, y el enfrentamiento entre el inspector Katagiri y el policía Jin Miyamoto (Hideaki Itô), por un lado, y entre Ishida (Shun Sugata) y el violento Tozawa (Ayumi Tanida) en la parte de los yakuza. Es decir, Tokyo vice acaba circulando por un camino diferente al marcado por el episodio piloto, y es incapaz de colocarse a la altura de las ideas visuales de Michael Mann, obligándose a sí misma a reiniciarse para encontrar su propio camino.
En este sentido, uno de los problemas de la historia es no saber cómo encajar bien al personaje de Jake dentro de las tramas criminales, como se demuestra precisamente en los episodios finales de la temporada, en los que su presencia acaba siendo poco relevante. De hecho la serie se plantea como una ficción creada sobre la realidad que cuenta el verdadero Jake Adelstein, cuya veracidad precisamente ha sido cuestionada. En un reportaje de The Hollywood Reporter (29/4/2022) algunos de los colaboradores que trabajaron con el verdadero Jake Adelstein en Japón ponen en duda muchas de las historias que cuenta en su libro, especialmente el hecho de que lograra infiltrarse en la yakuza, y hace unos años tuvo un enfrentamiento con los productores del episodio Crime Lords of Tokyo de la serie National Geographic investigates (National Geographic, 2011-) en el que actuaba como asesor. Cuando el productor de la serie documental, Philip Day consiguió entrevistar a tres jefes de la yakuza en activo, Jake Adelstein puso una demanda afirmando que su vida se había puesto en peligro debido a esas entrevistas. Pero la opinión de Philip Day es radicalmente contraria: "En mi opinión Jake Adelstein no tenía realmente ningún acceso a la yakuza. No creo que la mitad de lo que cuenta en su libro sea verdad. Es solo imaginación. Una ficción".
Disney+, 20 de abril
Creada por Elizabeth Meriweather
Dirigida por Michael Showalter, Francesca Gregorini, Erica Watson
Siguiendo con este repaso a series que abordan las grietas del mundo financiero, otra de las propuestas destacadas de este mes es The dropout (Hulu, 2022) que se centra en un fraude que le podría suponer a su principal protagonista, Elizabeth Holmes, más de veinte años en la cárcel (el juicio ya se ha celebrado y está pendiente de sentencia). Resulta curioso y de alguna manera significativo que en este caso los inversores se hayan sentido tan engañados que hayan llevado a los tribunales a la CEO de la empresa farmacéutica Theranos, mientras que a otros responsables de empresas deficitarias que cometieron diferentes tipos de engaños y ocultación de información como Adam Neumann en WeWork o Travis Kalanick en Uber, solo se les obligara a dimitir. Quizás la razón está en que Theranos desapareció en vez de continuar con su negocio en manos de otros responsables, manteniendo cierto nivel de rentabilidad, pero sobre todo porque la propia empresa se sostenía en una gran mentira: el desarrollo de una tecnología de análisis médicos portátil que era imposible de realizar. Pero también hay un cierto componente sexista en la respuesta de los inversores en el caso de una defraudadora que es mujer. Precisamente es la figura de Elizabeth Holmes (Amanda Seyfried) la que sostiene buena parte de esta serie escrita por Elizabeth Meriwether y basada en el podcast The dropout (ABC News, 2019-2022), que describía el ascenso y caída de la protagonista, y en una segunda temporada realizaba un análisis del desarrollo del juicio en 2021 (aunque la serie de Hulu se limita a la etapa de crecimiento de la empresa). También hay, como en WeCrashed, una cierta mirada a la relación entre ella y Sunny Balwani (Naveen Andrews), que será procesado igualmente este año, pero lo más destacado es el retrato de la protagonista.
