24 noviembre, 2021

Las series españolas del año - 5ª parte

Nos acercamos de nuevo a las series españolas que se han estrenado en las últimas semanas, marcadas por ciertas polémicas en torno a la censura en Movistar+ que dejó caer Bob Pop cuando recogió el Premio Ondas por Maricón perdido (TNT, 2021) y que más tarde se ha intensificado a través de las voces de otros guionistas y cómicos, lo que ha provocado un revuelo tan importante que la propia plataforma ha lanzado un comunicado negando la posibilidad de cerrar el canal #0, dedicado a programas de entretenimiento  tras el final anunciado de Late Motiv (Movistar+, 2016-2021) y la polémica reciente en torno a un sketch de La resistencia (Movistar+, 2018-). Con las aguas movidas en una multiplataforma que no consigue mantener a sus suscriptores, Movistar+ parece que tiende a consolidarse como un contenedor de otras plataformas globales, con la reciente integración de los contenidos de Prime Video a partir de esta misma semana. En cuanto a producción propia, Movistar+ ha conocido el fracaso con La Fortuna (Movistar+, 2021) y el éxito con la serie documental Lola (Movistar+, 2021), mientras otras plataformas españolas como Filmin, que ha conseguido sobrevivir a la proliferación de contenidos de las multinacionales gracias a una filosofía alternativa, comienza a dar pasos también en la producción propia con el estreno muy anunciado de su primera apuesta, Doctor Portuondo (Filmin, 2021), que sin embargo no ha despertado grandes pasiones. 

Entre las numerosas propuestas relacionadas con la treintena desde un punto de vista femenino en los últimos meses han surgido algunas series españolas representativas como Cardo (ATRESplayer, 2021-) y Todo lo otro (HBO Max, 2021-) pero sigue siendo Vida perfecta (Movistar+, 2020-2021) la que mejor construye este acercamiento a través de guiones bien armados escritos por Leticia Dolera y Manuel Burque, ambos actores en la propia serie. En esa segunda temporada con la que se da conclusión definitiva a los personajes, se abordan de nuevo los temores de una generación que se enfrenta al compromiso de un futuro que aún se encuentra en construcción. Y lo hace desde los tres enfoques que le dan sus protagonistas: la maternidad a través de Maria (Leticia Dolera), el comienzo de una relación que requiere una responsabilidad fuerte en el caso de Esther (Aixa Villagrán) y la dificultad de contrarrestar las crisis en relaciones consolidadas como la de Cris (Celia Freijeiro). El principal tema de la serie, en torno a la utopía de una vida que nunca puede ser perfecta, rodea a estos tres personajes femeninos y a los masculinos: Gari (Enric Auquer), Xosé (Manuel Burque) y Pablo (Front García), que viven sus propias crisis existenciales, pero que en este caso sirven para alimentar el entorno vital del universo femenino central. 


Porque en realidad la serie no habla solo de mujeres, aunque esté centrada en ellas, sino que tiene una perspectiva más amplia, cuyas problemáticas pueden ser identificables por todos. Vida perfecta habla sobre todo del miedo de una generación, que además tiene que ver con el miedo a no estar a la altura: no ser una buena madre, no ser una buena esposa o no cumplir las expectativas del compromiso... Esos miedos son los que construyen una historia que podría haber sido un drama generacional, pero que está construido sobre el humor. Cuando María finge un orgasmo en una relación sexual y su pareja se da cuenta, ella le pregunta: "¿Me estás auditando los orgasmos?", convirtiendo el engaño y la indefensión que provoca la necesidad de fingir en la relación con una pareja, en un toque de humor. Hay también un retrato de los temores de los hombres en los secundarios masculinos, pero éstos funcionan en un segundo plano. Incluso más que en la primera temporada; de hecho, se echa en falta mayor presencia de ese espléndido personaje que es Gari (Enric Auquer), y que ahora se enfrenta a su condición de ser padre asumiendo que la perspectiva de su discapacidad dentro de las normas de la sociedad es compleja.

Vida perfecta continúa siendo un retrato fidedigno de la llegada a una madurez que cada vez está más encorsetada por las reglas de una sociedad que pretende que todos seamos iguales. Lo que mejor refleja la personalidad de Gari es que en realidad el resto de los personajes de la serie también son imperfectos, lo que no se muestra físicamente pero está profundamente enraizado en los sentimientos. Y aunque funcionan peor los episodios que reúnen a las tres protagonistas en un mismo espacio, como en Cuando te pierdes en el bosque (T2E5), y se abordan temas como las relaciones abiertas para intentar salvar una pareja, que resultan algo estereotipados, la serie representa bien ese desencanto de la generación millennial que también está presente, con menor fortuna, en las otras propuestas españolas que se han estrenado este año. 

