25 mayo, 2022

Docsbarcelona 2022 - Parte 1: Una sociedad cambiante


El Festival Internacional de Documentales, Docsbarcelona llega a su 25 aniversario con una edición híbrida que se celebra entre el 18 y el 29 de mayo, en la que se ofrecen sus actividades y proyecciones en formato presencial pero también se puede acceder al visionado de parte de su programación a través de la plataforma Filmin, aunque en el caso de ocho de las películas se requiere la adquisición de una entrada adicional a la suscripción habitual. La apertura del festival se produjo con el unidireccional retrato político Navalny (Daniel Roher, 2021), producido por CNN y HBO Max. Pero a lo largo de su programación podemos encontrar otros títulos destacados que han pasado por festivales internacionales y estrenos de producciones españolas. La edición de este año está enfocada a una sociedad que está cambiando, en la que se reivindican valores e ideas plurales de una forma más activa, en confrontación con un mayor control y una tendencia hacia las ideologías extremistas. Pero la segunda es, en parte, consecuencia de la primera, surge como un rechazo de un sector de la población al cambio cuando la(s) revolución(es) ya está en marcha y pretende, nada más y nada menos, construir una sociedad diferente.  

SESIÓN ESPECIAL

Presentado como una proyección especial acompañada de un coloquio sobre la ciberseguridad, el cortometraje norteamericano Terror contagion (Laura Poitras, 2021), que se estrenó en el Festival de Cannes del año pasado, es un proyecto de investigación que forma parte de una instalación que recientemente se ha podido ver en el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal. La colaboración entre Laura Poitras, el compositor Brian Eno y el analista Edward Snowden, a quien la directora dedicó una de sus películas más conocidas, Citizenfour (Laura Poitras, 2014), componen un trabajo que va más allá del formato audiovisual, por lo que en cierta medida el cortometraje presentado de forma aislada es solo una parte del proyecto completo. Las investigaciones sobre las actividades de la empresa de ciberseguridad israelí NSO Group es una de las que ha llevado a cabo la agencia Forensic Architecture, formada por periodistas, cineastas, artistas, desarrolladores de software, científicos y abogados que se fundó en 2010 para desarrollar nuevas técnicas probatorias de fraudes y actividades delictivas. Durante la pandemia del coronavirus, NSO Group ofreció a diferentes gobiernos un sistema de seguimiento de los infectados y sus contactos cercanos que reveló cómo se venía trabajando desde hace años en programas de espionaje como Pegasus, desarrollados por una empresa privada para su venta a instituciones gubernamentales. Hubo, de hecho, varios intentos de introducción de esta tecnología en los Estados Unidos, donde la NSA practica la misma vigilancia, ofreciéndolo a departamentos de policía de distintos estados.


Aunque recientemente han salido a la luz noticias relacionadas con programas de espionaje como Pegasus y Predator, que han servido para espiar al gobierno español, y al mismo tiempo han servido al CNI para espiar a objetivos políticos, lo que revelan las investigaciones de Forensic Architecture es, si cabe, aún más terrorífico, porque este espionaje ha sido el punto de partida de actos terroristas llevados a cabo pos instituciones gubernamentales. La elaboración de una línea de tiempo establece la relación entre los ataques informáticos y los ataques de violencia física llevados a cabo contra periodistas y activistas, como Carmen Aristegui en México. Incluso el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, perpetrado por orden directa del príncipe de Arabia Saudí Mohamed bin Salman, estuvo precedido por la utilización de Pegasus para espiar a sus contactos y sus actividades. El gobierno con el que la Federación Español de Fútbol mantiene excelentes relaciones nunca ha sido objeto de una investigación seria por parte de la comunidad internacional. Terror contagion es un documental frío y sobrio, que ofrece testimonios principalmente a través de videoconferencias digitales y por tanto a veces puede ser algo confuso. Tiene más vocación de reportaje periodístico que de documental, pero es tan revelador que provoca escalofríos, subrayado por una textura musical que Brian Eno coloca como una amenaza en la sombra a lo largo de todo el cortometraje. Empresas como WhatsApp y Apple, han interpuesto demandas contra NSO Group por utilizar sus sistemas para espiar a sus usuarios, y han destapado el peligro de poner en manos privadas el desarrollo de tecnologías de ciberseguridad. Los fundadores de NSO Group provienen del ejército israelí y el Mossad, pero también tienen relación con Candiru, la otra empresa tecnológica cuyo software espía fue utilizado para vigilar a líderes independentistas catalanes. El panorama que dibuja Terror contagion es particularmente aterrador. 

