Continuamos
nuestra serie de posts en los que repasamos parte de las películas
preseleccionadas por la Academia de Cine Europeo para sus premios
anuales. Títulos que en su mayor parte permanecen inéditos en España
aunque ya han pasado por festivales como Berlín y Cannes.
Poupata (Flower buds), de Zdenek Jirasky. El debut de este joven director checo le ha valido importantes reconocimientos, entre ellos los de Mejor Película, Director, Actor principal (Vladimír Javorský) y Fotografía de los galardones anuales de la cinematografía de su país. Reconocimientos que valoran esta historia que tiene como principal protagonista a una familia un tanto dispersa cuyos miembros viven auténticas sobredosis de crisis existencial (una joven embarazada, un adolescente enamorado de una bailarina de streep-tease, un padre ludópata...). Poupata, con su aire de decadencia más o menos envuelta en cierta modernidad, es algo así como un Amores perros húngaro, pero con bastante menos capacidad de fascinación. No sabemos si es así, pero parece que el cine de Iñárritu está muy presente en esta película, por la textura de las imágenes y ese poliédrico abanico de historias relacionadas. Y aunque encontramos personajes especialmente atractivos por su desolación buscada, como ese padre interpretado por el premiado Vladimír Javorský, la película en general se nos antoja artificial y carente de emoción.
Róza, de Wojciech Smarzowski. Junto a In darkness, de Agnieszka Holland, otra de las películas con posibilidades de cara a los Premios del Cine Europeo, la producción polaca parece estar enfocada este último año a la visión cruda y descarnada de la guerra. En su país, Róza ha sido la gran triunfadora de los premios de cine, logrando seis, entre ellos los de Película, Director y Actriz principal. Otra mujer como principal protagonista (hablábamos en el primer post de Barbara), aquí enfrentada a la barbarie de la guerra y de los soldados rusos en la frontera polaca. A Wojciech Smarzowski le conocíamos ya gracias a su espléndida Wesele (La boda) (2004), que le consolidaba como un director con especial capacidad para sacar partido de sus actores. Róza también tiene en las interpretaciones su principal virtud, y es notable el trabajo de Marcin Dorocinski y Agata Kulesza, un soldado y una campesina, golpeados por el horror de la guerra, que encuentran en su relación pequeños momentos de felicidad en medio de toda esa barbarie. A la película le sobra cierta recreación en la violencia y en las violaciones que sufren las mujeres a manos de los bárbaros, pero no cabe duda que funciona mejor como retrato crudo de la auténtica locura de la opresión que, por ejemplo, el academicismo que nos propone Agnieszka Holland en In darkness.
The woman who brushed off her tears, de Teona Strugar Mitevska. Dos mujeres son las protagonistas de dos historias que aprenden a manejar por sí solas. El título de la película (La mujer que se secó las lágrimas) resulta clarificador sobre la intención de estas dos historias paralelas que tienen que ver con mujeres y hombres, con madres e hijos. Presentada en la Sección Panorama de la Berlinale 2012 y en la inauguración de Cinema Jove, The woman who brushed off her tears tiene en su reparto a la española Victoria Abril y a la macedonia Labina Mitevska (Before the rain), a la sazón hermana de la directora. La primera demuestra su capacidad para resolver con la mirada escenas de gran fuerza dramática; la segunda transmite la fragilidad de su personaje con concisión. Hay dos cosas que merecen el reconocimiento del trabajo de Teona Strugar Mitevska: su planificación inteligente, que sostiene en muchas ocasiones en precisos planos secuencia; y su gusto musical, apoyando la banda sonora en algunos de los pasajes más sobrecogedores de la obra de Arvo Pärt. Pero con un primer acto contundente y un tercer acto impactante, la película se pierde en una segunda mitad excesivamente lánguida. A pesar de eso, la historia de estas dos mujeres termina por atraparnos y remover nuestra retina.
Banda sonora: Cualquiera que conozca algo de la música de Arvo Pärt ya se puede hacer una idea del tono general de la película. La directora utiliza algunas composiciones especialmente sugerentes del músico estonio, sobre todo sus obras instrumentales más conocidas: "Tabula Rasa" (1977) o el emocionante "Spiegel im Spiegel" (1978) que recientemente también hemos oido en la película Un lugar donde quedarse, de Paolo Sorrentino.
Hahithalfut (The exchange), de Eran Kolirin. El director israelí se dio a conocer con su deliciosa comedia La banda nos visita (2007). El año pasado presentó en la Mostra de Venecia su segundo largometraje, tras haber participado en la conocida serie de televisión Betipul y dirigir algún episodio de la versión norteamericana, En terapia. The exchange habla de un tipo que da clases en la universidad y cuya vida, más o menos apática, da un giro cuando decide romper con la rutina. Eran Kolirin comentaba en Venecia que la idea se la inspiró la cantidad de cosas absurdas que se nos puede ocurrir hacer cuando estamos en una habitación de hotel solos. Y el planteamiento es interesante, cuando el protagonista adopta esa posición de "espectador" del mundo, libre de obligaciones durante unas horas, abierto a cualquier ocurrencia por muy absurda que parezca. Esa deshinibición gradual del personaje se describe con acierto en la primera media hora de metraje. Pero, tras el posicionamiento inicial, la película discurre por esa misma monotonía de la que huye el protagonista, y nos quedamos con las ganas de que el director también decida, en algún momento, saltarse las reglas.
Kriegerin (Combat girls), de David Wnendt. La preocupación por el crecimiento de grupos neonazis es una constante en el último cine alemán. En esta ocasión las protagonistas son dos chicas que, por convicción la una y por rebeldía la otra, se mueven en el territorio de la violencia, el fascismo y la xenofobia. Pero mientras una se dirige hacia una cierta redención, la otra se va adentrando cada vez más en el infierno. La trama se desarrolla con eficacia, siguiendo la estela de otras películas de éxito como La ola, y el mensaje es parecido: la apariencia de cierta juventud bien posicionada y aparentemente ausente de la política es también un caldo de cultivo para pensamientos radicales (aunque éstos se sostengan incluso en el desconocimiento de su "referente", un tal Adolf Hitler). El dibujo de personajes es, sin embargo, dispar. Si podemos entender cuáles son las razones de que una pija acabe despotricando contra cualquiera que pase por la calle, no se entiende bien cómo una energúmena rebelde termine echando una mano a un joven inmigrante. La película no ha tenido un recorrido destacable por festivales, pero en los Premios del Cine Alemán consiguió el de Mejor Película novel.
Avalon, de Axel Petersén. Del director dijeron en el Festival de Toronto de 2011, donde la película consiguió el Premio FIPRESCI, que se trata de "una nueva promesa del cine sueco", y que su film mostraba "un retrato certero de una sociedad hedonista". Lo cierto es que los protagonistas de esta historia son perfectamente patéticos en su premeditada apatía y en esa comodidad que les da su posición social, a al que no están dispuestos a renunciar ni siquiera cuando les azota un hecho dramático que acabará destruyendo en cierta manera esa tranquilidad ausente en la que retozan. En algunos momentos parece que el director debutante se recrea excesivamente en una concepción visual que trata de introducirse en la mente de los protagonistas, sin conseguirlo a veces (o por lo menos no nos lo transmite). Pero en otros pasajes (esa sensación de caída en el abismo que siente el protagonista cuando se produce el detonante), Axel Petersén se nos desvela como un realizador con una precisa contención narrativa, que sabe captar sin alardes la esencia dramática, ayudado por supuesto por el excelente trabajo de los actores principales. Así que, bienvenida sea esta "nueva promesa del cine sueco".
Róza, de Wojciech Smarzowski. Junto a In darkness, de Agnieszka Holland, otra de las películas con posibilidades de cara a los Premios del Cine Europeo, la producción polaca parece estar enfocada este último año a la visión cruda y descarnada de la guerra. En su país, Róza ha sido la gran triunfadora de los premios de cine, logrando seis, entre ellos los de Película, Director y Actriz principal. Otra mujer como principal protagonista (hablábamos en el primer post de Barbara), aquí enfrentada a la barbarie de la guerra y de los soldados rusos en la frontera polaca. A Wojciech Smarzowski le conocíamos ya gracias a su espléndida Wesele (La boda) (2004), que le consolidaba como un director con especial capacidad para sacar partido de sus actores. Róza también tiene en las interpretaciones su principal virtud, y es notable el trabajo de Marcin Dorocinski y Agata Kulesza, un soldado y una campesina, golpeados por el horror de la guerra, que encuentran en su relación pequeños momentos de felicidad en medio de toda esa barbarie. A la película le sobra cierta recreación en la violencia y en las violaciones que sufren las mujeres a manos de los bárbaros, pero no cabe duda que funciona mejor como retrato crudo de la auténtica locura de la opresión que, por ejemplo, el academicismo que nos propone Agnieszka Holland en In darkness.
