Último día del Festival de Locarno y última de las crónicas en las que hemos estado repasando parte de la programación de esta muestra que convierte en protagonista a esta pequeña localidad suiza, situada en el entorno privilegiado del Cantón del Tesino, destino de visitantes de alto poder adquisitivo durante el resto del año. Tratamos en esta crónica de algunas películas que abordan, de una manera directa o indirecta, los procesos de creación artística, entre ellas la segunda coproducción española que se ha presentado en la Competición Internacional. España ha estado presente en la sección oficial del Festival de Locarno con el documental As estações (Maureen Fazendeiro, 2025), en el que participa una productora gallega, mientras que la producción catalana se asocia en la película Sorella di clausura (Ivana Mladenović, 2025). También se ha estrenado Fuera de Concurso la miniserie de Eduardo Casanovas Silencio (2025), un proyecto independiente que todavía no tiene plataforma o canal de televisión donde emitirse, pero que ha encontrado este marco destacado para su presentación mundial y se podrá ver también en el festival Fantastic Fest que se celebra en Estados Unidos y en el Festival de Sitges. La presencia española en el Festival de Locarno se ha completado con otros dos títulos en la sección Cineastas del Presente: Balearic (Ion de Sosa, 2025), coproducida con Francia, y Olivia (Sofía Petersen, 2025), una coproducción con Argentina y Reino Unido.
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Sorella di clausuraIvana MladenovićRumanía, Serbia, Italia, España 2025 | Competición Internacional | ★★★☆☆ |
Con su particular interpretación de lo que podría ser una comedia romántica como La boda de Muriel (P.J. Hogan, 1994), solo que "con una Muriel amargada y malhablada, a la que la boda le da igual", según la directora Ivana Mladenović (1984, Serbia), su última película presenta a unos personajes que buscan a través de las relaciones personales la manera de encontrar un sentido de pertenencia. Al comienzo, se advierte al espectador que "si pensabas que ibas a ver una historia basada en hechos reales, estás equivocado o posiblemente paranoico", aunque en realidad Sorella di clausura (Ivana Mladenović, 2025) está inspirada en un manuscrito autobiográfico de Liliana Peci, una joven de clase baja de Timișoara que estaba obsesionada con un cantautor rumano, al que seguía a sus conciertos y perseguía en internet, y también en la relación de amistad que esta joven tuvo con la cantante Anca Pop, una de las protagonistas de la película Ivana la terrible (Ivana Mladenović, 2019), que murió a los 34 años en un accidente de coche poco después de acabar el rodaje, un destino fatal que comparte también el personaje que más se le parece en la película. La realizadora extrae un sentido del humor punk que ya estaba presente en el relato escrito, para contar la historia de Stela (Katia Pascariu), una mujer de 36 años que está obsesionada con un viejo cantante llamado Boban (Miodrag Mladenović, padre de la directora) que en realidad solo actúa en sórdidos tugurios, y que encuentra en su peculiar amistad con Vera Pop (Cendana Trifan), supuesta amante de Boban, la oportunidad de acercarse a su ídolo. Vera está interesada en ayudar a Stela a publicar sus memorias y darle trabajo en su empresa de juguetes sexuales. Que la historia se sitúe en ese breve periodo de esplendor económico que vivió Rumanía cuando acababa de ingresar en la Unión Europea en 2008, justo antes de que se produjera una crisis económica mundial, dice mucho del estilo irónico de la película, aunque también supone la fidelidad a la época en la que Liliana Peci escribió su manuscrito. A la historia le permite ser un reflejo de esa burbuja en la que viven los personajes, representando a una sociedad rumana que se envuelve en el chiste fácil del destino inevitable, lo que provoca que algunos tengan anhelos de tiempos pasados: "Vuelve, Ceaușescu, y mira en lo que ha quedado este país". En su sentido irreverente de la descripción de la burocracia, la historia lleva a Stela a disfrazarse de un editor alemán para volver a tener un encuentro con su amante Mr. X (Cătălin Dordea). En la piel del Sr. Hendrik Lackus, Stela manifiesta que "había olvidado el pintoresco caos de los Balcanes".
