02 agosto, 2021

Atlàntida FF 2021 - Parte 3: Depredadores

Con la presencia de dos grandes nombres de la escena y la pantalla británicas, el director Stephen Frears y la actriz Judi Dench, se clausuró ayer el Atlàntida Film Fest en su formato presencial, aunque en la versión online parte de su programación se puede seguir viendo hasta el 26 de agosto en la plataforma Filmin. El festival consigue así dar un paso adelante aunque sea en una edición que todavía ha estado rodeada por las restricciones de la quinta ola de una pandemia que aún tardará en desaparecer. 

Dentro de la selección de películas hay una especial atención por los temas sociales, aquellos que nos descubren aspectos de nuestra sociedad que reflejan el lado más oscuro del ser humano: la mentira, la corrupción, el abuso... se convierten en etiquetas que rodean un entorno hostil. Pero lo que transmite mayor preocupación no es que existan mentirosos, abusadores o corruptos, sino la facilidad con la que éstos consiguen penetrar en la epidermis de la convivencia normal. La mayor parte de las películas que comentamos a continuación describen actos éticamente reprochables o directamente delictivos que se producen, sin embargo, gracias a la complicidad del silencio o de la tolerancia. 

GENERACIÓN

Esto es lo que ocurre con la exposición constante de los menores en las redes sociales y el contacto con adultos que utilizan el anonimato o la extorsión para cometer abusos de todo tipo. En el documental V síti (Atrapados en la red) (Barbora Chalupová, Vit Klusák, 2020), que fue seleccionado en CPH:DOX 2020 y recibió el premio al Mejor Documental y el Premio del Público de la Academia de Cine de Checoslovaquia, se plantea una puesta en escena ficticia que pretende exponer claramente esta realidad. Los directores realizan un casting entre chicas mayores de edad para seleccionar a tres de ellas con apariencia de menores, creando perfiles falsos en las principales redes sociales, en un escenario que representa tres habitaciones, elaborando un entorno realista para cazar a los posibles depredadores. Es un planteamiento en cierto modo manipulador, que busca la exposición más que la denuncia, porque los hombres que se pondrán en contacto con ellas son engañados con la edad de sus interlocutoras. 


Desde el principio, la mayor parte de las jóvenes que participan en el casting ya comentan que han recibido alguna vez proposiciones deshonestas a través de internet, lo cual ya resulta preocupante. Casi tanto como el hecho de que, un minuto después de subir los perfiles a la red de estas supuestas niñas, ya han recibido decenas de invitaciones de hombres. En este entorno de ficción realista, una especie de jaula para cazadores, lo más sorprendente es lo poco que nos sorprende lo que vemos en pantalla, las conversaciones aparentemente ingenuas con hombres mayores que rápidamente se convierten en proposiciones sexuales o la exhibición de penes que se muestran sin complejos frente a unos ojos inocentes. Hay en estos depredadores, que son evidentemente conscientes de que están cometido abuso, una serie de frases hechas con las que tratan de justificar sus actos: "No te obligo a nada", "Si a ti no te importa, a mi tampoco"... descargando la responsabilidad de su propio abuso en las víctimas. Uno de los momentos más tensos se produce cuando una de las componentes del equipo de rodaje, reconoce entre los depredadores a  un hombre que suele trabajar en campamentos de verano con adolescentes.

En este sentido, el documental que no es exactamente un documental, sino la grabación de un experimento que pretende ser sociológico, expone con franqueza y crudeza una realidad, que no es menos inquietante por más conocida, aunque sea construyendo un entorno ficticio. Algo parecido a lo que ya hizo uno de los directores en otro retrato perturbador, Deliborek. el youtuber nazi (Vit Klusák, 2017), que mostraba la vida cotidiana de un neonazi en la pequeña ciudad de Moravia. Al final de Atrapados en la red se comenta que las imágenes se han puesto a disposición de la policía para que inicien acciones legales, pero si las jóvenes son mayores de edad no se entiende qué delitos se han cometido. Precisamente son los cineastas los que tratan de evitar acciones legales tapando el rostro de estos depredadores, pero al mismo tiempo esas caras borrosas, en las que solo se ven los ojos y la boca, se convierten en una especie de máscara que provoca una sensación de monstruosidad. 