OFICIAL PANORAMA

En el espacio virtual que propone We met in virtual reality (Joe Hunting, 2022), Marin y Maria podrían elegir ser como quisieran, que es la principal virtud de un mundo que cada uno construye como desea a través de su propio avatar. El documental, presentado a competición en Sundance y CPH:DOX, también forma parte de la programación de Docsbarcelona, y ha sido grabado enteramente en la plataforma VRChat, utilizando una herramienta llamada VRCLens, un filtro de cámara avanzado que permite la captura de movimientos en tercera persona dentro del propio entorno virtual. A diferencia de sus cortometrajes como A wider screen (Joe Hunting, 2019) o Club Zodiac (Joe Hunting, 2020), la captura no se realiza desde la pantalla del ordenador, sino que VRCLens es una herramienta incorporada al propio avatar que permite controlar el tipo de lente, la exposición o la apertura, de forma que es, literalmente, como si el avatar fuera el que estuviera grabando con su propia cámara. Esto permite a Joe Hunting (1999, Reino Unido) experimentar con diferentes ángulos de visión o utilizar recursos cinematográficos de una forma que resulta sorprendentemente orgánica. Pero, como ocurre en las anteriores incursiones del director en el mundo de VRChat, el interés de sus propuestas no está en el apartado técnico, sino en las relaciones humanas que se establecen dentro del entorno virtual. 


Aunque el proyecto fue creado en 2018, las circunstancias del confinamiento por la pandemia del coronavirus dieron un impulso a este tipo de plataformas y reforzaron la idea de una socialización virtual, una forma de encontrar el lugar donde conectar de nuevo como seres humanos frente al confinamiento que nos separaba. Los protagonistas del primer largometraje de su director son avatares de personas que se conocieron dentro del entorno virtual, pero desarrollan diferentes carencias propias de nuestra sociedad. Quizás los personajes más emocionalmente atractivos son Jenny, una profesora norteamericana de lenguaje de señas que participa en la Helping Hands Community, una organización de voluntarios que nació precisamente en marzo de 2020 para ayudar durante el confinamiento, y su compañero Ray, que también imparte clases en la misma comunidad, y que recientemente perdió a su hermano, dedicándole un homenaje virtual. Dos bailarines de fitness, DustBunny y Toaster, se conocieron en una sala de baile dentro de VRChat y mantienen una relación virtual que les acerca, dado que viven en Reino Unido y Florida respectivamente; mientras que isYourBoi y Dragonheart se conocieron físicamente pero la pandemia les separó y ahora organizan su propia boda dentro del entorno virtual junto a sus amigos. 

We met in virtual reality tiene la virtud de ser un documental que habla principalmente sobre la humanización de esta experiencia, la forma en que cada uno puede construirse así mismo, más allá de las normativas sociales en torno al género, la edad o la raza. Puede parecer, y de hecho lo es para muchos, una escapatoria de la realidad, pero este metaverso permite la creación de relaciones interpersonales que quizás en el entorno real hubieran sido imposibles. Desde el punto de vista técnico, la película tiene las limitaciones que tiene el propio VRChat en la fluidez de movimientos, pero al detenerse principalmente en los aspectos personales de los avatares protagonistas, pasan lo suficientemente desapercibidos. La mezcla entre las secuencias de observación del espacio y las entrevistas coordinadas con los personajes en sus propios entornos aporta una composición cinematográfica al documental, y la incorporación de números musicales que algunos de los avatares interpretan en las salas de música recuerda a las introducciones musicales en el documental Bombay Beach (Alma Har'el, 2011), que aportaban una cierta sensación mágica, pero también a esa realidad alternativa que encontraba la protagonista de la película de animación Belle (Mamoru Hosoda, 2021) en el mundo virtual de U. El último proyecto de Joe Hunting es la serie documental Virtually speaking (2021), desarrollado también en el entorno de VRChat, en colaboración con la plataforma de streaming Discover.film. 

El mundo virtual es un espacio que se ha convertido en un arma de doble filo, y que tiene a sus propias estrellas en la figura de los denominados influencers. La protagonista de Girl Gang (Susanne Regina Meures, 2022), presentado a competición en CPH:DOX y en la sección DOK.deutsch del DOK.fest, es la adolescente de catorce años Leonie, que con más de 600.000 seguidores en Alemania y otros países germano-hablantes está en un nivel medio dentro del panorama de las redes sociales. Su sueño es el de dedicarse a tiempo completo a sus publicaciones en internet, una vez que acabe los estudios. En realidad, su proyección de futuro está solo ligada a su éxito como influencer, igual que el de sus padres, que incluso han dejado sus trabajos para dedicarse exclusivamente a organizar las actividades de su hija. La estabilidad económica de la familia depende únicamente del éxito que tenga Leonie en las redes sociales, lo cual ya parece una decisión arriesgada, dada la fugacidad cambiante del mundo virtual. La directora establece desde el principio una cierta posición crítica, convirtiendo el relato en una especie de cuento grotesco de Cenicienta que comienza precisamente con una narradora y que establece una atmósfera casi elegíaca a través de la utilización de composiciones corales y músicas de Max Richter y Arvo Pärt. 