Aunque Ivana Mladenović manifiesta sentirse más cerca de la Ola Negra Yugoslava de los años 60 y 70, y especialmente de películas como When I am dead and gone (Živojin Pavlović, 1967), parece indiscutible que la estructura dividida en episodios con títulos irónicos y el tono general están influidos por el cine de Radu Jude (1977, Rumanía), que también ha presentado en Locarno su particular versión de Dracula (2025). Aunque solo sea porque la propia actriz, Katia Pascariu, es una habitual del director rumano e interpreta un personaje parecido al que incorporó como protagonista en Un polvo desafortunado o porno loco (Radu Jude, 2021). Y también el sentido de la sexualidad tal y como se expresa en la actualidad forma parte del trasfondo de esta historia: frente a la liberación sexual como una forma de resistencia contra el totalitarismo, el sexo ha perdido ya su espacio de liberación y se ha convertido en un lugar de alienación y de fracaso. Stela no encaja ni en el modelo tradicional, con marido e hijos, ni en el progresista, como mujer sexualmente liberada. Y su ausencia de libido se percibe automáticamente como un trauma, de manera que es precisamente su renuncia la que plantea una forma de resistencia. A pesar de los temas complejos que aborda, tanto desde la perspectiva política como desde la mirada más particular, lo interesante de Sorella di clausura es que lo hace desde un concepto lúdico que juega con los momentos absurdos y los diálogos de humor directo e imperfecto. A veces da la impresión de que esta estructura narrativa se retroalimenta y se pierde en su propio concepto, pero la película también tiene una personalidad muy marcada. Incluso cuando Boban regala esperanza a Stela prometiéndole que algún día ella también podrá cantar, haciendo referencia a unas monjas de clausura italianas que guardan voto de silencio todo el tiempo pero que, solo una vez cada año, rompen su voto para cantar: "Y cuando lo hacen, cantan como los ángeles". En la película ha participado Boogaloo Films, productora independiente con sede en Barcelona que ha producido documentales como Tolyatti Adrift (Laura Sisteró, 2022) y series como Autodefensa (Filmin, 2022), y este año también estrena el largometraje Río abajo, un tigre (Víctor Diago, 2025).
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Two seasons, two strangersShô MiyakeJapón 2025 | Competición Internacional | ★★★★☆ |
El proceso creativo de una guionista es el recurso narrativo que utiliza el director Shô Miyake (1984, Japón) para construir una historia que une dos relatos del dibujante Yoshiharu Tsuge (1937, Japón) que se publicaron por separado: Paisaje costero (1967) y El Sr. Ben y el iglú (1968), que describen dos encuentros en estaciones diferentes entre personas desconocidas. Regresando a la competición del Festival de Locarno después de su debut Playback (2012), y tras haber estrenado en el Festival de Berlín sus últimas películas, And your bird can sing (2018), El combate de Keiko (2022) y All the long nights (2024), el director japonés presenta de nuevo una de esas historias sencillas sobre las relaciones personales con cierto tono de melancolía que suele caracterizar a su cine. Pero resulta sugerente el uso de las herramientas metanarrativas a través de una especie de resorte de muñeca rusa que introduce una historia dentro de la historia. Mientras la guionista Li (Shim Eun-kyung) trata de escribir la escena de su próxima película, vemos cómo dos personajes contemplan el mar en una playa soleada. Los jóvenes Nagisa (Yuumi Kawai) y Natsuo (Mansaku Takada) se encuentran casualmente en un pequeño pueblo costero donde pasan el verano