Una de las series más esperadas del año es La Fortuna (Movistar+, 2021), primera incursión del director Alejandro Amenábar en este formato y también primera colaboración entre la plataforma española y la norteamericana AMC. Teniendo en cuenta además que se enfoca en un tema de cierta actualidad que se basa en el conflicto judicial que duró varios años entre el gobierno español y la compañía estadounidense Odyssey cuando ésta rescató restos de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, hundida en 1804 en la costa del Algarve portugués. La disputa por la posesión de las piezas encontradas, 500.000 monedas de oro y plata, comenzó en 2007, impulsada por el entonces Ministro de Cultura César Antonio Molina en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y finalmente se resolvió dos años después cuando la justicia norteamericana dio la razón a España, pero se fue alargando a través de continuos recursos en los tribunales por parte de Odyssey hasta que en 2012 el fallo a favor de España fue definitivo. En el mes de febrero de ese mismo año se produjo la devolución de esas monedas, que hoy se encuentran en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, pero aún quedaba pendiente una causa abierta en el Juzgado de la Línea de la Concepción que inculpaba a Odyssey como causante de delitos de daños de un yacimiento arqueológico y contrabando. Si bien el resultado fue positivo en el juicio en Estados Unidos, la causa en nuestro país fue archivada definitivamente en julio de este mismo año. 


Alejandro Amenábar ha tomado como referencia el cómic El tesoro del cisne negro (2018, Ed. Astiberri), escrito por el diplomático Guillermo Corral, que fue el que participó activamente en la historia real, e ilustrado por el dibujante Paco Roca, que es una recreación ficticia con cierto aire a las aventuras de Tintín creadas por Hergé. La propia adaptación audiovisual mantiene estas similitudes con el personaje francés, especialmente en el retrato del protagonista Álex Ventura (Álvaro Mel), y alterna la investigación sobre la identidad de la fragata encontrada con la trayectoria judicial que enfrenta al gobierno español con la empresa norteamericana. Esta es la parte más interesante de la historia, con la presencia de intérpretes como Stanley Tucci, Clarke Peters y T'Nia Miller que aportan credibilidad a sus personajes. Pero Alejandro Amenábar hierra en el tono de la historia, construye un guión junto a Alejandro Hernández que se enfoca en subtramas ridículas como la relación sentimental entre el protagonista y la funcionaria Lucía Vallarta (Ana Polvorosa), y una representación algo esperpéntica de los personajes españoles, como el Ministro Enrique Moliner (Karra Elejalde) que trata de aportar cierto humor sin conseguirlo. 

Para ser una serie dirigida por Alejandro Amenábar, hay un desequilibrio en el ritmo que provoca que algunos episodios sean especialmente desganados, y que algunos personajes sean insoportables, pero por otro lado contiene algunos elementos interesantes como la recreación del hundimiento de la fragata en el Episodio 2 o el retrato que hace Stanley Tucci de Frank Wild, principal responsable del saqueo que sin embargo no es un antagonista estereotipado, sino que establece un punto de vista aventurero con un planteamiento personal y discutible de lo que supone el rescate de tesoros en alta mar. La Fortuna termina siendo una serie de aventuras en la que hay pocas aventuras, un relato desequilibrado con personajes mal desarrollados que incluso parece acabar en el episodio cuarto pero se extiende sin sentido dos capítulos más. Como decíamos, se trata de la primera colaboración entre Movistar+ y AMC, co-producida por Mod Producciones, creada en 2007 por Fernando Bovaira, que ha llevado a cabo casi todas las películas de Alejandro Amenábar. 

Una de las sorpresas del mes de octubre es la serie El tiempo que te doy (Netflix, 2021-) formada por episodios cortos que describen la ruptura de una relación sentimental. Creada por la propia actriz protagonista, Nadia de Santiago, junto al tándem que forman Inés Pintor y Pablo Santidrián, directores de cortometrajes como Postales (2016), A quien dices amar (2019) o Lo de aquella noche (2020), resulta especialmente atractivo el planteamiento formal. La serie está compuesta por diez episodios de unos 13 minutos cada uno en los que la protagonista Lina (Nadia de Santiago) trata de enfocarse cada vez más en su presente en solitario, frente a su reciente pasado junto a Nico (Álvaro Cervantes). De forma que su historia se va oscureciendo lentamente, desde la alegría del comienzo de la relación en 1 minuto de presente y 10 minutos de recuerdo (T1E1) hasta cierta melancolía en el episodio final 10 minutos de presente y 1 minuto de recuerdo (T1E10). 



