21 junio, 2019

Pip Festival 2019

El verano llega a los países escandinavos con temperaturas suaves (a veces frías) e intermitentes bocanadas de sol que son aprovechadas para invadir los parques y convertir las ciudades en playas artificiales rodeadas de parrillas humeantes. Eso ocurre en Oslo, donde también el verano (con el intermedio de un mes de julio en el que los noruegos huyen a lugares más calurosos como España o Tailandia) supone el comienzo de la temporada de festivales de música. 

Uno de las más madrugadores es el PipFest, cuyo nombre proviene de las siglas de Piknik i Parken (Picnic en el parque), que resume en buena medida la filosofía de un festival que promueve la ecología y la reunión familiar en torno a dos escenarios que ocupan uno de los parques más céntricos de la ciudad de Oslo, Sofienbergparken, situado en el popular barrio de Grünerløkka, uno de esos espacios que fue principal refugio de la clase trabajadora en el siglo XIX y que en las últimas décadas ha vivido una revitalización que le ha convertido en una de las zonas más bohemias de la ciudad, ahora habitada principalmente por inmigración con buen poder adquisitivo. El festival se trasladó hace pocos años desde el lejano bosque de Frogner hasta esta localización más pequeña, pero más céntrica y asequible. 

PipFest reúne cada año, a comienzo del mes de junio, a un nutrido número de bandas de música que en buena medida recuperan el espíritu de los festivales de música de toda la vida, enfocado como decíamos a un público más familiar que adolescente. Lo que se nota también en su programación, en la que siempre están presentes grupos veteranos y antológicos. Este año, los principales cabeza de cartel fueron los británicos New Order, que trajeron algunos de sus clásicos, como "Blue Monday", pero sobre todo parte de las canciones que publicaron en su último álbum, Music Complete (2015, Mute Records), uno de los que ha obtenido mejores críticas desde su regreso a los escenarios en 2011. New Order sigue siendo una de esas bandas que consiguen transmitir fuerza en sus actuaciones en directo, y en su presentación en Oslo demostraron que mantienen la energía y ese estilo característico que los han convertido en una de las bandas más relevantes de las últimas décadas. 


Los también británicos The Charlatans participaron asimismo en la apertura del PipFest, incombustibles desde que iniciaron su carrera a finales de los ochenta, siempre con Tim Burgess como vocalista principal. Su último album, Different days (2017, BMG) fue calificado por la prensa como uno de sus proyectos más ambiciosos, y sin duda es uno de esos discos que merece la pena escuchar con detenimiento, porque encontramos algunas de las constantes más destacadas de la carrera de este grupo. La formación ha sufrido a lo largo de los años dos ausencias trágicas, la del teclista Rob Collins fallecido en accidente de tráfico en 1996 y la del batería Jon Brookes, que sufrió un tumor cerebral y murió en 2013, y por tanto nos encontramos con una banda reciclada que sin embargo mantiene al carismático Tim Burgess como un maestro de ceremonias que desprende energía por todo su cuerpo. 


El segundo día pudimos asistir a la actuación del compositor alemán Nils Frahm, uno de los principales renovadores de la música electrónica que ha participado ocasionalmente en el cine con bandas sonoras destacables como la de la película Victoria (Sebastian Schipper, 2015), y que presentó fragmentos de su último álbum, All melody (2018, Erase Tapes), un trabajo intenso e hipnótico que refleja en buena medida esa capacidad que tiene el músico para crear atmósferas contundentes. Solo sobre el escenario, rodeado de esa mezcla de sintetizadores de última generación e instrumentos electrónicos de los años ochenta, Nils Frahm consigue crear una ambientación que nos atrapa desde el principio y que nos introduce en una variedad de sonoridades que le confirman como uno de los grandes de su generación. 


Otro de los momentos intensos de ese día fue la presencia del cantautor australiano Matt Corby, con esas melodías apabullantes que forman parte de una discografía breve pero contundente. En un festival de estas características, más enfocado a un público familiar, resulta necesario encontrar este tipo de actuaciones en el escenario, que son asequibles pero al mismo tiempo contienen grandes dosis de calidad, como la del también cantautor sueco Tallest man on Earth, quizás más popular en tierras escandinavas que a nivel internacional, pero que conforma con Matt Corby ese compendio de voces masculinas que enganchan y sostienen en sus moduladas voces personalidades destacables en el panorama musical. 

