El Festival de Documentales Visions du Réel ha terminado este fin de semana después de diez días de proyecciones y encuentros en torno a historias extraídas de la realidad. Las primeras cifras aportadas por la organización indican que ha habido un 16% de aumento en la asistencia a las salas de cine este año, pero la muestra celebrada en Nyon (Suiza) también ha tenido un amplio seguimiento en su versión online, que concluyó ayer. Un festival abierto a conceptos audiovisuales novedosos que se ha consolidado en su condición híbrida, pero al que le falta sin embargo que sus encuentros y debates también estén disponibles a través de internet, como sucede en otros festivales. El Gran Premio del Jurado en la Competición Internacional ha sido, curiosamente, para un trabajo que no solo se ha presentado a concurso, sino también como Work in Progress, buscando financiación para terminarlo. Se trata de la serie documental While the green grass grows (Peter Mettler, 2023), uno de los proyectos más ambiciosos del director suizo-canadiense del que se han proyectado el primero y el último episodios, mientras que el resto que conforman los siete aún están en proceso de montaje y postproducción. Peter Mettler (1958, Canadá) es uno de los nombres más influyentes del cine documental de las últimas décadas, habiendo conseguido ya el Gran Premio de Visions du Réel por su largometraje Juegos, ídolos y LSD (2002), y al que el festival le dedicó una retrospectiva en 2020.
A lo largo de los próximos días seguiremos ofreciendo crónicas de la programación que ha conformado el festival durante estos días, centrándonos hoy en películas que abordan directamente el tema de los conflictos bélicos y sus consecuencias.
DefectorsHyun Kyung Kim, 2023 | Competición Internacional | ★★★★☆PREMIO ESPECIAL DEL JURADO |
La película de la cineasta Hyun Kyung Kim comienza situando la historia en un contexto político. Tras la ocupación japonesa de 1910, Corea fue dividida por los Estados Unidos como consecuencia de la derrota de Japón en la 2ª Guerra Mundial en 1945, ocupando el territorio al Sur mientras que el Norte fue ocupado por la Unión Soviética, y convirtiendo a las dos Coreas en sendos gobiernos militares. En 1948 se fundó el régimen capitalista de Corea del Sur mientras que en Corea del Norte se inició un gobierno comunista, pero cuando ésta invadió aquella dio comienzo la guerra de Corea en 1950, hasta el armisticio firmado en 1953 entre los dos territorios, que sin embargo los mantiene separados y sin posibilidad de viajes ni comunicación entre ellas desde hace 78 años. En una serie de entrevistas que la directora hizo a ciudadanos de Corea del Sur hace veinte años, los ancianos que han vivido buena parte de esta historia de conflictos constantes, afirmaban que la reunificación es imposible, pero al mismo tiempo alguno de ellos tenía la esperanza de que algún día pudieran viajar entre ambas Coreas sin restricciones. Y es en este contexto histórico en el que se desarrolla Defectors (Hyun Kyung Kim, 2023) una película que es sobre todo un retrato familiar profundamente marcado por los acontecimientos políticos. Esta crónica utiliza imágenes grabadas desde 2012, cuando una de las hermanas de la directora murió de Parkinson a los 53 años, lo que la obligó a regresar a Corea del Sur desde los Estados Unidos, donde reside, para cuidar a su madre, quien comenzó a tener una obsesión enfermiza por guardarlo todo, un síndrome de Diógenes que convirtió su casa en un almacén desordenado e impracticable, pero en cierto modo acogedor para ella.
