15 marzo, 2011

El ¿triunfo? del cine español

Torrente 4 ha cosechado en un fin de semana más récords que todo el cine español junto en los últimos años. Mejor estreno español de la historia, mejor estreno absoluto en 3D, superando a la mismísima Avatar... La Federación de Productores ha lanzado las campanas al vuelo pero... ¿no es preocupante que el cine español sostenga su cuota de mercado en tan solo uno o dos títulos al año?

Esta no es una crítica de Torrente 4. La saga, que comenzó con una inteligente visión cínica del tópico del españolito facha, fue degenerando en sus siguientes secuelas hasta una tercera entrega que resultó decepcionante hasta para los numerosos fans del personaje. Pero lo que ha conseguido Santiago Segura es algo inédito: crear una franquicia que cada cierto tiempo logra los mejores resultados del cine español.

Sus 8,3 millones de euros logrados en tres días dan cuenta de la inteligente estrategia de marketing de una película que, de entrada, ya superaba en sus 910 pantallas a cualquier otro estreno español. Y por supuesto acompañado por una personalizada campaña de promoción que tiene en su mentor, Santiago Segura, al mejor representante. Ni qué decir tiene que apostar por el 3D en medio de una oleada de producciones en este formato ha sido también un aliciente para muchos espectadores, y por supuesto, al ser más caras las entradas, ha aumentado considerablemente su recaudación.

Lo que está por ver es cómo se comportará la película en su segunda fin de semana. Según algunos expertos en esto de las taquillas, si Torrente 4 rebaja su caída de público (habitual siempre tras el estreno de los títulos más solventes) por debajo del 55% con respecto al primer fin de semana, entonces claramente se convertirá en la película española más taquillera de todos los tiempos.

El éxito abrumador de Santiago Segura, cuyo talento no se limita a la saga torrentiana, a pesar de ser ninguneado por la Academia de Cine este año por su destacada interpretación en El gran Vázquez, pone en evidencia sin embargo los principales problemas del cine español. Una industria que resiste cada temporada sólo gracias a determinados directores y determinadas películas. Si durante una temporada no estrenan ni Pedro Almodóvar, ni Alejandro Amenábar, ni Santiago Segura, entonces la cuota de pantalla del cine español acaba siendo triste.

Este año, al fenómeno Torrente se sumará el estreno de la última película de Pedro Almodóvar, La piel que habito, lo cual parece predecir una temporada más que positiva. FAPAE se ha lanzado inmediatamente a celebrar el éxito de Amiguetes Entertainment, la productora de Santiago Segura, pero quizás sería más sensato reflexionar sobre cuál es la lectura que se puede hacer de una industria con pies de barro.

Tiene razón Pau Brunet, de Boxoffice.es en que el éxito de Torrente 4 sigue la línea de la buena taquilla de producciones locales en Europa. Y pone los ejemplos de Nada que declarar, nuevo taquillazo en Francia de Danny Boon tras Bienvenidos al Norte; Kokowääh de Til Schweiger en Alemania; y Manuale d'Amore 3, de Giovanni Veronesi en Italia. Curiosamente, casi todas coinciden en tratarse de comedias creadas por cineastas que suelen dar en la diana de las buenas recaudaciones. El actor/director alemán Til Schweiger triunfó ya con Rabbit without ears y su secuela, repitiendo esquemas de comedia romántica. Y Veronesi ha encontrado también un filón en la representación melosa del romanticismo excesivo italiano. 

Todas, incluido Torrente, coinciden también en su peculiaridad localista. Porque aunque Manuale d'amore o Bienvenidos al Norte no han funcionado mal en la taquilla española, por ejemplo, no han cosechado tanto fervor. Lo cual nos hace pensar: ¿entonces la solución ya no está, como se pensaba hace unos años, en imitar las pautas del cine de Hollywood, aunque con elementos locales? ¿Lo que triunfa realmente son los personajes y situaciones con las que los espectadores autóctonos se puedan sentir identificados? Esa es la gran incógnita. 

