El compositor Danny Elfman ha acudido a Fantasia Festival no solo para recoger el premio Cheval Noir por su carrera cinematográfica, sino también para participar en el estreno del cortometraje Bullet time (Eddie Alcazar, 2025), su último trabajo en el cine, que acaba de publicarse como EP, aunque está alejado de los proyectos de Hollywood en parte por la travesía judicial provocada por una denuncia de abuso contra él que se resolvió aparentemente con un acuerdo económico. El corto está dirigido por Eddie Alcazar, cineasta de origen mexicano y madre boliviana que se ha introducido en el mundo del cine colaborando con directores como Steven Soderbergh y Darren Aronofsky, y que debutó como director de largometrajes con la película de ciencia-ficción Perfect (2018) y posteriormente estrenó el thriller distópico Divinity (2023). La historia está protagonizada por Bullet, un bull terrier que se ve envuelto en una aventura cuando se obsesiona con un Torneo de juegos online que homenajea al estilo de los años 90, mientras la propia estética del corto también hace referencias al tipo de animación que se hacía en la época. En realidad Bullet time es una pieza de 9 minutos que está concebida como un posible piloto de una futura serie de televisión, dependiendo del éxito que tenga como cortometraje, y su alocada propuesta de ritmo frenético está adecuadamente subrayada por las canciones de Danny Elfman que recuperan en cierta manera el estilo de Oingo Boingo, el grupo que lideró durante sus primeros años en el mundo de la música, alternando con una composición orquestal de terror cómico apoyada por coros y el sonido del theremin. Para completar el homenaje que Fantasia Festival dedica a Danny Elfman también se proyecta Pesadilla antes de Navidad (Henry Selick, 1993). En nuestra crónica del festival, nos centramos en películas que se sitúan entre géneros, subvirtiendo las estructuras tradicionales, y en algunos casos también exponiendo narrativas de género.
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Transcending dimensionsToshiaki ToyodaJapón 2025 | Sección Oficial | ★★★★☆IFFR Rotterdam '25: Harbour |
Esta misma semana se está celebrando el Festival de Cine Asiático de Nueva York (NYAFF 2025) en el Lincoln Center, que ha dedicado su sección Filmmaker in Focus al director Toshiaki Toyoda (1969, Japón), presentando parte de su filmografía y el estreno en Estados Unidos del que es su primer largometraje en siete años. La presencia del realizador en festivales destacados como el IFFR de Rotterdam o el Festival de Sitges, que ya le dedicó una retrospectiva en 2022, es un reflejo de la trascendencia que ha tenido en la última década su mirada particularmente incisiva sobre la sociedad japonesa. Nacido en la provincia de Osaka, trabajó como guionista en las películas Checkmate (Junji Sakamoto, 1991) y Billiken (Junji Sakamoto, 1996), antes de dirigir su espléndida trilogía yakuza formada por Tokyo Rampage (1998), Primavera azul (2001) y 9 souls (2003), que mostraba a una juventud japonesa airada, y posteriormente dramas sociales en los que estaba cada vez más clara su disidencia respecto a su país: "Japón es un lugar peligroso para vivir. Se ha convertido en un Estado fascista" (Asian Movie Pulse, 19/9/2019), llegó a decir en una entrevista. Sus ausencias de la producción cinematográfica se deben a circunstancias personales: en 2005 fue arrestado por posesión de drogas y años después volvió a ser noticia por un arresto relacionado con la posesión de un arma de fuego encontrada durante una redada policial, aunque se demostró que se trataba de un arma de su abuelo de la 2ª Guerra Mundial que ni siquiera funcionaba. Pero este hecho le llevó a dirigir el cortometraje Wolf's calling (2019), en el que reflexiona precisamente sobre el significado simbólico del arma y se desarrollaba en un santuario, Mt. Resurrection Wolf, que será el escenario de otros cinco cortometrajes y de su película Transcending dimensions (Toshiaki Toyoda, 2025), que se sitúa en el mismo lugar pero para adentrarse en una historia completamente diferente. El mismo director hace preguntas sobre de dónde viene la gente y hacia dónde va en una historia a medio camino entre la ciencia-ficción y la espiritualidad, y de la que él mismo ha dicho "siento que esta será mi última película". La trama principal se desarrolla en el santuario donde el cruel Maestro Hanzo (Chihara Jr.) recibe a seguidores que pretenden alcanzar la iluminación espiritual, aunque esta transcendencia tiene un coste incluso físico. Entre ellos se encuentra el sicario Shinno (Ryuhei Matsuda), al que su cliente Nonoka (Haruka Imou) ha encargado que mate a los responsables de la desaparición de su hermano Rosuke (Yôsuke Kubozuka), un monje que buscaba trascender su ser, pero que ha sido secuestrado por Hanzo para desentrañar a través de su mente los secretos del universo.
