08 noviembre, 2021

Asian Film Festival Barcelona - Parte 3: ciudades asfixiantes

Aunque la edición presencial del Asian Film Festival de Barcelona concluyó este fin de semana, la programación online en la plataforma Filmin continúa hasta el 14 de noviembre. En su décimo aniversario, el festival ha conseguido más público en su formato presencial, incluso atrayendo a espectadores de mayor diversidad, como el asiático, que se resistía a participar en las actividades del festival. Durante esta semana seguiremos ofreciendo crónicas de la programación del festival a través de las películas más relevantes. 

Oficial Panorama

Kazajistán es el país de procedencia de Ulbolsyn (Adilkhan Yerzhanov, 2020),  y consiguió el Premio NETPAC a la Mejor Película Asiática en el pasado Tallinn Black Nights Film Festival. Se trata de un cuento sobre la dignidad de las mujeres kazajas en el que la protagonista, Ulbolsyn (Asel Sadvakasova), trata de conseguir la documentación necesaria para que su hermana Azhar (Dinara Sagi) pueda estudiar en el extranjero. Pero mientras se encuentra con las autoridades metida en un enredo burocrático, su hermana es secuestrada por Urgen (Yerbolat Akozha) que pretende casarse con ella. Cuando Ulbolsyn trata de encontrarla, no solo se encuentra con la resistencia de los habitantes de Kalata, porque Urgen es el curandero del pueblo y "todos le conocen, todos le respetan", sino que incluso Azhar no está descontenta con la posibilidad de desposarse con un hombre que tiene influencia. 


Este retrato de una sociedad tradicional que coloca a la mujer en un lugar secundario se convierte en el catalizador de una resistencia que es cada vez más fuerte en el caso de la protagonista, cuyo objetivo de que su hermana conozca otro país que le permita desbloquear su mentalidad será el principal motivo de los hechos que se desarrollarán posteriormente. Pero en su condición de mujer que también está sojuzgada (que se representa en un collarín que lleva todo el tiempo), lo único que puede hacer es recurrir a los hombres para que traten de resolver la situación. Y, como en un cuento tradicional, primero trata de conseguir la colaboración de la policía, después la de los militares y luego la de un periodista para tratar de que Urgen deje libre a su hermana, pero finalmente se da cuenta de que ella es la única que puede resolver la situación. 

Con cierto tono que recuerda al cine de Aki Kaurismaki, Ulbolsyn se desarrolla como una comedia algo básica con recursos sencillos, que asume sin complejos su condición de cuento, pero que incorpora reflejos de una sociedad eminentemente patriarcal, en una especie de visión feminista que por primera vez se encuentra en el cine de Adilkhan Yerzhanov, un director prolífico que en los últimos tres años ha dirigido seis películas, entre ellas Yellow cat (Adilkhan Yerzhanov, 2020), que fue seleccionada en la Mostra de Venecia del año pasado. Hay un interesante uso del color en Ulbolsyn, que de hecho se representa en los cuatro colores que un policía ha pintado sobre una pared: mientras los personajes masculinos están marcados por los tonos azulados y grises, las mujeres llevan ropas más coloristas, abrigo rojo y pañuelo amarillo en el caso de la hermana mayor que contrasta con el abrigo amarillo y pañuelo rojo de la hermana menor. Al final, la historia deriva hacia la violencia, quizás como último recurso para que una sociedad cerrada y cómplice asuma sus propios excesos. La constante presencia de la canción "I feel love" de Donna Summer en un entorno eminentemente opresivo es otro de esos brillantes toques de ironía que contiene la película. 

Sección NETPAC

Hemos hablado en otras ocasiones del interés del cine coreano por tratar temas relacionados con las condiciones laborales, en otras películas que hemos visto en el AFFBCN'21 como Unboxing girl (Soo-jung Kim, 2020) o I don't fire myself (Lee Tae-Gyeom, 2020), aunque estaban más centradas en la discriminación laboral de las mujeres. Incluso la exitosa serie El juego del calamar (Netflix, 2021-) tiene como trasfondo la crisis económica y la dificultad para encontrar un trabajo estable en Corea del Sur. A leave (Ran-hee Lee, 2020), ganadora del premio a la Mejor Película en el Festival de Cine Independiente de Seúl aborda también una realidad incómoda que contrasta con la visión internacional que se tiene de un país tecnológico y económicamente estable. El protagonista es un hombre que lleva cinco años luchando contra los despidos en una fábrica de muebles, acampando junto a otros ex-trabajadores en la calle, pero con resultados siempre adversos en los juzgados, que continuamente han considerado los despidos como legales. Las dudas comienzan a cernirse sobre los manifestantes, cuya agenda se ha ido reduciendo progresivamente a solidarizarse y participar en otras manifestaciones que no tienen nada que ver con su propia protesta. Así que Jae-bok (Lee Bong-ha) decide tomarse unas vacaciones y regresar a su casa después de estar ausente durante cinco años. 


El recibimiento por parte de sus dos hijas adolescentes no es especialmente cálido, teniendo en cuenta que se han sentido abandonadas por su padre para no conseguir prácticamente nada, y que se han tenido que criar solas durante ese tiempo tras la muerte de su madre. Casi como una disculpa, Jae-bok decide buscar un trabajo temporal para poder pagar la matrícula de la universidad de Hyeon-hee (Kim Yung-yeon) y para comprar un abrigo a su otra hija, Hyeon-bin (Lee Seung-joo), así que sus pretendidas vacaciones se convierten en otro entorno laboral en un pequeño taller de carpintería. En este ambiente, sus ideas sobre el sindicalismo y los derechos laborales contrastan con la actitud más pasiva de un joven (Kim Ah-seok), lo que plantea una brecha generacional en la que el director debutante refleja una cierta resignación de las nuevas generaciones hacia un sistema laboral injusto y explotador. Su propia hija Hyeon-hee solo está interesada en estudiar en la universidad, incapaz de sentir apego por las reivindicaciones de su padre, que en su opinión solo han impedido que ella misma tenga una vida normal: "Déjame tener mi vida", le dice al  padre cuando éste decide volver a Seúl para continuar con su protesta. 

A leave es una película de planteamiento sencillo y corta duración que sin embargo propone reflexiones profundas sobre una sociedad que parece enfocada hacia la explotación y la falta de derechos de los trabajadores. Pero también plantea una visión pesimista sobre una juventud que tiene poco interés en la lucha sindical, que asume el estado de las cosas sin rebelarse, que tiene una mirada frustrada y condescendiente con las injusticias que provocan un entorno laboral en el que lo principal es mantener el puesto de trabajo. El aspecto más positivo es la representación de un protagonista que mantiene su dignidad ante todo, que se rebela contra el sistema aunque ello suponga sobrevivir en condiciones pésimas en una acampada a la que nadie presta atención.

Si la producción brasileña Breve miragem de sol (Eryk Rocha, 2019) reflejaba un Río de Janeiro nocturno a través de la historia del taxista Paulo, Heil, driver! (Muzzamer Rahman, 2020) también traza una visión de la ciudad de Kuala Lumpur a través de la mirada de Amman (Amerul Affendi) que regresó a la capital de Malasia tratando de cumplir su sueño de ser escritor pero debe ganarse la vida como taxista ilegal con un coche tan destartalado, única herencia de su padre, que ni siquiera puede conectarse a la aplicación que utilizan los clientes, así que tiene que usar el perfil de un amigo. Mientras se encuentra vagando por una ciudad que se nos muestra en un blanco y negro hipnótico con sus altos y luminosos edificios, como si fueran el reflejo de un mundo futurista y, por tanto, inalcanzable, conoce a Bella (Lim Mei Fen), una trabajadora sexual chino-malaya que le ofrece su habitación a cambio de que la lleve a las direcciones de sus clientes.  


A través de las conversaciones que mantiene Amman con los pasajeros de su taxi, la película proyecta la vida en Malasia de una forma poco halagadora, transmitiendo la sensación de un abanico de personalidades que está marcada por los altos índices de inmigración, en su mayor parte realizando trabajos mal pagados que ni siquiera permiten la posibilidad de comprar un piso, sino solamente alquilar habitaciones baratas. Hay también un trasfondo político que se refleja a través de las noticias en torno a las próximas elecciones generales en el país, y aunque no se nombra ningún partido en concreto, se deja ver una cierta frustración por los resultados: "Han vuelto a ganar. No nos merecemos a estos políticos", afirma Bella cuando se dan a conocer los resultados de las elecciones. Como en esa ciudad hipnótica pero inalcanzable, Malasia también es una democracia solo aparente, marcada por la censura, en la que la homosexualidad es castigada con hasta 20 años de cárcel. En Heil, driver!, el sentido de pertenencia es uno de los temas principales, una mirada pesimista en torno a la vida en una ciudad moderna, la incapacidad para cumplir los sueños en un entorno hostil. Las personas frente a los edificios, el paisaje urbano como un fondo de fantasía al que es casi imposible acceder, la realidad cruel frente a las aspiraciones. Kuala Lumpur como una prisión en la que no es posible liberar la imaginación.

Sección Discoveries

El director japonés Nobuteru Uchida comenzó dirigiendo documentales hasta que logró el reconocimiento internacional con su película de ficción Love addiction (2010), una visión pesimista sobre las relaciones de pareja en la que las mujeres protagonistas protegen sus relaciones abusivas. The women (Nobuteru Uchida, 2020) tiene algunos elementos en común con aquella en cuanto que retrata a varios personajes femeninos que en cierta manera no pueden huir de unas vidas miserables, en especial la protagonista Misaki (Yukiko Shinohara), que vive cuidando a su madre, una persona impedida debido a un derrame cerebral, pero que utiliza su propia enfermedad para maltratar psicológicamente a su hija. Misaki solo encuentra estabilidad emocional en su prometido Naoki (Shunsuke Kubozuka), con el que inició la relación cuando éste cuidaba a su madre, y en la amistad que tiene con Kaori (Kana Kurashina), una joven apicultora que tiene la actitud optimista frente a la vida que le falta a ella.


Cuando Naoki es sustituido por una nueva cuidadora, el mundo emocional de Misaki se desmorona debido a la traición (él en realidad es un hombre casado), y la relación entre este grupo de mujeres comienza a tambalearse. Especialmente en el caso de Misaki, su tragedia vital se acentúa entre una casa sofocante en la que continuamente sufre el desprecio de su madre, el despido de su trabajo y la pérdida de la relación con Kaori debido a un hecho desgraciado. El drama de la protagonista se acaba haciendo excesivo por acumulación, casi diríamos que masoquista en su desdicha, acercando la película al precipicio del melodrama. El director introduce flashbacks que van componiendo la historia de Misaki, pero que en algunas ocasiones no contribuye a aclarar, sino a enturbiar el relato, haciendo que la narrativa nos desoriente sobre lo que es pasado y presente. También parece algo errática la decisión de introducir el comienzo de la pandemia del coronavirus como un elemento que parece estar de fondo, pero que finalmente resulta innecesario. Y, en cierto modo, la representación de esa luminosidad del sol al final de la película, que parece representar el punto culminante de este pathos sobre el que ha circulado la vida de la protagonista, ofrece una conclusión que parece positiva pero que se nos antoja más bien agridulce. 

Sesión Especial

La India tiene siete fronteras terrestres, con Bangladesh, Bhután, China, Birmania, Nepal, Paquistán y Afganistán, que son los principales escenarios del documental Borderlands (Samarth Mahajan, 2021), participante en la sección DOK.horizonte del Munich DOK.fest, que nos acerca a algunas de las ciudades fronterizas a través de las historias particulares de seis personajes que las habitan. La película participó en la sección. El joven director indio Samarth Mahajan creció en una pequeña ciudad en la frontera con Paquistán, por lo que su intención es mostrar la diversidad de estas zonas limítrofes que de alguna manera están en un espacio intermedio en cuanto a recursos económicos, educación y cultura. 

De los seis protagonistas, cinco son mujeres y un solo hombre, lo que el director atribuye a algo de casualidad, pero también a que las historias de ellas resultaban más interesantes y profundas emocionalmente. Precisamente en la frontera con Paquistán, Deepa sueña con continuar algún día los estudios de medicina que abandonó cuando su familia se trasladó un pequeño pueblo fronterizo; en Nargaon, Dhauli vive literalmente junto a la valla de separación con Bangladesh, donde se encuentra parte de su familia, a la que solo ve una vez al mes a través de esa valla; en Birgunj, Kavita trata de controlar el tráfico de mujeres en la frontera desde Nepal; precisamente en Calcuta, fronteriza con Bangladesh, Noor es una de las jóvenes que viven en un refugio para mujeres que han sido rescatadas del tráfico de personas; en Dinanagar, junto a Paquistán, Rekha, la madre del director, lleva una vida resignada como ama de casa después de renunciar a un trabajo como profesora; el único hombre es Surjakanta, que quiso ser director de cine pero ahora es proyeccionista en Imfal, junto a Birmania.


Las historias que propone el director, que levantó financieramente parte de la película gracias a las aportaciones de crowdfunding, pueden dividirse en dos partes: la mirada hacia el tráfico de personas que conecta la oficina fronteriza en Nepal con la casa de refugio en Calcuta. Y un segundo segmento que habla de vidas frustradas (la joven que renunció a los estudios, la madre que renunció a una vida laboral, la mujer que renunció a vivir con su familia o el hombre que no pudo dedicarse a ser cineasta). De alguna forma, casi todas las historias tienen más relación con la incapacidad de conseguir los sueños que con su relación con la frontera. En el caso de Dhauli, sin embargo, esta relación con la frontera es mucho más cercana, a través de los encuentros que tiene con su familia separados por la valla. Al final, Borderlands conecta más con la idiosincrasia de unas vidas desengañadas, habla más desde la perspectiva emocional que desde la influencia de las fronteras físicas.

Clausura

La trayectoria de la producción chino-hongkonesa Better days (Derek Kwok-cheung Tsang, 2019) ha sido complicada. Primero fue retirada diez días antes de la programación del Festival de Berlín 2019 sin dar ninguna explicación, y posteriormente su estreno previsto para el mes de junio en China fue cancelado también con pocos días de antelación. Y aunque en ese caso se habló de razones técnicas, la decisión del gobierno chino de encargar la calificación de las películas a la Oficina de Propaganda del Partido Comunista coincidió con estas cancelaciones de última hora, como la retirada también del Festival de Berlín de la película One second (Zhang Yimou, 2019), o la prohibición de que Los 800 (Hu Guan, 2020) inaugurara el Festival de Cine de Shangai. Aunque Better days se clasificó como hongkonesa, y por tanto debía pasar unos controles regulatorios menos politizados, se concibió teniendo en cuenta el mercado chino, por lo que debía adaptarse a una regulación más férrea. Al parecer, las presiones de los productores y de los órganos de censura se convirtieron en un infierno para el director. Mientras que la versión enviada a Berlín tenía una duración de 138 minutos, la que finalmente se estrenó en China en el mes de octubre de 2019 duraba 135 minutos, consiguiendo una recaudación de más de 220 millones de dólares, pero con modificaciones que incluían mensajes sobre la lucha de las autoridades chinas en contra del acoso escolar. 


Curiosamente, aunque el director es hongkonés y fue seleccionada por la Asociación de Productores de Hong-Kong como representante del país para las nominaciones de los Oscar, la película siempre ha sido considerada en Hong-Kong como una producción centrada en la China continental con actores chinos y su estreno en dos fechas diferentes tuvieron el mismo resultado negativo, con un rechazo generalizado por parte de los espectadores. Sin embargo, la película ha conseguido despertar un mayor interés en la cinematografía producida en Hong-Kong, como lo demuestran su nominación al Oscar como Mejor Película Internacional y los ciclos que le vienen dedicando algunos festivales durante este año. 

La historia de Better days se centra en el acoso escolar a través del personaje de Chen Nian (Zhou Dongyu), en los intensos días que preceden al denominado gaokao, una especie de selectividad que paraliza China durante dos días, durante el mes de julio, en los que millones de jóvenes estudiantes se juegan su futuro en un examen que les permitirá elegir una universidad o definitivamente formar parte de los trabajadores sin estudios superiores. Tras el suicidio de una joven que sufrió constantes acosos, Chen Nian se convierte en el objetivo de un grupo de acosadoras, humillada además por el hecho de que su madre es perseguida por recaudadores a los que debe dinero. Una noche conoce al joven Xiao Bei (Jackson Yee), mientras recibe una paliza por sus actividades criminales, y ambos inician una relación de dependencia en la que él se convierte en una especie de guardaespaldas que la protege durante el trayecto a la escuela. 


La película tiene dos partes bien diferenciadas, y es mucho más contundente en la primera, en la que se enfoca más en el tema del acoso y construye un entorno que resulta asfixiante para los dos protagonistas quienes, aunque tienen ante sí dos visiones de futuro muy diferentes, comparten vidas paralelas, marcadas por el abandono y la supervivencia. De alguna manera, la película establece dos mundos completamente separados, el de los adolescentes y el de los adultos, y los confronta a lo largo de toda la historia, especialmente en relación con el policía Zheng Yi (Yin Fang), que en cierto modo sirve como nexo de unión entre ambos mundos. Es especialmente dura la descripción del acoso escolar en esta primera parte, que da paso a una segunda mitad más acumulativa y también más centrada en la relación sentimental entre los dos protagonistas. Esta segunda parte de la historia tiene un aire más cercano a las historias románticas de adolescentes aunque conserva cierta oscuridad en su descripción de la relación a través de una trama policíaca que trata de reforzar el grado de compromiso de la pareja. Pero funciona con menos efectividad que la primera, mucho más contundente y compleja. 

Zhou Dongyu, que tenía 27 años cuando se rodó la película, sin embargo tiene una capacidad de expresión de la confusión adolescente que resulta admirable. Es un proceso de crecimiento de Chen Nian que está construido con gran efectividad, mientras Jackson Yee deja aflorar los sentimientos en el joven criminal al que interpreta. La película tiene dos finales diferentes, según queramos seguir la propuesta del director o la de las autoridades censoras de China. De hecho, Derek Kwok-cheung Tsang se sintió especialmente molesto por una conclusión que él califica como de típico drama juvenil, que introduce un epílogo que de alguna manera trata de limpiar la propuesta más oscura que tenía en mente el director. En todo caso, si se establece como final la parte anterior al epílogo, podemos tener una idea más cercana de sus verdaderas intenciones.


Parte de la programación del Asian Film Festival de Barcelona se puede ver en Filmin hasta el 14 de noviembre. 

Better days se estrena en cines el 23 de noviembre.

Yellow cat se puede ver en Mubi. 
Los 800 se puede ver en Movistar+.  



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