El formato puede suponer determinadas restricciones para la narración de la historia, pero en general está resuelto con eficacia. La serie reproduce, a través de esta concepción temporal, el proceso de transformación de la vida en pareja de una forma poco convencional, lo cual es especialmente disfrutable, porque se plantean como breves cortometrajes que mantienen la trama horizontal pero que también funcionan de forma independiente, una especie de descripción de esos pequeños pasos que la pareja va dando hasta la separación. En cierta manera se puede considerar como una historia que refleja los síntomas de una enfermedad (la infelicidad) y el tratamiento posterior para sanar las heridas sentimentales, aunque la enfermedad no desaparezca del todo, excepto en ese momento casi de fantasía que tiene lugar en Marruecos. 

Formalmente original y bien narrada, la serie se sostiene también en la construcción que hacen los actores a través de sus personajes, aunque el punto de vista principal es el de ella. Nadia de Santiago y Álvaro Cervantes consiguen que Lina y Nico sean al mismo tiempo queridos y odiados, es decir, ofrecen una visión humanizada que les refleja con sus defectos y sus virtudes. A lo largo de la historia vamos descubriendo qué ha ido funcionando mal en la pareja, pero de una forma que presenta a los amantes como inculpables de la ruptura, o como culpables a medias, dejando que el espectador encuentre su propia respuesta. Por eso el final de la serie plantea un twist que no resulta convincente, que parece más un intento de originalidad que un recurso narrativo certero. El tiempo que te doy está producida por Corte y Confección de Películas, productora iniciada por Oriol Maymó, Bernat Vilaplana y Marc Gómez del Moral que también ha puesto en marcha otras series como La línea invisible (Movistar+, 2020) y Vida perfecta (Movistar+, 2019-2021). 

Anunciada como la primera serie que produce Filmin, Doctor Portuondo (2021) se ha revelado, según fuentes de la propia plataforma, como la serie con mayor número de visionados en los tres primeros días de toda su historia. Lo cual, teniendo en cuenta la escasez de datos de audiencias que suelen ofrecer las plataformas, lo ponemos en cuarentena igual que la reciente noticia de que Lola (2021) es la serie documental más vista en la historia de Movistar+. En todo caso, hay que alabar la capacidad de Filmin como plataforma independiente para sobrevivir en medio de un panorama audiovisual que ha cambiado sustancialmente desde que inició su andadura, con una competencia feroz a raíz de la llegada de las grandes multinacionales. Y diversificar su oferta a través de la producción propia también es una vía inteligente para sumarse, dentro de su menor capacidad económica, a las incursiones del resto en el terreno de la producción. 


La serie adapta el libro Doctor Portuondo: mis días de psicoanálisis con un sabio (2017, Ed. Blackie Books), escrito por Carlo Padial sobre su propia experiencia como paciente de un psicoanalista cubano en Barcelona. El mismo autor es el encargado de escribir el guión y dirigir la serie, y quizás esta sea la decisión menos acertada, porque impide que la traslación audiovisual se distancie del texto y adopte su propio lenguaje. La serie se sostiene en las sesiones entre Carlo (Nacho Sánchez) y el Doctor Portuondo (Jorge Perugorría), aunque con menos acierto que otras series basadas en diálogos entre personajes como el más evidente referente, En terapia (HBO Max, 2008-2021). Y aunque elabora otras subtramas y cameos de caras conocidas como Berto Romero, Arturo Valls, Elisabet Casanovas o Carlos de Diego (co-autor también del guión), éstas acaban dando vueltas sobre el eje principal construido entre Carlo y Portuondo sin aportar demasiados elementos de interés. 

