Como es habitual en estos últimos meses del año, las convocatorias de premios se suceden a través de las nominaciones tanto en cine como en series. La Asociación de Escritoras y Escritores Cinematográficos de Andalucía (ASECAN) ha hecho pública su lista de nominaciones para los 37 Premios ASECAN, que se entregarán en una ceremonia que se celebrará en Sevilla el 21 de diciembre. Entre las categorías cinematográficas destacan las nominaciones como Mejor Película para La infiltrada (Arantxa Echevarría, 2024), Los últimos románticos (Gabriel Drak, 2024), Solos en la noche (Guillermo Rojas, 2024), que es la película más nominada en siete categorías, seguida de Por donde pasa el silencio (Sandra Romero Acevedo, 2024), con seis. En el apartado de series, este año se incluyen dos nuevas categorías que reconocen a directores y guionistas. Las series finalistas con producción andaluza son: En fin (Prime Video, 2024), Operación Barrio Inglés (RTVE Play, 2024) y Una perra andaluza (Filmin, 2023-); como Mejores Directores están nominados David Sainz por En fin (Prime Video, 2024), Pablo Tocino por Una perra andaluza (Filmin, 2023-) y Violeta Salama por Detective Touré (Pr1meran/RTVE Play, 2023); y en el apartado de Guión, curiosamente tratándose de una asociación de escritores cinematográficos, solo hay dos finalistas: David Sainz y Pablo Tocino.
Por su parte, la Academia de Televisión ha dado a conocer las nominaciones de los Premios Iris, que se entregarán en una ceremonia que se celebrará en Madrid el 14 de enero de 2025. Destacando las categorías de series de ficción, las finalistas son Cristóbal Balenciaga (Disney+, 2024), El caso Asunta (Netflix, 2024), Entrevías (Telecinco, 2021-2024), La Mesías (Movistar Plus+, 2023), Reina roja (Prime Video, 2024) y Sueños de libertad (Antena 3, 2024), que se reparten también buena parte del resto de categorías como dirección, guión e interpretación. Significativamente, se quedan fuera de la convocatoria de los Premios Iris algunas de las series españolas más destacadas que se han estrenado en las últimas semanas, así que los premios de la Academia de la Televisión se siguen reflejando como particularmente anacrónicos, sobre todo cuando posiblemente se puedan entregar en 2025 galardones a series que se han estrenado en 2023.
Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas de las series que destacamos y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.
Una de las figuras más clásicas de las series policíacas es la del detective que está a punto de jubilarse, cansado de haber resuelto decenas de casos y haber dedicado toda su vida a un trabajo que le ha proporcionado pocas satisfacciones realmente y en muchos casos le ha exigido sacrificios sin recompensas ni reconocimientos auténticos de sus éxitos. Diego San José (1978, Irún) ha tomado este perfil clásico para asignarlo a Sara Santano (Carmen Machi), una inspectora de Hacienda que ha dedicado tanto tiempo a recaudar impuestos que se ha olvidado de tener una vida propia, y que está a punto de prejubilarse con el único reconocimiento de una triste fiesta sorpresa de despedida en la oficina. Pero Carmelo (Antonio Durán Morris), compañero de estudios de Sara que al menos ha conseguido escalar posiciones en la Agencia Tributaria sin perder sus principios, le propone que se encargue de un último trabajo para poder marcharse "por la puerta grande": demostrar que la estrella de la música latina Celeste (Andrea Bayardo) ha residido en España seis meses y un día durante el ejercicio anterior para recuperar los impuestos que no ha tributado en nuestro país, unos 20 millones de euros. Esa oportunidad puede servir también para hacer olvidar otra inspección de Hacienda que llevó a cabo en el pasado y que acabó perdiendo en los tribunales. De esta forma, se inicia lo que la promoción de Celeste (Movistar Plus+, 2024) califica como un "thriller tributario" y lo que Diego San José y el co-guionista Oriol Puig vendían en una sola frase como "Zodiac pero con el IRPF". Sara Santano comienza una investigación que la llevará a peluquerías, tiendas y restaurantes donde la cantante solía acudir, a interrogatorios y allanamientos, y a encontrar una inesperada colaboración en el paparazi Tony (Manolo Solo), que lleva años vendiendo fotografías de Celeste al mejor postor. Como el protagonista de Colombo (SkyShowtime, 1971-1978), Sara Santano suele vestir con gabardina y tiene un carácter agrio que se ha ido dibujando en su rostro con el paso de los años. Por supuesto, esta investigación recuerda a la inspección real que la Agencia Tributaria hizo a la cantante colombiana Shakira, acusándola de un fraude de 14,5 millones de euros que se quedó en un acuerdo firmado en 2023, y el reconocimiento del delito fiscal con una multa de 7 millones de euros. De hecho, Celeste también es aficionada a exponer sin rubor sus intimidades sentimentales a través de canciones en las que describe su relación con un empresario, como su último éxito "Eres lo peor", con el que Sara Santano acaba sintiéndose identificada en una magnífica escena del Episodio 4.
