30 abril, 2007

Una película de terror

Deliver us from evil es una historia de terror, que da mucho más pavor al saber que los protagonistas son reales y que el dolor inflingido es real.

La apariencia del padre O’Grady es amable. Su ligero acento irlandés y su especial sosiego mientras habla lo perfilan como alguien cercano, apacible, capaz de despertar confianza en cualquier persona, pero principalmente en quienes han sido educados con los preceptos del respeto a una institución eclesiástica que debe ser su guía espiritual. Esto lo reflejan algunas de las víctimas del padre O’Grady; sintieron confianza, le abrieron las puertas de sus casas, le acogieron como uno más de la familia.

Quizás es difícil ver esta buena predisposición en nuestro país, y quizás pequeñas poblaciones fervientemente católicas de los Estados Unidos sean un buen caldo de cultivo para estos lobos con piel de cordero.

Pero los primeros minutos del documental Deliver us from evil (Líbranos del mal), aún conociendo los actos delictivos de su protagonista, le hacen parecer como una persona arrepentida de sus “equivocaciones”, como él mismo define a los continuos abusos sexuales que profirió a niños, niñas y hasta madres durante más de una década. Poco a poco, los recuerdos dolorosos de las víctimas dibujan a un padre O’Grady con trazos cada vez más siniestros. Y este irlandés de apariencia amable, de especial sosiego al hablar, se va convirtiendo conforme avanza la película en un monstruo capaz de abusar de decenas de niños, algunos de los cuales sólo tenían meses de edad. Alguien violento, maquiavélico, que utilizaba siempre la misma táctica para acercarse, primero a los padres, y después a sus hijos (sus premeditadas víctimas).

Deliver us from evil es un documental nominado al Oscar y dirigido por Amy Berg, que utiliza su experiencia como productora en la CNN para conseguir algunos testimonios increíbles, grabaciones de los interrogatorios durante el juicio contra el pederasta católico y, sobre todo, las propias declaraciones del pedófilo, al que fue difícil de convencer para ser entrevistado, según nos cuentan. La labor de Amy Berg, sin embargo, no está exenta de polémica. Se dice que citó a O’Grady junto a un colegio sin que éste lo supiera para poder entrevistarlo con niños pasando por delante de él. Y se ha condenado la falta de ética para conseguir esta imagen, eso sí, poderosa y que produce escalofríos.

Porque estamos ante una auténtica película de terror, mucho más terrorífica al saber que sus protagonistas son reales y que el dolor inflingido es real. Y emocionante precisamente cuando una de las familias que había depositado su confianza en el párroco, confiesan su pavor cuando descubrieron que su hija había sufrido abusos desde los 5 hasta los 12 años. Pero no menos escalofriante es el nefasto papel que la iglesia católica norteamericana (y por extensión el propio Vaticano, cuando el ahora Papa Ratzinger ostentaba una posición directamente relacionada con la ética cristiana) jugó en el desarrollo de las constantes denuncias que los padres presentaban contra el cura.

Deliver us from evil te deja sentimientos de rabia frente a la impunidad de los acosadores (a su vez, víctimas de abusos sexuales en su niñez) y el menosprecio de la institución eclesiástica hacia las víctimas, pagando el silencio con planes de pensiones. Uno de los entrevistados compara la actuación de la iglesia norteamericana con las formas de actuar de la Cosa Nostra. El documental no deja dudas al respecto.

21 abril, 2007

Fenómenos extraños: prensa vs. cine

Las distribuidoras acusan a la prensa de copiar sus películas. Los spots sobre propiedad intelectual mienten a los espectadores. Soncinemad establece un canon económico para que los medios cubran el evento. ¿Qué está pasando entre la prensa y quienes pretenden encontrar espacios de publicidad gratuita en los medios?

Es curiosa la relación entre la prensa y los distribuidores, productores, organizadores de eventos... Por un lado, éstos quieren que sus productos aparezcan adecuadamente representados en las páginas de los periódicos, programas de radio, espacios de televisión... Por otro, los medios pretenden (pretendemos) llenar sus espacios de información detallada de aquello que les parece interesante. Hay un toma y daca constante, un tira y afloja que, al fin y al cabo, se podría resumir en una palabra: publicidad. La publicidad en prensa cuesta dinero, mucho dinero. Y las distribuidoras y promotores saben que tratar bien a la prensa supone disponer de mayor espacio en los medios. También la prensa sabe que si trata bien a una distribuidora, ésta le dará mayores facilidades para que determinados productos especialmente interesantes estén presentes.

