26 abril, 2023

Visions du Réel 2023 - Parte 2: Lazos familiares

Nuestra segunda crónica del Festival Visions du Réel 2023 nos acerca a historias que tienen que ver con la familia y el sentido de permanencia, bien sean reales o comunidades convertidas en lazos cercanos al sentido familiar. Abordamos las otras dos representaciones españolas en el festival en la sección de competición internacional y en una de las secciones paralelas, también a competición, y nos acercamos a películas que han iniciado una fructífera trayectoria en festivales y que también estarán presentes en Hot Docs, el festival de documentales de Canadá que se inicia este fin de semana. 

O auto das ánimas

Pablo Lago Dantas, 2023 | Competición Internacional | ★★★★☆

Nacido como proyecto dentro del Máster de Creación Audiovisual de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, este regreso del director Pablo Lago Dantas (1980, Pontevedra) a la casa familiar de la que salió cuando tenía 18 años, intenta bucear en la esencia del legado familiar en esa Galicia rural a la que confiesa no haberse sentido apegado nunca pero a la que ahora vuelve con sentido de la curiosidad y de pertenencia. Titulado inicialmente Una misa para las almas difuntas, el proyecto ha recogido diversos premios a lo largo de su desarrollo hasta que finalmente se ha convertido en el debut de un cineasta que se ha consolidado como un reconocido director de fotografía. O auto das ánimas (Pablo Lago Dantas, 2023) se plantea como un viaje interior en el que se representa la antigua casa familiar entre las brumas, el tono grisáceo del cementerio y la convivencia de la vida con la muerte. El propio director propone reflexiones en off sobre las imágenes de su pueblo pontevedrés, y manifiesta la admiración por su abuela, Alicia, una mujer que está "preparada para morir", que apenas sale de la casa y tiene la sensación de haber hecho todo lo que tenía que hacer en la vida. Este contraste entre el nieto que necesitó salir de su entorno para encontrarse a sí mismo, y la anciana que se siente plena en su vida sin necesidad de conocer mundo, se representa como un choque generacional con dos concepciones completamente distintas sobre el papel que se desempeña en la sociedad. Cuando Pablo Lago Dantas le pregunta a su abuela qué le queda por hacer, ella responde: "Nada. Ya lo he hecho todo. Crié a cinco hijos, cuidé a cuatro viejos". Lo que lamenta es haber perdido demasiado pronto "a lo que más quería", su esposo, pero su esperanza es reunirse de nuevo en otro mundo: "Yo tengo dos casas, la de arriba y la de abajo, la del cementerio. La de abajo es eterna".

Componiendo imágenes que tienen una tonalidad pictórica, con un formato panorámico que resulta cada vez más insólito en el género de no ficción, la fotografía de Pablo Lago Dantas presenta cuadros de su familia, de su pueblo, de su abuela esperando la muerte en la cama y de él mismo en una composición parecida. Y captura la Galicia de las ánimas, la que convive con las almas errantes que caminan entre la bruma de los bosques, la del pasado que se refleja en el presente. Da la sensación de que el director intenta establecer una comunicación con su familia que nunca ha tenido, tratando de recomponer la unidad que nunca ha existido. Su madre Rosa confiesa que ellos siempre han sido muy habladores pero muy poco comunicativos, que sus sentimientos se han quedado casi siempre en el interior. En una conversación con su padre, Manuel, el director trata de hacerle reconocer su responsabilidad en no haberse ocupado de sus hijos, incluso a pesar de justificarse afirmando que trabajaba siete meses en alta mar. A veces estos diálogos se sienten algo forzados, como si se quisiera establecer una comunicación que en realidad no existe, como si se tratara de recuperar lo irrecuperable. El único momento en el que Alicia parece sentir una cierta vitalidad es cuando los aguardenteiros se establecen durante un mes cada año en su casa para elaborar el aguardente para los vecinos y las familias. 

