Against the tideSarvnik Kaur, 2023 | Grand Angle | ★★★★☆PREMIO PERCEPTION CHANGE PROJECT - Naciones Unidas |
El contraste entre la supervivencia y el respeto al medio ambiente tiene a veces una difícil compatibilidad. Las vidas de Ganesh y Rakesh, dos amigos que se dedican a la pesca en aguas en las que cada vez hay menos peces, representan dos formas diferentes de sobrevivir en una ciudad como Mumbai en la que todo está masificado. En Against the tide (Sarvnik Kaur, 2023), ganadora del premio Vérité Filmmaking en el pasado Festival de Sundance, hay una mirada existencial que se refleja en la desigualdad con la que los dos protagonistas tratan de mantener a sus familias. Ganesh trabajó como asesor financiero en Escocia, pero decidió regresar a la India, donde controla una flota de barcos de pesca en el puerto, mientras que Rakesh no ha salido nunca de Mumbai y cultiva la pesca tradicional, la que le permite alimentar a su familia y ganar lo suficiente para mantener su propia embarcación. Pero ambos están igualmente amenazados por la cada vez mayor competencia de las operaciones de pesca industrial china, que arrasan con todo utilizando todo tipo de técnicas, y las medidas de control del gobierno que prohíben pescar por la noche usando luces LED en las redes, unido a la necesidad de acceder a zonas cada vez más alejadas para poder encontrar las especies que ya están desapareciendo. Ambos pertenecen a la casta Koli, que desde que utilizaban redes de arrastre en los años ochenta, han sido desplazados progresivamente de las aguas menos profundas en las que pescaban, obligados a tener que modernizar las embarcaciones para poder acceder a mejores caladeros. Ganesh y Rakesh representan la división entre la tradición y la necesidad de adaptación, pero también la división que ha provocado el capitalismo entre miembros de la misma casta.
Hay un acceso tan íntimo de la directora a ambos protagonistas que a veces pudiera dar la impresión de que Against the tide tiene una narrativa de ficción, aunque Sarvnik Kaur explica que cuando los editores Atanas Georgiev y Blagoja Nedelkovski, responsables del montaje de la película nominada al Oscar Honeyland (Tamara Kotevska, Ljubomir Stefanov, 2019) le preguntaron quién era el villano de la historia, ella necesitó explicar que no pretendía romantizar a ninguno de los dos protagonistas y convertir al otro en un antagonista, lo que provocó algunas desavenencias en la construcción del tercer acto. Y ciertamente hay un equilibrio en el tratamiento de ambos amigos, pero la película no puede evitar que Ganesh represente de alguna forma la absorción completa del sistema capitalista adaptado a la pesca tradicional, y que algunos comportamientos suyos como solicitar un préstamo y más tarde pedir otro para cubrir el primero, resulten demasiado cercanos a las sociedades más occidentales. Pero la película producida por Quentin Laurent, productor del documental Dentro del Chelsea Hotel (Maya Duverdier, Amélie van Elmbt, 2022), transmite una cierta mirada melancólica cuando cada uno de ellos tiene que enfrentarse a problemas para sobrellevar sus negocios. Rakesh debe decidir entre mantener su embarcación o venderla para afrontar los gastos médicos que necesita su bebé, que tiene problemas cardíacos, mientras que Ganesh está cada vez más enterrado en deudas.
La cámara observa cercana las diferencias familiares entre ambos, y en algunos momentos asistimos a discusiones bañadas en alcohol en las que surgen los reproches sobre lo que uno ha conseguido y el otro trata de conservar. Hay en la película un ritmo marcado por los acontecimientos sucedidos durante los cinco años que tardó en rodarse, pero también el suficiente espacio para encontrar los ángulos más adecuados en cada escena, de los que el director de fotografía Ashok Meena extrae una belleza poética, especialmente en las tomas rodadas durante las labores de pesca. El sonido también está utilizado con una intención creativa, marcando los momentos más relevantes a través de los efectos de sala creados por el japonés Mayasko Kitada, que ha trabajado en películas como El castillo ambulante (Hayao MIyazaki, 2004), con sonidos más reconociblemente modernos para Ganesh y más cercanos a la naturaleza para Rakesh, o reduciendo los niveles para subrayar la soledad y el silencio de la pesca tradicional. Estos elementos envuelven a la película de una textura de ficción que no perjudica sin embargo a su condición de reflejo de la realidad, sino que contribuye a crear una narrativa mucho más eficaz.