La película se divide en dos partes que están marcadas por los títulos de crédito que no aparecen hasta transcurridos 40 minutos de metraje, y se proponen como un viaje interestelar más allá del universo mientras suena "Inner Babylon", un tema del grupo británico de punk-jazz Sons of Kemet incluido en su álbum Burn (2013, To Native Rebel), terminando en una especie de universo caleidoscópico. Transcending dimensions funciona mejor en la primera parte que en la segunda, reflejando la violencia que provocan las falsas religiones y la vida ascética como una forma de trascender a una nueva dimensión. Pero en general, la película ofrece una visión fascinante de los mundos interiores y exteriores conectados a través del ser humano, pero también de los peligros de las religiones que mezclan conceptos para crear realidades acordes con los deseos de sus seguidores, pero que se apoyan en cáscaras vacías. El propio Maestro Hanzo reniega de ellas: "Las religiones son todas falsas. Lo que necesitas es reescribir tu propia narrativa", le dice a Yasu (Kiyohiko Shibukawa), pero advirtiéndole que hacerlo requiere un sacrificio sangriento, mientras el incrédulo Teppei (Kiyohiko Shibukawa) sufre una especie de maldición provocada por Hanzo. La búsqueda de una respuesta al vacío espiritual se convierte en una constante a lo largo de la película, que los personajes principales abordan de diferentes maneras, pero advirtiendo que los gurús pueden convertirse en guías espirituales no confiables, que defienden las narrativas personales que en realidad provocan la confrontación. Rosuke es un personaje interesante por la forma en que expresa a través del ascetismo su necesidad de encontrar esa conexión entre su mundo interior y la dimensión trascendente, que el director muestra como una especie de espejo con diferentes reflejos. El cine de Toshiaki Toyoda tiene un cierto carácter experimental, mezclado con elementos del cine negro y la ciencia-ficción, pero consigue mejores resultados en sus cortometrajes de la serie Mt. Resurrection Wolf que en este largometraje que, sin embargo, mantiene ese carácter de misticismo caótico que la convierte en un viaje sorprendente y fascinante para espectadores que quieran trascender más allá de las narraciones tradicionales.
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Contact lensRuiqi LuChina 2024 | Underground | ★★★★☆Tallin Film Festival '24: Mejor Dirección Sección Rebels with a causeIbizaCineFest '25: Panorama |
Las lentes de contacto del título sirven para introducir cambios en la perspectiva de la protagonista, una joven (Yunxi Zhong) que está en cierto modo atrapada por la rutina de su vida en un pequeño apartamento, desde que se despierta y deja sonar la alarma del microondas. No es que esté clara la referencia a la película Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles (Chantal Akerman, 1976), que la revista Sight & Sound consideró en 2022 como la mejor película de la historia del cine, sino que la propuesta de la directora china Ruiqi Lu pasa precisamente por establecer un diálogo con ella. Una copia de la cocina de Jeanne se presenta en una reproducción de la película que se puede ver desde el portátil de la joven proyectada sobre el apartamento, y una falsa Jeanne imita algunas de las escenas más representativas, que al mismo tiempo se reflejan en la propia vida de la protagonista, estableciendo una perspectiva temporal entre las estrechas cocinas europeas de los años setenta y los apartamentos minúsculos de la China contemporánea. Ruiqi Lu que se inspiró para este juego entre imágenes y pantallas en cómo se miran las películas en un ordenador, a veces con el reflejo del espectador en la pantalla, que le convierte en un elemento adicional dentro de las imágenes. Y esta sensación de ruptura de realidades y ficciones es la que se desarrolla en esta poética y juguetona película que reflexiona sobre las barreras invisibles a las que se suelen enfrentar las mujeres en la sociedad. En este caso, cuando suena el timbre en el apartamento de Jeanne, su representación china se levanta para abrir, como en la película de Chantal Akerman, pero se golpea con la cuarta pared, ese espacio invisible que separa la ficción de la realidad, hasta que ella misma toma la decisión de traspasarla. Contact lens (Ruiqi Lu, 2024), que ganó el premio a la Mejor Dirección en el Festival de Tallin dentro de la sección Rebels with a cause, y en España se ha podido ver en en el Festival Internacional de Cine Independiente de Ibiza, no es un simple homenaje a la película belga, sino que propone otra mirada, que será mejor apreciada si se han visto las más de tres horas que dura Jeanne Dielman y su realismo descarnado. Al contrario que aquella, ésta abre una posibilidad de romper con la rutina y salir del espacio que constriñe. Es una historia de liberación, mientras que su referente era una historia de desesperación.