Esta elaboración se convierte en el eje principal de la película, un proceso artesanal que proviene del siglo XVII en el que se utilizan aparatos tradicionales como el alambique y la alquitara, y que representa la transmutación de los elementos, el intenso aroma de la Galicia profunda y rural. Algunos de los aguardenteiros se quedan a dormir en la casa familiar, y devuelven los recuerdos del pasado, la tradición de las reuniones alrededor de la queimada, los cantos tradicionales al final de la destilación. Los vapores del aguardiente se mezclan con la niebla que rodea al pueblo, dándole un aspecto fantasmal. Y de alguna manera Pablo Lago se identifica con Santi, uno de los aguardenteiros, que tiene inquietudes artísticas en la pintura, como si fuera una vía de escape al trabajo diario, y en el que se refleja como él mismo si se hubiera quedado en el pueblo: "Aflora una rabia, una rabia que recuerdo bien. La de huir". O auto das ánimas parece a veces una manera de pedir perdón por esa huida, por la ausencia del entierro de su abuelo, por la sensación de no pertenencia. Es curioso cómo en los últimos años, y especialmente en el género documental, hay una reivindicación de lo terrenal, de lo rural, que proviene precisamente de directores que abandonaron sus hogares. Un acercamiento a un mundo que "vive desapareciendo", que parece esperar el final inevitable como lo hace la abuela Alicia. Y en cierta manera, esta película es una mirada de admiración hacia ese mundo, pero que también está teñida de remordimientos.

Pianoforte

Jakub Piątek, 2023 | Grand Angle | ★★★★☆


Se podría decir que la carrera en festivales de este documental le coloca en una posición privilegiada como uno de los más relevantes del año. Después de estrenarse en el Festival de Sundance, se ha proyectado en CPH:DOX, ha competido en el Festival de Miami, participa en Visions du Réel así como en otras muestras cinematográficas, y tiene asegurado su estreno gracias a la participación en la producción de HBO Max. El director Jakub Piątek (1985, Polonia) ya fue seleccionado en Sundance con la película de ficción Horario estelar (2021), pero en esta ocasión se acerca a otro ejercicio que tiene también ciertos resortes de suspense, al centrarse en uno de los concursos de música más prestigiosos del mundo: la XVIII International Chopin Piano Competition, que se celebró en 2021 tras posponerse en 2020 debido a la pandemia del coronavirus. Este concurso nació en 1927 y se celebra cada cinco años desde 1955 en Varsovia (Polonia), convirtiéndose en una de las competiciones de mayor tradición cuyos ganadores han visto cómo sus carreras se benefician de numerosos contratos para conciertos y grabaciones. Pero también en una de las más exigentes, en la que durante 21 días los participantes seleccionados, 87 en 2021 de los que solo quedaron 12 finalistas, no solo deben someterse a una notable tensión durante el concurso, sino también a ensayos constantes que requieren un gran esfuerzo mental y físico. En la edición que centra la atención del documental, consiguió el tercer premio el pianista español Martín García García (1996, Gijón), aunque él no es uno de los concursantes en los que se concentra la película. 

Pianoforte (Jakub Piątek, 2023) presenta a un grupo de competidores que podrían alcanzar  posiciones avanzadas en el concurso, pero sin tener la seguridad de hasta dónde llegarían. De forma que la atención del director se concentra no solo en su participación sino sobre todo en los momentos más personales durante los ensayos o sus reuniones en el poco tiempo libre del que disponen. Durante la competición se eliminan aspirantes a lo largo de diferentes fases, lo que aporta cierto suspense al desarrollo de la película, especialmente para los espectadores menos conocedores del concurso. Pero el interés se concentra sobre todo en las diferentes personalidades de los concursantes y los procesos que cada uno de ellos desarrolla para convertirse en grandes pianistas. Hay una exigencia férrea en la profesora de la joven ruso-armenia Eva Gevorgyan y una relación casi maternal de la maestra del concursante chino Hao Rao, que le ha enseñado desde que era un niño. El documental se dispersa en la primera parte al dedicarse a diferentes aspirantes, y se beneficia en la segunda parte de una atención más concreta a los que han pasado las primeras rondas del concurso. El polaco Marcin Wieczorek comenta casi en broma que también es importante el aspecto físico: "Los concursantes que se parecen más a Chopin son los que tienen más posibilidades de ganar, como Krystian Zimerman". 

