24 septiembre, 2021

Premio Ariel 2021 del Cine Mexicano

El sábado 25 de septiembre tendrá lugar la ceremonia de entrega del Premio Ariel, que reconoce el cine hecho en México durante la pasada temporada. El galardón lo entregó la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) desde que se fundó en 1946, coincidiendo con la llamada Época de Oro del cine nacional, un periodo de esplendor que se extendió desde 1936 hasta 1956, con nombres clave en la historia del cine mexicano, como Luis Buñuel, Emilio "el indio" Fernández, Fernando de Fuentes o Juan Bustillo. La primera entrega se efectuó el 15 de mayo de 1947, pero el declive de la popularidad del cine durante los años cincuenta frente a la llegada de la televisión y la incapacidad para renovar tecnológicamente las salas cinematográficas derivó en la extinción de la Academia, y por tanto, de la entrega de premios. 

No fue hasta 1971 que, coincidiendo con la celebración de los cuarenta años de la llegada del cine sonoro, surgió la idea de volver a instaurar la Academia de Cine y el reconocimiento a los profesionales, y desde 1972 la ceremonia de entrega del Premio Ariel ha vuelto a celebrarse de forma ininterrumpida. El nombre del galardón proviene del libro Ariel (1900, Ed. Mestas Ediciones), del escritor colombiano José Enrique Rodó, en el que simboliza al personaje de Ariel como un joven con ideales y defensa de la cultura de América Latina. El autor incita a la juventud a mantener las tradiciones culturales frente a la llegada de influencias externas. La estatuilla fue esculpida por el escultor mexicano Ignacio Asúnsolo y representa a un hombre en actitud de emprender el vuelo, un símbolo del espíritu idealista y la libertad. 

En esta edición del Premio Ariel buena parte de las películas que optan a un mayor número de nominaciones están disponibles en plataformas digitales, por lo que es interesante hacer un repaso a algunas de ellas. Nuestra crónica se detiene solamente en aquellos títulos que compiten como Mejor Película, en la que sorprende la ausencia de Nuevo orden (Michel Franco, 2020) que, a pesar de sus diez nominaciones, no opta a los principales galardones. También destacamos algunos títulos que ya hemos comentado en anteriores crónicas de festivales, como el emocionante documental Cosas que no hacemos (Bruno Santamaría, 2020), nominado como Mejor Documental y Montaje, que pudimos ver en Zinegoak 2020; el reivindicativo La vocera (Luciana Kaplan, 2020), también finalista en Documental y Montaje, que estuvo en DOK.fest 2021; o el doloroso Volverte a ver (Carolina Corral Paredes, 2020), nominada como Documental y Ópera Prima, que pasó por Sheffield Doc Fest 2020. En cuanto a presencia española, la categoría de Película Iberoamericana incluye entre sus nominadas a Las niñas (Pilar Palomero, 2020) y la producción colombiana El olvido que seremos (Fernando Trueba, 2020), escrita por David Trueba. 

La película con mayor número de nominaciones es Sin señas particulares (Fernanda Valadez, 2020), con posibilidad en 16 candidaturas. En nuestra reseña del III Festival de Cine Hecho por Mujeres decíamos que era una de las películas latinoamericanas del año, y este sorprendente número de candidaturas lo ha refrendado. Entre ellas destacamos las de Película, Ópera Prima, Dirección y Guión original, así como la de la actriz principal Mercedes Hernández, a la que podemos ver en la serie creada por Diego Luna Todo va a estar bien (Netflix, 2021-), y el joven actor David Illescas, que también trabajó con Diego Luna en su película Sr. Pig (Diego Luna, 2016). Destacamos también la nominación a la banda sonora compuesta por la violonchelista norteamericana Clarice Jensen, colaboradora de Max Richter o Nico Muhly. 

Sin señas particulares ganó el Premio Horizonte en el Festival de San Sebastián y el Premio del Público en el Festival de Sundance. Sigue a dos mujeres cuyos hijos han desaparecido tras iniciar un viaje a través de la frontera entre Estados Unidos y México, y que han sido dados por muertos. Pero una de estas madres está convencida de que su hijo debe estar aún vivo. Y este recorrido que inicia para buscarlo se convierte en una de las visiones más inteligentes que hemos visto en torno a la inmigración. La capacidad de la directora y su co-guionista Astrid Rondero para construir un drama que huye de los lugares comunes es sorprendente. Se trata de una historia que va ampliando paulatinamente su campo de visión, aglutinando temas muy diferentes, pero sin caer en esa habitual recopilación de tramas superficiales. 

El drama de la película se construye de forma horizontal, abarcando a diferentes personajes con una escritura limpia, clara, inteligente. Los personajes están construidos con profundidad, y el trabajo de dirección contribuye a ello. Con una planificación muy cuidada, hay secuencias como aquella en la que la cámara acompaña a un joven que es expulsado de los Estados Unidos que, sin palabras, abunda más en la problemática de la inmigración y de las fronteras, que otras historias aleccionadoras. Es un trabajo minucioso que, en su último tramo, está cargado de una tensión casi difícil de soportar. 

Los lobos (Samuel Kishi Leopo, 2019) ha logrado 13 nominaciones, entre ellas Mejor Película, Dirección, Guión original, Fotografía y Montaje, así como los de Actriz principal para Martha Reyes Arias, que interpreta a la madre y Actriz coprotagonista para Cici Lau, que da vida a una vecina que se ocupa de los niños. Porque la propuesta de Samuel Kishi Leopo en Los lobos funciona como un homenaje a su madre, que trata de mantener a sus dos hijos pequeños mientras los deja escondidos en un complejo de apartamentos en Alburquerque. Basada en experiencias reales del director, en esta especie de The Florida Project (Sean Baker, 2017) mexicana, el sueño infantil de Disneyworld también está presente como una representación de esa meta que los inmigrantes pretenden alcanzar al llegar a Estados Unidos. Una visión ficticia, edulcorada, que al final se queda en atracción de feria local. 

El director sabe sacar el máximo partido a la relación entre los dos hermanos pequeños, aunque quizás su propuesta sea demasiado amable, con personajes que no son una amenaza real, que no tienen duplicidad en sus intenciones, construyendo una fábula que parece irreal, pero acaba transmitiendo ternura. Curiosamente, el hermano al que hace referencia la historia es Kenji Kishi Leopo, que ha sido el encargado de poner música a la película, y que también ha sido nominado en el apartado de Música Original, categoría a la que optó asimismo por la película Somos Mari Pepa (Samuel Kishi Leopo, 2013).

Por su parte, El baile de los 41 (David Pablos, 2020) compite en 12 categorías, entre las que se encuentran Mejor Película, Dirección, Fotografía y Vestuario, además de los tres intérpretes principales, que están espléndidos: los amantes Alfonso Herrera y Emiliano Zurita, y la esposa despechada, Mabel Cadena. La historia se basa en un hecho real acontecido en 1901, cuando una redada policial descubrió una hermandad secreta formada por hombres homosexuales. La película utiliza los resortes del drama de época para construir una historia que, sin embargo, lleva el hecho principal hacia el clímax, interesándose más por la relación entre los dos protagonistas. Es por tanto una trama de amor prohibido, muy bellamente filmada, con una puesta en escena espléndida, muy a lo Luchino Visconti, y un trabajo de fotografía notable de Carolina Acosta que merecería un premio si no fuera porque tiene duras competidoras. También destaca la música sobria, más cercana al interior de los personajes, que han compuesto Carlo Ayhllón, que alcanza su tercera nominación al Premio Ariel tras Las elegidas (David Pablos, 2015) y Las tinieblas (Daniel Castro Zimbrón, 2016), y Andrea Balency-Béarn.

El director realiza una planificación cuidada, que es moderna en ocasiones, con planos secuencia de las fiestas que a veces parecen hacer referencia a Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999) y en otras tiene cierto aire retro a través de la utilización del zoom, absolutamente sobrecogedor en algunas escenas protagonizadas por Amada Díaz (Mabel Cadena, que está realmente espléndida en su difícil personaje de mujer traicionada que descubre el secreto de la vida nocturna homosexual de su marido, y se enfrenta a él con rabia y con impotencia al mismo tiempo). El guión de Monika Revilla permite precisamente que los actores destaquen en sus interpretaciones, porque construye personajes que son poliédricos, ambivalentes, crueles incluso, especialmente en el caso de Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera), atrapado en su condición de político con aspiraciones en el gobierno de Porfirio Díaz y su deseo sexual en una sociedad que lo considera una depravación. La tensión del tercer acto, cuando las actitudes del protagonista son vox populi, está construida con talento, con una gradación que marca el inicio de la tragedia. 

Presentada en la Sección Orizzonti de la Mostra de Venecia, Selva trágica (Yulene Olaizola, 2020) se adentra en la profunda jungla maya en la frontera entre México y Belice durante el año 1920 para elaborar una historia que conecta con la mitología indígena. Nominada en 12 categorías, entre ellas Mejor Película, Dirección, Vestuario y Efectos Visuales, este drama que tiene elementos mágicos comienza con una joven beliceña huyendo de un terrateniente británico al que ha rechazado, para encontrarse con un grupo de trabajadores del chicle, que se convierten al mismo tiempo en sus salvadores y en su amenaza. Ella es el objeto del deseo, la tentación de la carne en medio de una selva que parece resistirse a ser invadida. 

El contexto juega un papel fundamental en la película, atrapando a los personajes en un camino complicado, casi como si se tratara de una tela de araña que atrae para destruir. Agnes (Indira Rubie Andrewin, nominada como debutante) representa a la mujer que es tratada como un objeto, pero también con cierta distancia. Surge entonces el mito de Xtabay, que describía Antonio Mediz Bolio en La tierra del faisán y del venado (1922), una hermosa mujer con apariencia indígena que mataba a los hombres con los encantos de su apasionado amor. Sobre esta leyenda maya se construye la venganza de la selva frente a los invasores, pero también se crea una visión feminista en favor de la libertad sexual y en contra de la visión tradicional de la mujer, que utiliza la feminidad para establecer sus propios límites. 

La historia de Selva trágica contiene por tanto lecturas en diversos planos, el narrativo, el mitológico y el social, llevando a cabo un viaje que resulta trágico, como en esos trayectos que modifican el comportamiento del ser humano en Aguirre, o la cólera de Dios (Werner Herzog, 1972) o Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982), cineasta del que Yulene Olaizola se confiesa admiradora. Hay también una representación de la opresión colonial, las condiciones de trabajo de los "chicleros", trabajadores que escalaban en los árboles de chicozapote para extraer la resina. Pero la decisión de la directora de crear una textura visual que embellece, con una fotografía de Sofía Oggioni (también nominada) que extrae sin duda imágenes hermosas de la selva pero que se queda en la superficie, acaba lastrando parte de los objetivos de profundidad narrativa. En buena medida se impregna este tono de spot publicitario debido al rodaje en 2K, que aplana las imágenes de la selva, aunque obtiene buenos resultados en una primera parte que tiene un tono más documental, en la descripción del trabajo de los chicleros. Aunque también está nominada, no resulta demasiado efectiva la música electrónica de Alejandro Otaola, que en ocasiones estorba más que aportar profundidad. 

Al final del documental Las tres muertes de Marisela Escobedo (Carlos Pérez Osorio, 2020) se dan algunas cifras sobre feminicidio que nos pueden parecer terribles: "En México, un promedio de 10 mujeres son asesinadas cada día. El 97% de los feminicidios quedan impunes".  Por tanto, en un país que solo resuelve judicialmente el 3% de los asesinatos domésticos, según uno de los procuradores entrevistados porque hay saturación en los juzgados, el caso ocurrido durante el año 2010 que se narra en este documental puede sentirse como algo habitual. Pero no fue un caso más. Y la relevancia que tuvo en la visibilidad de la violencia doméstica en un México que todavía amparaba y justificaba a los maltratadores, se demuestra en sus 7 nominaciones, haciendo pleno además en las categorías como producción cinematográfica. Es finalista como Mejor Película, Mejor Ópera Prima y Mejor Documental, y también por su Guión original y Dirección. 

El problema de Las tres muertes de Marisela Escobedo es que, estrenada en Netflix el año pasado, puede perderse en la ingente cantidad de series y documentales true crime que pueblan los algoritmos de la plataforma. Pero, aunque utiliza recursos efectistas muy en la línea del género a través del montaje de Ricardo Poery (también nominado), con algunos cliffhangers a lo largo de la narración, la película destaca porque aborda una problemática que va más allá de la propia historia personal de Marisela, y que acusa directamente al gobierno mexicano y a la policía de colaboración con el narcotráfico y a la justicia de corrupción. El gobernador de Chihuahua entre 2010 y 2016, César Duarte, está en la actualidad pendiente de la orden de extradición que fue aprobada por la justicia mexicana, tras una condena por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero. 

