SuperpositionKaroline Lyngbye, 2023 | Bucheon International Fantastic Film Festival | ★★★★☆Bucheon Film Festival '23: Mejor Dirección |
Home invasionGrame Arnfield, 2023 | Fantasia Film Festival | ★★★★☆AQCC Camera Lucida Award: Mención Especial |
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SuperpositionKaroline Lyngbye, 2023 | Bucheon International Fantastic Film Festival | ★★★★☆Bucheon Film Festival '23: Mejor Dirección |
Home invasionGrame Arnfield, 2023 | Fantasia Film Festival | ★★★★☆AQCC Camera Lucida Award: Mención Especial |
El estreno reciente de la película Oppenheimer (Christopher Nolan, 2023) es interesante para reabrir un debate en torno a la energía nuclear cuya narrativa tradicional ha venido siendo puesta en duda en producciones documentales recientes. De forma, tangencial, hemos visto documentales como Richland (Irene Lusztig, 2023), que describe una de las zonas en las que se desarrolló el Proyecto Manhattan, pero no es una película que realmente pretenda incidir en el debate sobre la energía nuclear. Pero algunos de los últimos documentales estrenados en festivales como CPH:DOX o Visions du Réel ofrecen una perspectiva diferente que niega la mayor para defender la energía nuclear como la más segura y limpia frente a otras. A través del análisis de estas propuestas cinematográficas presentamos los diferentes planteamientos en un debate en el que parece claro que la interpretación de los datos depende del punto de vista que se adopte.
Nuclear nowOliver Stone, 2022 | CPH:DOX | ★★★☆☆ |
En su último documental, estrenado en la Mostra de Venecia y presentado en festivales como CPH:DOX y Docville, el veterano director Oliver Stone (1946, New York) defiende que la narrativa sobre la energía nuclear ha sido manipulada por intereses relacionados con la industria petrolífera y que la mayor parte de las recientes producciones en torno a desastres nucleares, bien sean en formato de ficción como Chernobyl (HBO Max, 2019) o documental como Meltdown: Three Mile Island (Accidente nuclear) (Netflix, 2022) ofrecen datos erróneos si no directamente falsos sobre los accidentes producidos en estas plantas de energía nuclear. La película está basada principalmente en el libro escrito por los autores Joshua S. Goldstein y Staffan Qvist A bright future: How some countries have solved climate change and the rest can follow (2019), en el que ponen como ejemplos a países como Suecia, Francia y Corea del Sur para demostrar que la energía nuclear es la más limpia y la menos contaminante. Suecia, por ejemplo, aprobó el fin de la moratoria nuclear en 2010 y a principios de este año ha expresado su intención de construir más centrales nucleares a partir de 2024, alineándose con la apuesta decidida del presidente francés Emmanuel Macron. Oliver Stone sirve como narrador, marcando una línea decidida por tratar de contrarrestar la campaña antinuclear que se ha venido desarrollando en las últimas décadas, y que ha marcado la apuesta por las energías renovables de países como Alemania, que sigue siendo dependiente del gas que proviene de Rusia. El planteamiento más interesante del documental consiste en señalar que el gran aumento del consumo de energía mundial no se puede cubrir con las energías renovables, y que son necesarias fuentes más equilibradas como la nuclear frente a la dependencia del carbón y el petróleo.