Grasshopper RepublicDaniel McCabe, 2023 | Competición Internacional | ★★★★☆ |
La última película del director Daniel McCabe (1980, New York) regresa a África tras su anterior documental This is Congo (2017), conecta en una cierta narrativa poética con Against the tide. A lo largo de tres temporadas, el realizador ha seguido a un grupo de cazadores de saltamontes que colocan trampas en los campos de cultivo para atraer a miles de insectos que son considerados un manjar en Uganda. La recolección se produce durante las estaciones lluviosas en mayo y noviembre, pero en ella juegan a partes un componente de suerte y de estrategia, utilizando la electricidad como una forma de atracción que resulta incluso peligrosa para la salud. Las trampas están compuestas por luces LED a las que se les rompe la cobertura, por lo que la piel de los recolectores que las manipulan suele sufrir quemaduras graves, al margen de otras infecciones debido a diferentes insectos. Cuando uno de ellos visita una farmacia para comprar alguna pomada, los consejos de la farmacéutica sobre los problemas que pueden ocasionar estar expuestos de esa manera son respondidos con un lacónico: "Es lo que tenemos que hacer para sobrevivir". Grasshopper Republic (Daniel McCabe, 2023) se acerca al equipo encabezado por Siraje Lubwama Ojukum, que está considerado uno de los mejores cazadores de saltamontes de Uganda, en sus negociaciones con los agricultores para que les permitan colocar las trampas en los campos y en el esfuerzo colectivo para atraer a los saltamontes que, cuando llegan, lo hacen en forma de ejército formado por miles de insectos, atrapados en los cebos eléctricos.
El documental se inspira en un libro que el fotógrafo italiano Michelle Sibiloni, afincado en Kampala, tardó seis años en completar. Junto a Daniel McCabe y su hermano Michael, también se encargó de filmar en medio de las largas esperas de los tramperos. Esta práctica tradicional que ha pasado de generación en generación está también marcada por una mezcla de negocio y espiritualidad. Los integrantes del equipo de Siraje afirman que los saltamontes provienen "de la luna", una expresión que no está tan alejada de la realidad ya que los insectos han adaptado sus ciclos reproductivos a la vegetación que traen las temporadas de lluvia, y las fases de la luna les sirven como guía en sus procesos migratorios. Contagiado por las tradiciones y cierto misticismo que rodea a la caza de saltamontes, el director crea una textura poética, casi de ensueño, cuando muestra planos cercanos de los saltamontes, que se rodaron con la ayuda del entomólogo local Francis Sengendo, estableciendo un contraste entre el mundo de los insectos, misterioso y fascinante, y el estilo más vérité que muestra el mundo de los humanos, pero en el que también se reflejan las trampas, vistas desde la lejanía, como si fueran naves espaciales que acaban de aterrizar sobre el terreno. Debe haber algo de esa fascinación que provoca la captura nocturna de saltamontes que hace que los directores se acerquen a ella con una mirada poética, como el cortometraje producido por The New Yorker Nsenene (Michelle Coomber, 2021), cuyo título hace referencia a la palabra con la que en Uganda se refieren a los saltamontes, que también utilizaba esta tonalidad poética gracias a una excelente fotografía del español afincado en Londres Xavi Amorós, pero que principalmente se centraba en el proceso de captura.
