30 mayo, 2022

Docsbarcelona 2022 - Parte 4: Ausencias

Concluye el 25 Festival Internacional de Documentales de Barcelona. Docsbarcelona, con la entrega de premios a las películas seleccionadas por los diferentes jurados. Pero nuestra última crónica vamos a dedicarla a las ausencias, que de una u otra manera siguen marcando las vidas de quienes permanecen. Un famoso hotel habitado por fantasmas, los desaparecidos tras un golpe de estado o la muerte de una hija, pero también el propio estado ausente que provoca el autismo, sobrevuelan las películas de la programación que comentamos. 

Este es el palmarés de Docsbarcelona 2022: 

Premio Docs Mejor Película: Fire of love (Sara Dosa, 2022).
Premio del Jurado Joven: Erasmus in Gaza (Chiara Avesani, Matteo Delbò, 2021).
Premio del Público: Robin Bank (Anna Giralt, 2022).
Premio DOC-U: Paola (Claudia Solano, Marta Martín, Daniel Rey, Pere Neila, 2021).
Premio Nuevo Talento: Rebellion (Maia Kenworthy, Elena Sánchez Bellot, 2021).
Premio Amnistía Internacional Cataluña: The territory (Alex Pritz, 2022).
Premio Docs Latitud: El vent que ens mou (Pere Puigbert, 2021).
Mención Especial: Myanmar Diaries (Myanmar Film Collective, 2021). 


PANORAMA

La historia del Hotel Chelsea como icono de la contracultura entre los años cincuenta y los ochenta está rodeada de una profunda expresión de la imagen de Nueva York. Fue refugio de escritores como Mark Twain, Allen Ginsberg o Charles R. Jackson, quien se suicidó en su habitación; de directores de cine como Stanley Kubrick o Miloš Forman, que vivió una etapa de crisis artística sin salir del hotel; y de músicos como Janis Joplin, Patti Smith y Sid Vicious, quien asesinó a su novia Nancy Spungen en la habitación nº 100. Leonard Cohen le dedicó la canción "Chelsea Hotel Nº 2", incluida en su album New skin for an old ceremony (1974, Sony Music), que hacía referencia al momento en el que había conocido a Janis Joplin cuando ambos se alojaban en el hotel. El documental Dreaming walls (Maya Duverdier, Amélie van Elmbt, 2021) no hace una descripción directa de las anécdotas y las leyendas que han rodeado al Hotel Chelsea, pero crea una sensación casi poética cuando se proyectan en las paredes de sus pasillos imágenes de aquellos artistas y personajes populares que ocuparon sus habitaciones. Estrenada en el Festival de Berlín 2022, la película se desarrolla en mitad de las reformas que ha venido sufriendo el edificio. Cuando se rodó el documental en 2019, los trabajos duraban ya nueve años, y los nuevos propietarios pretenden que los residentes permanentes se trasladen a la primera planta, para que no se tengan que cruzar con los clientes nuevos. 


La película se centra en algunos de estos residentes, condenados durante años a caminar entre andamios y ver pasar por delante de sus ventanas a ascensores de obras, pero sobre todo en la atmósfera que se respira en los pasillos del hotel, a veces ensombrecida por los trabajos de los obreros. Una de las protagonistas es la coreógrafa Merle Lister Levine, que ya había aparecido en el documental Chelsea on the rocks (Abel Ferrara, 2008), quien recorre esos pasillos conversando con los obreros. Uno de ellos le menciona que ha experimentado algunos sucesos extraños y que cree firmemente que hay fantasmas de antiguos residentes en el edificio. Merle Lister es uno de los cincuenta antiguos inquilinos que quedan en el hotel, y se convierte en una especie de personaje central que nos guía a través de la difícil situación que están viviendo, Pero durante una cena con Zoe y Nicholas Pappas, otros residentes, se manifiesta que hay diversidad de opiniones. Ellos desean que las obras se acaben lo antes posible, mientras que otros inquilinos han promovido acciones legales para intentar retrasar lo más posible el final de la renovación, sabiendo que los propietarios subirán el precio del alquiler casi el doble. La filosofía del nuevo Hotel Chelsea es la de eliminar las habitaciones grandes y reducirlas a un solo espacio, algo que ya ha sufrido otro de los residentes. 

