Filmin ha desarrollado una interesante iniciativa para atraer la atención de los aficionados al cine. El Atlántida Film Fest ha propuesto durante un mes un paquete de películas que no han conseguido circular por los circuitos de exhibición tradicionales.
Cuando Álex de la Iglesia afirmaba en su discurso durante la ceremonia de los Goya que internet era presente, y no futuro, tenía razón. La posibilidad de acceder a un cine diferente, que ha sido ninguneado por los circuitos de exhibición tradicionales, es una realidad desde hace tiempo gracias a iniciativas como Filmin (en España) o Mubi y Netflix (a nivel internacional). Hay, por tanto, un universo cinematográfico paralelo al que, por menos que uno sea aficionado al cine diferente, es casi obligatorio adaptarse. Filmin (que está compuesto por algunas de las principales compañías de distribución independientes en cine y DVD) se ha espabilado en los últimos meses, con interesantes estrenos de películas que aún no han salido en DVD: véase el documental Bicicleta, cuchara, manzana, de Carles Bosch (ganador del Goya al Mejor Documental), Pan negro, de Agustí Villaronga o José y Pilar, de Miguel Gonçalves, sobre el escritor José Saramago.
Se pueden discutir o comentar algunas cosas relacionadas con estos nuevos y fascinantes formatos de exhibición. Que el streaming en HD, por ejemplo, que nos presenta Filmin en películas como Pan negro, no resulta tan fluido como quisiéramos (nuestra experiencia personal es la de continuos parones de carga, con una conexión a internet de tipo medio), aunque hay que reconocer que en general el visionado de películas en SD sí resulta diáfano, tanto desde el ordenador como desde la Playstation 3. La posibilidad últimamente de acceder a Filmin también desde el iPhone o el iPad ofrece una nueva dimensión a este formato.
En el caso de Mubi, que hace unos meses anunciábamos como una auténtica revolución gracias a su salto desde internet al menú directo de Playstation 3, ha sido más decepcionante. Porque a pesar de ofrecer un atractivo catálogo cinematográfico, sigue teniendo dos problemas principales: una cuota mensual más cara que la de Filmin, por ejemplo, y la imposibilidad de ver la mayor parte de las películas con subtítulos en español.
Otra de las iniciativas de Filmin para captar a suscriptores es la organización del Atlántida Film Fest, una muestra de películas de habla hispana inéditas en salas de cine que se ha podido ver entre el 5 de febrero y el 8 de marzo, sólo para suscriptores. Un amplio catálogo de títulos nos ha permitido a los aficionados acceder a algunas propuestas que se salen de los cauces convencionales del cine, para bien y para mal. Los premios otorgados esta semana garantizan la distribución en cines, en DVD y online de las películas ganadoras. En general, la muestra ha confirmado que buena parte de los títulos presentados resultan tan pedantes y tan soporíferos que sólo en circuitos "alternativos" tienen razón de ser. Nosotros hemos visto/sufrido algunos de ellos:
PEDANTERÍA
Caracremada, de Lluis Galter. Una de estas películas multipremiadas en los circuitos de la crítica catalana por su acercamiento poco convencional a la historia del último maqui de la posguerra. Su planteamiento, escaso de diálogos y distante y frío como ella sola, acaba resultando una auténtica tortura para cualquier espectador que quiere ver algo más que un personaje dando martillazos durante cinco minutos.
El árbol, de Carlos Serrano. Insoportable vehículo de seguimiento a un personaje que nos interesa cada vez menos conforme se desarrolla la película, una sucesión de paseos de aquí para allá, hablando con unos y con otros, que pretende ser el retrato de un hombre que va perdiendo todo lo que le hace humano, y que acaba siendo un pedante y agotador viaje interior.
Lodo, de Karlos Alastruey. O cómo tratar de ser surrealista siendo en realidad un coñazo. Escenas inacabables, personajes insoportables interpretados por actores incapaces de darles al menos algo de vida, situaciones imposibles en medio de una parafernalia visual que trata de demostrarnos que el director tiene cierta mirada elocuente.
VOLUNTARISMO
La vida sublime, de Daniel V. Villamediana. En esta película encontramos otra de esas planificaciones que parecen diseñadas para alejar al espectador de la historia. En este caso, vemos al protagonista, empeñado en comerse 90 sardinas como dicen que hizo su abuelo, comiendo una detrás de otra sin que sepamos cuándo el director descubrirá que existe una cosa que se llama elipsis. No obstante, este tratamiento casi documental sobre un joven que persigue la huella de su abuelo desde su Norte castellano hasta el luminoso Sur de Sevilla y Cádiz (homenaje reconocido a la inacabada El sur, de Víctor Erice), y que resulta una mirada reflexiva sobre el ser humano, tiene algunos momentos lúcidamente escritos.
