Que cuatro de los cinco cortometrajes de acción real nominados a los Oscar sean extranjeros parece indicar una cierta tendencia a diversificar la mirada de los miembros de la Academia hacia cinematografías diferentes a la suya. Este año, Javier Bardem, Marion Cotillard, Dario Marianelli... han hecho su particular contribución a la mirada perdida de Hollywood hacia el viejo continente. Pero no nos engañemos: Bardem ha obtenido el Oscar por una película yanqui, Cotillard es una actriz francesa que ya ha hecho incursiones en el cine de Hollywood (la hemos visto en Big fish, de Tim Burton, o Un buen año, de Ridley Scott) y Marianelli es un músico de origen italiano que se ha curtido en Inglaterra y ya prácticamente trabaja en producciones norteamericanas. Lástima que este año no haya sido el de Alberto Iglesias, porque premiar un trabajo parecido al espléndido Orgullo y prejuicio (por el que Dario Marianelli estuvo nominado, pero sin resultados) nos parece una injusticia para el poco valorado esfuerzo del músico español.
Javier Bardem sí lo ha logrado. Y no ha necesitado mantener una carrera constante en Hollywood para alcanzar lo que ningún otro actor español ha conseguido. La ventaja con la que siempre ha contado este "cómico" de poderoso talento es que no le ha hecho falta más que escoger buenos papeles para encontrar un hueco en una industria tan difícil como la americana. Tuvo si cabe mayor mérito conseguir una nominación por Antes que anochezca, por eso de ser un completo desconocido para los estamentos decisorios de la industria, pero Bardem ha sabido afianzar su talento con proyectos inteligentemente seleccionados (incluso permitiéndose el lujo de decir que no a Steven Spielberg). Claro que alguna metedura de pata sí que ha cometido, y menos mal que este año tiene No es país para viejos para mitigar decisiones inadecuadas, porque si no, el bodrio de Amor en tiempos del cólera hubiera sido su cruz.
No sé si será consecuencia de la huelga de guionistas pero este año la ceremonia y todo lo que rodeaba a los Oscar era de un aburrimiento supino. Ha sido una edición hecha con desgana, sin originalidad y con cierta tendencia a dejar pasar todo por alto. Menos mal que Daniel Day Lewis, con su genuflexión ante Helen Mirren (especialista en reinas) animó la entrega de premios, y Marion Cotillard (sorpresa absoluta) aportó el toque lacrimógeno.
Otras sorpresas poco valoradas han sido la del Oscar al Mejor Largometraje Documental. Frente a películas que traían el sello de favoritas como Sicko, de Michael Moore y sobre todo el espléndido y milimétrico No end in sight, de Charles Ferguson, ha ganado Taxi to the dark side, de Alex Gibney, sobre las torturas practicadas en Afganistán, Irak y Guantánamo. Y el premio al Mejor Corto de Animación. Frente a los favoritos Madame Tutli-Putli, producción canadiense de perfecta realización, o My love, del clásico ruso Aleksandre Petrov (ambos se pudieron ver en Animacor), ha vencido el corto británico-polaco Peter & the wolf, de Suzie Templeton y Hugh Welchman.
Para que nos entendamos. Es como si, frente a Pozos de ambición, Expiación o No es país para viejos, hubiera ganado el Oscar a la Mejor Película la imprevista Juno.
Fotos: Dario Marianelli, Javier Bardem, Marion Cotillard
Matt Petit / ©A.M.P.A.S