21 febrero, 2025

Berlinale 2025 - Parte 3: Conflictos existenciales

La nueva dirección ejecutiva del Festival de Berlín, que desde este año corre a cargo de Tricia Tuttle (1970, Estados Unidos), quien proviene de la dirección del Festival de Cine de Londres, ha cambiado algunas perspectivas de un certamen que siempre ha estado marcado por una mirada política, para tratar de hacerse más neutral (el año pasado hubo polémica por la invitación a la gala de inauguración de miembros del partido de extrema derecha Alternativa por Alemania). Aunque no ha podido evitar una nueva controversia por la utilización en un discurso de presentación de la película Queerpanorama (Jun Li, 2025) del eslogan "desde el río hasta el mar. Palestina será libre", que el Ministerio del Interior alemán incluyó en una lista de términos prohibidos por considerarla una "marca registrada" de la organización terrorista Hamás. Aunque a lo largo de los últimos meses, algunos tribunales alemanes se han opuesto a la interpretación de este eslogan como una incitación a la violencia contra los judíos y el Estado de Israel. En todo caso, a nivel de programación, muchos están de acuerdo en que esta edición ha sido especialmente plana en cuanto a títulos sobresalientes, con incorporaciones de películas nominadas al Oscar como Un completo desconocido (James Mangold, 2024) o Aún estoy aquí (Walter Salles, 2024) que parecen más bien reclamos para atraer estrellas de cine a la alfombra roja. Sin embargo, quizás por esta tibia reacción frente a la calidad de las películas seleccionadas para las secciones competitivas, el festival ha sacado pecho en cuanto a la venta de entradas, enviando una primera valoración a mitad de esta edición: a fecha de 19 de febrero, se habían vendido 285.000 entradas, unas 14.000 más que el año pasado, con medias de asistencia a las salas de más de un 90%. Nuestra nueva crónica está centrada en algunas producciones que abordan cuestiones relacionadas con la convivencia y la política, en un mundo envuelto en conflictos existenciales.

Das Deutsche Volk

Marcin Wierzchowski

Alemania 2025 | Berlinale Special | 


La ciudad alemana de Hanau, situada en el estado federal de Hesse, es conocida por ser el lugar de nacimiento de los Hermanos Grimm, a quienes recuerda una estatua en la plaza central. Este monumento indica que es un homenaje de "el pueblo alemán", pero al adoptar el mismo título, Das Deutsche volk (Marcin Wierzchowski, 2025) el documental se pregunta precisamente quién es considerado parte de ese pueblo alemán. La mayoría de las víctimas del atentado racista ocurrido el 19 de febrero de 2020, en el que nueve personas murieron a manos de un hombre armado de ideología de extrema derecha, quien disparó en diversos lugares de la ciudad y posteriormente mató a su madre y se suicidó, eran alemanes de origen inmigrante. Pero a las puertas de unas elecciones federales en las que todavía el principal objetivo es frenar el avance de la extrema derecha, las preguntas que plantea la película parecen especialmente relevantes. Siguiendo a los familiares y algunos supervivientes a lo largo de cuatro años, el tenso documental de Marcin Wierzchowski (1984, Polonia) es una reflexión necesaria sobre las dificultades de sentirse parte de ese pueblo alemán a pesar de haber nacido en Alemania. Çetin Gültekin, hermano del asesinado Gökhan Gültekin, recuerda que su abuelo llegó al país en los años sesenta a través de los contratos de "trabajadores invitados", una llamada de mano de obra emigrante a la que respondieron cientos de miles de ciudadanos turcos: "Quería trabajar en Alemania para comprarse dos bueyes y mejorar su vida en Turquía. Pero a lo largo de los años nunca los compró, porque no quería abandonar Alemania, que sentía como un hogar. Ahora ha visto cómo han matado a su nieto". Das Deutsche volk muestra a los familiares, la mayor parte de ellos padres y madres de jóvenes asesinados, transformándose en portavoces de una comunidad de alemanes que no son plenamente aceptados como ciudadanos alemanes, y que plantean preguntas difíciles de resolver: "¿Por qué ha muerto mi hijo?", pero que esconden planteamientos mucho más profundos. En Alemania los expertos indican que hay unos 15.000 extremistas de derechas que están dispuestos a utilizar la violencia; el atentado de Hanau ocurrió, de hecho, cuatro meses después de que en octubre de 2019 un ultraderechista intentara entrar en una sinagoga en Halle pero, al no conseguirlo, acabara matando a dos personas cerca del templo judío. Unos meses antes, en junio de 2019, otro ultraderechista había asesinado al político Walter Lübeck, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). Las preguntas que se hacen los familiares tienen una dimensión estructural que va más allá de las lamentaciones de padres o hermanos de las víctimas de un atentado. A lo largo de la película se refleja la dificultad de conseguir el objetivo de dedicar un monumento recordando a las víctimas, y situarlo en la misma plaza en la que se encuentra la estatua dedicada a los hermanos Grimm: la administración local considera que la mayor parte de los ciudadanos no lo aceptarían. Las últimas noticias es que el monumento se levantará en 2026 en otra plaza que se llamará "19 de febrero". 