Para conseguir aprovechar estos espacios estrechos en los que se mueven los dos personajes principales, y para crear una experiencia que implique al espectador desde una variedad de sentidos, la directora y su equipo juegan constantemente con las imágenes, creando una metáfora de la construcción de la realidad ficticia que crea la cámara a través de la miopía de la protagonista. Enfoques y desenfoques de la imagen, e incluso de la yuxtaposición de un personaje enfocado dentro de un espacio desenfocado, alteran la profundidad de campo y estrechan los encuadres. La fotografía de Junqian Xie y la edición de la propia Ruiqi Lu crean una experiencia que parece experimental pero que está claramente diseñada, aunque ella misma confiesa que hubo muchos montajes diferentes de la película. El uso del sonido también es un elemento destacado, mezclándolo para transmitir sensaciones diversas, como en una sinestesia en la que un sentido (una sensación táctil) puede activar otro sentido que no está directamente relacionado (la percepción de un color). La película construye primeros planos sonoros aumentando su volumen y mezclándolos, como el constante crujir de una mosquitera eléctrica y un cangrejo abriéndose, o las alarmas de los electrodomésticos cotidianos del apartamento, como la lavadora y el microondas, que parecen sonidos de una prisión que marcan las rutinas de los prisioneros. Contact lens es una entretenida película que se apoya y al mismo tiempo alimenta la cinefilia, reflexionando sobre la ilusión y la realidad, especialmente conforme se desarrolla la historia y las dos protagonistas se desplazan entre los dos espacios, la cocina de la falsa Jeanne y el apartamento de la joven. Hay miradas al exterior desde la perspectiva de grabaciones en Mini DV que ella misma ha hecho en un parque, y la evocación de una relación con otra joven y de las clases que imparte a una niña. Pero esta introducción de otros personajes no consigue romper con la rutina y la soledad, porque solo ella debe encontrar la fuerza de voluntad para resquebrajar sus limitaciones. Aunque restringir esta película a una mirada feminista (no hay personajes masculinos) puede ser tan equivocado como reducir el cine de Chantal Akerman a esa misma etiqueta.
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The serpent's skinAlice Maio MackayAustralia 2025 | Underground | ★★★☆☆Frameline '24: Sección Oficial |
La directora Alice Maio Mackay (2004, Australia) es una habitual de Fantasia Festival, donde el año pasado presentó su versión trans de Navidades negras (Bob Clark, 1974). Su película Carnage for Christmas (Alice Maio Mackay, 2024) convirtió aquella referencia en una exploración de diversos subgéneros del terror, utilizándolos para abordar temas como la homofobia y la transfobia con protagonistas que presentan una realidad más diversa. Como cada año dirige una película, si no más, la joven realizadora presenta en esta ocasión The serpent's skin (Alice Maio Mackay, 2025), cuyo título e historia recuerdan especialmente al título original de Oscura inocencia (Mysterious skin) (Gregg Araki, 2004). Este sexto largometraje en solo cuatro años cuenta de nuevo con la participación de la editora Vera Drew (1989, Illinois), conocida como directora y protagonista de The people's Joker (2022), una incursión en la identidad de género enfrentada a una cruzada fascista, y nominada al Emmy por su trabajo en el programa de humor protagonizado por Sacha Baron Cohen ¿Quién es América? (Showtime, 2018). La historia comienza cuando Anna (Alexandra McVicker) se muda al apartamento de su hermana mayor Dakota (Charlotte Chimes), y a través de las conversaciones entre ambas sabemos que ella ha sufrido transfobia en su pueblo natal, explicando las autolesiones que se provoca al comienzo de la película. Una noche conoce a Danny (Jordan Dulieu), un joven músico con quien mantiene una relación sexual, y parece vivir una cierta normalidad en esta gran ciudad donde encuentra trabajo en una pequeña tienda de vinilos que pertenece a Buzz (Scott Major). La única particularidad es que Anna parece tener un poder especial de control mental que utiliza contra un ladrón que trata de robar en la tienda en su primer día de trabajo. También comienza una relación con Gen (Avalon Fast), una tatuadora gótica que comparte los poderes especiales que tiene Anna, pero con mayor experiencia y destreza, así que la enseña a usarlos y controlarlos para evitar daños mayores. Como es habitual en las películas de Alice Maio Mackay, hay una mirada hacia el cine de los noventa, y esta historia de amigas que comparten poderes recuerda a algunas de ellas como Jóvenes y brujas (Andrew Fleming, 1996), al mismo tiempo que vuelve a tener una estética que recoge el particular tono colorista que destacaba en Buffy, la cazavampiros (Frank Rubel Kuzui, 1992), lo que finalmente se ha convertido también en una seña de identidad de la propia directora. Una de sus características recurrentes es proponer un revisionismo del cine fantástico de los noventa aportando una realidad basada en la diversidad, pero también exponiendo las discriminaciones. En una de las pruebas de control mental que realiza Anna, trata de quemar un cartel que hace mención al concepto de mujer como "una persona que puede concebir hijos", defendiendo a la "mujer real" frente a la "perversión de género", en un reflejo de la transfobia que se ha instalado dentro de las comunidades femeninas contra la diversidad sexual que está basada en estereotipos heteronormativos.
