21 julio, 2025

Fantasia '25 - Parte 3: Obsesiones

Continuamos nuestro repaso al Fantasia Festival que se celebra en la ciudad de Montreal, después del primer fin de semana que todavía está lejos del final de una muestra cinematográfica que se extiende durante dos semanas, hasta principios de agosto. El director del festival Mitch Davis, que también es el programador internacional, recordaba estos días que el género fantástico está viviendo uno de sus mejores momentos, quizás porque el entorno real que nos rodea está plagado de amenazas y conspiraciones que en cierto modo son los mejores ingredientes para una buena historia de fantasía o terror: las nuevas tecnologías, los demonios interiores o el miedo existencial frente a un futuro incierto se convierten en temas relevantes que alimentan este tipo de historias. Y en cierto modo el enfoque de Fantasia Festival, que suele tener una mirada más cercana al cine independiente que a los grandes estrenos de la industria, a diferencia de otros festivales como Sitges, ha podido ver cómo ha ido creciendo el interés por este tipo de títulos que quizás solo tienen un recorrido principal en las muestras cinematográficas como ésta. En nuestra crónica hablamos de películas que han pasado por festivales, consiguiendo premios importantes en algunos casos. 

Cielo

Alberto Sciamma

Reino Unido, Bolivia 2025 | Cheval Noir | 

Fantasporto '25: Premio Especial del Jurado, Premio del Público, Mejor Fotografía


El director español Alberto Sciamma (1962, Barcelona) tiene una larga trayectoria en el género de terror con películas conocidas como La lengua asesina (1996), que ganó en el Festival de Sitges, o Bite (2015), haciendo incursiones en el mundo de los videoclips para grupos como Héroes del Silencio y cantantes como Marta Sánchez. Sin embargo, hasta ahora este cineasta afincado en Reino Unido todavía no había escrito ni estrenado ninguna película en español, porque sus proyectos han sido habitualmente británicos con actores anglosajones, desde Melissa Clark hasta Robert Englund. Cielo (Alberto Sciamma, 2025) sorprendió en la última edición de Fantasporto llevándose un Premio Especial del Jurado, el Premio del Público y el de Mejor Fotografía para el extraordinario trabajo de Alex Metcalfe, y posteriormente participó en el SXSW en su nuevo festival con sede en Londres. La película, de hecho, comienza como si se tratara de una historia de género de terror, con Santa (Fernanda Gutiérrez Aranda) sentada frente a un envolvente paisaje montañoso boliviano en el que el cielo se refleja en el lago, estableciendo una conexión que la historia irá explorando conforme se desarrolla. Hay una cualidad mística en este inicio que conduce a la trama principal, en la que Santa quiere llevar a su madre hasta el cielo para alejarla de la miseria en la que vive, pero eso requiere sacrificios importantes, mientras la película adopta por unos momentos la estructura de una road movie que puede recordar a títulos de descubrimiento personal como París, Texas (Wim Wenders, 1984), pero con un sentido del realismo mágico cercano al surrealismo que también nos conduce al cine de Alejandro Jodorowsky, especialmente en ese recorrido por el desierto salino boliviano, el salar de Uyuni, que es el más grande del mundo. A pesar de que el aspecto es luminoso y contrasta de una manera mágica el blanco del desierto con el azul del cielo, curiosamente se rodó en una de las épocas más frías del año. El viaje de Santa la lleva a conocer a personajes que influyen en ella de la misma forma que ella influye en su carácter. Cielo es una película que contiene una fuerte energía femenina, desde el trayecto que comparte Santa con el cuerpo de su madre hasta el encuentro con un grupo de luchadoras indígenas que se hacen llamar "cholitas", y que están interpretadas por luchadoras reales, en especial la relación entre la niña y La Reina (Mariela Salaverry). Ellas desprenden una sensación de caos controlado y de locura sensata que acaba impregnando con fuerza la segunda parte de la historia, y representan en la realidad la resignificación del término "cholas", que habitualmente era una forma despectiva de referirse a las mujeres de las naciones Quechua y Aimara. 