Para voces, la de Yola, que para mi ha sido uno de los descubrimientos de PipFest de este año. Y tanto, porque de hecho la cantante de Bristol lanzó su primer album este año, Walk through fire (2019, Easy Eye Sound), y el disco está lleno de historias personales que hablan de una infancia no especialmente feliz a las afueras de Londres, y tienen ese punto de nostalgia que aportan sonoridades que en ocasiones nos suenan a Burt Bacharach o el John Barry de The John Barry Seven, a comienzos de su carrera. La voz en ocasiones rasgada de la cantante, con una poderosa presencia sobre el escenario, resulta desgarradora y tiene ese punto de melancolía que sin duda es una de sus principales bazas. Estamos ante una de las grandes cantantes del año. 

Yola actuó el último día del festival, una jornada que en cierta medida estaba más enfocada a formaciones escandinavas que también fueron grandes hitos de los años ochenta y noventa, pero que en otros países quizás no obtuvieron la resonancia que han tenido en estas tierras. Es el caso de la banda de jazz experimental Jaga Jazzist, formación noruega que trascendió en 2002 cuando la BBC nombró su álbum A livingroom hush (2002, Smalltown Supersound) como el mejor disco de jazz del año. Su sonido es sin duda contundente y potente, con cierta tendencia al rock progresivo mezclado con tonalidades de jazz. Quizás el escenario se les quedó pequeño, porque es una banda poliédrica que está compuesta por numerosos instrumentistas, y por eso posiblemente el sonido se quedó a medias, estando todos los instrumentos tan compilados, pero el resultado en definitiva fue acertado y sorprendente, lleno de matices en su musicalidad exclusivamente instrumental.  


El broche de oro del festival fue el concierto que ofreció la banda noruega Madrugada (cuyo nombre proviene, efectivamente, de la palabra española que en inglés o noruego no tienen traducción. Ese concepto noctámbulo de la "madrugada" es lo que sorprendió a los componentes de la banda para adoptar su nombre). La banda noruega fue uno de los grandes clásicos de los años noventa, hasta que se disolvieron en 2008. Pero, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, esta especie de revitalización de la nostalgia en los últimos años provocó que sus miembros decidieran reunirse otra vez para pisar los escenarios en 2018, ofreciendo durante este año una gira de conciertos por toda Europa. Así que, PipFest se ha convertido en uno de esos nuevos pasos de la banda en su reencuentro con el público, y eso se notó en una presencia notable de un público entregado. Sin el conocimiento previo de los trabajos de Madrugada, hay que decir que personalmente descubrimos un sonido de rock clásico, diáfano, que sin duda les ha convertido con merecimiento en el icono que son dentro de la música escandinava. Sin duda, la personalidad carismática de su cantante, Sivert Høyem, es uno de los puntos a favor de un grupo que tiene esa manifestación musical sobre el escenario que le falta a muchos de los grupos actuales. 


PipFest no es un festival de música de grandes recursos ni masivo público, pero es fiel a ese concepto de "picnic en el parque" que le convierten en una de las citas más atractivas del panorama musical en los mese veraniegos en Noruega. Su mezcla de nostalgia pasada y conexión con las nuevas voces le convierten en un festival que es necesario visitar para entender el devenir del panorama musical. Volveremos, sin duda. 



The Charlatans actúa el 6 de julio en Vida Festival (Vilanova i la Geltrú)
Nils Frahm actúa el 11 de julio en Bilbao BBK Live (Bilbao)
New Order actúa el 27 de julio en Low Festival (Benidorm)


14 junio, 2019

Oslo Pix Festival 2019: (2ª Parte)

Tras una semana de proyecciones, encuentros cinematográficos y premios, el festival Oslo Pix se despidió el pasado domingo con las últimas películas, la ceremonia clausura y un tiempo inestable que en algunos momentos impidió celebrar los actos previstos. En esta segunda y última entrega de nuestra cobertura al festival hablaremos sobre todo de documentales, quizás el género que está representado con más acierto en la programación, frente a una bastante irregular lista de películas de ficción. Pero también haremos mención a los galardones y la presencia española en el festival. 

Quizás uno de los documentales más esperados del año es Diego Maradona (Asif Kapadia, 2019), que se estrenó en el pasado Festival de Cannes rodeado de cierta controversia debido a la ausencia del ex-jugador argentino que, a pesar de participar en la película, finalmente acabó rechazándola, no se sabe bien si por motivos económicos o por la razón que se ha argumentado oficialmente, y es que no aprobaba el calificativo de "estafador" que aparece en el cartel: "Rebel. Hero. Hustler, God" (Rebelde. Héroe. Estafador. Dios.). En todo caso, la película viene firmada por Asif Kapadia, director inglés que ha logrado notables trabajos en el género documental como Senna (Asif Kapadia, 2010) y Amy (Asif Kapadia, 2015), dos espléndidos ejemplos de cómo sacar el mejor partido a materiales de archivo, con una notable capacidad para crear tensión y ritmo. En este sentido, se podía esperar lo mejor de esta película, que en cierto modo sigue la misma pauta que aquellas: la utilización de ingente material de archivo para contar una parte de la historia del astro argentino, especialmente su etapa en el Nápoles, que incluye sus escarceos con la mafia, su época de mayor adicción a las drogas y su descalabro final como figura futbolística, pasando solo de puntillas por su paso por el Barcelona F.C. Aunque el director aporta, ayudado por un buen trabajo del compositor brasileño Antonio Pinto, su habitual colaborador, ese ritmo frenético en algunos momentos (desde ese misterioso y trepidante comienzo mientras vemos dos coches dirigirse rápidamente hasta el estadio del Nápoles) que hace que el documental no resulte pesado a pesar de sus más de dos horas de duración, lo que no consigue del todo es ofrecernos una visión más compleja del personaje.