Elizabeth Holmes es un personaje singular que hizo de la mentira su principal herramienta para conseguir el éxito, siendo aclamada como emprendedora por personalidades como Bill Clinton y Joe Biden, consiguiendo que la junta directiva de su empresa Theranos estuviera presidida por el ex-Secretario de Estado George Shultz (Sam Waterston), hasta el punto que algunos calificaban esta junta directiva como "el Pentágono" y logrando inversiones millonarias para un proyecto que nadie supervisó ni nadie controló, basado en una buena idea que sin embargo no era posible llevar a cabo: un dispositivo portátil que podría efectuar análisis efectivos con una sola gota de sangre. Pero con la particularidad trágica de que el engaño llegó a afectar a personas enfermas que creyeron reales los resultados de sus análisis, cuando en su mayor parte eran fallidos. Se podría calificar a Elizabeth Holmes como una especie de mentirosa compulsiva que fue creando una dinámica en la que solo podía seguir adelante, pero la interpretación de Amanda Seyfried, que merecería un Emmy este año, ofrece una perspectiva mucho más profunda y compleja. Aunque los trabajos de de Jared Leto como Adam Neumann y Joseph Gordon Levitt como Travis Kalanick son estupendos, no dejan de ser personajes ególatras e histriónicos que un actor interpreta como una máscara. Pero en el caso de Elizabeth Holmes el personaje cree realmente que está revolucionando el mundo de la medicina, y sus mentiras se utilizan para ganar tiempo y obtener más inversión, siguiendo al pie de la letra la filosofía de Silicon Valley que se resume en la frase: "Fake it till you make it" (Finge hasta que lo consigas), una estrategia que ofrece mejores resultados de los reales para obtener la financiación que permita llegar a esos resultados, y que es la base del desarrollo de la tecnología actual. Amanda Seyfried no se limita a realizar un trabajo de imitación, sino que construye una psicología casi diríamos que perturbada, que incluso llevó a Elizabeth Holmes a hacer más grave el tono de su voz y adoptar la vestimenta habitualmente negra de Steve Jobs, una de cuyas frases más famosas era, de hecho: "Los buenos artistas copian, los grandes roban", en referencia al nacimiento de MacIntosh. Comparando con el notable documental The inventor: Out of blood in Silicon Valley (Alex Gibney, 2019), el parecido con la realidad es sorprendente.
En este certero retrato de la protagonista hay otros elementos destacados, con personajes tan trágicos como Ian Gibbons (un estupendo Stephen Fry) o tan ridículos como Richard Fuisz (William H. Macy), y un entorno en el que la mentira funciona porque, en realidad, todos quieren beneficiarse de ella, como se retrata en el estupendo episodio Old white men (T1E4), una representación casi rozando el absurdo, de la implicación de la cadena de farmacias Walgreens, que resulta al mismo tiempo divertida e inquietante, y que es el último de los cuatro episodios dirigidos por Michael Showalter, un realizador con un estilo muy particular que ha mostrado en series como The shrink next door (Apple tv+, 2019-) y películas como Los ojos de Tammy Faye (Michael Showalter, 2021). Los cuatro episodios restantes se los reparten Francesca Gregorini y Erica Watson, pero son mucho menos ricos en recursos visuales. Incluso los delatores de las actividades fraudulentas de la empresa, Erika Cheung (Camryn Mi-young Kim) y Tyler Shultz (Dylan Minnette) solo denunciaron cuando ya habían sido despedidos (Tyler Shultz se enfrentó a su abuelo George Shultz, pero en 2017 fundó la empresa de tecnología Flux Biosciences que desarrolla dispositivos de diagnósticos para los hogares, una idea muy parecida a la de la empresa Theranos). Aunque resulta algo decepcionante el episodio final Lizzy (T1E8) porque trata de ofrecer una respuesta a la psicología de la protagonista un tanto simplista a partir de su juventud, The dropout es una construcción reveladora de una personalidad compleja que se desarrolla gracias a un mundo despiadado.
En este mensis horribilis para Netflix que se ha convertido el mes de abril, resulta que una de las apuestas menos publicitadas de la plataforma puede hacer borrar las muchas críticas que ha recibido. Porque la producción británica Heartstopper (Netflix, 2022-) se ha convertido en uno de esos sleepers que aparecen sin hacer demasiado ruido pero acaban siendo modestos lugares felices absolutamente disfrutables. Aunque poco tiene que hacer en los listados de las producciones más vistas, frente a la conclusión de Ozark (Netflix, 2017-2022) o culebrones policiales como Pálpito (Netflix, 2022-), lo cierto es que es la serie con mejor valoración de las que ha estrenado la plataforma en los últimos meses. Y todo gracias a utilizar con inteligencia elementos tan simples como la positividad y el romanticismo para contarnos la relación entre Nick (Kit Connor) y Charlie (Joe Locke) con una delicadeza y un sentido del humor que hacen que sea la serie más simpática que podemos ver actualmente. La historia está basada en la novela gráfica y el webcomic, escritos por Alice Oseman, Heartstopper (2017, Ed. Planeta), que en su versión literaria está compuesta por cuatro libros y una quinta entrega final que tiene previsto publicarse en febrero de 2023. La propia escritora, que hace un cameo en el episodio Boyfriend (T1E8), se ha encargado de adaptarla como serie, sustituyendo la facilidad con la que se resuelven los conflictos en los cómics por una mayor tensión que se adapta mejor al lenguaje televisivo. Pero básicamente la historia contiene los elementos que la convirtieron en un éxito literario.