Uno de los aspectos más interesantes del cine de Alice Maio Mackay es que traslada la idea de la diversidad de géneros (no hay heterosexualidad ni homosexualidad en su cine, sino una fluidez sexual que no permite restricciones), hacia la propia construcción de género de sus películas, de manera que incorpora una mezcla de comedia romántica, cine fantástico y tratamiento del terror que de alguna forma también aporta una narrativa fluida en el sentido cinematográfico. The serpent's skin, que se estrenó en la habitual cita de la directora con Frameline: Festival Internacional de Cine LGBTQ+ de San Francisco, no establece límites, por tanto, en la forma en que aborda los poderes sobrenaturales como un concepto fantástico, pero también como una puerta abierta al body horror, sobre todo cuando Danny sufre una especie de posesión demoníaca después de que Gen le haya tatuado un uróboro en la nuca, una serpiente que se retuerce sobre sí misma para engullir su propia cola. Desde ese momento, el enemigo está en el demonio interior, y por tanto no se trata de una amenaza externa. Lo que, dentro del contexto del cine de la directora, puede reflejar la idea de que el peligro no se encuentra en lo que viene de fuera, sino en la vulnerabilidad que se pueda demostrar frente a las amenazas exteriores. De alguna manera, Gen representa esa fortaleza que Anna va encontrando a lo largo de una relación amorosa que es su principal apoyo, y que le permite no solo controlar su poder, sino sobre todo sus demonios y sus miedos interiores. La directora encuentra el ritmo adecuado en una película que, como es habitual, se mueve en el terreno del cine independiente con comodidad y recursos inteligentes, aprovechando lo mejor posible sus posibilidades. Pero sobre todo ofrece una mirada diferente al cine del pasado, no como un camino hacia la nostalgia millenial, sino como una reinterpretación desde la perspectiva de la Generación Z. A veces la ejecución puede no ser del todo efectiva, pero la dirección no es indecisa, sino que adopta con seguridad una mirada reflexiva sobre la sociedad contemporánea.
