Aunque los estrenos de series de producción española suelen ser escasos en los meses de verano, hablamos en esta tercera crónica de la producción propia de algunas de las series más destacadas que han llegado a las televisiones o plataformas en estos últimos meses, a pesar de que el nivel medio de calidad ha sido más que discutible. Los siguientes comentarios se basan exclusivamente en el visionado de las temporadas completas y pueden contener información relevante sobre sus argumentos.
Que el director de Paraíso (Movistar+, 2021-) se defienda constantemente de las comparaciones con Stranger things (Netflix, 2016-) no es buena señal, porque los parecidos son más que razonables. Hace diez años se estrenó la película Super 8 (J.J. Abrams, 2011), que está considerada como el inicio de la recuperación retro del cine de aventuras y misterio que se reflejaba en las décadas de los ochenta y noventa. De hecho, Paraíso pretende tomar el relevo de estas producciones nostálgicas que nos llegan desde Hollywood, pero trasladadas a los recuerdos adolescentes de la España de los años noventa, concretamente el año 1992, aunque tampoco hay demasiado pudor en hacer referencias anacrónicas, como cuando se menciona el próximo estreno de Terminator 2: El juicio final (James Cameron, 1991).
Lo peor de Paraíso no es que se parezca más o menos a Stranger things, sino que su engranaje nostálgico no funciona bien, por mucho que en los primeros episodios no dejen de introducirse canciones de Mecano y OBK para conseguir la conexión con los personajes. Y su narrativa de misterio es un batiburrillo de referencias/copias que tampoco logra encontrar el equilibrio entre el objetivo de captar al espectador adolescente y al mismo tiempo a un público más adulto, más nostálgico. Al principio, da la impresión de que la serie pretende caminar hacia el terreno del cine de fantasmas, pero conforme se desarrolla la historia queda claro que el hecho de que los protagonistas sean fantasmas no es más que una excusa para hacer que un grupo de adolescentes se desplacen por un pueblo sin tener que dar explicaciones. La investigación tiene que ver con la desaparición de tres niñas la noche en la que fueron a una discoteca, una referencia al Crimen de Alcácer que se produjo precisamente en 1992, pero que es solo un punto de partida algo oportunista y macabro, porque en su desarrollo se aleja de la historia.
Otro de los principales problemas de la serie es que el guión parece construido como soporte y no como punto inicial a partir del cual se introducen los elementos visuales. Hay muchas escenas que parecen escritas para ayudar a que el trabajo de dirección se luzca, en vez de contribuir a que la construcción narrativa avance. Quizás el problema surge precisamente del hecho de que el director Fernando González Molina sea uno de los creadores de la serie, junto a David Oliva y Ruth García, que son dos profesionales habituales del mundo de la televisión. No se sabe bien si la serie se toma demasiado en serio a sí misma como producto de ciencia-ficción que, sin embargo, está lastrada por una falta absoluta de coherencia, o por el contrario se autoparodia, como cuando en El balneario (T1E7) introduce un tema flamenco en una secuencia de acción.
Desde el punto de vista de la producción, la serie cuenta con un respaldo importante, a través de la propia Movistar+ y de la productora Globomedia (The Mediapro Studio), que seguramente es lo que ha propiciado su continuidad en una segunda temporada sin esperar al resultado de las críticas y las audiencias.
Una de las producciones estrella de TNT para este año ha sido la serie Maricón perdido (TNT, 2021-), una producción de El Terrat (The Mediapro Studio) que también realiza un ejercicio de nostalgia a través de la experiencia vital de Bob Pop, uno de los habituales colaboradores de la productora. De alguna forma, se siente como deudora del éxito de Veneno (Atresmedia, 2020-), porque también tiene ese enfoque retro relacionado con la aceptación de la identidad en una sociedad española que abrazaba la etapa democrática manteniendo todavía actitudes del pasado. Bob Pop, nacido en 1971, es uno de los hijos de esa España moderna, vivió buena parte de la movida madrileña y encontró un espacio para trasladar a la literatura sus propias vivencias.
