Nuestra segunda crónica por la programación de Play-Doc. Festival de Cine Documental de Tui nos lleva en esta ocasión a parte de sus ciclos paralelos, que este año se pueden disfrutar a través de la plataforma Filmin. El festival ha acogido a lo largo de sus dieciséis años retorspectivas interesantes sobre nombres fundamentales del género, y en esta edición especial, híbrida entre presencial y online, se nos presenta un resumen de algunas joyas de cine documental que es interesante revisar, porque muchas de ellas no forman parte habitualmente del contenido más comercial de las plataformas. Por las diferentes ediciones de Play-Doc han pasado retrospectivas de cineastas como Humberto Mauro, Aloysio Raulino, Ozualdo Candeias, Dominic Gagnon, Lech Kowalski, Les Blank o Ross McElwee, todos ellos nombres propios del cine que capta la realidad. Y de ellos se incluyen en la edición online algunas píldoras de su trabajo, algunas muestras que sirven para despertar nuestro paladar cinéfilo e invitarnos a tratar de redescubrir su cine.
Humberto Mauro
Padre del cine brasileño, pionero y prolífico realizador de películas en los años 20 y 30, que desarrolló su carrera hasta los años 50. Y aunque su último largometraje fue Canto da saudade (1952), siguió realizando cortometrajes hasta el final de su vida. A Humberto Mauro se le debe un lenguaje cinematográfico muy característico del cine brasileño, pegado a la tierra, que está en sus películas de ficción, buena parte de su primera etapa como director, hasta que a partir de los años treinta se rinde al cine documental y realiza, aparte de largometrajes, unos 300 cortometrajes de muy diferentes temáticas, pero siempre con la mirada puesta en su país. Y aunque muchas de estas producciones correspondían al Instituto de Cine Educativo, cuyo objetivo era transmitir formación a los espectadores, se trata de una representación imprescindible del Brasil de la época. En la serie As Brasilianas (1945-1956), por ejemplo, se incluyen numerosas grabaciones de música folclórica realizadas a lo largo de diez años.
El actor André Di Mauro, uno de los intérpretes más populares del cine y la televisión de Brasil, al que hemos visto en películas como Tropa de élite (José Padilha, 2007), es sobrino-nieto del director, y ha dirigido recientemente el documental Humberto Mauro (André Di Mauro, 2018), un homenaje al cineasta que se construye en base a las imágenes de sus películas. No se trata de un acercamiento tradicional, con entrevistas e imágenes de archivo, sino que realiza una mezcla singular entre poéticos fragmentos de su cine y momentos en los que le vemos, ya anciano, con su pequeña cámara realizando grabaciones. Aunque disperso en su ejecución, el documental que fue presentado en la Mostra de Venecia 2018, se sirve de la música y también de fragmentos de entrevistas con Humberto Mauro para realizar un retrato que tiene más que ver con los sentidos que con la simple descripción de su vida. Es una apuesta arriesgada, que no resulta del todo equilibrada, pero que propone una mirada cinéfila singular y absorbente.
Ozualdo Candeias
Otro de los nombres fundamentales del cine brasileño, cuya filmografía se desarrolla entre los años 60 y 80, y que cuenta con un lenguaje narrativo muy personal, en el que no están claras las fronteras entre la ficción y el documental. Podríamos catalogarla como una especie de documental ficcionado, una escenificación de la realidad. Ozualdo Candeias, que era director, guionista, montador y cámara en muchas de sus películas, y a veces aparecía también en escena, provenía de una familia de agricultores y desempeñó diversos trabajos antes de dedicarse al cine. Fue taxista, camionero, oficinista, agricultor, obrero... Estas vivencias personales le llevan a convertirse en uno de los más claros transmisores de la sociedad brasileña. Por ejemplo, uno de sus títulos más conocidos, A opção ou As Rosas da estrada (Ozualdo Candeias, 1981) se centra en la prostitución que ejercen mujeres en la carretera, cuyos clientes son principalmente camioneros. La "opción" a la que hace referencia el título es, en realidad, una "no-opción", porque las protagonistas, que trabajan en la recogida de caña de azúcar, y experimentan la explotación de su mano de obra, viviendo en barracas junto a la carretera, bañándose en un riachuelo cercano, no encuentran otra forma de salir de su situación que dedicarse a la prostitución.
"En nuestro país nos gusta follar en los camiones", se lee en una pintada que se encuentra en un baño público. La frase está, claramente, escrita por un hombre, porque posiblemente a estas mujeres no les gusta follar en los camiones. Pero es una visión clara de esa actitud de prepotencia que vemos también en algunas de las escenas recreadas de encuentros sexuales entre los hombres y las prostitutas, una imposición de la sumisión y del abuso sexual. La mezcla entre ficción y documental elabora un lenguaje particular en el que no pierde eficacia la visión de la realidad, que aparentemente finaliza con un tono de esperanza, cuando algunas de estas mujeres consigue llegar a la ciudad, pero donde se encuentran de nuevo con la explotación en un entorno, si cabe, más peligroso.
Paulo Sacramento
Desarrollando su carrera cinematográfica como montador, principalmente, Paulo Sacramento ha realizado algunas incursiones como director en el género documental y la ficción. Su última película de ficción es O olho e a faca (Paulo Sacramento, 2019), una reflexión sobre los fascismos cotidianos en su país. Pero el título más destacado de su filmografía es O prisioneiro da grade de ferro (Auto-retratos) (Paulo Sacramento, 2003), que Play-Doc incluyó en la edición de 2018 en una retrospectiva dedicada a Aloysio Raulino, otro reconocido director de documentales (también se pueden ver algunos de sus cortometrajes en la presente edición), que trabajó como director de fotografía en la película. En 2003 dos proyectos cinematográficos abordaron la situación de las prisiones en Brasil, especialmente de la mayor cárcel del mundo, la Casa de Detención de São Paulo, más conocida como Carandiru, con una población de más de 8.000 reclusos. Diez años antes, tuvo lugar la conocida como "masacre de Carandiru", que acabó con 111 presos muertos. En diciembre de 2002, la cárcel fue finalmente demolida y se convirtió en protagonista de la película Carandiru (Héctor Babenco, 2003).
Ese mismo año se estrenó O prisioneiro de grade da ferro (Auto-retratos), que recoge grabaciones realizadas en la prisión siete meses antes de que fuera demolida, y que acaba siendo un retrato más desolador que la película de Héctor Babenco. Resulta llamativo cómo el documental se va deslizando lentamente desde una visión más o menos plácida de la vida en la cárcel, incluso promovida por los mismos presos, que quieren dar una imagen de cierta estabilidad y paz, hacia terrenos cada vez más oscuros y violentos. El subtítulo de "Auto-retrato" proviene del hecho de que se facilita una cámara a algunos presos para que graben su día a día, y es en esos momentos donde la realidad de la cárcel se revela, pero también son los momentos de mayor intimidad. En el documental van apareciendo algunas de las temáticas habituales, pero es la realidad que muestra la que lo hace más contundente: las drogas, la violencia, la prostitución, el sida... A lo largo de sus dos horas de metraje, Paulo Sacramento consigue dejar al descubierto las grandes miserias del sistema penitenciario brasileño, apuntaladas por las intervenciones finales de algunos ex-funcionarios de la prisión: "La cárcel no es un lugar para rehabilitar, sino para mantener a los criminales alejados de la sociedad".
Les Blank
Play-Doc dedicó una retrospectiva a este director norteamericano en el año 2016, que incluía la proyección por primera vez en España del documental inédito A poem is a naked person (Les Blank, 1974), que tardó cuarenta años en estrenarse, debido a problemas de derechos de autor. El realizador está considerado como uno de los cronistas imprescindibles de la música americana, con grandes retratos cinematográficos de Ray Cooder o Dizzy Gillespie, y de la tradición musical de Nueva Orleans o la obsesión por la música polka. Su filmografía está llena de música, como en Always for pleasure (Les Blank, 1978), una de las películas que se programan de nuevo.
Pero Les Blank tiene un trabajo especialmente conocido, Burden of dreams (Les Blank, 1982), crónica de las desventuras del director Werner Herzog en su controvertido rodaje de la película Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982). Ambos habían colaborado en el cortometraje humorístico Werner Herzog eats his shoes (Les Blank, 1980), en el que el director alemán cumplía una promesa que le había hecho al también realizador de documentales Errol Morris. Éste se había embarcado en el rodaje de su documental Gates of heaven (Errol Morris, 1978), sobre los cementerios de animales, pero sus exigencias creativas hizo que despidiera hasta a tres directores de fotografía. Werner Herzog le había prometido que se comería sus zapatos si alguna vez terminaba el documental. Y finalmente tuvo que cumplir su promesa.
Curiosamente, esta broma de Werner Herzog se volvería en su contra, porque poco tiempo después él mismo se embarcó en un proyecto lleno de dificultades que le llevó cuatro años de rodaje. Fitzcarraldo (Werner Herzog, 1982) fue una pesadilla motivada en parte por los continuos problemas que suponía rodar en la selva amazónica, en medio de una disputa fronteriza entre Ecuador y Perú y de las rivalidades entre las tribus indígenas de la zona, y en parte debido a la megalomanía de su director, empeñado en llevar a cabo escenas que requerían hasta diseños de ingeniería, como trasladar un barco de gran tonelaje en medio de las montañas. Werner Herzog no sabía hasta qué punto se iba a complicar el rodaje cuando pidió a Les Blank que realizara el "making of", uno de los pocos casos en los que el documental sobre un rodaje acaba superando a la propia película.
Werner Herzog, tratando de alcanzar un sueño casi imposible, se convierte en el documental en una especie de Fitzcarraldo, el personaje que retrataba en su film, un terrateniente peruano del caucho que quiso transportar un barco de 30 toneladas a través de las montañas. La cámara de Les Blank documenta con absoluta precisión las dificultades del rodaje, pero sobre todo se centra en la figura del director que, a pesar de su personalidad tranquila, acaba llegando a un momento de desesperación: "Klaus Kinski siempre dice que hay mucho erotismo en la selva, pero yo no veo erotismo, solo veo obscenidad, fornicación y asfixia, lucha por la supervivencia y podredumbre. Los pájaros no cantan, sino que gritan de dolor", comenta Werner Herzog. Precisamente, las discusiones entre el director y el actor principal no están muy presentes en este documental, pero el propio Herzog describiría su compleja relación con Klaus Kinski en otra crónica imprescindible, Mi enemigo íntimo (Werner Herzog, 1999). Burden of dreams (Les Blank, 1982) es, más que una película sobre un rodaje, la crónica de la persecución de un sueño, el retrato de la maldición de un artista.
Ross McElwee
Uno de los nombres fundamentales del género documental producido en Estados Unidos. Su carrera se desarrolla desde los años setenta introduciendo algunos aspectos formales que más tarde han influido en muchas producciones posteriores. Su cine está contado desde una visión personal, son autobiografías filmadas en las que él mismo se muestra en momentos de intimidad, en conversaciones con su familia y sus amigos, pero al mismo tiempo amplía su mirada hacia otros aspectos más generales, siempre a la altura de sus ojos. Ganador del Gran Premio del Jurado en el Festival de Sundance 1987, Sherman's March (Ross McElwee, 1985) es el mejor ejemplo de este trabajo, construido a través de la más sencilla técnica, lo que algunos denominan el "cuerpo-cámara". Partiendo de una investigación en torno a la figura del General Sherman, militar unionista que destruyó literalmente la ciudad de Atlanta, Ross McElwee comienza un viaje por el Sur de los Estados Unidos en el que también se detiene en las consecuencias de la guerra fría, el estado de miedo generalizado por la amenaza nuclear. Pero el relato es continuamente salpicado con las vivencias personales del director, especialmente su relación con diferentes mujeres.
El carácter insólito de esta propuesta es que se trata de una historia personal, que establece una relación de intimidad con el espectador, al que muestra sus propias experiencias, su búsqueda de una relación sentimental que no termina de concretarse. El subtítulo del documental es bastante expresivo en este sentido: Una meditación sobre la posibilidad del amor romántico en el Sur durante una era de proliferación de armas nucleares. Y refleja también la mirada irónica que forma parte de su personalidad, el sentido del humor que se aprecia en muchos momentos de este documental de dos horas y media de duración, pero que parece una historia de ficción. De hecho, contaba Ross McElwee en el homenaje que le dedicó DocumentaMadrid en 2018 que hace años le habían comprado los derechos de Sherman's March para realizar una película de ficción, y que solo puso como condición que le permitieran rodar todo el proceso para hacer él mismo un documental sobre el rodaje de una película basada en su propio documental. A ello ha dedicado los últimos años, ya que la producción de la película ha sufrido numerosos cambios y retrasos. Play-Doc realizó una completa retrospectiva de la filmografía de Ross McElwee en 2012, y ahora podemos ver cinco de sus producciones más destacadas.
Play-Doc. Festival de Cine Documental se puede ver en Filmin hasta el 27 de septiembre.
Fitzcarraldo se puede ver en Amazon.
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