Pero en su recorrido Santa también se encuentra con las autoridades patriarcales, representadas en la autoridad religiosa, a través del párroco Jaime (Luis Bedrow), y la autoridad administrativa, que representa el policía Gustavo (Fernando Arze Echalar), que sin embargo acabarán sucumbiendo a la cercanía y la perseverancia que transmite la niña. Haber encontrado a Fernanda Gutiérrez Aranda, una joven boliviana que no aspiraba a ser actriz, es uno de esos golpes de suerte que elevan el carácter de una película, porque ella es capaz de transmitir el horror que se muestra al principio con una expresión de calidez humana, y hasta el más horrendo crimen acaba pareciendo un acto de misericordia. Hay algunos aspectos de Cielo que pueden resultar inquietantes, como las referencias a la muerte autoinfligida como una forma de escapar de la realidad, pero al mismo tiempo el relato está construido con una sensibilidad que se desprende de sus personajes, aunque a veces transmita la sensación de que la mirada es intrínsecamente europea, como una representación estereotipada de la singularidad de los desiertos bolivianos. En realidad, una historia que integra el carácter mágico con tanta convicción permite sin embargo que como espectadores aceptemos cualquier fantasía como si se tratara de un cuento de hadas o una versión tamizada de realismo mágico de Alicia en el país de las maravillas (1865, Ed. Edelvives), de Lewis Carroll. El director tiene la clara intención de elaborar una experiencia basada en las emociones más que en la narrativa, aunque a veces alargue demasiado algunas secuencias, como el complejo camino montañoso que recorre el autobús de Las Indomables. Puede ser algo decepcionante que Alberto Sciamma no termine de romper drásticamente la narrativa tradicional, como si tuviera miedo de perder la atención de la audiencia siendo demasiado arriesgado. Así que se queda en un terreno intermedio en el que la magia no llega a desmontar la narración, y trata de encontrar un desenlace que sea comprensivo con los personajes, pero que también se siente demasiado complaciente. El director contaba en SXSW Londres que quería regresar al personaje de Santa formando una trilogía cinematográfica de su viaje: una que la lleva al purgatorio y la última en la que alcanza el cielo, con la intención de volver a trabajar con Fernanda Gutiérrez Aranda. 

Soy Frankelda

Arturo Ambriz, Roy Ambriz

México 2025 | Animation Plus | 

Annecy '25: Sección Oficial


Desde que el Festival de Annecy dedicó en 2023 su Foco en México como un país emergente en el terreno de la animación, con la participación de cineastas como Jorge R. Gutiérrez (1975,  Ciudad de México) y Guillermo del Toro (1964, Guadalajara), se puso de manifiesto un crecimiento importante que se ha producido en los últimos años, impulsado por la creación del Centro Internacional de Animación en Guadalajara, al que se conoce coloquialmente como "El Taller del Chucho", que estuvo a cargo del largometraje Pinocho de Guillermo del Toro (2022). Pero este crecimiento ya se venía dando desde antes, con la producción de la primera serie mexicana internacional de animación, Sustos ocultos de Frankelda (HBO Max, 2021), estrenada solamente en Latinoamérica y ganadora de dos premios Quirino. Los hermanos Ambriz se han posicionado como una parte importante del desarrollo de la animación stop-motion y han decidido expandir el mundo de sus personajes para llevar a cabo el primer largometraje de stop-motion que se produce en México, que participó en la Sección Oficial del pasado Festival de Annecy. Uno de los agradecimientos de los títulos finales en Soy Frankelda (Arturo Ambriz, Roy Ambriz, 2025) es precisamente para Guillermo del Toro, aunque no ha participado directamente en la película, y la propia productora Cinema Fantasma, fundada por los dos hermanos, está consiguiendo posicionarse como un referente importante en México, participando recientemente en la serie creada por Gonzalo Córdova Women wearing shoulder pads (HBO Max, 2025), la primera serie latinoamericana de Adult Swim. La película surgió a partir del episodio final de la primera temporada de Sustos ocultos de Frankelda, en el que se produce un descubrimiento importante. Aunque la idea inicial fue llevar a cabo una segunda temporada, la plataforma norteamericana sugirió realizar un episodio especial de 30 minutos, frente a los 14 que duraban los cinco episodios de la serie, pero el desarrollo de la historia fue derivando hacia un largometraje de casi dos horas de duración que, al mismo tiempo que podría tener difusión en salas de cine y una mayor distribución internacional que la serie, permitiría elaborar una historia que está conectada con los personajes originales pero que se puede ver de forma independiente. Soy Frankelda tiene previsto estrenarse este otoño en México con un gran despliegue publicitario apoyado por Warner Bros. Discovery. La adaptación del universo de los sueños a un formato diferente plantea una dificultad añadida: hacer reconocible la historia para los seguidores de la serie, pero al mismo tiempo hacerla comprensible e introductoria para los espectadores que no conocen a los personajes. 