Conforme se desarrolla, Pianoforte va dando muestras de una mayor implicación en las trayectorias de sus protagonistas, reflejando el exigente entrenamiento al que deben someterse, que es un auténtico suplicio para las articulaciones de los dedos, especialmente en un compositor como Frédérick Chopin, que tiene algunas de las obras más difíciles de interpretar. Cuando el cansancio se apodera de Eva Gevorgyan, el director abandona su posición de observador para describir, a través del sonido distorsionado de una conversación que mantiene su profesora con uno de los organizadores del concurso, la falta de concentración que provoca este cansancio. Es uno de los momentos en los que Jakub Piątek se implica más en la descripción de un estado de ánimo, pero también atendiendo a las largas esperas sobre las decisiones del jurado, que en algunos casos llegan hasta la madrugada. De alguna forma, convierte una competición de piano en un reflejo de la tensión y el suspense propios de los documentales sobre competiciones deportivas. Pero al mismo tiempo muestra los esfuerzos y también los sacrificios de muchos de estos jóvenes, y la exigencia excesiva a la que son sometidos por este tipo de concursos, como comenta uno de los participantes: "Todos quieren ganar y la mayoría no tiene un plan B. Ni siquiera se plantean qué harían si no quedaran entre los finalistas". Quizás por eso al final no se enfoca tanto en los ganadores como en la frustración de los perdedores, que incluso siguen sometidos a la presión de la atención mediática: "Puedes llorar, pero no lo hagas delante de las cámaras", aconsejan a uno de ellos. 

Un volcán habitado

David Pantaleón, José Víctor Fuentes, 2023 | Burning Lights | ★★★☆☆

Cuenta uno de los directores en las notas de producción de la película que su familia ha habitado desde hace tres siglos la falda de Cumbre Vieja, rodeada de volcanes que hacen erupción cada cuarenta años aproximadamente. Para los ancestros awara que habitaban la isla, estas erupciones son en realidad la manifestación telúrica del ser maligno llamado Iruene, un demonio personificado como un perro lanudo, negro y salvaje que vivía en lugares subterráneos. Esta convivencia con la tradición oral pervive todavía en la zona, y persisten algunas creencias sobre la manifestación de una fuerza natural que devuelve a los habitantes su sitio frente a la grandeza de los movimientos volcánicos. En realidad, en Un volcán habitado (David Pantaleón, José Víctor Fuentes, 2023), hay un tono mucho más realista y menos mágico, que narra la erupción del volcán Tajogaite en septiembre de 2021 a través de los mensajes que se intercambia un grupo de amigos por WhatsApp desde que se inició hasta que permaneció la lava cayendo durante 85 días, convirtiéndose en la erupción de mayor duración de toda la historia (el 13 de diciembre se dio por finalizada la actividad del volcán). La película muestra imágenes de medios de comunicación y grabaciones de los directores en la zona mientras el relato se produce a través de los audios que se intercambian los amigos. Es una crónica cronológica que muestra la incertidumbre del comienzo, la tensión por el destino de los interlocutores que dejan de enviar mensajes, el caos de la comunicación oficial y también el desapego sobre el enfoque de los medios de comunicación. 

Algunos mensajes muestran malestar por la forma en que los medios convirtieron la erupción del volcán en un espectáculo televisivo durante semanas, hasta que la noticia dejó de tener interés, y las dudas sobre cómo recuperar aquello que se ha perdido (uno de los amigos parece haber sido especialmente afectado por la erupción). La pérdida de casas, plantaciones de plataneros, negocios completos, surgen como trasfondo comentadas por los amigos, pero también la solidaridad y el esfuerzo colectivo. Las imágenes más impactantes no son las de la lava cayendo, sino las de la convivencia cercana de los habitantes con la grandiosidad de la montaña, como cuando una anciana recuerda haber sido testigo de las erupciones del San Juan y el Teneguía mientras nuestra mirada, en realidad, se enfoca en la ventana que deja ver al fondo el volcán humeante. Sorprende esta tranquilidad de reconocerse diminutos frente a la fuerza enérgica de la naturaleza, pero también se reflejan en los audios las molestias por ser juzgados por quienes critican la habitabilidad de las zonas volcánicas. Un volcán habitado también es un relato de la amistad y de la solidaridad, y por eso concluye con una reunión, un reencuentro de este grupo de amigos. Aunque la película no termina de construir este relato de una forma totalmente equilibrada, deambulando por temas e ideas que se sienten como un abanico de propuestas débiles e incompletas. O quizás es que hemos acabado viendo tantas veces la erupción del volcán de La Palma que incluso cuando se intenta adoptar otro punto de vista nos suena a una repetición de lo mismo. 

