25 noviembre, 2009

El regreso de los no-muertos

Mientras las adolescentes se tiran de los pelos frente a las imágenes de sus ídolos vampíricos musculados, traemos aquí dos propuestas que tienen también como protagonistas a los no-muertos (zombis y vampiros), que destacan por su incursión sin concesiones al universo de los muertos en vida. 

Por un lado, la última película del siempre transgresor Bruce La Bruce; por otro, la fascinante lectura del vampirismo que hace Chan-wook Park. Dos películas inéditas aún en nuestros cines que, si bien no son redondas, sí al menos realizan un acercamiento atípico a la vida de los que no viven.

Otto; or, Up with dead people (2008) es la última película del canadiense Bruce La Bruce, un director que ha sabido llevar el queer cinema hasta extremos de mirada iconoclasta que no se casa con nadie y que somete al espectador a una orgía visual no siempre acertada, pero al menos sí transgresora. Desde la mítica Hustler white (1996), en la que ahondaba en el mundo del puterío gay, Bruce La Bruce ha ido depurando su estilo, pero también extremando sus propuestas. Su última película no puede ser más representativa de esta evolución. Rodada y coproducido en Alemania, Otto nos presenta a un zombi adolescente (o a un adolescente que se cree un zombi) deambulando por un mundo de seres vivos en el que no se encuentra a gusto. Se trata de una lectura contraria al habitual cine de zombis. Si en Zombieland, por poner un ejemplo reciente, un grupo de mortales se debe enfrentar a un mundo invadido por muertos vivientes, en Otto es un zombi el que se debe enfrentar a una sociedad que le patea la cara. Si a eso le unimos una devastadora crítica contra cierto cine alternativo y pretencioso (alguien podría decir que al fin y al cabo Otto es eso), y por supuesto las habituales escenas semipornográficas del cine de Bruce La Bruce, con la excusa de plantear una invasión de zombis maricones, el cóctel acaba resultando sugestivo, aunque a veces se indigeste.

Independientemente de que los resultados no acaben siendo perfectos, que el cine de Bruce La Bruce no pueda desprenderse de cierto tufillo cutre, por mucho que cuente con mayor presupuesto, o que la voluntad transgresora pase por elaborar planteamientos visuales y sonoros que terminan asfixiando al espectador, la verdad es que Otto; or Up with the dead people contiene algunos de los momentos más impactantes del cine de este director inclasificable. Esa es su seña de identidad, como realizador que sabe mantenerse al margen de la industria, y que suele hacer lo que le viene en gana. Y no se puede negar que su propuesta de cine dentro del cine (una directora alternativa rueda una película de zombis y quiere como protagonista a Otto, el adolescente tambaleante), resulta atractiva.

Tras el éxito de crítica y público de la brutal Old boy (2003) y la buena recepción de su curiosa Sympathy for Lady Vengeance (2005), Chan-wook Park presentó una enloquecida historia sobre la locura (valga la redundancia) que tuvo detractores y defensores: Cyborg, but that's OK (2007). Yo debo confesar que estoy entre los primeros, y que me aburrí soberanamente en una larga sesión de la película en el Festival de Berlín, rodeado además por otros acreditados-espectadores cuyos ronquidos hacían más insoportable la proyección. Este año el director coreano regresa con Thirst, ganadora del Premio del Jurado en Cannes y el premio a la Mejor Actriz en el Festival de Sitges. 

Si Déjame entrar fue el año pasado la gran representante de una mirada diferente al género del vampirismo, Chan-wook Park consigue ahora otra lectura sorprendente, insólita, desquiciada, sangrienta y romántica del universo de los no-muertos. Thirst tiene como protagonista, y en eso coincide con la mirada de Bruce La Bruce, a un vampiro que se encuentra perdido entre los seres humanos, hasta que consigue a su media naranja. La película tiene dos partes bien definidas: la primera, como presentación de un personaje que el magnífico Kang-ho Song (recordemos The host o The good, the bad, the weird) borda descargándose ya de su molesta etiqueta de bobalicón. Aquí interpreta a un sacerdote católico (ni qué decir tiene que la trasposición de la iconografía cristiana está perfectamente diseñada en el concepto visual del personaje) que afronta su condición de vampiro con cierta ética moral, pero que acaba sucumbiendo al poder de la sangre. Esta primera parte me parece magnífica, hermosa en sus imágenes, de narración impecable. 

La segunda parte de Thirst es la más desquiciada, por mor de un personaje que, eso sí, resulta brutalmente salvaje. Aquí Chan-wook Park deja rienda suelta a su especial querencia por la hemoglobina y acaba resultando algo estomagante. Pero contiene dos de las escenas más rotundas visualmente que hemos visto en mucho tiempo dentro del género (la escena de la conversión al vampirismo de uno de los personajes, y el final, de tremenda carga romántica).

21 noviembre, 2009

Otra forma de ver cine

La necesidad de buscar un hueco que las multinacionales le niegan convierte al cine independiente en la punta de lanza del futuro (ya presente) de la exhibición cinematográfica. 

En alguna ocasión hemos hablado de las nuevas formas de ver televisión, tendencias que pasan por ofrecer al espectador la posibilidad de acercarse a series, estrenadas en España o no, en el momento en el que le plazca y en condiciones más o menos aceptables de calidad de sonido e imagen. Pero siempre proponiendo fórmulas que pasan por la programación a la carta. El cine aún no ha llegado a desarrollar esa fórmula, aunque ya hemos comentado algunas iniciativas interesantes en este sentido.  

Dos de las propuestas más destacadas en esta mirada diferente a la distribución y la exhibición cinematográfica vienen ofreciendo desde hace meses un catálogo de películas españolas y de títulos cinéfilos que nos permiten vislumbrar un cierto cambio en la mentalidad, algo obtusa, de la distribución en España. Se trata de Filmin y de Filmotech, de actualidad en estas semanas porque han coincidido en presentar en exclusiva dos títulos españoles que aún no han llegado (y lo harán en circuitos restringidos) a las salas de cine. Es decir, frente a la tendencia cada vez más acaparadora de las multinacionales, sedientas por ocupar el mayor número de salas en los primeros fines de semana para exprimir lo antes posible sus productos de consumo, internet se convierte en el reducto más idóneo para un cine independiente que encuentra aquí su mejor vía de difusión. 

Gracias a acuerdos con distribuidoras y productoras del circuito, digamos, independiente, Filmin y Filmotech permiten al espectador más cinéfilo ver online o directamente comprar en DVD un amplio catálogo de películas, tanto en versión original como dobladas. En el caso de Filmotech, el alquiler para ver la película online en el plazo de 24 horas a partir del primer visionado cuesta unos 2 € de media. En Filmin, el visionado online llega a los 3,95 €, aunque tienen ofertas especiales por 1,95 €, además de la posibilidad de adquirir el DVD. En este caso, está concebido más como un portal del cinéfilo, con propuestas, noticias, comentarios y críticas.

La calidad del streaming en ambas plataformas es bastante buena, mejor en el caso de Filmin en cuanto a imagen y sonido, aunque ambas cuentan con el hándicap de siempre: la penosa red de internet que las compañías españolas nos ofrecen, con un ancho de banda escuálido para este tipo de propuestas. No obstante, tanto en una como en otra, a pesar de alguna que otra ínfima pausa para cargar, es fácil ver sin problemas una película completa. 

Filmin estrenó justo después de concluir la Semana de Cine de Valladolid la película Estigmas, ópera prima de ficción de Adán Aliaga, que ya demostró una interesante capacidad visual en el documental La casa de mi abuela. La película, ganadora del Premio Pilar Miró al Mejor Nuevo Realizador en la SEMINCI, cuenta con la particularidad de tener como protagonista al campeón de lanzamiento de peso Manuel Martínez, correcto en su papel de personaje bonachón adicto al alcohol que un buen día descubre estigmas en sus manos. Rodada en blanco y negro, con una intensa fotografía de Pere Pueyo, este drama de personajes incomprendidos y solitarios funciona sólo a ratos, contiene algunos momentos visualmente atractivos, pero resulta obvia en sus pretensiones y tosca en sus planteamientos. Y, sinceramente, no alcanzo a comprender algunas reacciones de determinados personajes.

Por su parte, Filmotech ha estrenado en internet la producción gallega La noche que dejó de llover, debut del director compostelano Alfonso Zarauza. Rodada precisamente en Santiago de Compostela, cuenta con un reparto encabezado por Luis Tosar, Mercedes Sampietro, Chete Lera y Nora Tschirner, y se centra en un personaje que deambula por las noches entre la oscuridad de una ciudad de piedra. Cierto aire de realismo mágico combina con algunas dosis de humor, pero realmente no termina de convencer un planteamiento que tiene en un guión algo deslavazado su principal defecto. El director habla como referencias de títulos como Eduardo Manostijeras o Lost in translation. Yo, realmente, no veo el parecido por ninguna parte. 

Propuestas más o menos acertadas en cuanto a sus resultados no eliminan el interés de iniciativas que pasan por encontrar el hueco que las grandes distribuidoras acaparan en las salas tradicionales en espacios virtuales como internet. La necesidad de buscar estas nuevas fórmulas convierte por tanto al cine independiente en la punta de lanza de lo que será el futuro (ya presente) de la exhibición cinematográfica.


16 noviembre, 2009

Cine pequeño: Wendy and Lucy

El cine es un arte capaz de asombrarnos con grandes fuegos de artificio y millonarios presupuestos. Pero al mismo tiempo consigue fascinarnos a través de historias sencillas que necesitan sólo unos pocos elementos para llegarnos al corazón. 

Es el caso de Wendy and Lucy, una película que el año pasado estuvo presente en la Sección Oficial de algunos de los festivales más destacados (Toronto, Londres), así como en la prestigiosa Un certain Regard del Festival de Cannes, y que en España descubrimos en la programación de una muestra tan dada a este tipo de producciones como el Festival de Cine de Gijón. Pero que sin embargo permanece inédita en nuestro país, no se sabe por qué extraña decisión de nuestros distribuidores.  

Wendy and Lucy nos acerca a la relación entre una joven que ha decidido viajar hasta Alaska con 500 dólares en el bolsillo y su perra, a la que pierde tras una embarazosa situación. Varada en un pequeño pueblo de la América profunda, Wendy conoce la hostilidad de una sociedad compartimentada, y al mismo tiempo la fragilidad de una vida a la deriva.

La película, en su superficie, no tiene un argumento complejo, pero contiene un trasfondo sobre la crisis y los condicionamientos de una sociedad marcada por normas y abusos, que ya quisieran otros títulos más pretenciosos. Una pequeña localidad se puede convertir en un lugar hostil para alguien que no está "controlado". Ya lo dice uno de los personajes: "Si no tienes dirección, no puedes trabajar, y si no trabajas no puedes tener una dirección. Nos tienen pillados". Pues sí, nos tienen pillados... y por los huevos (algo tan actual como la campaña por el DNIe nos recuerda esta situación). 

Pero sobre todo, Wendy and Lucy es una película que evita la sensiblería que habitualmente rodea a las relaciones entre hombres y animales en el cine, y que está espléndidamente interpretada por una Michelle Williams que traspasa la pantalla (y eso que la directora le pidió que no se maquillara ni se lavara el pelo en dos semanas). 

Los escasos 80 minutos de esta historia sencilla juegan a su favor, porque no trata de alargar innecesariamente un argumento casi minimalista, y eso es de agradecer. Kelly Reichardt, la directora, consigue construir una muestra de cine pequeño que nos atrapa sin grandes pretensiones.

15 noviembre, 2009

Homenajes

Los festivales de cine suelen ser generosos en sus homenajes, pero el Sevilla Festival de Cine se lleva la palma. Esa tendencia de dar una estatuilla a cualquiera que pase por aquí ha acabado resultando este año un auténtico despropósito.  

El debate sobre si los festivales de cine sirven para descubrir cinematografías, directores, películas que difícilmente serán vistas en nuestras pantallas por mor de unos distribuidores que se las dan de innovadores cuando en realidad sólo compran con criterios de cine conservador, o si los festivales simplemente son un escaparate de caras más o menos conocidas y representantes de una industria maltrecha por no haber sabido adaptarse a las nuevas formas de ver cine, lo dejaremos para otra ocasión. 

En el Sevilla Festival de Cine se le ha dado un homenaje este año a todo Cristo. Que Carlos Saura y Vittorio Storaro estaban rodando en Sevilla, pues homenaje a Vittorio, no vaya a ser que no vuelva por aquí; que el cine invitado es el de Gran Bretaña, pues homenaje a la principal responsable del British Film Institute, para que así venga y eche una mano en traer a personajes conocidos. Que se estrena la segunda parte de la saga de Millenium, pues homenaje a su productor, Sören Staermose, por haber conseguido sacar los frutos de unas novelas a base de parir churros y engañar de camino a los espectadores ¿quién va a ir a ver la tercera entrega en los cines cuando ya se ha anunciado que se va a producir una serie de televisión? El propio Antonio de la Torre se sorprendía de que le dieran un premio a su trayectoria, cuando prácticamente está empezando.

Al final, en los festivales los homenajes son excusas para traer a actores o directores conocidos que de otra forma difícilmente vendrían. Esa es la realidad, especialmente en muestras que aún no tienen el prestigio necesario. Y aún teniéndolo: todos sabemos que el Festival de San Sebastián homenajeó a Robert DeNiro a golpe de talonario. La pregunta surge entonces: ¿para qué se hacen los homenajes? La respuesta es difícil, pero en Sevilla, si sirve para que un alcalde mediático se haga una foto, pues adelante, estatuillas para todos: Ben Kingsley, John Hurt, Fernando Trueba, Amanda Nevill, Rafael Azcona, Maurizio Escaparro, Antonio de la Torre, ... Menos mal que Tom Cruise y Cameron Díaz no ruedan en Sevilla hasta la semana que viene, porque si llegan a coincidir con el festival, se acaban sacando un homenaje de la manga por la promoción de Sevilla en sus películas. 

04 noviembre, 2009

El asesino absurdo

No sabemos si al final acabará en la lista de los cortometrajes nominados al oscar (no va muy desencaminado, ya que en Estados Unidos se ha llevado un chorro de premios en una buena cantidad de festivales de cine). Pero Richard Gale ya está entre nuestros cortometrajistas del momento. El título del cortometraje es absurdo: El asesino horriblemente lento con el arma extremadamente ineficaz. El corto es más absurdo todavía. Pero contiene (mejor que cualquier Scary movie) la más completa y divertida aglomeración de tópicos del cine de terror que hemos visto en mucho tiempo.



03 noviembre, 2009

Un mirada al cine europeo

En Europa se hacen también películas que no están marcadas por los gustos políticamente correctos de quienes deciden dónde, cómo y entre quién se reparten los miles de euros que cada año la Unión Europea ofrece con condiciones. 

El cine europeo actual deambula entre los escarceos, más o menos logrados, con el cine de género (bélico, thriller...) y las demostraciones de ese cine de autor que tantas discusiones ha suscitado. Éste es un repaso a salto de mata por diferentes países y distintas formas de concebirlo, pero con el denominador común de cierta firma de personalidad que, nos guste o no, ha acabado marcando un estilo propio. Eso sí, nos resistimos a seleccionar solamente el cine europeo subvencionado por unas instituciones comunitarias cuyos criterios son más que discutibles. En Europa se hacen también películas que no están marcadas por los gustos políticamente correctos de quienes deciden dónde, cómo y entre quién se reparten los miles de euros que cada año la Unión Europea ofrece con condiciones.  

DINAMARCA. EL THRILLER DE LAS BUENAS MANERAS 

Kandidaten. Dir. Kasper Barfoerd  Int. Nikolaj Lie Kaas, Ulf Pilgaard, Laura Christensen

El cine danés tiene esa rara habilidad para saber construir películas de factura impecable y al mismo tiempo acabar creando historias con personalidad propia. El caso de Kandidaten no es diferente. Construido con precisión, buena planificación, interpretaciones de altura y sentido del ritmo, se trata de una más que decente incursión en el cine de género con protagonista metido en una trama de conspiración. No es que el guión sea de una calidad extrema, e incluso algunos puntos de giro resultan algo increíbles, pero consigue que la historia de un joven abogado que investiga el posible asesinato de su padre, nos atrape con convicción. Algo a lo que contribuye el trabajo de Nikolaj Lie Kaas, uno de esos actores daneses que parece que están en todas las películas que tienen proyección internacional, y que es capaz de incorporar tanto a personajes oscuros como, en este caso, a protagonistas que saben empatizar con el espectador. 
Música: La banda sonora de Jeppe Kaas está muy bien diseñada y aunque discurre por los sonidos más o menos convencionales del cine de acción, tiene momentos de auténtica precisión.  

BÉLGICA. EL HORROR FLAMENCO 

Linkeroever. Dir. Pieter Van Hees  Int. Eline Kuppens, Matthias Schoenaerts, Sien Eggers

No es habitual que la cinematografía belga se adentre en el cine de terror, por lo que esta incursión merece un espacio. Linkeroever, que puede traducirse como "Orilla izquierda", se centra en una joven que se ve metida de ello en medio de una extraña comunidad de vecinos que oculta algo más que secretos. No estamos, eso sí, ante el típico cine de sustos. La película discurre con pausa por un terreno más cercano a las películas de género de Polanski, especialmente Repulsión, pero también La semilla del diablo. Y en ese sentido, la ambientación terrorífica contiene más elementos de desasosiego que de auténtico horror. El director logra esa sensación oscura, pero no consigue calibrar bien el ritmo, que en ocasiones resulta excesivamente estático.   
Música: Más que música, la película contiene una interesante ambientación sonora que consigue en algunos momentos subrayar la sensación de claustrofobia.  

FRANCIA. EL POLAR DE AUTOR 

Bellamy. Dir. Claude Chabrol  Int. Gerard Depardieu, Jacques Gamblin, Marie Bunel

De nuevo, Claude Chabrol construye un policíaco en el que lo más relevante no es el caso a investigar, sino las consecuencias que éste tiene en quienes lo investigan. En este caso, se trata de un inspector de policía de vacaciones, casi de retiro forzado (perfecto Gérard Depardieu, en uno de los papeles más logrados que le hemos visto en su últimamente errática filmografía) que no consigue abstraerse de una muerte misteriosa. Homenaje a Georges Simenon, de cuyo inspector Maigret éste toma prestados algunos tics, Bellamy es puro Chabrol: preciso, a veces divertido, sabiendo acercarse a los personajes con simpatía. Que a Depardieu le acompañen actorazos como Jacques Gamblin o Marie Bunel es otro elemento de interés. No es el cine perfecto, pero sí el perfecto entretenimiento. 
Música: Como de costumbre, el hijo de Claude Chabrol, Matthieu Chabrol, se encarga de la banda sonora. Beves apuntes de transición con cuarteto de cuerda que resultan efectivos, pero intrascendentes. 

EL EROTISMO MÍSTICO

À l'aventure. Dir. Jean-Claude Brisseau  Int. Carole Brana, Arnaud Binard, Nadia Chibani

Director de especial resonancia en los círculos de Cahiers du Cinema, Jean-Claude Brisseau es para mí un cineasta que me produce encontradas reacciones. A veces no sé si estoy viendo una película erótica de los setenta, pero resulta atractiva su capacidad para reflexionar sobre la realidad y el ser humano. Su última película es así. Por un lado, una sucesión de escenas eróticas un poco "naif"; por otro, una serie de pensamientos en torno a las apariencias y cómo actuamos según las pautas marcadas por nuestra sociedad. Y resulta refrescante sobre todo el universo femenino que plantea el director: liberado, liberal, aburrido del sexo convencional con su pareja, lleno de deseo de descubrimiento. Lo mejor de la película es ese científico taxista que remueve los convencionalismos. Pero al final, también, los personajes son "conducidos", guiados hacia el éxtasis místico. Lo cual tampoco resulta alentador. 
Música: Jean Musy acompaña con música etérea el misticismo de la película, pero se mantiene siempre en un plano secundario.


REPÚBLICA CHECA. LA GUERRA INÚTIL 

Tobruk. Dir. Václav Marhoul  Int. Jan Meduna, Petr Vanek, Robert Nebrenský


Basada en la misma novela de Stephen Crane que la versión norteamericana que dirigió John Huston en 1951, nos encontramos aquí con un tour de force del cine checo que tiene más de apariencia que de auténtica sustancia. Se puede entender que la industria de su país le nomine para 8 premios nacionales por el esfuerzo de producción y la, no se puede negar, buena factura técnica de una pretendida superproducción como ésta, pero la historia está contada con tan poco acierto y los personajes resultan tan distantes que no tenemos claro si merece el reconocimiento que se le ha dado institucionalmente. Tobruk se adentra en la guerra con la mirada puesta en Hollywood, pero no consigue trascender del puro artificio. 
Música: Richard Horowitz (especialista en sonidos africanos) y Sussan Deyhim se encargan de una banda sonora que contiene elementos sonoros del desierto, mientras trata de acercarse también a la espectacularidad de la guerra. Pero la incursión de algunos elementos sintetizados resulta poco acertada.  

KAZAJISTÁN. EL VALOR DE LA SENCILLEZ 

Tulpan. Dir. Sergei Dvortsevoy  Int. Tolepbergen Baisakalov, Ondas Besikbasov, Samal Esljamova

La historia de un joven cuyo único sueño es encontrar una mujer y cuidar ovejas en la estepa es tan sencilla como efectiva, si nos la cuentan con humor y con esa precisa descripción del entorno familiar que se encuentra en esta película. Como de costumbre, el cine hecho en Kazajistán se estrena con cuentagotas (porque se produce con cuentagotas), pero no hay duda que tiene en sus elementos de simpleza dramática el mayor valor. Tulpan es esa película pequeña (pero con una planificación muy cuidada) que logra hacer que los personajes nos resulten entrañables, cercanos, aunque su estilo de vida (esa inevitable mirada antropológica) sea tan distante al nuestro. Y en eso se nos presenta como una perfecta y lograda recreación emocional. 
Música: Folclórica y simple, aunque con la divertida curiosidad de tener como leitmotiv una canción de Abba.  

POLONIA. EL DRAMA GROTESCO 

Cztery noce z Anna (Four nights with Anna)  Dir. Jerzy Skolimowski  Int. Urszula Bartos-Gesikowska, Margorzata Buczkowska

Jerzy Skolimowski vuelve a rodar en polaco desde que lo hiciera allá en 1981 (aunque tampoco es que haya dirigido más de cuatro películas desde entonces). Lo mejor de este drama grotesco es el dibujo del protagonista, un personaje de extraña personalidad que no se nos explica (ni falta que hace) de dónde proviene, y que está obsesionado con una joven vecina a la que visita, sin ella saberlo, por las noches. De perfecto trazado cinematográfico, quizás le falta a la historia algo de credibilidad, pero consigue interesarnos gracias a su propuesta de juego temporal y a la buena definición de los personajes.  
Música: Siempre hemos dicho que el cine polaco está dotado con el talento de sus músicos (algunos de ellos como Wojciech Kilar o Jan Kaczmarek de proyección internacional), por la efectividad melódica que les caracteriza. Es también el caso del trabajo de Michal Lorenc que, apoyándose en pizzicatos, logra dar ese toque absurdo que requiere la historia.



01 noviembre, 2009

Actividad paranormal de blockbuster

Nos han contado que Steven Spielberg se cagó de miedo con esta película. Pero ¿tenemos que creernos todo lo que las multinacionales nos venden?  

Soy bastante reacio a creerme las informaciones que provienen de los grandes estudios. Se nos venden películas como de bajo presupuesto que sin embargo vienen precedidas de una intensa campaña promocional. Así, cineastas como Robert Rodríguez consiguieron entrar en el mercado con producciones de ínfimo coste como El mariachi, pero que contaba con una trayectoria publicitaria importante a cargo de la distribuidora Sony Pictures. Con lo cual, realmente uno no sabe si está asistiendo a un engañabobos o a un auténtico descubrimiento. 

El pasado fin de semana una de esas películas que nos venden como producto casi amateur consiguió superar en recaudación a la gran estrella del cine de terror, Saw VI. Se trata de Paranormal activity, una historia sencilla de sencillo desarrollo que sin embargo ha acabado convirtiéndose en el fenómeno de la temporada. Dirigida en 2007 por el joven Oren Peli, y estrenada en el pasado Festival de Sitges, esta historia de trazos difusos tiene un planteamiento parecido al de títulos como El proyecto de la bruja de Blair (¿qué fue de sus dos directores?) y REC: Acercar el terror al espectador a través de una cámara subjetiva, cuya justificación queda a veces en entredicho, pero que acaba resultando de una efectividad inusual hasta el momento. 

En este caso, y acompañada de una campaña de esas que llaman "viral" (apariencia de realidad que esconde una promoción publicitaria) el operativo ha funcionado a la perfección, y Paranormal activity se ha convertido en toda una revelación. Pero ¿realmente nos tenemos que creer todo lo que nos cuentan? La promoción de la película (y su planteamiento de inicio) consiste en contarnos la historia de una pareja que debe convivir con fenómenos paranormales que graban con una cámara de video como si se tratara de una grabación real. Esto no es nuevo, claro, ya lo hizo Miguel de Cervantes en Don Quijote de la Mancha. Pero, aunque sepamos que lo que estamos viendo es tan irreal como cualquier escena de Destino final, lo cierto es que consigue crear cierto desasosiego. 

Claro que luego nos cuentan que si Steven Spielberg se cagó de miedo (¿de verdad alguien se cree que el productor y director de todo tipo de películas de género llevó el DVD a su estudio metido en una bolsa de basura porque pensaba que estaba maldito?), que si los mandamases de Dreamworks se quedaron impactados... y encima el director del Festival de Sitges entra al trapo y promociona la película en el programa de Iker Jiménez (en el que de hecho uno no se cree ni la mitad de las cosas que cuentan) como si tuviera dudas de si se trata de una grabación real. 

Lo cierto es que Paranormal activity, la película que se ha estrenado en salas, no es la película que Oren Peli dirigió, sino un remake producido cuando Dreamworks decidió entrar en el proyecto. Es decir, realizado con un presupuesto acorde con las producciones de las majors, por supuesto de bajo coste. Y también es verdad que el estreno tardío de la película se debe más a cuestiones relacionadas con la falta de liquidez de la productora que con otras cuestiones del más allá.

Paranormal activity es una película que juega bien sus cartas. Tiene un planteamiento sencillo, unos actores convincentes, una estructura de cine de terror de fórmula y unos resultados decentes. Lo mejor de la propuesta es el dibujo incrédulo de uno de sus dos personajes; lo peor, un final que para mí no termina de resultar convincente y mucho menos impactante de lo que hubiera sido deseable. Pero eso sí, consigue momentos de auténtico desasosiego y tiene una escena concreta que te deja helado (los que la hayan visto ya sabrán a cuál me refiero). A pesar de su estructura esquemática y de sus recursos modestos, logra resultar entretenida, aunque le sobra algo de metraje. Pero tampoco deja de ser un producto de diseño industrial envuelto en formato de cine indi