Es un juego de poderes que, en mayor o menor medida, se establece entre los dos vértices de la promoción. Y existen contraprestaciones que unos y otros aceptan como parte del juego. Pero a veces ocurren fenómenos extraños.

Hay una cierta tendencia por parte de las distribuidoras de cine y DVD a acusar subrepticiamente a los medios de ser los propagadores de copias piratas de sus películas. Fenómeno curioso cuanto menos, ya que no conozco ningún caso en el que se pueda demostrar que de un pase de prensa o un DVD de promoción ha salido una copia pirata para internet o el top manta. Por lo contrario, sí son muchos los casos demostrables de copias que han salido del interior las propias distribuidoras y productoras. ¿Dónde hay que aumentar, entonces, las medidas de seguridad? Sin embargo, se siguen organizando las mismas humillaciones en determinados pases de prensa (se requisan móviles, se registran bolsos...).

Algunas distribuidoras de DVD ponen mucho énfasis en enviar discos de visionado que no solo incluyen el tan molesto código de tiempo (como si eso fuera un impedimento para colgar la copia en internet, por ejemplo), sino que se gastan más dinero en realizar copias especiales para prensa que si enviaran directamente la copia comercial. Pero hace poco hemos visto un caso curioso. La copia de visionado de la película The queen, amén de incluir el dichoso código de tiempo, amenaza a los profesionales con tomar medidas legales si se efectúan copias (ya estamos acusando), y deja bien claro que se trata de una copia para uso exclusivamente profesional. Muy bien. ¿Entonces por qué coño se incluyen dos trailers de próximos lanzamientos de la compañía? Si esa copia no es de uso comercial, no tiene sentido que incluyan trailers comerciales.

Lo de los spots sobre piratería que incluyen otras distribuidoras no tiene nombre. Entre otras cosas, porque están llenos de mentiras. Uno de ellos compara a un ladrón de coches con un usuario que descarga películas de internet. Sin embargo, compartir archivos a través de internet sigue siendo una práctica legal. ¿Por qué empeñarse entonces en llamar delincuentes a quienes actúan dentro de la legalidad? En otro spot del Ministerio de Cultura que se puede ver en los cines se nos dice que no se pueden robar las ideas. Pues bien, vayamos a la ley.

El artículo 2 del Tratado de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual sobre derecho de autor, concertado en la Conferencia Diplomática que se celebró en diciembre de 1996 establece que: “la protección del derecho de autor abarcará las expresiones, pero no las ideas, procedimientos, métodos de operación o conceptos matemáticos”.

El Tribunal Supremo manifestó en la Sentencia del 26 de octubre de 1992 que “es opinión común en la doctrina científica que no constituye objeto de la propiuedad intelectual ni las ideas que después se plasman an las obras, ni el estilo seguido o creado por el autor”.

Entonces, ¿por qué hacer un spot en el que se subraya que no se deben copiar las ideas, cuando las ideas no son objeto de propiedad intelectual? ¿por qué ese empeño en mentir a los espectadores?

Otros fenómenos extraños se producen en la relación entre la prensa y determinados eventos cinematográficos. Se ha puesto de moda entre algunos de estos eventos, por imitación con otras gigantescas celebraciones de cine (festivales de Cannes, Berlín o San Sebastián) la práctica de cobrar a los periodistas por cubrir la información. Lo cual no deja de ser curioso ciertamente.

Por ejemplo, en Soncinemad, el Festival Internacional de Música de Cine de Madrid, un periodista que quiera desempeñar su trabajo debe pagar su acreditación. Vamos, que prácticamente hacer publicidad gratuita del evento en un medio de comunicación viene a costar casi lo mismo que acreditarse como espectador y no tener que trabajar. La explicación es sencilla: limitaciones presupuestarias.

Ahora hagamos una odiosa comparación. Para asistir al Festival de Berlín también hay que pagar. Pero bastante menos. Y Berlín dura una semana (no tan solo un fin de semana como Soncinemad) y ofrece una programación de varios centenares de proyecciones. Los organizadores están en su derecho de cobrar, nadie les va a acusar de querer beneficiarse, porque nos consta que este tipo de actividades no solo no suponen beneficios económicos sino todo lo contrario. Pero algunas declaraciones nos sorprenden.

Dice Gorka Cornejo, jefe de prensa de Soncinemad, para justificar el coste de la acreditación: “Los conciertos sinfónicos del Teatro Monumental y los Cines Kinépolis son actividades extra en los que el periodista no puede actuar como tal: no hay posibilidad de fotografiar, grabar ni entrevistar a nadie.” Curiosa conclusión, especialmente viniendo de un periodista. Eso es como decir que las proyecciones de películas en un festival de cine son actividades extra (ya que no se puede fotografiar, ni grabar ni entrevistar a nadie), y que por tanto los periodistas deberían pagar su entrada para las mismas. Mala política de comunicación para un evento que ciertamente merece el apoyo de los medios de comunicación para promocionar su, todo hay que decirlo, interesantísima programación.

11 abril, 2007

El corazón de la tierra: menos es más

Hay en El corazón de la tierra aciertos (pocos) y desaciertos (demasiados). Antonio Cuadri sabe mover la cámara, la grúa y todo lo que haya que mover para ofrecer cine espectáculo. Pero la narración lastra los resultados.


Se estrenó por todo lo alto en Sevilla y Huelva la calificada como “gran superproducción andaluza”. O lo que es lo mismo, El corazón de la tierra, retrato de una página de la historia que quedó relegada al olvido hasta que el onubense Juan Cobos la rescató en su novela, gran éxito editorial y que ahora el también onubense, aunque sevillano de adopción, Antonio Cuadri la ha llevado al cine. En Sevilla, en el cine Cervantes, que también parece sacado de otra época, el estreno congregó a lo que se puede denominar como la vida social de la ciudad, que tampoco es gran cosa, y recibió el apoyo incondicional de la Junta de Andalucía, con la presencia del Presidente, Manuel Chaves, y de la Consejera de Cultura, Rosa Torres; de Canal Sur Televisión, con los de siempre; y hasta del Ministerio de Cultura, con la ministra Carmen Calvo como cabeza visible. Un apoyo institucional que pocas veces se ha visto en una producción realizada en Andalucía. ¿Por qué no apoyan igual al resto de películas (pocas) que se hacen en Andalucía cada año? Claro que Cuadri siempre ha sabido poner la zanahoria adecuada para atraer la atención de los políticos. Si tienes que darle un papelito al alcalde mediático (Monteseirín en Eres mi héroe), se lo das. Y si hay que incluir una referencia al socialismo como emblema de solidaridad patronal (en El corazón de la tierra la hay), pues se hace. Así a Carmencita y Manolito les asomará una sonrisa de satisfacción.

Escribir sobre una película que se vende y se promociona a sí misma como un “esfuerzo de producción de la industria cinematográfica andaluza”, es arriesgado. Sobre todo porque si se hace un comentario negativo parece que se está dinamitando el cine andaluz (lo de andaluz siempre entre comillas, claro, sobre todo en una producción “internacional” como ésta). El caso que las grandes producciones, los grandes esfuerzos nunca han salido bien en Andalucía. Ahí están las mediocres Belmonte, Yerma y Una pasión singular. Y tampoco el anterior trabajo estrenado en cines de Antonio Cuadri, Eres mi héroe, terminó de convencernos.

El corazón de la tierra se propone algo difícil. Un retrato con aires de cine espectacular (a destacar el trabajo musical de Fernando Ortí, que quizás rebasa en algunos momentos las imágenes de la película). Y consigue en ciertos momentos una entidad visual que resalta sin resultar pobre, todo lo contrario que en otras producciones de aparente espectacularidad (ahí está Alatriste, sin ir más lejos). Antonio Cuadri sabe mover la cámara, la grúa y todo lo que haya que mover para ofrecer esa imagen absorbente de unas Minas de Ríotinto en plena ebullición. Pero, como lamentablemente suele suceder en el último cine español, la traslación a la gran pantalla de la novela de Juan Cobos Wilkins queda lastrada por una narración torpe, apresurada, con personajes que aparecen (¿de dónde viene y cuáles son las motivaciones del activista cubano?) y desaparecen (¿dónde está el alcalde Jorge Perugorría en determinados momentos importantes de la película?) sin orden ni concierto, provocando el desconcierto, valga la redundancia, en una historia que tampoco termina de cuajar la relación a tres bandas entre las dos amigas protagonistas y el joven capataz extranjero.

