El verano llega a los países escandinavos con temperaturas suaves (a veces frías) e intermitentes bocanadas de sol que son aprovechadas para invadir los parques y convertir las ciudades en playas artificiales rodeadas de parrillas humeantes. Eso ocurre en Oslo, donde también el verano (con el intermedio de un mes de julio en el que los noruegos huyen a lugares más calurosos como España o Tailandia) supone el comienzo de la temporada de festivales de música.
Uno de las más madrugadores es el PipFest, cuyo nombre proviene de las siglas de Piknik i Parken (Picnic en el parque), que resume en buena medida la filosofía de un festival que promueve la ecología y la reunión familiar en torno a dos escenarios que ocupan uno de los parques más céntricos de la ciudad de Oslo, Sofienbergparken, situado en el popular barrio de Grünerløkka, uno de esos espacios que fue principal refugio de la clase trabajadora en el siglo XIX y que en las últimas décadas ha vivido una revitalización que le ha convertido en una de las zonas más bohemias de la ciudad, ahora habitada principalmente por inmigración con buen poder adquisitivo. El festival se trasladó hace pocos años desde el lejano bosque de Frogner hasta esta localización más pequeña, pero más céntrica y asequible.
PipFest reúne cada año, a comienzo del mes de junio, a un nutrido número de bandas de música que en buena medida recuperan el espíritu de los festivales de música de toda la vida, enfocado como decíamos a un público más familiar que adolescente. Lo que se nota también en su programación, en la que siempre están presentes grupos veteranos y antológicos. Este año, los principales cabeza de cartel fueron los británicos New Order, que trajeron algunos de sus clásicos, como "Blue Monday", pero sobre todo parte de las canciones que publicaron en su último álbum, Music Complete (2015, Mute Records), uno de los que ha obtenido mejores críticas desde su regreso a los escenarios en 2011. New Order sigue siendo una de esas bandas que consiguen transmitir fuerza en sus actuaciones en directo, y en su presentación en Oslo demostraron que mantienen la energía y ese estilo característico que los han convertido en una de las bandas más relevantes de las últimas décadas.
Los también británicos The Charlatans participaron asimismo en la apertura del PipFest, incombustibles desde que iniciaron su carrera a finales de los ochenta, siempre con Tim Burgess como vocalista principal. Su último album, Different days (2017, BMG) fue calificado por la prensa como uno de sus proyectos más ambiciosos, y sin duda es uno de esos discos que merece la pena escuchar con detenimiento, porque encontramos algunas de las constantes más destacadas de la carrera de este grupo. La formación ha sufrido a lo largo de los años dos ausencias trágicas, la del teclista Rob Collins fallecido en accidente de tráfico en 1996 y la del batería Jon Brookes, que sufrió un tumor cerebral y murió en 2013, y por tanto nos encontramos con una banda reciclada que sin embargo mantiene al carismático Tim Burgess como un maestro de ceremonias que desprende energía por todo su cuerpo.
El segundo día pudimos asistir a la actuación del compositor alemán Nils Frahm, uno de los principales renovadores de la música electrónica que ha participado ocasionalmente en el cine con bandas sonoras destacables como la de la película Victoria (Sebastian Schipper, 2015), y que presentó fragmentos de su último álbum, All melody (2018, Erase Tapes), un trabajo intenso e hipnótico que refleja en buena medida esa capacidad que tiene el músico para crear atmósferas contundentes. Solo sobre el escenario, rodeado de esa mezcla de sintetizadores de última generación e instrumentos electrónicos de los años ochenta, Nils Frahm consigue crear una ambientación que nos atrapa desde el principio y que nos introduce en una variedad de sonoridades que le confirman como uno de los grandes de su generación.