Porque Celeste es un personaje secundario a pesar del título de una serie que se centra en una inspectora de Hacienda cuya investigación deriva hacia el conocimiento de su propia vida, o la ausencia de ella, una existencia gris casada con otro inspector de Hacienda y con una estabilidad económica que sin embargo no refleja demasiadas satisfacciones personales. Mientras al mismo tiempo sus encuentros con personajes que rodean al entorno de la cantante, como un joven fan demasiado obsesionado que tiene una orden de alejamiento, acaban descubriendo para la inspectora a la persona que está detrás de Celeste, la joven mexicana Karen Albarrán, que nació en una familia humilde hasta conseguir una popularidad que se ha convertido en una cárcel para ella, atrapada en su propia imagen de éxito. No hay blancos y negros en esta historia, aunque sí hay contribuyentes y no contribuyentes, e incluso donaciones supuestamente generosas que en realidad sirven para lavar la imagen y de camino desgravar los impuestos. Diego San José ofrece otro de esos retratos de España a través de sus contradicciones, ya sean los conflictos territoriales en Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez-Läzaro, 2014) o la política ridícula en la trilogía que comenzó con Vota Juan (Max, 2019), y próximamente la realeza en Su Majestad (Prime Video, 2024). Pero en este caso la comedia es abordada como el thriller, adoptándola sin los elementos tradicionales, con momentos que dibujan una sonrisa pero que los personajes viven con seriedad. Lo que permite que Carmen Machi componga uno de esos personajes complejos que demuestran su variedad de recursos, menos desarrollada en cine y televisión que en teatro, donde ha interpretado papeles como Lady Macbeth en Los Mácbez (2014).
Celeste consigue un excelente equilibrio entre el estudio de personaje y la investigación minuciosa, como si Sara Santano fuera una especie de Sherlock Holmes que debe deducir dónde puede rascar un día más para ir completando los 184 días de estancia en España que le permitan iniciar el expediente sancionador. Bajo la dirección de Elena Trapé (1976, Barcelona), que este año también ha dirigido los últimos episodios de Yo, adicto (Disney+, 2024), la serie mantiene cierto grado de suspense (nunca estamos seguros de cómo se va a resolver la investigación), al mismo tiempo que ofrece una descripción algo melancólica de la incertidumbre de la jubilación, con un personaje principal de sesenta años que se da cuenta de que ha malgastado parte de su vida. Celeste es difícil de clasificar, y posiblemente acabará siendo malinterpretada en las categorías tradicionales de comedia y drama, pero ese es su principal mérito: ser una propuesta inclasificable, una historia sobre dos mujeres que se convierten en némesis debido a las circunstancias, pero que acaban entendiéndose cuando hablan a solas, sin las interferencias que las rodean. La serie ha sido producida por 100 Balas, que pertenece desde hace algunos años al Grupo The Media Pro Studio, y que ha producido también las anteriores series de Diego San José.
La última noche en TremorMiniserie | Ficción, 8x70' | Netflix | ★★★☆☆Adaptada por Oriol Paulo con la colaboración de Lara SendimDirigida por Oriol Paulo |
El director Oriol Paulo (1975, Barcelona) siempre ofrece en sus propuestas un recorrido especialmente complejo para sus protagonistas y el espectador, historias que juegan con la narrativa para mostrar que la realidad a veces forma parte de la mente de los personajes: desde El cuerpo (2012) hasta Los renglones torcidos de Dios (2022) hay elementos comunes que sin embargo suelen ofrecer conclusiones realistas, aunque a veces pueda parecer que coquetea con lo sobrenatural. A lo largo de casi diez horas, La última noche en Tremor (Netflix, 2024) propone uno de esos rompecabezas que son tan del gusto del director, pero lo hace de una manera extenuante, dedicando más de una hora a cada episodio, lo que no es un defecto por sí solo, pero subraya los principales problemas de esta miniserie: un ritmo cansino al que no le salva ni siquiera una construcción sonora que envuelve al espectador como pocas veces hemos visto recientemente, y un desarrollo que puede hacerse redundante, una vez que se plantea la explicación más plausible de la historia. La serie está basada en la novela La última noche en Tremore Beach (2014, Ed. B de bolsillo), de Mikel Santiago (1975, Portugalete), que se desarrollaba en un pequeño pueblo de Irlanda, ahora sustituido por una población costera de Asturias, pero no solo