Se podría decir que la primera parte de Nuclear Now es un checklist en el que se repasa la historia de la fusión nuclear un poco a la manera de un lector de Wikipedia, y sobre todo rebate algunas de las narrativas habituales sobre los peligros de la energía nuclear, envuelta en una mala reputación que ha sido promovida por el alarmismo de organizaciones izquierdistas y apoyada principalmente por la industria petrolífera. Esta alarma surgida de las amenazas que se promovieron durante la Guerra Fría sobre posibles ataques nucleares y sus consecuencias, se ha desarrollado a través de campañas como "Nuclear No", que es parafraseada en el título de la película. La reflexión de Oliver Stone tiene lógica y se apoya en datos que aporta el libro, pero sobre todo en la comparativa entre países que decidieron renunciar a la energía nuclear como Alemania frente a los que han apostado por seguir desarrollándola como Francia, una diferencia de perspectivas radical dentro de la propia Unión Europea, por lo que la institución ha estado evitando un debate profundo en torno al tema. Por ejemplo, compara el espacio que necesita ocupar una planta eólica, con el consiguiente impacto medioambiental, y el de una planta nuclear para conseguir la misma cantidad de energía. Mientras que la segunda ocuparía solo 40 hectáreas, la planta eólica necesitaría más de 200 hectáreas. Pero el documental no puede evitar ser demasiado didáctico, a lo que no ayuda la propia narración de Oliver Stone, ni tampoco una selección de entrevistados que parece aleatoria, enfocada principalmente a apoyar el discurso, aunque sea con una mezcla disparatada entre personajes como Joshua S. Goldstein, profesor de Relaciones Internacionales, ex-directivos de empresas nucleares como Rod Adams, CEO de Adams Atomic Engines entre 1993 y 2010, e incluso exitosas usuarias de Tik-Tok como Isabelle Boemeke, que se define a sí misma como "modelo brasileña e influencer de la energía nuclear". Es cierto que ella ha intervenido como ponente en las prestigiosas Conferencias TED, pero este tipo de intervenciones no ayudan a dar seriedad al discurso nuclear.
Es interesante el tiempo que Oliver Stone dedica a la representación de la narrativa tradicional en el cine, haciendo una referencia directa a series documentales como la efectista Accidente nuclear (Netflix, 2022), dirigida por Kief Davidson, que abordaba el accidente que tuvo lugar en 1979 en la llamada Three Miles Island, una planta nuclear de Pennsylvania, o películas de ficción como la coreana Pandora (Jeong-woo Park, Jong-woo Park, 2016). Oliver Stone pone especial énfasis en aclarar que en Pennsylvania no se produjo ninguna muerte y que los accidentes nucleares han sido mínimos a lo largo de la historia, frente al más de medio millón de muertes que ha provocado la industria del carbón, con una declaración de Joshua S. Goldstein que ciertamente resulta espeluznante y quizás algo alarmista: "Mueren más personas debido al carbón en dos semanas que las que han muerto debido a la radiación en toda su historia". El director mantiene buenas relaciones con Rusia, que se manifestaron en la miniserie Entrevistas a Putin (Showtime, 2017), muy interesante de revisar desde la perspectiva actual. Por tanto, tiene un acceso privilegiado como el interior del mayor reactor nuclear del mundo, mientras consigue entrevistar al Dr. Vladimir Asmolov, uno de los investigadores del accidente de Chernobyl, quien afirma que la miniserie Chernobyl (HBO Max, 2019) está llena de imprecisiones y falsedades, y que el accidente se desmostró que fue debido a un fallo humano. No se le puede negar a Oliver Stone una firmeza clara en su discurso y posiblemente parte de él pueda ser perfectamente asumible, pero este documental con entrevistados dispersos y con algunos malabarismos de datos que se hacen evidentes, como cuando expone las emisiones totales de CO2 y las emisiones de CO2 por habitante según le conviene para su narrativa, no parece ser el mejor vehículo para impulsar un cambio de percepción respecto a la energía nuclear como única fuente realmente alternativa al carbón y el gas.
Los díasMasaki Nishiura, Hideo Nakata, 2023 | Netflix | ★★★☆☆ |
Cuenta Oliver Stone en las entrevistas sobre su película que presentó su proyecto documental a Netflix, pero ésta rechazó la propuesta, lo que establece una línea editorial que teóricamente no tienen las plataformas de streaming, pero que es más real de lo que pudiera parecer. Esta narrativa anti-nuclear de Netflix es bastante clara si se repasan las películas dedicadas al tema que se pueden encontrar en su catálogo. Entre las más recientes, Los días (Netflix, 2023) es una ambiciosa miniserie de producción japonesa estrenada a principios de junio que en cierta manera parece que quiere ser una especie de Chernobyl (HBO Max, 2019), pero centrada en el cúmulo de desastres que se produjeron en la central nuclear de Fukushima Daiichi cuando se vio afectada por un terremoto el 11 de marzo de 2011 que provocó también un tsunami, cuyas olas superaron el dique de contención y destruyeron los generadores de electricidad, dejando a la planta nuclear sin energía. Un grupo de técnicos permaneció a pesar de los altos niveles de radiación para intentar evitar que los reactores dejaran de funcionar. La tragedia ha acabado convirtiéndose en un trauma nacional, hasta el punto que el gobierno japonés decidió dejar de construir plantas nucleares. A pesar del peligro que supuso el accidente, que provocó varias explosiones y una evacuación en un radio de 20 kilómetros debido a la radiación, oficialmente solo se le atribuye un fallecido que murió por cáncer en 2018, siete años después de la tragedia.
En torno a este desastre nuclear, sin embargo, no ha habido demasiadas producciones cinematográficas, con la excepción de documentales como Fukushima: A nuclear story (Matteo Gagliardi, 2015) y la película de ficción Fukushima 50 (Setsurô Wakamatsu, 2020), una producción más lograda técnicamente, pero enfocada a destacar la heroicidad del grupo de técnicos que permanecieron en la planta, con una cierta tendencia al melodrama. Los días es mucho más sobria en este sentido, pero con una parte final que también destaca el carácter heroico y las desavenencias con los políticos, aunque sobresale principalmente en la primera parte cuando se plantea la pérdida de energía con escenas que tienen un pulso de película de terror. No en vano, uno de los directores de la serie es Hideo Nakata, conocido por sus historias de horror como The ring (El círculo) (1998) o Dark water (2002). Pero el empeño de la serie creada por Jun Masumoto en trasladar de la manera más fiel posible los hechos acaba provocando una ralentización en el ritmo, unido a su duración total de ocho horas, que podría parecer adecuado para relatar los diferentes escenarios que se plantearon durante el accidente, pero que acaban siendo demasiado extensas. En la serie han participado varios técnicos de efectos visuales españoles como Daniel Pérez Ferreira, Miguel Pérez Senent y Josep Ramón García, aunque no es precisamente uno de los aspectos que más destacan. La historia funciona mejor en las distancias cortas, sobre todo por la lograda y contenida interpretación del veterano actor Kôji Yakusho, protagonista de 13 asesinos (Takashi Miike, 2010), como el gerente de la central nuclear Masao Yoshida, uno de los testimonios que aparecen en el libro en el que se basa la serie, On the brink: The inside story of Fukushima Daiichi (2014), del periodista Ryûshô Kadota, que fue co-guionista de Fukushima 50.
Pero lo que más destaca de la serie en relación con el debate en torno a la energía nuclear y este tipo de grandes centrales construidas en los años sesenta, es la forma en que se adjudica la responsabilidad de buena parte del desastre a la propia gestión del accidente, y en especial a la toma de decisiones políticas que en ocasiones estaban en total contradicción con las recomendaciones de los técnicos. Pero también a la propia organización de las acciones previstas por parte de TEPCO (Tokyo Electric Power Company Holdings), una empresa privada que gestionaba la central. TEPCO publicó en 2013 un informe titulado El Desarrollo y las Lecciones del Accidente Nuclear de Fukushima Daiichi, pero solo asumió parcialmente su responsabilidad. Hace un año, sin embargo, un Tribunal de Tokio dictaminó la primera sentencia que reconoce la responsabilidad civil de la antigua Junta Directiva de la empresa, condenando a los expresidentes Tsunehisa Katsumata (82 años) y Masataka Shimizu (78), y los ex-vicepresidentes Ichiro Takekuro (76) y Sakae Muto (72) a pagar una indemnización de 13 billones de yenes (94.684 millones de euros) a un grupo de inversores, empleados de la central y miembros las fuerzas de antidefensa. Un mes antes, el tribunal Supremo había absuelto de toda responsabilidad al Estado en el desastre, por lo que TEPCO debe asumir todos los costes, incluido el desmantelamiento de la planta nuclear, que se calcula que tendrá una duración de entre 30 y 40 años.
La esperanza atómicaFrankie Fenton, 2022 | Atlàntida Film Fest | ★★★☆☆ |
La revisión de los conceptos en torno a la energía nuclear no es reciente, y en documentales como Pandora's promise (Robert Stone, 2013) ya se planteaba una mirada diferente hacia la imagen de desastre global que ha venido aplicándose a ésta. Otra de las películas que han tratado el tema desde la misma perspectiva se proyectó en el Festival Hot Docs 2022 y en CPH:DOX 2023, y forma parte de la programación del Atlántida Mallorca Film Fest. Atomic hope: Inside the pro-nuclear movement (Frankie Fenton, 2022) se acerca, como indica su título, a diferentes representantes de los movimientos que defienden la energía atómica como la fuente más limpia y necesaria para sostener el crecimiento del consumo en los próximos años. Que la película se inicie con el ingeniero nuclear japonés Moto-Yasu Kinoshita es una manera inteligente de abordar las contradicciones en un país tan drásticamente afectado por esta fuente de energía. Haciendo referencia a la bomba atómica de Nagasaki, el científico explica que él nació en esta ciudad japonesa y familiares suyos fueron víctimas del ataque nuclear, manteniendo que "la actitud japonesa hacia la energía nuclear es muy compleja", entre el reconocimiento a su importancia y el recuerdo de los desastres vividos en el pasado. De hecho, tras el accidente de Fukushima, Japón permaneció durante muchos años en un "apagón atómico" que ha abandonado recientemente, dando un giro radical a su política energética en 2022 e impulsando la construcción de nuevos reactores atómicos, en parte obligados debido al aumento del coste de las materias primas provocado por la guerra de Ucrania.
El director irlandés Frankie Fenton, cuya anterior película It's not yet dark (2016) fue seleccionada en el Festival de Sundance, realiza un recorrido por el activismo pro-nuclear a través del retrato de diferentes líderes de opinión que defienden, con mayor o menor controversia, las virtudes de la energía nuclear y las escasas consecuencias que han tenido los accidentes más graves de Chernobyl y Fukushima, una línea narrativa que comparte con el documental de Oliver Stone en cuanto a tratar de rebatir la imagen que habitualmente se ha venido representando en los medios y la opinión pública. En este caso, hay una interesante intervención de Geraldine Thomas, responsable de Patología Molecular en el Departamento de Oncología de Imperial College London, quien afirma que tras rigurosos estudios posteriores al desastre de Chernobyl no se detectó un aumento de casos de cáncer, leucemia y otras enfermedades que pudieran estar relacionadas con la radiación, y que tampoco se han producido efectos en la fertilidad, el embarazo o la aparición de malformaciones. Siendo una de las mayores expertas del mundo en los efectos de la radiación, con conclusiones parecidas tras el accidente de Fukushima, su intervención resulta especialmente significativa.
Sin embargo, el enfoque de Frankie Fenton está más centrado en el activismo, y ahí es donde la película encuentra sus mayores dificultades para mantener cierta credibilidad, sobre todo porque en algunos casos este movimiento está encabezado por personajes controvertidos como Michael Shellenberger o que directamente forman parte de la industria nuclear como el ingeniero John Kutsch, fundador de la organización Thorium Energy Alliance. El norteamericano Michael Shellenberger era también el principal entrevistado en Pandora's promise, pero por entonces tenía una narrativa menos radical que en la actualidad, atacando directamente a las organizaciones climáticas que defienden las energías renovables. La esperanza atómica utiliza un estilo tradicional dividiendo su discurso en siete partes, lo que consigue una narrativa fluida. Quizás puede haber problemas para asumir su argumentario porque resulta unidireccional, intentando rebatir en vez de confrontar, incluso utilizando algunos recursos algo manipuladores como el de mostrar solo determinados comportamientos hostiles por parte de manifestantes ecologistas frente a una actitud más pacífica de los pro-nucleares. Pero lo que se desprende de estas aproximaciones a la dialéctica discursiva es que está demasiado marcada por cierta radicalidad, tanto en uno como en otro lado. Como señala Geraldine Thomas, "formamos una red de académicos que estudiamos los efectos reales de la radiación en la salud, pero muchas personas nos consideran simplemente pro-nucleares". Cuando la activista Greta Thunberg mencionó en octubre de 2022 que sería un error que Alemania renunciara a la energía nuclear, sus palabras se percibieron como un ataque al movimiento climático que, por definición, parece que también debe ser antinuclear. Lo cual es una representación muy clara de la fragilidad del debate energético.
La esperanza atómica se puede ver en Atlàntida Mallorca Film Fest online hasta el 24 de agosto.