por distintas razones: él está visitando a su madre y ella pretende buscar la soledad para repensar una relación frustrada. El director contrasta el desenfado de una familia de turistas italianos con la melancolía que rodea a los dos protagonistas: "Creo que no hay nadie en el mundo con tan mala suerte como yo", dice Natsuo. En este efecto de espejo, el encuentro de los jóvenes es contemplado en la pantalla de la sala de cine de una universidad como parte de una película, y tras la proyección se produce una sesión de preguntas y respuestas en la que participa la guionista Li. El profesor Uonuma (Shirō Sano) describe la película como una historia que "no es intelectualmente desafiante, pero estimula los sentidos. Se podría decir que es muy sexy", concluye; pero Li confiesa a los estudiantes que se encuentra en un bloqueo creativo. Este interludio en el que se produce un acontecimiento dramático hace referencia a las sorpresas que surgen a lo largo de nuestras vidas, y refuerza la reflexión sobre la representación de la imagen, cuando el hermano del antiguo profesor de Li le regala una de las cámaras fotográficas que había ido atesorando a lo largo de su vida. El hecho de que ella sea una escritora coreana (como la actriz Shim Eun-kyung) que ahora reside en Japón, aporta una cierta sensibilidad intercultural a su personaje, cuando Li hace referencia a su primer encuentro con la sociedad japonesa. Hasta que surge la necesidad de ir a otros lugares: "Tal vez viajar consiste en intentar alejarse de las palabras".
Two seasons, two strangers (Shô Miyake, 2025) adquiere en la historia que adapta Paisaje costero una cierta tonalidad que recuerda al cine de Eric Rohmer, mientras que la segunda adaptación, El Sr. Ben y el iglú, transcurre en un intenso invierno dentro de una pequeña posada que está regentada por Benzo (Shinichi Tsutsumi), un hombre que se ha separado de su esposa y de su hija, renunciando a los bienes que la familia de ella le pueden aportar, para vivir aislado en una pequeña cabaña. Se trata de un hombre taciturno que habla sobre la ficción con Li, expresando su escaso interés por las comedias: "Creo que una buena obra es la que sabe representar la tristeza humana". Pero prefiere ver un drama que tenga también momentos de comedia, como ocurre en la vida, reflejando el propio tono de este segmento, que entremezcla la melancolía de los personajes con algunos toques de humor. Shô Miyake parece querer encontrar el equilibrio tonal en estas historias como reflejo de la representación de la realidad, estableciendo divertidos paralelismos entre la ficción creada y la ficción filmada. Después de experimentar una pequeña aventura junto a Benzo, y exultante por la bebida, Li se imagina una película rodada en ese mismo paisaje: "Me pregunto cómo sería la atmósfera, vernos a los dos caminando por la nieve desde la distancia", que es la descripción de un plano general que acabamos de ver cuando Benzo y Li regresaban a la posada. Estos momentos aportan de nuevo ese lenguaje metanarrativo que le dan a la película un tono de juego dramático muy estimulante. El director Shô Miyake consigue trasladar estos dos estudios psicológicos sobre la soledad que elaboró el artista Yoshiharu Tsuge, quien dejó de publicar a partir de 1987, a su propia forma de representar las relaciones humanas, pero creando al mismo tiempo un juego de narraciones que se introducen dentro de las otras, en las que se reflexiona sobre el proceso de creación y la representación de la vida en la obra artística. Lo que hace que Two seasons, two strangers ofrezca, dentro de su filmografía, una mayor complejidad en su forma estilística.