Caiti blues

Justine Harbonnier, 2023 | Burning Lights | ★★★★☆

También está consiguiendo especial resonancia esta película que, tras su paso por Visions du Réel, tendrá su presentación norteamericana en Hot Docs y ha sido uno de los largometrajes seleccionados por la asociación ACID dentro del marco del próximo Festival de Cannes, junto a otros documentales como After work - The end of labor (Erik Gandini, 2023), que se estrenó en CPH:DOX. La directora nacida en Francia pero formada en Canadá Justine Harbonnier se centra en su primer largometraje en Caiti Lord, una joven que siempre ha contado con una espléndida voz y aspiraba a convertirse en cantante de musicales. Pero diversas circunstancias la llevaron a dejar atrás las aspiraciones en Nueva York para acabar trabajando como camarera y locutora de radio en Madrid (Nuevo México), un pueblo minero que dependió del carbón y el ferrocarril durante el siglo XIX y toma su nombre del español Francisco de Madrid, quien llegó a la zona en 1603. Hay una representación especialmente singular en esta zona en la que la disminución de la demanda de carbón después de la II Guerra Mundial, provocó que se pusiera a la venta todo el pueblo por 250.000 dólares en 1954, pero no tuvo ningún comprador. Hoy en día cuenta con poco más de 200 habitantes, aunque un cierto renacimiento dentro de su comunidad de artistas. 

Caiti blues (Justine Harbonnier, 2023) ofrece una mirada hacia los sueños rotos a través del retrato de esta joven que sin embargo no se rinde en sus aspiraciones. Mientras trabaja en The Mine Shaft Tavern, donde el mayor acontecimiento es una partida de bingo nocturna, y por el que pasan visitantes que nunca permanecen demasiado tiempo, la única manera de exponer sus frustraciones es a través de la emisora de radio local KMRD, donde presenta un programa bajo el seudónimo de DJ Barnacle, pero en realidad parece más una especie de psicoanálisis público en el que habla sobre cómo su decisión de ir a la Escuela de Arte en Nueva York le ha dejado unas deudas que aumentan en vez de disminuir debido a los intereses. La cámara se enfoca en el paisaje desértico que se ve desde la ventana del estudio de radio, como una expresión de un futuro incierto, que parece reflejar uno de los enunciados de las partes en las que se estructura la narrativa: "Solo con verlo se convierte en polvo". Las aspiraciones de Caiti se muestran a través de flashbacks en los que de niña participó en diversos musicales escolares, consiguiendo en muchos de ellos personajes protagonistas, representaciones de obras clásicas como Cats (1981) que parecían vaticinar un futuro prometedor. 

Pero en realidad la historia de Caiti también es el reflejo de cierta decadencia de unos Estados Unidos cada vez más divididos, cada vez más enfrentados y cada vez más frustrados. La infancia de Caiti está marcada por la influencia del ataque a las torres gemelas de Nueva York en 2001. Aunque la familia vivía a las afueras, los acontecimientos posteriores se convirtieron en tema central de las conversaciones: "Recuerdo haber crecido escuchando las noticias, preguntando si algún conocido había muerto, hasta que mi madre decidió desenchufar todos los televisores y guardarlos en un armario", comenta. Caiti blues es una película que tiene la cadencia melancólica de la música espiritual afroamericana y también habla de la inclusión y de la incertidumbre de tiempos marcados por el odio. Hay algunos momentos de liberación y exaltación de sus aspiraciones, como cuando participa en la fiesta anual que organiza un grupo de transexuales y travestis, pero al mismo tiempo hay noticias sobre el odio a los colectivos LGTBI+. La mañana siguiente es una resaca de melancolía que deja expandir de nuevo las frustraciones: "Mi ego no es capaz de manejar ese continuo juicio de valor sobre que solo soy una camarera que no tiene nada que hacer en la vida más que ser camarera, porque eso es lo único que sabe hacer". Sin embargo, Caiti blues quiere transmitir una mirada positiva, que se revela en algunos guiños que hace la protagonista a la cámara, manejada por Léna Mill-Reuillard, que ha trabajado en documentales como City dreamers (Joseph Hillel, 2018). El último vistazo al desierto desde la ventana de la KMRD es una mirada de esperanza. 