La secuencia de la captura, cuando el enjambre finalmente aparece en medio de la noche, es espectacular, con un montaje especialmente acertado de Alyse Ardell Spiegel, que también fue montadora de This is Congo, en el que se alternan los planos generales de una auténtica invasión de insectos con los primeros planos de éstos acumulándose en los barriles. Pero la mirada poética de Grasshopper Republic se beneficia especialmente de la banda sonora compuesta por el talento creativo del compositor Robert Aiki Aubrey Lowe, que ha realizado excelentes incursiones en el cine de ficción con películas como Candyman (Nia DaCosta, 2021) y Master (Mariama Diallo, 2022). Sus sonoridades electrónicas a partir de sintetizadores modulares refuerzan el carácter artificial de las trampas luminosas frente al entorno natural en el que son colocadas, aportando una textura de ciencia-ficción que convierte a la película en una experiencia especialmente inmersiva.
This womanAlan Zhang, 2023 | Burning Lights | ★★★★☆Premio Especial del Jurado / Premio ZONTA |
Hay momentos en los que no está claro si esta película es una construcción documental ficcionalizada o se trata de un retrato real bien estructurado de una joven, Beibei, que se enfrenta a un futuro incierto cuando acaba de perder su trabajo en Pekín, pero que se cuestiona constantemente el papel que se le asigna a las mujeres dentro de la sociedad china. Ella misma tiene lo que se podría pensar que es una vida desordenada: un amante joven con el que se cita esporádicamente para practicar sexo en habitaciones de hotel, el padre de su hija pequeña con el que mantiene una relación tensa que solo se sostiene en las responsabilidades parentales y alguna otra relación que ella afirma que no es sexual con un compañero de trabajo. Pero al mismo tiempo tampoco parece sentir un apego especial por su hija pequeña, a quien dice querer a pesar de no ser deseada en su momento, pero a la que la mayor parte del tiempo deja al cuidado de su madre. En esta búsqueda de su propia identidad, Beibei parece tener más claro lo que no quiere ser, que lo que quiere ser, deambula entre su antiguo pueblo visitando a su abuela con demencia, mientras busca una salida a una situación laboral difícil en medio de la pandemia del Covid. This woman (Alan Zhang, 2023) obtuvo un Premio Especial del Jurado y el Premio ZONTA, una asociación internacional que trabaja para mejorar las condiciones laborales de la mujer, y que reconoce a nuevas cineastas femeninas que demuestran su talento, como apoyo a proyectos futuros.
Lo que consigue sin embargo la directora debutante Alan Zhang es construir una película que parte de una transgresión narrativa en torno a la ruptura con la imagen tradicional de la mujer para encontrarse con una transgresión estilística que hace difícil delimitar dónde está la realidad y dónde la posible reconstrucción. Es interesante cómo un gesto simple puede aportar ironía y sentido del humor a un momento dramático, como en la discusión con el padre de su hija. El matrimonio es descrito por Beibei como una obligación forzada por su familia, pero también parece haber una relación de dependencia que utiliza el vínculo paternal para encontrar una cierta ayuda económica cuando hace falta. Esos momentos son capturados con habilidad por la directora para reforzar esa estructura borrosa entre realidad y ficción que se mantiene a lo largo de toda la película. Los diferentes actos de la narración están marcados por declaraciones a la cámara de Beibei, en las que deja claro su posicionamiento con respecto a los diferentes acontecimientos que le suceden. Cuando toma la decisión de viajar a las montañas para ayudar a un amigo en una tienda de té, dejando a su hija con la abuela, no parece claro que la iniciativa vaya a durar demasiado. Pero ante todo, este lúcido y entretenido documental reivindica a la mujer como dueña de su propio destino y también su derecho a equivocarse manteniendo la independencia del hombre. Algo que no está claro si al final Beibei acabará consiguiendo.