En Maricón perdido el ejercicio es parecido al que ha realizado en sus novelas. Uno de los episodios, Manso (T1E4) está dedicado precisamente al que fue su primer libro, Mansos (2010, Caballo de Troya), que aún firmaba como Roberto Enríquez. Este ensayo en el que reflexionaba sobre la condición humana desde una anécdota ocurrida en una sauna ha sido recientemente reeditado por Alfaguara, y es una muestra clara del trabajo personal que el autor plantea en su obra literaria, en parte trasladada a la propia serie. Maricón perdido es una propuesta muy personal, que busca en las formas más que en el contenido un camino particular para contar una trayectoria vital que está envuelta en buenas dosis de fantasía. En este sentido, la aparición de Bob Pop en No llores por mí (T1E1) o el cierre en torno a una mesa con Andreu Buenafuente, Berto Romero y Pedro Almodóvar en Recuerda (T1E6) marcan esta condición de autorretrato audiovisual construido desde las entrañas.
Pero este intento por crear un estilo personal acaba resultando demasiado artificial y, sobre todo, muy pretencioso, especialmente cuando en realidad acaba cayendo en los tópicos de la representación de la comunidad gay burguesa. Sin una construcción narrativa precisa, como una especie de retazos de momentos de su infancia y su juventud, Maricón perdido se formula como el reflejo de una vida marcada por el rechazo y los tropiezos, y se desarrolla en tres líneas temporales que se entrecruzan: Bob Pop niño (Gabriel Sánchez), que transcurre en un entorno de homofobia juvenil; Bob Pop adulto (Carlos González), que muestra la aceptación de la identidad en un entorno que parece menos desafiante pero esconde todavía el rechazo; y Bob Pop como él mismo, que de alguna manera establece una conexión que no era necesaria con el presente.
Esta construcción desordenada a veces ha creado grandes narrativas, como en la magnífica película Léolo (Jean-Claude Lauzon, 1992), que se nos viene a la memoria viendo el trabajo de reconstrucción de los recuerdos en Maricón perdido. Pero resulta demasiado autoconsciente, como en las referencias literarias o musicales, en la representación sin rostro del padre o en esa necesidad de ser "bendecido" por Pedro Almodóvar al final de Recuerda (T1E6). Los jóvenes actores que interpretan a Bob Pop hacen un trabajo espléndido, no así Candela Peña, que no evita, o no puede evitar, caer en la caricatura. Maricón perdido es un recorrido personal que sin embargo parece querer ser contemplado desde la distancia, más que invitar al espectador a ser un compañero de viaje.
Siendo uno de los estrenos más destacados de la última parte de 2020 en cuanto a producciones de ficción españolas, El Cid (Prime Video, 2020-) ofrece en dos temporadas una aproximación a una de las figuras más mitificadas de la historia y la literatura de nuestro país, sobre la que su condición de figura al mismo tiempo real y en buena parte ficticia, ha propiciado que sea uno de los personajes sobre los que se han construido visiones más controvertidas, como representante de la Reconquista española y los conflictos entre los diferentes reinos. El Cantar de mio Cid (c. 1200) es la obra que comenzó a forjar la leyenda, entre ficción y realidad, sobre Rodrigo Díaz de Vivar, aunque comprende principalmente su última etapa, desde su destierro hasta su muerte. La serie, en todo caso, no recorre esta parte de su vida, sino sus inicios como escudero, en la primera temporada, y su lucha junto al rey de Castilla, en la segunda temporada. Su inspiración estaría más en los poemas de Mocedades de Rodrigo (c. 1360), una obra posterior que resumía la vida temprana de El Cid.
La serie es una mezcla de hechos históricos que rodearon a la vida de El Cid con personajes ficticios creados para componer un entramado de conspiraciones palaciegas que finalmente son las que predominan. Y ciertamente la situación de los diferentes reinos de de España, divididos entre los hijos del rey Fernando I de León, y las luchas fratricidas que provocó convierten al territorio español en una especie de Juego de tronos (HBO, 2011-2019). Por eso esta segunda temporada que se estrenó en julio resulta mucho más lograda que la primera, en la que se trataba de establecer un entorno de intrigas que desembocaron en la muerte del rey. La nueva tanda de cinco episodios establece ya un marco de conflictos entre hermanos que en cierta manera hacen palidecer al propio personaje principal, convertido en una especie de secundario en su propia serie, donde lo que realmente destaca es el enfrentamiento entre Urraca (Alicia Sanz) y Sancho (Francisco Ortiz), impulsado por la buena composición de personajes que realizan sus dos intérpretes. El personaje de Urraca sufrió, al igual que Rodrigo Díaz, la influencia de las ficciones en torno a él, pero mientras que en El Cid fue para mitificarlo, en el de Urraca fue para restarle importancia, según los cánones de la visión patriarcal de la Historia.
En este sentido, la serie se beneficia de la posibilidad de dar al personaje de Urraca su verdadera posición influyente, su rebelión en contra de la imposibilidad de gobernar por el hecho de ser mujer y su compleja personalidad (aunque al final temas como el incesto están escasamente desarrollados). La segunda temporada asume su condición de ficción histórica para construir una trama mejor urdida que la anterior, más centrada en algunos momentos épicos como las batallas entre los reinos de Castilla y Galicia o el sitio de Zamora, y resuelve con verosimilitud estos enfrentamientos, aportando más ritmo a la acción. Hay notables flaquezas en el desarrollo de la historia, cierta tendencia a unos diálogos que a veces no se sabe si quieren ser clásicos o pretenden ser modernos, y tramas que quedan colgadas sin resolverse, pero el conjunto, visto como una ficción histórica, resulta bastante solvente, aunque Jaime Lorente no termina de convencer en su encarnación de El Cid.
Estrenada el pasado mes de octubre en la plataforma VIX, La treintena (Mireia Noguera, 2020) está protagonizada por cuatro amigas que abordan la treintalescencia con las dudas y las inseguridades habituales, pero en el contexto del confinamiento provocado por el coronavirus, lo que provoca que sus interacciones y sus encuentros sean siempre a través de una pantalla de ordenador o de móvil. VIX es una plataforma digital de contenido audiovisual gratuito pero cuyo catálogo está principalmente formado por series y películas de escasa difusión. La serie de seis episodios de unos 15 minutos cada uno, ha sido creada por Marta Vives, una de las actrices protagonistas, junto a la directora Mireina Nogueras, que ha dirigido cortometrajes como Centrifugado (2017) y Nunca te dejé sola (2019), y se ha estrenado dentro de la programación del Atlàntida Film Fest.
La treintena tiene como virtud el hecho de que utiliza el confinamiento como contexto, pero nunca como un elemento fundamental en las conversaciones de las protagonistas, aunque en algún caso hay consecuencias en la vida laboral de alguna de ellas. Pero esta intencionalidad de no establecer una narración que esté directamente relacionada con la pandemia hace que la historia sea más atemporal y más fresca, menos encorsetada en su planteamiento que otras propuestas pandémicas como Besos al aire (Disney+, 2021). La propuesta pasa por ser una comedia algo pija en la que los personajes de Sonia (Paula Malia), Camila (Marta Vives), Susana (Mireia Oriol) y Patri (Marta Castellote) afrontan una especie de catarsis existencialista a sus treinta años, marcada por ese estado de aislamiento que provoca el confinamiento, y que de alguna manera intensifica ese sentimiento de inseguridad. Las figuras masculinas solo están representadas por Dani (David Solans) y Charlie (Oriol Vila), los novios de dos de estas amigas, pero su función no es liberadora, sino todo lo contrario.
Los diálogos entre las protagonistas están bien escritos, reflejando sentimientos femeninos realistas y cercanos, aunque este retrato de personajes con una cierta estabilidad económica limita las posibilidades de identificación con el espectador. Cada episodio introduce algunas invitadas especiales, desde Silvia Abril hasta Samanta Villar o La Terremoto de Alcorcón, pasando por José Corbacho, que sirven como introducción, pero que no aportan nada especialmente destacado a la narración. La serie está producida por ESPotlight, una incubadora de contenidos que pertenece a la agencia de cásting Alter Ego Talent House, que de hecho es la que representa a la mayor parte de las actrices protagonistas e invitadas de la serie. También participa Legendary Global, división internacional de la prestigiosa productora norteamericana Legendary Entertainment.
En 2015 Atresmedia lanzó la plataforma Flooxer, con la que pretendía llegar a un público joven al que no había conseguido captar con sus contenidos habituales. Y aunque desarrolló algunos contenidos de producción propia que tenían este perfil más juvenil, la única serie que logró destacar fue Paquita Salas (Flooxer, 2016-), que tras su éxito inmediatamente abandonó la escasa resonancia que le daba la plataforma para incorporarse al canal Neox, y en 2017 fue adquirida por Netflix, desapareciendo de Flooxer. Los cambios que han tenido lugar en el panorama audiovisual español, con una progresiva mayor atención a los canales digitales, no beneficiaron precisamente a Flooxer, cuyos contenidos finalmente fueron integrados en el más ambicioso proyecto de ATRESplayer, la plataforma que aglutina todas las producciones del grupo Atresmedia.
Pero Flooxer ha seguido produciendo contenidos como parte integrante de ATRESplayer, algunos con cierta repercusión como Comando Squad (Flooxer, 2018-) un game show de terror protagonizado por influencers que estrenó en julio su cuarta temporada: Rabia. La maldición del lejano Oeste. Otro de los estrenos recientes ha sido La reina del pueblo (Flooxer, 2021-), un proyecto que nació como idea original de Víctor Santos pero que está desarrollado por Raúl Navarro para LACOproductora, una compañía nacida en 2018 con Jorge Pezzi y José Miguel Contreras como fundadores. José Miguel Contreras fue, junto a Emilio Aragón, Andrés Varela Entrecanales, Manuel Valdavia y Daniel Écija, uno de los fundadores de Globomedia, y sería uno de los últimos que abandonó la empresa tras ser adquirida por el Grupo Imagina, perteneciente a Mediapro. LACOproductora se ha visto envuelta recientemente en la polémica de la cancelación del programa Las cosas claras (TVE, 2020-), que estaba producido por José Miguel Contreras, aunque LACOproductora se ha beneficiado de la externalización de contenidos promovida en los últimos meses en la cadena pública.
Raúl Navarro estrenó recientemente la segunda temporada de El vecino (Netflix, 2019-), que ha sido finalmente cancelada, y es productor de El condensador de fluzo (La 2, 2021) pero en La reina del pueblo ejerce también como director de todos los episodios. Ambientada en unas fiestas populares de un pequeño pueblo, la historia se centra en una serie de personajes más o menos esperpénticos que de alguna manera reinterpretan los tópicos de las fiestas populares actualizando los temas y sus protagonistas. El problema es que el sentido del humor característico de Raúl Navarro, que ya resultaba poco atractivo y demasiado mentecato en El vecino, vuelve a surgir en las tramas de esta serie, con personajes absurdos como Estrella Bernal (Melanie Olivares). En realidad, la pretendida modernidad de los guiones no es tal, porque el retrato que propone de algunos personajes como Javi (Omar Banana), contiene todos los tópicos sobre la representación de la homosexualidad que se hacía en la época de los hermanos Ozores. Al menos, hay que decir que la química entre los personajes funciona mejor que la antiquímica que veíamos entre Quim Gutiérrez y Clara Lago en El vecino, especialmente entre el grupo de amigas, encabezado por Inma (Lucía Caraballo), que establece una especie de relación natural y desinhibida que tiene como principal referencia a las protagonistas de la serie Betty (HBO, 2020-). Pero el resultado es pobre, torpe y escaso de humor, aunque la serie podría tener una segunda temporada y un spin-off protagonizado por el personaje de Melani Olivares.
La sangría de abonados que está sufriendo Movistar+ en los últimos meses (perdió más de 40.000 espectadores en el primer trimestre de 2021) seguramente es la razón por la que la plataforma ha ralentizado su ritmo de producción propia, con cancelaciones tan sonadas como las de Antidisturbios (Movistar+, 2020) y Reyes de la noche (Movistar+, 2021), que en principio parecen producciones que han tenido una cierta repercusión, pero cuyo coste de producción no parece adecuado para una plataforma que pierde clientes cada mes, bajando de los 4 millones de abonados en diciembre de 2020, la cifra más baja desde 2017. La incorporación de canales como DAZN en el terreno deportivo, pero también de otras plataformas integradas como Disney+ y Netflix parecen indicar una tendencia de Telefónica hacia la conversión de Movistar+ en un agregador de contenidos, como indicaba recientemente El Confidencial. La estrategia de Telefónica pasaría por convertirse en lo que ellos denominan un "Google de contenidos", con la integración de más plataformas como Prime Video, evitando así la sangría de clientes. Pero esto también significa que la apuesta decisiva por la producción propia que había iniciado hace unos años parece haberse estancado.
También influye el hecho de que algunos de sus recientes estrenos no han tenido la repercusión que se esperaba. Es el caso de Supernormal (Movistar+, 2021-), una comedia dirigida por Emilio Martínez Lázaro. Rodada como si se tratara de un falso documental, la historia sigue a Patricia (Miren Ibarguren), una ejecutiva bancaria que debe alternar su vida profesional con su labor como madre, aunque en este sentido tiene una evidente falta de acierto, con la necesidad de apoyarse continuamente en su marido Alfonso (Diego Martín), ante la incapacidad para mantener en su vida privada el equilibrio que consigue en su labor profesional. La serie se beneficia de un buen plantel de actrices y actores, entre los que destaca especialmente el personaje de Marisol (Gracia Olayo), la secretaria de Patricia que es quien verdaderamente consigue elevar el tono cómico de un guión escrito por Olatz Arroyo y Marta Sánchez. Pero finalmente no sabemos hacia dónde nos lleva la historia y solo en determinados episodios tipo enredo como Jack Smith (T1E4) consigue una cierta coherencia formal.
Eso a pesar de la participación de Emilio Martínez Lázaro, un reconocido director de comedias al que se deben éxitos cinematográficos como Amo tu cama rica (Emilio Martínez Lázaro, 1992), Carreteras secundarias (Emilio Martínez Lázaro, 1997), El otro lado de la cama (Emilio Martínez Lázaro, 2002) o el fenómeno conseguido por Ocho apellidos vascos ((Emilio Martínez Lázaro, 2014), que fue precisamente el referente principal de la serie Allí abajo (Antena3, 2015-2019), en la que trabajaron como guionistas las creadoras de Supernormal. Pero al director se le nota en este caso algo errático, incapaz de encontrar el tono de humor adecuado y el equilibrio entre la comedia y la crónica social sobre los sacrificios que tienen que hacer las mujeres para alcanzar un puesto importante en el escalafón empresarial.
La serie está producida por Secuoya Estudios, la división de producción propia del Grupo de Comunicación Secuoya que ha iniciado en los últimos años una ambiciosa incursión en el terreno audiovisual, coproduciendo con Álamo Producciones, la productora de Eduardo Campoy, películas de espíritu comercial como Hasta que la boda nos separe (Dani de la Orden, 2020) y que tiene previstos estrenos como Mamá o papá (Dani de la Orden, 2021), Con quién viajas (Hugo Martín Cuervo, 2021) o Solo una vez (Guillermo Ríos Bordón, 2021). Grupo Secuoya también prepara series como la adaptación de la novela gráfica La mala leche (2020, Ed Planeta), escrita por Henar Álvarez e ilustrada por Ana Müshell.
Paraíso, Maricón perdido y Supernormal se pueden ver en Movistar+.
El Cid se puede ver en Prime Video.
La treintena se puede ver hasta el 26 de agosto en Filmin.
La reina del pueblo se puede ver en ATRESplayer.
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