Leonie, que es capaz de llenar de seguidoras ansiosas por verla en directo un centro comercial en Viena hasta el punto de que la presentación corre peligro de ser cancelada por la excesiva acumulación de personas, tiene 600.000 seguidores al comienzo de la película, pero no disfruta de una vida social real, no se relaciona en la escuela y solo puede considerar como amigas a dos compañeras. Esta contradicción es solo una de tantas que se plantean en una película que durante cuatro años siguió a Leonie y sus padres en el mundo de las redes sociales, que en la actualidad supera el millón de seguidores. Otra de las contradicciones está en la actitud de los padres, que reciben críticas por explotar a su hija y por someterla a una frenética actividad negociada con todo tipo de marcas comerciales, pero que se justifican argumentando que lo que pretenden es que su hija pueda tener un futuro económico estable. De hecho, hay muchos momentos en los que Leonie no parece disfrutar demasiado de su dedicación, discute con sus padres por la presión que ejercen sobre ella y parece encerrada en una prisión dentro de su casa en la que su único contacto con el exterior es su móvil. Susanne Regina Meures (1977, Alemania) dedica buena parte de su películas a mostrar cómo Leo spamea a sus seguidores, publicando historias con contenido directamente publicitario, que es su principal fuente de ingresos. Y resulta sorprendente en este sentido la falta de rigor que tienen cuando realizan una actividad claramente comercial, que se refleja cuando el padre trata de convencer a Leonie de que utilice un fondo musical propuesto por la marca McDonald's en vez de la música que ella ha elegido, porque no cuentan con los derechos de reproducción. 

El lado amargo lo vemos a través de Melanie, una seguidora de Leonie que vive en Munich y que está literalmente obsesionada con ella (se podría decir que enamorada incluso), hasta el punto de que sufre cuando a su ídolo le hacen críticas en otras publicaciones de internet o cuando los haters publican comentarios insultantes, que la madre de Leonie intenta borrar y bloquear antes de que su hija los pueda ver. Sin embargo, es en este personaje en el que la directora expone su punto de vista de una forma más clara. Solo cuando Melanie conoce a una joven "real", con la que puede contactar en persona, es cuando puede desprenderse del "hechizo" de Leonie. Lo que acaba estableciendo una confrontación entre la realidad y lo digital que no es exactamente tan drástico como se plantea en el documental. De hecho, una de las flaquezas de Girl Gang es su aparente intención de subrayar los aspectos más negativos de las redes sociales y las jóvenes influencers: la explotación, los haters, la publicidad engañosa... Leonie, sin embargo, parece tener un mayor control que sus propios padres sobre los peligros de su popularidad. Cuando el padre publica una historia grabada desde el exterior de la casa, ella se enfada con él porque no quiere que se haga público nada que pueda exponer el lugar donde viven. Hay una evidente conciencia del riesgo que supone ser una estrella en las redes sociales. 

La pretensión del movimiento denominado Extinction Rebellion (XR), que protagonizó su primer gran acto de rebeldía en 2019 en Londres, era cambiar el punto de vista de una sociedad que parecía dormida respecto al cambio climático. El documental Rebellion (Maia Kenworthy, Elena Sánchez Bellot, 2021), que participó en la sección Frontlight del IDFA, hace un recorrido hacia atrás a los orígenes de esta propuesta de desobediencia civil que interrumpió literalmente la actividad en el centro de Londres en 2019, entrevistando a dos de sus fundadores, Roger Hallam y Gail Bradbook, y a algunos de los miembros más destacados de XR, como la abogada climática Farhana Yamin, que se unió al movimiento frustrada por la constante inactividad de las acciones políticas en el Parlamento Europeo y las Naciones Unidas. La idea principal de XR establece que es demasiado tarde para seguir esperando que las cumbres climáticas decidan reducciones de CO2 que no son suficientes, y que la única forma de obligar a los gobiernos a llevar a cabo acciones contundentes que al menos ralenticen de forma clara la tendencia actual es la de llevar a cabo una rebelión civil, que siempre tenga un carácter pacífico. En una entrevista en el periódico alemán Der Spiegel (22/11/2019), Roger Hallam afirmaba que "nuestra teoría del cambio (está) basada en el trabajo de las académicas estadounidenses Erica Chenoweth y Maria Stephan sobre la resistencia civil. Según su investigación, la no violencia en el siglo pasado ha tenido éxito el 54% de las veces, y mientras que la violencia solo ha funcionado en el 25% de las ocasiones".   