Hay dos aspectos que pueden ser discutibles en esta puesta en escena. Por un lado, el momento en el que una de las jóvenes habla con un chico de veinte años que no le hace ninguna proposición deshonesta, lo cual provoca que ella se emocione ante la falta de pretensiones oscuras en un ambiente en el que lo habitual es todo lo contrario. Se produce una especie de alivio generalizado cuando se encuentra a un interlocutor "limpio", incluso se "desenmascara" al joven, eliminando esa imagen borrosa, la imagen del monstruo. Pero no deja de ser perturbador el hecho de que un joven de veinte años haya establecido contacto con una desconocida que tiene solo doce años. También es discutible la escena en la que los cineastas confrontan a uno de los depredadores con la cámara, porque parece una especie de justicia personal que de hecho confirma que pocas acciones legales se pueden tomar. Dentro de esta exposición de la depravación humana que se plantea en la película, parece más una especie de concesión al espectador para que nos quedemos con la conciencia tranquila.

DOMESTIK

Presentada en la Sección Oficial del Festival de Sundance y en el Festival de Berlín 2021, la producción alemana Human factors (Ronny Trocker, 2021) nos introduce en el seno de una familia a través de un hecho traumático (el allanamiento de la casa de vacaciones por parte de unos desconocidos), que funciona como catalizador de la desestabilización, o más bien de la representación clara de los cimientos endebles de un matrimonio en crisis. Porque no queda claro si esta invasión, esta depredación del propio hogar, es real o fruto de la imaginación. Y para mostrarnos que la percepción es diferente según como cada persona la recibe, la historia se cuenta utilizando una estructura laberíntica, un puzzle en el que asistimos al mismo hecho desde los diferentes puntos de vista de sus protagonistas (incluso se adopta un punto de vista sorprendente). Human factors se revela como un drama familiar que está contado como si fuera un thriller, una incursión en las debilidades de las relaciones humanas que crea una envoltura formal intrincada. 


Pero este interés por la estructura no lineal es lo que también debilita la profundidad de la historia, porque impide desarrollar a los personajes lo suficiente como para sostener con eficacia el laberinto formal. La cámara acompaña en planos largos de seguimiento a cada uno de los miembros de la familia en su propia versión de los hechos que catalizan la crisis, pero se fragmenta en primeros planos cortos, en la revelación que se produce en el restaurante, desvelando así de forma clara la ruptura de la cohesión familiar. Se ha comparado a este debut del director de origen italiano Ronny Trocker con la frialdad inmersiva de Michael Haneke. Pero, aunque hay algunas ideas interesantes, el interés del director por la forma impide una mayor eficacia en la narración.  

CONTROVERSIA

La historia de Waleed Ahmed es una de esas que parece ficción en vez de realidad. Considerado como el "Mark Zuckerberg noruego" durante varios años, se codeó con las altas esferas de la industria y la política en Noruega hasta que se descubrió que su empresa tecnológica era un fraude y que la mayor parte de la información que proporcionó sobre su pasado era falsa. El documental Trust me (Emil Trier, 2021), explora esta historia contando con la participación del propio protagonista, que se encuentra cumpliendo condena en una cárcel federal de Estados Unidos (aunque solo por teléfono, porque las autoridades norteamericanas no permitieron al equipo de la película el acceso a la prisión). El director y su hermano Joachim Trier, más conocido internacionalmente por películas como Oslo, 31 de agosto (2011), El amor es más fuerte que las bombas (2015) o Thelma (2017), co-dirigieron el documental Der andre Munch (Emil Trier, Joachim Trier, 2018), pero en esta ocasión se trata de un trabajo en solitario que ha ido siguiendo la trayectoria de Waleed Ahmed desde que comenzó a ser conocido.

De origen paquistaní, llegó a Noruega cuando era pequeño junto a sus padres en una oleada de emigrantes en los años setenta, aunque él no parecía adaptarse bien al idioma y la nueva cultura. Sin embargo, comenzó a dar muestras de su tendencia al fraude cuando falsificó un certificado de admisión en un Instituto. Pero el salto a la fama se lo dio la promoción de una plataforma de recarga solar que se adhería al móvil, evitando así que éste se quedara sin batería. Este fue el principal producto de su nueva empresa tecnológica (aunque en realidad no lo había inventado él), y el que acabó abriéndole las puertas de las altas esferas empresariales de Oslo con tan solo 20 años. Y a partir de ese momento se inicia una carrera de fraudes que le llevó a hacerse pasar en Estados Unidos por el promotor exclusivo de Justin Bieber en los países escandinavos.


El documental entrevista a buena parte de los implicados, víctimas y mentores de Waleed Ahmed en su exitosa carrera, y poco a poco va descubriendo un perfil típico del defraudador que comete este tipo de engaños principalmente por una satisfacción personal, al margen de una motivación económica. Y aunque no se le cuestiona directamente, parece claro que es un tipo de defraudador que sabe que más tarde o más temprano va a ser descubierto. Su personalidad incluso le acabó perjudicando porque provocó una condena desproporcionada que deja en entredicho el sistema judicial norteamericano (está previsto que salga de la cárcel en febrero de 2022). 

Pero lo más sorprendente de esta historia no es la tendencia al fraude de su protagonista, y quizás hubiera sido interesante que el documental incidiera aún más en este aspecto, es que el primer gran fraude cometido por Waleed Ahmed se produjo gracias a la estulticia de los sectores empresariales y políticos de Noruega. Asumiendo en el documental un papel de víctimas, en realidad fueron causantes de la trayectoria exitosa basada en la mentira de Ahmed, desde el periodista de Aftenposten que publicó noticias sin corroborarlas, hasta el ex-Ministro de Industria, Trond Giske, que apoyó públicamente a la pequeña empresa tecnológica y su cargador solar sin ningún tipo de antecedentes. El defraudador encontró, por tanto, un camino sembrado de irresponsabilidades que le permitió acceder a encuentros empresariales de alto nivel e incluso a la propia familia real noruega. Lo que nos hace reflexionar sobre quién es más responsable.

También parece haber habido un déficit en las medidas de control del Consejo Europeo para evitar la red de corrupción que se originó desde la delegación de Azerbaiyán, que tenía como objetivo evitar que esta institución, cuyo cometido es defender los derechos humanos, aprobara una resolución que ponía de manifiesto la persecución a periodistas que llevó a cabo el gobierno de Ilham Aliyev. El descubrimiento de esta red de sobornos a delegados europeos de varios países fue cubierto por periódicos como The Guardian, pero en el documental The caviar connection (Benoit Bringer, 2021), que fue presentado en la Sección Deep Dive de Hot Docs 2021, se da a conocer a nivel cinematográfico. 


The Caviar connection se estrenó en el canal ARTE como docuserie formada por dos episodios de 52' cada uno, pero se ha distribuido también como un largometraje documental que mantiene la división en dos partes. La primera parte, Blinded by money (Cegados por el dinero), está dedicada a la periodista azerbaiyana Khadija Ismayilova, que fue encarcelada por denunciar la corrupción de Ilham Aliyev y su familia, y empieza a establecer las líneas principales de la estrategia de Azerbaiyán para evitar su consideración como país corrupto y dictatorial, persiguiendo la libertad de expresión con palizas y encarcelamientos a periodistas. Para ello, elaboró una red de sobornos que cambiaron radicalmente el sentido del voto de los delegados de países occidentales (entre ellos España), rechazando en 2013 el "Informe Strässer" sobre el reconocimiento de la existencia de presos políticos. 

El director francés Benoit Bringer fue uno de los periodistas que formaron parte del consorcio que dio a conocer los papeles de Panamá, por lo que tiene un amplio conocimiento en el terreno de la investigación. The Caviar connection es el nombre que se le dio a esta red de corrupción, debido a que se utilizaban como regalos e intercambios de favores la producción de caviar que sostiene parte de la economía de Azerbaiyán. La segunda parte, Bribery has no limits (El soborno no tiene límites), se detiene principalmente en el periodista y activista de los derechos humanos Emin Huseynov, que pidió asilo en la Embajada de Suiza para poder salir de Azerbaiyán. Un año después de que huyera, Rasim Alyiev, un periodista que le ayudó a escapar, sufrió una brutal paliza en la calle y murió días después en un hospital. El documental funciona bien como un auténtico thriller en el que se ponen de manifiesto las flaquezas de las instituciones europeas, lideradas por políticos asequibles a la corrupción. El  científico social austríaco Gerald Knaus, fundador del think tank European Stability Initiative, lanza una afirmación importante: "Si un país pequeño como Azerbaiyán puede llegar tan lejos, a saber qué podrían hacer los grandes gobiernos, las grandes autocracias que quieren debilitar nuestras reglas. Si no aprendemos a responder rápidamente, nos arriesgamos a que se pongan a la venta partes de nuestras instituciones democráticas. Y quienes están dispuestos a comprarlas no son amigos de la democracia". El Informe sobre Presos Políticos en Azerbaiyán fue finalmente aprobado por el Consejo Europeo, y el gobierno se vio obligado a liberar a 38 periodistas encarcelados el pasado mes de marzo, pero hay otros muchos que permanecen en prisión. 


Parte de la programación del Atlàntida Film Fest se puede ver en Filmin hasta el 26 de agosto. 

Deliborek. el youtuber nazi, Oslo, 31 de agostoEl amor es más fuerte que las bombas  y Thelma se puede ver en Filmin. 



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