Esta dificultad provoca uno de los principales problemas de una película envuelta en una creatividad desbordante y barroca, que se traslada en forma de un desequilibrio en el ritmo y el desarrollo de la historia, que en su primer acto decide presentar primero a los personajes del mundo de los sueños antes que a Frankelda, pero lo hace con una exposición recargada y de ritmo desigual que no encaja del todo con las necesidades de un largometraje. La primera parte se siente casi como un episodio de televisión que necesita acumular situaciones y presentar a sus personajes de una forma acelerada antes de entrar directamente en la historia principal. Soy Frankelda se asienta y mejora a partir de su primera media hora, una vez que posiciona la trama y presenta a sus protagonistas, especialmente la relación entre el príncipe del mundo de las pesadillas Herneval (Arturo Mercado Jr.) y la joven escritora humana Francisca Himelda (Mireya Mendoza), que posteriormente tomará el nombre de Frankelda con una expresión reivindicativa: "Soy la escritora de mi propia historia". El príncipe necesita recuperar el equilibrio del mundo de las pesadillas, Topus Terrentus, porque las historias de terror creadas por el escritor oficial del reino, una tarántula llamada Procustes (Luis Leonardo Suárez), ya no hacen demasiado efecto frente a las pesadillas reales que se viven en el mundo de los humanos. La película trata de desarrollar una historia en la que se explican algunos aspectos que se han visto en la serie, y en este sentido funciona como una especie de precuela, pero dejar que el personaje protagonista aparezca una vez se han presentado los monstruos del mundo de las pesadillas quizás no es la mejor decisión para un largometraje, que necesita un ritmo más gradual. También contribuye a esta sensación de apabullamiento el diseño de un entorno y unos personajes que están en constante movimiento, siempre apoyados en un planteamiento visual que tiene como referencia el barroco novohispano de México en el siglo XIX, pero también parece muy influido por el estilo de Pesadilla antes de Navidad (Tim Burton, 1993), por ejemplo en el tono oscuro de las canciones escritas por el compositor mexicano Kevin Smithers, que recoge algunos de los temas que creó para la serie, como "Príncipe de los sustos" o "Tinta invisible". Sin embargo, es una buena decisión incorporar números musicales porque sirven como paréntesis dentro de un ritmo frenético. Hay que destacar un excelente trabajo de voces de los actores principales, y un diseño estético hermoso y colorista, aunque a veces resulte demasiado recargado (incluir imágenes del rodaje durante los créditos finales muestra el trabajo detallista y homenajea a los artistas del stop-motion). Soy Frankelda es una película importante para la industria audiovisual mexicana, a pesar de sus desequilibrios narrativos, y podría ser un paso importante para el desarrollo de la animación stop-motion más allá de la producción de cortometrajes que han conseguido situar a México en un lugar destacado en el género de la animación, pero que ahora busca ampliar su enfoque comercial. 