Aunque las directoras no están interesadas en abordar el pasado histórico del edificio, hay una figura que destaca, la del antiguo propietario, Stanley Bard, fallecido en 2017, que fue el principal responsable de acoger a buena parte de los artistas que residieron en el hotel, pero también a personas con menos recursos. Conocido en Nueva York como el Robin Hood de los propietarios, fue administrador entre 1964 y 2007, y se incluyen videos que proceden del archivo BBC Motion Gallery rodadas en 1981, y que reflejan el carácter optimista por el que era conocido. La residente más veterana del Hotel Chelsea era Bettina Grossman quien, como Merle Lister, aportó a la película imágenes de su archivo personal, pero falleció a los 94 años en 2021, antes de que el documental, cuyo rodaje fue previo a la pandemia, se terminara. Artista conceptual, fue protagonista de la película Girl with black balloons (Corinne van der Borch, 2012), y tiene una singular visión de los nuevos propietarios: "A todos los residentes les han dado dinero para que se vayan. Pero a mí no me han ofrecido nada. Creo que quieren matarme, hacen cosas para asustarme". Dreaming walls consigue transmitir la atmósfera de decrepitud bohemia del interior de los pasillos a través de una combinación de estilos y formatos visuales, de material de archivo que se combina con las imágenes actuales. Tras nuevos retrasos provocados por la pandemia y once años de reformas, parte del nuevo Hotel Chelsea se inauguró la pasada primavera, aunque la reapertura completa se producirá a finales de verano, si sus fantasmas lo permiten.

Myanmar diaries (Myanmar Film Collective, 2022) es una película sin títulos de crédito. Algunos de los autores de los videos que componen el documental quisieron permanecer en el anonimato y el resto decidió no aparecer en los créditos por solidaridad. Este colectivo audiovisual está formado por jóvenes artistas birmanos y diversos cineastas europeos cuyo objetivo principal es realizar películas que muestren la realidad que viven los ciudadanos de Birmania tras el golpe de estado militar de febrero de 2021. Ganador del Premio al Mejor Documental y el Premio Amnistía Internacional en el Festival de Berlín 2022, Myanmar diaries está formado una serie de videos grabados con móviles y cortometrajes de formato más artístico que tratan de reflejar la situación de opresión a la que se ha visto abocado un país que trataba de consolidar una joven democracia con las terceras elecciones, que ganó por segunda vez la Liga Nacional por la Democracia (NLD), con Aung San Suu Kyi como auténtica líder de Birmania, frente al partido rival Unión, Solidaridad y Desarrollo (USDP), más cercano a la antigua Junta Militar que en realidad había seguido ejerciendo poder durante los últimos años. Las denuncias de fraude electoral incrementaron la tensión hasta que los líderes militares, encabezados por el general Min Aung Hlaing, tomaron el gobierno y declararon el estado de emergencia durante un año.


La película se abre con un video que se hizo viral en el que vemos la grabación de una clase de aerobic mientras de fondo llegan los vehículos de los militares que se acercan a la sede del gobierno para tomar el poder. El contraste entre la despreocupación de la joven instructora de aerobic, la música machacona y la primera imagen de los golpistas muestra lo absurdo de toda la situación. Los videos grabados con los móviles exponen la realidad más cruel, sin embargo: palizas contra manifestantes por policías que se han infiltrado entre ellos con ropa de calle, incursiones violentas en las casas, detenciones sin las mínimas garantías... que reflejan el resultado de este casi año y medio de estado de excepción, con más de 1500 asesinados y casi mil personas detenidas. Uno de los videos muestra a una mujer mayor recriminando a los soldados que permanecen en sus vehículos la forma en que están contribuyendo a una nueva inestabilidad de su propio país. La falta de información sobre el destino de quienes protestan de esta forma o de los heridos que vemos en pantalla contribuye a una cierta sensación de desasosiego que transmite con eficacia la película, especialmente cuando el hecho de llevar una cámara en la calle puede suponer ser arrestado. Una serie de piezas artísticas representan distintos mensajes sobre la opresión, pero también sobre la resistencia. Los labios de uno de los protagonistas, del que por razones obvias no se muestra el rostro, susurran repetidamente: "Min Aung Hlaing, hijo de puta". En otra de estas piezas, un actor muestra la asfixia del régimen militar colocándose una bolsa de plástico en la cabeza, mientras en la pared se leen reivindicaciones escritas en post-it: "Liberad a nuestros estudiantes. Revolución de primavera. Queremos justicia. Respetad nuestro voto. Rechaza el bloqueo de internet. Queremos democracia. Dejad de matar a nuestra gente...". 