Por supuesto, enseguida pueden surgir las comparaciones con otras series sobre adolescentes como Euphoria (HBO Max, 2019-) o Sex education (Netflix, 2019), pero en realidad hay pocas similitudes, porque es el enfoque y el público objetivo lo que las diferencia. Mientras que muchas de estas series son historias protagonizadas por adolescentes pero destinadas a un público potencial adulto, en el caso de Heartstopper es una serie dirigida principalmente al público adolescente, desde un planteamiento mucho más optimista y blanco, si se quiere. Se parece más a la espléndida película Con amor, Simon (Greg Berlanti, 2018), adaptada luego como una serie retrógrada en Love, Victor (Disney+, 2020-), pero tiene la virtud de que sus personajes están dotados de una especial capacidad para empatizar gracias a comportamientos más lógicos de lo que suelen ser habituales en este tipo de producciones. Aunque Charlie está en un proceso de descubrimiento de su atracción sexual, mucho más cercano a la bisexualidad, la relación con su madre Sarah (Olivia Colman) no es problemática ni está llena de secretos inconfesables, sino que es fluida y sincera. Incluso los personajes más tóxicos como Ben (Sebastian Croft) o directamente abusadores como Harry (Cormac Hyde-Corrin) tienen una cierta lógica en sus comportamientos motivada por la desinformación y los clichés.
Pero el principal hallazgo de Heartstopper es contar una historia de bullying sin que predominen los aspectos dramáticos (hay un episodio dedicado a ese tema, Bully (T1E7)). Si Nick tiene asumido que no encaja con sus compañeros de clase por ser abiertamente gay, y se encierra a la hora del almuerzo en la clase donde se encuentra Mr. Ajayi (Fisayo Akinade), este "escondite" se convierte para él en un espacio de autodescubrimiento, en el que puede compartir sus temores y sus experiencias de forma abierta con el profesor, una especie de oasis en medio de un entorno que es hostil. El acoso escolar, por tanto, es transformado en un momento de liberación en la rutina diaria del instituto. En los tres últimos episodios, que son más serios de lo que caracteriza a la historia, los dos protagonistas afrontan las dudas sobre su relación y sobre su visibilidad, pero de nuevo predomina el punto de vista optimista que evita ser empalagoso gracias a un buen trabajo de dirección de Euros Lyn, que proviene de series antológicas como Doctor Who (BBC, 2005-2010) o Broadchurch (ITV, 2013-2017), y que aporta la referencia al origen del cómic con la introducción de esos elementos de animación para describir los sentimientos que, en realidad, no dejan de ser cursis, pero en el contexto acaban siendo encantadores. Heartstopper es una serie agradable, sencilla y lúcida que habla de la adolescencia para los adolescentes y que, curiosamente, se ha convertido en la única noticia positiva que ha tenido Netflix en estas últimas semanas.
HBO Max, 22 de abril
Creada por Dave Andron, John Singleton, Eric Amadio
Dirigida por Alonso Álvarez-Barreda
Una de las series que mejor ha retratado el mundo de las drogas es Snowfall (FX, 2017-2023), especialmente en su reflejo de la colaboración de la CIA con el narcotráfico durante los años ochenta y noventa para financiar las intervenciones en Sudamérica, con el objetivo de apoyar las revoluciones que podrían beneficiar a Estados Unidos, un tema que también aborda la muy irregular docuserie The invisible pilot (HBO Max, 2022). Muchos documentales y películas han mostrado la complicidad del centro de inteligencia norteamericano en el aumento del narcotráfico en Miami y Los Angeles, que finalmente se convirtió en una lacra. A través del crecimiento como líder de Franklin Saint (Damson Idris), la serie ha conseguido elaborar un relato que, si bien ha ido perdiendo consistencia en su mirada más política, ha conseguido consolidarse como un espléndido thriller sobre el desarrollo del narcotráfico. Con la vista puesta en la sexta temporada, que será la última de la serie, Snowfall alcanzó su mejor momento en las temporadas tres y cuatro, pero la quinta ha resultado algo decepcionante. Da la impresión de que se ha estirado demasiado la historia en unos episodios que parecían más enfocados a establecer las piezas de cara a la conclusión que en tener una entidad propia.