La belleza y el dolorLaura Poitras, 2022 | Proyección Especial | ★★★★☆ |
Posiblemente se trata del documental más premiado de 2022, con más de treinta galardones internacionales y casi un centenar de nominaciones, entre ellas al Oscar, pero sobre todo obteniendo el León de Oro en la Mostra de Venecia, un reconocimiento máximo al género que meses más tarde se volvería a producir con el Oso de Oro al documental Sur l'Adamant (Nicolas Philibert, 2023). Presentado en Visions du Réel dentro de las proyecciones especiales, La belleza y el dolor (Laura Poitras, 2022) se ha estrenado hace unos días en España a través de la plataforma Filmin. Como en la propia obra de la fotógrafa retratada, Nan Goldin (1953, Washington), la relación entre la mirada personal y los comentarios políticos es más que cercana, y así se construye una película que resulta ser profundamente íntima pero también radicalmente política. A través del propio relato de la protagonista, su historia pasada supone un recorrido fascinante por las décadas de los sesenta, setenta y ochenta en el circuito artístico underground de Norteamérica, primero relacionándose con los movimientos surgidos en Baltimore, junto a la actriz y escritora Cookie Mueller, que participó en la película Pink Flamingos (John Waters, 1972) y posteriormente formando parte esencial del entorno de rebeldía activista surgido en Nueva York. "Le hice una mamada a un taxista para pagar el trayecto hasta una Galería. Esa fue mi introducción en el mundo del arte. Era 1979", comenta la artista remarcando la fecha para recordar que se trataba de una época en la que la sexualidad tenía una consideración más desenfadada.
Su historia personal, marcada por el suicidio de su hermana y una relación difícil con sus padres, que la lleva a decir frases tan rotundas como "mis padres no deberían haber tenido hijos", está narrada con melancolía y tristeza. Mientras que hay cierta nostalgia al recordar los primeros años en Nueva York, alternando su trabajo como prostituta y como bailarina de clubes masculinos, hasta que acabó formando parte intrínseca del bar Tin Pan Alley, cuya política de contratar solo mujeres, muchas de ellas salidas de la prostitución, lo convirtió en un lugar particularmente acogedor para las artistas de la época. La directora Laura Poitras (1964, Boston), ganadora del Oscar por Citizenfour (2015) y nominada también por My country, my country (2006), ofrece un retrato tan cercano que ella misma aparece al principio de la película grabando a Nan Goldin e interviniendo en algunas ocasiones, como formando parte inseparable de este relato. La película contiene una narrativa tan cuidada que puede considerarse la mejor de toda la filmografía de una directora que está construyendo una crónica de nuestra sociedad absolutamente deslumbrante. Nan Goldin comenzó a destacar tras la presentación en 1985 de la serie de diapositivas The ballad of Sexual Dependency, formada por unos 700 retratos tomados entre 1979 y 1986 que reflejaban la cultura gay posterior a Stonewall de finales de los setenta y la comunidad artística del barrio del Bowery en Nueva York.
Pero el reflejo más doloroso de la película es el que muestra la experiencia de la artista entre dos pandemias: el SIDA en los años ochenta y la crisis de los opioides en los últimos años. Cuando a Nan Goldin le encargaron en 1989 ser la comisaria de una gran exposición en el Artists Space de Nueva York, decidió que el tema central sería el SIDA, en una época en la que las protestas por la inacción del gobierno de Ronald Reagan reivindicaban eliminar el estigma para afrontar la enfermedad con los medios adecuados. Witnesses: Against our vanishing fue una muestra polémica a raíz del texto que escribió el artista David Wojnarowicz, que acabaría siendo también una de las víctimas del Sida, pero fue importante para visibilizar la enfermedad y el activismo en contra de figuras públicas como el cardenal John O'Connor. La segunda pandemia a la que se ha enfrentado Nan Goldin ocupa buena parte de la estructura de la película, a partir de su trabajo como fundadora de la asociación P.A.I.N., que ha realizado diferentes acciones en los museos en los que la propia artista tiene exhibiciones permanentes. El relato personal se convierte así en una reivindicación contra un nuevo fracaso de las autoridades en torno al control de los opioides, y especialmente contra la relación de la familia Sackler con la ocultación de los efectos adictivos del OxyContin, un medicamento recetado por los médicos para el tratamiento del dolor. Documentales como El farmacéutico (Jenner Furst, Julia Willoughby Nason, 2020) y El crimen del siglo (Alex Gibney, 2021) y miniseries como Dopesick: Historia de una adicción (Disney+, 2021) han tratado profundamente el tema, pero la experiencia de Nan Goldin es más personal y más activista, proponiéndose (y logrando en parte) que las instituciones artísticas más importantes rechacen las millonarias donaciones de la familia Sackler y en algunos casos eliminen sus nombres de algunas de sus galerías. Son victorias pequeñas y posiblemente ineficaces frente a la complicidad de la justicia al permitir que la familia llegara a un acuerdo por el que el desembolso de 6.000 millones de dólares les otorgaba el compromiso de no ser perseguidos por causas penales. La belleza y el dolor adopta así la forma de un retrato íntimo que refleja las heridas de una sociedad indefensa.