Hyun Kyung Kim está casada con el reconocido director de documentales norteamericano Ross McElwee, responsable de películas como Sherman's March (1985), al que el festival Play Doc ha dedicado varias retrospectivas. Pero su reflexión sobre la separación de su familia para vivir con su marido en Estados Unidos y los recuerdos de su infancia, se mezclan con la curiosidad que le han despertado aquellos que huyeron de Corea del Norte como desertores, especialmente tras haber oído historias familiares sobre la desaparición de su abuelo materno cuando estalló la guerra, algo de lo que su madre no parece querer hablar. Los rumores se refieren a que el abuelo de Hyun Kyung Kim acabó huyendo a Corea del Norte, de donde era originario, abandonando a sus nueve hijos en Seúl, y dejando una herida inevitable. Este relato familiar conecta con la crónica histórico-política y enlaza con la búsqueda de algunos de esos desertores que decidieron abandonar el Norte para acabar viviendo de forma incógnita en el Sur, siempre temerosos de ser descubiertos, secuestrados o, en el caso de las mujeres, introducidas en la trata de personas. Como la escritora Lee So-yeon, autora del libro biográfico La chica de los siete nombres (2015, Ed. Península) o Mr. Kwon, un diplomático de Corea del Norte que decidió huir en 2015 y que confiesa tener dificultades para adaptar su mentalidad socialista a la sociedad capitalista. Viviendo primero en Estados Unidos y ahora en Gran Bretaña, siente la frustración de no haber conseguido asilo político y tiene que sobrevivir como trabajador indocumentado, convirtiendo su deserción en un conmovedor relato sobre las aspiraciones incumplidas. Algunos desertores acaban regresando a Corea del Norte, sin que esté claro su destino.
La directora viaja al hogar de sus padres junto a su marido, Ross McElwee, tratando de resolver el enigma de la obsesión de su madre por recoger todo tipo de objetos en la calle y acumularlos en su casa ("quizás una mirada externa podía acabar entendiendo a mi madre"). A través del relato de los desertores, de la guerra y la división que ha marcado la vida de su familia, Defectors establece un paralelismo entre la historia personal y el entorno histórico, trazando una línea emocional pero también reflexiva, para llegar a una conclusión desesperanzada: "La guerra de Corea aún no ha terminado".
Theatre of violenceLukasz Konopa, Emil Langballe, 2023 | Highlights | ★★★★☆ |
A lo largo de su recorrido por festivales de cine como CPH:DOX, donde participó en la Competición Internacional, o Movies that Matter, donde ha conseguido el Premio del Jurado al Mejor Documental, Theatre of violence (Lukasz Konopa, Emil Langballe, 2023) ha propuesto una reflexión sobre qué tipo de justicia se puede aplicar respecto a determinados crímenes de guerra. Lo hace construyendo un sugerente planteamiento paralelo entre las consecuencias de los conflictos en Uganda y el juicio celebrado en la Corte Penal Internacional de la Haya (CPI) al ex-combatiente Dominic Ongwen, acusado de 70 cargos de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad cometidos entre 2002 y 2005. La película que firman el debutante director polaco afincado en Londres Lukasz Konopa y el realizador danés Emil Langballe, responsable de documentales como The wait (Emil Langballe, Andrea Storm Henriksen, 2016) y Q's Barbershop (Emil Langballe, 2019), se centra en la estrategia de la defensa encabezada por el abogado Krispus Ayena, que plantea la condición de víctima de Dominic Ongwen, por el hecho de haber sido secuestrado y convertido en un niño soldado por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), grupo militar dirigido por Joseph Kony, que mantuvo la guerra en el Norte de Uganda durante muchos años.
El acusado se presenta así como víctima y culpable ante el tribunal, lo que pretende hacer reflexionar sobre la forma en que un niño que es obligado a coger un arma puede considerarse responsable de sus actos de violencia. Los hechos juzgados ocurrieron sin embargo cuando Dominic Ongwen ya era adulto, porque la CPI no tiene jurisdicción para juzgar a menores de edad. Se calcula que el LRA secuestró entre 30.000 y 60.000 niños durante el conflicto, pero pocos ascendieron en el liderazgo como Dominic Ongwen, quien se convirtió en uno de sus cabecillas principales. Pero las preguntas surgen inmediatamente sobre si el lavado de cerebro al que son sometidos los niños soldados les exculpa de la completa responsabilidad de los actos violentos que cometen cuando son mayores. Y también se pone en duda si realmente la Corte Penal Internacional puede entender algunas de las implicaciones que es necesario tener en cuenta respecto a las costumbres y la cultura ugandesa. El abogado Ayena plantea temas como la espiritualidad, sin la cual no se puede comprender la razón por la que estos jóvenes permanecieron en el grupo militar. Theatre of violence equilibra bien las secuencias grabadas durante el juicio con la búsqueda de testimonios que inicia el abogado por los lugares donde actuó el LRA, consiguiendo incluso entrevistas con ugandeses que consideran que no son justas las acusaciones a un niño soldado. Pero también es cierto que adopta una posición desequilibrada en el planteamiento de la victimización de Dominic Ongwen, evitando de una forma que podría considerarse manipuladora el relato de los testigos que realmente fueron víctimas del acusado.
No hay respuestas para muchas de las preguntas que suscita la película, pero lo hace de una forma que invita a la reflexión sobre el sentido de justicia y la posibilidad de reconciliación. Para algunos de los ciudadanos con los que habla Ayena debería prevalecer el sentido restaurador de la justicia, pero por otro lado se plantea la dificultad de resarcir a quienes fueron víctimas de los ataques. Y resulta asimismo dudoso el sentido de justicia occidental encabezada por la Corte Penal Internacional, que solo ha procesado a miembros del LRA, cuando el ejército del presidente Yoweri Museveni ha cometido crímenes tan graves como los del grupo militar de Joseph Kony. Dominic Ongwen fue sentenciado a 25 años de cárcel por 61 de los 70 cargos de los que fue acusado, una sentencia que para muchos es excesiva y que no tuvo en cuenta su condición de víctima al mismo tiempo que perpetrador. Y de hecho los jueces tampoco responden a algunas de las cuestiones de fondo que planteó la defensa. Theatre of violence se sitúa en un equilibrio necesario para construir un debate imprescindible sobre el sentido colonial de justicia.
Behind the linesAlaa Amer, Alisar Hasan, 2023 | Grand Angle | ★★★★☆ |
Esta película pertenece a la serie Draw for change! (Arte, 2023), ganadora de la sección competitiva de Series Documentales en Canneseries, una iniciativa de producción belga liderada por los cineastas Vincent Coen (1975, Bélgica) y Guillaume Vandenberghe (1978, Bélgica) que habían codirigido anteriormente el documental Rien n'est pardonné (2017). La propuesta está formada por seis historias centradas en mujeres dibujantes de diferentes países como Siria, México, Estados Unidos, Rusia, India y Egipto, cada una de ellas dirigidas por distintas directoras, que les permite abordar temas como el feminicidio o la forma en que las guerras afectan a las mujeres. Behind the lines (Alaa Amer, Alisar Hasan, 2023) se presentó en su formato para televisión en Canneseries, mientras que en Visions du Réel se ha estrenado la versión de largometraje que tiene una duración de 73 minutos. Hay diferencias destacadas en cuanto a la estructura narrativa de ambas versiones, ampliando el contenido de algunas secuencias en la de mayor duración, pero las dos cuentan el relato de una manera igualmente efectiva.
Se trata de una historia emocionante protagonizada por la dibujante Amany Al-Ali, quien vive en la ciudad de Idlib (Siria), una de las que protagonizó las mayores protestas en contra del régimen de Bashar al-Assad en la Primavera árabe de 2011, que provocó una guerra que todavía perdura, principalmente por el apoyo de los bombardeos ataques aéreos del gobierno apoyado por Rusia. La ciudad también sufrió el pasado mes de febrero un terremoto de magnitud 7,6 que, unido al estado ruinoso de los edificios a causa de la guerra, fue todavía más cruento. Como se indica al final del documental, poco después han continuado los bombardeos en la zona. Pero Behind the lines es una historia conmovedora sobre una joven con un especial talento que realiza dibujos en los que expresa la crueldad de la guerra, en forma de caricaturas profundamente incisivas sobre el régimen, cuya trascendencia fuera de Siria la coloca en una posición de peligro, recibiendo amenazas a través de las redes sociales. En uno de estos dibujos vemos a una mujer despojándose de unas esposas que representan la sumisión, en otro se representa un avestruz hundiendo su cabeza en una montaña de calaveras que simboliza la pasividad de la Unión Europea y, en general, de la comunidad internacional. Estos mensajes rotundos han llamado la atención de otros países como Italia, donde se han organizado exposiciones a las que Amany no puede acudir porque no tiene posibilidad de conseguir una visado para salir de Idlib.