se modifica el espacio sino también parte del desarrollo, introduciendo subtramas nuevas y un final diferente. En el prólogo del libro, que está narrado en primera persona, el protagonista Peter Harper, cuenta que "he oído que algunos escritores lo llaman el túnel. Algo que se abre, mágicamente, en sus cabezas y les permite viajar hasta un lugar donde las historias, los hechos y sus personajes se describen con claridad. Entonces el escritor solo actúa como cronista de lo que ve. Mira a sus personajes, observa sus expresiones, siente lo que ellos sienten y los ve marcharse en busca de algo". En la serie, los espejos y las visiones acaban teniendo una influencia relevante en la historia, que comienza cuando el músico Álex de la Fuente (Javier Rey) acaba de llegar a una aislada población asturiana (el rodaje tuvo lugar principalmente en el hermoso pueblo de Puerto de Vega), después de haber tenido una carrera de éxito como compositor de bandas sonoras que le ha proporcionado dos premios BAFTA. Tratando de buscar inspiración para su "personal piece", la obra autónoma con la que trata de reivindicarse al margen del cine, acepta sin embargo el encargo de una nueva película titulada Way up y escrita por Peter Harper (una referencia al nombre del protagonista en la novela). Pero se trata de una historia de amor que utiliza los clichés del género romántico y que no le inspira demasiado, estancado en una composición que al mismo tiempo parece traerle recuerdos de un pasado traumático. Alex ha comenzado una relación con Judy (Ana Polvorosa), que administra un albergue en el centro del pueblo, y tiene como únicos vecinos a Leo Bazán (Willy Toledo) y su pareja María Vargas (Pilar Castro). Pero una noche de tormenta, tras una cena en la lujosa casa de estos vecinos, recibe el impacto de un rayo que parece despertar una conexión especial con el tipo de visiones que tenía su madre Elvira (Nora Navas) y le deja marcado con las llamadas figuras de Lichtenberg, una especie de tatuajes naturales que a veces provocan las descargas eléctricas, y que también es el tema central de la película Los impactados (Lucía Puenzo, 2023).
En este punto es en el que la banda sonora compuesta por Fernando Velázquez (1976, Getxo) sirve como narrativa para explicar los acontecimientos que se producirán con posterioridad, y como un elemento esencial para subrayar el desenlace de la historia, cuya última parte (la que revela la auténtica naturaleza de lo que hemos estado viendo) se cuenta desde la inspiración para la composición del tema central de la película Way up, el pasaje titulado "Las piezas" en la banda sonora de la serie, que alterna su función diegética y no diegética para construir el desenlace definitivo de la historia. Y que plantea preguntas interesantes sobre la propia naturaleza del género thriller, el camino más tortuoso y dramático, pero también la resolución más comercial y placentera para el público, lo que termina siendo uno de los elementos más interesantes de la serie. En el episodio La última noche (T1E8), Oriol Paulo descompone el puzzle que ha planteado para recomponerlo de una manera diferente, que hace referencia a aquel túnel del que hablaba Mikel Santiago al comienzo de su novela, la posibilidad de que el creador sea un cronista de su propia inspiración que mira, observa y siente lo que sienten sus personajes. La condición de la historia como un reflejo de sí misma ya está planteada en el episodio No salgas de casa (T1E1) con el recurso del espejo que muestra una realidad diferente. Y entonces La última noche en Tremor se transforma en una apasionante mirada autorreflexiva sobre la construcción del thriller, pero también sobre las concesiones a las que está sometido dentro de la industria audiovisual. Hasta llegar a ese punto, sin embargo, hemos seguido un camino demasiado tortuoso y a veces repetitivo, especialmente si aceptamos una explicación más realista. Incluso en episodios como Para Judy (T1E4), cuyo título es precisamente el mismo que la composición que Alex interpreta al final de la serie, una historia de fondo a la que a pesar de todo se siente demasiado innecesario dedicarle más de una hora. Temas como el destino y la necesidad de curar los traumas del pasado para construir el futuro forman parte de una historia que se cuenta de una manera laberíntica, y con una tendencia al susurro que a veces resulta muy molesta. Pero al final, La última noche en Tremor plantea reflexiones sobre la propia construcción narrativa que acaban salvando el conjunto de una manera positiva.