Marcin Wierzchowski ya había dirigido otro documental sobre el atentado titulado Hanau – Eine Nacht und ihre Folgen (Hanau - Una noche y sus consecuencias) (HR, 2021), que recibió un premio Grimme de la televisión alemana. Pero esta nueva incursión de dos horas y cuarto tiene un aspecto más atemporal, rodada en blanco y negro, y estableciendo conexiones más expansivas y reflexivas en torno a la sociedad alemana. Algunos de los cuestionamientos que se hacen están relacionados precisamente con la verdadera intención de hacer frente al aumento de los movimientos extremistas en medio de una cierta pasividad de las administraciones. Uno de los lugares en los que el asesino disparó fue un bar cuya salida de emergencia estaba bloqueada, pero no se produjo ninguna investigación alrededor de esta circunstancia, hasta que los propios familiares contrataron a un equipo de arquitectura forense que realizó una simulación de cómo se produjo el asalto al bar. Niculescu Păun, padre de Vili-Viorel Păun, denuncia que su hijo hizo varias llamadas a la policía que no fueron contestadas. Incluso el grupo de unidad especial de la policía que asaltó la casa del asesino, acabó siendo desmantelado porque se descubrió que muchos de sus integrantes formaban parte de comunidades de internet de ideología de extrema derecha, aunque las autoridades siempre han defendido que la actuación policial fue modélica. Estas fallas en los sistemas de seguridad y el fracaso institucional para frenar el aumento progresivo de la radicalización de la extrema derecha, acaban conformando el eje central de un documental que cuestiona el hecho de que los alemanes nacidos de familias inmigrantes tengan la misma consideración de ciudadanos que el resto de la sociedad. El propio director, nacido en Polonia pero criado en Alemania desde que era niño, refleja la sensación de ser considerado continuamente como un extranjero. La inmigración y sus "peligros" son el argumento principal con el que partidos de extrema derecha como Alternativa para Alemania (AfD) han estado haciendo campaña en las elecciones federales que se celebran el 23 de febrero, defendiendo lo que ellos llaman como "remigración", es decir, la deportación masiva de millones de inmigrantes. Pero Das Deutsche volk también explora con acierto el lado humano, acompañando a algunos de los familiares a sus países de origen, Rumanía o Turquía, donde se celebran actos de homenaje a las víctimas. El impacto emocional que transmite la película es tan profundo como su acertada reflexión sobre cómo los extremismos se alzan sobre la pasividad de las sociedades. 

Letters from Wolf Street

Arjun Talwar

Alemania, Polonia 2025 | Panorama | 


En parte para contrarrestar esa sensación de seguir considerándose extranjero a pesar de vivir desde 2010 en Polonia, el director Arjun Talwar, nacido en Delhi, decidió filmar a los habitantes de la calle en la que vive con la intención de impulsar su integración en un país en el que todavía siente el peso de su condición de foráneo, incluso con algunas implicaciones racistas, como el apodo de "Michael Jackson" que recibió durante mucho tiempo. La calle Wilcza se encuentra en el centro de la ciudad de Varsovia, y recibió su nombre de la familia Wilk (que en polaco significa lobo), aunque posteriormente su nombre se asoció más con su significado literal que con el apellido familiar. Pero esta significación sirve al director para reflejar una parte de la representación habitual de la sociedad polaca, hostil y conservadora. Este documental de mirada humanista ofrece, sin embargo, una visión más heterogénea, que retrata a un entorno más diverso, no siempre amable con los extranjeros pero menos estereotipado de lo que es habitual. Letters from Wolf Street (Arjun Talwar, 2025) se desarrolla casi exclusivamente a lo largo de esta calle, mostrando el peso histórico del pasado y las inquietudes del presente, en un espacio en el que todavía quedan antiguos negocios tradicionales que conviven con las problemáticas existenciales de los inmigrantes y con las reivindicaciones de los colectivos sociales, que se aglutinan en un edificio ocupado. De manera que Arjun Talwar encuentra en una sola calle una representación bastante precisa de la diversidad de la sociedad polaca. Varsovia, sin embargo, es una ciudad diferente a otras, más abierta y más integradora; de hecho, el director estudió en la Escuela de Cine de Łódź, donde afirma que ha encontrado mucho más rechazo a la inmigración. Esto se refleja cuando el documental sale de Varsovia acompañando a uno de los protagonistas, Azimierz "Oscar" Paczkowski, un hombre de origen romaní que siente una conexión especial con Arjun Talwar por la procedencia originaria de los gitanos del subcontinente indio. La película hace un breve recorrido por la historia del pueblo gitano en Polonia, donde en 1964 la administración polaca llegó a prohibir la vida nómada, con la confiscación de sus carros, para provocar la integración forzosa. Mientras graba un baile romaní, se oye algún insulto de fondo, y cuando Azimierz pretende vestir en su boda una camisa india punjabi, una prenda típica para celebrar esta conexión con sus orígenes, recibe comentarios despectivos: "Algunos se han reido. Me han dicho que parezco árabe. No tiene importancia". Y decide vestir con camisa blanca y corbata tradicionales. 

Letters from Wolf Street se mueve continuamente entre estos contrastes, con una estructura que a veces puede parecer algo caótica, mezclando encuentros ocasionales con entrevistas preparadas, incluso con la incorporación repentina al equipo de Mo Tan, una compañera del director en la escuela de cine, que acaba ayudando con la grabación de sonido, y que comparte algunas inquietudes parecidas a las que refleja Arjun Tawar. Especialmente cuando decide abandonar su carrera en el cine para trabajar en la consulta de un doctor, lo que despierta las preguntas del director: "¿Has venido desde China hasta Polonia para acabar trabajando en un negocio chino?". Acompañando al cartero Piotr Chadryś, el que mejor conoce a los vecinos de la calle, y a Feras Daboul, un residente de origen sirio que está esperando obtener la nacionalidad polaca y que dedica su tiempo libre a reproducir en el ordenador una réplica digital de su pueblo natal, la película refleja la variedad de historias que se recogen a lo largo de Wolf Street. Admirador de los documentales de Krzysztof Kieślowski o Marcel Łoziński, el cineasta plenamente integrado en Polonia recoge parte de la narrativa de estos directores, aunque mezcla experiencias reales con retratos más generales. Como cuando habla de su pareja que viajó a Polonia con él, pero cuya experiencia fue muy diferente, quizás en parte debido a la imposibilidad de una integración total, aunque no ofrece demasiadas explicaciones. Rodada con una cámara de video Bolex digital, que pidió prestada a un amigo, la textura de la imagen tiene un tono vintage que le da un aspecto peculiar. El director ha contado en alguna entrevista que, mientras estaba rodando, tuvo un encuentro casual con Roman Polanski, quien le preguntó por la cámara, aunque en la película no aparece el realizador afincado en Suiza. Letters from Wolf Street ofrece sus mejores momentos cuando se adentra en las contradicciones de una sociedad polaca polarizada. Durante la manifestación del Día de la Independencia: "El día en que nuestros abuelos y bisabuelos consiguieron la libertad para nosotros", dice uno de los participantes, se produce una discusión porque se cantan consignas relacionadas con Ucrania. La celebración del Día de la Independencia en Polonia ha ido desplazándose hacia una manifestación patriótica acaparada por los sectores ultranacionalistas y racistas, con pancartas en las que se lee "White Lives Matter". Cuando Arjun Talwar pide a uno de los participantes que le preste la bandera polaca, la imagen de un inmigrante de piel oscura con una bandera en medio de una celebración nacionalista adquiere un significado impactante. 