Behind the lines utiliza animaciones sobre dibujos hechos por la protagonista para mostrar las reflexiones de Amany, como un reflejo de algunos de los temores que la persiguen, pero también de la desesperación por tratar de encontrar una salida a su situación. Ella mantiene una conexión especial con su sobrina Basin, que representa en cierta manera la visión de las consecuencias del conflicto en forma de traumas infantiles que incluso tienen efectos físicos, como la pérdida de cabello, lo que provoca asimismo que en el escuela sus compañeros se mofen de ella. Es también la que se siente más afectada por la decisión de Amany Al-Ali de huir de Siria. La intención es la de atravesar Turquía con la ayuda de unos contrabandistas a los que debe pagar más de 2.000 euros, aunque conforme se desarrolla la historia, ésta se va impregnando de cierta esperanza a través de una sorprendente relación amorosa que de alguna manera cambia su perspectiva.
In UkrainePiotr Pawlus, Tomasz Wolski, 2023 | Competición Internacional | ★★★★☆MENCIÓN ESPECIAL |
Conseguir que una película acabe ofreciendo imágenes imborrables que permanecen en la memoria a pesar de la saturación de información sobre la guerra de Ucrania que vemos todos los días, es una de las grandes virtudes del documental filmado por Piotr Pawlus (1985, Polonia) y editado por Tomasz Wolski (1970, Polonia), quien ganó el Gran Premio de Visions du Réel por su película 1970 (2021). Un grupo de niños jugando en un tanque abandonado, una familia disfrutando de un columpio con un edificio destrozado de fondo o la vida diaria a través de una ventana con los cristales resquebrajados por un agujero de bala reflejan de forma contundente la propuesta de los directores. La película se acerca a la forma en que la vida continúa en medio de lo restos provocados por los bombardeos, los controles militares, el racionamiento o las restricciones de movimiento. Un conjunto de postales que muestran de qué manera puede cambiar la fisonomía de un país devastado por una invasión que no respeta a la población civil. Estrenada en la sección Forum del Festival de Berlín, In Ukraine (Piotr Pawlus, Tomasz Wolski, 2023) se acerca a la guerra desde la retaguardia, coloca la cámara en posiciones estratégicas para mostrar la Ucrania destruida evitando la narración tradicional, solo a través de fragmentos tomados con cámara estática sin ningún tipo de intervención o narración. No hay en este sentido un punto de vista reflejado aunque la posición de la cámara y la mirada elegida ya muestre un cierto punto de vista.
La película comienza con coches que van y vienen por una carretera en la que ya se pueden ver algunas de las consecuencias de la batalla: tanques destruidos, puentes destrozados... para ir acercándose progresivamente a la ciudad, pasando por imágenes de periodistas que buscan los escenarios más impactantes para transmitir la información que recibimos cada día. Algunos de los ocupantes de estos vehículos se detienen para hacerse fotos delante de los tanques, como un souvenir macabro de un lugar en el que la destrucción hizo acto de presencia: "¿Es ruso o ucraniano?", pregunta de uno de los niños de la familia. Aunque los directores han comentado que la película iba a estructurarse en tres partes dedicadas a la vida cotidiana, el ejército y la reconstrucción, la decisión final ha sido la de mezclar estos temas, porque de hecho suceden en paralelo. Las ciudades comienzan a reconstruirse cuando la guerra aún está activa, lo cual ofrece una perspectiva singular sobre la forma en que los ucranianos aspiran a recuperar sus barrios y sus calles. Hay una especial atención por la organización del reparto de comida, como en una estación de metro convertida en refugio en la que se anuncia que la sopa está lista, un habitáculo desde el que se reparte pan y bolsas con comida, o un lugar en el exterior en el que una mujer ofrece cajas de cereales mientras se hace fotos sonriendo para dejar reflejada en una cámara su solidaridad. Este reflejo de cómo cualquier gesto se convierte en un medio para la propaganda es también uno de los aciertos de la película. El reparto de cereales termina con una discusión, y las siguientes secuencias muestran a un grupo de perros que se han quedado abandonados en la calle, a los que también algunas organizaciones reparten comida.