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Le bambine (Mosquitoes)Valentina Bertani, Nicole BertaniItalia, Suiza, Francia 2025 | Competición Internacional | ★★☆☆☆ |
La infancia es un espacio visitado en el cine, un reflejo de los recuerdos y de las miradas ingenuas hacia un mundo exterior incomprensible. Las hermanas Valentina Bertani, que dirigió en solitario el documental La timidezza delle chiome (2022), nominado a cinco premios David di Donatello, y Nicole Bertani, que trabaja como diseñadora gráfica, han decidido colaborar juntas en una primera película que habla sobre su propia infancia, cuando ambas pasaron un verano junto a una niña que se convirtió en amiga inseparable. Pero esta aproximación a la infancia es una especie de coming-of-age a la inversa, no habla de jóvenes que quieren ser adultas sino de niñas que no quieren dejar de serlo, frente a un mundo exterior en el que la madurez no es reflejo de estabilidad, sino todo lo contrario. De hecho, el título original, Le bambine (Valentina Bertani, Nicole Bertani, 2025) no se refiere solo a las protagonistas infantiles, sino también a los adultos que las rodean, especialmente a las madres tan jóvenes que apenas parecen preparadas para cuidar a sus hijas. El principal personaje que representa este fracaso es el de Eva (Clara Tramontano), una veinteañera que quiere seguir disfrutando de las salidas nocturnas dejando a su hija Linda (Mia Ferricelli), de ocho años, al cuidado de su abuela en la casa que tienen en Suiza. La niña parece más madura que su madre en muchos aspectos, y en cierto modo refleja un interesante cambio de roles en el que ella acaba siendo la que cuide y proteja a quien debería cuidarla y protegerla. Pero los conflictos familiares llevan a Eva a trasladarse a otra casa familiar en Italia para pasar el verano, reflejando que las rupturas también se producen en los entornos burgueses de clase alta, aunque en ese caso siempre hay una casa propiedad de la familia en la que refugiarse. La madre que representa Eva es una visión menos cálida de lo habitual, lo cual es interesante; es la madre que no se hace cargo de su hija, la que le regala un tamagotchi cuando la niña le ha pedido una mascota, en este ambiente de 1997 en el que se desarrolla la película, con elementos nostálgicos que siempre aportan una mirada humorística. En el pequeño municipio de Ferrara, Linda conoce a las hermanas Marta (Petra Scheggia) y Azzurra (Agnese Scazza), con las que pasará todo el verano, por fin rodeada de niñas que son niñas, no de adultos que quieren seguir siendo jóvenes. Y se establece una relación de amistad, pero también de rivalidades y de descubrimientos que acaban fortaleciendo un vínculo inquebrantable.
En esa calle de Ferrara donde viven, hay una vecina chismosa y conservadora (Marianna Folli) que se escandaliza porque la niñera es un hombre gay, Carlino (Milutin Dapčević), que exhibe su feminidad en una localidad tradicional y homofóbica. Pero las niñas se rebelan contra ese mundo adulto que les oculta cosas, que no sabe explicarles lo que ocurre a su alrededor y que les decepciona en su manera de mostrarles la vida. En Le bambine, las directoras reivindican la rebeldía como una herramienta para crear un espacio de resistencia en el que la transgresión es la única forma de huida. Adoptando el punto de vista de las niñas, en el sentido más literal de la palabra, con la cámara siempre colocada en su perspectiva, y con una estructura narrativa que guarda los misterios para que el espectador los descubra al mismo tiempo que las protagonistas, de manera que a veces no está claro lo que ocurre hasta que no lo descubren las niñas. Y con un formato 1:1, raramente utilizado en el cine, que recuerda a Mommy (Xavier Dolan, 2014), pero que en este caso es utilizado para reflejar la perspectiva limitada de la mirada de la infancia, aunque funciona generalmente bien dentro del contexto de los noventa que muestra la película. A través de esta perspectiva, las directoras sobrecargan las imágenes de referencias, sonoridades y músicas que evocan la década de los noventa, construyendo una amistad que tiene cierta tonalidad fantástica al incorporar la imaginación de las niñas como un elemento visual. Pero una vez presentada la historia y colocados los instrumentos para contarla, Le bambine permanece durante demasiado tiempo en un bucle narrativo en el que no basta con la descripción de esta amistad para mantener la tensión dramática. Conforme se debilita su estructura también se hace repetitiva, con algunas ideas que pueden resultar simpáticas al principio pero acaban siendo pesadas, como la figura del padre de Marta y Azzurra (Matteo Martari), que nunca habla, solo está fumando todo el tiempo. Y con un estilo recargado que, incluso cuando no está contado desde la perspectiva de las niñas, utiliza efectos visuales, primeros planos e imágenes metafóricas para alargar excesivamente el relato, como en un acontecimiento importante relacionado con Eva en los últimos minutos de película, que sirve para comenzar a ampliar el formato de la pantalla. Esta tendencia al adorno continuo termina perjudicando el ritmo de la historia y provocando una cierta pretenciosidad en la manera de representarla.