Yo, adictoMiniserie | Ficción, 6x45' | Disney+ | ★★★☆☆Creada por Javier Giner, Aitor Gabilondo | Dirigida por Javier Giner, Elena TrapéPremios Forqué '24: Nominación Actor de Serie (Oriol Pla) |
En el último episodio, al hacer un repaso a su posible futuro, el personaje de Javier Giner (Oriol Pla) le dice al espectador: "Que no cunda el pánico, no voy a convertirme en una taza con frases de autoayuda ni seré un iluminado chapas. No voy a meterme en los baños de las discotecas para captar adeptos a mi causa ni iré por la vida diciéndole a la gente que las drogas son chungas". Pero eso en realidad es lo que conforma parte de una serie que está basada en el libro Yo, adicto. Un relato personal de dependencia y reconciliación (2021, Ed. Paidós), que se puede considerar a todas luces como un libro de autoayuda. Lo cual no es negativo, porque posiblemente quienes deberían escribir libros de autoayuda son los que han experimentado aquello de lo que están hablando, no psicólogos que observan los problemas desde el exterior. Convertida en serie bajo la protección de Aitor Gabilondo (1974, País Vasco), uno de los más populares productores españoles, responsable de éxitos como Entrevías (Telecinco, 2021-2024), Vivir sin permiso (Telecinco, 2018-2020) o Patria (Max, 2020), la autoficción de Javier Giner (1977, Baracaldo) plantea una mirada más personal que funciona como una forma de terapia con claras intenciones pedagógicas, o al menos de reflejo de un proceso de rehabilitación que es al mismo tiempo una forma de autoconocimiento, lo que Javier describe en La despedida (T1E6) como "aprender a vivir". Pero el relato funciona mejor cuando ofrece una descripción descarnada y personal que cuando trata de hacer pedagogía, especialmente a través de las conversaciones con la educadora del centro de rehabilitación, Anaís (Nora Navas) y el psicólogo Rafael (Alex Brendemühl), que a veces están cargadas de frases de psicología básica, lo que el personaje de Iker (Omar Ayuso) califica como "mensajes hippi-budistas". Pero la manera que tiene Yo, adicto (Disney+, 2024) de pontificar estas instrucciones sobre la vida y las emociones resulta lo menos interesante de una serie que mejora cuando es más sutil o cuando directamente se adentra en los rincones oscuros de la dependencia, como en el episodio La adicción (T1E1), que muestra el descenso a los infiernos del protagonista. Eso sí, también resulta algo discutible que una educadora permita que uno de sus pacientes "toque fondo" para que él mismo acabe pidiendo ayuda, como ocurre en Los vínculos (T1E4), el episodio que muestra el fracaso a través del personaje de Iker, un actor que no reconoce su propia adicción, y que parece haber sido escrito específicamente para que lo interpretara Omar Ayuso, que pasó también por un camino de rehabilitación.
Yo, adicto es muy interesante cuando no describe a todos los adictos que se encuentran en el centro de rehabilitación de la misma manera, como suelen hacer muchas películas y series, sino que establece diferencias de comportamiento según qué tipo de adicciones han experimentado. El conocimiento desde dentro permite una mirada diferente a otras que habitualmente colocan todas las dependencias en un nivel similar. Y aunque a veces hay cierto descargo de responsabilidad, como cuando se describe cómo la sociedad invita al consumo o cuando se reflejan los traumas de unas expectativas paternas que acaban oprimiendo a los hijos, la serie consigue reflejar desde el interior cómo la adicción provoca también víctimas colaterales, no solamente destruyendo a quien padece la enfermedad sino hiriendo profundamente a quienes le rodean. Pero el episodio Familia (T1E5) resulta mucho más efectivo cuando es sutil que cuando estalla emocionalmente, es más doloroso cuando el hijo baila y abraza a su madre (Itziar Lazkano) que cuando se produce la catarsis contra su padre (Ramón Barea). Celebrando, en todo caso, que Oriol Pla ofrezca una de las interpretaciones más descarnadas que se han visto en mucho tiempo, aunque hay que seguir reivindicando su excelente trabajo en la miniserie El día de mañana (Movistar Plus+, 2018), en la que demostraba una ambigüedad apasionante. A veces da la impresión de que Yo, adicto tiene algunos tics del Aitor Gabilondo de Madres. Amor y vida (Prime Video, 2020-2022), en esas conversaciones que fuerzan la emoción hablando sobre la vida y la existencia, pero con un tono motivacional algo simplón. Una de las referencias literarias de la serie es Querer es poder (2013, Ed. B de Bolsillo), en el que el psicólogo especializado en comunicación Xavier Guix (1960, Sant Boi de Llobregat) ofrece una guía bajo la premisa de que la fuerza de voluntad puede entrenarse. El autor, que ha publicado este año el libro El problema de ser demasiado bueno (2024, Ed. Arpa), aborda conceptos como el de la reinvención, no como una forma de convertirse en otra persona, sino como una transformación partiendo de nosotros mismos. Hay otras muchas referencias literarias, como el conmovedor El año del pensamiento mágico (2005, Ed. Random House) de Joan Didion, sobre el proceso de duelo, o Escrito en el cuerpo (1992, Ed. Lumen), de Jeanette Winterson, una de las obras más influyentes de la literatura queer.