Lo que parece cierto en estos momentos es que el cine europeo pasa por una situación de enroscamiento. Lo que los espectadores quieren ver son historias que conecten, casi siempre en clave de comedia, con su propia idiosincrasia. Y en eso Torrente juega con ventaja.

12 marzo, 2011

El día que tembló Japón: "Aftershock"

Las casualidades son a veces terribles. El año pasado hablábamos de una de las películas más taquilleras en China: Aftershock, un drama que recordaba el devastador terremoto de 1976. Hoy, las impactantes imágenes con las que comienza la película nos recuerdan lo que se ha vivido en Japón, un país afortunadamente preparado para este tipo de desastres naturales. Recuperamos el comentario que hacíamos en octubre sobre este título inédito en nuestro país.

Las películas de Feng Xiaogang no han tenido un especial reconocimiento en Occidente. Ni falta que les hace, ya que la taquilla china solamente es capaz de rentabilizar una película con creces. De su no demasiado extensa pero sin duda certera filmografía, por estos lares conocemos la comedia El funeral del jefe (2001), que a pesar de sus referencias no terminaba de encajar bien su pretendida mordacidad humorística.

Seamos claros. El cine de Feng Xiaogang es en ocasiones simplón y esquemático, con tendencia a las concesiones que hagan falta para su comercialidad, temas sensibleros o de acción, pero con una capacidad para manejar la cámara que sin duda le hacen destacar entre muchas otras producciones orientales. Y hasta sus incursiones en el género wuxia (películas de artes marciales específicas de la cultura china), como en The banquet (2006) no han sido recibidas por la crítica occidental con el mismo fervor que las de Zhang Yimou o Ang Lee, pero sí han conseguido el beneplácito del público chino. Pero también hay que decir que el propio Feng Xiaogang afirma que sus películas tienen como destinatario el público oriental básicamente.





Aftershock (2010) es la última película de este inquieto realizador, y con ella ha logrado convertirse en la segunda más taquillera de la historia en China, que ya es decir. Todo un melodrama de larga duración que se acerca a uno de los momentos más dolorosos de la reciente memoria histórica de su país, cuando en 1976 tuvo lugar un terremoto que dejó en la región de Tangshan una cifra de 240.000 muertos. Aftershock contiene en su primera media hora (magnífico arranque con una invasión de libélulas que no hacen presagiar nada bueno) todos los elementos que la convierten en una de las mejores producciones de su director. No se trata de una típica película de catástrofes porque, al contrario de lo que suele ocurrir en esos casos, no nos introducimos en una historia que desemboca en un festival de efectos especiales. Aftershock, por el contrario, descarga todo su arsenal de efectos visuales (espléndidos) al comienzo, y se detiene a partir de ahí en la dramática trayectoria de sus protagonistas: una madre que ha tenido que decidir entre la vida de sus dos hijos y que soporta con resignación el sufrimiento como penitencia vital, y dos jóvenes marcados por los terribles acontecimientos vividos cuando eran niños.

La historia discurre entre el mortal seísmo de 1976 y el no menos catastófrico terremoto que en 2008 dejó 80.000 muertos en Sichuan, como los dos frentes dramáticos que subrayan el carácter de esta historia que termina, a fuerza de intentarlo, empañando los ojos del espectador.

A esta película le sobra algo de metraje y cierta intencionalidad por provocar los sentimientos del espectador, aunque sea de forma algo burda en ocasiones, con algunas interpretaciones un poco salidas de tono. Pero lo cierto es que consigue removernos las tripas con ese ascenso progresivo hacia un clímax que, lejos de ser un festival de fuegos de artificio visuales, se mueve por los vericuetos internos de los sentimientos. Y desde luego no puede ser más emocionante un desenlace no por esperado menos incisivo.

Ni qué decir tiene que el cine de Feng Xiaogang camina por los sosegados terrenos del cine simpático a los ojos del gobierno chino, con especial énfasis hacia el amor por la patria y la familia como elemento aglutinador de la vida. Pero, si se trata de producciones bien hechas como ésta, sus virtudes terminan sepultando el cinismo de su discurso patriótico.