Knit's island

Ekiem Barbier, Guilhem Causse, Quentin L'Helgouac'h, 2023 | Burning Lights | ★★★☆☆

Premio del Jurado Burning Lights, Premio FIPRESCI

Estas frustraciones sobre una realidad que no parece cumplir las expectativas también está presente en Knit's island (Ekiem Barbier, Guilhem Causse, Quentin L'Helgouac'h, 2023), una película rodada dentro de uno de esos mundos virtuales en los que cualquiera puede ser lo que desee, una realidad construida a medida, que casi nunca acabará frustrando las expectativas. Siguiendo con su anterior incursión en este tipo de mundos virtuales, que les llevó a dirigir el mediometraje Marlowe Drive (Ekiem Barbier, Guilhem Causse, Quentin L'Helgouac'h, 2018), seleccionado también en Visions du Réel, ahora se introducen en el videojuego DayZ (2018, Bohemia Interactive), una experiencia multijugador que se desarrolla en la república post-soviética de Chernarus, y que consiste en intentar sobrevivir en un mundo que ha sufrido una misteriosa plaga que ha convertido en zombis a la mayor parte de sus habitantes. Las estrategias de supervivencia son diversas, pero una de las que principalmente interesa explorar a estos cineastas franceses son las comunidades que se organizan entre jugadores para cooperar en su supervivencia. Ellos decidieron pasar exactamente 963 horas dentro del juego, dividiendo sus cometidos: Ekiem Barbier es el periodista que entrevista a los otros jugadores, mientras que Guilhem Causse y Quentin L'Helgouac'h actuaban como cámaras y directores de escena. 

Ataviados con chalecos antibalas que están marcados con la palabra "Press", ejercían su labor de prensa presentando a los jugadores sus intenciones de rodar un documental. La llegada de la pandemia y el confinamiento les llevó a decidir aislarse en una casa de campo, de forma que pudieran seguir rodando la película juntos. Y lo que van descubriendo al espectador es un mundo en el que se establecen comunidades fuertes con líderes principales que ejercen su hegemonía dentro de cada grupo, una representación de lo que podría llegar a proponer el ser humano en un planeta apocalíptico. Lo cual no está exento de peligros. Uno de los grupos defiende la violencia y todo tipo de atrocidades, sembrando el caos a su paso, e incluso tiene fama en algunos foros de jugadores de practicar el canibalismo. De alguna forma, se trata de jugadores que en su anonimato despliegan una absoluta falta de empatía con los demás, lo cual lleva a una pregunta que no siempre es contestada en la película: ¿Son los jugadores conscientes de que se trata solo de un juego, o acaban tan involucrados en este mundo virtual que dependen de él para exponer sus frustraciones a través de la violencia? Otra de las comunidades que encuentran en su recorrido está liderada por el sacerdote Stone, y se basa en las enseñanzas de un dios inventado, pero en realidad el líder parece tener más claro que está desempeñando un papel solo para pasar el tiempo. 

La realidad también hace acto de presencia dentro de este mundo virtual, como cuando entrevistan a una jugadora y ésta tiene que interrumpir la conversación porque de fondo se escucha el llanto de su hijo, que parece haberse caído. Y algunas experiencias acaban siendo inquietantes, como cuando deciden correr junto a un grupo de jugadores hacia el infinito sin alcanzar ningún destino aparente, una especie de carrera hacia un final inexistente marcado por paisajes desérticos, hasta que en un punto concreto algunos de los jugadores deciden suicidarse. ¿Está quizás programado un suicidio colectivo una vez se llega a un horizonte determinado en el juego? Knit's island no siempre encuentra cosas interesantes que decir, a veces se enreda en conversaciones banales, y aunque pretende mostrar el fuerte lazo comunal que se construye en este tipo de mundos, en realidad acaba transmitiendo una cierta desazón por una humanidad que parece liberarse en mundos ficticios frente a la realidad diaria. 

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Películas mencionadas: 

Pianoforte se estrena próximamente en HBO Max
Horario estelar se puede ver en Netflix.

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