En una de estas piezas se representa también la ausencia de los que han desaparecido, muertos o sin dejar rastro, en una especie de cortometraje de terror en el que las sombras de los ausentes se dibujan en las paredes o en el televisor. El dogma del Myanmar Film Collective consiste en contar historias audiovisuales en primera persona, que reflejen siempre experiencias personales, por tanto las piezas artísticas son recreaciones de hechos que han ocurrido en la realidad. Myanmar diaries es una rotunda expresión de libertad que en algunos momentos recuerda a los documentales estrenados en los últimos años sobre las protestas de Hong-Kong, utilizando material grabado por los propios manifestantes. Y en este sentido también transmite cierto optimismo en la forma en que los ciudadanos se convierten en los cronistas de su propia experiencia, no solo grabando sino también relatando, casi como periodistas experimentados, los hechos que se muestran en sus videos. Esta reivindicación del poder que tiene el ciudadano, aunque sea en circunstancias tan arriesgadas como la que vive Birmania, es el mensaje más positivo de una película que provoca impotencia, y que recuerda que hay muchos conflictos en el mundo a los que la comunidad internacional no responde con la misma contundencia con la que lo ha hecho en Ucrania, por ejemplo. 

Estrenada en la sección Next:Wave del Festival CPH:DOX 2021, y ganadora del premio al Mejor Documental de los Balcanes en Dokufest 2021 y el Premio de la Crítica y Mejor Montaje en el Festival de Cine Esloveno 2021, Reconciliation (Marija Zidar, 2021) es un poderoso debut que confronta las leyes oficiales, la religión cristiana y la tradición en Albania. Durante cinco años, la directora acompañó a una familia que debe decidir entre vengarse por la muerte de su hija o perdonar a su asesino. El enfrentamiento entre Gëzim y su primo Fran durante años se cobró finalmente la vida de la hija del primero a manos del segundo. En 2013, la joven de 18 años Gjyste Paplekaj murió de un disparo durante una acalorada discusión entre las dos familias. La versión de Fran es que disparó al aire y después una bala perdida acabó matando a la joven, y a pesar de que se encuentra cumpliendo una condena de 14 años de cárcel, la ley Kanun permite la venganza sobre otros miembros de su familia. 


La ley del Kanun fue desarrollada por Alexander Lekë Dukagjini, un héroe de la resistencia albanesa frente a los turcos, en el siglo XV, y ha sido transmitida de generación en generación. La ley establece que si ocurre un asesinato entre familias albanesas, la que ha sufrido el crimen puede ejercer la venganza sobre cualquier hombre de la otra familia, incluido un bebé, lo que se denomina en albanés Gjakmarrja. La permanencia de esta ley arcaica ha obligado a más de 300 familias albanesas a esconderse en sus casas por miedo a esta venganza. Pero en el caso de Gëzim, dos miembros de su comunidad quieren convencerle de que ejerza el otro derecho, el del perdón. Gjin Marku, director del Comité de Reconciliación Nacional y el obispo local le persuaden para que perdone a la familia de Fran, especialmente a su hermano Pjeter, que sería quien recibiría la venganza ante la ausencia del asesino condenado. Cada uno con su propias razones: Gjin ve la oportunidad de convertir el perdón en un apoyo a su propuesta de reconciliación en la comunidad, mientras que el obispo apela a las creencias cristianas. 