09 marzo, 2011

Atlántida Film Fest: el otro cine

Filmin ha desarrollado una interesante iniciativa para atraer la atención de los aficionados al cine. El Atlántida Film Fest ha propuesto durante un mes un paquete de películas que no han conseguido circular por los circuitos de exhibición tradicionales.

Cuando Álex de la Iglesia afirmaba en su discurso durante la ceremonia de los Goya que internet era presente, y no futuro, tenía razón. La posibilidad de acceder a un cine diferente, que ha sido ninguneado por los circuitos de exhibición tradicionales, es una realidad desde hace tiempo gracias a iniciativas como Filmin (en España) o Mubi y Netflix (a nivel internacional). Hay, por tanto, un universo cinematográfico paralelo al que, por menos que uno sea aficionado al cine diferente, es casi obligatorio adaptarse. Filmin (que está compuesto por algunas de las principales compañías de distribución independientes en cine y DVD) se ha espabilado en los últimos meses, con interesantes estrenos de películas que aún no han salido en DVD: véase el documental Bicicleta, cuchara, manzana, de Carles Bosch (ganador del Goya al Mejor Documental), Pan negro, de Agustí Villaronga o José y Pilar, de Miguel Gonçalves, sobre el escritor José Saramago.

Se pueden discutir o comentar algunas cosas relacionadas con estos nuevos y fascinantes formatos de exhibición. Que el streaming en HD, por ejemplo, que nos presenta Filmin en películas como Pan negro, no resulta tan fluido como quisiéramos (nuestra experiencia personal es la de continuos parones de carga, con una conexión a internet de tipo medio), aunque hay que reconocer que en general el visionado de películas en SD sí resulta diáfano, tanto desde el ordenador como desde la Playstation 3. La posibilidad últimamente de acceder a Filmin también desde el iPhone o el iPad ofrece una nueva dimensión a este formato.

En el caso de Mubi, que hace unos meses anunciábamos como una auténtica revolución gracias a su salto desde internet al menú directo de Playstation 3, ha sido más decepcionante. Porque a pesar de ofrecer un atractivo catálogo cinematográfico, sigue teniendo dos problemas principales: una cuota mensual más cara que la de Filmin, por ejemplo, y la imposibilidad de ver la mayor parte de las películas con subtítulos en español.

Otra de las iniciativas de Filmin para captar a suscriptores es la organización del Atlántida Film Fest, una muestra de películas de habla hispana inéditas en salas de cine que se ha podido ver entre el 5 de febrero y el 8 de marzo, sólo para suscriptores. Un amplio catálogo de títulos nos ha permitido a los aficionados acceder a algunas propuestas que se salen de los cauces convencionales del cine, para bien y para mal. Los premios otorgados esta semana garantizan la distribución en cines, en DVD y online de las películas ganadoras. En general, la muestra ha confirmado que buena parte de los títulos presentados resultan tan pedantes y tan soporíferos que sólo en circuitos "alternativos" tienen razón de ser. Nosotros hemos visto/sufrido algunos de ellos:

PEDANTERÍA

Caracremada, de Lluis Galter. Una de estas películas multipremiadas en los circuitos de la crítica catalana por su acercamiento poco convencional a la historia del último maqui de la posguerra. Su planteamiento, escaso de diálogos y distante y frío como ella sola, acaba resultando una auténtica tortura para cualquier espectador que quiere ver algo más que un personaje dando martillazos durante cinco minutos.

El árbol, de Carlos Serrano. Insoportable vehículo de seguimiento a un personaje que nos interesa cada vez menos conforme se desarrolla la película, una sucesión de paseos de aquí para allá, hablando con unos y con otros, que pretende ser el retrato de un hombre que va perdiendo todo lo que le hace humano, y que acaba siendo un pedante y agotador viaje interior.

Lodo, de Karlos Alastruey. O cómo tratar de ser surrealista siendo en realidad un coñazo. Escenas inacabables, personajes insoportables interpretados por actores incapaces de darles al menos algo de vida, situaciones imposibles en medio de una parafernalia visual que trata de demostrarnos que el director tiene cierta mirada elocuente. 

VOLUNTARISMO

La vida sublime, de Daniel V. Villamediana. En esta película encontramos otra de esas planificaciones que parecen diseñadas para alejar al espectador de la historia. En este caso, vemos al protagonista, empeñado en comerse 90 sardinas como dicen que hizo su abuelo, comiendo una detrás de otra sin que sepamos cuándo el director descubrirá que existe una cosa que se llama elipsis. No obstante, este tratamiento casi documental sobre un joven que persigue la huella de su abuelo desde su Norte castellano hasta el luminoso Sur de Sevilla y Cádiz (homenaje reconocido a la inacabada El sur, de Víctor Erice), y que resulta una mirada reflexiva sobre el ser humano, tiene algunos momentos lúcidamente escritos. 

Naufragio, de Pedro Aguilera. Ganadora de una Mención Especial en el Sevilla Festival de Cine Europeo, es una voluntariosa historia sobre inmigración con algunos elementos fantásticos que funciona a ratos, pero termina cayendo en algunos tópicos y se ve lastrada por ese naturalismo que se sostiene en actores no profesionales que aportan poco a la comprensión de sus personajes.
Mención Especial del Jurado

La Yuma, de Florence Jaugey.  Cine nicaragüense que quiere ser Million dollar baby y se queda en otra crónica más de la pobreza y la delincuencia en Centroamérica. A la directora no se le puede negar cierta pasión en lo que cuenta, pero sus virtudes como cineasta son bastante menos llamativas que su negado trazo visual. No es cine pobre, es cine simple, previsible, básico. Esto puede gustarle a algunos. A otros, que hemos visto otras mil muestras de creaciones visuales de poco presupuesto que se acercan a la lucha de sus protagonistas por salir de un universo sembrado de droga y delincuencia, nos produce apatía.

Mami blue, de Miguel Ángel Calvo Buttini. No es gran cosa, pero esta comedia de la productora sevillana Jaleo Films que no ha conseguido distribución en cines, al menos es un soplo de aire fresco en medio de tanta pedantería. Buen trabajo de la inagotable María Alfonsa Rosso, en una road movie que a veces cae en el esperpento y otras logra momentos de perfecta armonía cómica (los menos, todo hay que decirlo), con apariciones estelares de Chus Lampreave o Ruth Gabriel. Funciona a ratos, a pesar de Fele Martínez.
Premio del Público


NI FU NI FA, SINO TODO LO CONTRARIO

La mirada de Ouka Lele, de David Gordon. Documental de formato televisivo solo recomendable para amantes o conocedores de la obra de Ouka Lele (no es mi caso). Sólo así suponemos que será soportable tanto rollo artístico. El director parece tan fascinado por el personaje que no termina de darse cuenta que hay vida más allá de la cámara, la de los espectadores que sufrimos su película.

Myna se va, de Sonia Escolano y Sadrac González.  Se nos presenta como la película con el plano secuencia más largo del cine español. Unos 30 minutos que contienen la escena principal de una trama que básicamente parece construída para servir de envoltura a esa secuencia. Lo malo de esta historia que parece querer reflejarse directamente en el cine de Michael Haneke, es que todo es tan arbitrario, tan escasamente llamativo, tan pretendidamente sórdido, que resulta cansino. Algunos directores transmiten más con la mirada sutil que éstos con su aparente provocación.

CINE

Cuchillo de palo, de Renate Costa. Quizás el documental más interesante de la muestra. Presentado en el Festival de Cine Español de Málaga, donde obtuvo el Premio al Mejor Documental, este viaje interior de la directora tratando de descubrir la vida real de su tío, un homosexual que se suicidió tras la represión brutal que contra la comunidad gay realizó la dictadura en Paraguay, tiene una estructura perfecta, cuidada, que dosifica la información de forma precisa, casi como si se tratara de una historia de suspense. Y nos plantea personajes impactantes como ese padre machista, retrógado, pero al mismo tiempo con cierto aire bonachón, que no supo o no quiso comprender a su hermano, el número 41 de una lista de 108 homosexuales que formaban parte del primer registro efectuado durante la dictadura de Alfredo Strossner.
Mejor Película

Tom Zé. Astronauta libertado, de Igor Iglesias González. El director sabe que su documental se sostiene sobre la explosiva personalidad de Tom Zé, ese genio de la música brasileña que siempre ha rebuscado en su imaginación para experimentar. Estructurada sobre un taller de música impartido por Tom Zé en Gijón, la película describe con perfecto orden el desorden musical de este creador empeñado en mantener, a sus setenta y cuatro años, una personalidad insólita.