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Every heavy thingMickey ReeceEstados Unidos 2025 | Underground | ★★★☆☆ |
Precisamente otra de las películas incluidas en la sección más heterogénea de Fantasia Festival tiene en su equipo artístico a Vera Drew, pero solo en su faceta como actriz, interpretando a una amiga de la infancia del protagonista, que ha decidido huir de la presión que siente en el ambiente cerrado de una pequeña ciudad como Hightown City. Otro de los habituales del festival es el norteamericano Mickey Reece, que ha presentado películas como Climate of the hunter (2019), La posesión de Agnes (2021) y Country gold (2022), y que en esta ocasión parece mirar hacia el subgénero de asesinos en serie que se desarrolló en el cine de los años ochenta, pero reflejando realidades contemporáneas de una Norteamérica en la que las nuevas tecnologías sirven para contagiar ideas extremistas, como la misoginia del asesino. La ciudad ha vivido en las últimas semanas una oleada de asesinatos cuyas víctimas eran exclusivamente mujeres, lo que en principio no parece afectar a Joe (Josh Fadem), un oficinista que vende anuncios para Metro Weekly, el último semanario alternativo que queda en el país, que se debate entre su independencia y una oferta de compra del magnate Ted Morris. Casualmente, Joe es testigo del asesinato de la cantante Whitney Bluebill (Barbara Crampton), de la que acababa de ver su última actuación en un club nocturno. Su género masculino le libra de convertirse en otra víctima, pero el misterioso asesino se descubre ante él como William Shaffer (James Urbaniak), un ingeniero de nuevas tecnologías que obliga a Joe a mantener en secreto su identidad. A lo largo de la película, el protagonista se debate entre descubrir al asesino y poner en peligro su propia vida, o bien mantener un silencio cómplice, pero exponiéndose a la posibilidad de que alguien de su entorno pueda acabar siendo víctima del psicópata, como su pareja Lux (Tipper Newton,) que comienza a percibir los comportamientos extraños de Joe, su amiga Alex (Vera Drew), que acaba de regresar a la ciudad, o Cheyenne (Kaylene Snarsky), una nueva reportera que está siguiendo una investigación sobre los crímenes para el semanario. Joe además comienza a sufrir una serie de alucinaciones que tienen relación con las mujeres que han sido asesinadas, que parece una forma de sentimiento de culpabilidad o una manipulación mental a través de la tecnología controlada por William Shaffer. Pero al director le interesa menos el aspecto criminal de la historia, para centrarse sobre todo en los aspectos psicológicos de la culpa y de la manipulación mental que acaban provocando ideologías de género extremistas que responden a sexualidades reprimidas.
No obstante, hay una estética cercana al cine de Brian DePalma, haciendo uso de las pantallas divididas, y un homenaje a Terciopelo azul (David Lynch, 1986) en la actuación de Whitney Bluebill, mientras el director introduce también ese tipo de humor absurdo que suele estar presente en su filmografía. De manera que Every heavy thing es una mezcla heterodoxa entre comedia y tecnothriller que se mantiene siempre en un terreno equidistante. Conforme la paranoia se va apoderando del protagonista, también lo hace de la película, incorporando efectos digitales y animaciones que contribuyen a crear una atmósfera de desorientación entre la realidad y la alucinación. Y la banda sonora de Nicholas Poss, habitual colaborador de Mickey Reece, también abunda en este aspecto, con sonoridades electrónicas que remiten al cine de los ochenta, pero introduciendo efectos de sonido perturbadores que tienen una cualidad onírica. La llegada de las nuevas tecnológicas a la tranquila ciudad de Hightown City puede ser una oportunidad para los nuevos negocios, pero también refleja el peligro del capitalismo agresivo que ha hecho insostenibles lugares como Silicon Valley. "Entonces acosas a los hombres y matas a las mujeres. ¿Es así como funcionan las grandes tecnológicas? Así es como quieren crear el Nuevo Futuro", dice Joe. Sus padres representan a la típica familia americana desde una perspectiva irónica: Bev (Ginger Gilmartin) se dedica a tejer en su casa mientras Mike (Ben Hall) es un veterano de la Tormenta del Desierto que está inevitablemente obsesionado por las armas de fuego. Pero lo más interesante de esta propuesta es la reflexión sobre las nuevas tecnologías basadas en el consumo y en ofrecer a los usuarios solo lo que están buscando. El silencio cómplice de Joe de alguna manera se extiende al silencio de los medios de comunicación, incluso cuando han muerto nueve mujeres: "La gente hace cosas raras y dice cosas raras todo el tiempo. ¿Eso es noticia? No estoy seguro", dice el director de Metro Weekly. Every heavy thing es una película extraña, alucinógena y psicodélica, pero también atractiva y entretenida.