Yo, adicto también habla de un proceso de reinvención, si se quiere desde un punto de vista humanístico, pero sobre todo de un camino de autodescubrimiento que es el que lleva a la reconciliación. Pero en su camino irregular consigue romper algunos tabúes relacionados con la percepción de las toxicomanías, y hace algunas preguntas apropiadas que invitan a la reflexión sobre determinados aspectos que siguen siendo poco abordados incluso en espacios seguros como un centro de desintoxicación. Como en el episodio Los vínculos (T1E4), cuando se pregunta por qué sigue siendo un tabú hablar sobre seropositivos: "Es la única conversación que no tenemos. Hablamos de violaciones, palizas, robo, cárcel... se cuenta todo, pero de eso nadie habla. Me da mucha pena que no se pueda decir sin más". Cuando Yo, adicto se revela como un espejo de ciertas carencias de la sociedad, de los silencios y los temas de los que no se habla, o de los murmullos y los prejuicios de las miradas disimuladas, es cuando consigue traspasar su condición de relato audiovisual para mostrarse como un trayecto que desprende humanidad.
La transformación de determinados conceptos en instrumentos de ataque a través de discursos de odio es relativamente habitual en los últimos años. En Estados Unidos, el término "woke", que nació como una forma de reivindicación del despertar de la identidad afroamericana, y que fue utilizado como lema en las protestas de los mineros en 1940: "We were asleep. But we will stay woke from now" (estábamos dormidos, pero ahora estamos despiertos), ha acabado siendo utilizado como una referencia negativa a la diversidad, transformándose desde una identificación de la raza negra hasta una apropiación para blancos racistas. En España, las ONG's utilizaban el acrónimo "mena" para referirse a los Menores Extranjeros No Acompañados, pero desde hace algunos años ha sido un término del que se han apropiado los discursos de la extrema derecha sobre una inmigración ligada a la delincuencia, una metonimia que cataloga a los varones menores de edad como potenciales delincuentes. Esta apropiación del lenguaje no es casual, de manera que el término acaba formando parte en las redes sociales de entornos de conversación generalmente negativos y habitualmente basados en fake news. Dieciocho (Playz, 2024) se centra en un menor inmigrante no acompañado pero no utiliza nunca la palabra "mena" y trata de evitar el debate de cifras para centrarse en el aspecto humano. Escrita por Pau Escribano, quien recientemente estrenó el cortometraje Humormàtic (2024) y Damià Serra Cauchetiez, cuyo cortometraje En la azotea (2016) fue seleccionado en el Festival de Berlín, la historia comienza con el personaje de Cèlia (Alicia Falcó) llegando a una residencia en Valencia para cumplir la condena de servicios a la comunidad después de que se declarara culpable de una agresión para ayudar a su hermano Matías (Roberto Hoyo). Su trabajo se desarrolla en una cocina administrada por Bilal (Tarik Rmili) y en la que trabaja Moha (Maël Rouin-Berrandou), un joven de origen marroquí que vive en un centro de acogida para menores. Moha y Cèlia están cerca de la mayoría de edad, aunque él no está claro si es menor o ha mentido para evitar la expulsión, pero ambos comparten sus anhelos de futuro: ella quiere estudiar en Canarias mientras que él aspira a la residencia legal en España.
Dieciocho aborda el tema de la inmigración desde una perspectiva intimista, dejando a un lado los debates y presentando a los protagonistas como dos jóvenes que comparten más inquietudes que las que les separan culturalmente. Pero también adopta un enfoque tradicional en el que la mirada está puesta principalmente en el personaje de la protagonista española, lo que resulta sorprendente en medio de una tendencia que es precisamente la contraria: contar las historias desde el punto de vista de los inmigrantes, como hemos visto en películas como L'histoire de Souleymane (Boris Lojkine, 2024). Pero la propuesta de Dieciocho parece más interesada en que el espectador se sienta identificado con Moha, no a través del propio personaje, sino a través de la mirada de Cèlia, lo que resulta un planteamiento demasiado convencional. Esto se expresa incluso en algunos diálogos, como en el episodio Amar (T1E4): "A mi me da miedo que nadie me vea como yo soy. Pilar me ve com un ladrón, Sandra como un problema, la policía como un delincuente, los que tendrían que darme trabajo como un inmigrante". Sin embargo, Cèlia le ve simplemente como Moha, un joven que tiene aspiraciones como ella, que también se siente atrapada en su entorno. Pero al presentar la historia como una reflexión sobre los prejuicios con los que miramos a los inmigrantes, la serie acaba convirtiéndoles en personajes secundarios, que no dependen de sí mismos sino de la forma en que son percibidos. Adoptar siempre la mirada de quien observa en vez de quien se siente observado acaba resultando una postura demasiado cómoda. La serie, de la que es showrunner y co-director el cineasta catalán de origen sirio Hammudi Al-Rahmoun Font (1979, Barcelona), consigue contar una historia de amor con sensibilidad y matices emocionales, pero tropieza precisamente en ese punto de vista occidentalizado que describe al inmigrante desde una mirada condescendiente. De hecho, no hay demasiados elementos culturales alrededor de Moha, excepto el contacto con sus familiares a través de videollamadas, como si la intención fuera despojarle de ciertos elementos de identidad para ofrecer la descripción de un joven en un sentido más general. Pero si Dieciocho quiere decir algo sobre la inmigración o sobre cómo se percibe a lo inmigrantes, su mensaje es demasiado simplista, y en el caso de TVE algo hipócrita, teniendo en cuenta que ninguna de las series o películas que produce están protagonizadas por personajes racializados que no estén relacionados con la emigración. Alicia Falcó y sobre todo el actor francés Maël Rouin-Berrandou (2005, Francia), que ya tiene experiencia en películas como Club de padres (Noémie Saglio, 2020) y Mis hermanos y yo (Yohan Manca, 2021), aportan sensibilidad y naturalidad a sus personajes, lo que contribuye a que resulte fácil identificarse con ellos, pero la aportación de la serie a la realidad de la inmigración acaba siendo demasiado inofensiva. Coproducida por las cadenas autonómicas À Punt Mèdia e IB3, forma parte de las producciones desarrolladas por Playz, el canal digital de contenido joven de RTVE.
Esta temporada hay una cierta tendencia hacia las series españolas que se desarrollan durante el tardofranquismo o el postfranquismo, a la espera del estreno de Asuntos internos (RTVE, 2024), sobre las primeras mujeres policías en una comisaría de un barrio obrero a finales de los años setenta. En esa misma época tiene lugar Las abogadas (RTVE Play, 2024), una miniserie que toma como elemento central la matanza de Atocha de 1977, en la que fueron asesinados cinco abogados laboralistas del Partido Comunista y Comisiones Obreras a manos de un comando de ultraderecha, un acontecimiento que marcó la transición española. La serie fue desarrollada por Patricia Ferreira (1958, Madrid-2023, Madrid), quien murió el año pasado a causa de un tumor cerebral, y estuvo durante un tiempo en las previsiones de Movistar Plus+, que finalmente la descartó en 2022, en las mismas fechas en las que la plataforma de Telefónica también canceló la serie sobre la Guerra Civil española que estaba desarrollando Rodrigo Sorogoyen. La compañía decidió abandonar los proyectos que tuvieran un perfil político, especialmente después de las críticas que recibió tras el estreno de La línea invisible (Movistar Plus+, 2020), sobre el primer asesinato de la banda terrorista ETA, y las acusaciones de censura ultraderechista por parte de algunos comediantes que trabajaron en sus programas, enfocándose más en thrillers y comedias. También decidió no renovar la serie Antidisturbios (Movistar Plus+, 2021), cuya segunda temporada iba a desarrollarse durante el referéndum del 1 de octubre de 2017 en Cataluña. De esta forma, un proyecto que en principio estaba enfocado sobre todo en la figura de Lola González Ruiz (Paula Usero), acabó encajando en la programación de la televisión pública, evidentemente más receptiva en estos momentos a este tipo de historias, pero abriéndose a un enfoque más plural, de manera que permite un mayor protagonismo de otras tres abogadas supervivientes del atentado: Paca Sauquillo (Almudena Pascua), Manuela Carmena (Irene Escolar) y Cristina Almeida (Elisabet Casanovas). La serie además ha conseguido romper la desastrosa tendencia de las producciones de RTVE durante 2024, con fracasos y cambios de horario que se han sucedido en estrenos como Zorro (RTVE Play/Prime Video, 2024), Operación Barrio Inglés (RTVE Play, 2024), la tercera temporada de HIT (RTVE Play, 2020-2024) y Cicatriz (RTVE Play/Prime Video, 2024). Impulsada por el éxito del programa La Revuelta (RTVE, 2024-), Las abogadas ha conseguido superar el millón de espectadores con un promedio del 10,8% de share en el canal lineal y ha alcanzado más de 200.000 espectadores en algunos capítulos en diferido a través de RTVE Play, mientras que el estreno reciente de Detective Touré (RTVE Play/EITB, 2024) ha mantenido esta tendencia positiva.