Naufragio, de Pedro Aguilera. Ganadora de una Mención Especial en el Sevilla Festival de Cine Europeo, es una voluntariosa historia sobre inmigración con algunos elementos fantásticos que funciona a ratos, pero termina cayendo en algunos tópicos y se ve lastrada por ese naturalismo que se sostiene en actores no profesionales que aportan poco a la comprensión de sus personajes.
Mención Especial del Jurado
La Yuma, de Florence Jaugey. Cine nicaragüense que quiere ser Million dollar baby y se queda en otra crónica más de la pobreza y la delincuencia en Centroamérica. A la directora no se le puede negar cierta pasión en lo que cuenta, pero sus virtudes como cineasta son bastante menos llamativas que su negado trazo visual. No es cine pobre, es cine simple, previsible, básico. Esto puede gustarle a algunos. A otros, que hemos visto otras mil muestras de creaciones visuales de poco presupuesto que se acercan a la lucha de sus protagonistas por salir de un universo sembrado de droga y delincuencia, nos produce apatía.
Mami blue, de Miguel Ángel Calvo Buttini. No es gran cosa, pero esta comedia de la productora sevillana Jaleo Films que no ha conseguido distribución en cines, al menos es un soplo de aire fresco en medio de tanta pedantería. Buen trabajo de la inagotable María Alfonsa Rosso, en una road movie que a veces cae en el esperpento y otras logra momentos de perfecta armonía cómica (los menos, todo hay que decirlo), con apariciones estelares de Chus Lampreave o Ruth Gabriel. Funciona a ratos, a pesar de Fele Martínez.
Premio del Público
NI FU NI FA, SINO TODO LO CONTRARIO
La mirada de Ouka Lele, de David Gordon. Documental de formato televisivo solo recomendable para amantes o conocedores de la obra de Ouka Lele (no es mi caso). Sólo así suponemos que será soportable tanto rollo artístico. El director parece tan fascinado por el personaje que no termina de darse cuenta que hay vida más allá de la cámara, la de los espectadores que sufrimos su película.
Myna se va, de Sonia Escolano y Sadrac González. Se nos presenta como la película con el plano secuencia más largo del cine español. Unos 30 minutos que contienen la escena principal de una trama que básicamente parece construída para servir de envoltura a esa secuencia. Lo malo de esta historia que parece querer reflejarse directamente en el cine de Michael Haneke, es que todo es tan arbitrario, tan escasamente llamativo, tan pretendidamente sórdido, que resulta cansino. Algunos directores transmiten más con la mirada sutil que éstos con su aparente provocación.
CINE
Cuchillo de palo, de Renate Costa. Quizás el documental más interesante de la muestra. Presentado en el Festival de Cine Español de Málaga, donde obtuvo el Premio al Mejor Documental, este viaje interior de la directora tratando de descubrir la vida real de su tío, un homosexual que se suicidió tras la represión brutal que contra la comunidad gay realizó la dictadura en Paraguay, tiene una estructura perfecta, cuidada, que dosifica la información de forma precisa, casi como si se tratara de una historia de suspense. Y nos plantea personajes impactantes como ese padre machista, retrógado, pero al mismo tiempo con cierto aire bonachón, que no supo o no quiso comprender a su hermano, el número 41 de una lista de 108 homosexuales que formaban parte del primer registro efectuado durante la dictadura de Alfredo Strossner.
Mejor Película
Tom Zé. Astronauta libertado, de Igor Iglesias González. El director sabe que su documental se sostiene sobre la explosiva personalidad de Tom Zé, ese genio de la música brasileña que siempre ha rebuscado en su imaginación para experimentar. Estructurada sobre un taller de música impartido por Tom Zé en Gijón, la película describe con perfecto orden el desorden musical de este creador empeñado en mantener, a sus setenta y cuatro años, una personalidad insólita.
La mosquitera, de Agustí Vila. Nunca hubiera pensado que una producción de Eddie Saeta podría tener los resortes del cine argumental suficientes como para atraer nuestra atención. No es que esta película (por la que Emma Suárez ganó el Goya como Mejor Actriz) tenga personajes o una trama convencionales, pero resulta interesante este planteamiento excesivo que lleva a sus protagonistas a situaciones límite. Fallan algunos retratos, como el de la hermana que no soporta ser madre, pero contiene verdaderos hallazgos en la creación de escenas de certera ironía.