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Celtic UtopiaDennis Harvey, Lars LovénSuecia, Irlanda 2025 | Semana de la Crítica | ★★★★☆ |
La historia de Irlanda se define a través de algunos estereotipos que han marcado la forma en que es percibida. Durante una de las intervenciones de los miembros de la banda The Mary Wallopers, que son los que aparecen con más frecuencia como un elemento de conexión, mencionan que la música folk fue erróneamente considerada dentro de la música indie como inofensiva: "Pero para nosotros el folk es ofensivo, se supone que debe asustar a la gente. Las canciones estaban compuestas para intimidar a los curas y a los políticos". Esta expresión de rebeldía es la que lideran algunos de los músicos que han surgido en la última generación de la escena musical folclórica de Irlanda, los que se sienten cercanos y orgullosos de la tradición como una forma de recuperación de su propia identidad, pero al mismo tiempo reclaman su espacio como voces políticas e incómodas, críticas con la gestión de la independencia y con el peso de la religión. Celtic Utopia (Útóipe Cheilteach) (Dennis Harvey, Lars Lovén, 2025) es un documental seleccionado por la Asociación de Críticos de Suiza para la Semana de la Crítica que tiene la precisión de abordar un tema tan complejo como la identidad irlandesa a través de una estructura suelta y nada académica, acercándose a los músicos en sus propios espacios y, al contrario que otros documentales musicales recientes, dedicando el tiempo necesario a la música. En esta estructura narrativa que aborda temas diversos que siempre confluyen en el sentido de identidad irlandesa, se insertan imágenes de archivo procedentes de la televisión pública irlandesa RTÉ y de la televisión pública sueca SVT, que han participado en la producción, para trazar algunos de los momentos esenciales que ha vivido la sociedad irlandesa, no tan centrados en los llamados The Troubles, el conflicto contra la ocupación inglesa, sino en lo que vino después, esa Irlanda postcolonial que se ha enfrentado a sus propias contradicciones y problemáticas, como el peso de la iglesia católica. Y que ha conseguido avances importantes, como la aprobación de la ley del matrimonio igualitario en 2015 o la legalización del aborto en 2018, que fueron impulsados por un electorado joven que quería romper con el peso de un pasado conservador. Esta juventud que rechaza la violencia y la segregación se ha manifestado a través de una explosión de nuevos músicos que recuperan la tradición irlandesa para reivindicar su propia personalidad, anclada en sus raíces pero impulsada hacia el mundo contemporáneo. Hay una larga lista de músicos a lo largo de este documental que tiene la ambición de ser un retrato generacional. Ian Lynch de la banda Lankum recuerda que su padre le insistía en aprender irlandés: "Los ingleses han conseguido que odies tu propia lengua", le decía. Pero para él su lengua originaria estaba relacionada con la religión y el pensamiento conservador, una relación que se ha ido rompiendo conforme las nuevas voces han recuperado el orgullo de las propias formas de expresión. Uno de los reproches principales que se hace a los políticos que han gestionado Irlanda es precisamente no haber impulsado una mayor presencia de la lengua autóctona.