Leibniz - Chronicle of a lost painting

Edgar Reitz

Alemania 2025 | Berlinale Special | 


El año pasado el Festival de Berlín entregó el Premio Honorario al director nonagenario Edgar Reitz (1932, Berlín), que entonces presentaba su excelente estudio sobre el cine y el paso del tiempo Filmstunde_23 (Jörg Adolph, Edgar Reitz, 2024). Activo todavía, aunque obligado a compartir dirección por cuestiones relacionadas con los seguros de rodaje, lo que parecía su última incursión en el cine tiene ahora una nueva propuesta que demuestra sus plenas facultades, y que convierte la dificultad de un gran proyecto imposible de financiar en una obra de cámara que sin embargo encuentra en su minimalismo sus mejores virtudes. Desde hace diez años, Edgar Reitz ha estado preparando un proyecto para trasladar al cine la vida del filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716, Alemania), pero las dificultades de financiación (las primeras versiones del guión se presupuestaron en 25 millones de euros) y la llegada del coronavirus fueron retrasando continuamente una película que parecía imposible abarcar la dimensión filosófica del personaje. Cuenta el director que junto al co-guionista Gert Heidenreich, quien coescribió también Heimat. La otra tierra (Edgar Reitz, 2013), había incluido en algunas versiones la idea de comenzar la historia con una escena en la que Gottfried Leibniz es retratado por el pintor francés Pierre-Albert Delalandre, y en la que se produce una conversación que despliega algunas de las ideas del erudito, quien a pesar de sus reflexiones certeras sobre la vida, encuentra dificultades para entender la esencia del arte. De forma que cuando se produjo una reunión de crisis que estuvo a punto de concluir en un abandono definitivo del proyecto, uno de los productores manifestó que era una lástima no poder filmar esa escena entre el pintor y el filósofo, y entonces surgió la idea de realizar una película basándose únicamente en esta conversación. Leibniz - Chronicle of a lost painting (Edgar Reitz, Anatol Schuster, 2025) acaba siendo una feliz transformación de una película con una narrativa épica al estilo de Heimat (Edgar Reitz, 1984) para convertirse en una pieza de cámara que recuerda al cine de Manoel de Oliveira. Aunque se sostiene en datos documentados históricamente, el relato es completamente ficticio, e imagina una petición de la reina de Prusia Sofía Carlota de Hannover (Antonia Bill) a su madre Sofía del Palatinado (Barbara Sukowa), para que el pintor de la corte Pierre-Albert Delalandre (Lars Eidinger) haga un retrato de Gottfried Leibniz (Edgar Selge). Este encuentro entre ambos, en el que el filósofo expresa sus dudas sobre la función real del arte que exasperan al pintor, ofrece una primera parte de diálogos juguetones y divertidos, hasta que Delalandre decide renunciar al encargo. 

En su sustitución es contratada Aaltje van de Meer (Aenne Schwarz), una artista ficticia, que en esta ocasión se centra en la búsqueda de la luz para abordar los retratos, partiendo de la oscuridad hasta encontrar la luminosidad adecuada: "Pinto desde la oscuridad hacia la luz. Sin duda conocerá al maestro Rembrandt y Caravaggio, de la escuela italiana: la técnica del claroscuro". Lo que para Leibniz es todo un hallazgo: "De la oscuridad a la luz. Así deberíamos vivir. Tan cerca como nos sea posible de la verdad". Esta idea sirve para que la película establezca un paralelismo entre la pintura y el cine, introduciendo de nuevo una reflexión sobre la imagen y lo que ésta representa. En algunos momentos, el filósofo es rebatido sobre la convicción de que el arte no es más que la imagen de un presente congelado, mientras que para la pintora se trata de una representación de una acumulación de hechos pasados, que refleja en su interior "el tiempo que dura la realización de la pintura. Lo que yo llamo 'el tiempo de pintar'. Todo ese tiempo está contenido en la pintura". Cuando surge casualmente un pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad, que proyecta sobre el lienzo las sombras del jardín como una especie de fondo natural, el filósofo lo interpreta como una cámara oscura, como aquella en la que él suele encerrarse para escribir anotaciones de pensamientos que surgen en su mente. La idea de introducir un personaje femenino inventado, Aaltje van de Meer, que ha sido rechazada por el gremio de pintores flamencos en su ciudad natal y ha tenido que disfrazarse de hombre para poder trabajar como artista, no funciona como una pretensión para introducir discusiones de género de mirada contemporánea, pero sí aporta algunas capas adicionales que alimentan las conversaciones entre la artista y el filósofo. Leibniz se revela como una pieza minimalista de puesta en escena sencilla, que trata de reflexionar sobre la idea de la imagen y su significado, trasladando algunos de los razonamientos del erudito alemán para confrontarlos también, creando un entretenido diálogo entre el pensamiento filosófico y el pensamiento artístico. 

On vous croit/We believe you

Charlotte Deville, Arnaud Dufeys

Bélgica 2025 | Perspectives | 


Probablemente uno de los títulos más sobrecogedores que comentamos en nuestras crónicas del Festival de Berlín, tiene algunos puntos en común con el tratamiento que hace Alauda Ruiz de Azúa en el episodio *Juzgar (T1E3) de la miniserie Querer* (Movistar Plus+, 2024), cuando se centra principalmente en el interior de un juzgado para presentar de una manera sobria las declaraciones de los testigos en un juicio por abusos. En el caso de On vous croit (We believe you) (Charlotte Devillers, Arnaud Dufeys, 2025), los 55 minutos centrales del relato fueron rodados en una toma continua con tres cámaras para no interrumpir el clima de tensión de las declaraciones ante la jueza, y las abogadas de las partes en conflicto no eran actrices, sino abogadas reales que se prepararon la audiencia como si se tratara de una intervención verídica. Aunque no se trata de un juicio penal, sino de una audiencia de una jueza de menores (Natali Broods) que debe dilucidar si los hijos del matrimonio separado formado por Alice (Myriem Akkheddiou) y el padre (Laurent Capelluto) deben permanecer con ella o ser acogidos en un centro de menores. Ninguno de los dos hermanos quiere volver a ver a su padre, después de dos años en los que han estado separados de él: la adolescente Lila (Adèle Pinckaers) y el joven de diez años Etienne (Ulysse Goffin) pensaron que nunca tendrían que enfrentarse de nuevo a la posibilidad de cruzarse con él, sobre todo después de que Etienne escribiera una carta a la jueza en la que afirmaba no querer volver a encontrarse con su padre. La película ofrece al final cifras alarmantes relacionadas con los abusos en el seno de las familias, pero evita pronunciarse sobre la culpabilidad o inocencia de los adultos. Lo que refleja el título es la manera en que los procesos judiciales pueden acabar alargando la permanencia del trauma, especialmente en los hijos que, como en el caso de Etienne, pueden llegar a sufrir graves dolencias físicas. Las herramientas de la justicia no solo se pueden extender en el tiempo más de lo deseado, sino que requieren la repetición constante de los recuerdos, en parte por no considerar lo suficientemente fiables los testimonios de los más jóvenes. La co-directora Charlotte Devillers ha basado parte del guión en experiencias propias como enfermera, siendo testigo de situaciones complejas en entornos familiares, y se hace una descripción estremecedora de las consecuencias físicas que el trauma psicológico puede provocar desde el punto de vista de la salud. 

On vous croit comienza con Alice tratando de empujar literalmente a Etienne hasta el tranvía que les lleva al juzgado. En su monólogo, ella cuenta que, cuando una tarde creyó ver a su padre en un supermercado, su hijo salió corriendo y se subió a un autobús, hasta que pudo encontrarlo al otro lado de la ciudad. Los directores dejan al padre en el anonimato, dando nombre solo a la madre y los hijos, lo que ya es una decisión significativa, aunque nunca entran en dilucidar su culpabilidad, porque el juicio de hecho solo sirve para decidir la custodia de los hijos, sin asumir las posibles responsabilidades penales. Esta es otra decisión interesante, que subraya la relevancia que la historia quiere dar a los más jóvenes, así como el complejo equilibrio entre la presunción de inocencia y la necesidad de proteger a las partes más vulnerables. Lo que queda claro en el estilo sencillo que adopta esta película de corta duración que establece momentos previos y posteriores a las declaraciones ante la justicia para dar contexto a la protección de una madre frente a sus hijos. Myriem Akkheddiou, a la que hemos visto como actriz secundaria en algunas películas de los hermanos Dardenne como El niño de la bicicleta (2011) y El joven Ahmed (2019), compone un trabajo difícil que sostiene muchas veces los primeros planos permanentes, incluso cuando son otros los que están hablando, y que se impulsa en un extenso monólogo durante su intervención ante la jueza, mostrando a su personaje como una madre que incluso ha llegado a tomar decisiones controvertidas con la intención de proteger a sus hijos. Los directores son debutantes, aunque Arnaud Dufeys ya fue seleccionado en el Festival de Berlín del año pasado por su cortometraje Un invincible été (2024), pero consiguen una película sólida que plantea dilemas inquietantes al espectador, sin ofrecer respuestas ni un desenlace cerrado, sino reflejando la fragilidad de un sistema judicial que en muchas ocasiones no es capaz de proteger adecuadamente a las víctimas infantiles. 


Aún estoy aquí se estrena en salas de cine el 21 de febrero.
Un completo desconocido se estrena en salas de cine el 28 de febrero.
______________________________________
Películas mencionadas:

Heimat. La otra tierra y El niño de la bicicleta se pueden ver en Filmin. 
El joven Ahmed se puede ver en Filmin y Movistar Plus+.

No hay comentarios:

Publicar un comentario