La decisión más interesante de la serie es tomar el atentado de 1977 como un punto de referencia en la trayectoria de las protagonistas, pero desarrollar la historia a lo largo de la década anterior, comenzando en 1964 cuando las cuatro protagonistas se conocen en la Universidad y deciden iniciar un trabajo en conjunto. Porque de esta forma la historia aborda la evolución de la sociedad española, y del papel de la mujer dentro de ella, desde el tardofranquismo hasta el comienzo de la transición hacia la democracia. Y en cierta manera se utiliza un planteamiento de seudo-procedimental que se enfoca en diferentes casos a lo largo de los episodios, con referencias a los asesinatos del estudiante de Derecho Enrique Ruano en 1969 en el Episodio 1 y del sindicalista Pedro Patiño en 1971 en el Episodio 3. De manera que la serie también rinde homenaje a los que lucharon contra el franquismo en su última etapa y ofrece una representación que contradice el aperturismo que se predicaba en aquella etapa de la política española, que después ha sido subrayado por cierto revisionismo histórico de la extrema derecha actual. Pero también proporciona una mirada crítica a algunos aspectos de la transición, especialmente la influencia de ciertos sectores de la ultraderecha y el ambiente de violencia que todavía existía después de la muerte de Franco. Las abogadas ofrece en el sentido positivo un reflejo de la memoria histórica que trata de reivindicar a los silenciados, aunque se acobarda cuando evita las referencias a la implicación en aquellos acontecimientos de algunos políticos posteriormente relevantes en la política española, como Manuel Fraga, que era Ministro de Información cuando se informó del asesinato de Enrique Ruano como si se tratara de un suicidio.
La propuesta de Patricia Ferreira subraya el carácter revolucionario de los movimientos que se produjeron en el exterior como el Mayo francés para destacar la juventud como impulsora de los cambios en la sociedad española y el impulso de las mujeres que renunciaban a una posición pasiva en la construcción de una nueva forma de hacer política. Pero la serie a veces pierde cierto equilibrio entre el protagonismo de los personajes principales, quizás como consecuencia del planteamiento inicial de centrarse en una de ellas para expandirse hacia las otras tres abogadas. Con un buen trabajo de las actrices protagonistas, que reflejan más el carácter de sus personajes que el parecido físico con las personas reales, Las abogadas se sitúa en un término medio entre un procedimental situado en el pasado y un reflejo de la memoria histórica sin que termine de definirse del todo. El trabajo de los directores Juana Macías y Polo Menárguez a veces se siente desigual, sobre todo cuando el desarrollo de la historia sale de los despachos y tiene que enfrentarse a escenas en exteriores, de manera que la serie tiene una textura algo acartonada en su puesta en escena. Pero se trata de un acercamiento digno al período de la transición a través de un guión con diálogos ágiles, aunque con un lenguaje demasiado "actualizado", que TVE ha conectado con un formato transmedia que sin embargo se siente algo improvisado, estrenando también, aunque sin demasiada promoción, el programa Las abogadas. La verdadera historia (RTVE Play, 2024), una conversación de la periodista Inés Hernand con las personas reales, que se puede ver en la plataforma digital pero también se puede escuchar en su versión pódcast. La serie ha sido producida por MOD Producciones, fundada por Fernando Bovaira en 2007, que también ha producido series como El día de mañana (Movistar Plus+, 2018) y Los Farad (Prime Video, 2023), y recientemente ha estrenado películas como La estrella azul (Javier Macipe, 2023) y Los destellos (Pilar Palomero, 2024).