Uno de los documentales más esperados del año
Quizás en este sentido resulta más difícil ofrecer una visión completa de un personaje cuando él mismo participa en el documental (solo escuchamos las voces de los entrevistados) y realmente tampoco aporta informaciones especialmente relevantes ni clarificadoras. Y en esa búsqueda de tratar de captar la atención del espectador, Asif Kapadia a veces se detiene en exceso en anécdotas (especialmente en los partidos de fútbol) que, por ser ya conocidas, no logran ese efecto de tensión y suspense, como sí se lograba en algunas las carreras que mostraba en el documental Senna (Asif Kapadia, 2010). Lo que en buena medida acaba lastrando un buen trabajo de recopilación de archivos, pero que aportan poca información añadida a lo que el gran público ya conoce del personaje. Diego Maradona (cuyo título juega con esa dicotomía entre el hombre (Diego) y el mito (Maradona)) es un trabajo formalmente atractivo pero narrativamente pobre. 

Precisamente la camorra italiana, presente en la etapa napolitana de Maradona, es también la protagonista del documental Shooting the Mafia (Kim Longinotto, 2019), directora también londinense curtida en el género que aquí se acerca a la vida de la fotógrafa Letizia Battaglia, una de las primeras mujeres que se dedicó a la fotografía periodística en los años de mayor crueldad de la camorra italiana. Aunque de forma tangencial, su historia está también presente en la película Palermo shooting (Win Wenders, 2008), ya que ha sido ella una de las que ha mostrado con mayor acierto la proliferación de asesinatos que fueron cometidos por los principales capos de Palermo durante los años sesenta y setenta. Shooting the Mafia es un documental que se apoya principalmente en una larga entrevista a la fotógrafa, ya prácticamente retirada, y en la revelación de parte de su trabajo fotográfico que, a pesar de estar realizado en blanco y negro, resulta a veces poco agradable de ver, por la explicitud de sus imágenes. Es un documental no demasiado complejo que cumple bien su función pero no destaca especialmente.

Violencia en las calles de Palermo
Más interesante es el trabajo periodístico que realiza el danés Mads Brügger en Cold case Hammarskjöld (Mads Brügger, 2019), una nueva muestra de esa manera particular que tiene este director de acercarse al género, que ya hemos visto con espléndidos resultados en The ambassador (Mads Brügger, 2011) y The great European Cigarette Mystery (Jeppe Rønde, 2017), del que fue guionista. Lo mejor que tienen los documentales de Mads Brügger es que posiblemente no terminen de la misma forma que empiezan, porque como periodista asume con honestidad (y ese particular sentido del humor siempre presente en sus películas) que quizás una idea original puede acabar deparando sorpresas inesperadas. Es lo que ocurre en Cold case Hammarskjöld, que él mismo director dice que "podría ser el mayor misterio criminal del mundo, o la más estúpida teoría de conspiración de la Historia". Así, mientras investiga las teorías sobre el posible asesinato del Secretario Nacional de la Naciones Unidas, Dag Hammarskjöld, en lo que siempre se definió como un accidente aéreo, el periodista danés acaba descubriendo la existencia de un grupo clandestino de paramilitares amparados por la CIA para desestabilizar los gobiernos africanos y tratar de extender la epidemia del SIDA por el continente. Quizás en este sentido, parte del documental puede ser cuestionable, ya que sus revelaciones se basan exclusivamente en una entrevista a un supuesto miembro de ese grupo paramilitar que, sin embargo, no ha mostrado ninguna prueba de ello, por lo que la argumentación que ocupa buena parte de la película parece poco seria. Es más, el New York Times investigó a comienzos de año las revelaciones hechas por Mads Brügger y planteó serias dudas sobre la veracidad de los hechos descritos por esa fuente. En todo caso, Cold case Hammarskjöld, que parece que sí acierta en su verificación de la conspiración contra el Secretario General de las Naciones Unidas, es un documental que ritmo, está narrado con claridad, a pesar de la complejidad del tema, y tiene ese sentido del humor que el periodista siempre aporta a sus trabajos.