Incluso ha habido más de un episodio botella, propuestas autoconclusivas que sin embargo no han conseguido estar a la altura, como en The Iliad: Partes 1 y 2 (T5E5, T5E6), que establece una mayor proximidad entre Franklin y Gustavo (Sergio Pérez-Mencheta), o en Celebration (T5E8) con una boda marcada por el uso de LSD, que parecían ralentizar las tramas principales en vez de hacerlas avanzar. Si esta temporada hubiera estado formada por seis u ocho episodios en vez de los diez habituales, seguramente no habría pasado nada grave. Afortunadamente, ha habido algunos destellos de brillantez, especialmente en el último capítulo de la temporada, Fault lines (S5E10), uno de esos que colocan a Snowfall entre las mejores series de los últimos años, en el que los tres principales protagonistas, Franklin, Teddy McDonald (Carter Hudson) y Gustavo Zapata se enfrentan a las propias situaciones en las que ellos mismos se han colocado. Tratando de no desvelar demasiado del final de esta temporada, se cierra el arco principal en torno a Franklin, al que se le ha dedicado más tiempo, para hablar de las consecuencias de crear un imperio cuando las relaciones familiares se rompen. Está dirigido por el mexicano Alonso Álvarez-Barreda, que ha trabajado en las temporadas tres y cuatro, y recientemente ha dirigido también episodios de la próxima serie El abogado del Lincoln (Netflix, 2022-), protagonizada por su compatriota Manuel García-Rulfo. Fault lines tiene un ritmo excelente, y en una secuencia fundamental hace una espléndida utilización del tema de Phil Collins "In the air tonight", publicado en su album Face value (1981, Virgin), pero que tuvo una especial resonancia cuando formó parte principal de la banda sonora del episodio piloto de la serie Corrupción en Miami (NBC, 1984-1989), estableciendo una forma nueva de introducir las canciones pop en la ficción para televisión. El showrunner y guionista de los dos últimos episodios de la temporada contaba en Hollywood Reporter que la canción estuvo a punto de no ser utilizada porque el equipo de Phil Collins negó los derechos al principio. El cantante y baterista inglés de 71 años se retiró de los escenarios definitivamente el pasado mes de marzo en un concierto en el O2 de Londres.
Franklin es, nuevamente, el principal afectado, pero también el principal responsable, retomando su condición de creador de una realidad en la que sus allegados pueden ser beneficiados y damnificados a la vez. "Aprecio lo que has hecho por mí. Sé que lo has intentado hacer lo mejor posible. Pero lo que soy ahora no es culpa tuya", le dice Franklin a su madre Cissy (Michael Hyatt), quien ya decidió hace tiempo que, si no podía evitar que su hijo se dedicara a actividades delictivas, le ofrecería su ayuda. Después de una temporada errática y desequilibrada, incluso en algunos episodios francamente aburrida, los dos últimos capítulos consiguen remontar el tono y la fuerza que sin duda tiene esta serie, que logra establecer siempre una marcada reflexión sobre cómo el poder y el dinero puede afectar a las relaciones, más frágiles cuanto más alto se llega. Por eso Snowfall sigue siendo, a pesar de sus inconsistencias, una de las mejores series del momento.
Creada por Bill Dubuque, Mark Williams
Dirigida por Amanda Marsalis, Melissa Hickey, Jason Bateman, Laura Linney
Con un final tan controvertido como ha sido la serie durante sus cuatro temporadas, este otro thriller sobre el mundo de las drogas ha terminado cerrando un círculo en torno a la unidad familiar, pase lo que pase y pese a quien pese, y consolidando el mensaje que Marty Byrde (Jason Bateman) lanzaba en el episodio Sugarwood (T1E1): "La mayoría de la gente tiene una idea equivocada sobre el dinero. El dinero no es la tranquilidad. No es la felicidad. Es, en esencia, la medida de las elecciones de un hombre", lo que termina cerrándose con la frase que dice Wendy Byrde (Laura Linney) en el último episodio, A hard way to go (T4E14): "El dinero no sabe de dónde viene". La idea de que ser rico es una garantía de éxito, aunque sea un éxito agridulce, no ofrece nada nuevo, pero está construida acertadamente a lo largo de las cuatro temporadas en torno a la familia como un eje fundamental. Porque Ozark (Netflix, 2017-2022) es, ante todo, un drama familiar en el que todos los personajes actúan en base a su forma de entender lo que significa la familia, en algunos casos de forma tan extrema como lo hacen Darlene Snell (Lisa Emery) o Ruth Langmore (Julia Garner) quien, sin embargo, parece incapaz de cumplir su objetivo de encarrilar su vida fuera de los problemas con la ley. Ruth es el personaje trágico de la serie, la antagonista emocional de los Byrde, la perdedora constante que solo puede alcanzar pequeños momentos de felicidad.
Esta cuarta temporada no ha estado a la altura de una espléndida temporada 3 en la que la aparición de Ben (Tom Pelphrey) supuso una mayor apertura del círculo familiar, un verso suelto cuyas acciones impredecibles crearon momentos de tensión notables. Es un personaje poderoso que desestabilizó ese eje familiar que Wendy y Marty quieren mantener cerrado y unido de una forma casi desesperada. Y por eso sobrevuela también el final de la serie, aunque ni el acto de rebeldía de Jonah Byrde (Skylar Gaertner), ni la mayor presencia del padre de Wendy, Nathan Davis (Richard Thomas), también desestabilizadora, han sido tan poderosos. Quizás el problema es que Ozark ha llegado a tomarse a sí misma demasiado en serio, incluso con esa referencia final a Los Soprano (HBO, 1999-2007). Porque, siendo un thriller adictivo, bien escrito y muy bien realizado, gracias al estilo que marcó Jason Bateman como director en el primer episodio y que ha ido retomando a lo largo de estas temporadas hasta dirigir el episodio final, no consigue estar a la altura de las grandes series sobre el mundo de los cárteles de las drogas, es mucho menos profunda, más circular no solo en el sentido de cerrar las tramas sino en cuanto a dar demasiadas vueltas sobre sí misma.
A veces da la sensación de que los guionistas comienzan a bucear en aspectos más complejos, como la propia estabilidad psicológica de Wendy, que llega a tener un cierto paralelismo con la inestabilidad mental de su hermano Ben, pero les puede más la necesidad de hacer avanzar la trama y resolver los flecos que han ido dejando el resto de los personajes por el camino. Como cuando al comienzo de la temporada, en The beginning of the end (T4E1) vemos un accidente que finalmente se resuelve de una forma menos reveladora de lo que parecía prometer. En este sentido, esta última entrega ha resultado algo frustrante, a pesar de sus aciertos, pero ha dejado el recuerdo de personajes intensos como Ruth o la propia Wendy, que ha dado la oportunidad a Laura Linney de ofrecer un trabajo de transformación sobresaliente, lamentablemente no reconocido en los Emmy, y este año con una competencia mayor de buenas interpretaciones femeninas. Jason Bateman ha marcado el estilo de la serie, con esa fotografía en tonos azulados, y esos movimientos de cámara lentos, lo que le valió un Emmy por el episodio Reparations (T2E1), y la propia Laura Linney ha debutado como directora con Pound of Flesh and Still Kickin' (T4E11). Pero ha sido Amanda Marsalis la que ha llevado a cabo el mayor número de episodios en esta temporada final, especialmente en el complejo Mud (T4E13), que supone el estallido total de la unidad familiar. Ozark ha sido una serie disfrutable, superior en muchos aspectos a otras producciones pero frustrante en ocasiones. Y su escena final es un resumen perfecto de lo que ha transmitido a lo largo de sus cuatro temporadas.