La historia juega con el humor negro y el absurdo de las situaciones protagonizadas por el alter ego de Carlo Padial, y solo introduce algún atisbo de esa metaficción que caracteriza a sus películas como director: Algo muy gordo (Carlo Padial, 2017), sobre el rodaje de una superproducción protagonizada por Berto Romero, o Vosotros sois mi película (Carlo Padial, 2019), sobre el troleo del youtuber Wismichu durante la presentación de su supuesta primera película en el Festival de Sitges de 2018. De alguna manera, Doctor Portuondo habla más sobre la necesidad del enfermo por atraer la atención del médico, incluso con sentimientos de celos hacia un esquizofrénico en Cuando la bestia ruge, la razón tiembla (T1E4). A lo largo de los seis episodios de 25 minutos, se construye una relación cercana en la que Portuondo acaba tumbado en el diván hablando de su sueño inalcanzable de abrir una clínica privada en Cuba, en el episodio La vida es esto: tú y yo, aquí y ahora (T1E6). Pero el camino de esta historia es irregular y en ocasiones soso, incapaz de ser tan fascinante como el personaje en el que se refleja. 

Hay dos tendencias preocupantes en algunas de las recientes series documentales true crime que se han realizado en España: por un lado, considerar como documental lo que básicamente es una entrevista dividida en episodios; y por otro lado, que sean los propios periodistas que participaron en la persecución informativa de casos mediáticos los que actúen como productores. En Dolores Vázquez: La verdad sobre el caso Wanninkhof (HBO Max, 2021) Toñi Moreno, una de las reporteras que estuvo todos los días en las puertas de los juzgados alimentando el morbo; y en  ¿Dónde está Marta? (Netflix, 2021), Nacho Abad, uno de los participantes más activos en el circo mediático alrededor del asesinato de Marta del Castillo. Lo peor es que el planteamiento de ambas series documentales, y de sus periodistas productores, pasa por ofrecer una reflexión que es evidentemente hipócrita sobre la actuación de los medios de comunicación. Es como si Nieves Herrero fuera la productora de un documental que criticara el tratamiento informativo del Crimen de Alcásser. Porque además no se establece un debate entre aquellos medios que aprovecharon el morbo para alimentar audiencias y lectores, y aquellos que no cayeron en esa trampa. En la cínica frase "todos fuimos responsables" que dice Toñi Moreno en Dolores Vázquez: La verdad sobre el caso Wanninkhof, se asume la falsa realidad de que todos los medios hicieron lo mismo. 


El principal reclamo de esta última serie es la participación de Dolores Vázquez, la sentenciada inocente que hasta ahora no había concedido una entrevista, y que por tanto ensombrece aún más los escasos méritos del largometraje documental El caso Wanninkhof-Carabantes (Tània Baló, 2021), que estrenó Netflix este mismo año, y que ni siquiera sirve como complemento a la serie de HBO Max, porque el episodio Rocío (T1E1) ya nos pone en antecedentes. Dolores Vázquez: La verdad sobre el caso Wanninkhof por tanto asume su condición de entrevista elaborando el relato alrededor de la protagonista de una injusticia que no ha sido ni siquiera reparada. Y este foco principal en cierta manera provoca que otras reflexiones en torno al sistema judicial en España (los tan denostados juicios con jurado) y el propio tratamiento de los medios de comunicación, queden desdibujados y poco desarrollados. Lo que convierte a un documental true crime en algo más que el simple relato de unos hechos más o menos cargados de morbo es precisamente su capacidad para trascender del crimen concreto para reflexionar sobre la sociedad en general. En el reciente El destripador de Yorkshire (Netflix, 2020), la representación de un estamento policial profundamente machista se revelaba como la principal causa de la incapacidad para detener al asesino en serie Peter Sutcliffe, que cometió sus crímenes entre 1975 y 1980, porque se enfocó la investigación en el entorno de la prostitución, al considerar que solo podían ser putas las mujeres que andaban solas por la calle a altas horas de la noche. 

Dolores Vázquez es interesante para conocer el punto de vista de una persona que hasta el momento no había hablado, pero su alcance más allá de eso es más bien escaso. Ni siquiera abunda en la pésima actuación de la policía, que es la principal razón por la que muchos casos de asesinato no se resuelven, aunque a su favor tiene la capacidad de haber aglutinado las principales voces que participaron en este largo proceso, desde abogados, miembros del jurado, delegados del gobierno e incluso Alicia Hornos, madre de Rocío Wanninkhof y Encarna Guzmán, madre de Sonia Carabantes. Pero este esfuerzo de producción da como resultado una serie desequilibrada en su habilidad para ir más allá de un relato pormenorizado de los hechos. 

