En esta nueva crónica del Festival Visions du Réel nos acercamos a algunas de las películas que abordan la realidad desde la mirada latinoamericana. No están todas construidas por directores latinos, pero sí contienen toda la sonoridad del relato hecho desde la experiencia latina. Visions du Réel tiene una conexión especial con Iberoamérica a través de la emigración, aunque Suiza es un país tradicionalmente hermético a los flujos migratorios, pero una de las cineastas suizas más reconocidas a nivel internacional, Heddy Honigmann, era de origen peruano. La inclusión de producciones que hablan desde Latinoamérica ha estado muy presente en la programación del festival y ya hemos comentado algunas de ellas. En esta crónica, países como Cuba, México, Brasil, Uruguay y Venezuela se despliegan a través de los documentales de los que hablamos a continuación.
Para no olvidarLaura Gabay, 2023 | Competición Nacional | ★★★★☆ |
Precisamente Laura Gabay (1987, Suiza) es una directora nacida del exilio que en su última película habla sobre Uruguay, el país de origen de su padre, a través de imágenes de archivo y conversaciones grabadas. El pasado familiar de la directora viene marcado precisamente por el desarraigo: su abuelo huyó de Turquía hacia Uruguay tratando de ocultar sus orígenes, su madre había huido de España hasta Suiza a causa del franquismo, y su padre terminó huyendo de Uruguay cuando comenzó la dictadura militar que comenzó en 1973. Laura Gabay traza un recorrido por la historia familiar a través de las comunicaciones en la distancia que se establecieron durante décadas entre los hermanos y los abuelos, pero al mismo tiempo construye una parte de la historia de Uruguay tratando de descifrar a su padre, después de que haya fallecido. Para no olvidar (Laura Gabay, 2023) se constituye así en un documental epistolar en el que la narradora-directora se dirige al padre para ir reconstruyendo, también desde la distancia, su trayectoria vital. Pero al mismo tiempo refleja las diferencias entre una Europa que conoce 400 años más de capitalismo que Latinoamérica: "Los distintos símbolos por los que luchan los americanos, aquí ya no se discuten", escribe el padre a su hermana. La comunicación entre ambos es el elemento transversal de la película, un intercambio íntimo en la distancia que se realiza a través de cartas y de grabaciones magnéticas que se envían por correo.
La directora mezcla grabaciones caseras en Super 8 que muestran los trabajos artísticos de su padre, con archivos de la época que forman una conexión vehicular con la historia familiar. La dictadura de Uruguay comenzó en 1973 y mantuvo a los militares en el poder hasta 1985, el mismo año que se casaron los padres de Laura Gabay, dos exiliados de los respectivos autoritarismos de sus países. El montaje de las imágenes de archivo parece desordenado en ocasiones, encontrando en los fragmentos del pasado el relato de las preocupaciones del presente, como el proceso de globalización del Sur impuesta por el Norte, atestiguando un pasado que solo es accesible a través de estos archivos y de las palabras que se intercambian los familiares en la distancia. Esta distancia también acaba siendo cada vez mayor, mientras se alargan progresivamente los períodos en los que no hay comunicación. La directora de origen uruguayo, es en la actualidad profesora especializada en Super 8 en la Universidad de Ginebra, que alterna con su trabajo como documentalista y productora. Es comprensible por tanto su mirada hacia el pasado a través de estos retazos audiovisuales que conforman un collage de arqueología familiar. Como narradora, recuerda anécdotas como cuando su padre regresó a Uruguay después de la dictadura y, mientras estaban en casa de la abuela, un amigo de él creyó reconocer la voz de su torturador en la calle. Y transmite la nostalgia de un país al que las circunstancias obligaron a solo volver ocasionalmente: "Cuando regresabas de Uruguay traías cintas de cassette con música de la radio de Montevideo". La dedicatoria final, "A mi madre", indica sin embargo que aunque el documental se enfoca en la figura del padre, la visión familiar es eminentemente femenina, una mirada que sirve para expresar la percepción del mundo desde una perspectiva diferente.
La prisión de mi padreIván Andrés Simonovis Pertíñez, 2023 | Competición Internacional | ★★★☆☆ |
Un acercamiento familiar similar es el que realiza el director venezolano, afincado en Berlín, Iván Andrés Simonovis Pertíñez, pero al final transmite una sensación agridulce, como si se tratara de un ejercicio de exculpación más que una adecuada reflexión sobre los excesos del chavismo. Él es hijo de Iván Simonovis, un destacado representante de las fuerzas de seguridad de Caracas, quien creó la Brigada de Acciones Especiales en los años ochenta, en contacto permanente con Estados Unidos, dirigiendo algunas conocidas operaciones de rescate como la conocida crisis de los rehenes de Cúa en 1998, cuyo desenlace se muestra de forma explícita en el documental. Pero la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 situó a Simonovis en una posición incómoda frente al régimen, hasta que en 2004 fue detenido y condenado como uno de los responsables de los sucesos de Puente Llaguno, también conocidos como la masacre del Silencio, cuando en una manifestación en contra de Hugo Chávez celebrada en abril de 2002 se produjeron 19 muertos y más de un centenar de heridos debido a los disparos de francotiradores. Como Jefe de Seguridad, Iván Simonovis fue condenado a 30 años de prisión junto a dos comisarios de la policía por la muerte de dos de los fallecidos, siendo trasladado a la prisión de El Helicoide. En 2012, el ex-juez del Tribunal Supremo Eladio Aponte, escribió una carta abierta desde Costa Rica afirmando que recibió órdenes de Hugo Chávez de emitir una sentencia diciéndole: "Condénelos de una vez".
La mayor parte de la película utiliza imágenes grabadas durante un período en el que Iván Simonovis, que comenzó a sufrir osteoporosis debido a la falta de luz solar, permaneció en arresto domiciliario. Siendo defendido en la causa por su propia esposa, que expresa la responsabilidad de haber desatendido a su familia para dedicarse a una defensa que estaba condenada a fracasar, Simonovis es preguntado por su hijo y marca en el suelo el tamaño de la minúscula celda en la que estuvo durante cinco años. Estructurada en cuatro partes, La prisión de mi padre (Iván Andrés Simonovis Pertíñez, 2023) relata los antecedentes del protagonista como experto en seguridad, no evita introducir la oposición de la familia hacia el gobierno de Hugo Chávez y posteriormente de Nicolás Maduro, y refleja una transformación política y social en el país a través de numerosas imágenes de archivo. Pero a lo largo del mismo se tiene la sensación de que la implicación personal y emocional del hijo/director en torno a la figura del padre policía enturbia una mirada más distanciada, establece opiniones como verdades absolutas y obstaculiza una aproximación mucho más equilibrada hacia la familia dentro del entorno político.
La última parte está dedicada a la decisión de Iván Simonovis de escapar del arresto domiciliario, aprovechando la crisis presidencial de Venezuela en 2019, y adquiere un tono cercano al thriller. En una de las conversaciones con su padre, el director menciona la película Heat (Anthony Mann, 1995), lo que en cierto modo aclara sus referencias cinematográficas. Sin embargo, hay elementos descritos en el documental que no se aclaran demasiado o simplemente no se mencionan, como la implicación de fuerzas cercanas a Juan Guaidó, reconocido por la Asamblea Nacional como presidente interino de Venezuela, quien afirmó que la huida de Simonovis formó parte de la Operación Libertad. La prisión de mi padre queda así como un relato incompleto, que pierde la oportunidad de realizar una reflexión más profunda sobre la amnesia histórica que se ha apoderado de Venezuela.
TaxibolTommasso Santambrogio, 2023 | Burning Lights | ★★★★☆ |
En parte surgido del Taller de Cine que impartió el director Lav Díaz en la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), Taxibol (Tommasso Santambrogio, 2023) establece una identificación entre los pasados coloniales de Filipinas y Cuba, para reflexionar sobre la pervivencia de las consecuencias de los regímenes autoritarios. La elección de Bongbong Marcos como presidente en las elecciones de mayo de 2022 devuelve los recuerdos del régimen autoritario y corrupto encabezado por sus padres Ferdinand Marcos e Imelda Marcos durante dos décadas entre los años sesenta y ochenta. Y se alinea con la historia de ficción-documental que se propone en este mediometraje protagonizado en la primera parte por el propio realizador Lav Díaz y un taxista cubano llamado Gustavo Flecha, que hablan en inglés y español traspasando las barreras lingüísticas para entenderse con los gestos y las expresiones, pero sobre todo con relatos paralelos sobre mujeres que les han abandonado o sobre compartir una confianza que se construye a través de los trayectos en el taxi. Lav Díaz habla del sentido humanitario del cine, de la necesidad de tener un referente cultural en una época en la que los totalitarismos y los populismos se están apoderando de los gobiernos: "A la mierda el arte por el arte", sentencia. La conversación transcurre durante los primeros quince minutos, una especie de preámbulo hasta que aparece el título de la película, como si el comienzo de ésta estuviera impulsado por la secuencia precedente.
Lav Díaz confiesa a Gustavo Flecha que tiene una misión concreta en Cuba y, en honor a la confianza construida entre ambos, le pide que le ayude en esta misión. A partir de entonces, el director Tommasso Santambrogio, que ganó el Premio de la Semana de la Crítica de la Mostra de Venecia por su cortometraje Los océanos son los verdaderos continentes (2019), también rodado en Cuba, adopta la caligrafía cinematográfica de Lav Díaz para mostrar la vida diaria de un antiguo general de Ferdinand Marcos, que vive en la isla escondido bajo el nombre falso de Juan Mijares Cruz (Mario Limonta). La fotografía en blanco y negro refleja los claroscuros de su cotidianeidad como un anciano solitario en una gran mansión, que observa con un telescopio a los trabajadores de su finca, mientras solo interactúa brevemente con su sirvienta (Mayra Mazorra), a la que la cámara otorga categoría de individualidad cuando se acerca a ella también a través de sus labores cotidianas, en la cocina o en el servicio. Hay una atemporalidad en esta representación de treinta minutos que refleja la permanencia de este estatus colonial, protagonizado por un filipino en tierras cubanas, subrayando el paralelismo entre ambas culturas. La tranquilidad pesarosa solo se ve interrumpida por las pesadillas que condenan al anciano a noches de insomnio, en las que a veces mira la televisión. El color devuelve las imágenes de archivo de Ferdinand Marcos saludando a los ciudadanos a los que oprime, la propaganda recuperada que señala una decadencia que sin embargo no puede hacer olvidar. "Quiero hacer un documental para exponer a Mijares Cruz", dice Lav Díaz. A través de esta mirada experimental y pseudo-ficcional, Tommasso Santambrogio establece una conexión entre el pasado y el presente de Cuba y Filipinas a través de una construcción formal sobresaliente.
Samuel e la luzVinícius Girnys, 2023 | Competición de Mediometrajes y Cortometrajes | ★★★★☆ |
En un pequeño pueblo de la costa de Paraty llamado Ponta Negra, en el Estado de Río de Janeiro, la vida de sus habitantes se centra en la pesca principalmente, dentro de un entorno natural en el que la electricidad llega solo en contadas ocasiones. La película del joven realizador brasileño Vinícius Girnys observa principalmente a Samuel, un niño de cinco años, y su familia a través de una mirada que se acerca a la intimidad de las conversaciones y de las reuniones familiares en torno a la comida y a la luz de las velas. Samuel e la luz (Vinícius Girnys, 2023), que ha sido seleccionada también en Hot Docs y en el Festival de Guadalajara, muestra la convivencia de una comunidad que se mantiene a través de trabajos esporádicos y de las salidas al mar, pero también del turismo. En la época en la que los turistas invaden este pequeño lugar idílico, principalmente durante el año nuevo veraniego, Ponta Negra recupera la luz eléctrica para que los visitantes puedan estar cómodos. Los lugareños se dedican entonces a ofrecer servicios en los chiringuitos improvisados o en las barcas taxi, mientras el ruido, las fiestas y la música transforman completamente los ritmos del entorno. Este cambio es especialmente mostrado a través de los contrastes, la observación de la comunidad cuando acoge a los turistas y cuando se encuentra aislada.
Rodada durante seis años, Samuel e la luz muestra la llegada de una modernidad que aporta mejoras en ocasiones pero también traslada un ritmo completamente diferente. Se transmite la necesidad de dependencia de los lugareños hacia ese turismo que aporta beneficios económicos, pero también el fastidio por tener que estar al servicio de ellos. La electricidad también se utiliza como eslogan político cuando se acercan las elecciones al Consejo de la comunidad, con los políticos haciendo promesas de que la luz no se irá cuando se vayan los turistas, como ocurre normalmente. Mientras las mujeres lavan la ropa en un arroyo, conversan sobre si comprarán una lavadora o una televisión cuando llegue la electricidad de nuevo: "Yo compraré una televisión para que tener a los niños distraídos", dice la madre de Samuel. Y efectivamente poco después vemos a Samuel viendo dibujos animados en un pequeño televisor. De alguna forma, es la representación de este progreso falso, centrado en la distracción del individuo frente a la tradicional convivencia de conversaciones íntimas y reflejos de la luz natural. Hay un proceso de deconstrucción de ese paraíso idílico cuando llega la electricidad, pero también se perfila la complejidad de un pensamiento tradicional. Ponta Negra se dibuja así como un espacio de confrontación entre lo natural y lo artificial, entre la modernidad y la tradición.
Las estatuasNatalia Patricia Clark, 2023 | Opening Scenes | ★★★★☆ |
A través de comentarios en redes sociales el cortometraje de la artista mexicana Natalia Patricia Clark establece una lectura que está relacionada con la forma de reconocer el pasado para establece el presente. Los comentarios están hechos por voces masculinas que muestran su rechazo a los movimientos feministas que pretenden eliminar el culto a los invasores que al mismo tiempo representan la aceptación de la violencia y el machismo. En 2021, la estatua dedicada a Cristóbal Colón en el Paseo de la Reforma de la capital fue retirada para una pretendida restauración, momento en el diversas asociaciones feministas formadas principalmente por mujeres afrodescendientes e indígenas convirtieron el espacio en lo que se ha denominado la Glorieta de las Mujeres que Luchan, colocando la figura de una mujer indígenas donde antes estaba un representación del colonialismo. En esta glorieta se realizan diferentes actividades como la proyección, el pasado mes de marzo, de la película documental Ahora que estamos juntas (Patricia Balderas Castro, 2022), que ganó el Premio del Público en el Festival de Morelia. Pero en Las estatuas (Natalia Patricia Clark, 2023) el acercamiento a estos acontecimientos se hace desde el cuestionamiento dirigido a las propias estatuas, que se encuentran a lo largo y ancho de la ciudad de México. Preguntas que tratan de responder qué representan y cómo son percibidas por la sociedad.
Al mismo tiempo, Las estatuas reflexiona sobre el patriarcado y la violencia machista, reflejadas en los comentarios realizados en las redes sociales, que ven las reivindicaciones hechas por las mujeres como una amenaza frente a la legitimación de los símbolos del colonialismo que pueblan las ciudades. Una especie de estatismo que se mantiene firme ante los debates sobre cómo se debe recordar la Historia, igual que las propias estatuas permanecen silenciosas ante las preguntas que se les hacen. Estas figuras de bronce no solo se muestran por tanto como representación del pasado, sino también como reflejo de una parte de la sociedad mexicana, que recibe las protestas protagonizadas por las mujeres como ataques a la esencia misma del país. Hay un continuo enfrentamiento entre la memoria y el olvido a partir de las nuevas realidades que plantean la transformación de los espacios públicos como lugares que no solo representen a unos pocos, sino que en sí mismos ofrezcan una diversidad de reflejos de la ciudad y sus habitantes, de la historia y el futuro. A través de este recorrido que culmina con la figura del símbolo de la mujer indígena, Natalia Patricia Clarkson ofrece una clara invitación al debate.
DreamersStéphanie Barbey, Luc Peter, 2023 | Burning Lights | ★★★☆☆ |
En su anterior película, Broken land (Stéphanie Barbey, Luc Peter, 2014), seleccionada por la Semana de la Crítica en el Festival de Locarno, la pareja de directores suizos se centró en siete personas que viven a la sombra de las vallas construidas en la frontera entre México y Estados Unidos, y la forma en que ésta les ha cambiado la manera de vivir. Durante ese rodaje, conocieron a protagonista de su siguiente película, Carlos, uno de los 2,5 millones de inmigrantes a los que se denomina como "dreamers" porque, a pesar de vivir en el país desde niños, haberse educado como norteamericanos, desarrollar carreras profesionales y hasta invertir en la compra de una casa, siguen siendo indocumentados. De forma que tienen las mismas posibilidades que un inmigrante recién llegado, de ser detenidos por la policía y deportados. Esta extraña situación burocrática llega a extremos absurdos, con personas que han alcanzado una estabilidad económica y profesional pero siempre tienen el temor de no disponer de documentación oficial. El propio Carlos se dedica a la construcción con encargos continuos, y está pensando en comprarse una casa. Él es el narrador de su propia historia, marcada por la incertidumbre de una vida indocumentada, su condición de soñador que no tiene acceso al sueño americano que para él adquiere otra definición: "El sueño americano consiste en tener dinero y un buen estilo de vida. Para mí el sueño americano es vivir sin miedo, estando junto a mi familia".
Los directores Stéphanie Barbey (1972, Suiza ) y Luc Peter (1963, Suiza) optan por la fotografía en blanco y negro para representar esta vida en claroscuro de los dreamers, y le dan a Carlos la voz principal para narrar su experiencia y presentar a sus amigos y familiares. Como su sobrino Freddy, que es ciudadano norteamericano por haber nacido en los Estados Unidos, y que se convierte en la única conexión con su hermano Jorge, quien fue expulsado tras permanecer dos años en la cárcel. Después de un segundo intento de entrar en Estados Unidos, Jorge se enfrenta a la posibilidad de que le expulsen por treinta años, lo que supone un riesgo demasiado alto. El relato de Carlos mezcla algunas grabaciones caseras para contar las posibilidades que perdió por el camino, cuando se convirtió en un destacado jugador de fútbol en la Universidad, pero sin poder tener acceso a las becas que necesitaba por no disponer de un número de identificación. Los sueños de los dreamers muchas veces son sueños rotos. Al mismo tiempo, su condición les convierte en ciudadanos modélicos, siempre pendientes de no involucrarse en problemas, revisando cuidadosamente los vehículos para evitar ser detenidos por la policía debido a alguna infracción.
Dreamers (Stéphanie Barbey, Luc Peter, 2023) convierte la historia personal de Carlos en una representación de los miedos que provocan una existencia siempre en el límite, tan frágil como la posibilidad de que todos los años en los que se ha construido una estabilidad laboral y familiar se desmoronen. La mirada a los rostros y la atención a los detalles, como algunos tics que parecen marcar las huellas del desasosiego, construyen las interioridades de la incertidumbre. "Es una preocupación constante, pero se ha vuelto una realidad para mí", comenta Carlos con una actitud resignada.
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