Las intervenciones de los músicos se producen en reuniones informales de amigos, entre pintas de cerveza negra en pubs irlandeses o en espacios naturales, de manera que hay una sensación de distensión en sus actuaciones. Incluso cuando Post Punk Podge interpreta un tema tradicional en un espacio tan aséptico como una iglesia, el sonido del móvil acaba interrumpiendo el carácter meditativo de la actuación. El co-director Dennis Harvey, que actualmente reside en Suecia, estaba interesado en trabajar con Lars Lovén después de ver su documental Fonko (Lars Lovén, Lamin Daniel Jadama, Göran Hugo Olsson, 2016), que retrataba la explosión musical en Sudáfrica a través de una generación que mezclaba las composiciones tradicionales con los sonidos electrónicos. De manera que Celtic Utopia es otra reflexión sobre cómo la música está marcando a una nueva generación que recupera la tradición mientras coexiste con nuevos territorios sonoros, como el hip hop de Young Spencer o el neo-soul de Negro Impacto. La escena musical irlandesa actual se ha ido ampliando hacia otros estilos que la alimentan más allá de los sonidos apegados a sus propias raíces, y esa es quizás una de sus características principales. Pero también resuena el concepto fronterizo entre Irlanda del Norte, que permanece como territorio británico, y la República de Irlanda. Young Spencer vive en Belfast y se siente tan irlandés como británico: "Cuando vienes de donde vienes, la religión es separadora, pero está arraigada en ti. Cuando creces ya te están diciendo: "No te vayas con ese otro bando, no nos gustan. Son tu enemigo". Aunque un documental de hora y media difícilmente puede profundizar demasiado en muchos de los aspectos que trata, hay una intención de plantear las incertidumbres que abordan los nuevos músicos irlandeses, que tienen una mirada mucho más abierta e inclusiva. Pero siempre está pendiendo el peso de la religión católica, incluso por encima de las raíces tradicionales, como muestran The Mary Wallopers cuando mencionan una estatua de una Púca (figura mitológica irlandesa, mitad caballo y mitad niño) situada en el Condado de Clare, que fue rechazada por la comunidad en 2022 y trasladada a la cercana localidad de Carron: "A pesar de que esta estatua representa la tradición irlandesa, el cura de Clare dijo que había algo satánico en ella. Y acabaron quitándola". Celtic Utopia representa las contradicciones, las divisiones y las incertidumbres, pero también la esperanza que transmiten estos nuevos músicos que ya no hablan de enfrentamientos, sino de convivencia, pero a través de una voz política muy marcada. Se puede echar en falta la presencia de algún grupo como Kneecap, que ha tenido relevancia en los últimos meses por su postura clara contra el genocidio de Gaza o a favor del independentismo vasco cuando han actuado en España. Es una decisión de los directores no incluirlos (ello mismos tienen su propia película), pero tampoco parece una ausencia tan relevante en un documental que habla de un movimiento tan ecléctico como disperso, pero que tiene en común mirar hacia el futuro sin renunciar a su pasado.
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Luz silenciosaCarlos ReygadasMéxico, Francia, Países Bajos, Alemania 2007 | Historia(s) del cine | ★★★★★ |
Uno de los aspectos interesantes de los festivales es la recuperación del patrimonio cinematográfico a través del estreno de versiones restauradas, bien por los propios festivales e instituciones públicas, o por iniciativas privadas. Hemos comentado una de las películas que el Festival de Locarno ha presentado este año en su restauración 4K, el cine político de Anno Uno (Roberto Rossellini, 1974). Ahora nos enfocamos en el estilo trascendental que introdujo Luz silenciosa (Carlos Reygadas, 2007) dentro del cine latinoamericano, presentada en formato digital 4K que, según su director y asesor del proceso de restauración, "permitió recuperar el encuadre correcto —el que realmente vimos a través de la cámara durante el rodaje— y también equilibrar algunas luces de maneras que antes no se podían lograr". Y ciertamente la fotografía de diferentes capas que creó Alexis Zabe captura aún más la profundidad del entorno, en una película que comienza y acaba con las estrellas, que nace desde el amanecer y termina en el atardecer, en planos secuencia que resultan fascinantes y que pueden recordar al cine de Terrence Malick. Después de 18 años desde su estreno, Luz silenciosa consigue tener esa atemporalidad que se le atribuye al buen cine, porque se desarrolla precisamente en un lugar atemporal, la comunidad de los menonitas en su rama de descendientes de emigrantes de origen germano que llegaron a México en los años veinte del siglo pasado, procedentes de Canadá y Estados Unidos. La cotidianidad de la familia de Johan (Cornelio Wall) se muestra a través de la reunión familiar com su esposa Esther (Miriam Toews) y sus numerosos hijos alrededor de la mesa durante el desayuno, hasta que todos se marchan y él se queda solo, estallando en un llanto irrefrenable. La culpa permanece en el personaje durante toda la película, por la relación amorosa que mantiene con Marianne (Maria Pankratz), una mujer de la comunidad, que ambos saben que es una relación prohibida que puede destrozar a la familia de Johan, pero está impregnada de una pasión amorosa inevitable. Pero hay un carácter espiritual también en la figura de Marianne en todo momento, que se revela finalmente en el tercer acto. La primera escena en la que Johan y Marianne se encuentran es un proceso de ascensión, un beso en un lugar elevado que no necesita palabras para describir la profundidad de la relación. Luz silenciosa no pierde nada de su poderosa interpretación de las relaciones humanas, y aunque es cierto que se encuentran referencias al cine de Carl Theodor Dreyer, con apuntes directos en la última parte a Ordet (La palabra) (Carl Dreyer, 1955), también recuerda en la utilización de los silencios como elementos de conexión en vez de separación, al estilo del maestro Yasujirō Ozu, un director que renunció a introducir el sonido en sus películas hasta El hijo único (1936).
Entre el drama familiar y el viaje espiritual, Carlos Reygadas (1971, México) consiguió un ejemplo de ese estilo trascendental que definió Paul Schrader en su imprescindible libro El estilo trascendental en el cine: Ozu, Bresson, Dreyer (1972, Ed. Ediciones JC). Los largos planos secuencia que recorren las granjas de los menonitas recuerdan también a Béla Tarr, pero adquieren una condición estrictamente particular en la cotidianidad que describen, y a través de unos diálogos hablados mayormente en alemán también crean ese espacio aislado que no parece pertenecer a ningún lugar en concreto. El director transmite la humanidad de los personajes a través del uso de la cámara en un plano situado a su altura, pero en el que muchas veces se introducen elementos que parecen aportar un tono de extrañeza y de espiritualidad, como una presencia que está por encima de los personajes: los reflejos del sol en el beso inicial entre Johan y Marianne, o el plano de Marianne en la escena de su relación sexual, en la que hay más culpa que placer, y que acaba con una hoja de cedro rojo cayendo del techo sin explicación alguna. El largo trayecto en el coche conducido por Johan junto a su esposa Esther define el estilo de una película construida a partir de planos secuencia que permiten respirar a los actores, la mayor parte de ellos no profesionales y pertenecientes a la comunidad menonita en la que se desarrolla. Muchas veces Luz silenciosa es definida como una revisitación de Ordet, principalmente por el tercer acto que se apropia del estilo y los encuadres de Dreyer. Pero acaba resultando una parte final que es totalmente coherente con el resto, incluso cuando la cámara adopta una mirada más espiritual, aunque no estrictamente religiosa. La película pasa del deseo carnal y la pasión, y de una cierta erotización de los cuerpos, a una perspectiva más celestial, con la imagen del anochecer y mirando a las estrellas para demostrar que somos tan efímeros como ellas.
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Películas mencionadas (disponibles en la fecha de publicación):
La boda de Muriel se puede ver en Movistar Plus+.
Ivana la terrible se puede ver en dafilms.com y Netflix.
Un polvo desafortunado o porno loco y El combate de Keiko se pueden ver en Filmin.
Tolyatti adrift se puede ver en Filmin y Truestory.
Mommy se puede ver en Filmin, HBO Max y Movistar Plus+.
El hijo único se puede ver en Plex.
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