1001 daysKethiwe Ngcobo, Chloe White, 2023 | People & Community | ★★★★☆SHEFFIELD '23: MENCIÓN ESPECIAL PREMIO JURADO JOVEN |
Los estudios sobre maternidad consideran que el período más crítico para la relación entre una madre y su hijo es el que comprende desde el nacimiento hasta el segundo año de vida, en los que se establece el desarrollo mental del bebé y se refuerzan los vínculos afectivos materno-filiales. La película 1001 days (Kethiwe Ngcobo, Chloe White, 2023), que compitió también en Docsbarcelona, hace referencia a ese espacio de tiempo que sin embargo tiene una connotación diferente cuando las madres viven en un contexto de estrés provocado por la pobreza y la falta de recursos. A través de tres cuidadoras que trabajan para el Programa de Visitas Domiciliarias Ububele en la ciudad sudafricana de Alexandra, este hermoso pero al mismo tiempo desgarrador documental ofrece una representación de la maternidad y sus retos en un entorno de pobreza, y sin el apoyo de unos padres que generalmente están ausentes porque se desentienden de sus hijos o simplemente porque los han abandonado. Esta exploración de la maternidad en solitario se presenta a través de diálogos entre las visitadoras y las jóvenes madres, cuyos relatos hablan de violencia y de abusos. Al comienzo de la película, una conversación entre Thandiwe y una de estas jóvenes embarazadas, en la que surgen pensamientos suicidas, define el entorno de opresión en el que estas madres tienen a sus hijos. La película se detiene principalmente en estas conversaciones, adquiriendo también un cierto tono claustrofóbico, en lugares pequeños y semioscuros. A veces el ritmo de la narración se ve perjudicado por estas continuas conversaciones que se amplían a través de diálogos en un programa de radio, y da la sensación de que la película necesitaría respirar más entre tantas palabras, pero en muchos momentos se establece una conexión emocional intensa con las jóvenes que están a punto de traer al mundo una nueva vida.
Las tres cuidadoras protagonistas, Thandiwe, Khosi y Zanele, caminan por las zonas más pobres de Alexandra, un suburbio situado a las afueras de Johannesburgo, buscando entre las casas a jóvenes madres que puedan necesitar ayuda, muchas de ellas adolescentes, asegurándose de que toman sus medicinas, de que sus bebés están bien cuidados y de que visitan al médico con la frecuencia necesaria. A veces encuentran cierta resistencia en madres que parecen haberse rendido, como una de ellas que ha dejado de medicarse, derrotada por la pobreza y la preocupación constante sobre cómo alimentar a su hijo: "No puedo concentrarme en nada porque tengo que estar siempre pensando en conseguir lo mínimo para poder darle de comer", comenta en un estado de estrés cercano a una depresión que los pobres no pueden permitirse. Es una actitud de derrota que resulta sobrecogedora porque afecta directamente al desarrollo de su hijo. En otro lugar, una joven se siente decepcionada y frustrada porque a su pareja, acusado de haber maltratado y violado a su hija, las autoridades le han dejado en libertad por un error cometido por el policía que le detuvo. El maltrato se ha vuelto sistemático en el caso de otra mujer que sin embargo no puede dejar a su marido porque ni siquiera su familia le presta ayuda: "Mi abuela me dice que resista, que si le dejo ¿dónde voy a ir?".
Las directoras comentan que en principio la película tenía un planteamiento más abierto, para ofrecer una visión mucho más segmentada del trabajo del Programa Ububele, que significa en zulú "compasión", y más centrada en esta organización, incluso mostrando una conferencia en Roma sobre el trabajo que realizan con las madres. Pero conforme se estaba editando, el enfoque fue modificándose, y decidieron restringir mucho más el punto de vista para centrarse principalmente en Alexandra, y específicamente en la evolución de algunas de estas madres visitadas. Lo cual es una decisión acertada, porque 1001 days evita convertirse en otro más de los documentales que se enfocan en las actividades de organizaciones no gubernamentales para presentarse como un retrato íntimo de la maternidad juvenil enfrentada a la falta de perspectivas y a la ausencia de los padres. Y en una exploración de los vínculos afectivos que nacen entre madres e hijos a pesar de desarrollarse en un entorno de opresión y de continua incertidumbre. Pero finalmente los hijos acaban siendo el eje sobre el que se sostiene la supervivencia de sus madres.