Moncloa. Cuatro estacionesMiniserie | Documental, 4x45' | El País Premium | ★★☆☆☆Dirigida por Curro Sánchez Varela |
Por alguna razón, en España no suelen abordarse producciones documentales sobre los entresijos de la política actual, quizás para evitar ser analizados desde una perspectiva exclusivamente ideológica. Es lo que ha ocurrido con esta miniserie que se centra en el funcionamiento del palacio de la Moncloa, que se define en el documental como "una ciudad de 1.200 habitantes". Pero la gestación del proyecto ha propiciado esta percepción de que se trata más una herramienta de propaganda gubernamental que una propuesta que realmente trate de indagar en los aspectos menos conocidos de la sede del gobierno, a pesar de que el planteamiento tiene elementos de interés. La serie nació en la productora The Pool, co-fundada por Andrés Varela Entrecanales, que también es consejero de Prisa, el grupo editor de El País, y ha contado con la participación de Secuoya Estudios, empresa de contenidos que preside el ex-embajador de Estados Unidos en España, Jaime Costos. Planteada como una producción independiente, Moncloa. Cuatro Estaciones (El País, 2024) ha acabado emitiéndose dentro de la suscripción premium de El País, después de no encontrar ninguna plataforma que tuviera interés en emitirlo (hubo contactos más firmes con Prime Video y Netflix, aunque los productores decidieron descartar Televisión Española desde el principio). Pero lo cierto es que el proyecto, que se rodó durante un año entre 2022 y 2023, siempre ha estado marcado por el matiz político, y desde que se anunció su producción ya era calificado en algunos medios como "el documental de Pedro Sánchez", destacándose además los contratos que había conseguido The Pool Talent Management para la producción de programas en RTVE. Curiosamente, en otros países hay menos temor por estas perspectivas ideológicas: en Francia, TF1 estrenó el documental Emmanuel Macron: les coulisses d'une victoire (Yann L'Hénoret, 2017), que narraba el ascenso del presidente francés al Elíseo, mientras que en Estados Unidos se suelen producir series y documentales sobre el funcionamiento interno de los órganos de gobierno, como la serie Philly D.A. (Filmin, 2021), en torno al trabajo del Fiscal del Distrito de Filadelfia, Larry Krasner, o el largometraje The body politic (Gabriel Francis Paz Goodenough, 2023), protagonizado por Brandon Scott, el alcalde más joven de la ciudad de Baltimore. Estos son ejemplos de documentales que evidentemente juegan a favor de sus protagonistas, quienes como contraprestación permiten la grabación de las interioridades de su labor diaria, pero que tampoco evitan los aspectos más controvertidos sobre sus gestiones. El problema de la docuserie Moncloa. Cuatro Estaciones no es solamente su título, sino una perspectiva que incluso mantiene al margen el contexto político en el que se ha grabado, centrándose en acontecimientos de política exterior: la cumbre de la OTAN en Madrid y la cumbre del cambio climático en Egipto en 2022, así como la presidencia de España en el Consejo de Europa y el viaje a Kiev del presidente Pedro Sánchez con el que se inauguró esta presidencia en 2023. De manera que la serie mira hacia la sede de la Moncloa, pero dando la espalda a las cuestiones internas para enfocarse en las externas.
El director es Curro Sánchez Varela (1983, Madrid), que fue nominado al Goya como Mejor Director Novel por el documental que realizó sobre su padre, Paco de Lucia: La búsqueda (2014), pero no consigue introducir demasiada personalidad en una docuserie que tiene la textura de un publirreportaje, renunciando a la grabación más improvisada y por tanto a la mirada más documental para reproducir conversaciones entre asesores y miembros del gabinete del presidente del gobierno que dan la sensación de estar demasiado preparadas. Si de algo carece Moncloa. Cuatro estaciones es de la honestidad que reflejan otros documentales en los que simplemente la cámara está para observar, sin hacer puestas en escena ni paseos por los jardines para mostrar la coordinación de las actividades. Lo que acaba siendo decepcionante, porque hay algunos aspectos que son llamativos, como la construcción de un búnker durante el gobierno de Felipe González para contrarrestar cualquier ataque que se produjera contra el palacio de La Moncloa, que cuenta con provisiones para 150 personas durante tres meses, y es el espacio en el que se suele reunir el Consejo de Seguridad del Estado. O la propia distribución de las diferentes instalaciones, desde el edificio Semillas, que alberga el gabinete de Presidencia o el edificio de Inia, que es la sede donde se encuentran la mayor de los funcionarios, ambos pertenecientes al antiguo Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas hasta 1977. O la llamada La bodeguilla, un espacio dentro de la Moncloa que ha recuperado Pedro Sánchez desde que, tras el gobierno de Felipe González, fue perdiendo relevancia para recibir visitas de carácter político. También juega en contra del documental los cambios que se van produciendo en el gobierno, por lo que al no centrarse más en los trabajadores que permanecen desde hace años en el palacio, puede acabar resultando algo desfasado en determinadas intervenciones de políticos que ocupaban un puesto concreto hace dos años y ahora ocupan otro lugar dentro del gabinete del presidente. Moncloa. Cuatro estaciones termina siendo una docuserie sin demasiado interés al margen de un retrato muy limitado en el tiempo que no trasciende más allá de la anécdota.
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Películas mencionadas:
Ocho apellidos vascos se puede ver en Max, Movistar Plus+, Netflix, Prime Video y SkyShowtime.
El cuerpo se puede ver en SkyShowtime.
Los renglones torcidos de Dios se puede ver en Netflix.
Club de padres y Paco de Lucía: La búsqueda se puede ver en Filmin.
La estrella azul se puede ver en Filmin y Movistar Plus+.
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