La historia de Marisela Escobedo es tan compleja que se agradece la claridad con la que el director y guionista Carlos Pérez Osorio la expone. Todo comienza en 2008 cuando su hija Rubí Escobedo es asesinada y quemada por su marido, Sergio Barraza, que se confiesa autor de los hechos pero que, por un supuesto defecto de forma, es absuelto de todos los cargos. A partir de entonces Marisela comienza una peregrinación por todo México tratando de buscar justicia y de encontrar al asesino de su hija, que acaba siendo prófugo de las autoridades. En su largo camino que dura dos años, se enfrenta a la pasividad de la policía y a la escasa implicación de la Gobernación de Chihuahua, causando una cierta molestia al nuevo gobernador, César Duarte. 

Las tres muertes de Marisela Escobedo es un documental necesario aunque no sea una película notable, porque cae en la sobreexplotación de los sentimientos y embellece demasiado las recreaciones de ficción, teniendo en cuenta que la plasmación visual de la historia está hecha únicamente a través los testimonios de los entrevistados. Es destacable la valentía de la propuesta que no evita las acusaciones directas, ya sea a los políticos, a los jueces o al crimen organizado, así como la claridad con la que se cuentan de forma cronológica unos hechos que tiene tantos giros que parecen ficción. Y fundamental la denuncia de una sociedad que permite como un hecho normal el maltrato y el asesinato de mujeres en el seno del matrimonio. La esperanza con la que finaliza la película está en que personas valientes como Marisela Escobedo han sido fundamentales para que una parte de la sociedad mexicana condene estos hechos, aunque las autoridades políticas y policiales no estén a la altura. El documental incluye en los créditos finales la "Canción sin miedo", que se ha convertido en un emocionante himno contra el feminicidio. Compuesta por la artista mexicana Vivir Quintana como encargo de la cantante chilena Mon Laforte, resonó el año pasado en el Día Internacional de la Mujer por todo México: "Cantamos sin miedo, pedimos justicia / Gritamos por cada desaparecida / Que resuene fuerte "¡nos queremos vivas!" / que caiga con fuerza el feminicida".


El baile de los 41, Selva trágica y Las tres muertes de Marisela Escobedo y El olvido que seremos se pueden ver en Netflix.
Los lobos se puede ver en Filmin. 
Nuevo orden y Las niñas se pueden ver en Movistar+.

Todo va a estar bien y Sr. Pig se pueden ver en Netflix
Somos Mari Pepa y Aguirre, la cólera de Dios se pueden ver en Filmin.
The Florida project se puede ver en Prime Video. 
Fitzcarraldo se puede ver en Filmin y Prime Video. 
Eyes wide shut se puede ver en HBO. 


17 septiembre, 2021

Las series españolas del año - 4ª Parte

Una vez más hacemos un repaso a las producciones más destacadas del panorama español, por su resonancia y su posición en un mercado que está saturado de series. Destacan en esta ocasión el regreso de algunas producciones que tienen ya una trayectoria sólida y las primeras producciones de la nueva plataforma de contenidos digitales de la televisión pública, RTVE Play. 

La casa de papel (Netflix, 2017-2021) forma parte de la historia de las plataformas audiovisuales, eso es algo indudable. Fue uno de los primeros grandes éxitos internacionales de Netflix, a pesar de la escasa promoción cuando fue adquirida a finales de 2017 después de haber pasado sin pena ni gloria por Antena 3 Tv. El público internacional la convirtió en un fandom que revolucionó el concepto de series de acción y que también participó en cierta evolución en la forma de producir series en España. Se comprobó que una propuesta de género (o mezcla de géneros) realizada con una perspectiva comercial podía funcionar más allá de nuestras fronteras, y abrió el camino a un enfoque más general sin abandonar la idiosincrasia española. El mérito sin embargo también hay que atribuirlo a la decisión de Netflix de reeditar la serie, estructurándola en episodios de 45 minutos en vez de los 70 minutos originales, que es uno de los males endémicos de la producción en España. La necesidad de ocupar en las televisiones tradicionales un largo prime time nocturno provoca que la duración estándar de cada capítulo sea durante muchos años de más de una hora, pero la introducción de la dinámica de las plataformas y del consumo rápido está en contradicción con este formato. El éxito apareció no solamente por la serie propiamente dicha sino sobre todo por la forma de presentarla. 

La evolución de La casa de papel ha sido también importante, asumiendo su condición de fandom y adaptándose a las necesidades de su público, lo que ha provocado una cierta involución de sus personajes. El mismo Álex Pina, creador de la serie, afirmaba en el periódico argentino La Nación que habían tenido dificultades para encontrar un final que los fans acogieran con buena disposición: "Nosotros teníamos prediseñado un final, y de pronto nos dimos cuenta de que no funcionaba. Fue el momento más crítico de La casa de papel, estábamos rodando con tres unidades, y la maquinaria de producción era compleja. Justo en ese momento nos dimos cuenta y dijimos: 'Esto que hemos escrito es una mierda'. Nos enfrentábamos al enorme problema de defraudar a los cien millones de suscriptores que han visto la serie alrededor del planeta".

Así las cosas, la decisión para estas dos tandas de una quinta temporada (propiamente dicho, la serie está formada solo por tres temporadas divididas), puede ser controvertida pero nos parece acertada, teniendo en cuenta cómo ha evolucionado. La casa de papel ha pasado de ser una serie sobre grandes atracos, con cierta rebeldía antisistema (lo que ha llevado a que la famosa careta de Dalí se haya utilizado en numerosas manifestaciones a lo largo del planeta), a convertirse en una especie de caricatura de sí misma, en la que los protagonistas quedan algo difuminados para dejar a paso a unos antagonistas que son casi dibujos animados, histriónicos y psicóticos pero tremendamente divertidos. Tamayo (Fernando Cayo), Alicia Sierra (Najwa Nimri) o incluso Gandía (José Manuel Poga) son más disfrutables cuando aparecen que cualquiera de los miembros de la banda, porque asumen su condición de histriones, que ya definía al actor teatral de gestos exagerados en la época grecorromana. 

Álex Pina confiesa que sus personajes principales ya están exprimidos al máximo, por lo que los ensombrece en favor de un contexto prácticamente bélico, una especie de Fast & Furious (Rob Cohen, 2001) de interior, una Jungla de cristal (John McTiernan, 1988) descerebrada, que sin embargo funciona bien como colofón. ¿Qué mejor manera que concluir una serie de éxito que con fuegos artificiales? Se puede decir que la serie ha elegido el camino fácil, la guerra sin contemplaciones, eliminando cualquier rasgo de verosimilitud, que tampoco estaba demasiado presente en el resto de las temporadas. Se intenta dar cierto arco narrativo a personajes de reciente incorporación como Julia (Belén Cuesta) y se introducen otros nuevos como René (Miguel Ángel Silvestre) y Rafael (Patrick Criado), el heredero de Berlín (Pedro Alonso), lo que al menos introduce historias nuevas. Pero esta primera parte de la Temporada 5 de La casa de papel es más disfrutable para los seguidores de la serie, los que perdonan cualquier cosa con tal de seguir viendo a sus personajes favoritos.  

La casa de papel ha sido también el buque insignia de Vancouver Media, la productora creada por Álex Pina en 2016 y con la que realizó la producción de la serie. Con participación de Atresmedia en su accionariado, la productora está centrada principalmente en sus trabajos para Netflix, su principal cliente, con series como White lines (Netflix, 2020) o Sky rojo (Netflix, 2021), que han tenido menor repercusión internacional. Pero esta vinculación ha proporcionado a Vancouver Media una facturación de 46,1 millones de euros en 2020, frente a los 8,8 millones que obtuvo en 2017, aumentando sus ingresos un 424% en tres años. A pesar de los retrasos en algunos rodajes provocados por el confinamiento, la empresa no se ha visto demasiado afectada económicamente por el coronavirus.  

Aunque recibió críticas muy negativas, la serie Valeria (Netflix, 2020-) ha seguido cosechando un notable éxito, principalmente en España y en algunos países latinoamericanos. Es una adaptación de las cinco novelas escritas por Elisabet Benavent sobre cuatro amigas treintañeras que deambulan entre el éxito profesional y sus "dramas" personales, que se inició con En los zapatos de Valeria (2013, Ed. Suma) y continuó con Valeria en el espejo (2013, Ed. Suma), Valeria en blanco y negro (2013, Ed. Suma) y Valeria al desnudo (2019, Ed. Suma), todas publicadas con pocos meses de diferencia. Posteriormente la escritora retomó a los personajes a través de una especie de spin-off con forma de agenda, El diario de Lola (2015, Ed. Aguilar). De hecho, el episodio Reflejo (T2E8) adopta la estructura de una agenda, marcando los acontecimientos como si se trataran de las páginas de un diario. Se ha calificado a esta adaptación como una especie de Sexo en Nueva York (1998-2004) ambientada en Madrid, una incursión en el universo femenino que sin embargo sigue siendo dependiente de los hombres. El problema de la serie es que consigue justamente transmitir el efecto contrario al que parece pretender: quiere ser moderna pero se siente trasnochada, pretende ser erótica pero acaba siendo fría, intenta ser divertida pero sus personajes principales resultan apáticos y antipáticos. 

Valeria (Diana Gómez), Lola (Silma López), Carmen (Paula Malia) y Nerea (Teresa Riott) no consiguen trasladar esa complicidad que deberían tener sus personajes (reírse constantemente no es sinónimo de amistad), que viven situaciones inverosímiles en escenarios también inverosímiles. Se sacrifica la coherencia en favor de una puesta en escena colorista en el sentido chillón y hortera de la palabra, una especie de Madrid de diseño que resulta falso y publicitario (la serie retrata la ciudad a golpe de product placement). Es la historia de cuatro pijas que sin embargo se quieren retratar como mujeres comunes, que afrontan sus crisis emocionales (un retrato femenino convencional y tópico) como si fueran caprichos sentimentales. El problema de la primera temporada, desarrollada por María López Castaño, era que se alejaba notablemente del espíritu y los personajes de la saga literaria, y el hecho de que la escritora Elisabet Benavent se haya implicado de una forma más destacada en la segunda, ha propiciado que de alguna forma la serie regrese al camino marcado por los libros. La dificultad está en que los personajes ya tienen una trayectoria definida, y por mucho que se trate de reorganizarlos, no se puede evitar que acaben estancados como en el caso de Carmen, pero también en el de la propia protagonista. 

La segunda temporada desarrolla la carrera literaria de Valeria y su relación/no relación con Víctor (Maxi Iglesias) que, curiosamente en una serie protagonizada por mujeres, resulta ser el personaje con mayor entidad, quizás demasiado utilizado por las guionistas como comodín. Pero en cierta manera logra una identificación con el espectador más clara que la que consigue la propia protagonista, aún más teniendo en cuenta que en la segunda temporada casi es el único personaje masculino. Hay menos erotismo y más canciones que parecen sacadas de una playlist de ritmos latinos, pero esto no consigue que el resultado sea más dinámico. Producida por César Benítez para la veterana productora Plano a Plano, responsable de series como Servir y proteger (TVE, 2017-) o Toy Boy (ATRESplayer, 2019-), que tiene previsto el estreno de su segunda temporada este año, Netflix no se ha pronunciado todavía sobre una continuidad de Valeria, pero sí ha anunciado la adaptación de otra novela de Elisabet Benavent, Un cuento perfecto (2020, Ed. Suma), y el 29 de septiembre estrenará la película Fuimos canciones (Juana Macías, 2021), que adapta la bilogía formada por las novelas Fuimos canciones (2018, Ed. Suma) y Seremos recuerdos (2018, Ed. Suma). 

Como contrapunto encontramos #Luimelia (ATRESPlayer, 2020), que llega a su cuarta temporada en tan solo dos años; de hecho, la tercera ya la comentamos en las Series destacadas de enero y febrero. Pero ahora se ha dado un paso hacia un formato diferente, lo que perjudica a veces su frescura y su inmediatez, pero también permite desarrollar más los personajes. La serie creada por Borja González Santaolalla y Diana Rojas surgió como una propuesta de pocos episodios de diez minutos de duración, pero en esta ocasión adquiere una estructura más tradicional, compuesta por ocho episodios de 45 minutos. Se trata por tanto de una evolución que les ha llevado desde una especie de webserie producida para una plataforma importante, hasta reivindicarse como una dramedia que necesita espacio y tiempo para poder plantear temáticas más profundas. Y que de esta forma también consigue un sistema de producción menos apresurado que el que tenía hasta el momento (las temporadas 2 y 3 se rodaron al mismo tiempo, y la temporada 4 se preparó para rodarse en abril y estrenarse en julio). 