Buscando los restos de un avión siniestrado hace treinta años.
Ese sentido del humor que también está presente en la película española Muchos hijos, un mono y un castillo (Gustavo Salmerón, 2017), reconocido documental que ganó el Premio Goya y ha tenido una larga trayectoria en festivales internacionales. El actor y director, debutante en el largometraje, estuvo presente en Oslo explicando el desarrollo de este largo trabajo de rodaje durante 14 años en que tiene como protagonista a su propia familia, y especialmente a su madre, un personaje entrañable y al mismo tiempo algo desquiciado que sin duda es uno de los principales alicientes de este documental. Ha sido una de las escasas presencias españolas en el festival, junto a El reino (Rodrigo Sorogoyen, 2019), que compitió en la Sección Grand Prix. 

Aunque modesto y corto, tan solo sesenta minutos, el documental danés Q's barbershop (Emil Langballe, 2019) tiene mayor trasfondo del que podría parecer. Básicamente se sostiene sobre las conversaciones que tienen lugar en una barbería de Odense, la tercera ciudad con más población de Dinamarca. Pero, al margen de las, a veces intrascendentes conversaciones de los clientes y el peluquero que los atiende, un joven de origen africano, el hecho de que la barbería esté situada en el suburbio de Vollsmose, un proyecto urbanístico surgido en los años setenta que se ha convertido en uno de los mayores centros neurálgicos de la presencia de inmigrantes en el país. Esta condición de extranjeros en un país que ha conocido en los últimos años diversos conflictos sociales, se convierte en el principal elemento de interés de las reflexiones que hacen los clientes de la barbería, casi el 100% de origen africano también. Y esta condición de habitantes de una ciudad en la que no terminan de sentirse del todo aceptados es también uno de los principales elementos que hacen de este documental algo más que una anecdótica descripción de la vida en un suburbio.

Cortes de pelo e inmigración en Dinamarca.
Honeyland (Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov, 2019) puede que sea una de las películas más destacadas del año en el género documental. Ganadora de premios en todos los festivales por los que ha pasado, entre ellos en Sundance, donde consiguió el Gran Premio del Jurado y el de Mejor Fotografía, o Docsbarcelona, donde logró el Premio TV3, se trata de una película que surgió como un encargo para un proyecto medio ambiental y acabó descubriendo a un personaje inolvidable, Hatidze Muratova, la última mujer que se dedica a recolectar miel de forma natural en Europa, tierras remotas de Macedonia. Durante tres años los directores han seguido la trayectoria de su protagonista, que en cierto momento se enfrenta a cierta competencia desleal por parte de unos ruidosos vecinos. Pero al margen de esta trama narrativa que funciona bien para mantener cierto suspense en la historia, es el personaje de Hatidze y su relación con su madre enferma la que despiertan mayor ternura y emoción.  La cámara capta la aridez y la belleza del espacio en el que se mueven los personajes con enorme capacidad de fascinación, y la narración de los directores es honesta y fiel a la realidad, pero saben utilizar con acierto los tiempos narrativos, de forma que casi parece que estamos viendo una película de ficción protagonizada por actores amateurs. Se trata quizás de uno de los documentales más logrados en ese difícil equilibrio entre el lenguaje cinematográfico y la visión más periodística, y sin duda vamos a seguir oyendo hablar de esta película en los próximos meses.

Sin duda uno de los mejores documentales del año.
Película de inauguración y Premio del Público, Dronningen (May el-Toukhy, 2019), también conocida como Queen of hearts, es una producción danesa que sin duda también tendrá relevancia internacional. La historia tiene cierto grado de controversia, porque establece una relación entre un joven adolescente y su madrastra, una mujer madura, con escenas de sexo que contienen ciertos momentos explícitos. Y acaba siendo, no solo por estas escenas sino también porque supone un trabajo de gran profundidad emocional, uno de los mejores trabajos interpretativos de la veterana actriz Trine Dyrholm, una auténtica institución en los países escandinavos a la que hemos visto recientemente en Conociendo a Astrid (Pernille Fischer Crhistensen, 2018), y que afronta con valentía un personaje difícil. Dentro de este subgénero de historias sobre relaciones amorosas envenenadas, Dronningen juega bien la baza de la sorpresa y de la narración medida y precisa. Se trata así de una trama que se va desarrollando lentamente, a medida que el personaje principal va modificando su estado emocional, y que sobre todo en la última parte desgrana unas dosis de drama oscuro y perverso que sin duda hacen que su desenlace resulte inesperado pero al mismo tiempo lógico. Es, sobre todo, el personaje principal el que mantiene nuestra atención en todo momento, porque al mismo tiempo lo vemos frágil pero también tiene un lado perverso. Y es ahí donde radican buena parte de las virtudes de esta inteligente película.

¡Te pillaron!
Entre los títulos más destacados que hemos visto en el festival se encuentra la película británica Ray & Liz (Richard Billingham, 2018), debut en la dirección de quien hasta ahora era director de fotografía y una obra excelsa en la composición de personajes que nos atrapan desde el principio, embutidos en ese trasfondo de podredumbre y pesimismo que también define la época en la que se desarrolla la historia, en mitad del oscurantismo de las políticas thatcherianas. Ray & Liz es una película en la que importa sobre todo la mirada pasiva, pero al mismo tiempo indulgente, de una cámara que se mantiene estática en medio de las cuatro paredes en las que transcurre buena parte de esta historia contada en dos tiempos. También hay que destacar el claustrofóbico thriller danés Cutterhead (Rasmus Kloster Bro, 2019), que transcurre en el interior de una máquina tuneladora en la que se encuentra una relaciones públicas que quiere mostrar la cooperación europea en la construcción de los túneles del metro, y que acabará metida en una situación de alto riesgo cuando ocurre un accidente. Esta historia de supervivencia transcurre con un buen trabajo de dirección en la dosificación de los momentos de tensión, pero sobre todo es un espléndido trabajo, nada condescendiente, como retrato de unos personajes que se encuentran en una situación extrema, y cómo esto modifica radicalmente su comportamiento. Es especialmente interesante la ultima parte de la película, en la que se refleja con crudeza la condición despiadada del alma humana.

Claustrofobia en la tuneladora.
En cierto modo, también pretende reflejar eso la producción australiana The nightingale (Jennifer Kent, 2018), una trama de venganza que transcurre en el siglo XIX en Tasmania, y que recibió el Premio Especial del Jurado en la Mostra de Venezia 2018. La directora de la interesante Babadook (Kennifer Kent, 2014) de nuevo nos plantea una historia extrema en la que la violencia está presente con brutalidad. Funciona mejor una primera parte en la que asistimos a la conversión de una mujer que intenta vivir una vida pacífica en un animal sediento de venganza, pero cuando la historia plantea la re-humanización del personaje gracias en buena medida a su relación con un aborígen que la acompaña como guía, el desarrollo de la trama se torna más inverosímil. Por su parte, el director Harmony Korine regresa al cine tras varios años de ausencia con su película The beach bum (Harmony Korine, 2019), que tiene en su reparto a un desatado Matthew McCounaghey interpretando a un personaje de esos que amas u odias, sin término medio. En realidad, la película plantea uno de esos temas recurrentes en la filmografía del director, una especie de canto al hedonismo y al disfrute de la vida sin concesiones ni reglas, y en este sentido, hay secuencias que por su tendencia al esperpento resultan divertidas, como la de la breve aparición de Martin Lawrence, pero el resultado general acaba siendo excesivo y exagerado.

Historia de venganza y violencia. 
Oslo Pix se clausuró con la película finlandesa Aurora (Miia Tervo, 2019), una comedia romántica que pretende ser poco convencional pero que acaba cayendo en el convencionalismo, a través de la relación entre una chica desenfadada y un refugiado iraní al que ella trata de ayudar buscándole una mujer con la que casarse para poder conseguir la residencia. La película inauguró el pasado mes de enero el Festival de Cine de Götteborg, lo que indica su relevancia en el circuito de cine escandinavo, y posiblemente podría tener un remake norteamericano a poco que su paso por los festivales estadounidenses la encuentren un hueco en las agendas de las productoras de Hollywood. Es una historia disfrutable, pero poco trascendente, a pesar de hablar de temas tan importantes como la inmigración o la soledad. 


PREMIOS

Oslo Grand Pix: Internacional

Systemsprenger (Nora Fingscheidt, 2019)
Alemania

Oslo Grand Pix: Ficción Nórdica

Goliat (Peter Grönlund, 2019)
Suecia

Oslo Grand Pix: Documental Nórdico

Transnistra (Anna Eborn, 2019)
Suecia-Dinamarca-Bélgica

Premio del Público

Dronningen (May el-Toukhy, 2019)
Dinamarca-Suecia



Aurora se estrena el 1 de julio en Atlántida Film Fest
La muerte de Hammerskjöld se estrena el 6 de julio en Atlántida Film Fest
Diego Maradona se estrena el 11 de julio

El reino se puede ver en Movistar+


















06 junio, 2019

Oslo Pix Festival 2019 (1ª parte)

Regresamos al Festival de Cine Oslo Pix, un encuentro que propone cada año un interesante repaso a los títulos más destacados del panorama de festivales y, sobre todo, a los estrenos más relevantes de la cinematografía escandinava. Oslo Pix es, a la entrada del verano, una de las primeras citas con el cine que podemos encontrar en los países del Norte de Europa. Por su modestia, no es un festival de categoría principal como pueden ser Estocolmo o Copenhague, pero sí se trata de uno de los encuentros más abiertos, en el que el cine comercial y las producciones independientes se dan la mano. 