Notre corpsClaire Simon, 2023 | Highlights | ★★★★☆ |
Presentada a concurso en el pasado Festival de Berlín, la última película de la directora francesa nacida en Londres Claire Simon (1955, Reino Unido) es una extensa mirada de tres horas en el interior de las consultas del área de Ginecología del hospital público Tenon de París. Adoptando la posición de narradora al principio, la realizadora explica que la idea de rodar se la proporcionó una amiga que había sido tratada allí, y comenta con sentido del humor: "Espero no terminar teniendo cáncer después de la película". En realidad, el departamento que parece tener una estructura bien consolidada aborda todo tipo de consultas relacionadas con el cuerpo femenino, desde pruebas de fertilidad hasta prácticas de abortos, desde las consecuencias de la endometriosis hasta las operaciones de reasignamiento de género, desde el embarazo hasta el tratamiento del cáncer. Pero, al contrario que otros documentales recientes como État limite (Nicolas Peduzzi, 2023), no está tan interesada en las problemáticas de la gestión médica, aunque hay algunos apuntes cuando se acerca a una manifestación en el exterior del hospital protagonizada por mujeres que exigen responsabilidades por los errores médicos, sino que se centra sobre todo en las pacientes, y ofrece un retrato íntimo de la feminidad desde el punto de vista de las transformaciones, saludables o perjudiciales, que sufre el cuerpo de la mujer.
En Notre corps (Claire Simon, 2023), la directora se acerca narrativamente al estilo de Frederick Wiseman más que en otras de sus películas, a través de esa aproximación que observa dejando el espacio suficiente para que se desarrollen las diferentes historias. Pero mientras el director norteamericano está sobre todo interesado en la representación de las instituciones, como en su película Hospital (Frederick Wiseman, 1970), la atención de la directora es más humanista. Es una mirada que no suele ir más allá de la propia consulta, que no escoge protagonistas para seguir sus tratamientos, sino que se detiene cuando la problemática ha sido expuesta, pasando posteriormente a otra paciente con otro trastorno. Hay adolescentes que han quedado embarazadas, jóvenes que siguen un tratamiento de hormonas y algunas que están seguras de afrontar una operación de reasignación en la madurez, y en general todas reciben explicaciones claras de los procedimientos y también de los riesgos. La intención de la directora es filmar los cuerpos femeninos descartando la sexualización, mostrando las transformaciones que se producen y estructurándola en base a las etapas de la vida, desde la juventud y el nacimiento hasta la vejez y la muerte.
La película ofrece una mirada transparente que también parece querer eliminar el estigma de la vergüenza y la incomunicación, mostrando a pacientes que en la mayor parte de los casos parecen no sentirse cohibidas por la cámara, un equipo reducido pero no invisible teniendo en cuenta el grado de intimidad que se produce en una consulta médica. Y cuando la propia Claire Simon se convierte también en objeto de observación en el momento en que a ella misma le diagnostican un cáncer de mama, toma la generosa e inteligente decisión de tratarse a sí misma como una paciente más, dedicándole la cuidada edición de Luc Forveille el mismo tiempo en pantalla que al resto de las pacientes que aparecen en el documental, y de reservarse solo el espacio de la consulta y el examen médico. Convertida en protagonista, evita el protagonismo, pero también deja claro ante el doctor que la presencia de la cámara condiciona su respuesta sosegada al diagnóstico, lo cual introduce un interesante elemento de reflexión sobre la esencia misma del género documental y la forma en que éste reconstruye las realidades.
La belleza y el dolor se puede ver en Filmin.
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