Otro de los momentos intensos de ese día fue la presencia del cantautor australiano Matt Corby, con esas melodías apabullantes que forman parte de una discografía breve pero contundente. En un festival de estas características, más enfocado a un público familiar, resulta necesario encontrar este tipo de actuaciones en el escenario, que son asequibles pero al mismo tiempo contienen grandes dosis de calidad, como la del también cantautor sueco Tallest man on Earth, quizás más popular en tierras escandinavas que a nivel internacional, pero que conforma con Matt Corby ese compendio de voces masculinas que enganchan y sostienen en sus moduladas voces personalidades destacables en el panorama musical.
Para voces, la de Yola, que para mi ha sido uno de los descubrimientos de PipFest de este año. Y tanto, porque de hecho la cantante de Bristol lanzó su primer album este año, Walk through fire (2019, Easy Eye Sound), y el disco está lleno de historias personales que hablan de una infancia no especialmente feliz a las afueras de Londres, y tienen ese punto de nostalgia que aportan sonoridades que en ocasiones nos suenan a Burt Bacharach o el John Barry de The John Barry Seven, a comienzos de su carrera. La voz en ocasiones rasgada de la cantante, con una poderosa presencia sobre el escenario, resulta desgarradora y tiene ese punto de melancolía que sin duda es una de sus principales bazas. Estamos ante una de las grandes cantantes del año.
Yola actuó el último día del festival, una jornada que en cierta medida estaba más enfocada a formaciones escandinavas que también fueron grandes hitos de los años ochenta y noventa, pero que en otros países quizás no obtuvieron la resonancia que han tenido en estas tierras. Es el caso de la banda de jazz experimental Jaga Jazzist, formación noruega que trascendió en 2002 cuando la BBC nombró su álbum A livingroom hush (2002, Smalltown Supersound) como el mejor disco de jazz del año. Su sonido es sin duda contundente y potente, con cierta tendencia al rock progresivo mezclado con tonalidades de jazz. Quizás el escenario se les quedó pequeño, porque es una banda poliédrica que está compuesta por numerosos instrumentistas, y por eso posiblemente el sonido se quedó a medias, estando todos los instrumentos tan compilados, pero el resultado en definitiva fue acertado y sorprendente, lleno de matices en su musicalidad exclusivamente instrumental.
El broche de oro del festival fue el concierto que ofreció la banda noruega Madrugada (cuyo nombre proviene, efectivamente, de la palabra española que en inglés o noruego no tienen traducción. Ese concepto noctámbulo de la "madrugada" es lo que sorprendió a los componentes de la banda para adoptar su nombre). La banda noruega fue uno de los grandes clásicos de los años noventa, hasta que se disolvieron en 2008. Pero, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, esta especie de revitalización de la nostalgia en los últimos años provocó que sus miembros decidieran reunirse otra vez para pisar los escenarios en 2018, ofreciendo durante este año una gira de conciertos por toda Europa. Así que, PipFest se ha convertido en uno de esos nuevos pasos de la banda en su reencuentro con el público, y eso se notó en una presencia notable de un público entregado. Sin el conocimiento previo de los trabajos de Madrugada, hay que decir que personalmente descubrimos un sonido de rock clásico, diáfano, que sin duda les ha convertido con merecimiento en el icono que son dentro de la música escandinava. Sin duda, la personalidad carismática de su cantante, Sivert Høyem, es uno de los puntos a favor de un grupo que tiene esa manifestación musical sobre el escenario que le falta a muchos de los grupos actuales.
PipFest no es un festival de música de grandes recursos ni masivo público, pero es fiel a ese concepto de "picnic en el parque" que le convierten en una de las citas más atractivas del panorama musical en los mese veraniegos en Noruega. Su mezcla de nostalgia pasada y conexión con las nuevas voces le convierten en un festival que es necesario visitar para entender el devenir del panorama musical. Volveremos, sin duda.
The Charlatans actúa el 6 de julio en Vida Festival (Vilanova i la Geltrú)
Nils Frahm actúa el 11 de julio en Bilbao BBK Live (Bilbao)
New Order actúa el 27 de julio en Low Festival (Benidorm)