La mosquitera, de Agustí Vila. Nunca hubiera pensado que una producción de Eddie Saeta podría tener los resortes del cine argumental suficientes como para atraer nuestra atención. No es que esta película (por la que Emma Suárez ganó el Goya como Mejor Actriz) tenga personajes o una trama convencionales, pero resulta interesante este planteamiento excesivo que lleva a sus protagonistas a situaciones límite. Fallan algunos retratos, como el de la hermana que no soporta ser madre, pero contiene verdaderos hallazgos en la creación de escenas de certera ironía.

05 marzo, 2011

La revolución electrónica de las bandas sonoras

El reciente Oscar a los ex-Nine Inch Nails ha abierto un camino a una nueva revolución en la concepción del universo sonoro de las películas. Como ya ocurriera en los años ochenta, el cine absorbe ahora los sonidos electrónico-ambientales para envolver sus historias.

No estamos hablando de nada nuevo, y es evidente que ha habido numerosas incursiones de cantantes o grupos que se han acercado con acierto al mundo de las bandas sonoras. Ahí están, por poner dos ejemplos dispares, los casos de Damon Albarn (Ravenous) o Nick Cave (The proposition, The road...). Sin embargo, parece claro que el éxito de la banda sonora de La red social propone una nueva mirada a la música de cine que, de hecho, ya está presente en otras películas.

Recientemente pudimos escuchar el excelente trabajo de los franceses Daft Punk para la prescindible revisión de Tron, injustamente descabalgada de las nominaciones a mejor banda sonora de este año. Hubiera resultado curiosa y excitante la competición entre Trent Reznor/Atticus Ross y Thomas Bangalter/Guy-Manuel de Homem-Christo. Pero nos quedamos sin ella. Personalmente, me parece más fascinante el trabajo de los franceses.

Los ex-componentes de Nine Inch Nails volverán a colaborar con David Fincher en la adaptación norteamericana de las novelas encabezadas por Los hombres que no amaban a las mujeres, así que parece clara su continuidad en el mundo del cine.

Por su parte, The Chemical Brothers lanza el 15 de marzo a través de iTunes su trabajo para la película Hanna, una historia de aventuras protagonizada por una adolescente, dirigida por Joe Wright. Cate Blanchet y Saoirse Ronan (descubierta en la anterior película del director, Expiación) encabezan el reparto. Esta es una pequeña muestra de la banda sonora:


Para el próximo verano se espera el estreno de Attack the block, otra de acción dirigida por Joe Cornish, uno de los guionistas de la adaptación al cine de Tintín que nos traerá Steven Spielberg este año. Para su banda sonora, composiciones a cargo del dúo londinense de música house Basement Jaxx.

El mundo del teatro también se ha visto invadido por los sonidos electrónicos con la versión teatral de Frankenstein que ha estrenado con gran éxito de crítica Danny Boyle. Esta revisión del mito tiene una particularidad: sus dos protagonistas (Johnny Lee Miller y Benedict Cumberbatch (el maravilloso Sherlock Holmes de la reciente miniserie de la BBC)) se turnan cada noche para interpretar a cada uno de los personajes, de forma que, dependiendo del día que vayas al teatro, te puedes encontrar con uno u otro dando vida al Dr. Frankenstein o al monstruo. Para arropar musicalmente esta apetitosa versión del clásico de Mary Shelley, nada menos que la banda sonora creada por el grupo británico de música electrónica Underworld. Esta es una pequeña muestra de su trabajo: