19 mayo, 2023

Visions du Réel 2023 - Parte 9: Identidad

Llegamos a la última crónica del festival de documentales Visions du Réel, que se ha celebrado en la localidad suiza de Nyon entre el 21 y el 30 de abril, pero cuya extensa programación hemos abarcado a través de estas nueve crónicas en las que hemos comentado cerca de cincuenta películas. Esta última aproximación se acerca a historias que hablan de la identidad desde diferentes perspectivas. Muchas de ellas están realizadas por directores que viven lejos de sus países de origen, y que de alguna manera trazan a través de estos relatos reflexiones sobre el sentido de pertenencia, pero también la enfermedad puede provocar la incertidumbre sobre de qué manera la pérdida de memoria también supone una pérdida de la identidad. 

Má Sài Gòn (Mother Saigon)

Khao Lê, 2023 | Burning Lights | ★★★★☆


El director Khoa Lê, nacido en Vietnam pero educado y residente en Quebec (Canadá), ofrece un retrato intimista pero absorbente de la comunidad trans en la ciudad de Ho Chi Minh, la más poblada del país, a la que sin embargo muchas de las protagonistas siguen denominando con el nombre antiguo de Saigón. Como el título indica, la ciudad se convierte no solo en un escenario de fondo sino en un entorno absorbente y al mismo tiempo protector, una representación maternal que acoge pero también puede resultar hostil en ocasiones. Porque Mother Saigon (Khoa Lê, 2023) se centra principalmente en el concepto de familia en un sentido múltiple, aquellas que comprenden pero también las que rechazan, y en muchos casos hace referencia a las que surgen de una comunidad que establece lazos familiares entre sus componentes. Presentada a concurso en Hot Docs y ganadora del premio al Mejor Director Canadiense en el Festival DOXA que se acaba de clausurar en Vancouver, la película presenta una mirada reflexiva y en algunos momentos poética en torno a un mosaico de personajes que reflejan la diversidad de la comunidad queer y trans alejada de muchos lugares comunes pero sin evitar tratar algunas de sus complejidades.

La primera secuencia refleja en buena medida el tono del documental, mostrando una larga conversación entre dos mujeres trans que parecen esperar sentadas en un árbol, mientras se maquillan y se arreglan el pelo. La cámara las muestra en un plano estático durante siete minutos en el que los reflejos de la bulliciosa ciudad de Ho Chi Minh se captan solo a través del sonido del tráfico, lo que resulta una manera muy efectiva e inteligente de mostrar a las protagonistas dentro del entorno sin enseñarlo directamente. La ciudad se convierte a lo largo de la película en una parte importante, cuyos ritmos marcados por el ruido de las motocicletas y cierto caos más o menos controlado reflejan una actividad constante. Es la razón por la que algunas transexuales se trasladan a Ho Chi Minh, tratando de encontrar por un lado cierto anonimato y por otro una aceptación que no tienen en sus localidades de origen. La ciudad se convierte de esta manera en liberadora, pero también puede llegar a ser opresiva. 

Lo que Khoa Lê consigue de una manera muy clara es ofrecer una mirada que muestra la diversidad de la comunidad trans alejándose de los estereotipos. Hay algunas historias que hablan de rechazo familiar, pero también se muestra a una madre orgullosa mientras asiste al espectáculo de su hija; hay un reflejo del entorno de los trabajos nocturnos en la prostitución, pero también del éxito de algunas protagonistas como modelos. La película está salpicada de reflexiones narradas a partir de un guión co-escrito por Jonathan Bernier que aportan una naturaleza hipnótica y casi se podría decir que mágica refiriéndose a esa "madre Saigón", pero también de largas conversaciones que muestran una cotidianidad marcada por las amistades y las relaciones personales, como cuando la modelo Nguyễn Tường Danh habla sobre la primera vez que conoció a un hombre sin hacer referencia a su condición transgénero: "No quiero tener siempre que justificarme ante los demás", afirma con rotundidad, reflejando la necesidad de ser sin tener que explicar. Parte de esta mirada reflexiva la aporta la espléndida fotografía del canadiense Mathieu Laverdière, que ha trabajado en películas como Y llovieron pájaros (Louise Archambault, 2019), presentada en el Festival de San Sebastián, que captura la tonalidad turbia de las calles de Ho Chi Minh contrastando con las coloristas luces de neón de los clubes nocturnos. Pero también de las sonoridades electrónicas que aporta en la banda sonora la compositora Marie-Hélène Delorme, responsable de la misteriosa partitura de la película Les nôtres (Jeanne Leblanc, 2020). Se podría entender Mother Saigon como una extensión de la reflexión en torno al concepto de familia que hizo el director en su anterior película Bà Nôi (Grandmo) (Koha Lê, 2013), que supuso su reencuentro con parte de sus familiares en Vietnam. Un retrato de su abuela que también era un autorretrato al que le encajan algunas de las consideraciones que se explican en ésta: "La vida es demasiado corta. No hay mucho tiempo para entender a los demás, ni siquiera a uno mismo".  

Machtat

Sonia Ben Slama, 2023 | Competición Internacional | ★★★★☆


La segunda película de la directora franco-tunecina Sonia Ben Slama (1985, Túnez) tiene una relación estrecha con su debut en el largometraje documental Maktoub (Tout est écrit) (2015), en el que contrastaba la boda de su abuela hace 70 años con la ceremonia nupcial de su prima en la actualidad. En esa celebración fueron contratadas Fatma y su hijas, que forman parte de una tradición de intérpretes musicales que actúan en las bodas, y a partir de ese encuentro surgió el germen de su nuevo documental. Machtat (Sonia Ben Slama, 2023) se proyecta también dentro de la selección que programa ACID, la Asociación de Cineastas Independientes en el marco del Festival de Cannes, junto a otras películas que hemos comentado como Caiti blues (Justine Harbonnier, 2023) y After work - The end of labor (Erik Gandini, 2023). La directora se centra en el trabajo de Fatma y sus dos hijas, Najeh y Waffeh, que ejercen el trabajo de "machtat", intérpretes de música tradicional que son contratadas para un cometido que va más allá del simple folclorismo, porque adopta un carácter mucho más espiritual y personal. Ellas también son las encargadas de bendecir a las novias y de prepararlas para la ceremonia, maquilladas como si se tratara de muñecas de porcelana, mientras les dan consejos y recaudan las aportaciones económicas que ofrecen los invitados. Es un contraste singular con las vidas personales de las tres mujeres, y que capta Sonia Ben Slama cuando se acerca a ellas en la intimidad del hogar. 

Porque las hijas viven junto a su madre a partir del fracaso de sus propios matrimonios. Najeh está divorciada desde hace 13 años y vive en la casa familiar con sus dos hijos adolescentes, esperando encontrar un nuevo marido, porque le oprime el autoritarismo que ejercen sus hermanos varones, mientras que Waffeh se casó a los 15 años con un hombre que la maltrataba constantemente, pero no está divorciada legalmente. Piensa que su marido puede regresar algún día para matarla, así que apenas sale de la casa en la que también vive con sus hijos. La directora evita con buen criterio la presencia de los hombres a los que se refieren las tres protagonistas. Es una película en la que se refleja una mirada femenina, mientras que las referencias hacia lo masculino tienen casi siempre relación con la violencia o la autoridad. El hecho de que las escenas se desarrollen casi siempre en el interior de una pequeña habitación sugiere también la falta de escapatoria de estas mujeres frente a la situación de frustración personal en la que viven. La propia Fatma, que lleva 40 años ejerciendo como "machtat", está cansada y piensa ya en retirarse, pero la participación en las bodas acaba siendo la única forma de liberación que tienen la madre y sus dos hijas. 

Machtat ofrece de esta forma una lúcida mirada hacia el sistema patriarcal de Túnez. El matrimonio para una mujer supone la estabilidad financiera y vital, pero las experiencias que se muestran en la familia de Fatma sugieren que buena parte de estas esperanzas de una vida tranquila acaban siendo sustituidas por la sumisión, la obligación y la obediencia, si no por el maltrato y la violencia. Este contraste es el que mejor define a la película y el que aporta una contundencia más clara al mensaje, a través de la representación de una ilusión que se desvanece con el paso del tiempo. 

My worst enemy

Mehran Tamadon, 2023 | Highlights | ★★★★☆


El director Mehran Tamadon (1972, Irán) tardó ocho años en completar un proyecto que se enfoca en algunos presos que fueron interrogados y torturados en las cárceles de su país de origen. Aunque nacido en Teherán, llegó a París junto a su familia cuando tenía 12 años en 1984. En 2000 decidió regresar a Irán, donde estuvo trabajando durante cuatro años como arquitecto, carrera que estudió en Francia, hasta que comenzó a enfocarse en el mundo artístico y a realizar documentales que tratan de construir diálogos para entender las ideologías contrarias, como en Bassidji (2009), que surgió de conversaciones con los sectores más extremistas de la religión islámica en su país, o Iranien (2014), en la que él mismo, de condición atea, convence a un grupo de islamistas para que se confinen junto a él durante dos días en un pequeño apartamento. Esta búsqueda del diálogo y de tratar de entender al contrario puede resultar a veces algo ingenua, pero plantea el concepto de que la confrontación se alimenta del desconocimiento. La nueva propuesta del director ha dado como resultado dos películas, que se estrenaron en la Berlinale: por un lado, Where God is not (Mehran Tamadon, 2023) es un encuentro con tres ex presos políticos que se produce en la recreación de una celda en las afueras de París. Por otro lado, el documental proyectado en Visions du Réel My worst enemy (Mehran Tamadon, 2023), también surge de la experiencia de quienes han sido interrogados, abordando el tema desde otra perspectiva. 

My worst enemy es un proyecto cuyo planteamiento se va modificando conforme se desarrolla, convirtiéndose en algo completamente diferente. El director explica al comienzo que su pasaporte fue confiscado por las autoridades tras el estreno de su película Iranien, por lo que no puede regresar a Irán. Su idea es que al mostrar ambas películas a los agentes de la aduana puedan ser comprensivos, pero parece una propuesta demasiado ingenua, al igual que cuando le pregunta al periodista Taghi Rahmani, que también participa en Where God is not, si los torturadores tienen conciencia, a lo que le responde: "No es una cuestión de conciencia. Ellos hacen su trabajo. Tú eres su enemigo". La película está estructurada en dos partes, la primera protagonizada por dos ex presos a los que se les pide que se coloquen en el rol de sus interrogadores, mientras que Mehran Tamadon actúa como el interrogado. Pero el trauma es demasiado profundo como para ir demasiado lejos. Que el director decida mantener este fracaso dice mucho de su planteamiento de proyecto abierto cuyos resultados pueden ser impredecibles. Por eso también dedica más tiempo al interrogatorio que ejerce sobre él la actriz Zar Amir-Ebrahimi, que ganó el premio de interpretación en el Festival de Cannes el año pasado por Holy spider (Ali Abbasi, 2022). Para ese papel, la actriz se basó en su propia experiencia cuando debido a la filtración de un video íntimo con su novio, las autoridades iraníes comenzaron una investigación, ya que es ilegal tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Aunque finalmente no fue condenada, sufrió un interrogatorio continuo durante un año.

En el juego de roles propuesto, ella es la encargada de interrogar a Mehran Tamadon como si se tratara de un preso, en un proceso que va adquiriendo una mayor crueldad progresivamente, la humillación de dejarle semidesnudo o bañarle con agua fría. De alguna forma, el objetivo del interrogatorio se difumina para convertirse en una sucesión de humillaciones que se siente sin embargo controlada, con el director a veces mirando a la cámara con cierto gesto de incredulidad. Aunque puede ser poco agradable asistir a los mecanismos de este tipo de interrogatorio, se transmite la suficiente seguridad y control como para no ser demasiado impactante. Por eso el momento más interesante es cuando Zar Amir-Ibrahim comienza a reprochar al director la naturaleza propia de su proyecto cinematográfico, su banal propósito de recrear una situación que, para los que la han sufrido, supone un trauma profundo que vuelve a ser revivido. La justificación del director de que los participantes lo hacen de forma voluntaria parece una respuesta tibia a un clarificador cuestionamiento del cine frente a la dolorosa realidad.

Where God is not

Mehran Tamadon, 2023 | VdR Film Market | ★★★☆☆


Es precisamente lo que ocurre en esta segunda película de Mehran Tamadon que no ha sido seleccionada dentro de la programación de Visions du Réel pero se ha presentado en el Film Market del festival. Where God is not tiene como protagonistas a tres ex-presos políticos iraníes que estuvieron en las cárceles de Evin y Ghezel Hesar, y que ahora recrean en un almacén a las afueras de París su cautiverio y los interrogatorios y torturas a los que fueron sometidos. Pero al principio del documental se aclara que fue rodado antes de las protestas que se produjeron tras la muerte de Jina Mahsa Amini que ha provocado la llamada revolución de las mujeres. Taghi Rahmani, al que Reporteros sin Fronteras considera el periodista más veces encarcelado en Irán, es el protagonista más reflexivo y el que plantea claramente la deshumanización que se busca en los interrogatorios. No se trata tanto de obtener una información que en muchos casos ya es conocida, sino de ejercer el poder y el control sobre las personas. Como en My worst enemy, el director plantea con una ingenuidad que parece más una provocación frente a su entrevistado, que si los torturadores vieran lo que están haciendo podrían tener conciencia de sus actos. 

El único de los tres que ofrece una explicación a la razón por la que fue encarcelado es Mazyar Ebrahimi que explica que tenía una empresa dedicada a importar material de video para venderlo a diversas televisiones iraníes, entre ellas la televisión pública. Pero en su versión, un competidor que tenía contactos en el régimen le denunció como un espía israelí que utilizaba su empresa para obtener información. Él describe de forma física las posiciones en las que los presos eran atados, que muestra de forma práctica atando a Mehran Tamadon, así como algunas prácticas de tortura. Es la descripción más rotunda sobre la humillación física. Por último, la periodista Homa Kahlori explica la forma en que pasó varios meses encerrada en los años ochenta, experiencia que describió en su libro A coffin of the living (2020), en referencia a una técnica de tortura denominada el ataúd, con los presos enclaustrados en un espacio reducido en el que eran objeto de continuas humillaciones psicológicas y físicas. Su relato es el más desgarrador porque el trauma se mezcla con la vergüenza de haberse convertido en colaboradora de los interrogadores.

A través de las conversaciones con los tres protagonistas, Where God is not consigue una recreación claustrofóbica en los espacios cerrados que representan las cárceles en las que estuvieron presos, como una celda en la que estuvo Taghi Rahmani que describe como un lugar donde solo podía dar tres pasos entre cada esquina. A veces le falta algo de respiración a la narración continua de las experiencias, por lo que algunos momentos se hacen especialmente aterradores cuando se reproducen las oraciones que sonaban continuamente en las cárceles. La salida a las calles de París se convierte así en una forma de liberación también para los espectadores que durante casi dos horas han compartido la terrible experiencia de los protagonistas. "Esto es para que sepan lo que hemos tenido que pasar en este país", afirma Mazyar Ebrahimi. Una frase que parece estar respondiendo a los cuestionamientos que se hace Zar Amir-Ebrahimi en la película anterior.

Astrakan 79

Catarina Mourão, 2023 | Burning Lights | ★★★★☆


En su último largometraje, Catarina Mourão (1970, Portugal) desarrolla un tema que tiene cierto paralelismo con el que abordó en A toca do lobo (2015) en torno a los secretos que descubrió dentro de su familia, relacionados con la dictadura, y la forma en que éstos se convierten en un tabú que queda sepultado entre generaciones. En este caso, la experiencia ocultada tiene como protagonista a Martim, que nunca ha contado que en septiembre de 1979, cuando tan solo tenía 15 años, la posición comunista de sus padres y las fotografías que se mostraban en una revista le llevaron a tomar la decisión de marcharse a Rusia a estudiar. "Era un niño inocente", afirma Martim mirando al pasado desde su mediana edad. Aunque se mantuvo firme en su decisión, la realidad de la ciudad portuaria de Astracán, a tres días en tren de Moscú, fue más decepcionante de lo que pensaba y su nulo conocimiento del idioma ruso le impidió integrarse adecuadamente entre el resto de estudiantes. Allí conoció a su primer amor con la que tuvo un hijo, pero finalmente regresó a Portugal antes de lo previsto. A lo que Catarina Mourão dedica mayor interés no es tanto la convivencia en Astracán, que se muestra con imágenes de archivo y algunas recreaciones protagonizadas por el sobrino de Martim, sino la forma en que el regreso se convirtió en una desazón constante que le llevó a recluirse cada vez más. 

La revolución de los claveles de 1974 en Portugal condujo a un sentimiento de liberación que llevó a Martim a Rusia, pero a su regreso las posiciones anticomunistas de sus amigos se convirtieron en un rechazo hacia su experiencia en la Unión Soviética. Martim comenta que quizás trabajar como alfarero y artista de la cerámica fue una escapatoria que le permitió desarrollar una profesión en solitario. Ante la imposibilidad de que el equipo de producción pudiera viajar a Rusia debido a la invasión de Ucrania, la decisión de mantener una cierta fantasía del lugar permite ofrecer una visión mucho más cercana a la propia fantasía del Martim adolescente. El rodaje de Astrakan 79 (Catarina Mourão, 2023) en una casa en ruinas, semivacía, refleja con eficacia la forma en que el secreto se ha ido ocultando con el paso de los años, provocando una especie de vacío dentro de la familia. Pero al mismo tiempo también hay un paralelismo entre Martim y su hijo, que también se llama Martim, y que asimismo tomó la decisión de ser artista, en este caso interpretando el clarinete y actuando en un club nocturno. Una parte central de la película es la conversación entre padre e hijo en la que éste habla directamente sobre su secreto, una trasposición de las emociones provocadas por la ocultación de una parte de su vida, y que se produce en ese entorno particular de paredes rotas y espacios vacíos creado para la película, lo que le da un aspecto de intimidad que de alguna manera cicatriza las heridas psicológicas. Hay una tonalidad poética que a veces recuerda a La metamorfosis de los pájaros (Catarina Vasconcelos, 2020) en cuanto al tratamiento casi pictórico de las imágenes y el acercamiento intimista y experimental a las interioridades de las relaciones familiares.  

(...)

Karina Beumer, 2023 | Competición Cortometrajes y Mediometrajes | ★★★★☆


También tiene una textura poética para expresar el entorno familiar el mediometraje dirigido por la artista holandesa Karina Beumer que aborda la enfermedad de su padre. En 2015, Ron Beumer sufrió un coágulo de sangre en el cerebro que le provocó la pérdida de memoria, siendo diagnosticado con Daño Cerebral Adquirido (DCA), una enfermedad que en España afecta cada año a unos 800 casos cada 100.000 habitantes. Este daño en las estructuras encefálicas que no tienen una lesión previa afecta al funcionamiento cognitivo, emocional y físico, provocando pérdidas totales de la memoria a corto plazo. En un momento dado, Ron Beumer olvidó que tenía una hija, mientras por otro lado fue capaz de escribir un libro en el que describía su convivencia con la enfermedad. Inspirándose en este libro, (...) (Karina Beumer, 2023) es  un mediometraje de 40 minutos que aborda la experiencia de Ron Beumer con el daño cerebral y el olvido, mostrándolo a través de una especie de narrativa personal que aborda el tema con sentido del humor y con una perspectiva kafkiana. La enfermedad se convierte en la principal antagonista de la historia, mientras se muestra a Ron siendo introducido en el maletero de un coche, como si hubiera sufrido un secuestro, y caminando por un largo pasillo que parece interminable en el que una puerta conduce a otra puerta. También se recrean algunos momentos importantes en la familia como cuando Ron contrae matrimonio con la madre de Karina Beumer.

La narrativa no lineal propone un viaje progresivamente más caótico en el que se reflejan las ideas expresadas en los cuadernos de Ron, y al mismo tiempo plantea cuestiones existenciales que reflejan la incertidumbre en torno a una vida atrapada por el olvido. De alguna forma, la propuesta cinematográfica se convierte en una especie de camino de reencuentro y sanación, un mundo creado para la convivencia entre todos los miembros de la familia. Cuando Karina le pregunta a su padre qué van a hacer después de terminar esta película, él responde: "¡Otra película!". La artista utiliza sus habituales figuras de papel maché para construir una escultura de la cabeza de su padre, de forma que éste se puede introducir en su interior. Es una representación muy hermosa y emocional de la forma en que Ron termina aprendiendo a convivir con la enfermedad. El DCA deja de ser un antagonista para convertirse en un compañero de vida, una necesaria tolerancia a los efectos de su desarrollo que al mismo tiempo ofrece una perspectiva diferente. Ron, que progresivamente va acercándose a la condición de un niño, también tiene menos preocupaciones, lo que acaba simplificando su vida, aunque la de quienes le rodean se acabe complicando. La película también reflexiona con lucidez sobre hasta qué punto la identidad se pierde con la pérdida de la memoria y de qué forma los recuerdos construyen la condición humana para definirse como persona. La cabeza de papel maché que representa a Ron se termina convirtiendo en una especie de refugio, un lugar de sosiego donde solo hay que pensar en el presente. 


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Películas mencionadas: 

Y llovieron los pájaros, Iranien, Holy spider y La metamorfosis de los pájaros se pueden ver en Filmin.
Bassidji se puede ver en dafilms.com
A toca do lobo se puede ver en dafilms.com y Filmin. 




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