La cuestión es si realmente #Luimelia necesita evolucionar hacia una serie de más convencional en su formato, y ciertamente la historia de amor entre Luisita (Paula Usero) y Amelia (Carol Rovira) camina hacia una consolidación que de alguna forma sigue el camino de la propia serie. Desde el principio, en La teoría del caos (T4E1) la ruptura con lo que habíamos visto se plantea de forma clara, eliminando cierto carácter de experimentación y de juego con las formas de plantear las historias que les permitía un formato más libre narrativa y visualmente. Hay una divertida referencia a la ruptura de la cuarta pared que habíamos visto hasta ahora, en la que los personajes hablaban a cámara, dando paso a una propuesta más tendente a la tercera persona, aunque sin perder el juego de las referencias visuales y culturales. 

El cambio de formato de la serie también permite desarrollar las historias acercándose a un género que introduce dentro de la comedia un toque de drama, y ampliar el arco de personajes. Lo interesante de la propuesta es que las dos protagonistas son el eje central sobre el que se desarrollan casi todas las subtramas, aunque algunos personajes habituales como Nacho (Jonás Beramí) finalmente no se enriquecen demasiado con este cambio. Es más interesante la incorporación de personajes nuevos como la familia de Amelia, con su padre Tomás (Joaquín Climent), su madre Devi (Ana Labordeta) y su hermano Fran (Francesco Carril); la historia de desamor de Laia (Claudia Traisac); o la incorporación de José Antonio (Javier Botet, más acertado que en su imposible personaje de El vecino (Netflix, 2019-2021)), que protagoniza algunos de los momentos más divertidos de la temporada.  

#Luimelia 4 pierde algo de frescura en este traspaso al formato de una serie más convencional, pero gana en desarrollo de tramas que pueden tener un arco narrativo más amplio a lo largo de los episodios. Hay menos juego y más drama, lo cual es a la vez positivo y negativo, pero consigue mantener el interés gracias a unos guiones ingeniosos que siguen haciendo muy atractivas a las protagonistas y su historia de amor, sus conflictos como pareja y sus crisis económicas. La virtud de la serie es que, al contrario que en Valeria, los personajes se sienten reales, aunque visualmente se introduzcan elementos que distorsionan esta realidad, como las referencias al pasado en Asteroide Z (T4E6), o la mirada irónica a los resortes de la ficción en la actualidad que podemos ver en Multiverso (T4E8). Pero eso es lo que alimenta una producción que consigue llegar a la madurez con las ideas muy claras. 

La productora Bambú Producciones, que crearon en 2007 los guionistas Ramón Campos y Teresa Fernández-Valdés, tuvo algún fracaso notable al comienzo, pero pronto encontró el éxito con series como Gran reserva (TVE, 2010-2013), Gran Hotel (A3, 2011-2013) y, sobre todo, Velvet (A3, 2014-2016), e incluso fue la primera productora española en producir una serie para Netflix, Las chicas del cable (Netflix, 2017-2020). Por su parte, Jaguar (Netflix, 2021-) es la tercera serie que desarrollan para la plataforma norteamericana, y da un paso adelante en la creación de una historia de acción con tono de cómic protagonizada por un grupo de cazanazis en la España de los años sesenta. El trasfondo es interesante, y pocas veces tratado en el cine o la televisión, mostrando el apoyo que el régimen de Franco adoptó con militares refugiados nazis, a los que albergó directamente o sirvió de puente para que pudieran huir de Europa a países como Argentina. La protagonista, Isabel Riaza (Blanca Suárez) es una superviviente del campo de concentración de Mauthausen y persigue a los nazis Otto Bachmann (Stefan Weinert) y Aribert Heim (Jochen Horst), responsables de la muerte de su padre. En medio de su particular vendetta, se encuentra con un grupo de cazanazis liderado por Lucena (Iván Marcos) que tienen también experiencias personales con la represión alemana. 

Desde los títulos de crédito, la serie se presenta como si fuera una especie de cómic con estética pulp que parece seguir la línea temática de Hunters (Primer Video, 2020-), pero que también tiene ciertas similitudes con el tono de Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009). Sin embargo, este proyecto que su creador Ramón Campos califica como uno de los más personales de su carrera, no encuentra el equilibrio entre géneros, a veces tendente hacia un drama sobre los traumas de la guerra, y en otras ocasiones hacia una historia de acción con secuencias que pretenden ser espectaculares pero que acaban siendo ridículas. Jaguar es algo así como un despropósito en el que todo parece haberse unido para que profesionales que han conseguido buenos resultados en otras ocasiones acaben perdidos completamente. Es el caso de la caótica banda sonora compuesta por Federico Jusid, un compositor muy solvente, o la desganada dirección de Carlos Sedes, que realizó la excelente serie Fariña (Atresmedia, 2018). Sorprende también en una productora que se ha especializado en dramas de época como Velvet (A3, 2014-2016) o Las chicas del cable (Netflix, 2017-2020) el escaso acierto en la ambientación de los años sesenta, una mezcla de looks presentes y pasados que no contribuye a dar verosimilitud a la trama. 

A pesar de que la propia historia tiene como principal referente a un nazi real, Otto Skorzeny, alto cargo de las SS, que consiguió refugio en España. El documental El hombre más peligroso de Europa. Otto Skorzeny (Pedro de Echave, Pablo Azorín, 2020), que se puede ver también en Netflix, es un trabajo de investigación que, a partir de documentación desclasificada de la CIA y el FBI y del archivo privado de Otto Skorzeny, consigue desentrañar la vida secreta en España del teniente coronel de las Waffen durante 25 años, hasta que murió en 1975. De hecho, Aribert Heim, al que persigue la protagonista de la serie, es reconocido por una cicatriz en la cara muy parecida a la que tenía Otto Skorzeny. Perdida entre géneros, inverosímil en muchas de sus acciones, con un panel de actores en su peor momento, Jaguar es una de las propuestas más decepcionantes del año. 

Todo lo contrario que ocurre con Ana Tramel. El juego (TVE, 2021-), una de las sorpresas de estas últimas semanas, ya que se trata de un thriller de abogados muy solvente que el guionista Roberto Santiago adapta de su propia novela Ana (2017, Ed. Planeta), su debut en la literatura para adultos que escribió después de haber desarrollado una carrera como director con películas como El penalti más largo del mundo (Roberto Santiago, 2005), El club de los suicidas (Roberto Santiago, 2007) o Solo para dos (Roberto Santiago, 2014). El escritor, guionista y director se ha movido habitualmente en el terreno de la comedia más o menos fácil, pero en este caso se adentra directamente en una historia de investigación para la que sin embargo ha dejado el trabajo de dirección a dos cineastas destacados: Salvador García Ruiz, ganador de una Mención Especial en el Festival de San Sebastián por El otro barrio (Salvador García Ruiz, 2000), que se ha encargado de dirigir cinco episodios, y Gracia Querejeta, que ha dirigido solamente La traición (T1E4), el episodio-bisagra de la temporada. 

Aunque desde el enfoque visual, Ana Tramel. El juego circula por senderos más bien tradicionales, se apoya en un guión bien elaborado y sobre todo se beneficia de la solvencia de dos actrices que funcionan muy bien juntas, Maribel Verdú y Natalia Verbeke. Se trata de una serie que mejora con el paso de los episodios, y que es mucho menos tópica de lo que pudiera parecer en un principio. En este sentido, comentar la serie solo en base a sus dos primeros capítulos resta una visión más completa, porque la historia no depara excesivas sorpresas, pero va construyendo personajes que conforman un entorno viciado, desde una jueza que se deja llevar por sus sentimientos personales hasta la corrupción policial. Es una serie en la que todos los personajes, incluida la protagonista, cometen errores o directamente mienten, y esto le da un carácter de sobriedad formal, y en cierta manera de pesimismo hacia una sociedad construida sobre la manipulación. 

De hecho, hay algunas similitudes entre Ana Tramel y Billy McBride, el protagonista de Goliath (Prime Video, 2016-2021), en el sentido de construir una trama que define al culpable desde el principio, que enfrenta a un David contra un Goliat, que está protagonizada por un personaje que a veces puede boicotearse a sí mismo. Uno de los elementos más interesantes son los temas sobre los que se desarrolla la historia, principalmente centrada en las consecuencias de la adicción al juego y una cierta permisividad por parte de las autoridades respecto a los grandes consorcios de empresas que gestionan los casinos y las apuestas. Esta crítica directa estaba claramente expresada en la novela y basada en un trabajo de investigación durante varios años en los que Roberto Santiago ha participado en juegos clandestinos e ilegales que existen sin apenas secretismo. Y esta necesidad de transmitir el control tan tenue que ejercen las administraciones sobre el juego se muestra incluso de una forma que a veces resulta demasiado informativa, pero que ofrece un trasfondo social necesario. Por ejemplo, la existencia real de los préstamos de dinero por parte de los Casinos a jugadores, aunque teóricamente están prohibidos. 

En un contexto de producción propia tambaleante por parte de TVE, sumida en un auténtico caos administrativo, Ana Tramel. El juego consigue elevar el nivel de las últimas producciones de la cadena pública, aunque sea construyendo un thriller de tono clásico y sin demasiados riesgos formales. Producida por Tornasol, la productora de Gerardo Herrero, con la participación de la cadena pública alemana ZDF, la serie se ha estrenado utilizando la misma fórmula que le está funcionando bien a televisiones públicas europeas comola británica BBC o la noruega NRK. Por un lado, una emisión semanal tradicional en la televisión lineal, que ha alcanzado un share del 9% de media en los dos primeros episodios, pero al mismo tiempo con la disponibilidad de la serie completa en la plataforma digital, a través de RTVE Play, lo que permite a los espectadores que prefieran visionar los seis episodios poder hacerlo. BBC, por ejemplo, practica esta forma de emisión con algunas series, estrenándose completas en BBC iPlayer y con una emisión semanal en lineal. 

Este mes RTVE Play ha presentado su primera producción propia, la serie documental Edelweiss (Eulogio Romero, 2021) que, a lo largo de cuatro episodios de 35 minutos, hace un recorrido por la trayectoria de Eduardo González Arena, promotor y líder de un grupo de montaña formado por niños y adolescentes que finalmente se descubrió que eran objeto de abusos sexuales, e incluso más tarde se habló de la implicación del grupo en una red de pederastia y de venta de niños a países latinoamericanos. El tema es interesante y para muchos no demasiado conocido, aunque protagonizó las portadas de los periódicos y los titulares de los telediarios en los años ochenta en España. Esta secta operó entre 1971 y 1984, captando a niños de entre 10 y 13 años, y también desarrollaba entrenamientos relacionados con actividades paramilitares. En cierta manera, el funcionamiento de Edelweiss se parece mucho al de Colonia Dignidad, otra secta liderada por el alemán Paul Schäfer y afincada en Chile a la que también se acusó de promover los abusos sexuales y la pederastia, y desarrolló asimismo actividades paramilitares, colaborando con el régimen de Augusto Pinochet. La historia de esta secta se cuenta en la serie documental Colonia Dignidad. Una secta alemana en Chile (Matthias Ebert, 2020), que se ha estrenado recientemente en Netflix. 

Edelweiss está producida por 100 Balas, productora perteneciente a The Mediapro Studio, que fundaron en 2012 Enrique Arias "Flipy", conocido por su participación en El Hormiguero (Atresmedia, 2006-), Rafa Parbus y David Troncoso, y responsable de series de ficción como Chiringuito de Pepe (Tele5, 2014-2016), Venga Juan (TNT, 2019-) o Caminantes (Orange TV, 2020-). El principal problema de la propuesta de Eulogio Romero es que parece una serie documental más enfocada a la línea editorial de Netflix que de TVE, un true crime desmesurado, lleno de efectos de sonido que subrayan la acción, recreaciones de ficción sobre los hechos que pretenden ser estéticamente cuidadas pero acaban siendo ridículas y una tendencia al amarillismo y el sensacionalismo que se podrían esperar en otro tipo de formatos. No se profundiza demasiado en la historia ni en el personaje (se habla de conexiones de Eduardo González Arena con altos cargos políticos y militares, pero no se investiga demasiado sobre eso) y se presentan líneas argumentales que podrían ser interesantes, como la red de pederastia internacional, pero que se quedan en simples menciones. Para ser la primera producción propia de RTVE Play intenta buscar más el sensacionalismo que la información, y no parece que esa sea la línea que se espera en una televisión pública. 