A grand mockery

Adam C. Briggs, Sam Dixon

Australia 2024 | Underground | 

SXSW Sydney '24: Mejor Película


Envuelta en una imagen nublosa y granulada de Super-8, la ciudad australiana de Brisbane adopta una textura casi de sueño en este relato que tiene una ligera cualidad cercana a un cuento kafkiano en la descripción de la vida cotidiana (y alienada) del protagonista, Josie (Sam Dixon) en su trabajo y en sus relaciones personales. Enfrentado a clientes molestos que quieren comprar alcohol más allá de la hora permitida, cuidando a su abuelo y deambulando por fiestas en las que se habla de todo y de nada, este artista perdido se encamina hacia largos paseos por el cementerio, al que no sabemos si acude o regresa, mientras se enfrenta a sus demonios interiores. Inspirada en una etapa desorientada del co-director y actor principal, Sam Dixon, esta película abraza el espíritu del cine underground más independiente y libre, y se mueve en un terreno ambiguo en el que no está claro si lo que vemos es el descenso al infierno del protagonista o el producto de su mente cada vez más desquiciada. A este aire de ensueño contribuye la música del español Carles Gutierrez Sanfeliu, afincado desde hace años en Queensland (Australia), del que también se incluye la canción "Eso es todo" de su álbum Flores-Colores (2021), en uno de esos encuentros que Josie tiene con su novia Nelly (Kate Dillon), de la que en un momento de la película también se retratan sus propios demonios, que la envuelven en pesadillas y la aplastan mientras se encuentra en la cama. En una travesía cada vez más inquietante, A grand mockery (Adam C. Briggs, Sam Dixon, 2024) se construye a partir de los escombros psicológicos de la ciudad de Brisbane, que el protagonista recorre en un viaje que le lleva a la locura (o a la representación de la realidad desde su propia mente perturbada), a la manera del personaje de Jack Torrance (Jack Nicholson) en El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), a la que parece evocar en una secuencia que transcurre en un bar. Conforme se enturbia la psicología del personaje también se produce su transformación física mientras la película se contagia de esa misma transformación, haciéndose cada vez más críptica y surrealista, casi buñueliana. 

La elección del Super-8, que por primera vez utilizan los directores, habituados al 16 mm en sus cortometrajes, proporciona una rugosidad a las imágenes que huye de la limpieza del formato digital, creando una textura en la que a veces la película se ve borrosa y transgredida, lo que al mismo tiempo proporciona una rara fisicidad. Los directores Adam C. Briggs y Sam Dixon, que también se reparten los aspectos técnicos, pretendían mostrar una visión más oscura de su ciudad, especialmente después de que este último regresara de años de ausencia. Se muestran las calles solitarias y los espacios vacíos, pero también se transmite la decadencia de los bares nocturnos, en una película que parece recrearse en los fluidos, desde los vómitos hasta la orina goteando de un pene mientras Josie limpia los urinarios, o la supuración de la extraña protuberancia que surge en la mejilla del protagonista, que le deforma como a Seth Brundle (Jeff Goldblum) en La mosca (David Cronenberg, 1986). A grand mockery es extraña en el mejor sentido de la palabra, tiene un aire experimental que proporciona ese tipo de ambigüedad que desconcierta pero al mismo tiempo atrapa, no solo por su textura cinematográfica, en la definición física de la palabra, sino por su condición de travesía que se impregna de las inquietudes más oscuras del alma humana. Y deja al espectador que interprete con su propia mirada si lo que hemos visto es una historia de vivos o de muertos, si es una representación de una realidad cierta o una realidad fingida. 

Sweetness

Emma Higgins

Canadá 2025 | Septentrion Shadows | 

SXSW '25: Sección Oficial


Las historias sobre seguidores demasiado fanáticos de artistas se han convertido en un subgénero, especialmente aquellas que transcurren en el mundo de la música, desde Smile 2 (Parker Finn, 2024) hasta la serie Enjambre (Prime Video, 2023), una comedia negra que quizás es la mejor representación de lo obsesiva que puede ser la dedicación de una adolescente a una estrella de la música, y una referencia que habitualmente se olvida al hablar de esta película. Aunque el referente principal, por el desarrollo de la historia, puede llegar a ser Misery (Rob Reiner, 1990) a la hora de mostrar qué podría ocurrir si una fan tuviera la posibilidad de secuestrar a su artista preferido. La dedicación de la protagonista de Sweetness (Emma Higgins, 2025) se describe más como una forma extrema de ayudar al cantante que la ha ayudado a ella con su música (y se justifica en cierto modo conforme se acerca al desenlace) que como una representación de lo desquiciado que puede llegar a ser el personaje, como ocurría en la historia de Stephen King. Pero precisamente por eso los brotes violentos del tercer acto se sienten demasiado gratuitos, y no terminan de encajar con la descripción que se ha hecho de la protagonista a lo largo de una película que adopta directamente el tono de cine de terror, sin que hasta el momento hubiera dado señales de que quería seguir ese camino. La primera parte está dedicada a describir la vida solitaria de Rylee Hill (Kate Hallett), una adolescente que por supuesto sufre acoso escolar y mantiene el trauma de la muerte de su madre mientras tiene que convivir con una madrastra a la que no soporta, Marnie (Amanda Brugel), la nueva pareja de su padre Ron (Justin Chatwin), un policía que no tiene tiempo para su hija. Así que los únicos soportes de Rylee son su mejor amiga, Sidney (Aya Furukawa) y la música de su artista preferido, el cantante noruego que se hace llamar Payton (Herman Tømmeraas), y que acaba de salir de un centro de desintoxicación, aparentemente curado de sus adicciones. Si esta es una manera no demasiado original de justificar a la protagonista, el encuentro demasiado conveniente con el artista en medio de un aparcamiento, después de un concierto, es todavía más perezoso. Lo que en principio parece una oportunidad para pasar un tiempo con la estrella de la música más popular del momento, se convierte en una forma de ayuda obsesiva cuando Rylee se da cuenta de que Payton no está precisamente desintoxicado de su adicción a las drogas, así que decide secuestrarle. ¿Ha habido alguna señal anterior de que Rylee pueda ser una fan demasiado desquiciada? Pues realmente no, pero la historia se adentra progresivamente en una sucesión de situaciones que cada vez tienen menos sentido. 

Para justificar que pueda mantener en secreto el secuestro, en la primera parte de la película también se nos ha contado que Rylee cuida las plantas de la casa de unos vecinos que están de viaje, así que el escondite ya está planteado. Pero todos los elementos del guión resultan tan obvios y convenientes que la historia se siente artificial. Sweetness pretende hablar sobre la soledad de la adolescencia y las formas en que ésta trata de refugiarse en espacios imaginarios y figuras referenciales que quizás en la realidad no son tan perfectas. La película están tan enfocada en Rylee que precisamente Payton, interpretado en su primera actuación internacional por el actor noruego Herman Tømmeraas, al que hemos visto en la versión original de Skam (NRK, 2015-2017) y en Ragnarok (Netflix, 2020-2023), no es más que un personaje utilitario que no tiene mucho trasfondo excepto representar la figura de ese ideal que se desvanece ante los ojos de la protagonista. Ella le cuenta que su música la ayudó a superar la muerte de su madre, y en cierto modo quiere devolverle esa ayuda obligándole a desintoxicarse. Y si en algún momento la película puede parecer que se decanta por convertir a Rylee en la auténtica redención de Payton, esta idea que podría ser un poco loca pero le daría una profundidad mayor a la historia, se abandona rápidamente para decantarse por la simple violencia en un tercer acto insostenible. La directora canadiense Emma Higgins ha trabajado hasta ahora en videoclips de artistas como Jessie Reyez y Mother Mother, y sabe manejar la cámara y crear atmósferas, pero a veces tiene cierta tendencia a romper los tímpanos de los espectadores con el sonido demasiado elevado para construir momentos de ruptura. Sobre todo en el primer acto hay ciertas referencias al cine de suspense de los años setenta con el uso de planos generales y zooms lentos, y se crea un reflejo interesante de la abstracción que sufre Rylee durante el concierto de Payton, en el que el tratamiento del sonido aporta una cualidad de inhibición de la realidad. Pero son algunos apuntes de lo que Sweetness podría ser si no estuviera apoyada en un guión tan escasamente sólido.

The battle wizard

Hsueh-Li Pao

Hong Kong 1977 | Fantasia Retro | 


Algunas de las sesiones que más éxito suelen tener en Fantasia Festival son las que están dedicadas a recuperar películas del pasado, bien como retrospectivas de cineastas que reciben homenajes o bien como simples recuperaciones de títulos que se han convertido en objeto de culto para los aficionados al género fantástico. Con entradas agotadas en su proyección de este pasado domingo, The battle wizard (Hsueh-Li Pao, 1977) es una de esas películas que fueron relevantes en su tiempo y han ido adquiriendo consideración de joyas ocultas y casi desconocidas, de esas que provocan alergia a las plataformas de streaming y que a los programadores de Fantasia Festival les gusta recuperar para darles una nueva oportunidad de ser disfrutadas en una sala de cine rodeados de otros espectadores. La primera característica destacada es que estaba producida por Shaw Brothers Studio, la compañía cinematográfica que provenía de los inicios del cine chino y se convirtió en los años 60 y 70 en la principal impulsora del éxito de las películas de artes marciales realizadas en Hong-Kong, hasta que llegó Golden Harvest con Bruce Lee. También abordaron géneros como el drama y los musicales, pero algunos de sus principales éxitos pertenecían al subgénero wuxia, que mezclaba las artes marciales con la brujería y la fantasía, como en La tela de muerte (Chor Yuen, 1972) y De profesión: Invencible (Walter Chung, 1972). Shaw Brothers Studio miraba siempre los grandes éxitos internacionales del cine norteamericano, y de hecho el logotipo de la compañía era una réplica del de Warner Bros. Y, por supuesto, no iban a dejar pasar el gran fenómeno que supuso La guerra de las galaxias (George Lucas, 1977) para estrenar una película que hacía referencias a aquella en la introducción de efectos de rayos láser como uno de los superpoderes de los personajes, para aprovechar el impulso de la futura saga galáctica. Basada en la serie de libros de Jing Yong titulada Demi-Gods and Semi-Devils (1963-1966), que se publicó como tira serial en un periódico hongkonés, la película solo adaptaba una de las tres historias que contaban las novelas en su conjunto, que posteriormente sería adaptada en formato de serie de televisión en 2003. 