© David MyersIs there anybody out there?Ella Glendining, 2023 | Journeys | ★★★★☆ |
Cuando se habla de honestidad en el cine documental es fácil adoptar posiciones estereotipadas que impiden mantener un equilibrio entre el protagonismo del autor de la película y una mirada más amplia que permita una reflexión menos personalizada. La directora Ella Glendining lo consigue en una película en la que ella misma es una protagonista que invita al espectador a acompañarla en un viaje de descubrimiento personal, cuando inicia la búsqueda de personas con las que comparta su propia experiencia. Ella nació sin articulaciones en las caderas y los fémures muy cortos, de forma que en muchas ocasiones tiene que utilizar una silla de ruedas para desplazarse. Pero en su propio relato, afirma que no fue hasta la escuela cuando realmente comenzó a tener conciencia de que era diferente respecto al resto de los niños, lo que establece una de las reflexiones más potentes de la película: nadie deja de considerarse normal hasta que se establecen unos criterios de normalidad. Pero, como indica el médico que la trató cuando era niña "la normalidad es solo una estadística". Is there anybody out there? (Ella Glendining, 2023), que se estrenó en el Festival de Sundance, ha competido en Tesalónica, SXSW y DocAviv, y ha recibido el premio a Mejor Documental Internacional en el Festival de Cracovia, ofrece claramente el punto de vista de su protagonista, que no quiere usar términos como discapacidad, e incluso de alguna forma trata de evitar una incursión más profunda en su relación con Scott, la pareja con la que tiene un hijo, lo que permite no desenfocar el tema principal de su historia.
A lo largo de este recorrido Ella Glendining también incluye ejemplos de la representación negativa sobre las personas con discapacidades, como en la película La parada de los monstruos (Tod Browning, 1932) o un reportaje de la BBC de los años setenta, visiones que aunque no lo pretendan acaban estereotipando la diferencia respecto al resto de la sociedad. Ella decide buscar otras personas que tengan parecidas características físicas y acaba reuniéndose en Estados Unidos con Michelle, una maquilladora, y con Ricardo, un joven que se ha convertido en un conocido YouTuber después de que comenzara a publicar videos en los que aborda con sentido del humor su discapacidad. Ricardo tiene un hijo con su misma condición física, pero que acaba teniendo en su padre el reflejo adecuado para no sentirse discriminado, algo que ninguno de los tres ha tenido anteriormente. La reunión de Ella, Ricardo y Michelle es uno de los momentos más emocionantes de la película, pero también plantea uno de los temas más controvertidos. En Florida, el Dr. Paley ha desarrollado una técnica que le permite extender el tamaño de los fémures mediante una complicada pero exitosa cirugía. La pareja de Ricardo comenta que han pensado llevar a su hijo Charlie, pero el tratamiento supone someterlo a numerosas y traumáticas cirugías. No hay respuesta para la incertidumbre de unos padres que tienen que elegir sobre su derecho a arrebatarle una infancia feliz a su hijo, aunque el resultado sea positivo a largo plazo.
Más tarde, en una entrevista con el Dr. Paley, que para Ella Glendining supone un momento especialmente importante, él comenta que el problema de muchos padres es que "no están adecuadamente educados para afrontar esta decisión". Y aunque parece evidente su intención de servir de ayuda a sus pacientes, vuelve a asomar la duda sobre por qué es necesario que una persona discapacitada tenga que adaptarse a la sociedad "normalizándose" en vez de ser la sociedad la que acepte la diversidad física de un sector de la población. Is there anybody out there? convierte un proceso personal en una mirada más amplia que habla de la capacidad que tenemos para desprendernos de las etiquetas. En una escena muy divertida, Michelle y Ella tienen una conversación sobre su sexualida, y la primera comenta que algunos hombres con los que ha estado le han confesado que estar con ella era una especie de fantasía sexual. "¿A mi que me importa? No me interesa saber si soy un fetiche para ti", dice Michelle. Esta escenas "de chicas" son las más atractivas de la película, como cuando conversa con su mejor amiga, Naomi, una joven en el espectro autista, que reflexiona sobre la diferencia entre las discapacidades visibles y las invisibles, incluso en la comprensión entre ambas: "A veces he sentido que realmente no me entendías", comenta Naomi a Ella. La película está dedicada a su madre, Karen, que fue su principal cuidadora y falleció el año pasado. Alejándose del simple retrato personal Is there anybody out there? aborda desde puntos de vista inexplorados la forma en que se puede encajar en una sociedad que se resiste a la diferencia. Y además presenta a una eficaz directora que el año pasado también dirigió el cortometraje de ficción Octopus (2022) y prepara actualmente Curiosities of fools, un drama histórico sobre la vida de un enano en la corte del siglo XVII.