Creada por Daniel Burman, Sebastián Borensztein
Dirigida por Daniel Burman, Sebastián Borensztein
Estrenada sin la adecuada promoción, después de haber inaugurado el programa oficial de Berlinale Series 2022, esta historia basada en hechos reales se ha revelado como uno de los thrillers de espías más destacados del año. El guionista y realizador argentino Daniel Burman se dio a conocer en el panorama internacional con sus películas El abrazo partido (2004), Derecho de familia (2006) o Dos hermanos (2010), en las que casi siempre está presente la familia judía, aunque en los últimos años se ha enfocado más en la producción de series que han tenido resultados dispersos, como el mediocre thriller ambientado en el mundo de la moda Edha (Netflix, 2018). En este caso, sin embargo, Daniel Burman y Sebastián Borensztein, director de la reciente La odisea de Giles (2019), co-escriben y co-dirigen una historia basada en la novela del mismo título, Iosi, el espía arrepentido (2015, Ed. Ediciones Sudamericanas), escrito por Miriam Lewin y Horacio Lutzky, que tiene como protagonista a José Pérez (Gustavo Bassani), cuyo nombre fue cambiado por el de Iosi Peres por los servicios de inteligencia federal para que se infiltrara en la comunidad judía de Buenos Aires y recabara información sobre el denominado Plan Andinia. Esta fue una teoría de la conspiración creada en 1971 por un profesor de la Universidad de Buenos Aires que afirmaba que existía un plan internacional para anexionar la Patagonia y convertirla en un Estado judío.
En su misión como agente infiltrado que trata de llegar a las más altas esferas del poder sionista en Argentina, Iosi tiene como agente de enlace a Claudia (Natalia Oreiro), que tiene una doble faceta seductora y manipuladora, introduciendo la narrativa de la conspiración en cada interpretación de las informaciones que le aporta el infiltrado. La serie funciona en este sentido como un thriller clásico de espías que introduce también los enfrentamientos dentro de la comunidad judía con respecto a la invasión de los territorios palestinos, o el contrabando de armas financiado por el empresario judío Saúl Menajem (Alejandro Awada). Y refleja la transformación de un país que había recuperado la democracia con Raúl Alfonsín, dejando atrás un largo periodo de dictadura que terminó en 1983 y las cicatrices morales de la derrota en las Malvinas un año antes. Pero al mismo tiempo enfrentaba dilemas como la aprobación de las llamadas Ley de Punto Final y Ley de Obediencia Debida que paralizaba los juicios contra los militares golpistas, acusados de las desapariciones de miles de personas. Hay un trabajo notable de puesta en escena en una historia que mezcla dos momentos históricos importantes: finales de los ochenta y comienzos de los noventa, y 2007-2008.
Pero Iosi, el espía arrepentido, como deja claro desde su título, es también la historia de la transformación personal del protagonista, un fascista convencido al principio que lentamente va dándose cuenta de que está siendo utilizado por los servicios de inteligencia para recabar información con objetivos que no están del todo claros, y que acabó con dos de los peores atentados perpetrados en suelo argentino contra intereses judíos. La serie tiene más interés en utilizar los hechos históricos como un trasfondo para elaborar el proceso de redención del personaje principal, y en ese sentido se beneficia del trabajo de Gustavo Bassani, un actor debutante que sin embargo encuentra los matices apropiados para la construcción de un personaje complejo en su paulatina transformación. Como otras producciones argentinas recientes, la serie se rodó en Uruguay debido a las restricciones por la pandemia del coronavirus que se impusieron, más restrictivas en Argentina, pero el trabajo de puesta en escena es notable, aunque se aprecia sobre todo el trabajo en escenas interiores, que ayudan sin embargo a crear una cierta atmósfera de thriller clásico. Con un final que plantea la posibilidad de una segunda temporada, Iosi el espía arrepentido parece querer definirse como un thriller político que acompaña al personaje en una etapa diferente de su vida.
La vida secreta de Walter Mitty, Los ojos de Tammy Faye y Con amor, Simon se pueden ver en Disney+.
El sentido de la vida, Columbus, El abrazo partido y Derecho de familia se pueden ver en Filmin.
El mago de Oz se puede ver en HBO Max.
The inventor: Out of blood in Silicon Valley se puede ver en HBO Max.
La odisea de Giles se puede ver en Netflix y RTVE Play.
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