En Oslo Pix podemos encontrar desde premieres de blockbusters como X-men: Fénix oscura (Simon Kinberg, 2019) o Tolkien (Domen Karukoski, 2019), que en Noruega se estrena a mediados de mes, hasta esperadas producciones que han pasado por recientes festivales de cine internacionales, como el controvertido documental Diego Maradona (Asif Kapadia, 2019), poco después de su estreno en el Festival de Cannes. Y sobre todo Oslo Pix es un festival que toma las calles de Oslo, especialmente Stortinsgata, junto al majestuoso (y para muchos horroroso) edificio del Ayuntamiento de la ciudad, con proyecciones al aire libre de clásicos de Hollywood como WALL-E (Andrew Stanton, 2008), o Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989), y encuentros especiales como la presentación de Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), con la presencia del periodista Bob Woodward, uno de los protagonistas de la investigación periodística real en la que se basa la película. 

Ni qué decir tiene que la presencia de producciones escandinavas es importante en este festival noruego, donde se estrenan algunas de las películas más relevantes del año, como el film de inauguración, la producción danesa Dronningen (Queen of hearts) (May el-Toukhy, 2019), que pasó por los festivales de Götteborg, Rotterdam y Sundance, donde recibió el Premio del Público. La película se postula como uno de los títulos más relevantes del año, y no parece extraño que sea la elegida por Dinamarca como su representante para el Oscar. Otra de las producciones presentadas es Aniara (Pella Kågerman, 2018), basada en el famoso ciclo lírico del escritor sueco Harry Martinson del mismo título, una serie de poemas publicados en 1956 en los que describía la trayectoria de una nave espacial con 8.000 personas que permanece a la deriva en el espacio. Interesante acercamiento a la condición humana, y su confrontación psicológica en circunstancias adversas, la película intenta trasladar con irregulares resultados la reflexión en torno a la humanidad que encontramos en la serie de poemas. Pero el esfuerzo de la directora sueca se encuentra a veces impedido por un desigual sentido del ritmo que lastra sus resultados. 

La desolación en el espacio exterior.

La cinematografía italiana está representada por algunos títulos que han cosechado nominaciones para los principales premios de cine en el vecino país. A casa tutti bene (Gabriele Muccino, 2018) tuvo tres nominaciones para los David di Donatello. Se trata del regreso del director a su país, tras algunas incursiones en Hollywood con títulos como En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006), Un buen partido (Gabriele Muccino, 2012) o De padres a hijas (Gabriele Muccino, 2015), y esa especie de película de transición que fue el drama gay L'estate addosso (Gabriele Muccino, 2016). En esta producción netamente italiana, el director se centra una vez más en el universo familiar, a través del encuentro veraniego que se produce para celebrar el 50 aniversario del matrimonio de abuelos, patriarcas de una gran familia. Pero, como suele suceder en estos casos, la aparente felicidad del comienzo se torna en revelación de secretos, desencuentros económicos y enfrentamientos personales que terminan por desestructurar esa cohesión hogareña. Sin ser una gran película, es uno de los títulos más interesantes de la irregular carrera del director. 

Por otro lado, el debutante Phaim Bhuiyan, segunda generación de inmigrantes de Bangladesh, ha conseguido una nominación al Premio Nastro de Argento como Mejor Comedia con su película Bangla (Phaim Bhuiyan, 2019), que no sólo escribe y dirige, sino también protagoniza. En cierta medida, esta comedia algo simplona pero que contiene en una segunda lectura algunas interesantes reflexiones sobre qué es ser inmigrante en Italia, aunque hayas nacido allí, nos recuerda a otros títulos italianos como Caro diario (Nanni Moretti, 1993), aunque el joven director de 23 años confesaba en la presentación de la película que se había inspirado especialmente en el trabajo de Aziz Ansari en la la serie norteamericana Master of none (Netflix, 2015-), y suponemos que sobre todo en su segunda temporada, que precisamente se desarrolla en Italia. Aunque no alcanza esas dosis de comedia humana que encontramos en otros títulos italianos, Bangla al menos consigue algunos momentos logrados dentro de su ingenuidad. 

Bangla es una comedia de amor intercultural. 