Red HerringKit Vincent, 2023 | People & Community | ★★★★★ |
También es protagonista de su propia historia el director Kit Vincent quien, cuando le diagnosticaron en 2019 un tumor cerebral a la edad de 24 años, decidió tomar una cámara y grabar su propio proceso de asimilación de una enfermedad para la que los médicos le dieron entre cuatro y ocho años de supervivencia. Pero no se trata de una historia trágica sobre la posible muerte temprana, sino una historia que proporciona reflexiones profundas en torno a cómo afronta su familia una noticia como ésta, teñida de un sentido del humor negro. Al comienzo de la película, Kit Vincent se mira al espejo y comenta: "Soy como la parca" a través de su propia voz en off que utiliza como narrador durante la primera parte para ir abandonándola conforme el enfoque se amplía a quienes le rodean: como su novia Isobel, que se queja de su obsesión por grabarlo todo, frente a una aproximación como director que a veces resulta demasiado invasiva. Por su parte, sus padres se separaron cuando Kit era un adolescente, y él vivió con su madre Julie hasta los 16 años, pero posteriormente ha establecido con su padre, Lawrence, una relación mucho más íntima y afectiva. Hay una evidente distancia con su madre, lo que provoca que su presencia en la película esté menos aprovechada, en parte por la reacción de ella. Cuando la visita en su casa, se encuentra arreglando su plantación de tomates y parece que le incomoda volver al tema del tumor cerebral: "Este no es el mejor momento", le dice a su hijo. Lo cual es frustrante, porque había un material interesante para explorar, teniendo en cuenta que Julie trabaja precisamente como enfermera acompañando a pacientes que ya solo pueden recibir cuidados paliativos para tener una muerte digna. Pero de alguna forma parece que a pesar de su experiencia con la muerte no está preparada para afrontar el diagnóstico de su propio hijo.
Pero Red herring (Kit Vincent, 2023), que recibió el premio de Valores Humanos en Tesalónica y participó en festivales como DocAviv o True/False, se eleva en interés a través de la relación con su padre, Lawrence, que en algún momento parece convertirse en protagonista absoluto, el reflejo de una enfermedad a través de los ojos de un padre al que, literalmente, se le detuvo el corazón cuando recibió el diagnóstico de su hijo. Con un marcapasos a partir de entonces, hay un momento en el que asistimos a una especie de ataque epiléptico que tiene relación con su estrés postraumático, mientras su hijo le estaba entrevistando. La generosidad de la familia a la hora de mostrar sus propias debilidades y fragilidades es sorprendente y alimenta la emoción de la película hasta niveles extraordinarios. Las conversaciones entre padre e hijo parecen escritas por un buen guionista, transmitiendo ternura pero al mismo tiempo esa distancia que se provoca a través del sentido del humor, que salpica todo el documental eliminando cualquier atisbo de dramatismo. Incluso en la propia elección de los planos, como cuando Kit Vincent decide mostrar una perspectiva de su rostro en la máquina de MRI que le escanea el cerebro, y la escena presenta un primer plano que le asemeja al personaje de Hannibal Lecter en El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991).
Precisamente la película está estructurada a partir de las comunicaciones por teléfono de los resultados de los escáneres. La familia al completo se reúne alrededor de una mesa con el móvil de Kit puesto en altavoz para escuchar juntos el dictamen del médico, que a veces es positivo, cuando parece que el tumor no se está expandiendo, y otras veces más dramático, cuando el especialista aconseja el tratamiento de quimioterapia como una perspectiva lejana de esperanza en el horizonte. Pero vuelve a ser Lawrence el que acapara buena parte de la atención a través de su manera de lidiar con la enfermedad, primero decidiendo acercarse al judaísmo, donde parece encontrar respuestas frente a la incredulidad de su hijo. Cuando afirma que en la Torá se pueden hallar soluciones a problemas actuales, Kit le dice: "Bueno, en la biblia también". De hecho, la película ha recibido apoyo financiero de Jewish Story Partners, un fondo de ayudas en cuya Junta Directiva se encuentra Nancy Spielberg, la hermana de Steven Spielberg. A través de su familia, Kit Vincent reconstruye un entorno que posibilita la aceptación de un diagnóstico fatal, pero con una positividad admirable. Hay algún montaje musical en la película que transmite continuamente las ganas de vivir y de dejar un legado audiovisual, pero también alguna revelación sorprendente que cambia el enfoque familiar. Lo que convierte a Red herring en una de las aproximaciones más inteligentes sobre la muerte a partir de la necesidad de disfrutar de la vida.
Much ado about dyingSimon Chambers, 2022 | People & Community | ★★★★☆ |
En unas circunstancias extremas, el director Simon Chambers también decidió tomar su cámara para mostrar su experiencia como cuidador de su anciano tío David Newlyn Gale, un antiguo actor y profesor que comenzó a llamarle por teléfono para decirle que se estaba muriendo. El problema es que Simon se había trasladado a Nueva Delhi para tratar de rodar algunos documentales, pero la soledad de su tío le acabó convenciendo de dejar el proyecto de vida que se había propuesto para regresar a Londres y cuidar de él. La película Much ado about dying (Simon Chambers, 2022) es una crónica de los últimos cinco años de vida de David Gale, quien según afirma el director en las entrevistas fue el que realmente le sugirió que cogiera una cámara para grabar. Pero al mismo tiempo, la cámara se convirtió en un vínculo entre tío y sobrino, en el que la senilidad de David suavizaba el mal humor para expresarse como una actuación delante de ella, de forma que resultaba mucho más cercana su relación. David Newlyn Gale no alcanzó grandes logros como intérprete, pero sus excelentes declamaciones de algunos textos de William Shakespeare le revelan como un actor desaprovechado en su momento. Su propia vivencia personal se plantea en la película como un paralelismo con la obra El Rey Lear (1606), en la que un anciano monarca se prepara para su muerte despojándose de sus bienes y repartiendo su reino entre sus hijos. De la misma manera, la película hace referencia a un enfermero llamado Rodrigo que cuidó a David durante un tiempo y al que éste decidió regalar una desorbitada cantidad de dinero.
Entre sus soliloquios y su vivienda desordenada rodeada de libros y objetos, su alimentación escasa a base de latas de conservas y una cierta demencia senil, descubrimos algunos aspectos de la vida de David, como su experiencia como soldado, o la manifestación de su homosexualidad que no se atrevió a expresar hasta los 62 años. Much ado about dying aborda temas como la soledad en la vejez, convirtiéndose Simon Chambers en el único recurso del anciano para poder sobrellevar sus últimos años de vida. Y a pesar de hablar de la muerte próxima, ofrece una mirada positiva a partir de la personalidad optimista de David, incluso cuando le diagnostican un cáncer avanzado de próstata que definitivamente se convierte en el anuncio del final de su vida. Pero al mismo tiempo la película tiene la capacidad de colocarse en el punto de vista del cuidador, un aspecto pocas veces tratado en el cine, a través de la frustración, la paciencia, la dedicación y también la soledad de quien acaba aparcando su propia vida para entregarse a la de otra persona que lo necesita. El trayecto de los últimos años de David tampoco es fácil: tras un accidente en su vivienda, pasa por el cuidado de una familia y acaba en una costosa residencia de ancianos para actores.
Much ado about dying muestra su condición de documental realizado con los medios necesarios y sin presupuesto, con la cámara a veces tratando de encontrar de forma improvisada el plano adecuado, pero esto también le aporta una sensación de honestidad y de verdad al planteamiento visual. El director contó durante 10 semanas con la experimentada montadora Claire Ferguson, responsable del montaje de documentales como Aileen: Vida y muerte de una asesina (Nick Bloomfield, Joan Churchill, 2003) y Who killed the KLF? (Chris Atkins, 2021), hasta que el presupuesto se acabó y el director tuvo que continuar por su cuenta. Debutando en IDFA 2022, donde consiguió el premio al Mejor Director, la película elabora un retrato que a veces resulta divertido y en otras ocasiones provoca una emoción profunda, especialmente en los momentos en los que David parece apoyarse en el cariño y la dedicación de su sobrino. El anciano parece a veces un personaje quijotesco en sus delirios, e incluso tiene algunos episodios de pánico que finalmente se revela que han sido provocados por una acumulación de orina que ha acabado llegando a su cerebro: "Literalmente, se podría decir que se emborrachó con su propia orina", comenta la voz en off del director. Aunque nunca se le ha conocido pareja, en la residencia David establece una relación especial con otro de los viejos actores, también homosexual, que comparte recuerdos de su juventud. De alguna forma, la visión de la muerte cercana le proporciona a David una paz interior y una reivindicación de la vida, y el documental Much ado about dying hace mucho en su capacidad para transmitir, incluso en los momentos más sobrecogedores, esta pasión por vivir.
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