22 noviembre, 2021

Tallinn Black Nights Film Festival 2021 - Parte 3: Mirar al pasado

Pasado el primer fin de semana del Tallinn Black Nights Film Festival, nos acercamos en esta nueva crónica a las dos películas españolas que han sido seleccionadas para la Sección Oficial, pro también destacamos otros títulos que tienen su estreno mundial en el festival, y que sin duda tendrán resonancia en los próximos meses.

COMPETICIÓN OFICIAL

El camino que sigue la directora Liliana Torres en el cine pasa por la reconstrucción de su propia vida en formatos que mezclan realidad y ficción para tratar de encontrar respuestas, o al menos plantear preguntas en torno a las relaciones, ya sean familiares, como en su debut, ya sean sentimentales como en su última película, que presenta a competición en Black Nights. ¿Qué hicimos mal? (Liliana Torres, 2021), que cuenta con producción de Isabel Coixet, es un ejercicio de metacine en el que la directora se interpreta a sí misma como directora de una investigación en torno a las relaciones que ha mantenido con sus anteriores parejas. Mientras asistimos al declive de su relación actual (se hace previsible que su actual pareja, David (Xúlio Abonjo), acabará también siendo entrevistado), se intercalan esas tres entrevistas en las que trata de encontrar la certeza de qué fue lo que falló en la relación. Estas entrevistas están basadas en conversaciones reales que Liliana Torres mantuvo con ex-parejas reales pero solo Kirian Quincoces se interpreta a sí mismo, mientras los otros dos están interpretados por actores, lo cual se hace demasiado patente.


Se podría decir que esta película es una especie de prolongación a la inversa de Family tour (Liliana Torres, 2013), una historia que también era una docu-ficción sobre su reencuentro con su familia después de varios años en el extranjero. Pero si en aquella su propia familia se interpretaba a sí misma pero su personaje estaba encarnado por una actriz, en ¿Qué hicimos mal? es ella la que se interpreta a sí misma mientras el resto de personajes están representados por actores. Hay una intención de enfatizar el carácter personal de esta búsqueda sobre las relaciones de pareja, o mejor dicho sobre las debilidades de las relaciones de pareja. Tras su última entrevista con un ex-novio en México, Lili escribe en su móvil una nota recordatoria: "Amar es permanecer". Lo cual no está claro si es su propia conclusión sobre este proceso de indagación o una simple reflexión que deja un interrogante.

Esta representación de la realidad, de su propia realidad, no consigue transmitir materialidad, sobre todo porque no termina de funcionar como elemento introspectivo, ni siquiera en la propia protagonista, que al fin y al cabo es la que más se expone emocionalmente en la película. Las entrevistas con sus ex-novios, al margen de parecer más construidas de lo que deberían, parecen un simple elemento superficial, incapaz de profundizar en la expresión de los sentimientos. Se establece un carácter representativo de la realidad que además carece de fortaleza, porque es todo demasiado amable, demasiado educado, demasiado ficticio. Resulta curioso cómo puede llegar a ser tan irreal una conversación que está extraída de la realidad. En este sentido, funcionan mejor las escenas con su pareja actual, el proceso de monotonía y hartazgo de una relación en la que la inestabilidad profesional provoca también una desestabilización personal, lo  que ofrece una mejor respuesta a la pregunta del título. El resto es un intento fallido de reconstrucción de la verdad sin que ésta aparezca por ninguna parte. 

La otra película española que participa en la Sección Oficial del Festival de Tallin es Las gentiles (Santi Amodeo, 2021), que supone el regreso del director sevillano a un cine pequeño, casi con textura de cortometraje y actrices debutantes que recuerda a sus primeras películas como El factor Pilgrim (Santi Amodeo, Alberto Rodríguez, 2000), incluso con el rodaje en super 16mm, un regreso al estilo de cine amateur que marcó aquella película. En esta ocasión nos introduce en un coming-of-age protagonizado por Ana (África de la Cruz) y la obsesión que tiene por su amiga Corrales (Paula Díaz), una compañera de clase que está continuamente fantaseando con la idea de quitarse la vida. La película aborda de esta forma el tema del suicidio en el entorno juvenil, esa fantasía romántica de acabar con la vida en plena juventud, aumentada por la retroalimentación de las redes sociales en las que las protagonistas crean perfiles falsos ea través de los cuales ellas mismas interpretan a dos jóvenes ficticias que vuelcan sus reflexiones en torno a la muerte y la visibilidad de su supuesto acto de rebeldía. 


La narrativa sigue el camino habitual del cine de Santi Amodeo (y en general de aquel grupo de cineastas que surgieron en Sevilla a finales de los noventa, marcando un punto de inflexión en el cine hecho en Andalucía, entre los que también participan en la película el director de fotografía Álex Catalán o el sonidista Daniel de Zayas). La voz en off de Ana describe sus pensamientos y su forma de enfrentarse a la realidad, en medio de juegos imaginativos que se reproducen mediante animaciones con fotografías que publica en sus redes sociales. Es una juventud cansada y aburrida, a pesar de su corta edad, influenciada por las reciprocidades que reciben a través de sus móviles. De alguna manera, parece que encuentran mayor comprensión a su situación que respuestas más lógicas, imbuidas en esa especie de burbujas que se generan en las redes sociales, y en las que el contacto con la realidad queda disipado. Pero esa falsa construcción de unas vidas irreales va contagiando lentamente las propias vidas de las protagonistas.

Santi Amodeo y Rafael Cobos, co-guionistas de la película, no encuentran sin embargo la naturalidad de las palabras, por otra parte recitadas más que interpretadas por las actrices. En vez de construir un lenguaje idóneo para los personajes, parece que son los personajes los que hablan desde el punto de vista del director, lo que se refleja en algunas referencias cinematográficas más verosímiles en una persona madura que en una adolescente, o en la propia reflexión sobre las redes sociales que se nos antoja algo distante y anacrónica. La vuelta de tuerca en el tercer acto parece, por mucho que el director manifieste que se ha basado en historias reales, un giro más tendente a sorprender al espectador que una consecuencia lógica de los hechos que se narran, porque no hay elementos a lo largo de la película que conduzcan a esta conclusión. Las gentiles habla de las falsedades sin encontrar una forma de resultar en sí misma su propia verdad. 

COMPETICIÓN ÓPERA PRIMA

En un año en el que el género musical parece haber resucitado, prácticamente cada festival de cine tiene su propia película musical, desde que en Cannes triunfara Annette (Leos Carax, 2020) con el Premio al Mejor Director. En este caso se trata de la producción británica The score (Malachy Smith, 2021), debut del director y guionista, que fue uno de los rodajes interrumpidos en el mes de marzo del año pasado debido a la pandemia del coronavirus, hasta que pudieron retomarlo en el mes de agosto. De hecho, el enfoque de un solo escenario y unos pocos personajes parece realmente el de una de esas producciones-covid que se fueron desarrollando a lo largo de 2020. La película comienza mostrando decididamente su planteamiento musical cuando la primera escena muestra un montaje en el que los propios actores cantan una de las canciones compuestas por Johnny Flynn, actor y músico británico que, tras su descalabro dando vida a David Bowie en Stardust (Gabriel Range, 2020), regresa al género. 


Pero The score no se puede considerar exactamente como un musical, sino más bien como una historia criminal en la que los personajes cantan de vez en cuando. Lo cual ya de por sí es un planteamiento singular. Los protagonistas son dos delincuentes de poca monta, Troy (Will Pouter, al que recientemente hemos podido ver en la serie Dopesick (Disney+, 2021-)) y Mike (Johnny Flynn) que se dirigen a un bar de carretera para esperar una entrega que les cambiará la vida. El título de la película hace referencia a este "score", esa palabra que en inglés tiene numerosas acepciones, pero que principalmente se refiere a un momento determinado que es trascendental: marcar en el terreno deportivo, conseguir una calificación... pero también score se refiere a música, a la banda sonora de una película se la denomina score, y encuentra en este doble sentido la justificación de la introducción de canciones en la narración. 

En la cafetería, Troy, hermano del mejor amigo de Mike, que está en la cárcel, siente una inmediata atracción por la camarera Gloria (Naomi Ackie). Y a partir de ese momento la película se desarrolla entre conversaciones más o menos profundas sobre la vida, el amor y el sentido de permanencia. Los clientes entran y salen del bar dejando cada uno cierta impronta reflexiva, especialmente destacable en el caso de un fotógrafo (Lucian Msamati) que pretende capturar el rostro de Troy. Cuando éste le pregunta cuánto le va a pagar por sacarle la foto, el otro responde: "Deberías pagarme tú a mí. Voy a hacerte inmortal". Y en cierta manera este es el eje sobre el que gira buena parte de la historia. La importancia de "marcar" un cambio en la trayectoria de unas vidas que no parecen tener un futuro demasiado claro, ya sea a través de una buena cantidad de dinero proveniente de un robo, ya sea dejándose llevar por los sentimientos hacia un horizonte desconocido. Las canciones funcionan como reflexiones internas de los personajes, pensamientos introspectivos que son expresados a través de la música compuesta por Johnny Flynn que, aunque no es especialmente destacable, tiene el estilo particular del artista. Pero encajan adecuadamente  en un guión en el que los diálogos a veces resultan demasiado acartonados, en un intento por decir cosas trascendentales sin que realmente lo consiga. Pero en su condición de propuesta diferente, arriesgada y hasta provocativa, The score encuentra un espacio destacado en esta epidemia de musicales que nos está llegando este año. 

REBELS WITH A CAUSE

La sección "Rebeldes con causa" ofrece una selección de largometrajes y cortometrajes que proponen una perspectiva diferente y una narración innovadora. Aunque ciertamente no cumple exactamente estas características la película peruana Tiempos futuros (V. Checa, 2021) que se presenta en estreno mundial, porque su forma de narración no es estrictamente novedosa a pesar de que construye un entorno que delimita con la ciencia-ficción. Inspirada al parecer en el propio padre del cineasta, la historia se centra en Teo (Lorenzo Molina), un niño que vive en un piso alto de un bloque de edificios junto a su padre Luis (Fernando Bacilio), un electricista que ha dejado su trabajo para dedicarse a un empeño casi enajenado: construir una máquina que provoque un diluvio sobre Lima, una ciudad en la que nunca llueve. Se dice que si lloviera habría una gran inundación, pero para Luis esto sería un mal menor comparado con los beneficios. "El agua se acabará yendo, pero limpiará todos los males". Esta búsqueda de la lluvia es en parte un intento de llevar la purificación a una metrópoli que se nos presenta oscura y malsana. 


Teo ha sustituido a su padre en su trabajo de mantenimiento en una discoteca, pero la necesidad de evitar un embargo le lleva a aceptar trabajos junto a una banda de criminales que colocan cámaras de vigilancia en el interior de las viviendas. El director utiliza un lenguaje minimalista, marcado por los silencios que también subrayan en algunos momentos el sentido del humor presente en la película. Hay una construcción de un entorno distópico que no está marcado por un tiempo o un espacio determinado. La ciudad parece un monstruo que ahoga a sus habitantes, envuelta en una oscuridad que no solo está presente en ese edificio tétrico sino que también envuelve el exterior. Teo se mueve junto a la banda de jóvenes criminales principalmente por la noche, sometiendo a vigilancia a sus víctimas. Pero sobre todo es interesante la relación con su padre, que funciona en sentido inverso a la supuesta normalidad: es Teo el que se preocupa en mantener el equilibrio vital, el que resuelve los problemas cotidianos mientras su padre se dedica a solventar los fallos técnicos de una máquina que seguramente nunca funcionará. Hay talento en la construcción de este mundo realista que sin embargo parece de ciencia-ficción, de esta humanidad sombría y nocturna en la que los sueños utópicos, sin embargo, aún encuentran un espacio. Tiempos futuros cuenta con la participación del productor español David Matamoros, responsable de Zentropa Spain.  

CURRENT WAVES

En esta sección Tallinn Black Nights Film Festival ofrece una retrospectiva de películas destacadas que han pasado por otros festivales de cine, entre las que se encuentra la producción islandesa Quake (Tinna Hrafnsdóttir, 2021), que fue seleccionada como una de las cintas destacadas para la industria en el Festival de Toronto, pero que tiene su estreno mundial en Tallin. La protagonista es Saga (Anita Briem), una madre separada de su marido que sufre un ataque de epilepsia mientras jugaba con su hijo de cinco años en un parque, y cuando se despierta descubre que éste ha desaparecido. La convulsión, el "terremoto" del título, no solo ha sido física sino sobre todo psicológica, provocando la pérdida de fragmentos de su memoria, lo que la sitúa en una situación compleja en la que ella no es realmente consciente de los límites entre los recuerdos y la realidad, entre el subconsciente y su propia enfermedad. La historia está basada en el libro Grand Mal (2015) de la autora islandesa Auđur Jónsdóttir, una de las escritoras más reconocidas en su país, aunque reside en Barcelona. Adaptada por la propia directora, la actriz Tinna Hrafnsdóttir que debuta tras las cámaras pero también se reserva el personaje de Johanna, la hermana de la protagonista, la película explora con elegancia esa búsqueda del pasado olvidado que marca este despertar a la consciencia del personaje principal.

© Lilja Jónsdóttir

Es inteligente la utilización de los resortes del thriller psicológico para mostrar este proceso. Saga se siente continuamente sobreprotectora con su hijo, especialmente cuando su ex-marido Begur (Sveinn Geirsson), del que descubre que está divorciada pero no recuerda qué les llevó a la separación, decide mantener a su hijo común con él hasta que Saga consiga estabilidad en su enfermedad epiléptica. Los flashbacks que aparecen en la memoria del personaje principal, así como algunos hechos extraños como la desaparición de su madre (Edda Björgvinsdóttir) durante varios dias que se produce una vez al año, van tejiendo una trama de misterio que rodea a la historia, creando cierto suspense en su desarrollo. Pero sobre todo hay una reflexión sobre cómo el subconsciente se convierte en instrumento de sanación, especialmente cuando el doctor que atiende a Saga afirma que sus convulsiones no tienen un origen físico, sino psicológico. Por tanto, para curar su enfermedad necesita encontrar la verdad sobre un pasado en el que su propia familia parece tener secretos. 

Quake es una película rotunda en su descripción psicológica, que se sostiene sobre todo en  el espléndido trabajo de la actriz Anita Briem, a la que hemos visto recientemente en la serie The Minister (Movistar+, 2020-), que compone a la perfección ese estado de continua zozobra mental de la protagonista. Y se envuelve en un trabajo de fotografía notable de Tómas Örn Tómasson que de alguna manera funciona como reflejo de su propio desarrollo psicológico, a través de la utilización de colores primarios como el rojo en contraste con el blanco del paisaje islandés. Es un thriller psicológico preciso y acertado que camina en un equilibrio constante a través de los resortes de la memoria. 


¿Qué hicimos mal? se estrena en cines el 10 de diciembre. 

Family Tour se puede ver en Filmin y Prime Video. 
El factor Pilgrim se puede ver en FlixOlé y Movistar+. 


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