La historia comienza cuando Duan Zhengchun (Si Wai), un príncipe mujeriego del Reino de Dali, es descubierto en la cama con Qin Hongmian (Gam Lau), la esposa del Hombre de la Túnica Amarilla (Shut Chung-Tin). Pero éste sufre las consecuencias de una técnica ancestral utilizada por Duan, el Dedo Yi Yang, que lanza una especie de rayo láser que termina cortándole las piernas y haciendo huir al esposo de Qin, no sin antes jurar venganza. Veinte años después, el Hombre de la Túnica Amarilla se ha recobrado de sus heridas y vive en una cueva con su secuaz, un monstruo con garras de cangrejo, y ha sustituido las piernas que le cortó Duan por unas patas metálicas en forma de patas de pollo. Mientras tanto, el hijo bastardo de Duan y Qin, el joven Duan Yu (Danny Lee), ya es un adulto y se resiste a aprender las técnicas de artes marciales porque las considera innecesarias. Duan Yu prefiere dedicarse a los libros y en sus paseos conoce a Lin (Chen Che Lin), una joven que utiliza serpientes como armas mortales, hasta que tienen que enfrentarse también a la venganza prometida contra su familia. The battle wizard es una locura psicodélica que utiliza todo tipo de villanos a los que enfrentarse, incluido un simio que practica kung-fu, mientras El Hombre de la Túnica Amarilla ha desarrollado las artes mágicas con una gran variedad de artefactos y hechizos, muchos de los cuales recuerdan a los que usaría años después el antagonista de la película Golpe en la pequeña China (John Carpenter, 1986): no solo lanza rayos láser sino que también escupe fuego. Por supuesto, la intención del joven Duan Yu de mantenerse al margen de las artes marciales será sustituida por una capacidad especial para practicar la lucha gracias a los superpoderes que consigue después de tragarse una rana fosforescente. La película es tan absurda como divertida, una fantasía muy loca, cuyas luchas están coreografiadas por Tong Kai, que revolucionó el género en los años 60 y 70 y acabó dirigiendo algunas películas como Shaolin intruders (1983) y Opium and the Kung Fu Master (1984). Para su edición en DVD en 2005 se realizó una restauración de imagen HD, pero actualmente no está disponible en España en ninguna plataforma, aunque se pueden encontrar otros títulos wuxia de Shaw Brothers como Todos los hombres son hermanos (Chang Cheh, Wu Ma, 1975) y la muy recomendable Bebe conmigo (King Hu, 1966). 

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Películas mencionadas:

París, Texas se puede ver en Acontra+, Run:time y Tivify.
El resplandor se puede ver en HBO Max y Movistar Plus+. 
La mosca y Golpe en la pequeña China se pueden ver en Disney+ y Filmin. 
Smile 2 se puede ver en Movistar Plus+ y SkyShowtime.
Misery se puede ver en Filmin y Prime Video. 
De profesión: Invencible se puede ver en Mubi y Plex. 
Pesadilla antes de NavidadLa guerra de las galaxias se pueden ver en Disney+. 
Pinocho de Guillermo del Toro se puede ver en Netflix.
Todos los hombres son hermanos se puede ver en Prime Video.
Bebe conmigo se puede ver en Mubi. 

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