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Anna KiriFrancis BordeleauCanadá 2025 | Les Fantastiques Week-ends du Cinéma Québécois | ★★★☆☆ |
La protagonista de esta historia ambientada en Montreal es Anna (Catherine Brunet), una joven que forma parte de una banda de atracadores y cuyo destino parece encontrarse en ese mundo criminal en el que comparte éxitos breves como una bolsa llena de drogas por valor de 100.000 dólares que parece el botín más ansiado, aunque, como suele suceder en estos casos, acabará metiéndoles en problemas con una red de narcotráfico que se mueve por las altas esferas. Junto a Anna Kiri forman esa banda su hermano Vincent (Maxine de Cotret), su amigo Mirko (Jade Hassouné) y la alocada Cindy (Charlotte Aubin). En su segundo largometraje después de Wolfe (2018), el director Francis Bordeleau propone una trama criminal que esconde una historia de redención que pretende reflexionar sobre cómo nos miramos a nosotros mismos y cómo nos miran los demás. Anna se presenta describiéndose como "una escritora porque paso los días soltando todo lo que veo en mi cuaderno. Lo que veo y lo que me cabrea. Escribir es como un cortocircuito en mi cerebro". Y la pérdida casual de ese cuaderno acabará convirtiéndose en su posible salida de ese mundo violento y machista en el que vive, cuando lo encuentra Philippe Albert (Fayolle Jean), profesor del Departamento de Literatura en la universidad, que capta en la forma de escribir de Anna una furia y una habilidad singular para mostrar la realidad que la rodea. Anna empieza a ser mirada de otra manera, mientras su hermano y sus amigos tratan de vender la droga que está buscando Micky (Karl Graboshas) un peligroso narcotraficante, que tampoco tarda mucho tiempo en averiguar quién la ha robado. Pero el consejo del profesor lleva a Anna a comenzar a estudiar y contactar con un grupo de jóvenes protegidos por Céline Vignac (Caroline Néron), una especie de mecenas de jóvenes escritores a través de su editorial Éditions Vignac. Anna tiene una oportunidad que pocos consiguen, porque cuenta con un talento que muy pocos tienen, y de alguna manera encuentra un círculo de amigos que forman parte de la comunidad artística de Montreal, alejada de los robos y las persecuciones de su entorno. Aunque no sabe que es precisamente en ese ambiente de riqueza y lujo en el que se siente cómodo el narcotraficante Micky.
El director afirma que Anna Kiri (Francis Bordelueau, 2025) tiene como principal referente una de las películas más destacadas de la cinematografía quebequense, Un zoo la nuit (Fronteras de la noche) (Jean-Claude Lauzon, 1987), la historia de un hombre que acaba de salir de la cárcel tratando de recuperar su vida mientras es perseguido por dos policías corruptos que quieren sabe dónde está el dinero de su último atraco. Como en aquélla, se puede detectar el reflejo de una ciudad de Montreal en escenas predominantemente nocturnas que aportan un aire imaginario, más interesado en conformar la ciudad como un reflejo de la personalidad de Anna que como una visión naturalista de su entorno y su familia. La fotografía de Miguel Henriques, que trabajó con el director en su primera película, captura esa cualidad poética inspirándose en el trabajo de la fotógrafa sueca Martina Hoogland Ivanow, y contrastando las escenas principalmente nocturnas del entorno original de Anna con las secuencias diurnas que transcurren en sus encuentros con el mundo literario. Es una confrontación lógica dentro de la narrativa, pero al mismo tiempo funciona como una separación entre dos espacios vitales en los que se opone la luminosidad con la oscuridad, la esperanza con la desesperanza. Aunque gradualmente esta separación será menos contrastada porque ambos mundos se revelan como menos opuestos de lo que parecen al principio. Anna Kiri se desequilibra sin embargo en un guión que se desarrolla por terrenos convencionales, casi previsibles en esta búsqueda de la protagonista por conciliar su contacto con su hermano Vincent y la oportunidad que se le presenta, incluso tratando de encontrar en la posibilidad de publicar una novela la solución económica que le permita devolver el dinero que deben a los narcotraficantes. La película es más interesante en su tratamiento visual a través de una paleta de colores oscuros que acompaña al estado emocional de la protagonista, que en la sucesión de acontecimientos que experimenta Anna, especialmente durante una cena que funciona como una especie de clímax, pero resulta demasiado predecible. Hay un interesante contraste entre la sordidez del mundo de Anna y la mirada sofisticada que propone el director incluso dentro de ese entorno, con planos generales bien compuestos, algunos planos secuencia en las conversaciones entre Vincent y Anna, y una planificación cuidada en la que se insertan imágenes de documentales de propaganda anticomunista como Anarchy U.S.A. (George Edward Griffin, 1966), y la introducción de canciones como "Histoire d'un amour" (1957), versión francesa de un bolero que alcanzó gran éxito interpretada por Dalida. Pero la película se siente menos profunda de lo que quiere ser.
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Películas mencionadas (disponibles en la fecha de publicación):
Pesadilla antes de Navidad y Buffy, la cazavampiros se pueden ver en Disney+.
Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelle y Terciopelo azul se pueden ver en Filmin.
Navidades negras se puede ver en Filmin y Prime Video.
Oscura inocencia se puede ver en Mubi.
La posesión de Agnes se puede ver en Prime Video y Tivify.
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