Uno de los títulos más interesantes que hemos podido ver hasta el momento es la producción francesa L'heure de la sortie (La última lección) (Sébastien Marnier, 2019), un thriller claustrofóbico en torno a un grupo de adolescentes con extraños comportamientos que acaban por fascinar y al mismo tiempo provocan repulsa en un profesor sustituto que llega a una clase experimental tras el suicidio del anterior educador. El director de la interesante Irréprochable (Sébastien Marnier, 2016) propone aquí una excelente atmósfera perversa en torno a este grupo de jóvenes cuyas reflexiones sobre la condición humana acaban siendo dramáticas y autodestructivas. El ritmo que aporta el realizador a este descubrimiento progresivo de las catástrofes provocadas por el hombre, consigue crear una tensión en el espectador que nos mantiene atentos durante todo el metraje, hasta llegar a un final contundente que invita a la meditación. 

Entre las Perlas del Festival encontramos algunos títulos destacados como la comedia bielorrusa Crystal swan (Darya Zhuk, 2018) que, en realidad, esconde dentro de algunos momentos cómicos, una visión pesimista de un país que vivió una profunda crisis económica cuando se independizó de Rusia en los años noventa. La contraposición de posturas entre quienes añoraban la seguridad y estabilidad que les proporcionaba vivir bajo la tutela de Rusia, aunque fuera a base de estar sometidos ideológica y económicamente, frente a la supuesta libertad que implica la independencia, pero con una zozobra vital importante, es uno de los elementos más interesantes de esta propuesta. La protagonista es una joven que quiere emigrar a Estados Unidos pero que acaba conviviendo con una familia en un pueblo perdido cuando se equivoca al escribir el número de teléfono de su supuesto trabajo en el formulario de petición de visado para salir de su país. El contraste entre sus sueños de un futuro mejor y la resignación de una familia que no tiene esperanzas ni sueños se convierte al final en un duro reflejo de la situación de la mujer en su país. Aunque la película no termina de cuajar en su faceta de comedia, sí contiene elementos que la hacen interesante en la descripción de este estado de desasosiego que vivieron algunos países protagonistas de la desintegración del mastodonte soviético. 

Comedia negra bielorrusa en Crystal swan.

También en esta sección encontramos una de las escasas muestras de cine español que suele formar parte de la programación de Oslo Pix. El documental Muchos hijos, un mono y un castillo (Gustavo Salmerón, 2017), ganador del Goya el año pasado, está presente junto a su director este viernes. Mientras que a competición se proyecta el interesante thriller político El reino (Rodrigo Sorogoyen, 2018), aunque sin la presencia de ningún miembro de su equipo. Sin duda, dos muestras interesantes del panorama cinematográfico, pero escasas en un festival que podría encontrar otros títulos interesantes en la producción española del año si los programadores hicieran un mayor esfuerzo por bucear en nuestra cinematografía. 


La Sección Oficial no mantiene una cohesión programática, y eso impide que el festival tenga una entidad suficiente como para destacar entre otras citas cinematográficas en los países escandinavos. Es tan diversa, y al mismo tiempo tan dispersa que no encuentra el equilibrio adecuado para conformar una lista de películas de interés. Así, encontramos films como Les filles du soleil (Eva Husson, 2018), un drama bélico que se desarrolla en el Kurdistán y que estuvo presente en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Esta historia que protagoniza un grupo de mujeres que tratan de enfrentarse a las imposiciones extremistas resulta alguna difusa en su desarrollo. Comienza mostrando a la protagonista como una guerrera curtida en las labores de la guerra, pero la directora quiere sobre todo contarnos su trayectoria anterior, el proceso de cómo una madre se convierte en soldado. En este sentido, el largo flashback se convierte en la parte fundamental de la película, pero aunque las escenas bélicas son creíbles, el pulso narrativo adolece de cierta incapacidad para elaborar un drama con la suficiente tensión como para mantener nuestra mirada en todo momento. 


Mujeres luchando contra ISIS en Les filles du soleil.

También a competición se encuentra The beast in the jungle (Ciara van Gool, 2019), que convierte la historia de amor clandestina descrita en la novela de Henry James en una suerte de juego de sensaciones que se revela especialmente a través de movimientos coreográficos que en algunos momentos nos hacen pensar que estamos viendo una pieza de ballet en vez de una película. El planteamiento es valiente y hasta osado, pero lamentablemente no aguanta un metraje largo, y acaba resultando artificioso y pedante en algunos momentos. Tampoco ayuda la propuesta algo confusa de establecer un paralelismo entre la época en la que se desarrolla la historia original y el presente, con un juego de dobles personajes que termina por dilapidar los posibles aciertos que pudiera haber tenido. 