El gobierno de Boris Johnson se vio sorprendido por estas acciones de desobediencia civil y posteriormente impulsó una Ley de Seguridad que trataba de amordazar a este tipo de protestas, llegando incluso a prohibir cualquier reunión pública que estuviera relacionada con Extinction Rebellion. Pero el impacto que tuvo esta acción llevó a algunos gobiernos a declarar el Estado de Emergencia Climática. Sin embargo, lo más interesante del trabajo realizado por las directoras Maia Kenworthy y Elena Sánchez Bellot, española afincada en Londres, y producido por Kevin Macdonald, director de documentales como Whitney (2018), es cómo bucean en el interior de la propia organización Extinction Rebellion, donde se produce una rebelión interna cuando la siguiente acción que plantea Roger Hallam es la de hacer volar un dron sobre el aeropuerto de Heathrow en protesta por la construcción de una nueva pista de aterrizaje. Lo que se vislumbra de esta confrontación entre el fundador de la organización y el sector juvenil de XR, encabezado Savannah Hallam, hija de Roger, es la forma en que un movimiento puede retroceder sobre sus propios planteamientos para situarse en una posición más cómoda y segura, pero también menos contundente. Y aunque Roger Hallam es un personaje controvertido que ha hecho declaraciones en las que compara el Holocausto nazi con la complicidad de los gobiernos en el crecimiento del cambio climático, se transmite una cierta dosis de traición al espíritu original de Extinction Rebellion que asumía como consecuencia de la desobediencia civil el encarcelamiento de sus miembros, cuando las líderes de Youth XR, Savannah y Alejandra buscan fórmulas para practicar acciones sin tener que ir a la cárcel. De alguna manera, Extinction Rebellion pasó de ser un movimiento de desobediencia civil a convertirse en otra organización domesticada que sacrificó a uno de sus fundadores, Roger Hallam, que fue detenido por la policía por conspiración. 

OFICIAL LATITUD

La forma de cambiar la sociedad se sostiene en el activismo radical, al menos según la teoría de Enric Duran, protagonista del documental Robin Bank (Anna Giralt Gris, 2022), que acaba de competir en la sección Newcomers del Festival de Documentales de Tesalónica. La película describe la acción realiza por el activista catalán, quien en 2008 solicitó más de sesenta préstamos a diferentes entidades bancarias con una nómina falsa y dos empresas fantasmas con las que consiguió desfalcar 492.000 € que afirma haber donado a diferentes entidades sociales. De ahí proviene el apodo que los medios de comunicación le adjudicaron, Robin Bank, aunque tuvo que permanecer en prisión preventiva hasta que, después de pagar una fianza, huyó de España y actualmente se encuentra en paradero desconocido, pendiente de un juicio que aún no se ha podido celebrar. De alguna manera, la acción de Enric Duran, que principalmente pretendía denunciar el sistema monetario en el que se apoyaban los bancos para conceder préstamos, anticipó la crisis económica global que se produjo ese mismo año, poniendo de manifiesto que, efectivamente, la actividad financiera se sostenía en una base tan frágil como para poner en peligro los ahorros de millones de personas. Sin embargo, el principal interés de la directora Anna Giralt Gris (1978, Barcelona) está en iniciar una investigación que perfile a Enric Duran y tratar de localizarle para realizar una entrevista. 


Hay un cierto paralelismo entre Robin Bank y el documental Citizenfour (Laura Poitras, 2014), en el que la realizadora estadounidense se sumergía en una intrincada búsqueda de Edward Snowden, lo cual no es sorprendente teniendo en cuenta que la propia Laura Poitras fue productora ejecutiva del cortometraje 44 messages from Catalonia (Anna Giralt Gris, Ross Domoney, 2018). Pero las herramientas de esta investigación, sin embargo, parecen demasiado elementales y en algunos casos incluso muy de andar por casa (para conocer el paradero de Enric Duran la directora localiza a su madre), lo cual reduce la eficacia de la propuesta. Incluso cuando se establece contacto con el activista no se extraen demasiadas respuestas, y acaba cayendo en el mismo error que Jordi Évole cuando entrevistó a Enric Duran en 2020 en su programa Salvados (La Sexta, 2008-). Se queda en la superficie del hecho anecdótico del fraude sin profundizar en la denuncia del sistema financiero global. Ni siquiera menciona acciones posteriores del activista como la creación de Fair.coop, una cooperativa abierta mundial que se auto-organiza fuera de los límites y controles de los estados, y que se propone como una alternativa al sistema financiero actual. Resulta sorprendente que en un documental que se centra en una acción que pretendía denunciar cómo se organiza el intercambio monetario mundial, no haya participantes que hablen sobre las posibles alternativas. 

En este recorrido por las acciones de Enric Duran, sin embargo, hay una interesante evolución de la propia directora, que confiesa en su narración en off haberle idealizado al principio pero que conforme va conociendo aspectos sobre su personalidad, termina incluso juzgando algunas de sus actividades. Y ciertamente se manifiestan algunos flecos y lagunas que el propio Duran nunca ha explicado, como dónde se invirtió el dinero desfalcado, del que hay rastros en diferentes movimientos organizativos sociales y en publicaciones distribuidas en Cataluña. El veterano anarquista Iñaki García El Lokal, quien introdujo a Enric Duran en el activismo, afirma a este respecto: "Cuando haces una acción así, en la que te juegas la vida, hay que hacer un uso ejemplar del dinero. Yo creo que no fue así". Este cambio del punto de vista de la directora desde la idealización hacia una visión más inconformista del personaje aporta a la película una tonalidad atractiva, que no ofrece una perspectiva unidireccional, lo cual es inteligente y honesto por parte de Anna Giralt Gris. Pero pierde la oportunidad, en sus ochenta minutos, de profundizar algo más en los aspectos diferenciadores de una acción puntual que tenía implicaciones mucho más globales.  

DOC-U

En la sección dedicada a las producciones de alumnos de Escuelas de Cine también hay referencias a esta sociedad cambiante. En el cortometraje O que queda (Alejandro Rodríguez, 2022), trabajo final del Máster en Dirección en la Escuela de Artes TAI, el joven realizador gallego hace una interesante reflexión sobre la forma en que se ha modificado nuestra manera de relacionarnos con la memoria y los recuerdos, especialmente tras la posibilidad de captar cualquier momento de nuestras vidas con la cámara de un móvil. Las miles de fotografías que se acumulan en nuestras tarjetas de memoria o en la nube indican la incapacidad para eliminar aquellas imágenes que parecen repetirse o que no tienen un significado concreto, pero que con el paso del tiempo van adquiriendo otra forma de ser percibidas como retazos de nuestro pasado. La imagen se circunscribe a la pantalla del móvil del director que reflexiona en su narración sobre aquellos momentos que recuerda como trascendentales, pero de los que no tiene imágenes, como un encuentro fugaz pero emocionalmente profundo con una amiga o las noches que compartió con su padre mirando un cometa que no volvería a pasar en 7.000 años. De alguna forma, nuestro recuerdo se queda vacío cuando no se puede apoyar en una fotografía, nuestra percepción del pasado adquiere una relación indisoluble con las imágenes estáticas o los videos que han sido captados. Nuestra propia memoria forma parte de nuestra huella digital. 


Especista (Luna Andrade Arango, Paulina Quiroz Navarro, Oscar Rutishauser-Mills, Christian Sinclair Garmendia, 2022), trabajo del Máster en Teoría y Práctica del Documental Creativo de la Universidad Autònoma de Barcelona, nos introduce en las acciones de un movimiento animalista que realiza vigilias a la entrada de los mataderos, hablando con los camioneros sobre la ética de la matanza de animales para nuestro consumo. Poco a poco, sin embargo, se van revelando algunas de las contradicciones que se manifiestan en el propio consumo de carne, pero también las que están presentes en la misma organización activista. De alguna forma, más que un diálogo de argumentos, se establece una discusión de no-argumentos en la que igual los camioneros hacen referencia al Holocausto nazi como los activistas proponen utopías como la de que todo el planeta se haga vegano, como solución a las reivindicaciones animalistas. En realidad, parecen las dos caras de una misma moneda que difícilmente pueden encontrarse, y en cierto modo contienen las mismas justificaciones: los camioneros ponen como excusa la manutención de sus familias para convertirse en los verdugos de los animales, mientras una de las activistas se considera vegana pero también confiesa que trabaja en un restaurante de comida rápida. El cortometraje a veces parece luchar contra sí mismo, quizás surgido de una propia discusión interna de diferentes perspectivas de los directores y directoras, pero sobre todo consigue exponer la fragilidad en la que se sostiene la confrontación entre diferentes sectores de nuestra sociedad. 


Citizenfour se puede ver en Filmin. 
Bombay Beach se puede ver en dafilms.com
Whitney se puede ver en Movistar+.


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