La idea de recuperar la serie Historias para no dormir (TVE, 1966-1982) parece haber surgido del propio Narciso Ibáñez Serrador y de su hijo, Alejandro Ibáñez, responsable de la productora Prointel que fundó su padre en 1970, y que tras un período de silencio regresó en 2016 bajo la dirección de éste y del productor Gonzalo de Castro. Aunque se planteó como una propuesta que regresaba como formato con nuevos guiones, la muerte de Chicho Ibáñez Serrador en 2019 provocó que el proyecto se convirtiera en un homenaje, rescatando algunos de los episodios clásicos para adaptarlos a la actualidad bajo la dirección de destacados directores del panorama cinematográfico español. Y la intención parece ser convertirla en una franquicia que presente nuevos episodios cada temporada, un formato de antología del género fantástico que conoce un resurgir con series como Creepshow (Shudder, 2019-) o Monsterland (Hulu, 2020-). 


Rodrigo Cortés, Paco Plaza, Paula Ortiz y Rodrigo Sorogoyen son los encargados de adaptar y dirigir estas historias que reinterpretan tres episodios de la primera temporada y uno de la tercera temporada. Es inteligente la idea de trasladar las historias a la actualidad, no solo desde el punto de vista formal sino también en la reinterpretación de las mismas, aunque la que mejor funciona es la que más utiliza las referencias al original, Freddy, de Paco Plaza mientras que las que más se alejan como El doble, de Rodrigo Sorogoyen o El asfalto, de Paul Ortiz pierden interés en su desarrollo y eficacia en su ironía. Sin embargo, se trata de una propuesta interesante que recupera uno de los clásicos de la televisión en España, y que puede funcionar bien si se continúa, incluso adaptando episodios existentes o inéditos. Alberto Ibáñez afirma que existen guiones originales de su padre para la tercera temporada que no se realizaron (de hecho, solo se rodaron cuatro de los trece episodios previstos), e incluso se baraja la idea de adaptar otros episodios conocidos y clásicos como El cumpleaños (T1E1) o El televisor (1974), un especial que se estrenó entre la segunda y la tercera temporada que Narciso Ibáñez Serrador considera su mejor película. 

La nueva versión de Historias para no dormir, de la que hacemos una comparativa de sus episodios actuales y los originales en un post anterior, está producida por Prointel, Isla Audiovisual y Vis (división de ViacomCBS), con la participación de RTVE, que ostenta el 50% de los derechos de la serie original, y de Amazon Prime Video, que es la plataforma que ha estrenado la serie en streaming, antes de que TVE la estrene en lineal. Sin datos de audiencia concretos, se ha informado que la serie está teniendo una buena acogida, lo que puede consolidar su continuidad pero también su distribución internacional, que se produce en dos vías diferentes: por un lado, la venta a plataformas y televisiones de países latinoamericanos y Portugal, y por otro, la inclusión en la plataforma Paramount+ de la que es dueña ViacomCBS. 

La serie documental Lola (Movistar+, 2021) tiene la virtud de asumir la incapacidad para aglutinar en cuatro episodios el significado y la trayectoria de una artista singular, llena de contradicciones, que fue representación de la España franquista que trataba de abrirse al mundo pero al mismo tiempo ejemplo de mujer liberal que ejercía su poder (poderío) manejando sus relaciones sentimentales. "Lola en algunos aspectos sí está sobrevalorada, y en otros aspectos lo que está es poco entendida", comenta Andrés Peláez, director del Museo Nacional del Teatro en Almagro, que es el que ofrece una mirada más crítica pero igualmente admirativa sobre el personaje central. Y, por tanto, amplía la perspectiva de los interlocutores más allá de los que son estrictamente necesarios, como sus hijas Lolita y Rosario, y las artistas que la conocieron, como Encarnita Polo, además de los expertos y catedráticos, para acercarse a otras voces que quizás no tengan mucho que decir sobre la artista como Rosalía, Pablo Carbonell o incluso Ara Malikian, pero que aportan una mirada más abierta, una visión contemporánea de la forma en que Lola Flores ha influido en la música que se ha hecho en España. 