La casa de papel, Valeria y Jaguar se pueden ver en Netflix.
Sexo en Nueva York se puede ver en HBO España. 
#Luimelia se puede ver en ATRESPlayer.
Ana Tramel. El juego y Edelweiss se pueden ver en RTVE Play.


13 septiembre, 2021

11-S: El pasado reflejado en el presente

Los últimos acontecimientos relacionados con Afganistán y con la política norteamericana han puesto de manifiesto que la sombra de las torres gemelas sigue formando parte de la geopolítica actual. Spike Lee realiza en su notable serie documental NYC Epicenters 9/11→20211/2 (HBO, 2021) un interesante ejercicio en el que coloca en paralelo la ciudad de Nueva York como eje central en Norteamérica del más relevante ataque terrorista de nuestro siglo y de la mayor pandemia de las últimas décadas. Nuestra atención está puesta precisamente en aquellas producciones que se han estrenado recientemente y que proponen un enfoque diferente a los acontecimientos de los que hace unos días se cumplió el vigésimo aniversario. Un recorrido que funciona como complemento a la crónica América post 11-S que dedicamos a la presencia de producciones sobre el 11 de septiembre en la programación del Sheffield Doc/Fest.  

Este enfoque conecta 2021 como un reflejo del 2001, especialmente debido a la retirada de las fuerzas internacionales de Afganistán y la entrega a los talibanes de un país que fue una de las primeras consecuencias de los atentados del 11-S. En la serie documental Momentos decisivos: El 11-S y la guerra contra el terrorismo (Netflix, 2021), se hace un repaso a lo largo de sus cinco episodios a los movimientos geopolíticos del gobierno estadounidense, que desembocaron en la ocupación de Afganistán, supuesto refugio de Osama Bin Laden, y posteriormente en la guerra de Irak, justificada sobre la mentira de las armas de destrucción masiva, además de en un sistema de vigilancia masiva desplegado no solo en Norteamérica sino a lo largo del mundo. El director Brian Knappenberger ha realizado algunas series documentales para Netflix, entre ellas Nobody speak. Trials of the free press (2017), sobre el juicio de Hulk Hogan contra un grupo de comunicación, y Los juicios de Gabriel Fernández (2020), en torno la investigación del asesinato de un niño. Pero su trabajo más destacado es el documental La historia de Aaron Swartz. El chico de internet (Brian Knappenberger, 2014), que recibió el premio de la Juventud en Sheffield Doc/Fest, centrado en la figura de un joven prodigio de la programación informática que se vio envuelto en una investigación federal.


El director utiliza una estructura no cronológica que parte de los ataques de 2001, para retroceder hacia los acontecimientos que condujeron a la formación de Al Qaeda, planteando seguidamente el tema central de la serie, sobre las consecuencias provocadas por la intervención de este grupo terrorista en suelo norteamericano, que se desarrolla principalmente a partir del segundo episodio. El acercamiento a las víctimas está presente como punto de partida de cada capítulo, para establecer a partir de ahí la reflexión sobre las decisiones tomadas por el gobierno de George W. Bush sobre vigilancia e intervención extranjera. Hay un intento de mantener una posición objetiva, aunque está clara una tendencia hacia destacar las manipulaciones cometidas por el equipo que rodeaba al presidente Bush, con Donald Rumsfeld y Dick Cheney como líderes de una política de venganza, represión y, de camino, derrocamiento de gobiernos incómodos como el de Sadam Hussein en Irak. Pero tampoco se evitan en los últimos episodios las referencias al programa de drones que Barack Obama amplió en países como Afganistán y Pakistán, que provocó más muertes civiles que los anteriores años de ocupación. 

Con un formato tradicional de entrevistas mezcladas con imágenes de archivo, Momentos decisivos: El 11-S y la guerra contra el terrorismo quizás no termina de ser un análisis profundo en cuanto que no llega a plantear cuestiones diferentes a las que se han visto en muchos otros documentales. Pero la participación de algunos colaboradores y responsables de la administración Bush (aunque no están los principales) permiten la incorporación de un discurso, que seguramente trata de justificar el desastre más que de explicarlo, aportando una visión menos sesgada. La serie se ve perjudicada por los últimos acontecimientos en torno a la salida de las tropas norteamericanas y el regreso, o la entrega del país a los talibanes, porque la dejan incompleta, abierta en un sentido imperfecto de la palabra. Y aunque en el último episodio se introducen algunos de estos acontecimientos, se siente demasiado comprimido, como queriendo preservar la conexión con la actualidad, pero de una forma menos analítica, más precipitada. 

En este sentido, la producción de BBC Films y Apple Studios 9/11: Into the President's War Room (Apple tv+, 2021) sí consigue reunir a los principales protagonistas del gobierno, que relatan los hechos desde la perspectiva de la experiencia en primera persona. Las entrevistas a George W. Bush, Dicke Cheney, Condoleezza Rice y, más brevemente, Colin Powell (que no se encontraba en Estados Unidos durante los ataques) aportan esa visión interna de los acontecimientos que ciertamente es interesante, aunque la credibilidad de sus protagonistas pueda ponerse en tela de juicio. El documental, titulado en España 11-S: así se vivió en la Casa Blanca, que se estrenó el 1 de septiembre, está dirigido por Adam Wishart y narrado por Jeff Daniels, una elección inteligente que elimina el posible perfil ideológico de la película que pudiera estar marcado por sus protagonistas, reforzando el relato estrictamente personal. De hecho, la historia se circunscribe al propio 11 de septiembre y a los días posteriores, sin entrar en las decisiones políticas que se tomaron con posterioridad. Jeff Daniels fue el protagonista de la interesante miniserie The Looming Tower (Prime Video, 2018), en la que se manifestaban los conflictos entre la CIA y el FBI como una de las posibles razones por las que falló la prevención de los atentados. 


El relato muestra los entresijos de la tragedia desde el punto de vista de los miembros del gobierno que se enfrentaron, en un día que se preveía como tranquilo y en el que la primera visita oficial en la agenda del presidente era a una escuela, al mayor acto terrorista que se cometió en suelo norteamericano. Por supuesto, la narrativa de todos los responsables de la posterior "guerra contra el terrorismo" insiste en calificar los atentados como un acto bélico, de forma que se justifican sus posteriores decisiones de ocupación de Afganistán e Irak. Dick Cheney insiste que el 11-S provocó más muertes que la ofensiva militar de Japón a Pearl Harbor en 1941, pero resulta significativo contrastar esta afirmación con la que luego veremos en la serie NYC Epicenters 9/11→20211/2 (HBO, 2021), en la que Spike Lee deja claro que las 600.000 víctimas provocadas por la deficiente gestión de la pandemia del Covid-19 es mayor que el número de estadounidenses muertos en todas las guerras en las que ha participado Norteamérica desde las dos guerras mundiales, sumadas a los fallecidos en el atentado del 11-S. Las comparaciones ciertamente sirven para establecer una línea ideológica. 

Al margen de la línea de pensamiento marcada por los responsables de las mayores atrocidades que el ejército ha protagonizado en el exterior, el documental consigue centrarse adecuadamente en los hechos, incluso evitando la presentación de muchas de las imágenes en torno a los atentados, lo que contribuye a situar al espectador en esa posición de información incompleta y confusa que se vivió en el momento de los hechos. Se hace hincapié en que el Air-Force One perdía la señal de televisión constantemente, de forma que quienes debían gestionar una situación caótica ni siquiera tenían un acceso privilegiado a los acontecimientos. Y a la proliferación de rumores que llevaron incluso a pensar que el propio Air-Force One podría ser uno de los objetivos de los terroristas. Sin duda, se trata de una visión diferente de los atentados del 11 de septiembre, que se sostiene en un relato personal de la tragedia desde la visión del poder arrebatado momentáneamente a quienes debían ejercer ese mismo poder. 

9/11: One day in America (National Geographic, 2021) es una serie de tres episodios producida por National Geographic en colaboración con el 9/11 Memorial & Museum, lo que le permite acceder a grabaciones que ha ido recopilando esta institución, con imágenes inéditas de los acontecimientos que permite realizar una narrativa clara de lo que ocurrió casi minuto a minuto. Parte del metraje del primer episodio forma parte de una grabación que también aparece en la serie de Spike Lee, que pudieron realizar dos documentalistas franceses que se encontraban el 11 de septiembre grabando un reportaje sobre el trabajo del cuerpo de bomberos de Nueva York. Presentada en el Sheffield Doc/Fest y en la programación del Tribeca Film Festival, esta producción ofrece una experiencia aterradora contada desde el punto de vista de quienes vivieron la tragedia. 


Estrenada en España con el título 11-S: testigos de la tragedia, la serie está producida por T.J. Martin y Daniel Lindsay, ganadores del Oscar por Undefeated (2011), y directores de LA 92 (2017) y más recientemente Tina (2021), y cuenta con la ventaja que le proporciona disponer de horas y horas de grabaciones, muchas de ellas inéditas, que se mezclan con testimonios de algunos de los protagonistas de esas imágenes, como un oficial de bomberos que se convierte en el hilo conductor del episodio, ya que existe numeroso material grabado de su trabajo de coordinación de los equipos. No es un documental fácil de ver, porque la plasmación de los acontecimientos desde el interior provoca un gran efecto emocional, a veces con escenas que resultan terroríficas, como cuando los equipos de bomberos que se encuentran en el vestíbulo de una de las torres gemelas comienzan a escuchar golpes atronadores, que provienen de los cuerpos que están cayendo desde las plantas superiores del edificio. 

La estructura de la narración sigue, minuto a minuto, el desarrollo de los acontecimientos, e incluye también grabaciones en audio desde el interior de los aviones que fueron secuestrados, y que sirven como enlace entre diferentes espacios de tiempo. Posiblemente 11-S: Testigos de la tragedia podrá tener críticas en relación con una cierta recreación en el drama, pero después de veinte años el acceso a estas imágenes, que tienen un efecto igualmente devastador, puede servir para entender mejor la verdadera naturaleza de la zona de guerra en la que se convirtió Nueva York durante aquel 11 de septiembre de 2001. 

Aunque se trata de una producción de Netflix, estrenada en la plataforma directamente en Estados Unidos y Latinoamérica, la película Worth (Sara Colangelo, 2020) ha llegado antes a las salas de cine en España. Aunque de entrada un guión escrito por Max Borenstein, guionista de transposiciones occidentales de películas kaiju como Godzilla (Gareth Edwards, 2014), Kong: La isla Calavera (Jordan Vogt-Roberts, 2017) o Godzilla vs. Kong (Adam Wingard, 2021) no despierta demasiada confianza, lo cierto es que la historia está bien contada y se centra en un aspecto distinto en torno a las consecuencias del 11-S. Basada en hechos reales, pone el foco en el trabajo del abogado Kenneth Feinberg (Michael Keaton) para tratar de equilibrar el reconocimiento económico a las familias de las víctimas de los atentados, a través de la gestión del September 11th Victim Compensation Fund (VCF), una organización encargada de presupuestar las cantidades que debían ser entregadas a estas familias, pero sobre todo una forma de evitar demandas millonarias a las compañías aéreas y el gobierno que podrían haber desembocado en una grave crisis. De hecho, el VCF tenía un límite de gasto de 7,5 millones de dólares para compensar a todas las víctimas, aproximadamente la misma cantidad que el abogado Michael Witti calculó que podrían haberse pagado por cada una de ellas. 


La película plantea por tanto una cuestión compleja en torno al valor que las aseguradoras disponen para la vida de las personas, basado principalmente en sus ingresos y sus ahorros. Pero, aunque se introducen numerosos testimonios que suponemos que están basados en experiencias reales, la impresión es que se deja en segundo plano a las víctimas para centrarse principalmente en el proceso de concienciación del protagonista, Ken Feinberg, al que Michael Keaton da vida con una mezcla de honestidad e imparcialidad que sin embargo convierte a las personas que sufrieron la pérdida de sus seres queridos en cifras dentro de una tabla numérica. Worth por tanto no consigue responder adecuadamente a la pregunta que plantea, porque su punto de vista está demasiado enfocado en el protagonista, e incluso la figura de Charles Wolf (Stanley Tucci), el marido de una mujer fallecida en las torres gemelas, que se dedicó a luchar por una compensación más justa para las víctimas, queda algo ensombrecido. 

Pero el principal interés de Worth está en el trabajo de la directora Sara Colangelo, que logra equilibrar la película utilizando como ejes principales los breves pero significativos encuentros entre Charles Wolf y Kenneth Feinberg. Especialmente los dos que están marcados por la presencia musical de la ópera: en la oficina y en el acto de homenaje a las víctimas. En ellos se establecen las bases de la ética que propone la película, que afecta directamente a la consideración humana pero que también puede ser discutible en cuanto que propone una mirada presentista hacia los hechos del pasado. En la oficina, los dos personajes están enfrentados de forma educada, pero con posturas radicalmente opuestas. La escena se establece en plano/contraplano que subraya este enfrentamiento, pero también marca un desequilibrio, una especie de David contra Goliat (los amplios ventanales, con el Capitolio al fondo, que enmarcan la presencia de Feinberg frente al escaso aire que vemos tras la figura de Wolf). 


En el siguiente encuentro, en el que también se establece la ópera como un tema de conversación que de alguna manera conecta a los personajes, las posturas están más cercanas, y además se produce en un terreno neutral, en el que las diferencias de poder ya no están presentes, e incluso cuando comparten pantalla, su relación se equilibra y se unifica. Responsable también de la muy interesante
La profesora de parvulario (Sara Colangelo, 2018), la directora encuentra cierta armonía entre la emoción de los relatos de las víctimas y el complejo proceso de investigación y las presiones a las que se ven sometidos los responsables del VCF. Pero tenemos la sensación de que la película plantea una ética falsa, una especie de pretensión de arreglar el pasado desde la mirada del presente, o al menos de colocar el pasado en una encrucijada que nos permita mirarlo con la impostura de la realidad actual. Y eso entorpece el relato de los hechos. 

Después de la operística serie documental sobre Nueva Orleans When the levees broke: A Requiem in four acts (HBO, 2006-2007), Spike Lee realiza una nueva obra maestra con NYC Epicenters 9/11→20211/2 (HBO, 2021), uno de esos monumentales documentos que retrata en este caso la ciudad de Nueva York como centro neurálgico de dos de las grandes tragedias del siglo XXI: el 11-S y el Covid-19. La serie está dividida en cuatro episodios de casi dos horas de duración cada uno que a su vez se dividen en dos capítulos, y a través de ella el director despliega su amor por la ciudad en la que vive desde niño, con especial presencia de Brooklyn, su barrio. Se trata de un acercamiento personal, que no rehúsa ser controvertido en algunos aspectos, y que casi se podría calificar como un ensayo más que como un documental. Es Spike Lee en estado puro, incluso con su propia presencia como entrevistado y como director, al que escuchamos fuera de plano remarcando las preguntas o bromeando con sus invitados. En los créditos, no obstante, Spike Lee no los llama entrevistados sino testigos. Se trata de una serie que aborda los atentados de 2001, pero a los que no les dedica la atención primordial hasta el tercer episodio. 


Porque el director está más interesado en establecer una línea de conexión entre el drama de los ataques y la tragedia del coronavirus, culpando en buena medida a la gestión política de las consecuencias de estas dos catástrofes. Por extensión, la mirada de Spike Lee se detiene en una Norteamérica hundida en una profunda crisis racial, dedicando capítulos a los conflictos provocados por el abuso policial, las manifestaciones de Black Lives Matter y, en contraposición, el asalto al Capitolio. Más de doscientos entrevistados pasan por el objetivo de esta serie documental, humanizando a rostros conocidos como el presentador Jon Stewart, que luchó para que los bomberos que fueron contaminados en la zona cero de los atentados pudieran obtener las compensaciones justas; el actor Steve Buscemi, que participó en la búsqueda de víctimas entre los restos de las torres gemelas; o los también actores Jeffrey Wright y Rosie Pérez, que iniciaron una campaña de envío de alimentos durante la pandemia del Covid-19. Muchos de los participantes son colaboradores de Spike Lee en sus películas, como el editor Barry Alexander Brown, que también es el encargado del montaje de esta serie.

A pesar de acercarse a temas tan dispares, Nueva York, epicentro del 11-S y de una pandemia (HBO España, 2021) tiene una estructura bien definida, y Spike Lee maneja con maestría el ritmo adecuado para que esta constante presencia de "cabezas parlantes" no resulte aburrida. Hay una mezcla de humor, emoción y reflexión que está gestionada con una gran eficacia, y que le permite ir de un tema a otro sin que se sienta caótico o aleatorio. De hecho, los dos primeros episodios están más centrados en la pandemia, pero después muchos de los entrevistados en relación con el Covid-19 también cuentan sus experiencias durante los ataques del 11-S. El episodio tres resulta especialmente doloroso, porque se convierte en el relato personal de estos entrevistados que ya conocemos. Una profunda cinefilia recorre este documental, con escenas de películas, algunas de ellas del propio Spike Lee, pero otras como reflejo de la ciudad. El episodio tres, en el que se nos mostrará la tragedia, comienza sin embargo con el optimista número musical "New York, New York" de la película Un día en Nueva York (Stanley Donen, Gene Kelly, 1949). 


Spike Lee deja claro que para él las víctimas no son solos los 2.996 fallecidos en los ataques del 11-S, sino también los musulmanes que murieron en ataques islamófobos durante los días posteriores a los atentados, y los rescatadores y bomberos que se contaminaron de asbesto y mercurio en la zona cero mientras las autoridades afirmaban que no había contaminación. Esta deficiente gestión política se convierte en el centro de la mirada del director, tanto en la fraudulenta guerra contra el terrorismo posterior al 11-S como en la pandemia del coronavirus. Desde su punto de vista liberal, el director se centra en la figura del ex-presidente Donald Trump y del ex-gobernador de Nueva York Andrew Cuomo, que incluso llegó a publicar el controvertido libro "Crisis Americana: Lecciones de liderazgo durante la pandemia del Covid-19" (2020, Ed. Crown), a pesar de ser responsable de muchas de las decisiones que acabaron provocando miles de muertes. 

Como decíamos antes, más de 600.000 estadounidenses han fallecido víctimas del Covid-19, más de la suma de todas las muertes que se han producido en conflictos armados desde la I Guerra Mundial hasta la actualidad. Solo en Nueva York, la cifra de muertos es de 54.230, más de 30.000 solo en la ciudad, diez veces más que los fallecidos en los atentados del 11-S. Como conclusión de su monumental serie, Spike Lee introduce la escena final de La ley del silencio (Elia Kazan, 1954), con la excelente música de Leonard Bernstein, que muestra la tenacidad que provoca mantenerse en pie a pesar de las dificultades. Una coda heroica que sustituye a un montaje previo del episodio cuatro en el que se introducían algunas de las teorías conspiranoicas en torno al 11 de septiembre, que finalmente fueron eliminadas. Philippe Petit, el funambulista que cruzó las dos azoteas del World Trade Center en 1974, y cuya historia fue contada en el documental The walk (Robert Zemeckis, 2015), comenta que cuando el arquitecto francés Le Corbusier visitó por primera vez Nueva York, sus primeras palabras fueron: "¡Qué hermoso desastre!". 



Momentos decisivos: El 11-s y la guerra contra el terrorismo se puede ver en Netflix. 
11-S: así se vivió en la Casa Blanca se puede ver en Apple tv+.
11-S: Testigos de la tragedia se puede ver en National Geographic España.
Nueva York, epicentro del 11-S y de una pandemia se puede ver en HBO España.
The looming tower se puede ver en Prime Video. 

Worth se estrenó en salas el 10 de septiembre. 

Nobody Speak: Trials of the free press, Los Juicios de Gabriel Fernández y The walk se pueden ver en Netflix. 
Kong: La isla Calavera, Godzilla vs. Kong y Tina se pueden ver en Movistar+.
La profesora de parvulario y La ley del silencio se pueden ver en Filmin. 
When the levees broke: A Requiem in four acts se puede ver en HBO España.
Un día en Nueva York se puede ver en Apple tv+.
LA 92 se puede ver en Disney+.



03 septiembre, 2021

Las series (y algún documental) más destacados de 2021: Julio-Agosto

A pesar de la menor cantidad de estrenos durante la segunda mitad de julio y el mes de agosto, la producción estrenada en plataformas ha dado espacio a series realmente interesantes, desde el final de algunas series de culto hasta el inicio de algunas que ocuparán un lugar importante en las listas de lo mejor de 2021. Como hacemos habitualmente, os ofrecemos a continuación un repaso a las series que más nos han gustado de finales de julio y el mes de agosto, la mayor parte de ellas estrenadas en España pero también algunas internacionales como recomendación en el caso de que finalmente lleguen a nuestras pantallas. 

Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.

Mr. Inbetween (Temp. 3 y última)
 ****
HBO España, 26 de mayo-13 de julio
Creada por Scott Ryan
Dirigida por Nash Edgerton

Scott Ryan solo ha interpretado a un personaje en su vida: el buen padre de familia y asesino a sueldo Ray Shoesmith. En la década de los noventa, mientras estaba estudiando, Scott Ryan leyó varios libros sobre asesinos a sueldo que le sirvieron para rodar con 3.000 dólares y una cámara mini-DV un mockumentary en el que nació el personaje de Ray, al que interpretaba él mismo junto a otros actores no profesionales. Poco después pudo realizar mejoras en la película gracias a una inversión de 450.000 dólares para la postproducción, que finalmente se estrenó como The magician (Scott Ryan, 2005). A pesar de su éxito, no consiguió poner en marcha una serie para la televisión australiana y otros proyectos tampoco llegaron a buen puerto, lo que le obligó a tirar la toalla y acabar trabajando como repartidor de pizza y como taxista. De hecho, hay un guiño a esta parte de su vida en el episodio I'm not leaving (T3E9). Hasta que Nash Edgerton, hermano del actor Joel Edgerton, le llamó para decirle que había conseguido que el canal FX de Estados Unidos se interesara en poner en marcha la serie. Así nació la obra de culto Mr. Inbetween (2018-2021), a la que el propio Scott Ryan ha decidido concluir con la tercera temporada. 

La serie ha sido desde el principio una producción one-hand, con todos los episodios escritos en solitario por Scott Ryan y él mismo interpretando al ex-soldado metido a asesino a sueldo. Ray es uno de esos personajes que acaban ganándose al espectador, al que no le falta sentido del humor, cierto machismo, una moralidad discutible y una faceta violenta que está presente desde el primer momento. Pero se puede decir que Ray sabe diferenciar su trabajo de su vida privada: puede ser un torturador pero con su hija es un padre preocupado por protegerla de ese otro lado de la sociedad que él sabe que es oscuro y peligroso. Esta ambivalencia es uno de los elementos más interesantes de la historia, que está teñida de un humor negro que también se ha convertido en su principal seña de identidad. En cierto modo parece influida por esas conversaciones banales que tenían los protagonistas de Reservoir dogs (Quentin Tarantino, 1992), y de hecho el personaje fue desarrollado en los noventa. Son momentos de humor en los que hay referencias cinéfilas y culturales que muestran un punto de vista irónico, descreído en torno a una sociedad absurda. 

La segunda temporada de la serie planteaba en el personaje serias dificultades para conseguir esa separación entre el sórdido mundo en el que se mueve Ray por las noches y el ambiente amable de su hogar, en el que mantiene una buena relación con su ex-esposa, y tenía un tono melancólico, especialmente con su familia. Esta última sin embargo resume algunos de los aspectos más notables de la serie, se vuelve más violenta en algunos momentos y en cierta manera Ray intuye que la llegada a la adolescencia de su hija Brittany (Chika Yasumura) provocará la imposibilidad de seguir protegiéndola. Aunque la relación con su hija siempre ha sido importante, esta última temporada consigue reforzar la figura paterna de Ray, que se ve amenazada por el distanciamiento habitual que provoca la adolescencia, pero que en el caso de Ray, el protector, quien conoce los peligros a los que se puede enfrentar Brittany, acaba creando una sensación de impotencia, que también desemboca en situaciones divertidas. En Before I went to war (T3E5), Ray y Gary (Justin Rosniak) vigilan a Brittany mientras está con unos amigos en la playa, pero ella les descubre rápidamente. Menos redonda que las dos primeras temporadas, en esta encontramos algunos momentos espléndidos, especialmente relacionados con el sórdido Rafael (Jeremy Sims), que es el personaje de la trama horizontal, y sobre todo un final magistral que contiene esa ironía característica de Scott Ryan, ahora embarcado en el guión de una película. 

Obama: In pursuit of a more perfect union
 ****
HBO España, 4 de agosto
Dirigida por Peter Kunhardt

Coincidiendo con el 60 cumpleaños de Barack Obama, el pasado 4 de agosto, se estrenó este documental en tres partes de aproximadamente una hora y media cada una de ellas en torno a la trayectoria política y el legado del 44 presidente de los Estados Unidos. Su título original, En busca de una unión más perfecta, es mucho más explícito y claro que el simplista subtítulo español, Obama: por una América mejor. Porque el enfoque del documental no es tanto la descripción pormenorizada del ascenso en la política del ex-presidente, sino su discurso idealista sobre una América más unida, su objetivo principal de conseguir aunar los sentimientos patrióticos sin interferencias raciales, lo que provocó una decepción en la comunidad afroamericana. Sin evitarlo, Obama parece haber tenido siempre una posición reacia a establecer su raza como el principal impulsor de sus políticas, y esa postura se ha visto reflejada en un equilibrio que a veces le ha supuesto críticas por ser demasiado moderado. El documental camina a favor de corriente, dedicándose solo a las entrevistas con colaboradores y amigos, pero analiza con acierto la figura de un presidente que muchos consideraban el sucesor de Martin Luther King, pero que posiblemente llegó a la presidencia por utilizar un lenguaje que no estaba solo dirigido a la comunidad afroamericana, sino que mostraba una mirada mucho más amplia.  

El director Peter Kunhardt, ganador de dos Premios Emmy, está especializado en retratos políticos como King in the wilderness (La lucha pacífica de Martin Luther King) (HBO, 2018) o John McCain: Por quién doblan las campanas (HBO, 2018), político republicano que fue el contrincante de Barack Obama en su primera campaña presidencial. En cierta manera, teniendo en cuenta los anteriores documentales de Peter Kunhardt, la evolución hacia el tema de su último proyecto parece lógica. La estructura de la serie es sencilla pero tremendamente efectiva, dedicando la primera parte a la juventud activista y los primeros pasos en la política de Obama, la segunda parte a la campaña presidencial que le llevó a ser elegido presidente en 2008 y la tercera parte, de casi dos horas de duración, centrada en sus dos mandatos presidenciales, principalmente el primero, con la introducción del Obamacare y la desmesurada oposición de los republicanos, que no parecían dispuestos a conceder al presidente la más mínima ocasión de destacar con políticas sociales. 

Como decíamos, la serie camina a favor de corriente. De hecho, está producida por Jelani Cobb, periodista de The New Yorker, que también aparece como entrevistado junto a David Remnick, editor del periódico The New Yorker. Pero no se evitan algunas voces críticas, entre las que destaca la del filósofo y profesor Cornel West, que se muestra decepcionado por el papel que ha representado Barack Obama en relación a la comunidad negra norteamericana. Pero la mirada de Peter Kunhardt es incisiva en esta cuestión de la raza, el tema principal del documental, efectiva en la descripción de algunos de los errores cometidos por la administración Obama en este sentido, como cuando apareció un video manipulado de una empleada del Departamento de Agricultura, Shirley Sherrod, en la que parecía que daba un discurso racista en contra de los agricultores de raza blanca, y fue despedida sin escuchar sus explicaciones. El descubrimiento de la manipulación del video condujo a unas disculpas públicas del presidente, pero su contundente respuesta al principio indicaba una forma de evitar a toda costa una implicación mayor. El último episodio de esta notable serie documental propone una reflexión sobre el legado de unión que promovía Barack Obama, puesto en duda debido al acceso a la presidencia de Donald Trump, cuyo discurso era de desunión. Sin embargo, el periodista Ta-Nehisi Coates plantea esa ruptura en la sociedad norteamericana que lograron los dos mandatos de Obama: "Hay niños blancos que al primer presidente que recordarán es un presidente negro. Eso ya es importante". 

Cruel summer
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Prime Video, 6 de agosto
Creada por Bert V. Royal
Dirigida por Max Winkler, Bill Purple, Kellie Cyrus, Laura Nisbet, Daniel Willis, Alexis Ostrander

Este mes de agosto hemos visto algunas muestras de thrillers efectivos, pero no especialmente destacables. La producción israelí Hit & run (Netflix, 2021-) tiene un buen comienzo pero se diluye en su desarrollo, la versión francesa de la novela de Harlan Coben Por siempre jamás (Netflix, 2021), dirigida por el español Juan Carlos Medina, aunque está mucho mejor expuesta y resuelta que El inocente (Netflix, 2021), se estanca en el juego de flashbacks y en una historia demasiado inverosímil, y la más reciente Clickbait (Netflix, 2021-) no puede evitar la redundancia en un manejo del thriller algo burdo. Entre todas las propuestas, podemos destacar esta serie creada por Bert V. Royal, que abandonó la producción después del rodaje del episodio piloto por los continuos enfrentamientos con la productora Freeform (la antigua ABC Family). La serie quedó entonces en manos de la nueva showrunner Tia Napolitano y la productora ejecutiva Jessica Biel, protagonista y productora de The sinner (Netflix, 2017-). 

Cruel summer se estrenó en abril en Hulu, pero no ha sido hasta su estreno internacional en Prime Video que ha conseguido el reconocimiento como un thriller adolescente que se separa de otras producciones similares con un planteamiento mucho más inteligente y unas interpretaciones realmente destacables. Como suele ocurrir en los thrillers actuales, hay una búsqueda de la narración no cronológica que aporte cierta novedad a la estructura de la serie, pero en este caso es interesante la forma de contar la historia en tres momentos diferentes de los acontecimientos, que se desarrollan en los veranos de 1993, 1994 y 1995, y que tienen como principales protagonistas a dos jóvenes enfrentadas, la pudiente Kate Wallis (Olivia Holt) y la chica nerd Jeanette (Chiara Aurelia), en medio de una trama de secuestro y misterios. 

Lo interesante de la propuesta, al margen de los artificios de esta narración que se superpone, es la reflexión constante en torno al concepto de víctima y culpable, y la exposición del culto a la imagen y la popularidad a través de las redes sociales. Es cierto que no son temas novedosos en las historias protagonizadas por adolescentes, pero al contrario que en la mayoría de ellas, el guión no busca la redención de sus personajes, sino que los revela en sus defectos y virtudes como seres humanos que se sienten presionados por una sociedad elitista e injustamente competitiva. En este sentido, el trabajo de Olivia Holt y Chiara Aurelia, que tienen que representar las contradicciones de sus personajes en tres momentos diferentes de su maduración como personas, es ciertamente notable. No se puede negar que la búsqueda de algunos giros acaba siendo a veces inverosímil y absurda, como el tema de Annabelle, que a veces parece un instrumento para ralentizar el desarrollo de la trama principal en vez de un elemento que la alimente, pero tampoco son errores que afecten demasiado a los valores principales de esta interesante serie de misterio. Freeform anunció ya hace unos meses la renovación de una segunda temporada que aún no se sabe si retomará los personajes de Olivia y Jeanette o iniciará una nueva historia. 

Reservation dogs
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FX, 8 de agosto / Disney+ (próximamente)
Creada por Sterlin Harjo, Taika Waititi 
Dirigida por Sterlin Harjo, Sydney Freeland, Blackhorse Lowe

Ahora que se habla tanto de la inclusión en películas y series de Hollywood de la raza negra y oriental, es interesante que surjan series como ésta en la que se reivindican otras razas minoritarias como la india, la más ancestral de América, de la que sin embargo se suelen olvidar los discursos inclusivos. Ellos son los protagonistas de la última serie creada por Taika Waititi, ya casi desvinculado de Lo que hacemos en las sombras (FX, 2019-), aunque de nuevo hace un cameo en la tercera temporada como el portavoz del Consejo Vampírico. En realidad, Reservation dogs es un proyecto personal de Sterlin Harjo, y de hecho se desarrolla en una reserva india de su ciudad, Oklahoma. Pero la amistad entre ambos y los orígenes indígenas de Taika Waititi le han hecho apostar por esta producción, al margen de sus incursiones en el universo Marvel y Star Wars. Sterlin Harjo ha dirigido tres largometrajes que se han visto en Sundance, siempre con una mirada puesta en sus raíces culturales. Su primera película, Four sheets to the wind (Sterlin Harjo, 2007), se desarrollaba precisamente en una reserva india.  

Reservation dogs, que llegará a España a través de Disney+, pero aún no tiene fecha de estreno, es una de las mejores comedias de este año, tiene un humor que recuerda a esa mirada irónica de Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2019), pero se sostiene sobre todo en la creación de personajes inolvidables. Los protagonistas son un grupo de adolescentes indios encabezados por Bear (D'Pharaoh Woon-A-Tai) y sus interrelaciones con el resto de los habitantes de la reserva, desde el singular sheriff tribal Big (Zahn McClarnon) hasta el pendenciero tío Brownie (Gay Farmer). Los episodios cuentan historias autoconclusivas pero que al mismo tiempo influyen en el proceso de crecimiento de los jóvenes protagonistas. Son algo así como pequeños relatos que nos hacen entender la vida en la reserva a través de sus habitantes. Las intenciones de los creadores es la de ofrecer una visión humorística, alejada del drama habitual que rodea a la representación de los indios. Pero también hay un cierto toque de melancolía, una especie de mirada amable a una raza que está en vías de extinción, no solo por el cansancio y la desidia de las generaciones mayores, sino por el desinterés de los más jóvenes hacia el mantenimiento de sus tradiciones y sus orígenes. De alguna manera, los adolescentes a los que representa este grupo que se hace llamar Reservation dogs, en referencia a la película Reservoir dogs (Quentin Tarantino, 1992), que eran todos blancos, están cada vez más alejados de las raíces, y el proceso que viven a lo largo de la serie les hace entender la necesidad de preservarse como pueblo. 

La serie aporta también la circunstancia de que tanto los guionistas como los directores de los diferentes episodios tienen origen indio. Reservation dogs contiene numerosas referencias cinéfilas que sin duda aumentan el interés para los aficionados al cine, desde Willow (Ron Howard, 1988) hasta Platoon (Oliver Stone, 1986), pero sobre todo es una celebración estupenda de la influencia de la cultura india y de los pocos representantes que ésta ha tenido en el cine y la música de los Estados Unidos. El episodio Come and get your love (T1E5) toma su título de la canción que convirtieron en éxito en los años setenta el grupo Redbone, formado por nativos americanos. La presencia en papeles secundarios de algunos de los actores nativos que han conseguido el reconocimiento en la televisión y el cine, como Gay Farmer en Uncle Brownie (T1E3) o Wes Studi en Come and get your love (T1E5), también se convierte en un espléndido homenaje.

Destaca asimismo el componente crítico que está presente de forma sutil pero tremendamente efectiva, y que tiene que ver con la representación que se espera de la comunidad india y la que realmente existe. Taika Waititi comentaba en una entrevista que "cuando se estrenó Boy (Taika Waititi, 2010) recibí una mala crítica de Variety porque no había suficientes fantasmas en la película, no había suficiente gente hablando con los árboles. Era todo demasiado contemporáneo. Yo me decía a mí mismo: ¿Qué demonios quieren, gente que habla con las abuelas todo el tiempo?". De ahí surge uno de los mejores personajes, cuando al protagonista se le aparece varias veces Spirit (Dallas Goldtooth) un fantasma de sus ancestros que, digamos, no es exactamente lo que nos podríamos imaginar en un espíritu guerrero. Reservation dogs , de la que FX ya ha confirmado una segunda temporada, es una comedia que no trata de buscar culpables, sino que construye una historia divertida llena de personajes entrañables en un entorno particular. Pero al mismo tiempo es una de las series mejor escritas en cuanto a la evolución del arco de sus personajes, destacando especialmente el de Willie Jack (Paulina Alexis), que acaba convirtiéndose casi en más protagonista que el propio Bear. 

El reino
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Netflix, 13 de agosto
Escrita por Claudia Piñeiro, Marcelo Piñeyro
Dirigida por Marcelo Piñeyro

Marcelo Piñeyro ha sido director de notables thrillers argentinos que consiguieron éxito y al mismo tiempo el favor de la crítica. En Cenizas del paraíso (Marcelo Piñeyro, 1997), Plata quemada (Marcelo Piñeyro, 2000) o El método (Marcelo Piñeyro, 2005) ha demostrado su capacidad para construir engranajes de misterio que funcionan a la perfección. Por lo que su regreso a la dirección después de su última película, Ismael (Marcelo Piñeyro, 2013) estaba rodeado de gran expectación, especialmente en Argentina. Y lo ha hecho con los instrumentos que mejor maneja, una historia en la que las tramas se entrecruzan en una dosificación cuidadosa de la información. Solo por el reparto de grandes actores y actrices argentinos sería interesante ver esta serie: los geniales Diego Peretti y Mercedes Morán, los siempre efectivos Joaquín Furriel y Nancy Dupláa, y la nueva generación, con Chino Darín y Peter Lanzani. 

Creada por la escritora argentina Claudia Piñeiro, que coescribió los guiones junto a Marcelo Piñeyro, la historia habla sobre la influencia de la religión en la política a través de una trama de diversas aristas que tiene como escenario principal a una Iglesia Evangélica, cuyas actividades no están demasiado claras, pero cuya autoridad podría llevar al pastor Emilio Vázquez (Diego Peretti) a la presidencia de Argentina. Comenta Marcelo Piñeyro que la historia está basada en una ucronía sobre "qué pasaría si...", que pretende destacar el poder que están volviendo a tener las religiones en los discursos políticos, especialmente en Latinoamérica. La intriga está bien construida, aunque a veces las situaciones puedan resultar algo exageradas y se caiga en discursos obvios sobre los abusos sexuales. Hay quizás un exceso de explicación, especialmente a través de los flashbacks, que intentan reforzar la idea de la juventud idealista frente a los personajes maduros y sedientos de poder. 

En realidad, el foco de los guionistas no solo se centra en la crítica a las actitudes extremistas de las iglesias evangélicas, sino también a los entresijos de la manipulación dentro de la política, aunque siempre utilizando nomenclaturas inventadas para no ser acusados de sectarios. También hay algo de autocrítica, como en Por el bien de la república (T1E8) cuando se están "repartiendo" los ministerios entre el sector religioso y el político, y Emilio Vázquez afirma: "Cultura me lo quedo yo, que por ahí se le mete mucha mierda a la gente". Esta visión de la cultura como un vehículo utilizado como instrumento de embrutecimiento de las masas expresa perfectamente el reproche hacia esa burbujas de información que no permiten escuchar voces discordantes, que se encierran en mensajes que son al mismo tiempo manipuladores y reivindicativos. 

La serie ha sido un éxito en Argentina (en España ha pasado más desapercibida), a pesar de sus valores notables como thriller. Es cierto que la reflexión puede ser mejor entendida en su país de origen, donde recientemente las religiones han protagonizado intensos debates a raíz de la aprobación de leyes progresistas sobre el matrimonio igualitario y el aborto, que han puesto de manifiesto su influencia en determinados sectores de la política argentina. Tras el estreno de la serie, la Alianza de las Iglesias Cristianas Evangélicas de la República Argentina (Aciera) lanzó un comunicado condenándola y calificando a Claudia Piñeiro como una escritora "en contra de la cultura evangélica de la Argentina, derivada de su militancia feminista durante el debate de la ley del aborto", tras lo cual recibió amenazas de muerte, en una muestra de la misoginia de estos sectores. La serie termina con un final abierto a una segunda temporada ya confirmada por Netflix, a pesar de (o quizás por) la polémica que ha suscitado.   

Nuevo sabor a cereza
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Netflix, 13 de agosto
Creada por Nick Ancosta, Lenore Zion
Dirigida por Arkasha Stevenson, Gandja Monteiro, Matt Sobel, Jake Schreier, Nick Antosca

Una de las sorpresas de este verano ha sido el estreno de esta extraña, bizarra y surrealista historia de terror con referencias claras que aborda el proceso creativo desde un punto de vista explosivo que mezcla el #metoo con la brujería. La historia acompaña a una joven directora prometedora, Lisa (Rosa Salazar) que aterriza en Hollywood con un cortometraje de terror que acaba fascinando al productor Lou Burke (Eric Lange), que le promete producir un largometraje dirigido por ella. Pero poco a poco Lou se va revelando como una especie de Harvey Weinstein depredador más interesado en el cuerpo que en el talento de la aspirante a directora. La entrada en escena de Boro (magnífica Catherine Keener), un demonio que hace un pacto con Lisa, convertirá la relación entre ella y el productor en una auténtica pesadilla. 

Nick Ancosta ha trabajado como guionista en series como Hannibal (AXN, 2013-2015), y ha creado interesantes propuestas como Channel Zero (SyFy, 2016-2018) y The act (Hulu, 2019), por lo que conoce bien los entresijos del género de misterio. Basada en la novela de Todd Grimson Brand new cherry flavor (1996), se han modificado muchos elementos, entre ellos haciendo que Boro sea un personaje femenino, en vez del líder de una banda de motociclistas, como en la novela original. La serie construye una puesta en escena particular, oscura y tenebrista, que en ocasiones puede hacer referencia al universo de David Lynch, pero que conforme se desarrolla se acerca más al terror psicológico gore de David Cronenberg. Reconociendo la influencia que tiene el director canadiense en la serie, Nick Ancosta cita como sus principales referentes películas de serie B como Inocentada sangrienta (Fred Walton, 1986), Fonda sangrienta (Jackie Kong, 1987) o Hollywood chainsaw hookers (Fred Olen Ray, 1988).

Se trata por tanto de una serie que bebe directamente del género de terror de los años ochenta, pero que tiene un toque de surrealismo, especialmente en los primeros episodios, que alimenta su condición de producto difícil de clasificar, pero absolutamente fascinante. Hay dos aspectos que, sin embargo, limitan sus buenos resultados: por un lado, da la impresión de no llegar tan lejos como la historia requería, quizás por ciertas restricciones impuestas por Netflix para que la serie no sea tan excesivamente alternativa. Por otro lado, los primeros episodios tienen una textura surrealista que en cierta manera le dan ese toque a lo David Lynch, pero que va derivando hacia un humor absurdo que en cierto modo elimina el impacto visual para, efectivamente, decantarse por un gore más cercano a ese subgénero del terror de serie B. La disputa entre el productor Lou y la aspirante Lisa se convierte en un enfrentamiento entre la bruja Boro y la suministradora de gatitos Lisa, que es algo redundante. A pesar de algunos de estos aspectos más decepcionantes, Nuevo sabor a cereza es una de las propuestas de terror grotesco más atractivas de los últimos meses. 

La delgada línea azul
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Filmin, 17 de agosto
Creada por Cilla Jackert
Dirigida por Anders Hazelius, Mikael Hansson, Sanna Lenken

La última propuesta proveniente de los países escandinavos que nos presenta la plataforma Filmin es La delgada línea azul (SVT, 2021-), una incursión en el interior del trabajo de la policía en la ciudad sueca de Malmö, que se estrenó en el mes de enero en la televisión pública de Suecia. Si en España pudimos ver Antidisturbios (Movistar+, 2020), la mirada de la creadora Cilla Jackert, ha sido guionista de algunos episodios de la exitosa serie The restaurant (SVT, 2019), amplía la perspectiva hacia un grupo de personajes, cuatro de ellos principales y dos más secundarios, cuyas vidas personales son reflejadas al mismo tiempo que se muestra su trabajo en las calles de la ciudad. No es una aproximación original, pero tiene la virtud de abordar algunas de las preocupaciones de la sociedad actual, y especialmente de las sociedades escandinavas, como la aceptación de la inmigración, los extremismos o la desafección entre los ciudadanos y los funcionarios que supuestamente deben protegerlos pero en realidad son vistos como una amenaza. Esta separación está bien reflejada a lo largo de la serie, aunque quizás en algunos momentos puede resultar demasiado exagerada en su representación, porque no sabemos hasta qué punto los enfrentamientos con la policía de los ciudadanos es tan contundente como se percibe en la serie, especialmente después de que el gobierno ordena el cacheo arbitrario de sospechosos en las calles de la ciudad.

Aunque al comienzo parece que el personaje principal es Sara (Amanda Jansson), una novata ultracatólica que acaba de incorporarse a la patrulla policial, poco a poco va adquiriendo mayor relevancia Leah (Gizem Erdogan, a la que hemos visto en Kalifat (Netflix, 2020-) y trabaja actualmente en la serie sobre el nacimiento de Spotify), a través de su actitud crítica con algunas acciones de la propia policía. Los otros dos personajes principales son Magnus (Oscar Töringe) y Jesse (Per Lasson), enfrentados a familias desestructuradas ambos. De alguna forma, la serie plantea que todas las heridas sufridas por la sociedad también forman parte de las propias vidas de los policías, que sin embargo, adoptan un punto de vista diferente por su papel como valedores de la legalidad. Las drogas, el racismo o el extremismo religioso no solo se muestra en sus patrullas policiales, sino que se refleja también en sus propias vidas. 

La serie, que ha sido renovada para una segunda temporada, también ofrece un espejo de la respuesta de la sociedad a través de mensajes escritos en las redes sociales (que se presenta como un instrumento de la policía para conectar con la sociedad pero también como un arma arrojadiza en algunas ocasiones).  La virtud de estas historias es que muestran a personajes contradictorios, que a veces tienen actitudes tan o más extremas que aquellas que les critican, que cometen errores y se enfrentan a los problemas de forma equivocada. En el fondo está una sociedad que aborda problemáticas profundas en torno a la convivencia, ya sea por el racismo, la islamofobia o el clasismo, pero que percibe a los miembros de la policía como defensores del poder, no como valedores de la democracia. 

Todo va a estar bien
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Netflix, 20 de agosto
Escrita por Diego Luna, Jimena Montemayor, Lucero Sánchez Novaro, Augusto Mendoza
Dirigida por Diego Luna

Los actores mexicanos Diego Luna y Gael García Bernal crearon en 2018 la productora La Corriente del Golfo, con la que han iniciado diferentes proyectos cinematográficos y televisivos, afianzando la colaboración que mantienen desde que coincidieron en la película Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001). La productora ha puesto en marcha series como Pan y circo (Prime Video, 2020-), en la que Diego Luna aborda junto a varios expertos aspectos destacados de la sociedad, alrededor de una comida elaborada por reconocidos chefs mexicanos o Aquí en la Tierra (Fox, 2018-), un drama sobre política creado por Gael García Bernal. La Corriente del Golfo también produce el podcast Encuentros para la plataforma MUBI, una serie de conversaciones a dúo entre realizadores y artistas del cine latinoamericano.

La primera serie que ha puesto en marcha Diego Luna ha sido Todo va a estar bien (Netflix, 2021-), que aborda el tema de las relaciones de pareja en la actualidad, a través de la historia de Ruy (Flavio Medina) y Julia (Lucía Uribe), cuyo matrimonio está en una profunda crisis pero que siguen conviviendo en la misma casa para tratar de evitar el trauma de la separación a su hija Andrea (Isabella Vázquez Morales). En cierta manera, Diego Luna transmite algunas de sus propias experiencias después de su propio divorcio y se plantea una serie de preguntas en torno a las relaciones de pareja en la sociedad actual, a la necesidad de liberar a estas relaciones de las limitaciones de una visión tradicional del matrimonio. Clasificada como dramedia, la serie se mueve en efecto entre los toques de humor que proponen una mirada irónica a determinadas trabas de la sociedad mexicana, como la burocracia fría en los procesos de divorcio, y el drama que provoca la falta de comunicación en la pareja, que acaba en malentendidos y en enfrentamientos innecesarios. 

Todo va a estar bien se construye en base a personajes de tono realista, con sus contradicciones y sus equivocaciones, pero sin juzgarlos estrictamente. Sin embargo, la personalidad de Ruy es quizás la que mejor define la profunda huella del machismo que permanece en México, especialmente en Femenine/Masculine (T1E6), en el que Ruy asiste a un taller para superar el machismo, que también ironiza sobre el lenguaje inclusivo y la superficialidad frente a la necesidad de cambios más profundos. En un país en el que la violencia doméstica supone un problema grave, durante los primeros meses de 2021 ha habido un aumento del 1,7% en los feminicidios y de un 30% en las violaciones. Por tanto, la realidad que sobrevuela la historia (aunque no esté presente de forma directa), es muy actual. Destaca también el personaje de Idalia (Mercedes Hernández, que hace una semanas ha sido nominada al Premio Ariel a la Mejor Actriz por la película Sin señas particulares (Fernanda Valadez)), que representa a la mujer rural, la ayuda doméstica que trabaja para la familia de Julia desde hace años, cuya vida al margen del matrimonio para el que trabaja, está descrita en Salazar (T1E5), que es el nombre de su pequeño pueblo. 

La serie gana en la descripción de las contradicciones de sus personajes principales, consigue transmitir la furia de la incomprensión a través de una banda sonora compuesta por canciones rock, aunque posiblemente su perfil de público sea el que está más cercano a sus propios planteamientos. Es una serie progre para espectadores progres, podríamos decir, con la que se empatiza en la medida en que el punto de vista del espectador cuestione también la visión tradicional de las relaciones de pareja, y esa es su principal flaqueza, una autolimitación que está en un discurso demasiado evidente, que se expone ya desde el principio, a través de una animación al final del primer episodio, Ortiburcio (T1E1). La serie tampoco rehúye la actualidad, y de hecho se sitúa en los meses previos a la pandemia, que aparece incorporada en el último episodio, Todo va a estar bien (T1E8). 

Philips vei til terror
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NRK, 21 de agosto
Dirigida por Anders Sømme Hammer

Esta preocupación por la convivencia en los países escandinavos, que suelen tener una imagen internacional de lugares pacíficos, se ve reflejada también en esta serie documental perteneciente al programa Brennpunkt (NRK, 1996-), que es una especie de Documentos TV (TVE, 1986-) de la televisión pública noruega, en el que se emiten reportajes y documentales de temática social. Como ya comentábamos en nuestro post 10 años desde el 22J, aunque hay una especial preocupación por los posibles atentados islamistas, lo cierto es que los peores ataques terroristas que se han producido en Noruega han sido protagonizados por extremistas noruegos, como Anders Breivik el 22 de julio de 2001. También el 10 de agosto 2019, el joven Philip Manshaus, instigado por el manifiesto escrito por Breivik y por el ataque a una mezquita en Christchurch (Nueva Zelanda) en marzo de ese mismo año, se equipó con armas de fuego, asesinó a su hermana de origen chino, y se dirigió a la mezquita de Bærum, cerca de Oslo, con la intención de matar a varios musulmanes. Pero fue rápidamente sometido por dos religiosos que se encontraban allí, evitando más muertes. Se puso de manifiesto nuevamente la peligrosidad del extremismo radical islamófobo, a pesar de lo cual en los últimos ocho años ha gobernado en Noruega la derecha (Høyre) apoyada por la extrema derecha (FrP) quienes, aunque no tienen un discurso público racista, son contrarios a la acogida de refugiados. Esta etapa conservadora puede cambiar, según las encuestas, en las elecciones del 13 de septiembre. 

Pero la serie refleja dos circunstancias especialmente preocupantes: por un lado, la ineficacia de las instituciones noruegas, tanto educativas como policiales, a la hora de prevenir la peligrosidad de determinados personajes. La madre adoptiva de Philip Manshaus, Ellen Ilhe-Hansen, advierte: "No esperen a que suenen las señales de alarma para actuar". Según comentan algunos de sus amigos en la serie, los discursos racistas de Philip en los meses previos (la actitud de desprecio hacia su hermana) y su radicalización extremista eran claros desde hacía tiempo, pero ni las instituciones educativas ni el Servicio de Inteligencia de Noruega (que ya había recibido advertencias sobre él) lo consideraron preocupante. 

La serie está dirigida por el periodista Anders Hammer, que fue nominado al Oscar este año por su cortometraje documental Do not split (Anders Hammer, 2020), un espléndido resumen en treinta minutos sobre los enfrentamientos de los estudiantes contra la policía china en Hong-Kong desde que comenzaron en 2019. El periodista noruego, que ha dirigido cortometrajes como This is Kabul (Anders Hammer, 2014), ha viajado recientemente a Afganistán, un lugar que conoce especialmente bien. Otra de las circunstancias preocupantes que plantea la serie lo podemos ver en el episodio Erkjennelse (Reconocimiento) (T1E3), en el que se incluye una parte de una entrevista que consiguió realizar Anders Hammer a Philip Manshaus en la cárcel donde cumple una condena de 21 años, la máxima que establece la justicia noruega. Y es que los terroristas extremistas no solo continúan con su discurso, sino que se reafirman en él. Como en el caso de Anders Breivik, Philip Manshaus mantiene su inocencia porque su cometido tenía un objetivo concreto, una especie de respuesta a la islamización de Europa. Se plantea por tanto una importante problemática cuando estos personajes radicales cumplan sus condenas y salgan a la calle. 

In the same breath ****
HBO, 22 de agosto
Escrita y Dirigida por Nanfu Wang

Pocas películas relacionadas con la pandemia del coronavirus de las que han estrenado hasta el momento han mostrado una mirada crítica, excepto algunos casos concretos como Totally under control (Alex Gibney, 2020), que utilizaba como título una famosa frase dicha por Donald Trump refiriéndose a la pandemia. De alguna forma, el paralelismo que establece la directora Nanfu Wang entre la política del gobierno chino y la de los Estados Unidos se puede equiparar también en la producción de películas y reportajes que ensalzan la entrega del personal sanitario, como hace por ejemplo la serie española Vitals (HBO, 2021), pero no cuestiona las condiciones en las que tuvieron que hacer su trabajo. En este sentido, empiezan a hacer falta documentales que hagan preguntas, que cuestionen y que busquen responsabilidades en la extensión del virus. La directora de origen chino pero afincada en Estados Unidos ofreció ya una visión irónica pero absolutamente contundente de la política del hijo único que promovió el gobierno de China en su excelente documental One child nation (Nanfu Wang, Jialing Zhang, 2019), y en In the same breath nos lleva de regreso a Wuhan para contarnos la macrohistoria desde su intrahistoria. Al describir su experiencia personal como madre cuando regresó a China para celebrar el Año Nuevo pocos días antes de que se comenzaran a difundir los primeros casos de una extraña gripe, nos permite identificarnos con esa sensación de incredulidad frente a la gravedad de la enfermedad. Como en el caso de la película 76 days (Weixi Chen, Hao Wu, Anónimo, 2020), Nanfu Wang coordinó el trabajo de una serie de camarógrafos anónimos para que grabaran en el interior de los hospitales de Wuhan, aunque la tendencia de los técnicos también era la de evitar los aspectos más negativos. 

Lo más interesante de In the same breath, que se presentó en el Festival de Sundance 2021, es que nos permite rememorar todo el proceso que muchos ciudadanos hemos experimentado, desde la negación o incredulidad hasta el miedo y cierta sensación de impotencia. Ella confiesa que cuando su madre le pedía a través de las conversaciones por internet que saliera a la calle con mascarilla, pensó que estaba exagerando. E incluso muestra su comprensión por las actitudes negacionistas, aunque no las comparta. Porque la responsabilidad de la incredulidad, el miedo y la impotencia está en la desinformación de aquellos a quienes se supone que hemos confiado nuestra seguridad. Ciertamente el documental no es una investigación que revele datos que no se hayan conocido, como el hecho de que ya desde noviembre de 2019 se habían detectado casos de coronavirus, pero no fue hasta el 23 de enero 2020 que el gobierno chino decretó el confinamiento. Y en un momento del documental la directora imagina cómo se habrían desarrollado los acontecimientos si China hubiera afrontado la enfermedad desde el inicio, si no se hubieran celebrado las festividades del Año Nuevo en las calles, si en Nueva York no se hubiera infravalorado la gravedad de los primeros contagios... 

La proliferación de películas dando una visión positiva y vitalista, aplaudiendo la labor de los sanitarios, celebrando la comunicación global se percibe como esos reportajes de propaganda que el gobierno chino difundió para despertar el patriotismo de sus ciudadanos, incluida una celebración especial de la derrota del coronavirus (¿?). La conclusión del documental In the same breath es aterradora, porque cuestiona la franqueza de quienes teóricamente deben ser los guardianes de nuestra salud y nuestro bienestar. Por supuesto, sobrevuela la idea ya conocida de que los gobiernos utilizan las crisis para acaparar mayor poder y más control en la población. Nafu Wang consigue, a través de su propia experiencia personal, dibujar una visión pesimista sobre la seguridad que se nos promete, pero también una mirada irónica al patriotismo ridículo de países como China. Una de las entrevistadas, cuyo marido falleció por falta de camas en los hospitales chinos, no piensa siquiera en cuestionar a su gobierno, porque siente que la amenaza de las "fuerzas externas" es mayor que la ineficacia y la opresión de su propio sistema. 

Time (Condena)
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Movistar+, 23 de agosto-6 de septiembre
Escrita por Jimmy McGovern
Dirigida por Lewis Arnold

Jimmy McGovern es uno de los guionistas más reconocidos de la televisión y el cine británicos. Su capacidad para describir complejas motivaciones en personajes que se enfrentan a momentos de máxima presión emocional se ha visto en películas como Priest (Antonia Bird, 1994), sobre las contradicciones de un sacerdote homosexual, la tv movie Hillsborough (Charles McDougall, 1996), sobre la aceptación de la tragedia del estadio de Hillsborough por parte de algunos familiares de las víctimas, o sobre el mundo criminal a través de las investigaciones del psicólogo Edward Fitzgerald en la serie Cracker (ITV, 1993-1996). Sean Bean fue el protagonista del drama Broken (BBC, 2017-), que giraba en torno a la lucha por la fe de un cura católico, pero quizás es Accused (BBC, 2010-2012) la serie que más conexiones tiene con su último proyecto, ya que se centra en cada episodio en una persona que ha sido acusada de un crimen, y analiza los complejos entresijos de la justicia y las instituciones penitenciarias. De hecho, Time (Condena) comienza con el primer contacto en prisión del protagonista, casi como empezaba cada capítulo de Accused, con el acusado esperando juicio. 

En este caso, Mark Cobden (Sean Bean) es un profesor condenado a cuatro años de prisión que comienza a cumplir su tiempo en la cárcel. El concepto de tiempo es el elemento principal sobre el que se desarrolla la serie, cuyos acontecimientos giran en torno al paso del tiempo pero también a la forma en que el tiempo se convierte en un obstáculo para dejar el pasado atrás. El oficial a cargo de la prisión es Eric McNally (Stephen Graham), un hombre cuya honestidad y rectitud se verá amenazada cuando la vida de su hijo, que cumple también condena en otra cárcel, es puesta en peligro en el caso de que el oficial no acceda a prestar algunos servicios a criminales. De nuevo Jimmy McGovern construye personajes que se enfrentan a una situación que les sobrepasa, una presión que pondrá a prueba su personalidad. El apocado profesor se ve envuelto en una jungla en la que impera la ley del más fuerte, y cualquier atisbo de debilidad es interpretada como una posibilidad de dominación. Mientras que el policía debe renunciar a todos sus valores éticos para mantener a su hijo con vida. 

Los tres episodios de la serie se construyen de una forma espléndida, desde un primer capítulo especialmente desgarrador hasta la tensión del segundo episodio y la transformación de los personajes en el tercero. El trabajo de Jimmy McGovern es una vez más preciso, con un arco de los personajes modélico, apoyados en dos grandes interpretaciones de Sean Bean, camaleónico en su papel como una persona débil que asume su condena como la expiación de su adicción al alcohol (de hecho, escribe una carta de disculpas a la esposa del hombre al que mató, que ella ni siquiera acepta leer). Y Stephen Graham, cuyo personaje parece más robusto al principio, pero que se va deshaciendo emocionalmente con el paso del tiempo. No obstante, el guión consigue establecer un cierto equilibrio entre la desesperación y una cierta esperanza, especialmente en la bondad que despliega la capellana de la prisión, Mary Louise (Siobhan Finneran, también magnífica), que introduce el elemento religioso tan presente en la filmografía de Jimmy McGovern. Hay que destacar asimismo el trabajo del director Lewis Arnold, que ya ha demostrado su capacidad para mantener la tensión en episodios de series como Broadchurch (ITV, 2013-2017) o en la espléndida miniserie Des (ITV, 2020). 


Series y películas mencionadas:

Reservoir dogs se puede ver en Filmin y Prime Video. 
La lucha pacífica de Martin Luther King, John McCain: Por quién doblan las campanas y Lo que hacemos en las sombras se pueden ver en HBO.
Jojo Rabbit se puede ver en Movistar+.
Willow se puede ver en Disney+.
Platoon y Y tu mamá también se pueden ver en Filmin y Movistar+.
El método se puede ver en Filmin, FlixOlé, HBO y Prime Video.
Channel Zero: Butcher's block se puede ver en HBO y Starzplay.
The act y Des se pueden ver en Starzplay.
Fonda sangrienta y The restaurant se pueden ver en Filmin. 
One child nation se puede ver en Prime Video.