Esta convivencia entre la religión cristiana y el código Kanun es uno de los aspectos más interesantes de la película. Mientras trabajan en las tierras Pjeter, el hermano del asesino, y Gëzim discuten sobre la predominancia de uno sobre otro. Este último está convencido de que prevalece la ley cristiana, de que solo Dios tiene la capacidad para perdonar. La mirada de Marija Zidar (1976, Eslovenia) captura estos momentos con discreción, pero en las reuniones familiares presta especial atención al rostro de Vera, la esposa de Gëzim, que parece tener poco que decir sobre un código que solo se enfoca en los hombres. Sus expresiones son tan significativas, sus murmullos son tan elocuentes que cuando decide hablar expresa no solo un sentimiento interior sino un grito de reivindicación. Reconciliation captura la esencia de las contradicciones y la compleja convivencia entre la religión y las tradiciones locales en una región como Albania que mira a las leyes oficiales como una imposición.   

Desde hace varios años, la directora Claire Doyon (1971, Francia) ha dedicado su filmografía a retratar la relación con su hija autista. El largometraje Pénélope (Claire Doyon, 2012) y el cortometraje Les allées sombres (Claire Doyon, 2015) se enfocan en su propia experiencia como madre. Pero es en su último documental, Pénélope mon amour (Claire Doyon, 2021), que logró el Premio a la Mejor Película Francesa en FIDMarseille 2021 y compitió en la sección Harbour del IFFR 2021, en el que desarrolla todo el proceso que ha estado viviendo durante estos años. De hecho, el punto de vista entre la primera y la última película son radicalmente diferentes. La directora utiliza parte del material rodado en super 8 y video digital en torno a su hija durante dos décadas, desde el momento en que la atención que necesitaba Pénélope requirió que ella renunciara a su carrera como cineasta para permanecer cuidándola, aunque finalmente ha podido reconvertirse como directora de relatos sobre su propia familia. La película es una carta de amor a su hija en la que no faltan gritos de desesperación, pero también es un clamor contra una sociedad que establece reglas en las que la única oportunidad es encajar para no ser apartados.


También hay una clara crítica a un entorno sanitario que parece no saber enfrentarse a determinados retos. Es sorprendente escuchar a la directora mientras cuenta que la psicóloga de su hija confesaba no haberles dicho durante un año que su hija era autista porque "como padres aún no estaban preparados", o que le comunicaron a través de una fría carta que Pénélope sufría síndrome de Rett, que afecta al desarrollo del cerebro y causa un progresivo deterioro de las capacidades motoras y del habla. De hecho, el documental nació como una propuesta más política que implicaba a otras familias, pero acabó encontrando la denuncia a partir de una mirada mucho más íntima. La diferencia con respecto a la primera película es que ésta se realizó cuando Claire Doyon se encontraba en una obsesiva búsqueda por intentar "salvar a su hija", que pasó por psicólogos, tratamientos singulares, el siempre recurrente viaje a Estados Unidos, estancias en Turquía, y hasta la visita a un chamán en Siberia. Lo terrible es imaginar lo difícil que debe resultar enfrentarse a la misma situación pero sin los recursos económicos para viajar por todo el mundo tratando de encontrar una utópica solución. 

Sin embargo, en esta última película, Claire Doyon adopta una conciencia diferente cuando se encuentra conviviendo con los miembros de la comunidad del chamán: "En ese lugar, junto a niños que comían con las manos, lejos de París y de la exigencia de caminar derecho, de respetar ciertas reglas y criterios codificados, Pénélope no parecía esta enferma", comenta en la narración. Esta consciencia de cómo la sociedad, y también ella misma como madre, establece unos límites sobre la "normalidad" es el elemento más sobrecogedor de la película. Al final, Pénélope mon amour se enfoca en el proceso de acomodación de una madre a una situación extraordinaria, pero falta un enfoque más centrado en su hija, que parece más un catalizador que una protagonista. Y comienza y termina con una separación, cuando ya es prácticamente imposible hacer frente a la hiperactividad de la niña en la casa, con períodos de insomnio de hasta quince días. 

La protagonista del documental No place like home (Emilie Beck, 2021), presente en la sección Nordic:Dox del CPH:DOX 2022, también siente una ausencia, la de la madre biológica que la dio en adopción en su país. Originaria de Sri Lanka, Priyangika Samanthie Kraggerud fue adoptada por una familia Noruega, pero comenzó a sentir la necesidad de buscar sus orígenes. Ella misma recuerda que a los tres años gritaba en el colegio que la habían robado, y que buscaba desesperadamente a su madre. Desde el año 2017, la directora Emilie Beck acompañó a Priyangika en sus viajes a Sri Lanka, donde consiguió establecer contacto con su madre, que sin embargo vivía en una situación difícil, incluso durmiendo en la calle, a pesar de que su hija le había conseguido algún apartamento donde vivir. Las Leyes de Adopción de la Unión Europea establecen una sorprendente regla según la cual las familias adoptivas no pueden ayudar a sus hijos a encontrar a sus familias biológicas, por lo que quienes tienen esa necesidad de bucear en sus orígenes deben hacerlo en solitario. Las investigaciones de Priyangika sobre la documentación que se aportó durante su adopción comienzan a despertar sospechas de que el proceso no hubiera sido correcto, lo que despierta el fantasma de las adopciones ilegales y el tráfico de niños. 


El problema del documental es que no aborda la cuestión más importante hasta quince minutos antes de que concluya, estableciendo estas adopciones ilegales no solo como un acto delictivo que lleva a cabo una parte de la administración gubernamental de Sri Lanka, sino que necesariamente tiene la complicidad, por acción u omisión, de los organismos responsables en los países de acogida. Y a pesar de que el padre adoptivo de Priyangika comenta que "nosotros sabíamos que Sri Lanka era un país corrupto", resulta significativo que la protagonista obtenga más colaboración de las administraciones de Sri Lanka que de los organismos noruegos. El Ministerio Noruego de Infancia y Familia se negó a participar en el documental y responder preguntas incómodas, enviando una declaración en la que negaba cualquier responsabilidad sobre las adopciones ilegales. Lo cual es sorprendente, teniendo en cuenta que Priyangika descubre que ni siquiera se entregó a sus padres adoptivos (ni ellos lo exigieron) el certificado médico obligado. El documental No place like home concluye precisamente cuando entra en los aspectos más interesantes de la historia, quizás por la falta de cooperación de Noruega, lo cual le resta eficacia. Pero es una denuncia importante que se une al debate sobre cuáles son las garantías que ofrecen los países occidentales que permiten las adopciones en países del tercer mundo, cuáles son los límites que unos padres adoptivos pueden cruzar para conseguir tener un hijo "exótico", y cuál es la responsabilidad de los organismos oficiales de países como Noruega en el tráfico internacional de niños. Desde hace algunos años, Priyangika se dedica a ayudar a hijos e hijas adoptados en Sri Lanka a encontrar a sus padres y madres biológicos.

LATITUD

La elección del estudiante de medicina Riccardo Corradini como viaje de intercambio de Erasmus es, al contrario que la de la mayoría de los estudiantes, arriesgada. Se convierte en el primer estudiante del mundo que decide formarse en la ciudad de Gaza, atendiendo en los hospitales a los miles de heridos que se producen cada año en las llamadas Marchas del Retorno que se organizaron en la frontera con Israel entre 2018 y 2019. Este viaje ha sido retratado en el documental Erasmus in Gaza (Matteo Delbò, Chiara Avesani, 2021), cuyo título puede parecer el de una comedia de estudiantes alocados pero que en realidad es un documental que sabe transformarse desde un relato de cierta condescendencia occidental hasta una especie de thriller que refleja la difícil situación que viven los habitantes de Gaza, sometidos a bombardeos de las fuerzas israelíes como respuesta en muchos casos a ataques de la resistencia palestina. La decisión de realizar prácticas en los hospitales de Gaza no es, sin embargo, improvisada, sino que Riccardo Corradini ya venía colaborando durante varios años con la Associazione di Cooperazione e Solidarietà, una ONG que trabaja con universidades de Cisjordania y Gaza.  


Los directores también conocen el terreno, especialmente Matteo Delbò, que fue director de fotografía del documental One more jump (Emanuele Gerosa, 2019), mientras que Chiara Avesani es una periodista que ha trabajado en Oriente Medio para RAI y Al Jazeera. La descripción de esta estancia de Riccardo Corradini en Gaza es un retrato personal que consigue captar la transformación que vive el protagonista, desde su deseo de regresar a Italia cuando, debido a un anuncio de bombardeos, es enviado fuera del territorio palestino, hasta la implicación en la vida de los jóvenes estudiantes de medicina locales que deben enfrentarse a situaciones prácticas que un estudiante occidental solo conoce desde la teoría. A pesar de las advertencias de sus colegas, decide que trabajará en el turno de guardia de los viernes, el día de la semana en el que se produce la Marcha del Retorno, y el que provoca un mayor número de heridos que deben ser atendidos, adolescentes con cicatrices de bala y manifestantes ensangrentados por la respuesta de los soldados israelíes. Poco a poco el documental adquiere un tono más bélico, un retrato más contundente de la realidad que se vive en la Franja, pero que se alterna con el optimismo y los sueños de los jóvenes palestinos: "Conseguir una visa es como ganar la lotería", dice uno de ellos que ha logrado el ansiado documento. El mayor drama que expresa el protagonista es la sensación de impotencia que experimenta cuando sabe que él puede irse en cualquier momento mientras sus nuevos compañeros seguirán viviendo la tensión y la preocupación de una cotidianidad en constante estado de alerta. 

DOC-U

En el cortometraje Rambal (Mar González Villanueva, 2022) la directora que estudia Comunicación Audiovisual en la Universidad de Barcelona rememora una figura conocida en su Gijón natal durante la época franquista. Alberto Alonso Blanco ayudaba a las mujeres a lavar la ropa durante el día, pero por las noches se transformaba en Rambal, y cantaba pasodobles y cuplés de Marifé de Triana en un bar nocturno del barrio pesquero de Cimadevilla. Él representa la represión de la dictadura contra los homosexuales, y de hecho fue un  activista por los derechos del colectivo. El cortometraje es un ensayo reflexivo narrado por la directora sobre la trascendencia de Rambal años después de que muriera asesinado en 1976, en un crimen que continúa sin resolverse, y tiene un cierto tono melancólico que utiliza la imagen en blanco y negro como recurso estilístico que no solo hace referencia al pasado sino que conforma una imagen bidimensional de los paisajes de Gijón, con el monumento Elogio del Horizonte de Eduardo Chillida en un lugar predominante. 

Otro ensayo que construye una visión casi fantasmal a partir, en este caso, de la explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020, es Sur tes cendres (Joachim Michaux, 2021), un excelente trabajo de reconstrucción de un entorno urbano a partir de la relación entre un padre y una hija. Producido por Le Fresnoy. Studio National des Arts Contemporains, los protagonistas de este mediometraje son Yasmeen Baz, una joven productora de música electrónica libanesa y su padre Patrick, que establecen un relato paralelo de sus propias experiencias. La del padre con la guerra del Líbano, un conflicto armado que marcó su vida como fotoperiodista y que estableció una conexión profunda y singular con la violencia. "La guerra es adictiva", dice en uno de sus soliloquios. Mientras tanto, su hija Yasmeen tiene otra percepción de su país, pero también sufre por transmisión la ansiedad de la violencia: "Mis padres me transmitieron esa violencia, porque siempre sentí la ansiedad de mi madre. Y saber que mi padre estaba en constante peligro era complicado", comenta. Ella decide volver a Beirut, y justamente unos días después explotan los contenedores que destruyeron el puerto, convertido en ruinas. La construcción de los relatos íntimos de padre e hija conforma una mirada diferente, pero al mismo tiempo complementaria. Y desvela una tercera protagonista, la ciudad de Beirut.


El hecho concreto de la explosión en tiempos de paz, pero no menos turbulentos por las protestas contra el gobierno, supone casi un destino inexorable de una ciudad que siempre sufre de una u otra manera la destrucción. Y así se va conformando un diálogo entre la verdad personal y la realidad objetiva, una reflexión sobre la representación gráfica de la violencia que predomina en el trabajo fotográfico de Patrick Baz. Hay una huida pero al mismo tiempo una atracción hacia los acontecimientos violentos que el director Joachim Michaux (1988, Francia) construye con una extraordinaria sensibilidad. Sur tes cendres (Sobre tus cenizas), que consiguió el Premio Tënk en la pasada edición del festival FIPADOC, es un espléndido trabajo que conecta hábilmente lo íntimo con lo general, el pasado con el presente, la subjetividad con la objetividad, a través de imágenes absorbentes y casi hipnóticas que nos hacen reflexionar sobre el poder de seducción de la violencia. 




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