Otra de las virtudes de esta docuserie producida por 100 Balas, que forma parte del grupo Mediapro, es su agilidad, la capacidad del director para construir una biografía de forma cronológica, pero salpicándola de muchas leyendas urbanas y algunas mentiras que contó y asumió la propia Lola Flores. Israel del Santo, creador y realizador, es el responsable también de la espléndida serie documental El Palmar de Troya (Movistar+, 2020) y ha sido guionista de El corazón del Imperio (Movistar+, 2021), aproximación histórica del escritor Santiago Posteguillo a través de la mirada de personajes femeninos, que se estrena el 25 de noviembre.  De esta forma, el recorrido no solo es ameno sino que también está repleto de anécdotas y rumores que el personaje alimentó a lo largo de su vida. Y todo ello sin perder el fondo histórico de una España que vivía un momento de transformación, una dictadura que trataba de reflejarse en la modernidad, una televisión que se llenaba de color tras la muerte de Franco y un cine que utilizaba el folclore como seña de identidad del sentimiento español. Lola Flores fue también el reflejo de la caída en desgracia de las folclóricas, habitualmente apegadas al régimen, protegidas e impulsadas por la España franquista, que se desvanecía al llegar la democracia. 

"Ni canta, ni baila, pero no se la pierdan", se supone que publicó el New York Times en una reseña de uno de los espectáculos de Lola Flores en la ciudad norteamericana. Esa reseña nunca existió, pero quedó como marca de la casa, como leitmotiv de una personalidad arrolladora, y como una de las leyendas que rodearon la carrera de la artista. En el último episodio, El brillo en los ojos (T1E4), la serie aborda algunos temas más dramáticos, como la adicción a las drogas y la muerte de su hijo Antonio o el cáncer que sufrió Lola Flores, pero alternándolos con anécdotas que mantienen el tono desenfadado de la serie. Y en esa misma línea, Lola no es ni un documental que profundice demasiado en el personaje, ni un programa de entrevistas a artistas más o menos relevantes del panorama musical, ni una mirada en forma de ficción a la vida de un icono de nuestra cultura. Pero es una de las series más adictivas que se han estrenado este año. 

En esta fiebre por las series documentales retrospectivas en torno a personajes destacados de los ochenta, se encuentra también Ruiz-Mateos: El primer fenómeno viral (RTVE Play, 2021), otra de las producciones originales de la plataforma de la televisión pública que a lo largo de cuatro episodios de 55 minutos que analiza la figura del empresario al que el gobierno socialista expropió su holding empresarial en los años ochenta, aunque se apunta en la serie que en parte él mismo provocó esta intervención gubernamental porque sabía que su entramado financiero estaba a punto de quebrar. La serie está escrita por Álex Solá, director de contenidos de Lavinia Producciones, y dirigida por Roger Gual, que también dirigió los episodios españoles de Maradona: Sueño bendito (Prime Video, 2021). La propuesta tiene ciertos paralelismos con El pionero (HBO Max, 2019) a la hora de adentrarse en uno de esos personajes carismáticos y bufonescos que poblaban las televisiones de principios de la democracia en España, y ofrece una visión adecuadamente equidistante entre los defensores y los detractores del personaje, pero salpicando la narración de declaraciones de algunos de los inversores que perdieron su dinero en el fraude de Nueva Rumasa.  


Quizás falta algo más de humor en la descripción de las andanzas de Ruiz-Mateos, pero es interesante cómo se perfila a un personaje que utilizó sabiamente los medios de comunicación para que su caso no cayera en el olvido. Todo ello en una España recién democratizada en la que el PSOE gobernaba tratando de ofrecer una imagen de modernidad y de control, para lo que le hacían falta golpes de efecto como el de la expropiación del mayor conglomerado de empresas que existía en España. Y esta intervención, improvisada por el Ministro de Economía Miguel Boyer, mostraba esa necesidad de visibilidad de autoridad, que también se produjo a través de la inspección de otros personajes públicos como la propia Lola Flores. Hay una tendencia en el documental a otorgar la última palabra a los portavoces del PSOE que intervienen en la serie, como Eduardo Sotillos y Carlos Solchaga, que sustituyó a Miguel Boyer en el Ministerio de Economía, lo que desequilibra la objetividad del documental en torno a una intervención y, sobre todo, una reprivatización que marcaba ya los primeros pasos hacia las corruptelas y los amiguismos que después se han reproducido en la política española. 

Ruiz-Mateos: El primer fenómeno viral es una serie documental ágil, en la que es más interesante la reconstrucción de los hechos que esa conexión algo forzada con la actualidad que se plantea a través de los comentarios de youtubers y expertos en redes sociales sobre la viralidad que hubieran tenido las bufonadas del empresario en nuestra época. Y plantea, con menos contundencia e inteligencia que Lola, pero con algunos aciertos, la descripción de unas décadas en las que España se disfrazaba de modernidad y democracia mientras en sus entrañas se construían las bases de un país profundamente corrupto. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario