Ha concluido el Festival de Cannes con una Palma de Oro algo controvertida otorgada por un jurado presidido por el director sueco Ruben Östlund, bastante cómodo en el mismo entorno de lujo y fiestas de alta sociedad que critica en sus películas. En otra de las contradicciones de esta edición, la directora Justine Triet utilizaba la recogida de su premio para criticar las leyes del presidente Emmanuel Macron contra las que buena parte de Francia se ha rebelado, en el mismo marco de un festival que ha hecho todo lo posible por que las manifestaciones y las protestas no enmierden las galas. En estos años, sin embargo, no hay cineastas que, como hicieron Francois Truffaut y Jean-Luc Godard en mayo de 1968, se atrevan a obligar al Festival de Cannes a afrontar las problemáticas sociales de Francia. Aquel mes de mayo, Jean-Luc Godard afirmaba que "no hay una sola película en el festival que afronte los problemas de los obreros y estudiantes". Este año, Ken Loach se ha encargado de contrarrestar esta afirmación, pero lo cierto es que el Cannes siempre ha sido una burbuja en la que las problemáticas de la sociedad no tienen cabida, como las playas convertidas en privadas por los hoteles de la zona. Nuestras crónicas del festival se acercan a las secciones paralelas en las que descubrimos algunos títulos relevantes y también alguna producción que pretende alcanzar la taquilla después del verano.
© Wrong MenL'autre LaurensClaude Schmitz, 2023 | Quinzaine des Cinéastes | ★★★★☆ |
Tras algunas incursiones en los formatos de cortometraje y mediometraje, y la presentación en el Festival de Rotterdam 2021 de su película híbrida Lucie perd son cheval (2021), el dramaturgo Claude Schmitz (1979, Bélgica) aborda el primer largometraje que tiene una estructura financiera tradicional, de forma que se puede considerar su debut en la industria el cine. La historia comienza en España con el miembro de una banda mirando al horizonte y afirmando haber visto una figura fantasmal de alguien que ha muerto, evocando tragedias shakesperianas como Hamlet (1601). La figura a la que hace referencia es la de François Laurens, que aparentemente ha fallecido en un accidente, algo de lo que no está muy segura su hija Jade (Louise Leroy), quien piensa que podría haber sido asesinado. Dado que el hermano gemelo de François, Gabriel Laurens (Olivier Rabourdin) es un detective privado, ella acude a él para que investigue la muerte de éste. Las indagaciones se desarrollan entre Perpignan en Francia y La Junquera en España, y este carácter fronterizo no se refiere solo a la fisicidad de los escenarios sino también a la propia condición narrativa de la película. Como una mezcla entre las influencias del cine europeo y las películas norteamericanas de género negro y serie B, L'autre Laurens (Claud Schmitz, 2023) se refleja como una historia de carácter híbrido en la que se utilizan los elementos principales del cine clásico (el detective, la femme fatale, los policías corruptos...) para transgredir las convenciones del género y crear un camino propio que mezcla la comedia con el thriller, pero también incorpora evocaciones a William Shakespeare como el nombre de una discoteca que hace referencia al castillo de Kronborg de la obra Hamlet (1601, Ed. Espasa Libros) y una textura visual que recuerda a las películas de Nicolas Winding Refn y Kenneth Anger.
Constantemente envuelta en la dualidad, L'autre Laurens se desarrolla casi siempre en un plano doble, entre lo fantasmal y lo real, explorando las posibilidades de la duplicidad: Gabriel es un reflejo de François, pero su presencia en el entorno de La Junquera se asemeja a la de un doppelgänger, una especie de reverso de su hermano. Otras figuras dobles están representadas por los dos policías corruptos que evocan la figura clásica del cine negro pero desde una perspectiva irónica, y también las torres gemelas atacadas el 11 de septiembre, que componen una figura simbólica del relato como la destrucción del mito que rodeaba a la sociedad norteamericana, el nacimiento de un mundo nuevo a partir del 11 de septiembre de 2001. El guión coescrito por Claude Schmitz y Kostia Testut habla precisamente del derrumbe de una cierta concepción de la sociedad, mostrando a la joven Jade rodeada de figuras paternales que sin embargo no saben cumplir su cometido, envuelta en un entorno patriarcal que se desmorona, y que está representado por su padre ausente y por la figura Alberto (Vicente Gil), el jefe de la banda española, dos colaboradores necesarios que acaban volviéndose antagónicos. La película tiene la capacidad de subvertir la estructura narrativa tradicional para construir una mirada "transgénero", como la denomina el propio director belga, usando una mezcla de reglas cinematográficas que se reordenan para encontrar el camino entre la serie B y el cine popular.