En Oslo Pix está muy presente la nacionalidad norteamericana, con títulos de reciente estreno en Estados Unidos, como la comedia adolescente Booksmart (Olivia Wilde, 2019), que se estrenó el pasado fin de semana en la taquilla estadounidense, aunque sin lograr resultados notables a pesar de ser una de las películas más valoradas por la crítica. En realidad, Booksmart no se diferencia mucho de otras comedias adolescentes recientes, aunque sí hay que reconocer que tiene un guión más elaborado de lo habitual, con personajes que en cierta manera reinterpretan los estereotipos para hacerlos más atractivos. Funciona bien la química entre las dos protagonistas, Kaitlyn Dever y Beanie Feldstein, y tiene momentos de lograda comicidad, aunque también otros de banal humor, pero en general es una "teenager movie" bien dirigida por la actriz Olivia Wilde, debutante en estas labores. 

Oro de los títulos presentes es Her smell (Alex Ross Perry, 2018), curiosa incursión del singular director de películas como Queen of Earth (Alex Ross Perry, 2015) en el mundo de la música, con Elisabeth Moss de nuevo interpretando uno de esos personajes intensos que parecen haberse convertido en habituales dentro de su carrera. Precisamente acaba de estrenarse la tercera temporada de The handmaid's tale (Hulu, 2017-), paradigma de ese tipo de caracteres sufridores que viene protagonizando la actriz en los últimos años. Aquí realiza una soberbia creación de una exitosa cantante de rock que acaba psicológicamente dañada por el alcohol y las drogas, y debe tratar de encontrar la manera de regresar a un mundo de éxito pero también de excesos. Quizás la primera parte resulta algo caótica e irregular, pero es en la segunda parte de la película en la que la actriz y el director demuestran su capacidad para recrear la indefensión y la inestabilidad de un personaje interesante en su capacidad de autodestrucción. 

Elisabeth Moss antes del estreno de The handmaid's tale.

La trayectoria de la animadora Nina Paley es ciertamente curiosa, con un estilo de animación que consigue momentos especialmente logrados a pesar de la rigidez de su planteamiento formal. Pero creemos que su estilo funciona mejor en historias cortas que en largometrajes, aunque consiguió una cierta relevancia con su película Sita sings the blues (Nina Paley, 2008). Ahora regresa al terreno del metraje largo con Seder-masochism (Nina Paley, 2018), una suerte de musical animado en el que repasa historias del Libro del Éxodo (la condición judía de la directora es fundamental para entender buena parte de su trayectoria), pero lo hace con humor y cierta irreverencia, poniendo a personajes como Moisés o Jesucristo a cantar canciones populares. Al final, seder-masochism se convierte en un conjunto de cortometrajes unidos por una temática común que funcionan solo en algunos momentos, y en algunos casos los mejores fragmentos son aquellos que no están realizados para la propia película. Por ejemplo, uno de los capítulos incluidos es en realidad el cortometraje This land is mine (Nina Paley, 2012), sin duda una de las mejores obras de la directora, en el que repasa con sórdido humor negro la historia de la humanidad asentada en la violencia, mientras los personajes interpretan la canción de Andy Williams para la película Éxodo (Otto Preminger, 1960). Magistral como cortometraje, pero insuficiente como parte de un conjunto. 



El éxodo judío representado en la película de animación Seder-masochism.

Por último, en el terreno de los documentales encontramos títulos como United skates (Tina Brown, Dyana Winkler, 2018), ganador del Premio del Público en el Festival Tribeca, que nos introduce en el mundo de las pistas de patinaje en Estados Unidos. Pero, aunque al principio parece una simple celebración de la agilidad de sus protagonistas con los patines, poco a poco se torna en un interesante reflejo de cómo una actividad deportiva se convirtió en el refugio de la comunidad afroamericana en muchas ciudades de Estados Unidos, y cómo la especulación inmobiliaria provocó la práctica desaparición de las más famosas pistas de patinaje del país. En este sentido, el documental funciona perfectamente como descripción de la evolución económica de un país más a favor del consumismo que del mantenimiento de comunidades volcadas en el servicio social. Y finalmente se convierte en un documental pesimista que trata de filtrar cierto grado de optimismo al final, pero que no puede evitar provocar desesperanza en el espectador. 

En nuestra próxima crónica hablaremos sobre todo de documentales como Diego Maradona (Asif Kapadia, 2019) o el espléndido Cold case Hammarskjöld (Mads Brügger, 2019), la presencia de Gustavo Salmerón en el festival y la recta final de una cita marcada este año por una lluvia casi incesante. 



Crystal swan se estrena el 1 de julio en Atlantida Film Fest
Booksmart (Súper empollonas) se estrena el 27 de julio
United skates se puede ver en HBO España