The woman who brushed off her tears, de Teona Strugar Mitevska. Dos mujeres son las protagonistas de dos historias que aprenden a manejar por sí solas. El título de la película (La mujer que se secó las lágrimas) resulta clarificador sobre la intención de estas dos historias paralelas que tienen que ver con mujeres y hombres, con madres e hijos. Presentada en la Sección Panorama de la Berlinale 2012 y en la inauguración de Cinema Jove, The woman who brushed off her tears tiene en su reparto a la española Victoria Abril y a la macedonia Labina Mitevska (Before the rain), a la sazón hermana de la directora. La primera demuestra su capacidad para resolver con la mirada escenas de gran fuerza dramática; la segunda transmite la fragilidad de su personaje con concisión. Hay dos cosas que merecen el reconocimiento del trabajo de Teona Strugar Mitevska: su planificación inteligente, que sostiene en muchas ocasiones en precisos planos secuencia; y su gusto musical, apoyando la banda sonora en algunos de los pasajes más sobrecogedores de la obra de Arvo Pärt. Pero con un primer acto contundente y un tercer acto impactante, la película se pierde en una segunda mitad excesivamente lánguida. A pesar de eso, la historia de estas dos mujeres termina por atraparnos y remover nuestra retina.
Banda sonora: Cualquiera que conozca algo de la música de Arvo Pärt ya se puede hacer una idea del tono general de la película. La directora utiliza algunas composiciones especialmente sugerentes del músico estonio, sobre todo sus obras instrumentales más conocidas: "Tabula Rasa" (1977) o el emocionante "Spiegel im Spiegel" (1978) que recientemente también hemos oido en la película Un lugar donde quedarse, de Paolo Sorrentino.
Hahithalfut (The exchange), de Eran Kolirin. El director israelí se dio a conocer con su deliciosa comedia La banda nos visita (2007). El año pasado presentó en la Mostra de Venecia su segundo largometraje, tras haber participado en la conocida serie de televisión Betipul y dirigir algún episodio de la versión norteamericana, En terapia. The exchange habla de un tipo que da clases en la universidad y cuya vida, más o menos apática, da un giro cuando decide romper con la rutina. Eran Kolirin comentaba en Venecia que la idea se la inspiró la cantidad de cosas absurdas que se nos puede ocurrir hacer cuando estamos en una habitación de hotel solos. Y el planteamiento es interesante, cuando el protagonista adopta esa posición de "espectador" del mundo, libre de obligaciones durante unas horas, abierto a cualquier ocurrencia por muy absurda que parezca. Esa deshinibición gradual del personaje se describe con acierto en la primera media hora de metraje. Pero, tras el posicionamiento inicial, la película discurre por esa misma monotonía de la que huye el protagonista, y nos quedamos con las ganas de que el director también decida, en algún momento, saltarse las reglas.
Kriegerin (Combat girls), de David Wnendt. La preocupación por el crecimiento de grupos neonazis es una constante en el último cine alemán. En esta ocasión las protagonistas son dos chicas que, por convicción la una y por rebeldía la otra, se mueven en el territorio de la violencia, el fascismo y la xenofobia. Pero mientras una se dirige hacia una cierta redención, la otra se va adentrando cada vez más en el infierno. La trama se desarrolla con eficacia, siguiendo la estela de otras películas de éxito como La ola, y el mensaje es parecido: la apariencia de cierta juventud bien posicionada y aparentemente ausente de la política es también un caldo de cultivo para pensamientos radicales (aunque éstos se sostengan incluso en el desconocimiento de su "referente", un tal Adolf Hitler). El dibujo de personajes es, sin embargo, dispar. Si podemos entender cuáles son las razones de que una pija acabe despotricando contra cualquiera que pase por la calle, no se entiende bien cómo una energúmena rebelde termine echando una mano a un joven inmigrante. La película no ha tenido un recorrido destacable por festivales, pero en los Premios del Cine Alemán consiguió el de Mejor Película novel.
Avalon, de Axel Petersén. Del director dijeron en el Festival de Toronto de 2011, donde la película consiguió el Premio FIPRESCI, que se trata de "una nueva promesa del cine sueco", y que su film mostraba "un retrato certero de una sociedad hedonista". Lo cierto es que los protagonistas de esta historia son perfectamente patéticos en su premeditada apatía y en esa comodidad que les da su posición social, a al que no están dispuestos a renunciar ni siquiera cuando les azota un hecho dramático que acabará destruyendo en cierta manera esa tranquilidad ausente en la que retozan. En algunos momentos parece que el director debutante se recrea excesivamente en una concepción visual que trata de introducirse en la mente de los protagonistas, sin conseguirlo a veces (o por lo menos no nos lo transmite). Pero en otros pasajes (esa sensación de caída en el abismo que siente el protagonista cuando se produce el detonante), Axel Petersén se nos desvela como un realizador con una precisa contención narrativa, que sabe captar sin alardes la esencia dramática, ayudado por supuesto por el excelente trabajo de los actores principales. Así que, bienvenida sea esta "nueva promesa del cine sueco".