Hay en El corazón de la tierra aciertos (pocos) y desaciertos (demasiados). Entre los primeros, la presencia de ese espléndido Bernard Hill al que le hubiera faltado un personaje más redondo. Entre los segundos, graves errores de cásting como el de la colombiana Catalina Sandino Moreno (perdida como solo puede perderse una actriz a la que interesa poco lo que se está contando) y un Fernando Ramallo al que, ya como actor adulto, se le nota demasiado su escasa capacidad para transmitir lo más mínimo. La británica Sienna Guillory y el norteamericano Philip Winchester al menos se esfuerzan, aunque no alcancen a moldear a sus personajes; Joaquim de Almeida está correcto como siempre; y Ana Fernández vuelve a poner esos mohínes de sufrimiento de los que ya estamos un poco hartos.

Antonio Cuadri ha visto, sin duda, Novecento y El padrino (y quizás hasta las ha revisitado mientras preparaba su película). De ahí que se nos antojen ciertos paralelismos pretendidos en algunos momentos. Eso sí, plantear un montaje paralelo entre un cuadro flamenco y una escena violenta (al arbitrio de los habituales montajes paralelos de Coppola), resulta algo ridículo. Sin duda, El corazón de la tierra consigue transmitir una imagen de cine hecho con medios (quizás menos de los que pudiera parecer) sin caer en la pobreza que evidenciaban otras películas españolas. Y logra ser, en imagen, lo que pretende. Pero su narración precipitada, sus incomprensibles errores de cásting y su cierta tendencia a la sobreactuación terminan por disolver su capacidad emotiva.

Una recomendación: evitar a toda costa la versión doblada en “jandalú”. No hay cosa más patética que esta manía estúpida (impulsada por la estupidez de nuestra clase política) de acentuar la identidad andaluza a base de modulaciones exageradas. Es una visión tan reduccionista de la tan traída “nacionalidad” que deberían poner una multa a sus responsables.

09 abril, 2007

Música de cine en portugués

Ha nacido una nueva iniciativa en torno a la música de cine desde la red. En mayo se celebra "Música em Cena" en Río de Janeiro, con Morricone y Santaolalla como principales invitados.

Nuestros colegas brasileños de scoretrack.net organizan en Río de Janeiro (otra excusa más para acercarse a este paraíso rodeado del puro infierno de la pobreza), el I Encuentro Internacional de Música de Cine “Música em Cena”, que tendrá lugar entre el 5 y el 12 de mayo. Otra cita, mira por dón
de, auspiciada desde un portal de información sobre bandas sonoras en internet, auténtico caldo de cultivo en los últimos años de las más interesantes iniciativas en este sentido.


La lista de invitados es envidiable: el doblemente ganador del Oscar Gustavo Santaolalla (que actuará con su conjunto Bajofondo Tango Club, una revisitación de la música porteña a golpe de trip-hop, house y trance), la cantante y pianista Lisbeth Scott (que ya anduvo por Soncinemad el año pasado), el siempre bien ponderado Gabriel Yared (aún por confirmar) y, ni más ni menos, que el clásico Ennio Morricone (que de no salir prácticamente de Roma le ha cogido el gusto ahora a los viajes). Todos ellos (y es lo más interesante), ofrecerán sendos conciertos en el Teatro Municipal de Rio.

Entre los representantes brasileños estará el veterano Wagner Tiso, instrumentista, arreglista y compositor entre cuyos trabajos destaca especialmente A ostra e o vento (1997) (en la que se incluía la famosa canción que le daba título cantada por Chico Buarque), que recientemente ha vuelto al cine con la banda sonora de Desafinados (2006), también de la mano del director Walter Lima, jr., al mismo tiempo que ha editado un recomendable CD/DVD:
“60 anos. Um som imagiário”, que recoge una selección de su trayectoria profesional.
También se anuncia un concierto de Música de Cine brasileño a cargo de la Orquestra Petrobrás Sinfônica, bajo la dirección de Julio Medaglia. Magníficos ingredientes para una coctelera que incluye también los habituales coloquios, debates y conferencias.