La última parte de la película está dedicada efectivamente al ejército, pero no a través de las acciones de guerra, sino durante aquellos momentos en los que parecen incluso relajados, asistiendo a una actuación o sentados en el bosque en lo que parece la pausa en mitad del conflicto. La mirada de un perro escondido detrás de una puerta en un edificio destrozado refleja el miedo y la incomprensión de las consecuencias de la guerra. Mientras que Piotr Pawlus se ha ocupado del rodaje como camarógrafo en Ucrania, Tomasz Wolski ha realizado un excelente trabajo de edición y gradación de color, oscureciendo las imágenes para ofrecer una sensación de postales antiguas, una tonalidad de los años ochenta que sin embargo refleja una realidad muy presente.
Le spectre de Boko HaramCyrielle Raingou, 2023 | Highlights | ★★★☆☆ |
Boko Haram está considerada como una de las organizaciones terroristas de carácter fundamentalista islámico más crueles de África, actuando principalmente en el Norte de Camerún, frontera con Nigeria, donde poblaciones como Kolofata viven en un sistema de protección del gobierno camerunés frente a las continuas amenazas del terrorismo islámico. El fantasma al que hace referencia el título representa las consecuencias de las incursiones de Boko Haram en la región, y especialmente las imágenes que permanece en la memoria de tres niños: la joven Falta Souleymane, que perdió a su padre en manos de Boko Haram, y los hermanos Ibrahim Alilou y Mohamed Alilou, a los que les resulta más difícil procesar el trauma, lo que les lleva a una rebeldía constante en la escuela y a huidas ocasionales del campamento de refugiados en el que viven. Pero la visión que propone la directora camerunesa Cyrielle Raingou evita cautelosamente esa imagen tradicional desde un punto de vista más dramático que suelen ofrecer las perspectivas occidentales sobre África, poniendo en práctica su intención reivindicada en varias entrevistas de cambiar la narrativa habitual. El trauma que evidentemente ha marcado la vida de estos niños sin embargo convive perfectamente con el juego, son capaces de hablar sobre los ataques de Boko Haram que han acabado con la vida de sus padres al mismo tiempo que practican fútbol. Es uno de los elementos más impactantes de Le spectre de Boko Haram (Cyrielle Raingou, 2023), que consiguió el Tiger Award a la Mejor Película en el pasado Festival de Rotterdam.
Falta vive con su madre, y en algunos momentos siente la curiosidad de preguntarle cómo los terroristas de Boko Haram mataron a su padre, un asesinato del que la madre fue testigo, pero ella parece evitar hablar del tema directamente: "Lo que pasó, pasó", dejando una persistente pero quizás imposible separación entre el pasado y su presente. Ibrahim y Mohamed van a una escuela donde el profesor parece empeñado en lograr una normalidad que sin embargo choca con algunas actitudes rebeldes, especialmente de ambos hermanos. La película traza una mirada de observación que al mismo consigue la intimidad suficiente gracias al trabajo de Cyrielle Raingou con ONG's en la zona desde 2015, y la relación cercana con algunos de los protagonistas del documental. No se incluyen elementos que puedan perturbar la simple observación, ni siquiera el uso de música o de cierta creación narrativa. La cámara está colocada para captar los juegos de una forma que podría percibirse como improvisada. Cuando Ibrahim y Mohamed desaparecen de la comunidad los adultos, excepto el profesor, no parecen demasiado sorprendidos ni demasiado preocupados. Ambos suelen huir durante varias semanas lejos de un lugar en el que no quieren estar, pero siempre regresan.
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