Como espectadores nos enfrentamos a veces a estrenos que nos hacen dudar sobre la necesidad real de sentarnos en una butaca y contemplar durante una hora y media las tribulaciones de unos cineastas cuyas pretensiones no terminan de estar claras. Algunos ejemplos recientes nos han colocado entre la curiosidad cinéfila y el morbo sádico.
El cine y la televisión son entretenimiento... pero también son capaces de acercarnos a realidades crueles pero necesarias (...o no). Como aficionados al cine, nos enfrentamos a veces a la reflexión sobre por qué nos ponemos delante de una pantalla a ver historias que nos hieren moralmente. Solo hay una razón de peso: no se puede hablar de algo sin tener el suficiente conocimiento. Ha ocurrido recientemente con la miniserie de Tele 5 Vuelo IL8714, contra la que se han escrito diatribas de todo tipo movidas por la incomprensión hacia la necesidad de llevar a la pequeña pantalla un accidente que dolió tanto. La posición de las víctimas puede ser comprensible, pidiendo que al menos se esperara a las conclusiones definitivas de la comisión de investigación, aún abierta. Lo que no se entiende es la demonización de una serie a la que se ha calificado de morbosa, por supuesto sin haberla visto.
El varapalo que se ha llevado Tele 5 con las raquíticas cifras de audiencia (no más de un 8% de share en las dos entregas) habrá alegrado a muchos. Nunca viene mal una cura de humildad, y si no que se lo pregunten a la selección española de baloncesto.
Dicho lo cual hay que afirmar otra cosa: Vuelo IL8714 es una de las tv-movies menos morbosas y más interesantes que se han estrenado recientemente en España. Dirigida con astucia por Norberto López Amado, que presentó este año en el Festival de Berlín su interesante documental 7 días con Norman Foster, la película no abunda tanto en el drama de las víctimas como en la investigación policial. Es en realidad, más una versión decente de CSI que una dramática historia de supervivientes. Y el plantel de actores, encabezado por Carmelo Gómez, Emma Suárez, Fernando Cayo y Luis Callejo (solvente actor, protagonista de otro de los fiascos de Tele 5, la serie Supercharlie) hace un trabajo creíble y certero. No sé si las víctimas han tenido la oportunidad de ver la miniserie, pero yo no he visto por ninguna parte falta de respeto ni morbo fácil. Claro que aquí nos tragamos todo lo que hagan sobre el 11-S, pero que no nos toquen nuestros dramas.
Otra película que nos enfrenta a nuestros sentimientos de rechazo es Les 7 jours du talion (2009), una producción canadiense dirigida por Daniel Grou, que proviene también del mundo de la televisión, y que adapta la novela de Patrick Senécal. La historia nos plantea una reflexión dura, brutal: ¿qué harías si tuvieras delante al violador y asesino de tu hija de 8 años? O lo que es lo mismo, ¿somos capaces de convertirnos en bestias de igual dudosa moral que los asesinos más sanguinarios? La película no escatima escenas de violencia extrema (quizás un poco pasada de rosca en este sentido), pero lo que plantea es interesante, sin concesiones, especialmente cuando el padre-torturador se enfrenta al rechazo de una acción que él considera más justa que cualquier condena carcelaria. Hay momentos intensos, dolorosos, y uno se pregunta si es necesario plantear este tipo de cuestiones de forma tan explícita. Pero cinematográficamente no tiene demasiados reproches.
Pasamos al terreno de los oportunistas. Si en España una especialmente sensible comisión de censura (llamemos a las cosas por su nombre) decidió el año pasado otorgar la calificación X a Saw 6, que este año terminará estrenándose tras los convenientes recortes en los primeros brutales minutos (pero no más brutales que algunos de los que ya hemos visto en la saga), más vale que ni siquiera se intente estrenar en nuestro país Grotesque (2009), de Kôji Shiraishi, un tipo que debe estar mal de la mollera. En Gran Bretaña se ha prohibido el estreno en cualquier formato de esta película, y de esta forma la están convirtiendo en un objeto de culto para cinéfilos aficionados a la casquería. Grotesque es como una peli porno, pero en cuanto a violencia. Su historia (un psicópata secuestra a una pareja para torturarla) es una mera excusa para que asistamos (cámara de video en mano) a una sucesión de escenas de desmembramiento, tortura, sangre y sadomasoquismo que son soportables por lo absurdo de la situación. Las pretensiones del anormal director no están muy claras, más que por conseguir hacer el filme más burdo e inútil de la historia del cine.
Por su parte, Uwe Boll es uno de esos directores del que hablamos de vez en cuando, porque cada vez nos sorprende su capacidad de reinventarse y reinventar el cine (para mal, claro). Director de productos infames como En el nombre del rey (2007), ha sido capaz de convertirse en el director menos rentable de la historia del cine. Pero este Ed Wood del siglo XXI continúa produciendo sus paranoias con ínfulas de cine comercial quizás con la intención de recaudar aún menos que con su anterior película. Claro que cuando se nos empieza a poner pretendidamente serio, la cosa empieza a cabrear. Ahora, Uwe Boll, alemán afincado en Hollywood, pretende haber hecho la película definitiva sobre el genocidio con su superproducción (rodada en video, claro) Auschwitz (2010). Vale, otra película mala sobre los nazis malos. Pero el trailer (y la imagen que acompaña este comentario) parece que nos deja claro de qué va el rollo. Y tratar de impactar con escenas violentas con niños no parece que sea la mejor forma. Para los que acaben viendo esta película, imprescindible ver antes el capítulo de la serie Extras en el que Ben Stiller dirige una película sobre el holocausto. Así por lo menos tendremos la actitud adecuada para verla con cierta distancia.
Advertimos que este trailer puede herir la sensibilidad de algunos espectadores y desde luego de muchos aficionados al buen cine.