Por otro lado, hay numerosos elementos que hacen referencia a la cultura norteamericana como una especie de evocación del mito, no solamente a través de las alusiones al 11 de septiembre, sino también en ese enfrentamiento final que se encuentra con el western tradicional. La localidad gironense de La Junquera y su carácter fronterizo se manifiesta como una representación de la frontera entre Estados Unidos y México, sobre todo cuando Scott (Edwin Gaffney) describe el paisaje desértico como si se tratara del Gran Cañón. Mientras que el escenario principal es la denominada Casa Blanca, representada por el Château de Rastignac, una construcción de 1817 cuyo pórtico central es muy parecido al de la residencia presidencial en Washington. Se especula que, tras una visita a Burdeos de Thomas Jefferson en 1789, éste podría haberse inspirado en la mansión para revisiones arquitectónicas posteriores de la Casa Blanca. L'autre Laurens se presenta con la apariencia de un thriller para referirse sin embargo a la decadencia de un mundo pasado que, ineludiblemente, acaba devorándose a sí mismo.
© Jérôme PréboisL'Abbé Pierre - Une vie des combatsFrédéric Tellier, 2023 | Sección Oficial - Fuera de Concurso | ★★★☆☆ |
La superproducción biográfica francesa que ha estrenado este año el Festival de Cannes es este biopic sobre Henri Grouès, más conocido como el Abate Pierre, un sacerdote católico que se convirtió en una figura mediática desde los años cincuenta debido a sus discursos apasionados en los que exhortaba a políticos y ciudadanos a solidarizarse con las personas sin techo. En Francia los periódicos le llamaban la voix des sans-voix (la voz de los sin voz), y su vida es lo suficientemente trascendental, desde su participación en la resistencia hasta su etapa como diputado, que bien merece una película biográfica, aunque anteriormente el largometraje Hiver 54, l'abbé Pierre (Denis Amar, 1989) ya contaba parte de ella con Lambert Wilson como el sacerdote, pero enfocándose en el nacimiento del movimiento Emaús, dedicado a ayudar a las personas sin recursos, y el crudo invierno en París de 1954, que fue el inicio de su conexión con la sociedad francesa. De hecho, ya se realizó otro biopic en el momento de mayor repercusión de la figura del abate, Les chiffonniers d'Emmaüs (Robert Darène, 1955), pero el acercamiento de Frédéric Tellier, responsable del thriller Goliath (2022) es mucho más grandilocuente y emocionalmente sensorial.
La película comienza y acaba con un torpe intento de mostrar la figura del Abate Pierre (Benjamin Lavernhe) a través de su contradicción espiritual, envuelto en un paisaje desértico de ensueño que recuerda a la visualización metafísica de la película Más allá de los sueños (Vincent Ward, 1998), mientras resuenan los cuestionamientos sobre su legado escritos por el propio Pierre: "He hecho todo lo posible por ayudar a los demás. Pero ¿fue suficiente? ¿He podido cambiar las cosas, aunque solo sea un poco? ¿Me voy dejando un mundo levemente distinto?". Este combate constante por dejar una herencia espiritual que refleje el compromiso con el ser humano, intenta ahondar en la naturaleza esencial del hombre, pero también muestra las dudas de una figura que se dibuja como heroica. El mayor logro de la película es evitar componer una hagiografía, abordando algunas de sus contradicciones, y en cierta manera centrándose en el éxito de sus campañas a partir de los fracasos de su vida. Hay en L'Abbé Pierre (Frédéric Tellier, 2023) recursos como el uso de objetivos lensbaby que desenfocan la profundidad de campo para enfocar solo la figura del abad, lo que al final acaba dibujando un carácter mesiánico, la representación de un héroe cuya misión sin embargo está destinada a sucumbir. De hecho, no existe una pretensión de ocultar el tono anticuado de este biopic tan convencional que es evidente su pretensión de llegar a todo tipo de público a través de la emoción. Pero tiene también un tono grandilocuente que se beneficia de la extensa vida del abate Pierre, que murió en 2007 a los 94 años, a pesar de que le invitaron a marcharse de un convento Capuchino después de siete años recluido, debido a su constante débil estado de salud.
Así comienza su historia que le llevará a participar en la resistencia francesa durante la 2ª Guerra Mundial, a iniciar una etapa como político y a dedicarse a la lucha contra la pobreza que le convirtió durante el crudo invierno de 1954, en una estrella mediática cuando, conmovido por la muerte de varias personas debido a la ola de frío en París, decidió hacer un llamamiento de ayuda desde Radio Luxemburgo que se convirtió en una masiva campaña de recogida de mantas y alimentos para los pobres. La parte central de la película es un recorrido a través de sus discursos exaltados, sus entrevistas, su presencia en los medios de comunicación y su abierta solidaridad que se muestra con recursos como la pantalla dividida, y con una hermosa y suntuosa partitura del compositor norteamericano Bryce Dessner. Pero los momentos que mejor funcionan se concretan en la relación entre el abate Pierre y Lucie Coutaz (Emmanuelle Bercot), una monja que le ayudó a fundar los centros de acogida del movimiento Emaús y que colaboró con él durante 40 años, hasta la muerte de ella. Porque es una relación contradictoria, llena de discusiones y de cuestionamientos, que define mejor al protagonista como una persona sufriente y dubitativa. Mención aparte merece el trabajo de Benjamin Lavernhe, con el que el director ya había trabajado en El caso SK1 (Frédéric Tellier, 2014), que consigue una de esas interpretaciones envueltas en la emoción, un trabajo de transformación que resulta conmovedor, y que acaba siendo el principal soporte de una película que quiere ser trascendental y al mismo tiempo popular, y que para su estreno en Francia en noviembre se presenta como uno de los títulos más ambiciosos del año. Al final de las dos horas y cuarto de duración se muestran imágenes de personas que viven en las calles de París, una sobrecogedora representación del fracaso que mencionaba el Abate Pierre, que muestra las consecuencias de un combate que deja cada año tantos heridos y muertos como una guerra.
© Uma Pedra no SapatoLéguaFilipa Reis, João Miller Guerra, 2023 | Quinzaine des Cineástes | ★★★★☆ |
Si suele ser habitual que el Festival de Cannes deje un espacio para alguna superproducción francesa, después de haber rendido pleitesía a los grandes estrenos de Hollywood, también parece una norma no escrita incluir en las secciones paralelas alguna mirada al mundo rural. Es el caso de la segunda película de los directores Filipa Reis (1977, Portugal) y João Miller Guerra (1974, Portugal) quienes, tras realizar documentales de resonancia internacional, compitieron en los festivales de Rotterdam y Valladolid con su debut en la ficción Djon Africa (2018). La historia en esta ocasión se desarrolla en el pequeño pueblo portugués de Légua, y está inspirada en la casa en la que pasaba los veranos el propio director João Miller Guerra. Pero aquí los dueños de la propiedad están ausentes todo el tiempo, quedando solo los recuerdos de familia, el mobiliario y objetos de un espacio que parece destinado a la desaparición, mientras la ama de llaves Emília (Fátima Soares) la cuida como si los propietarios estuvieran a punto de llegar. Hay un momento en el que se preparan unos dulces para la inminente visita de la familia que finalmente no se produce. De alguna forma, Emília se ha quedado en la casa señorial como su fuera también un reducto de las mejores épocas, ayudada por Ana (Carla Maciel), que trabaja como sirvienta extra. La película comienza retratando a Ana mientras se prepara tarareando una canción y se dirige a su casa donde mantiene relaciones sexuales con su marido. El contraste entre la anciana célibe y la mujer de mediana edad empoderada sexualmente es uno de los apuntes de la diferencia entre generaciones que propone la película.
El tercer vértice generacional lo ocupa Mónica (Vitória Nogueira da Silva), la hija de Ana, mucho más alejada del servilismo que mantienen su madre y Emília con unos propietarios ausentes, esa especie de pervivencia de la diferencia social aunque no estén presentes. Pero su cuestionamiento de ese cierto altruismo de Ana que supone ayudar a Emília cuando está enferma también subraya la diferencia entre sus formas de pensar. La hija no solo tiene su propia agenda vital, sino que trata de influir en la de su madre. Al contrario que ella, que se resiste a acompañar a su marido a Francia para trabajar, Mónica está deseando marcharse del pueblo mientras explora su propia sexualidad. Légua (Filipa Reis, João Miller Guerra, 2023) es un retrato de tres generaciones de mujeres en relación con las estructuras sociales, reflejada en una puesta en escena que se manifiesta a través de algunos encuadres muy expresivos, como cuando en el mismo plano vemos una composición de Mónica en primer término, Emília en medio y Ana, que toma el control de las labores del hogar cuando la anciana enferma, en la cocina. La película utiliza el ciclo de las estaciones y las etapas de la siembra para elaborar una representación del propio ciclo de vida. A esto contribuye el rodaje durante un año con interrupciones para captar el ritmo y la visualidad de las diferentes épocas, captada por el destacado trabajo del director de fotografía Vasco Viana. Con una cadencia lenta, Légua se detiene en los detalles y es mayormente silenciosa, atenta a la dinámica de un cierto ritual diario a través los quehaceres repetitivos del cuidado de un casa vacía.
El carácter religioso está muy presente en las visitas del párroco, que es el contacto de los propietarios con las dos mujeres. En contraste con la sexualidad de Ana y la exploración de Mónica, se introduce también un concepto sexual en la propia religiosidad católica de Emília, cuando Ana le prepara los tradicionales penes de San Gonzalo, unos dulces en forma de falo que son típicos de algunas localidades portuguesas. De forma que, siendo célibe, de alguna manera Emília también está en contacto con una cierta manifestación sexualizada. La película está marcada a lo largo de su desarrollo por estos contrastes para reflejar las diferencias pero también las similitudes entre estas tres generaciones de mujeres que se adhieren a la tradición y a la tierra, sea de una forma voluntaria o forzada. Y consigue, a través de este retrato femenino pausado y contemplativo elaborar una mirada hacia las estructuras sociales que perviven en algunas zonas rurales de Portugal.
© Alter Ego ProductionMachtatSonia Ben Slama, 2023 | ACID Cannes | ★★★★☆ |